lunes, 15 de septiembre de 2025

De señal a signo: la angustia entre deseo y real

Hay en Lacan un pasaje explícito de la angustia como señal a la angustia como signo. Este pasaje no implica sustituir la primera definición por la segunda, sino que en la distancia entre ambas se juegan los anudamientos entre angustia, deseo y real.

Esa serie ya indica un vínculo esencial entre deseo y real. Topológicamente, la angustia se pone en acto como el paso de lo que está “detrás” hacia lo que se hace “adelante”. Para evitar equívocos espaciales, conviene recordar que el fantasma opera como pantalla intermedia: lo que está detrás, lo velado, pasa a delante como presentificación del objeto a, y es esa irrupción lo que desencadena la angustia.

En esa distancia también se observa una diferencia en las funciones del objeto a. Del lado del “detrás”, se sitúa como causa del deseo: allí no es meta, no es objeto al que el deseo se dirige. En su presentificación, aunque todavía no se lo piense en términos de plus de goce, el trayecto hacia esa conceptualización ya queda abierto.

El estatuto del objeto resulta decisivo para diferenciar, por ejemplo, miedo y angustia. En el miedo, el objeto tiene una cierta posibilidad de representación, aunque sea parcial o amenazante. En la angustia, en cambio, lo que está en juego es la posición misma del sujeto, su ser en tanto responde al deseo como deseo del Otro. Por eso, a diferencia del miedo, la angustia concierne íntimamente al sujeto: lo toca en su ser dividido y lo confronta con lo real.

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