martes, 5 de noviembre de 2019

Huele a Pubertad - seminario clínico (I)

Notas del seminario clínico dictado por Marta Rodriguez, el 12 y 19 de mayo del 2016.

Clase del 12 de mayo de 2016.
En el seminario “El carozo de la clínica” nos dedicamos a ubicar el primer tiempo de la estructura. El sujeto del psicoanálisis tiene un tiempo de constitución. El sujeto adviene en relación al Otro. Este sujeto, que no se auto-engendra, tiene un lugar en la estructura como objeto del Otro. Lo que ubicamos el año pasado era lo que se llama el primer despertar sexual, planteado por Freud en Tres ensayos… que es la pregunta del sujeto por la falta en el Otro, por qué lugar ocupa este sujeto en la falta. En este tiempo de la estructura ya podemos hablar de sujeto: sujeto en tanto responde, pues los objetos no responden. En la posición de sujeto hay una respuesta en al campo del Otro.

También ubicamos en el seminario del año pasado que en la infancia, la respuesta del sujeto se ubica en lo que es el juego del niño. En El creador literario y el fantaseo, esto es muy claro en la manera como está ubicado. Freud ahí dice que el niño articula su respuesta en el juego y apuntala esta respuesta en objetos: los juguetes. Vamos pasando del niño en posición de objeto, a la respuesta en el juego, a los objetos donde se apuntala esta respuesta y siguiendo ese texto, veremos que el niño en ese juego y en esos juguetes articula su mundo libidinal en relación a los objetos parentales. El objeto se va articulando y desplazando. La respuesta del sujeto en el juego se articula en relación al deseo, el goce, a la falta del Otro. Son distintas formas que podemos ubicar cómo el juego articula este lugar de falta en el Otro, en el cual el sujeto adviene. El niño arma un campo ficcional desde el cual lee, interpreta y responde.

Supongamos un niño que juega al borracho. Él daba vueltas y vueltas hasta marearse. Este era su juego. Podemos decir, en relación al campo del Otro, que este niño había leído e interpretado que cuando él vino, su padre se las tomaba. El niño lee e interpreta en relación a lo jugado del Otro y responde tejiendo un juego: jugar al borracho. Vino y se las tomó.

En la pubertad vamos a encontrarnos con un nuevo tiempo en la estructura en donde veremos como el sujeto se la juega en relación a lo jugado del Otro y a cómo jugó. Este chico, en la pubertad, puede tener que tomarse hasta el agua de los floreros para encarar a una chica. O que sea un chico, en el centro de estudiantes y tome la escuela. O que sea un hombre de palabra, que se le pueda tomar la palabra. Entonces, lo interesante de este segundo tiempo de la estructura es cómo se reescribirán las marcas previas a la luz de la posibilidad del acto, que es una de las novedades de lo que Freud llama el segundo despertar sexual.

Entonces, hay un primer y un segundo despertar. En la época de Freud fue absolutamente revolucionario decir que la sexualidad no se iniciaba con la posibilidad de la reproducción sexual, sino que el sujeto del que nos ocupamos se constituye por la sexualidad. La sexualidad es constitutiva y constituyente del sujeto. Esto hace necesaria la prohibición del incesto, porque nos constituimos en un borde  erógeno con el cuerpo del Otro. Tiene que haber una prohibición en el orden mismo en que nos constituimos como sujeto. 

La novedad que acarrea la pubertad es que el empuje real de la sexualidad despierta en el cuerpo orgánico. En El despertar de la primavera, uno de los personajes dice que es como un rayo, de golpe. O como en La Metamorfosis de Kafka, donde el sujeto se duerme, despierta y algo cambió. No es el que era y hay un desconocimiento de la posición del sujeto en relación a este despertar a  este empuje. 

Que el sujeto despierte, que la pulsión despierte con esta fuerza que implica el acto sexual, de la erección, de la menarca y la eyaculación, no quiere decir que el sujeto esté a la altura de esa posibilidad del cuerpo. Ese es todo el trabajo psíquico que implica la pubertad, de ir ubicando, pues el sujeto todavía no cuenta con los elementos necesarios como para tejer esa trama. Es como el movimiento del remo, para avanzar tiene que ir hacia atrás. Ese es el trabajo de la pubertad: leer las marcas previas para poder avanzar y enlazar este real del cuerpo con el sujeto que pueda responder al acto.

