jueves, 27 de junio de 2024

¿Qué puede detener a un duelo?

 Es posible pensar al trabajo analítico mismo como un trabajo de duelo, y ello en la medida en que, paulatina y sostenidamente, la dimensión inicial de la falta deja lugar a la pérdida, en cuanto a su incidencia respecto de la causación en el sujeto.

Un análisis podría entonces asemejarse a un trabajo de duelo en la medida en que el sujeto se dirige a un analista en búsqueda de lo que no tiene y se encuentra, en la transferencia, con lo que no hay. Es el tránsito entre la demanda y la identificación la que pone a jugar esa posibilidad de la pérdida: de aquello con lo que el sujeto obtura precisamente esa inexistencia.

Ahora, podemos preguntarnos ¿qué podría eclipsar un trabajo de duelo?

Quisiera resaltar fundamentalmente dos dimensiones en juego, en cuanto a un trabajo de duelo. Por un lado, está esa elaboración o tramitación simbólica de esa pérdida antes aludida. Pero, además, el trabajo de duelo también requiere una dimensión temporal. O sea, un duelo conlleva un tiempo en el sujeto, un tiempo de elaboración que no solo no es precipitable, sino que es imposible de calcular con anticipación.

Entonces podríamos decir que ambas dimensiones, de distinto modo, podrían eventualmente eclipsar ese trabajo de duelo. De un lado en cuanto a la disponibilidad simbólica en el sujeto, o sea lo que podría llamarse, con Lacan, “la tela”. Esto no hace a un problema cognitivo, sino a la riqueza y eficacia del orden simbólico que se entramó en la relación fundante entre el sujeto y su Otro.

Como segunda opción, y esta es una característica fundamental de nuestra contemporaneidad, cierta precipitación, cierto empuje en el sentido de no tomarse ese tiempo requerido, y este último punto es patente en cuanto a la eficacia de un análisis, cuyo tiempo es imposible de acelerar.

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