La Transverberación (del latín: transverberatĭo, que significa "traspasar") es una experiencia mística que, en el contexto de la religiosidad católica, ha sido descrita como un fenómeno en el cual la persona que logra una unión íntima con Dios siente traspasado el corazón por un fuego sobrenatural.
En la teología y en la espiritualidad católica la transverberación es considerada un regalo espiritual otorgado a personas que logran una intimidad mística con Dios, consistente en una «herida espiritual en el corazón», otorgada como señal del amor profundísimo a Dios por parte del místico.
En el siglo XVI, un grupo de hombres y mujeres inician en España un modo distinto de vivir la religiosidad, en el que la temática religiosa y la temática erótica se anudan de una manera especial. La mística cristina tiene la pretensión de identificarse a la pasión de Cristo, de esta manera el término “pasión” sufre una transformación pasando de ser algo pasivo, a tener una connotación opuesta que implica actividad: hay en el místico una voluntad de querer vivir la pasión, de querer experimentar esta mezcla de éxtasis y sufrimiento, que va más allá del principio del placer, principio del que Freud dice que es un límite a no sobrepasar cierto nivel de tensión y cuando este límite se sobrepasa, el placer y el sufrimiento se amalgaman en eso que Jacques Lacan nombrará como goce.
En la teología y en la espiritualidad católica la transverberación es considerada un regalo espiritual otorgado a personas que logran una intimidad mística con Dios, consistente en una «herida espiritual en el corazón», otorgada como señal del amor profundísimo a Dios por parte del místico.
En el siglo XVI, un grupo de hombres y mujeres inician en España un modo distinto de vivir la religiosidad, en el que la temática religiosa y la temática erótica se anudan de una manera especial. La mística cristina tiene la pretensión de identificarse a la pasión de Cristo, de esta manera el término “pasión” sufre una transformación pasando de ser algo pasivo, a tener una connotación opuesta que implica actividad: hay en el místico una voluntad de querer vivir la pasión, de querer experimentar esta mezcla de éxtasis y sufrimiento, que va más allá del principio del placer, principio del que Freud dice que es un límite a no sobrepasar cierto nivel de tensión y cuando este límite se sobrepasa, el placer y el sufrimiento se amalgaman en eso que Jacques Lacan nombrará como goce.
Acerca de esto, dice Santa Teresa:
Vía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla. [...] No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman Querubines [...]. Viale en las manos un dardo de oro largo, y al fin de el hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto.
Libro de la Vida. Capítulo XXIX
En el caso de Santa Teresa de Ávila, este fenómeno es descrito en su obra autobiográfica "Libro de la Vida", en el que relata una visión que tuvo hacia 1562 donde un ángel se le apareció y clavó una flecha ígnea en su corazón.
Bernini creó uno de los grupos escultóricos más espectaculares del barroco, este éxtasis de Santa Teresa que muestra el momento en el que Santa Teresa de Ávila recibe el don místico de la transverberación (tal como describe en su Libro de la Vida).
Vía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla. [...] No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman Querubines [...]. Viale en las manos un dardo de oro largo, y al fin de el hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto.
Libro de la Vida. Capítulo XXIX
En el caso de Santa Teresa de Ávila, este fenómeno es descrito en su obra autobiográfica "Libro de la Vida", en el que relata una visión que tuvo hacia 1562 donde un ángel se le apareció y clavó una flecha ígnea en su corazón.
Bernini creó uno de los grupos escultóricos más espectaculares del barroco, este éxtasis de Santa Teresa que muestra el momento en el que Santa Teresa de Ávila recibe el don místico de la transverberación (tal como describe en su Libro de la Vida).
Ella muestra un evidente clímax erótico, entre el placer y el dolor y su vestido está tallado en olas de tela, casi flotando, evocando el terremoto espiritual que rodea a Teresa. El ángel por su parte sonríe travieso cuando va a penetrar con su flecha a la señora.
Si bien el caso de santa Teresa es el más conocido, la tradición católica le atribuye este don divino a otros santos tales como Catalina de Siena, Beatriz de Nazaret, Margarita María Alacoque, Felipe Neri, Pío de Pietrelcina, Francisco de Sales, Verónica Giuliani, Santa Teresa del Niño Jesús, entre otros.
El término "transverberación" proviene del vocablo latino "transverberatio", que significa "atravesado". Se dice que el Padre Pío experimentó esta vivencia en su cuerpo y alma, siendo herido y traspasado interiormente por un amor divino intenso.
En sus propias palabras, el Padre Pío describió la Transverberación como un "doloroso rapto de amor". Según los testimonios, experimentó la sensación de ser atravesado por una espada ardiente en su corazón, representando el amor de Dios que lo consume. Durante estos episodios, el Padre Pío experimentaba un éxtasis místico y un intenso sufrimiento interior.
Este fenómeno místico fue uno de los aspectos destacados de la vida espiritual del Padre Pío y se le atribuye una conexión especial con los sufrimientos de Jesucristo en la cruz. A lo largo de su vida, el Padre Pío manifestó los estigmas de la crucifixión de Cristo, es decir, las heridas en sus manos, pies y costado, lo que se considera un signo visible de su unión íntima con el sufrimiento de Cristo.
En sus obras, especialmente en su poema "Cántico Espiritual" y en su comentario a ese poema, San Juan de la Cruz describe la transverberación como una experiencia mística en la que el alma es herida y traspasada por el amor divino. Es un momento de unión íntima y transformadora con Dios.
San Juan de la Cruz utiliza el lenguaje del amor humano y la unión de los amantes para describir la transverberación. La imagen central que emplea es la del "dardo de amor", que penetra en el corazón del alma, produciendo un intenso dolor y éxtasis al mismo tiempo. A través de esta herida de amor, el alma experimenta una profunda transformación y se une más estrechamente a Dios.
San Juan de la Cruz describe la transverberación como un encuentro íntimo con la divinidad, una unión mística en la que el alma es consumida por el fuego del amor divino. En este estado, el alma experimenta un éxtasis espiritual y un conocimiento profundo de Dios.
Es importante destacar que la descripción de la transverberación de San Juan de la Cruz se encuentra en sus escritos y poemas, y las palabras y metáforas utilizadas son simbólicas para tratar de expresar una experiencia mística que va más allá de las palabras. Como con muchas experiencias místicas, la transverberación es algo profundamente personal y subjetivo, y puede variar en la forma en que se experimenta y se describe.
La pasión del amor místico con Dios tiene una relación con Otro goce, lo llamamos Otro, a la manera en que lo hace Lacan, para diferenciarlo del goce fálico en cualquiera de sus versiones, del goce perverso “normal”.
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