En ese marco, plantea que el partenaire (que puede ser una persona, pero también el cuerpo mismo) puede ocupar la función de síntoma, es decir, de respuesta singular al goce que no se regula por el Otro del lenguaje.
En el caso hipocondríaco, el cuerpo aparece como partenaire-síntoma: un cuerpo que goza de sí mismo, fuera de la mediación simbólica, y que no responde al deseo del Otro, sino al goce del Uno (el goce autoerótico, real, no especular).
Una de las ideas centrales del curso es que, en la clínica contemporánea, el cuerpo aparece como soporte de un goce que no pasa por el significante. Este goce no se transmite por el Otro del lenguaje, sino que se experimenta como una inercia, como una perturbación interna, imposible de compartir.
“El cuerpo no es el del espejo, sino el del Uno solo.”
En la hipocondría, ese Uno se hace sentir como una perturbación localizada, sin sentido, insistente. El cuerpo “dice algo” pero no entra en la cadena significante. De allí la certeza dolorosa, y la ineficacia de los discursos médicos o de sentido.
Por otra parte, Miller desarrolla que en muchas formas clínicas contemporáneas (incluidas las formas hipocondríacas), hay una fragilidad del anudamiento entre los registros, particularmente entre lo simbólico y lo real. La no inscripción de una excepción deja el goce sin regulación, y el cuerpo se convierte en lugar de impacto.
En sujetos donde falta la metáfora paterna, el significante no hace tope al goce, que entonces invade el cuerpo sin mediación. Esto puede resultar en fenómenos como:
el dolor sin causa médica,
la sensación de enfermedad permanente,
la certeza delirante de padecer algo.
El hipocondríaco puede, entonces, ser un sujeto que no ha podido producir un sinthome que anude el goce a lo simbólico. O también: su hipocondría es su sinthome, su invención para tratar ese goce.
Miller toma de Lacan la idea de que el sinthome es una invención singular que anuda lo real, lo simbólico y lo imaginario, especialmente cuando la metáfora paterna no ha operado o lo ha hecho de forma deficiente.
“El sinthome es el cuarto nudo que hace posible un anudamiento estable.”
En ciertos casos, la hipocondría puede leerse como una invención sinthomática: el sujeto localiza su angustia en el cuerpo, fija allí el goce, evita el derrumbe, y sostiene un cierto equilibrio subjetivo. De allí que en algunos casos, no conviene “curar” la hipocondría, sino entender cómo opera como sinthome estabilizador.
Consecuencias clínicas
Desde esta perspectiva, el tratamiento no apunta a “erradicar” el síntoma, sino a:
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Acompañar una invención, quizás llevarla a otra forma más vivible;
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Localizar el uso del cuerpo como partenaire-síntoma;
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No forzar la simbolización, si ésta no es posible;
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Fomentar una escritura, una elaboración que permita al sujeto sostener su goce de un modo más singular y menos mortificante.
En resumen
Aportes de Miller desde El partenaire-síntoma a la clínica de la hipocondría:
Concepto | Aplicación a la hipocondría |
---|---|
El cuerpo como partenaire-síntoma | El cuerpo hipocondríaco es un modo de tratar el goce |
Goce del Uno | Goce que no pasa por el Otro; no se simboliza |
Fragilidad del anudamiento | Invasión del goce real en el cuerpo |
Sinthome | La hipocondría puede operar como invención estabilizadora |
No buscar sentido | No se trata de interpretar el síntoma como metáfora |
Ejemplo clínico: El caso de L.
L. es un varón de 38 años, diseñador gráfico freelance. Consulta por ansiedad e insomnio persistentes. Refiere estar “desgastado” por un dolor abdominal que los médicos no logran diagnosticar. Ha consultado a múltiples especialistas, se ha realizado estudios de todo tipo, sin resultados concluyentes. “Sé que algo tengo, el cuerpo me está diciendo algo que nadie puede oír”.
En la primera entrevista, predomina un relato centrado en su cuerpo: digestión, colon, hígado, dieta, acidez, etc. Las preguntas del analista son respondidas con largas descripciones físicas. No hay mención a la familia ni a vínculos significativos. Afirma que “no tiene con quién hablar” porque “nadie entiende lo que le pasa”.
Con el correr de las sesiones, se evidencia una certeza respecto al padecimiento, que no es delirante, pero que no cede a la argumentación ni al saber médico. “No estoy loco, pero estoy enfermo. El problema es que no lo ven”. Cada resultado negativo es vivido con angustia, como si confirmara su exclusión: “hasta mi cuerpo es invisible”.
En una sesión, cuenta que su madre fue hipocondríaca y que desde pequeño se ocupaba de consolarla. “A veces creo que estoy repitiendo eso... pero esto es distinto. Yo no estoy inventando, esto es real”. Se conmueve al hablar de ella. Fue criada sola por ella, y el padre “nunca estuvo”.
En otra sesión, aparece un recuerdo: su madre le decía, de niño, que él era “su medicina, lo único que la calmaba”. Al enunciar esto, hace silencio y su respiración se altera.
Desde una orientación lacaniana, las maniobras no buscarían “curar” el síntoma, sino:
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Acompañar la invención sin desmontarla de inmediato. El síntoma puede tener un valor estabilizador.
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Introducir cortes mínimos que habiliten un decir, sin forzar una simbolización imposible.
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Ubicar la dimensión de goce implicada, y no reducirla a lo imaginario o a la queja.
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Lentamente desplazar la certeza a una pregunta, sin imponer la falta, sino acompañando su aparición.
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Orientar hacia una formalización singular, una forma de escritura o de anudamiento nuevo.
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