Si el Discurso Analítico tiene como función demostrar la falla, su producción no consiste en un saber positivo, sino en una escritura que testimonia la imposibilidad estructural. Para ello, Lacan recurre a un término tomado de la lógica y de la topología: la compacidad.
En el terreno lógico, la compacidad interroga el grado de completitud o incompletitud de un sistema simbólico; en el topológico, refiere a la consistencia de un espacio, a la posibilidad de sostener su estructura sin que se desborde o se desintegre. En este cruce entre lógica y topología se ubica Aún, que hace de puente entre lo modal y lo nodal, retomando la articulación que L’Etourdit había puesto en juego.
La pregunta —“¿cómo se estructura un agujero?”— apunta al corazón de la clínica del cuerpo hablante: un cuerpo hecho de agujeros, sostenido por bordes. Demostrar la compacidad de la falla implica, entonces, mostrar cómo se malogra la relación sexual, cómo ese vacío estructural es bordeado por los distintos aparatos del discurso.
Lacan lo formula de manera enigmática: “El fallar es el objeto.” No se trata sólo de que el objeto a esté implicado en el fallar, sino que el objeto mismo es una falla, un borde de lo imposible. En tanto letra —y no cosa del mundo— el objeto a se constituye como escritura del agujero, borde que circunscribe la inconsistencia del Otro.
Este borde puede pensarse desde dos vertientes:
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Por su irracionalidad, que resiste toda captura por el sentido.
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Por su condición de resto del saber, residuo que se desprende de la operación significante.
Ambas dimensiones se entrelazan y diferencian el real del objeto de sus “enformas”, es decir, de las configuraciones imaginarias o discursivas que intentan recubrirlo. Entre ambos polos, el semblante cumple un papel decisivo: es lo que hace posible la articulación entre la falta y su borde.
En La Tercera, Lacan dirá que el objeto a es la condición de todo goce, su modo de alojamiento. Causa y condición a la vez, el objeto se sitúa en el punto donde deseo y goce se enlazan por desencuentro —esa Distychia que define la estructura misma del hablante.
Así, la compacidad de la falla no es su clausura, sino su modo de consistencia: la posibilidad de que el agujero, sin dejar de serlo, sostenga el campo del deseo, el goce y la palabra.
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