El llamado “incidente” Freud —si puede nombrarse así el efecto de conmoción que produjo— puso en primer plano la eficacia simbólica. De allí que Lacan haya elegido como pilares de su “Retorno a Freud” un tríptico fundamental: La interpretación de los sueños, El chiste y su relación con lo inconsciente y Psicopatología de la vida cotidiana. Estos textos muestran que el inconsciente se inscribe en un entramado simbólico legible, mientras que el efecto de sentido resulta un aspecto secundario.
Lo que Lacan denuncia en el contexto psicoanalítico de su tiempo es que ese valor de la eficacia simbólica había quedado opacado. La crítica central apunta a que el campo se había desplazado hacia lo imaginario, privilegiando sus taponamientos en detrimento de la potencia del significante.
El “Retorno a Freud” se define, entonces, como la recuperación del resorte simbólico en la manifestación del inconsciente, entendido éste como aquello que se hace presente en la palabra, en su discontinuidad.
Avanzando por esta senda freudiana, aunque con desarrollos propios, Lacan señala que en cierto punto emerge un obstáculo para la cura. Allí aparecen las resistencias —no sólo las imaginarias que dependen del analista— y la reacción terapéutica negativa. Dicho obstáculo se despliega, en última instancia, en el campo de la transferencia.
Esta dimensión inercial del hablante se revela en los límites de lo que la palabra puede articular, especialmente en sus bordes. Y es precisamente allí donde Lacan sitúa la originalidad freudiana: el recurso a la letra. En el rebus, en esa escritura que organiza al texto inconsciente, se localizan los puntos de fijación que marcan los lugares en los que el inconsciente se inscribe y puede ser leído.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario