El núcleo de la práctica analítica es problemático: difícil de localizar, más difícil aún de rectificar y, en última instancia, sin garantías. Esta dimensión toca de lleno la estructura misma del análisis didáctico, es decir, la formación de los analistas. La pregunta decisiva es cómo acceder a ese núcleo.
Entre los recursos a los que apela, Lacan se sirve del cálculo infinitesimal, particularmente en el Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Este cálculo, que estudia tanto el cambio como la continuidad, articula dos operaciones: la diferencial, que aborda la función derivada del cambio, y la integral, que se ocupa de las series infinitas.
La elección no es azarosa: el cálculo infinitesimal, en tanto rama moderna de la matemática que trabaja con conjuntos infinitos, se distancia de la tradición antigua. A Lacan le provee un instrumental conceptual, en especial la noción de salto, de inspiración cantoriana, solidaria con la idea de asíntota. El salto marca un “paso al límite”: empuja a un sistema formal hasta aquello que ya no puede demostrar, hasta su borde.
Allí se inscribe la paradoja analítica: ¿puede el inconsciente alcanzar una forma acabada? Si lo acabado es imposible, si lo realizable nunca se realiza del todo, entonces algo resta, y es precisamente ese resto el que da forma a lo problemático del núcleo.
En este punto del Seminario, Lacan subraya un detalle crucial: ni el sujeto ni lo real son conceptos fundamentales. Ambos funcionan más bien como auxiliares, como soportes que permiten demostrar —aunque sin clausurar— la existencia de ese resto. Es allí donde se aloja lo singular, lo paradójico, lo aporético: el verdadero límite de la práctica analítica.
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