Lo que llama y habilita en el segundo despertar sexual es que la pulsión abre una nueva posibilidad al haber un cambio en la meta, que es el acto. Por ejemplo, en los adolescente hay toda una cuestión en relación a los actings, que son necesarios y constitutivos. Muchas veces son pasajes al acto, que pueden ir desde la cachetada de Dora en el lago a precipitarse por una ventana. Actings y pasajes al acto, en tanto que hay algo del acto que se tiene que constituir y que lleva tiempo. Constituir la instancia del acto es ubicar un sujeto orientado a su deseo, a su goce y a su objeto. Pero esto no va de suyo, porque no hay un objeto adecuado. Esto es una construcción en relación a las marcas previas y a los avatares de este segundo tiempo. 

Necesariamente, en la pubertad el objeto tiene que cambiar. El acto hace que tenga que pasar del objeto endogámico de los padres a otro objeto. De los objetos primarios, a la elección de un objeto fuera de lo endogámico. Si la posibilidad del acto sexual está y el objeto no cambia, lo que está es el incesto. Es tiempo de reescritura de las marcas y de reinscribir la prohibición del incesto. Al trabajar con chicos de esta edad notamos un tiempo de mucha susceptibilidad y paranoia en el aire. Están tan sensibles a la posibilidad del incesto que los acecha, que esto se siente en el aire. Hay que ser muy delicado y muy prudente con ellos.

Freud dice, en Tres ensayos

Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida sexual infantil a su conformación normal definitiva. 

No habla de edades de inicio ni de finalización. Habla de advenimiento, como el rayo que cae. Esta conformación puede nunca terminar de producirse. O años, o un tiempo que no podemos cuantificar, porque es un movimiento del sujeto.

Hace un par de años me llegó a la consulta un señor de unos 65 años, extranjero, que quería hacer una consulta de pareja. Me da el nombre de la pareja, pero por su nombre no podía saber si era una mujer o un hombre. Había una ambigüedad y lo tomé así. El día de la consulta, el hombre viene solo, que dejó la pareja. El hombre cuenta que se casó, que tuvo hijos, título universitario, se separó, tuvo una pareja, otra y que hizo todo lo que se supone que debía hacer y esperaban de él. Dice que estaba muy confundido y que no sabía lo que él quería. Cuenta que desde muy joven se analizaba con analistas muy prestigiosos y que “nunca lo hice con una mujer”. O sea, con 65 años estaba en el mismo punto que en la entrada en la pubertad. Hasta esa edad, él había hecho lo que el Otro esperaba de él y todavía no había llegado a algo con una pareja, porque estaba debajo de la pollera de su mamá. En relación a su deseo y a su posición, estaba en pubertad. Con este ejemplo, vemos que la pubertad no es una cuestión de edad.

La pubertad es un momento de desorientación, de desenganche del campo del Otro, donde deberá recortarse otra vez, releyéndose y reescribiéndose para ubicar su posición sexuada y su posición en relación al amor, al goce y al deseo. Esto es lo que posibilita que un sujeto se ubique en relación al acto. Se pueden hacer muchas cosas: tener hijos, un título… Y eso no quiere decir que haya acto del sujeto. 

Lacan, en el seminario V habla de los títulos en el bolsillo. Cuando uno compra un título de propiedad de una casa, uno hace una reserva. Hay una apuesta de que uno quiere tener esa propiedad. La salida del Edipo es más o menos eso: uno tiene la reserva, la aspiración, están dadas algunas condiciones, pero para que se efectivice la compra de la propiedad y de la escritura a nombre de esa persona, hay que poder pasar haciendo una revisión de las cláusulas y condiciones del que vende y del que compra. La pubertad implica ese tiempo de revisión de las cláusulas en el campo del Otro y en el sujeto y las posibilidades de escrituración. De escrituración en nombre propio. Mientras tanto, mientras se va revisando esas cláusulas y posibilidades, pasa un tiempo. 

Esto no necesariamente se constituye en un análisis. Algunos chicos lo constituyen con sus padres, con internet, con sus amigos. Algunos otros nos llegan a las consultas cuando alguna de estas posibilidades de escrituración, de su historia, de cómo escribirse a nombre propio, de esa desorientación se complica. En relación a este movimiento de la reinscripción de la prohibición del incesto, les voy a contar un breve caso.

