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miércoles, 26 de marzo de 2025

La psicoterapia virtual y el poder de la palabra

Sigmund Freud nos enseñó que la psicoterapia psicoanalítica puede adaptarse a las circunstancias sin perder su esencia. Ejemplo de ello fue su análisis a Catalina en la montaña o su correspondencia con Wilhelm Fliess, donde el vínculo transferencial y la suposición de saber jugaron un papel clave.

Hoy, la terapia virtual amplía las oportunidades para los pacientes, ofreciendo:

Accesibilidad global: posibilidad de conectarse desde cualquier ubicación, incluso en zonas remotas.
Inclusión: permite que personas con dificultades de movilidad (por razones económicas, de salud u otras) accedan a tratamiento.
Flexibilidad horaria: facilita la conciliación con responsabilidades laborales y familiares.

Lo Esencial en Toda Psicoterapia

Más allá del formato, lo fundamental es que el paciente sienta que “estamos ahí”, disponibles cuando lo necesite, más allá del horario de sesión.

🔹 Construcción de un vínculo transferencial positivo, basado en un amor sublimado.
🔹 Un trato amoroso y subjetivado, que reconozca al paciente en su singularidad.
🔹 Capacitación continua, para sostener la práctica con rigor y actualización.
🔹 Supervisión clínica, asegurando la ética y calidad del tratamiento.
🔹 Análisis personal, para que el terapeuta pueda sostener su propia escucha.

El Poder Liberador de la Palabra

En la terapia, presencial o virtual, es crucial enfatizar el valor de la palabra. El psicoanálisis nos muestra que, cuando es pronunciada en un espacio de confianza, la palabra tiene el poder de liberar, transformar y dar nuevas significaciones a la experiencia del sujeto.


miércoles, 29 de enero de 2020

TICs: un precio del progreso.

Los estadounidenses estudiaron la caída de la creencia religiosa de su país. Han detectado que las iglesias se han estado fundiendo tan rápido como los centros comerciales (sorpesa). Entre las personas mayores, el 88% está afiliado a algún tipo de religión, mientras que entre las personas menores de 30 años, solo el 62%. ¿Qué ha causado este cambio? Internet: cuanto más se usa, pareciera que menos religiosos somos. Si antes Dios era ese Otro que tenía todas las respuestas, hoy en día Él compite con los algoritmos de Google.

¿Progresión o progreso? Recordemos que en el progreso, siempre se pierde algo.

Las personas que no asisten regularmente a la iglesia tienen más estrés y mueren antes. Además, tienen mayores tasas de depresión. Incluso las personas sin una religión organizada (por ejemplo, meditación) están más deprimidos que las personas que pertenecen a una iglesia.


El fenómeno, digámoslo pronto, no tiene otra mística más que la pérdida de la red de apoyo social. Para muchos estadounidenses, es el pastor quien los casa, los forma y los entierra. Los miembros de la congregación visitan al enfermo en el hospital, asisten a las fiestas de cumpleaños, o recaudan dinero si sufren alguna desgracia. Muchos adolescentes son contenidos en esta etapa tan especial por los grupos y campamentos de la iglesia y es donde las personas hicieron a sus amigos, sus contactos profesionales, el consejo y han hallado algún significado de la vida.


¿Alguien se puso a pensar en el esfuerzo que implica recuperar individualmente todos estos aspectos que antes se brindaban en un solo lugar? Francamente no podría decir que una cultura sin religión sea más feliz. Aún, tampoco podría afirmar que haya contribuido en la salud mental.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Las redes sociales y la subjetividad. Letosas.

Por José Vidal
Trabajo presentado en el Congreso Argentino de Psicoanálisis 2018 organizado en Córdoba por APC, APdeBA y APA.

La incidencia de la redes sociales en la vida subjetiva es creciente. Usando un término de Lacan , podríamos decir que estos dispositivos técnicos o gadgets son letosas, (Lacan… 174) formas del objeto (a) destinadas a producir una captura fascinada del sujeto en el consumo. Pero, de modo sorprendente, Lacan sitúa al analista mismo como una letosa, en tanto lugar imposible. Razón por la que merece que nos detengamos en esa noción.

El tema de las redes sociales es frecuentemente motivo de severos conflictos para los analizantes en el seno de sus familias y grupos de amigos, causados o mediados por los posteos de los demás, sean referidos a temas políticos, machistas o feministas, que resultan mucho más irritantes que una discusión en persona. El sujeto, desconociéndolo, parece no conectarse realmente con el otro, sino con un espacio virtual, la llamada shitstorm, verdadera usina de videos, audios y textos que circulan en las redes y que, intencionalmente o no, parece destinada a causar la angustia.

