viernes, 3 de octubre de 2025

La realidad sexual del inconsciente: entre transferencia y castración

Cuando Lacan afirma que “la realidad del inconsciente es sexual”, lo hace en un contexto donde su investigación se centra en bordes y agujeros, es decir, en las formas de inscripción y límite de lo inconsciente. Dos términos se conjugan en esa afirmación —realidad y sexual—, planteando una doble interrogación: ¿qué significa que la realidad sea sexual? ¿Y qué abordaje de lo sexual queda implicado en esa realidad?

Un antecedente posible aparece ya entre el Seminario 6 y el escrito Subversión del sujeto…, donde Lacan pregunta por la realidad del deseo. Allí la respuesta se da en relación con el efecto de la castración: el deseo se anuda a lo real en tanto no puede colmarse, quedando marcado por una imposibilidad.

En este sentido, la “realidad sexual” del inconsciente no remite a una sustancia positiva, sino a lo que se juega en la transferencia, entendida como puesta en acto de esa realidad sexual. Ahora bien, ¿cómo deslindar esa realidad sexual si el punto de partida es que el inconsciente está estructurado como un lenguaje?

Lacan precisa que el inconsciente debe pensarse como el efecto del lenguaje y de la palabra sobre el ser que habla. Relacionar ambos efectos no implica homologarlos. Allí surge la dificultad: el término “realidad” no se define en su naturaleza, sino que aparece como índice de un punto en el que la verdad deviene insostenible. La fórmula lacaniana de la “verdad insostenible” apunta a ese imposible que se soporta en la tensión entre lo universal y lo existencial.

La sexualidad, en tanto ligada a la castración, se enlaza con la muerte en el terreno de la división sexuada, que introduce un corte y delimita campos. A lo largo de su enseñanza, Lacan busca formalizar esa divisoria: primero en términos de binarismos y polaridades, y más tarde —con la topología— en una ruptura del esquema de contraste, abriendo un espacio lógico nuevo para pensar la sexualidad y su relación con lo real.

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