Reunimos en el grupo de los estados delirantes todos aquellos casos cuyo rasgo más notable, entre las perturbaciones simuladas, está constituido por ideas o sistemas delirantes, subordinándose a ellos todas las anomalías que se pueden observar en la conducta, así como los fenómenos alucinatorios, etc.
Son, sin duda alguna, las formas simulables más fácilmente y con mayor comodidad; si no tienen el monopolio de la simulación de la locura débese a que en la masa del vulgo y de la población criminal persiste la idea de que la locura debe ser siempre un trastorno general de la conducta, de tipo maníaco, melancólico o demencial. Representan, sin embargo, una elevada proporción en nuestras observaciones; describiremos cinco casos. Dos más (Obs. XVI y XVII) fueron expuestos al estudiar las condiciones jurídicas de la simulación.
Caso 1
Edad aparente cuarenta años, español, músico, lee y escribe, hábitos de vida muy irregulares, buena constitución física y estado de nutrición satisfactorio. Tiene antecedentes neuropáticos familiares muy intensos; no pueden precisarse por referirlos siempre con variantes no despreciables. La madre ha sido, indudablemente, histérica, al parecer con episodios delirantes. Padres y hermanos psicópatas o artríticos. En sus antecedentes individuales se registran hábitos alcohólicos moderados. Su carácter ha sido siempre muy irregular, propenso a toda clase de aventuras, sin sentir mucho el contralor de su escasísimo sentido moral; es un degenerado mental hereditario, con neurosis histérica netamente definida.
Casó en su juventud, por primera vez, con una costurera, más bonita que ilustrada, en España; pero al poco tiempo, una vez apagada la ansiedad de los sentidos, comprendió que poco o nada tenía su mitad para compartir sus tendencias intelectuales y estéticas. Por esos motivos decidió abandonarla, emigrando a Chile, donde entabló amores con una joven de familia burguesa, contrayendo enlace con ella al poco tiempo. Pero la segunda esposa, pasada la clásica luna de miel, no le satisfizo mucho más que la anterior; pronto consideró llegado el caso de pensar en un nuevo abandono. Entre las razones con que trata de justificar el hecho figuran, en primera línea, "la excesiva longitud de cierto órgano de su esposa" y "la presencia de un lunar sobre el labio superior, que le impedía besarla", razones que bastan para denunciar su desequilibrio mental. Llegado a Buenos Aires, y no obstante sus desalentadores ensayos matrimoniales, combinó una nueva boda; sin decir palabra de las dos esposas dejadas a su espalda, cargó sobre ésta el dulce fardo de una tercera cónyuge. Mas no por mucho casarse había aprendido a comportarse correctamente en el hogar; lógicamente, pues, a las primeras de cambio surgieron conflictos, cada vez más graves, llegando a oídos de la tercera esposa que su recalcitrante marido poseía otras dos mujeres vivas y sanas, abandonadas en los países por donde le arrastrara la suerte. Temerosa de correr igual destino y harta de sufrir su conducta díscola e intolerable, la esposa Nº 3 se presentó a los tribunales de Buenos Aires, entablando juicio por "trigamia" contra su marido.
En la prisión dio en simular una amnesia parcial, relativa a todo cuanto se relacionaba con sus dos matrimonios anteriores, así como a los últimos años de su permanencia en España y a todo el tiempo de su estancia en Chile; además se notaron curiosas transformaciones de su conducta, la presencia de algunas ideas delirantes fugaces y otros trastornos psicopáticos. Por esas razones fue transferido al pabellón de alienados delincuentes, en el Hospicio de las Mercedes.
El examen del enfermo revela diversos caracteres morfológicos degenerativos, exageración de reflejos tendinosos, anestesia faringea, zonas irregulares y transitorias de hipoestesia y anestesia, y otros síntomas referibles a la historia masculina, sin ataques convulsivos. Su examen psíquico revela todos los caracteres piscopáticos propios del "estado mental" histérico, sin constituir la forma clínica de "locura histérica". Su cultura musical, sin ser superior, es muy vasta desde el punto de vista técnico; ejecuta en diversos instrumentos, y a menudo la emoción estética le hace caer en profundo éxtasis, durante el cual puede atravesársele el pabellón de la oreja sin que dé muestras de dolor; sin embargo, nada autoriza a asegurar que esos ataques de éxtasis no sean simulados.