Como plantea Boris Groys , (Grois… 21) el sujeto contemporáneo es empujado a la producción de una imagen de sí mediante el diseño de su perfil en las redes sociales. Eligiendo sus fotos, publicando sus gustos y actividades, se hace gestor de sus propios cambios internos mediante operaciones introspectivas y obligaciones autoimpuestas. Similar a lo que Foucault llama tecnologías del yo , (Foucault…67) mediante las que se obtiene un sujeto disciplinado, no ya por una coacción externa, sino por su propio trabajo interno e inmaterial.

Esta imagen de sí, que viene al lugar que antes (de la muerte de Dios proclamada por Nietzsche) ocupaba el alma, es a su vez amplificada y multiplicada en las redes en un movimiento en el que participan, además del individuo, miles de personas que, aun involuntariamente, son incluidos en una suerte de creación colectiva. Como una performance de arte total.

Así, el sujeto contemporáneo es lanzado a la búsqueda de una neo identidad en la que olvida su deseo más íntimo para alienarse en una nube en la que los prejuicios, el odio y la segregación están a la orden día. Podemos pensar que encuentra allí un reflejo imaginario del yo, y del odio de sí, proyectados en el gadget, celular, tablet, etc y de ahí las iracundas reacciones que provocan.

Letosa es un neologismo lacaniano compuesto por lethé, olvido, partícula incluida en la palabra griega aletheia, verdad, (no-olvido) a la que Lacan le agrega ousia, sustancia, quedando letousia. Con lo que podríamos traducir: olvido- ser, u olvido-esencia. Las letosas son la instrumentación técnica de la verdad obtenida por la ciencia, en definitiva, mercancías ofrecidas al consumo y destinadas a causar el deseo y mitigar la angustia. Es decir, son formas del objeto (a) lacaniano, pero con todas las características que Marx le dio a la mercancía como fetiche, objeto trascendente, teológico, sin valor de uso pero que se utiliza para dar un alivio a la existencia del mismo modo que las drogas y el alcohol en la concepción freudiana.(Alomo... )

Las redes sociales, como la televisión, funcionan como letosa, un olvido del ser, que deja de lado preocupaciones y responsabilidades mediante una forma de goce inmediata. Permiten al individuo la ilusión de una identidad autoproducida y una comunidad de “amigos” libre de atavismos y legados. Observemos que esto es normal ¿Quién, luego de una larga jornada de trabajo, no se prende al televisor o a Facebook, como antes leía una novela o se juntaba con amigos en el bar para relajarse y no pensar?

La letosa, como idea, no es la de un objeto maligno que viene a imponerse contra nosotros, sino que somos nosotros mismos los que vamos, casi por necesidad, hacia ese olvido-ser. La verdad no puede estar todo el tiempo presente. La astucia del mercado es hacer un uso abusivo de esta necesidad manipulando el deseo hacia el consumo lesionando los lazos sociales.
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Hay que decir que la letosa, al tiempo que rechaza la propia determinación, que oculta la verdad, como es una forma del objeto (a), es también el lugar en el que puede desocultarse la verdad íntima de cada uno. Recordemos que la idea de objeto (a) en Lacan es el lugar de lo real de la pulsión. La letosa es el objeto que causa el deseo, pero es también el resto causa de angustia y es el ser de objeto que somos en última instancia y que se oculta tras las imágenes idealizadas del yo.

Esto nos indica que debemos llevar al sujeto a observar el uso particular que hace de esas letosas. Si bien los objetos de consumo apuntan al universal, al para todos igual, el goce que encierran para cada sujeto es diferente y allí debe dirigirse la interrogación del analista.

Lacan nos muestra que el acto analítico no estaría en la rebelión respecto a los gadgeds, sino que, si la letosa es un modo del objeto a, es en ese mismo lugar a donde se va a ubicar el analista. Para Lacan, el analista mismo puede ser una letosa en tanto comete un acto radical, angustiante, que es el pasaje de la impotencia a la imposibilidad: “Si es real que existe el analista, es precisamente porque es imposible. Esto forma parte de la posición de la letosa”…“lo fastidioso es que, para estar en la posición de la letosa, es preciso haber cernido verdaderamente que es imposible. Por esta razón se prefiera tanto poner el acento en la impotencia, que también existe” (Lacan…175)

Con imposibilidad nos referimos a lo real escondido en el síntoma y en el lazo social, como tal irreductible. No tiene solución, es in-eliminable, y por lo tanto, se trata, ya no de resolverlo, sino de un saber hacer con ello. Cuando se propone en el campo del poder, superyoico, lograr la solución final y armónica del conflicto, sea éste subjetivo o social, se cae en la impotencia, porque existe siempre un resto, representado por el plus de gozar, el objeto a, que no es asimilable a la solución. Es similar a lo que plantea Freud en El malestar en la cultura. El intento de domeñar la pulsión por la sociedad va dejando un resto que se acumula en forma de malestar.

