En el Seminario 22, Lacan define los tres registros—Real, Simbólico e Imaginario—como categorías fundamentales para comprender tanto los fenómenos de la experiencia analítica como sus coordenadas estructurales. Estos registros no solo permiten pensar la praxis psicoanalítica desde una perspectiva estructural, sino que también hacen posible marcar diferencias cruciales, como la que existe entre el sujeto y el moi.
El prisma del Real, Simbólico e Imaginario constituye una herramienta clave para que Lacan interprete lo subversivo del planteo freudiano, siendo esenciales en el retorno a Freud que caracteriza su enseñanza. Además, estas categorías fueron centrales en sus debates con el medio psicoanalítico contemporáneo y le permitieron superar ciertos impasses del pensamiento freudiano.
Si bien los conceptos de Imaginario, Simbólico y Real ya existían en el contexto en el que Lacan comienza su enseñanza, él les imprime una marca propia, definiendo su especificidad en el campo del psicoanálisis. Desde allí, los utiliza para interrogar la teoría y, al mismo tiempo, ofrecer herramientas prácticas para resolver problemas inherentes a la praxis analítica.
A lo largo de su enseñanza, estos registros experimentan reformulaciones y modificaciones, en paralelo a los obstáculos teóricos y prácticos con los que Lacan se enfrentó. Su desarrollo se nutrió de un amplio arco de referencias, que abarca desde estudios etológicos hasta la topología nodal, pasando por la embriología, diversas escuelas lingüísticas, la antropología estructural, y teorías matemáticas como la de conjuntos de Bourbaki y la teoría de números.
Esta amplitud de influencias refleja tanto la riqueza de la enseñanza de Lacan como la dificultad inherente al campo del psicoanálisis, el cual, por su propia naturaleza, no puede desligarse de la incompletitud y la inconsistencia.
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