martes, 4 de noviembre de 2025

La escritura y el acontecimiento: del síntoma a la torsión del sujeto

Plantear que la escritura cumple una función lógica implica redefinir tanto el estatuto como la función del síntoma.
A través de la función fálica en tanto predicación, el sujeto se sexúa —no como efecto de dominio o propiedad—, sino remedando la imposibilidad estructural de una relación sexual complementaria, imposibilidad que es efecto del lenguaje mismo.

Este punto marca un viraje decisivo en la concepción de la sexuación.
Ya no se trata de una atribución (“ser hombre” o “ser mujer”), sino de una predicación no atributiva, que libera la sexuación de las imaginaciones del atributo sin renegar de lo imaginario. Este registro, en lugar de suprimirse, se transforma, y es allí donde Lacan introduce la noción de semblante, dando lugar a una nueva forma de pensar el cuerpo: no ya como organismo o imagen, sino como superficie donde el semblante y la escritura se entrelazan.

La escritura, en este sentido, permite también reconsiderar el problema del inicio, ligado a aquella definición según la cual el sujeto es “a advenir”. Ese advenimiento no es instantáneo: requiere una temporalidad, un proceso que instituye las condiciones de acceso a la existencia. De allí la pregunta por el comienzo, que Lacan comparte con pensadores como Alain Badiou, quien también interroga el estatuto del acontecimiento.

Lacan lo formula con claridad al hablar, en el Seminario 16, del “acontecimiento Freud”. El psicoanálisis surge como un acontecimiento que no sólo funda un campo, sino que lo torsiona, alterando su causalidad y su lógica interna.
El acontecimiento, así entendido, no se define por su mera irrupción, sino por sus efectos estructurantes: forja, ilumina y conmueve.
En este sentido, la aparición del inconsciente como concepto no es sólo un descubrimiento, sino una torsión de la estructura misma del saber, que vuelve impensable su existencia antes de Freud.

El acontecimiento, entonces, hace borde en lo real y marca un antes y un después en la lógica del campo; no sólo introduce algo nuevo, sino que transforma retroactivamente las condiciones de posibilidad de su aparición.

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