A veces hay que considerar el problema o la incidencia que podrían tener sobre la cura los ideales del analista. No me refiero solamente a los ideales en el sentido de aquello concernido en su subjetividad: sus inclinaciones, ideológicas o de alguna otra naturaleza similar. Si no que a veces funcionan como obstáculos ciertos ideales en cuanto a ciertas ideas preconcebidas respecto de lo que debe ser un psicoanálisis, y agregaría, en todos los casos y en cualquier circunstancia.
El asunto es qué sucede o cómo intervenir respecto de un sujeto que acude a un analista, solamente con la aspiración a resolver una cuestión muy puntual, sin ir mucho más lejos que eso.
Esta es una pregunta fundamental importantísima. Y mi respuesta fue que, en ese caso, el analista lo único que debiera hacer, desde mi lectura, es acompañar en eso al sujeto sin pedir nada más.
Entiendo que es el planteo acorde con la ética, por cuanto al ser una ética del deseo, prescribe que el analista no demande. Además, entiendo que es el planteo de Diana Rabinovich cuando llama la atención acerca de que el analista no debe empujar al sujeto al heroísmo.
A veces no hay más que un acompañar al sujeto respecto de aquello que lo trae a la consulta. Pero eso no significa que el analista deba renunciar al deseo del analista.
Entonces, sin demandar, podrá apostar a inducir allí, en ese pedido, un efecto de división que abra la posibilidad de una pregunta, y quizás esa pregunta abra el margen para un análisis.
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