lunes, 20 de octubre de 2025

Del “ti” al “tú”: el pasaje de la verdad a la pluralidad

En Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Lacan despliega un juego sutil entre lo gramatical y lo lingüístico —y más allá de ambos—, a partir de la distancia entre el “ti” y el “tú”.
Esa diferencia introduce un más allá:

¿Qué hay en ti más que tú?
Lo que aparece allí es el objeto a, aquello que precipita del trabajo analítico en la medida en que la interpretación apunta hacia lo indeterminado y lo fuera de sentido.

En ese movimiento se anudan diversos campos —la transferencia, la identificación y la interpretación— que convergen en una pregunta fundamental:

Si la práctica analítica se reelabora estructuralmente, ¿qué relación se establece entre la posición del objeto a y la posibilidad de concluir una cura?

Estas cuestiones atraviesan también la posición de Lacan como sujeto de su propia enseñanza, especialmente en el momento de su excomunión.
El recorrido que va de la excomunión al encuentro —y, poco después, a la fundación de su Escuela, inspirada en el modelo del Liceo— marca un pasaje estructural: el tránsito de lo singular a la pluralidad.

Es precisamente en este punto donde se reformula el problema de los Nombres del Padre.
El paso de la singularidad del Nombre a la pluralidad de los nombres inaugura un nuevo modo de pensar el lazo entre ley, verdad y real.
Sus consecuencias son decisivas: implican una relectura de la castración, una modificación del estatuto de la letra, y una reformulación de la función del síntoma.

Allí se anticipa la pregunta por la incidencia de lo real.
Si el Nombre del Padre se pluraliza, el campo de la verdad ya no puede sostenerse en una garantía única.
De ahí que Lacan interrogue:

¿Qué orden de verdad genera nuestra praxis?

Entre la pluralidad de los Nombres y el campo de la verdad se abre una heterogeneidad: ya no se trata de una correspondencia, sino de un puente inestable, un borde donde el discurso analítico debe reinventar sus propios puntos de apoyo.

Y es aquí donde el interrogante se vuelve crucial:

¿Los puntos de referencia del psicoanálisis están aún en la verdad?
¿Y si no, dónde?

Tal vez en ese desplazamiento —del “ti” al “tú”, del Uno al múltiple, del Nombre al sin nombre— se juegue el verdadero lugar del deseo del analista: sostener el espacio donde el decir no se cierre sobre una verdad, sino que deje abierta la posibilidad misma del enigma.

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