Debemos a Siegfried Bernfeld y a su esposa, Suzanne Cassirer Bernfeld, algunos de los apuntes biográficos iniciales referidos a Sigmund Freud.
En el texto llamado “El primer año de práctica, 1886-1887”, el matrimonio Bernfeld consigna los que serían los dos primeros pacientes del Profesor.
La primera de las anécdotas les fue referida a los biógrafos por el mismo Freud y nos presenta un impaciente practicante de la medicina:
“Un día, mientras estaba solo en su oficina, escuchó el timbre de la puerta, y luego las voces de su doncella y una dama, hablando juntas en el pasillo. Impaciente porque el visitante no era conducido de inmediato a la consulta, salió al pasillo, interrumpió la conversación y él mismo condujo al visitante a una silla junto a su escritorio.
Ella miró a su alrededor, pero permaneció en silencio. "¿No te gusta estar aquí?" preguntó Freud. "Al contrario", dijo, "me gusta mucho". "Entonces, ¿cuál parecería ser el problema?" prosiguió Freud.
—No mucho, doctor, pero ya llego tarde y se supone que debo recoger las pastillas para el dolor de cabeza para la señora. X".
La señora X era una pariente lejana de Freud, quien recibía los favores médicos del joven profesional. Freud, luego de este intercambio de palabras, reconocería en la mujer con la que hablaba a la doncella de la señora X.
La segunda anécdota les es transmitida a los Bernfeld por un vendedor de libros de segunda mano. Ante el interés que los primeros mostraban por los libros de temas neurológicos de Freud, el vendedor preguntó si el famoso profesor no sería el mismo Dr. Freud que en el otoño de 1886 había operado una máquina de faradización. Debemos recordar que estos dispositivos eran utilizados para distintos tratamientos en aquellos años.
El vendedor continuó con su relato:
“(…) cuando era un niño de catorce años, lo atropelló un taxi en la Ringstrasse y desarrolló ataques histéricos por la conmoción. Uno de los transeúntes sugirió llamar al nuevo médico en el edificio de apartamentos cercano. Este Doctor Freud lo había curado después de varias semanas de tratamiento farádico, y siempre había recordado su bondad y sus ojos maravillosos”.
Tal como era de prever, el consultorio de Freud no fue un lugar popular en aquellos primeros años. Es sabido que le llevó unos cuantos poder contar con pacientes suficientes en su práctica. Y no será hasta la década del 1910, según verificamos, cuando su consulta contraerá las extendidas jornadas que han hecho fama hasta nuestros días.
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