Definida como operación, la nominación es abordada por Lacan en continuidad con el juicio de atribución freudiano, aquella afirmación primera que depende de la operación de lo simbólico.
Desde esta perspectiva, se entiende por qué Lacan rechaza toda concepción del sujeto basada en la adaptación: el sujeto no se adecua a la realidad, sino que se constituye a partir de la sanción significante del Otro.
Así como la verdad, la realidad del sujeto depende de lo que ha pasado por el campo del Otro, de su inscripción simbólica.
En este punto, el corte adquiere un valor decisivo, pues permite distinguir la nominación de la mera simbolización.
Mientras la simbolización tiende a cerrar o subsumir, del corte siempre resta algo: es una operación que modula y escande, fundando lo intervalar.
Trabajar con el significante —como instrumento de delimitación del intervalo— es, por tanto, laborar con el deseo: el corte delimita su lugar.
Este corte pertenece al orden de la cesura.
El Diccionario de María Moliner la define, en poesía, como el punto de pausa o escansión que precipita el efecto poético, y nos recuerda su raíz etimológica latina: caesura, de caédere (“cortar”), vinculada a términos como cisión, incisión, decisión, circuncidar.
Todas estas palabras remiten a una operación que divide, separa, precisa.
Podemos, entonces, arriesgar una hipótesis: subyace a esta familia etimológica el prefijo proposicional cis-, que significa “del lado de acá”.
Desde esta clave, el corte etimológico que atraviesa la serie no es meramente lingüístico, sino estructural: designa la operación fundante del campo del Otro, el pasaje de lo universal del lenguaje a lo particular del Otro de cada sujeto.
En esta dirección, se vuelve claro por qué, en el seminario al que aludimos, Lacan afirma que la nominación es inseparable del efecto castrativo.
Es precisamente este corte-casura el que hace operativo el Complejo de Edipo, al introducir la diferencia entre el significante y el goce, y al permitir que algo del sujeto se nombre en el punto donde, paradójicamente, también se pierde.
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