jueves, 2 de mayo de 2024

Los desbordes pulsionales

 Freud conceptualiza a la pulsión a partir del ensamblaje de una serie de términos, de cuatro elementos, como son la meta, el objeto, el empuje y la fuente. Ese ensamblaje indica entonces que la pulsión se localiza y distribuye en el sujeto en función del modo en que el significante desnaturaliza el cuerpo introduciéndolo, por ende, en una economía política de goce.

Hay momentos o hay circunstancias en la vida de un sujeto, momentos incluso de la práctica misma de psicoanálisis, donde el psicoanalista se las ve con ciertas manifestaciones que podríamos englobar dentro de lo que llamamos los desbordes pulsionales.

Ya la idea misma de desborde conlleva suponer la operación de un cauce, de algo que de alguna manera encausa, una serie de rieles vía los cuales la satisfacción en el sujeto se ordena en función de las coordenadas de esa economía política que mencionamos antes.

Los desbordes pueden corresponder a determinados momentos en la vida del sujeto, por ejemplo, ese momento de borde (precisamente) donde se trata de la verificación de aquellos emblemas fálicos que el sujeto se llevó del tránsito edípico.

Pero también podemos encontrarnos con que hay desbordes que son la consecuencia de que algo del ensamblaje de la pulsión se ha conmovido. O sea que el desborde vendría testimoniar de una falla, o de una interrupción en el funcionamiento de aquellos rieles que ordenaban y distribuían la satisfacción en el cuerpo del sujeto.

Con lo cual el desborde pulsional es el efecto de que algo a nivel de la estructura significante del Otro cesa en su operación, y esa falla o interrupción conmueve la función litoralizante del borde.

Los desbordes en la neurosis

La clínica analítica, a lo largo de los años, ha confrontado al analista a distintas modalidades de presentación subjetiva.

Fue patente una, en los momentos iniciales del trabajo de Freud, antes de 1900, y no lo es menos en nuestra actualidad. Nos referimos a una coyuntura clínica que nos confronta con determinadas modalidades de presentaciones subjetivas que están caracterizadas por alguna modalidad del desborde.

¿Qué queremos decir con esto? El desborde hace patente que algo en el sujeto se salió de cauce en el sentido de que aquello que pudiera litoralizar, encauzando, queda conturbado en su función. Y determina entonces alguna forma de desborde o de modalidad irruptiva.

Dos cuestiones serían importantes destacar de estos desbordes, puntualmente en las neurosis.

En primer lugar, cierta vacilación en el funcionamiento de algunas instancias. Nos podemos encontrar con sujetos en los cuales el síntoma es esencialmente lábil o está deficientemente constituido. O peor aún, ni siquiera está configurado en su función de parapeto y respuesta al problema económico del deseo del Otro.

También es posible pensar que los desbordes neuróticos responden a una falla en la regulación del fantasma, en la medida en la cual el fantasma, como pantalla, conlleva el funcionamiento de un marco.

Si bien los dos puntos fueron planteados como separados, es cierto que en general, los desbordes neuróticos se nos presentan como modalidades de presentación subjetivas que ponen en juego cuestiones más atinentes al fantasma que al síntoma.

Sumaria y esencialmente, cuando hablamos de desbordes neuróticos se trata de desbordes pulsionales, lo que nos llevó a conjeturar una vacilación en el funcionamiento del marco fantasmático. Cuestión que nos permite concluir con este interrogante, que nos interpela como clínicos: si el desborde es el efecto, ¿qué ha sucedido con aquellos anclajes en los cuales se apoyaba la posición del sujeto?

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