martes, 1 de octubre de 2024

La soledad en el análisis

 El trabajo del análisis implica cierto tránsito por la soledad. Por el Sujeto Supuesto Saber mediante, el analizante va a la transferencia en busca de un Otro que restituya la completitud y la consistencia afectada, afectación que está en el fundamento de la consulta del análisis.

En algún punto de eso se asocia el planteo de la felicidad que se hizo en esta entrada.

Retomando: luego de ese momento inicial del Sujeto Supuesto Saber, la transferencia da paso a otra posición del lado del analista por la cual el sujeto se encontrará con ese punto de soledad en el sentido de que ese Otro al que se dirige es una ficción que intenta sostener a partir de determinadas instancias y con un alto costo subjetivo.

La soledad es aquí correlativa de la falta de esa garantía del Otro, esa esperada, y frente a su deseo. Allí, carecer de garantías significa que no hay más que su acto y las consecuencias.

Pero también, y correlativamente, podemos ubicar la soledad del lado del analista. Es aquella que acarrea su posición, su “acomodación”, en la medida de la destitución y el desasimiento correlativos a su formación, a ese recorrido donde podrá, sin garantías, ser habitado por el deseo del analista. Y este es el eje que Lacan sitúa en el pasaje de analizante a analista.

Tomada así, la soledad del analista es correlativa de la falta de una técnica que hace necesario que el analista sea al menos dos. Primero aquel que escucha; segundo, el que a eso que escucha lo teoriza; pero esta segunda parte ya incluye a “esos otros” de los que Lacan habla.

Sin esos otros (no pocas veces omitidos en la cita de la definición) el analista corre el riesgo de quedar atrapado en la soledad de su praxis (de otra índole…), con los efectos sectarios que esto conlleva.

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