A menudo se asume que el tiempo no incide de manera evidente en la formación del fantasma, como si se tratara de una instancia fija, ajena a la diacronía y a la historia del sujeto. Esta concepción puede deberse a su ubicación en el grafo de Lacan, donde aparece como la última respuesta ante lo traumático de la falta en el Otro. Sin embargo, un análisis más profundo revela que el fantasma está intrínsecamente ligado a la historia del sujeto.
Para comprender esto, es útil recurrir a la estructura del grafo, con sus términos y relaciones. En el lado derecho se sitúan las preguntas del sujeto; en el izquierdo, las respuestas, donde se emplaza el fantasma como respuesta al deseo y a la castración.
Las diferentes instancias del grafo convergen en un punto clave: su función de resguardo ante lo real. Esto se manifiesta en el significante de la falta en el Otro, un matema que opera como energía libremente móvil y que enlaza lo real, lo traumático y lo económico. Se trata de un real vaciado de sentido, un impasse que desafía la consistencia misma de lo simbólico. Es precisamente en este punto donde la historia entra en escena.
El fantasma surge como una construcción que responde a la dialéctica entre el niño y el Otro. En esa relación, el niño se enfrenta con un enigma, con algo que resiste la comprensión y que encarna una dimensión de Otredad más allá de lo imaginable.
El ir y venir del Otro suscita en el niño una pregunta fundamental que introduce el deseo: ¿qué hay más allá de mí? La respuesta que ofrece el discurso es clara: lo que se desea es el falo. No obstante, esta respuesta no disipa la opacidad de la pregunta, sino que la sostiene mediante una mediación simbólica. Es en este punto donde el fantasma toma su lugar.
Por ello, en su formulación, el fantasma se estructura en torno a la incidencia de dos elementos fundamentales:
-
El menos phi (-φ), que marca la división del sujeto.
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El objeto a, resto corporal que escapa a toda integración en la imagen.
De esta manera, el fantasma no es solo una estructura fija, sino una construcción atravesada por la temporalidad y la historia del sujeto, que le permite sostenerse ante la falta estructural que lo constituye.
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