En cambio puede afirmarse que son fruto de la simulación todas las intensas y repetidas anomalías de su conducta en la prisión y en el manicomio, así como sus variadas concepciones delirantes. Simula tener ideas paradojales de grandeza, de persecución, de lujuria, etc., en muchas ocasiones parodia hábilmente las ideas delirantes de los alienados entre quienes vive. Se preocupa de recordar a los asistentes que su deber más importante es referir al médico todos los fenómenos anormales observados en los enfermos; llegó hasta amonestar duramente a uno de ellos por haber olvidado contar al médico algunas alucinaciones suyas que eran, sin la menor duda, simuladas. En cierta ocasión llamó al médico y le comunicó que debería referirle algo; narró haber tenido en su juventud fuertes accesos de ira, durante los cuales se le nublaban los ojos y aturdían los oídos, a punto de dar a su madre, en uno de ellos, tantos y tan pesados golpes de puño que la obligó a guardar cama durante tres meses. Agregó que a la edad de ocho años estuvo loco, repitiéndose su locura a los diecisiete; en este segundo ataque, siendo organista de una iglesia, en España, dice haber tocado en su instrumento algunos aires callejeros durante el momento más solemne de la misa del sábado de gloria, motivando protestas en la feligresía; no atendió a esas quejas por considerar que su inspiración obedecía a mandato divino, continuando su ejecución extemporánea. Estos hechos y otros semejantes, aunque verosímiles aisladamente, no tienen en conjunto la menor verosimilitud, ni siquiera guardan una sensata coordinación con las fechas que les atribuye: son hechos falsos que tienden a cimentar sus actuales simulaciones delirantes.
La interpretación psicológica del caso es fácil. Por una parte un "estado mental mórbido" verdadero; la degeneración hereditaria, bajo forma de histeria no convulsiva, juega un papel etiológico suficiente para explicar las deficiencias e irregularidades de su carácter y de su personalidad psíquica. Por otra parte, fenómenos delirante y alucinatorios múltiples, no relacionados entre sí ni con el fondo neuropático del sujeto, que revisten franco "carácter clínico", siendo indudablemente simulados.
Se manifestó tal diagnóstico al enfermo, quien lo escuchó sonriendo, mas sin por ello desistir de sus fenómenos mentales simulados: por el contrario, parecía gozarse de ellos, pues no le daban incomodidad alguna o sufrimiento, encuadrándose más bien en el marco de su carácter habitual, que era el de un farsante consumado.
Los médicos de Tribunales, aun distinguiendo perfectamente la parte de simulación y la correspondiente a su estado mental histérico, creyeron deber atenuar su responsabilidad; igual fue la opinión del juez, máxime atendiendo a la naturaleza especial del delito porque se le procesaba. Así, no obstante no considerársele alienado ni totalmente irresponsable se sobreseyó el sumario, recuperando su libertad.
Mientras se coordinan los elementos de la presente historia clínica el trígamo es maestro de escuela en un pueblo de campo, no siendo descaminado presumir que puede preparar su cuarta nupcia.
También en este caso el éxito de la simulación fue completo y quedó burlado todo principio de defensa social, gracias a la ley que protege a los "irresponsables" y los exime de pena.
Caso 2. - Locura polimorfa
Italiano, jornalero, de cincuenta y nueve años de edad, no tiene familia, blanco, anarquista, indigente, de hábitos muy irregulares, constitución física robusta y estado de nutrición un poco decaído.