Un chico en el hospital que empecé a atender cuando él tenía 7 años y ahora tenía 13. Se trataba de un chico psicótico que había estado en tratamiento desde muy chico en el Tobar García. Había avanzado mucho, por lo tanto en determinado momento se cierra el tratamiento en esa institución para pasar a otro hospital con otras características. Cuando llega a la consulta, este nene viene con la madre. Era un apéndice de la mamá, como saben los que han tratado a este tipo de chicos, que muchas veces les cuesta la separación entre un consultorio y la sala de espera. Así como costaba que entrara en un consultorio, costaba que él estuviera solo en una cama. Hasta ese momento, él tenía su cama, pero siempre había dormido con su mamá.

Empecé a tratarlo. Un día viene la mamá enojadísima conmigo, diciendo que con el juego estaba produciendo unas cosas terribles: el chico se había ido a dormir sólo a su cama. Él dormía rodeado de juguetes. La mamá me acusaba de que yo iba a ahogar al chico. Los objetos lo iban a ahogar. Pero lo que este nene estaba haciendo era ocupar el lugar con nada que tuviera que ver con su mamá. Estos objetos lo protegían y lo defendían. Estos objetos no se le iban a meter por los agujeros de su cuerpo. Con algunas maniobras, colegas, logramos que el chico siguiera en tratamiento. Por ejemplo, se le dijo que los muñecos no respiran y que el oxígeno iba a estar en la habitación. 

El niño a los 12 años: le cae el rayo. El chico, ya hecho un hombrecito, se me venía encima de una manera bastante complicada. Estaba muy excitado y era difícil frenarlo. Había que esquivarlo hasta que nos poníamos a jugar. Esto que él traía en su cuerpo, tan real sobre su analista, va decantando hasta que un día viene y me dice que quería que yo fuera la novia. Con lo cual, aparece la palabra y algo del orden del querer y no este cuerpo que no podía manejar. Le digo que no puedo ser la novia, que yo soy una persona grande. Lo invito a jugar. Eran los 90 y estaba el programa de Marcelo Tinelli, Video Match. Al terminar la sesión, el decía “Chau, chau, chau” repetidamente. Había algo del corte que no ocurría, corte que permite que el objeto caiga y se pueda salir de la escena. Durante mucho tiempo, se armaba esta escena: quiero que seas mi novia, no se puede, jugábamos a Show Match… y en la salida algo no se cortaba y quedaba retenido. 

Un día, me dice que Ricardo Darín y Susana pueden, que ella era vieja y el joven y pueden. Dice que la madre dice que se podía. Ya no alcanzaba decir que yo era vieja, con una madre que decía que incesto es posible. Le digo que Ricardo Darín y Susana Gimenez eran mayores de edad, pero con los púberes no se puede. Ahí aparece otra cláusula. “No se puede un niño con una vieja”, le digo, aunque yo tenía veintipico de años. Pero seguía con el “Chau, chau, chau…”. Un día le digo “Estuve hablando con mi novio y le conté que hay un chico en el hospital que anda diciendo estas cosas y me dijo que de ninguna manera y que si no se entiende va a venir él a explicarte por qué, ¿está claro?”. ¿Vieron cuando Freud dice que la madre apoya la castración en su padre, en un hombre para una mujer para que no sea él el hombre? En el caso de este chico, no había hombre que hiciera mujer de esa madre y el niño era el objeto de goce de esa mujer. Desde ese día, se fue diciendo chau. 

A la sesión siguiente, pide dibujar. Me dice “qué linda es la secretaria”. A partir de ese momento se empieza a constituir una cierta fantasía con alguien inalcanzable, como cuando las chicas fantasean con un cantante al cual no pueden llegar. Estos objetos de pasaje ya no implican el incesto, hay una sustitución en lo inalcanzable, pero que ya no es un objeto incestuoso. Freud lo dice en Tres ensayos…

[...] la elección de objeto se consuma primero en la [esfera de la] representación; y es difícil que la vida sexual del joven que madura pueda desplegarse en otro espacio de juego que el de las fantasías, o sea, representaciones no destinadas a ejecutarse.

Entonces, del juego a las fantasías, a la articulación en vías del acto sexual. Estos otros objetos que se encuentran en esa línea del fantasear, no pasa nada. Se va hacia esos otros que puedan ser posibles, es todo un arco y todo un tiempo esa constitución. En el caso que expusimos, había que armar ese andamio. En otros casos es más sencillo. Se trata de un movimiento que implica un desprendimiento del campo del Otro. Para eso, hay ciertas condiciones que deben darse.

