viernes, 10 de enero de 2025

¿Qué es hacer "hablar a la angustia"?

La angustia se erige como un afecto fundamental en la práctica analítica, un verdadero "afecto prínceps". Su valor decisivo radica en que, a diferencia de otros afectos, es el único que no engaña. Este carácter único convierte a la angustia en una brújula clínica, al hacer evidente aquello que no puede ser tramitado por el significante, es decir, lo que permanece fuera del campo del saber.

En este sentido, la angustia pone en juego un borde: el límite de lo imposible de saber. Es a la vez signo del deseo e índice de lo real, ya que testimonia aquello que queda en los márgenes del entramado significante, lo que no ha sido negativizado. En este entramado, la angustia evidencia puntos inerciales, cruces que dan cuenta de lo no alcanzado.

Como efecto que no engaña, la angustia señala la imposibilidad de integrar completamente ciertos elementos en el orden simbólico. Por ello, puede definirse como la "única subjetivización del objeto a". A través de la fórmula del fantasma en el grafo lacaniano, la angustia da testimonio de cómo, en el nivel del sujeto, se presenta algo que lo involucra como objeto: el sujeto deseante del deseo del Otro, quien, al desear dicho deseo, también se constituye como objeto.

¿Cómo Hacer Hablar a la Angustia?

Hacer hablar a la angustia implica permitir que esta testifique sobre la posición deseante del sujeto. Se trata de interrogar el lugar desde donde el sujeto desea, en qué escena, con qué trama y bajo qué ropajes el deseo del Otro se convierte en causa.

Pero hacer hablar a la angustia no solo apunta a desentrañar su lógica, sino también a llevar la trama de esa escena hasta sus últimas consecuencias. Esto significa abrir para el sujeto una posibilidad de elección que trasciende lo psicológico y entra en el terreno de la ética, pues concierne al deseo y a la asunción de su posición en relación con este.

De este modo, la práctica analítica no solo aborda la angustia como un síntoma o un afecto, sino como un operador esencial que orienta el trabajo ético del análisis y posibilita una apertura hacia el deseo.

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