Tiene pocos estigmas morfológicos, acusando, en cambio, un estado mental bastante degenerado. Antecedentes alcohólicos. Carácter irritable, malo, impulsivo. Presenta el "estado mental" propio de los sectarios, habiendo sufrido insistentes y prolongadas sugestiones anarquistas que su escasa cultura no le ha permitido ponderar con precisión. De regreso de la ciudad de Bahía Blanca, al llegar a Buenos Aires, supo por la prensa y por las referencias de algunos correligionarios, que el dueño de un taller daba malos tratamientos a sus obreros, por cuyo motivo éstos se encontraban de huelga. Obsesionado por su fanatismo anarquista, que le impedía observar e interpretar los hechos de manera objetiva, tuvo la desgraciada idea de presentarse al patrón como a pedirle trabajo, y en realidad, con el fin de asesinarle, lo que llevó a cabo infiriéndole una puñalada, precedida por discusión sin testigos.
Una vez preso simuló un estado de confusión mental acompañado de completa amnesia del crimen que se le imputaba. Para observarle mejor fue transferido a la sección de alienados delincuentes, en el Hospicio de las Mercedes.
Allí se mantuvo en plena confusión mental, de tipo depresivo, durante los dos primeros días, con amnesia completa del crimen. En seguida, desistiendo momentáneamente de su simulación, refirió al médico todos los detalles del hecho. Sin embargo, sólo persistía pocas horas en esta conducta, pues al interrogársele de nuevo contestó que no recordaba nada, explicando que suele ocurrirle con frecuencia el recordar en ciertos momentos algunos hechos que en general están olvidados; si el fenómeno se hubiese repetido otras veces, habría podido hablarse de un caso de simulación de desdoblamiento de la personalidad, con estado primero y segundo, olvidando en el uno lo recordado en el otro. En los días siguientes, desiste, poco a poco de su confusión mental para limitarse a las amnesias; omite las fechas que no le conviene recordar, aunque es posible demostrar que las recuerda, apelando a la exploración de la memoria relativa a hechos simultáneos, sucesivos o subordinados entre sí.
Fuera de esa perturbación de la memoria revélase inteligente, de fácil elocución, con tendencia mental irresistible a discutir las ideas relacionadas con su fanatismo; cuando diserta sobre sus enmarañadas concepciones se interesa vivamente, olvidando que acaba de fingir fenómenos de confusión mental.
Al ser visitado, a mediodía, por el director del manicomio, trata de saltar sobre él, diciéndole bruscamente: "¿Qué viene a hacer usted aquí 'a medianoche'?" Es sujetado por los enfermeros, pasando repentinamente de su fingida excitabilidad a la simulación de un ataque epileptiforme. Se comprueba que el sujeto en los días anteriores ha presenciado ataques semejantes en otros enfermos; jamás, en toda su vida, había sufrido nada igual. Tres días más tarde, al ser sometido a nuevo interrogatorio, simula otro ataque epileptiforme.
Poco después refiere que sufre de insomnio y de terribles alucinaciones oníricas, cuya falsedad se comprueba por la repetida observación de su tranquilo y profundo sueño.
Al mostrársela su retrato hace una mueca de sorpresa y declara no reconocer la persona retratada; como se insistiera que no le es desconocida, afirma que debe ser Garibaldi. Tratándose de un italiano, se le muestra un retrato de Víctor Manuel II; contesta reconocer en esa figura al rey de Portugal. El resultado del interrogatorio es semejante acerca de todas las cuestiones planteadas. Visitado por el juez de instrucción, reconoce algunos paquetitos de substancias colorantes que tenía en el bolsillo el día del crimen: en cambio desconoce el arma usada para consumarlo. Simula desconocer al secretario del juez, no obstante haber sido detenidamente interrogado por él; pero ante la insistencia del médico declara conocer en él a una tercera persona.
Invitado a leer en un diario el anuncio del funeral de su víctima, el sujeto dice serle imposible; momentos después olvida su papel y pide un diario para ocupar su tiempo leyendo noticias de actualidad. Se le propone efectuar algunas operaciones sencillas: adición, substracción; no accede, alegando impedírselo el estado de su cabeza; en cambio, cuando le conviene, realiza con precisión las cuatro operaciones aritméticas. Algunas veces, imitando, sin duda, a otros enfermos, manifiesta ideas delirantes muy heterogéneas, que dominan todo el conjunto cínico, dándole el aspecto de un delirio polimorfo de los degenerados.