El Otro debería también hacer un movimiento. A veces los padres lo hacen y otras veces obturan. No se les puede cerrar todas las puertas a los chicos, sino la única salida que les queda es la ventana. Cuando el encierro llama, el incesto acecha. No se les puede cortar todo lazo con el afuera, eso es muy complicado. No se trata del incesto de relación sexual con los padres, sino esta situación que enloquece. Es el goce del Otro. Nosotros tenemos que buscar formas de abrir.

En El despertar de la Primavera vemos como ante este pasaje que la estructura requiere, la posición de los padres de esos chicos es de cerrar. Eso lleva a circunstancias trágicas. 
En La Metamorfosis, Gregor Samsa despierta metamorfoseado… La familia no quiere saber nada de esos cambios y el chico queda encerrado en su cuarto hasta morir.
En La casa de Bernarda Alba de Lorca, nos permite pensar también otro caso, donde la madre cierra cierra todas las puertas. La hija quiere salir, no encuentra salida y termina ahorcada. 

Este pasaje implica, entonces, cortar con el objeto que se fue para el Otro. Habría que pensar, en los adolescentes que se cortan la muñeca, si no se trata de cortar con la muñeca de mamá. 

El flyer de este seminario viene acompañado de la imagen de unas zapatillas colgadas:

El título habla del olor, de un desprendimiento del cuerpo, que sería un real. Hay una dificultad del adolescente en delimitar algo del cuerpo y de lo propio. Que se adolecentice la niñez no ayuda: hay corpiños para nenas de 8 años con push-up. Y por otro lado los adultos también de adolecentizan que a los chicos los deja en un lugar bastante complicado. ¿Cómo hace el adolescente para lograr una marca propia? Entonces van por otras marcas: en el cuerpo, en las paredes, como para ganar espacio necesario en el Otro. 

El cuerpo del adolescente no es como el que era, ni para el sujeto ni para el Otro. Es un cuerpo del que hay que apropiarse, huela bien o mal. Es un olor sexual, hormonal. Y en la vida animal, el olor hormonal es la atracción del partenaire

También el olor puede ser usado para repulsar. Es interesante poder pensar esto del olor con Winnicott, cuando él hablaba del objeto transicional. Hay un objeto que el niño elige y que tiene una característica particular, que es su olor. Este objeto, en ese olor, guarda algo entre la textura de la mamá y el chiquito. Y es condición de que ese objeto esté presente para que un nene, por ejemplo, pueda entrar a la salita del jardín. Ese objeto enlaza algo de su relación al Otro y le permite un primer desprendimiento, una separación. 

Entonces, ¿cómo podemos pensar esto del olor, además de lo hormonal? Como estos objetos en esta nueva zona de pasaje en relación al Otro. Los chicos en la consulta vienen con el I-Pad, con una botellita, con un amigo… Vienen con objetos como cuando eran chicos. Para levantarse a una chica no es sin una cerveza en la mano, o un cigarrillo. Son objetos que están ahí acompañando este tiempo de pasaje de desprendimiento del Otro. Hay un descolgarse del campo del Otro, para lo cual tiene previamente que haber un Otro para colgarse. El tema es ver dónde el adolescente cae y con qué se enlaza.

En este movimiento de pasar del Otro a los pequeños otros, los chicos se agrupan en lo que se llaman tribus. Hay ropajes en relación a la constitución de este cuerpo que necesita cambiar. 

Para nosotros, es importante deponer los prejuicios y ponerlos hacia un costado para escuchar qué hay de ese chico, que puede estar desorientado y confundido. No va de suyo la relación de objeto de un adolescente, sino que se constituye con la lectura de las marcas previas y de cómo el sujeto se va ubicando en este nuevo tiempo. 

En referencia a la foto, podemos pensar en ventilar y dar un poco de aire. Hay algo que Winnicott dice, que los padres tienen que resistir. Diríamos, que no cuelguen los botines. En el último capítulo de Realidad y Juego, dice que a los padres les toca resistir, mantenerse intactos. Para todo este movimiento se necesitan adultos, sino, él dice, el juego de la vida está perdido. Si los chicos no tienen cómo confrontar y ubicar su posición, si no hay con quién, ese movimiento no se puede hacer. Dice que los padres no deben tener acciones de represalia ni venganza. Ulloa diría “con la mayor ternura posible”, que los padres estén ahí resistiendo, lo que no es fácil.

No te pierdas la segunda parte de "Huele a Pubertad - seminario clínico (II)" Hasta que se publique, te recomiendo la entrada ¿A qué huele una pulsión? de Fabián Ortiz.

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