El psicoanálisis, desde los primeros planteos de Freud delimita una modalidad del tiempo que no es habitual encontrar en otros campos del saber, se trata de un tiempo retroactivo.
En esta línea, una de las características fundamentales que puede situar en el funcionamiento del inconsciente es la ausencia de temporalidad cronológica. Primer punto importante: lo atemporal del inconsciente es que carece de una temporalidad cronológica, no que carezca de temporalidad. Le corresponde una que no es lineal y progresiva.
Con lo cual entonces, a partir de esta consideración sobre el tiempo, ¿podemos interrogarnos sobre de qué depende la frecuencia y la modalidad de las sesiones en un análisis? ¿Por qué un sujeto eventualmente concurre al analista una vez por semana? A veces dos, extrañamente más de 2 veces. Pero a veces con una frecuencia mucho más extendida que una vez por semana, ¿porque un analista no podría considerar (y a veces hasta aceptar) que un sujeto podría tener sesión cada 15 o 20 días? Si el caso, efectivamente, lo requiriera.
Me parece que, respecto de la frecuencia de las sesiones, hay que prestar esencialmente atención a la cuestión de la modulación. Una temporal, o sea no cuenta la cantidad de tiempo cronológico que marca el reloj, del cual el sujeto dispondría según la cantidad de sesiones, sino a la modulación particular, al modo en que ese tiempo escande un período, un espacio, ese tiempo entre sesión y sesión que haga posible un tiempo de comprender como condición de un momento de concluir.
Y esa modalidad del tiempo, esa modulación del tiempo que el analista debiera considerar como parte de su “acomodación” al sujeto que escucha cada vez, no es posible de considerar en su particularidad y singularidad sin la función del corte, sin el cual no hay modulación posible.
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