La práctica de la psicología institucional psicoanalítica consiste en una intervención esencialmente discursiva en ámbitos psico-sociales de la vida cotidiana. Procura instaurar en dichos ámbitos una situación en la que se haga posible la escucha analítica y, a partir de ella, un trabajo interpretativo y reconstructivo que ayude a hacer conciente y elaborar aquello inconsciente cuyo retorno estuviere determinando las fallas y rupturas en la racionalidad (coherencia discursiva) allí instituida; en esa situación también se hace necesario señalar aquello inconsciente (constitutivo) que preside formalmente toda institución.
Lo que hacen los que procuran atenerse a la regla de analítica fundamental más que asociar libremente es DISCURRIR más o menos libres de las ataduras convencionales. Discurren libremente quienes, a la deriva de una conversación excepcionalmente distendida, pueden hilar recuerdos y conjeturas, relatar lo sucedido o lo imaginado o argumentar sin objetivo práctico preciso.
El análisis de situaciones colectivas es posible en tanto existe un deseo compartido que puede verificarse de distintas maneras:
En tanto deseo insatisfecho de una estructura libidinosa en una formación colectiva.
Como líder, excepcionalmente de una masa o de una formación colectiva.
En tanto ha incorporado la estructura fantasmática que sustenta el discurso, solidariamente con la función 1. Las distintas formas de manifestaciones discursivas concretas están montadas en su integridad sobre variantes retóricas y anecdóticas de las formaciones fantasmáticas, vástagos o retoños del sistema Icc. que “presentan un alto grado de organización, se hallan exentos de contradicción, han utilizado todas las adquisiciones del sistema cc. y apenas se diferencian de los productos de este sistema. Suelen estas ser compartidos también, en un momento dado.
Deseos no compatibles con la integridad de una forma fantasmática dominante, vale decir, deseos específicos reprimidos, de la índole de aquello que retorna para manifestarse, de forma abrupta o no.
En la formación colectiva sui generis que se instituye a los fines del análisis, el psicólogo institucional ocupa un lugar que le permite operar en reemplazo provisorio del ideal que sujeta a los miembros del grupo, por otro, sugerente de una conciliación mejor lograda entre las fuerzas en pugna; los deseos no compatibles con la figura dominante tendrán mayores posibilidades de ser tomados en cuenta.
Este aspecto de la ilusión grupal favorece el análisis. Pueden así producirse momentos privilegiados, en que las ocurrencias reverberan y provocan otras nuevas hasta cristalizar en un descubrimiento colectivo. Pero ese discurso polifónico se encamina en general hacia lo que importa a todos los allí reunidos.
Para que puedan desplegarse con libertad las fantasías que tienen vigencia en el ámbito colectivo donde se lleva a cabo el análisis, tendremos que transitar, en sentido inverso al que aquellas siguieron para su constitución, las sendas que les están marcadas por las leyes de funcionamiento del aparato psíquico. Hay que prever que primero se presentarán las formas de superficie, que controlan o dominan a todas las otras; vale decir que en una organización determinada, por ejemplo, se allegará primero a nuestra escucha la fantasía que oficial o legítimamente ha convocado y mantiene unidos a los miembros. A su tiempo, vendrán a ser oídas e interpretadas también las que están condenadas allí. Muchas veces se trata de la contradicción puntual de la fantasía dominante.
La transferencia debe avanzar hacia la disolución, para eso es necesario que por un lado se pongan en juego las fantasías concretas y por otro, que el analista se coloque en el lugar que le corresponde, el de quien conoce y puede dar testimonio de aquellas historias.
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