Comunica al médico que sufre dolores diversos, imposibles de referir a ninguna alteración orgánica e inexplicables por ningún factor etiológico. Otras veces refiere que su madre era muy nerviosa y estuvo alienada mucho tiempo; ese antecedente falso suele terminar por este comentario: "Me parece que yo también estoy trastornado".
Se manifiesta al simulador que sus numerosas contradicciones, así como la falta de unidad de sus pretendidos síntomas psicopáticos, han llevado al espíritu del médico el convencimiento de que todo responde a un simple fin de simulación. Desconcertado por la perspectiva poco halagadora de volver a la cárcel, trató de prolongar su simulación por pocos días más: pero convencido al fin de la inutilidad de todo ello, comenzó a desistir paulatinamente hasta normalizarse en un plazo de diez o quince días. Fue transferido nuevamente a la Penitenciaría y se le condenó sin atenuantes. En este caso fracasó la simulación.
Caso 3. - Megalomanía
Italiano, veintiséis años, sin profesión determinada, soltero, blanco, católico, con hábitos de vida irregular, tendencias al parasitismo social, carácter inestable, buena constitución física y nutrición deficiente.
Procesado por homicidio con premeditación y alevosía, consumado por venganza pasional y acompañado de robo.
Es arrestado, tres días después del delito, manifestando en seguida ideas de grandezas con proyecciones religiosas. Se decía hijo del zar de todas las Rusias y Papa, a su vez, de la "religión católica pura". Explicaba su delito diciendo que la víctima era jefe de los conspiradores polacos enemigos del poder y de la religión encarnados en su padre; de tal manera, al darle muerte, había cumplido un deber de familia. Coincidía esas ideas delirantes con algunas alucinaciones del oído: durante la noche conversaba en alta voz con interlocutores imaginarios, de manera tal que le oyeran sus guardianes, dando a entender que se trataba de enviados misteriosos de su padre. En varias ocasiones rehusó la comida común de los presos, por considerarla indigna de su personalidad, "revestida de celestiales inspiraciones"; al mismo tiempo trataba con altivez a las personas que le rodeaban.
Después de una observación poco escrupulosa se mandó sobreseer el sumario, pues varios testigos declararon que con anterioridad al crimen había revelado ideas delirantes de grandeza, siendo ratificada esa opinión por el peritaje médico; el enfermo, que tenía fuera de la cárcel quien se interesaba por él y un astuto abogado, logró ser transferido a una enfermería de la cárcel, donde estuvo sin sospechársele de simulación. Al poco tiempo consiguió evadir, aprovechando la confianza que sus guardianes tenían en la realidad de su delirio. El episodio tuvo su lado ridículo: se recomendó la captura del evadido por considerársele sumamente peligroso a causa de su locura, ya manifestada con impulsos homicidas.
Un año más tarde fue detenido en un pueblo de campo, por robo, un sujeto de distinto nombre, pero de señas idénticas a las del fugado. Se comprobó que era el mismo y manifestó con la mayor soltura que jamás fue alienado, sino un simple simulador, en cuanto a los testigos, que habíanlo declarado megalómano antes del homicidio, cree que fue una simple combinación de su abogado, costeada por un caudillo electoral a quien solía prestar servicios. La idea de simular un delirio de grandeza religiosa nacía, probablemente, de la lectura de crónicas, en los diarios de Buenos Aires de esa fecha, relativas a un homicida que algunos alienistas declaraban afectado de esa forma de locura, mientras otros lo consideraban como simple simulador.
Caso 4. - Delirio de las persecuciones
Español de treinta años, casado, espiritista, jornalero. Sólo hay antecedentes de alcoholismo y de excesivo trabajo mental, así como de intensas sugestiones propias del ambiente espiritista que frecuenta. Vive en perpetua excitación, siendo desmesurado en todas las manifestaciones de su conducta.
