lunes, 9 de diciembre de 2024

Las intervenciones del analista frente al sufrimiento infantil

 En la Clínica Infantil, los motivos más comunes de consulta suelen estar relacionados con inquietudes manifestadas por los padres o cuidadores respecto a sus hijos. Estas preocupaciones incluyen dificultades de atención en la escuela, donde los niños parecen enfocados en otras escenas, comportamientos calificados como “malos” que se traducen en movimientos hiperquinéticos sin un rumbo claro, regresiones conductuales como encopresis o enuresis, crisis de angustia repentinas y actitudes de negativismo persistente.

Para orientar las intervenciones en estos casos, es fundamental reflexionar sobre aspectos clave del mundo interno y relacional del niño. Es importante comprender cuál es su lugar dentro de la estructura familiar, los rasgos o situaciones con los que se identifica, las idealizaciones o mandatos que recaen sobre él, así como los recursos subjetivos y defensas psíquicas con los que cuenta. También se debe analizar cómo expresa su angustia, cuál es el estado de su narcisismo en el momento de la consulta y si posee la capacidad de juego simbólico, esto es, un juego que no sea meramente automatizado. Es esencial observar si el niño o niña puede construir una narrativa lúdica y qué escenas tiende a repetir en este espacio de expresión.

En este trabajo clínico, es imprescindible dar cabida a las preocupaciones de madres, padres, cuidadores e incluso del entorno educativo. Sin embargo, es fundamental no quedar atrapados por las demandas que estos Otros significativos puedan plantear. La prioridad del analista debe ser el bienestar del niño y su proceso subjetivo.

El sostén que ofrece el analista es un recurso invaluable. Este sostén permite al niño desplegar sus fantasías y miedos inconscientes, escenificar sus conflictos edípicos y encontrar, a través del juego, una salida simbólica que le permita integrar sus experiencias.

La mirada del analista debe estar orientada siempre hacia la potencia infantil, hacia aquello que el niño tiene la capacidad de construir en su presente y que podrá expandirse en el futuro. Es crucial recordar que el psiquismo infantil está en plena estructuración y que ningún estado, por angustiante que parezca, es definitivo. Frente a las preocupaciones de los adultos y del propio niño, resulta vital sostener la certeza de que “nada es para siempre”.

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