La nominación real no produce un acto performativo para alguien. Se trata de un nombrar sin destinatario, un efecto del “Hay de lo Uno”, por el cual el lenguaje escupe letras sin necesidad de sujeto. Es una operación que no funda, sino que marca; y esa marca, en sí misma, no constituye todavía un síntoma.
La distancia entre ambas puede formularse así:
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Nominación real– efecto del Uno– pura letra sin destinatario– no performativa– no produce sujeto, sólo marca
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Nominación simbólica– operación de dar nombre– requiere del Otro– implica la palabra como acto– funda una verdad no-toda– vuelve necesario un síntoma
En este punto se vuelve claro por qué Lacan puede desplazar al Padre hacia el lugar del síntoma: el Padre nombrante no es un significante anterior, sino una operación de suplencia, un modo de hacer existente un lazo lógico allí donde no lo hay. Nombrar es forzar un anudamiento.
Por eso:
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lo real es el límite del campo de la verdad,
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la palabra es la operación que suple ese límite,
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y la nominación simbólica es la acción que hace existir un lazo allí donde no lo hay.
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