martes, 23 de septiembre de 2025

La neurosis es una cicatriz

La manera de abordar la causalidad no es indiferente. Desde la filosofía, suele arrastrar un sesgo sustancialista que, para el psicoanálisis, se vuelve un obstáculo. En cambio, cuando se la piensa desde la lógica, lo que se abre no es una respuesta cerrada sino un impasse. Y justamente allí radica su valor: la causa no es racional, y el impasse adquiere entonces una potencia operativa.

Lacan puede, a partir de esta distinción, poner en tensión causa y determinismo. El determinismo se sostiene en una ley que articula series y sintaxis; la causa, en cambio, remite a lo “anticonceptual e indefinido”, a una vacilación en el sentido. Entre causa y efecto no hay continuidad, sino hiancia: un vacío, un desfasaje. De allí la afirmación lacaniana: “sólo hay causa de lo que cojea”. Si no existiera ese gap, la causa quedaría reducida al determinismo.

En el plano clínico, la pregunta es cómo se enlaza la causa con el inconsciente. La respuesta apunta a un empalme con lo real vía la pulsión. Allí se delinea un punto de indeterminación que hace eco en la definición misma del sujeto, imposible de nombrar y, por lo tanto, indeterminado tanto en el espacio como en el tiempo. Esta indeterminación responde a una contingencia constitutiva: abre un margen para salir de la pura determinación, aunque no asegura tal salida.

La neurosis se ubica, precisamente, sobre esa hiancia. Es la manera de hacer cicatriz sobre ese corte en el que la causa no se deja atrapar ni por la lógica del determinismo ni por el sentido.

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