lunes, 8 de enero de 2018

El feminismo y el hombre que no existe.

Jacques Lacan afirmaba que el "Don Juan" era una fantasía femenina, en la medida en que este personaje sería una suerte de "varón universal", es decir, ¡que no existe! Dicho de otro modo, un hombre que no esté afectado por un deseo que no divida a las mujeres es una contradicción. En definitiva, el hombre ideal (el "príncipe azul") es una fantasía que, quizá, deberíamos pensar más bien como histérica antes que femenina.

Por esta vía, la noción de "envidia del pene" (penisneid) también podría ser matizada como un rasgo propio de la histeria en las mujeres. Esta posición, lo que permite cernirla en un análisis, no radica en que la mujer quiera tener un pene, sino en la actitud de denuncia en que se sitúa para reclamar que ella también debería tenerlo. Dicho de otra forma, esa actitud envidiosa implica una posición de queja, cuyo carácter contradictorio estriba en que se pide algo que, en sentido estricto, es dispensable, porque la demanda se sostiene por sí misma. De manera concreta, alcanza con un simple ejercicio para demostrar el carácter histérico de una reivindicación semejante: dar lo que se pide, y que la respuesta sea "no es eso". Es algo que puede ser reconducido al título de un clásico y hermoso libro de Emilce Dio Bleichmar: El feminismo espontáneo de la histeria, como criterio para eventualmente distinguir entre reclamos realmente concernidos con una cuestión de género y lo que, otras veces, es simple pataleo.

Recuerdo sobre este punto el caso de una militante feminista que, en cierta ocasión, me acusó de "misoginia" a partir de un chiste. Sin duda mi chiste se basaba en un uso irónico de la misoginia, que no es mi posición, pero lo llamativo es que esta mujer se ubicara en una actitud de "denuncia" sin desarrollar un argumento. ¿Desde qué lugar se puede andar enjuiciando a los otros en un claro ejemplo de "terrorismo lingüístico"? Lo más dramático es la paradoja performativa que esto arroja: quien busca una supuesta liberación, termina ejerciendo una actitud totalitaria. Las palabras, como tales, no son misóginas (o lo que sea), sin atender a los argumentos en que se encadenan. Andar prohibiendo o estigmatizando palabras (incluso para denunciar su carácter estigmatizador) es poco menos que una actitud fascista. La otra cara de esta pseudo-posición militante y pseudo-feminista, es el discurso educador en el que termina encallando, que recuerda más bien a Stalin y el uso perverso de la sentencia "Los hechos son los hechos". Porque si éste fuera el caso, todo está permitido.

Sin embargo, a expensas de este rodeo por la posición histérica en las mujeres, me interesa ubicar otra cara de esta fantasía de reclamo, esta suerte de afán justiciero, en los varones: lo que podría llamarse la fantasía de "Robin Hood", y que encontramos en muchos sujetos histéricos que, desde una posición heroica, apuntan contra el poder de turno.., sin acceder nunca a ese poder. La oposición constante, que sólo puede ser oposición, porque su actitud se sostiene en desconocer el lugar desde el cual ataca a ese Otro que, como en toda fantasía histérica, es el seductor que nos robó traumáticamente el paraíso perdido. El estatus neurótico de esta posición se manifiesta en que también se funda en una contradicción: Robin Hood roba a los ricos, es decir, es un ladrón que roba a otro ladrón y que, por lo tanto, justifica su acto en que no es él quien está detrás de semejante realización (el ladrón ¡es el otro!). Asimismo, el carácter incestuoso de su deseo se expresa en que está destinado a irrealizarse (porque la culpa sería insoportable): es el caso de aquellos que son grandes especialistas en "remarla", pero que con una mano bracean y con la otra se hunden. Esta idea no es para nada novedosa; es lo propio del síntoma histérico tal como lo entreviera en el caso de la muchacha que con una mano se sube la pollera y con otra se la baja. Para el contexto que aquí concierne, esta circunstancia clínica podría permitir entender muchas de las actuales presentaciones que en la consulta se nombran como "autoboicot" en muchos varones.

Fuente: Luciano Lutereau, Imago Agenda N°200, Enero - Febrero 2017

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