La sexualidad en el sujeto está condicionada por un desequilibrio que no puede eliminarse ni reducirse.
La castración se articula operando en el ámbito del semblante, activado y sostenido en el contexto del entramado edípico.
Freud enfrenta este dilema al examinar la sexualidad infantil, y de forma más notable cuando se enfoca en la sexuación femenina, en la cual encuentra una asimetría respecto al desarrollo masculino. Este análisis lo lleva a un límite donde la lógica fálica resulta insuficiente para abordar ciertos aspectos.
Será Lacan quien, a lo largo de años de reflexión, utilice referencias lógicas para indagar qué coordenadas permiten acceder a lo que se desplaza fuera de lo fálico. Así, se compromete a desarrollar una lógica adecuada para explicar las dificultades que lo femenino implica en el sujeto hablante.
La teoría de conjuntos resulta fundamental en su enfoque. Lacan establece dos campos diferenciados a partir de una concepción modal de la castración: el campo fálico y el campo del no-todo.
El no-todo representa una construcción lógica que señala la imposibilidad de un universal absoluto. Esto se debe a que el lenguaje ofrece un solo referente o Bedeutung para describir dos posiciones sexuadas: el falo, más como letra que como significante.
Utilizando la teoría de conjuntos, Lacan explica cómo el campo fálico simula la posibilidad de una totalidad, sugiriendo una estructura lógica cerrada donde todo podría estar contenido.
En contraste, el campo del no-todo se define por la ausencia de una excepción que cierre el conjunto, lo que lo deja abierto. Es el espacio donde se da lugar a lo indecidible, aquello que no puede ser abarcado completamente dentro de la verdad.
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