miércoles, 21 de mayo de 2025

Nominación, semblante y letra: envoltura del imposible en la estructura

En Aún, Recanati afirma:

El sistema de la nominación es la envoltura de lo imposible de partida, envoltura que, en su relación a lo imposible, no se sostiene más que del otra vez, que es el índice de la trascendencia de lo imposible por relación a toda envoltura.

Esta cita condensa varios ejes fundamentales del pensamiento lacaniano. En primer lugar, sitúa un imposible originario, un punto de partida que no afirma sino que dice que no. Este “no” no es una negación lógica en sentido clásico, sino una negación estructural, la huella de aquello que no puede escribirse, que no se deja simbolizar plenamente. Es este imposible el que comanda la repetición, la estructura misma del retorno, y constituye el núcleo estructural del psicoanálisis.

La noción de envoltura introducida aquí remite a una dimensión imaginaria, pero no puede ser reducida simplemente a lo especular o a lo ilusorio. En Lacan, lo imaginario no es un simple velo, sino que adquiere —sobre todo en su última enseñanza— el estatuto de consistencia, es decir, de aquello que permite que lo simbólico y lo real se sostengan, sin suturarse.

En este sentido, el semblante no es una máscara vacía, sino una elaboración del imaginario que bordea lo imposible. La compacidad de lo que falla, esa estructura densa que no se escribe pero que insiste, requiere del semblante para hacer borde. No hay borde del imposible sin lo imaginario, sin un mínimo de envoltura que haga consistente ese punto de hiancia.

Desde esta perspectiva, todo sistema de nominación aparece como una suplencia del imposible estructural. Ya sea que se lo aborde desde la lógica —con la fórmula “no cesa de no escribirse”— o desde la topología —como lapsus del nudo—, el nombre funciona como un anclaje simbólico frente a aquello que no se puede decir plenamente.

Este punto es trabajado por Lacan especialmente a través de la noción de nombre propio. El nombre no es simplemente una designación; está ligado a los límites del lenguaje, a lo que puede o no inscribirse. Desde la perspectiva de la letra, el nombre propio se lee y se escucha, pero no coincide con lo que significa. La letra, en tanto resto de un corte, es el elemento diferencial último del significante, y por ello se conecta directamente con lo real.

Así, la nominación no nombra una esencia, sino que envuelve el vacío de lo imposible. Es el borde de lo indecible, sostenido por el semblante, anclado por la letra, y repetido cada vez como intento de inscribir lo que no cesa de no escribirse.

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