jueves, 13 de junio de 2024

¿Hay clínica psicoanalítica sin obstáculos transferenciales?

¿Hay clínica analítica sin obstáculos transferenciales? La respuesta depende esencialmente del modo en que consideremos a la transferencia.

Tanto Freud como Lacan van situando, respecto de la transferencia, distintas posiciones que el analista va asumiendo en función del momento del trabajo. Y hablando de tiempos, el inicio del análisis se soporta del Sujeto Supuesto Saber. Se trata de esa ilusión doble: la de la suposición de un saber y de un sujeto al cual adscribirlo.

Si nosotros redujeramos la práctica del psicoanálisis a la transferencia asociada al sujeto supuesto saber podríamos tener la ilusión, en última instancia, de que la práctica analítica no necesariamente conlleva el encuentro con los obstáculos. Y ello en la medida en que esa suposición inaugural hace consistir la ilusión de Otro que pudiera responder.

Sin embargo, hay una verdad del saber. Ella es el límite de aquello que en el saber no cesa de no escribirse. Dado que Lacan se orienta en función de lo real como impasse, se encuentra con que lo real pone en forma que hay de lo que no entra al saber.

Considerado desde este prisma, el psicoanalista se encuentra con algo que en la praxis no se elabora a partir del significante y su modalidad de retorno entonces no se produce a través de las formaciones del inconsciente. Estamos frente a un retorno que no se corresponde con la represión secundaria cuyos efectos se escuchan en lo serial de la cadena significante. Sino que aquello que escapa al saber, eso que resta, tiene un correlato en el cuerpo del sujeto y aparecerá como obstáculo asociado a la posición del analista en la transferencia.

Lacan es explícito al señalar que es el analista mismo quien va en busca de este obstáculo, cuando señala que es el deseo del analista el que vuelve a llevar a la demanda a la pulsión, allí donde el amor la orienta a lo ideal. Esta torsión habilita el obstáculo transferencial en la medida en que hace posible el alojamiento del “resto de la cosa sabida”, o sea de aquello que responde a la inexistencia del Otro.

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