La torsión que introduce Lacan en Aún respecto de lo escrito le permite distinguir con precisión tres modos de la letra: la a, el falo como letra, y el significante de la falta en el Otro. Cada una de ellas delimita un borde distinto, heterogéneo, por lo que el cuerpo deja de pensarse como superficie homogénea: se trata de una topología discontinua, tejida por fallas.
Estas tres letras, en su diferencia, verifican lo que Lacan definía como la función de borde propia de la letra: escribir un límite, producir una contigüidad entre lo simbólico, lo imaginario y lo real, sin confundirse con ninguno.
- La letra pertenece al orden de lo fuera de sentido; es lo inequívoco que se oye y que a veces obliga a tomar el discurso “a la letra”.
- El significante, por su parte, es el que encadena: produce serie, sentido, negación, equívoco.
El interés de Lacan no reside en sustituir uno por otro, sino en hacer operar su pasaje: del significante a la letra. En esa torsión se abre la posibilidad del acceso a la enunciación, dimensión que se vuelve patente desde el inicio de L’Étourdit. La letra, tomada del discurso científico, se vuelve aquí un instrumento para diferenciar al psicoanálisis de la lingüística, rompiendo definitivamente la correspondencia entre significante y significado.
En suma, Lacan desplaza lo escrito hacia una función que ya no representa, sino que borda; una escritura que no dice, sino que hace lugar.
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