Después de acalorada discusión con un anarquista, en que se cruzan insultos y provocaciones mutuas, se traba en pelea con su contrincante, infiriéndole una herida grave. Es arrestado y conducido a la comisaría de Quilmes, donde ya se le conocía como sujeto provocador de desórdenes, debido a su carácter inestable y a su afición de las discusiones políticas y filosóficas.
Al día siguiente de cometido el delito se le oye hablar en alta voz en el calabozo, respondiendo a imaginarios enemigos que le insultan. Al ser interrogado contesta que los anarquistas, por enemistad filosófica con el espiritismo, le injurian y amenazan de muerte, diciendo ver y oír a los presuntos perseguidores. Declara vivir rodeado de olores pestilenciales, creyendo deben atribuirse a bombas tiradas por sus perseguidores; pero en vez de estar cargadas con dinamita, supone que lo están con substancias fecales. Después de haberle dado algunas duchas sin resultado, la simple amenaza de una paliza, acompañada de las órdenes para proceder a aplicársela, basta para que se doblegue a la realidad de la simulación descubierta.
Caso 5 - Delirio celoso alucinatorio
Italiano, casado.
No hay constancia alguna de sus antecedentes hereditarios e individuales. No es alcoholista. Carácter inestable y neuropático.
Es un sujeto muy celoso, por cuyo motivo tiene frecuentes reyertas con su esposa; en una de sus crisis de celos, completamente injustificados, después de haber proferido repetidas amenazas de muerte, agredió a su esposa, armado de un cuchillo de mesa, infiriéndole dos heridas de poca importancia.
La esposa escapa a la calle, interviene la policía y el agresor es arrestado bajo la imputación de tentativa de homicidio; en la comisaría declara las causas y detalles de su delito, con la mayor claridad y dando motivos lógicos para explicar su conducta, como ser la coquetería de su esposa y sus sospechas de infidelidad.
Se comienza la instrucción del sumario, de cuyo estudio deducimos tratarse de un delincuente pasional, tomándose declaración al sujeto cuatro días después de ocurrido el hecho porque se le procesa. En presencia del juez niégase a declarar; ante la insistencia, motivada por su conducta extraña, se limita a contestar: "Sí; usted también es uno de los que anoche visitaron a mi mujer". Su conversación continúa sobre ese mismo carril, con la verdadera intención de simular la creencia de que su mujer era continuamente usada por varias personas.
Los fenómenos parecen tener cierto aspecto sistematizado, pues fuera de las ideas y alucinaciones indicadas, el funcionamiento mental es correcto. Tiene buen apetito, duerme con aparente tranquilidad, su conducta es adaptada al ambiente de la prisión, leyendo con visible interés los diarios y libros que se le ofrecen. Sus trastornos psicopáticos parecen reservados para los momentos en que el juez le interroga o cuando cree conversar con algún empleado policial.
Tres o cuatro días después de aparecida la locura, su esposa, sabedora de su estado, resuelve perdonarle, haciéndole una piadosa visita. El presunto alienado no le manifiesta ninguna de las ideas delirantes, que parecía reservar para la justicia, ni hace referencia a ninguna de sus mortificantes alucinaciones: se limita a decirle que espera salir en breve, absuelto, gracias a un ardid hábilmente preparado, prometiéndole no volver a celarla ni a provocar escenas de violencia.
Ante esa actitud inesperada, la esposa comprendió que su marido no estaba loco, reemplazando sus ideas de compasión por un sentimiento de defensa, y aun de venganza; temerosa de que se le pusiera en libertad y volviese a maltratarla injustamente, la víctima se apersonó al juez, manifestándole el resultado de la entrevista y su certidumbre de que la pretendida locura era una simple simulación para no ser condenado.
Al enterarse el marido de las declaraciones hechas por su esposa, en vez de relacionar ese hecho con sus pretendidas ideas delirantes, como hiciera, indudablemente, un verdadero alienado, dio escape a su despecho, desatándose en injurias contra la que de tal manera "lo traicionaba". Esta actitud, asumida impremeditadamente, le obligó a desistir de su simulación, ya completamente inútil.
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