El concepto de corte es fundamental en la enseñanza de Lacan, tanto en su dimensión estructural como en su vinculación con el significante. Aunque Freud no utiliza el término explícitamente, su renuncia a una referencia biológica para abordar la materialidad del aparato psíquico ya anticipa algo de este planteamiento.
En Lacan, el corte posee una dimensión sincrónica, ya que es fundante en la constitución del sujeto. Este proceso comienza con la desnaturalización que impone la estructura del lenguaje. Por ejemplo, en la metáfora paterna, la operación del Nombre del Padre produce un corte que destituye al niño como objeto del deseo de la madre y lo subjetiviza.
Asimismo, el corte interviene en la práctica analítica, donde la interpretación puede funcionar como un acto de corte, generando efectos como la destitución subjetiva, la rectificación o el desasimiento. Estos efectos conmueven el lugar del sujeto dentro de su estructura discursiva.
El corte está estrechamente ligado al significante y puede analizarse desde una perspectiva lógica y material. En este sentido, la letra emerge como el resultado del corte, litoralizando el borde entre lo simbólico y lo real. Este aspecto conecta directamente con el cuerpo pulsional, ya que el borde —imprescindible en el concepto freudiano de pulsión— presupone una operación de corte que modela al cuerpo.
En “Radiofonía,” Lacan aborda el corte a través de la barra que separa al significante del significado. Este corte funda el discurso analítico al separarlo de lo efectivamente dicho y establece la estructura discursiva del sujeto. Según Lacan, un discurso modela la realidad dividiendo al sujeto entre lo que enuncia y el hecho de presentarse como quien lo enuncia.
En los desarrollos posteriores, el corte se conceptualiza topológicamente, primero en relación con superficies como la banda de Möbius y luego en la cadena borromea. Estos abordajes permiten pensar el cuerpo y el discurso como configurados por bordes que delimitan tanto lo posible como lo imposible, trazando los contornos de lo real.
El corte también articula la intersección entre dos campos: el de la verdad, con su estructura ficcional, y lo real, aquello que queda velado por la verdad y que, al no entrar en el semblante, hace de esta una verdad no-toda. Por esta razón, el corte delimita no solo el campo de lo posible, sino también un imposible irreductible que constituye el núcleo del sujeto.
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