El pasaje de la impotencia a la imposibilidad, propio del acto analítico, implica la subversión del discurso del amo, que es el discurso de la impotencia, para mostrar al sujeto ese resto in-eliminable, el ser de objeto que se oculta tras los ideales del yo, y permitir una identificación a ese síntoma como lo más propio y una salida siempre provisoria y contingente.

La diferencia entre el gadget y el analista radica en que, mientras la mercancía viene a tapar la angustia del sujeto con una satisfacción inmediata fundada en su inclusión en un universal de consumo, el analista, en la transferencia, podrá por un instante abrir la puerta para el des-ocultamiento del ser, el síntoma en su modo singular en lo que tiene de imposible. Pero advertido que el olvido volverá a cerrar esa puerta.

Bibliografía
• Lacan, Jacques. El seminario 17. Los surcos de la aletósfera. Paidós. Buenos Aires 1992g.
• Groys, Boris. Volverse público. Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea. Caja Negra editora. Buenos Aires 2014
• Foucault, Michel. Tecnologías del yo. Y otros textos afines. Pg. 67. Paidós. Buenos aires. 2008
Alomo, Martín. Construcción de la noción lacaniana de letosa y su relevancia clínica.

Fuente

viernes, 23 de agosto de 2019

Psicoanálisis 2.0: ¿se juega la transferencia por Skype?

Por Sergio Zabalza
Cada vez resulta más común escuchar que se llevan a cabo consultas y tratamientos psicoterapéuticos por video llamadas. El dato merece atención habida cuenta de que tal modalidad interroga los conceptos fundamentales en que se asienta la práctica psicoterapéutica y, en especial, el psicoanálisis.

Examinemos por caso la transferencia, ese resorte capital de la maniobra analítica. Todo tratamiento se sirve del amor y saber con qué el paciente inviste al terapeuta. Freud no tiene ambages para caracterizar esta maniobra como una “estafa”. Es que mientras una persona consulta con la esperanza de que el analista encuentre una solución a sus problemas, éste no hace más que desviar la demanda  que se le dirige. Así, los nuevos y diversos sustitutos, que en ese lugar vacante aparezcan, serán indicadores de los fantasmas que agita aquella demanda impenitente.

Ahora bien, si durante una sesión “normal” el paciente está en un diván y de espaldas al analista. ¿Cuál sería el problema con llevar adelante la sesión por Skype, situación que de por sí neutraliza la atracción o rechazo que el cuerpo del analista imprime con su presencia?


Bien, creo que esta es la principal objeción: un tratamiento por medios electrónicos carece del obstáculo que encarnan la actualidad de los cuerpos. Y en psicoanálisis no se trata de eliminar el obstáculo, sino de ponerlo a favor del tratamiento, de hacerlo hablar. Tanto es así que Freud, al describir el lazo libidinal que se establece con “la persona del analista”, plantea una neurosis de transferencia[1]; esto es: el padecer que trae el paciente al tratamiento se desplaza a la relación con el analista y es allí donde se resuelven los síntomas.

Por ejemplo, en su texto Tributo a Freud[2], la escritora Hilda Doolittle cuenta que el hilván transferencial de su tratamiento con Freud pasaba por su padre –fallecido tras conocer la muerte de su hijo en la guerra de 1914– y también por su amigo, el famoso escritor D. H. Lawrence. Según la autora, Freud “Dijo que suponía que mi padre había sido un hombre frío”[3]. En consecuencia, el Profesor se sirve de los beneficios que le presta su viejo y sabio semblante: le trae una manta gruesa para el diván, la cita para marzo en vez del febrero invernal y, luego de alabar la delicadeza de su voz, remata: “después de todo, tengo setenta y siete años”[4]

Sin embargo, al promediar el tratamiento, el “Profesor” concluye que esta paciente ha sufrido demasiadas pérdidas como para estar dispuesta a entregar su corazón. Entonces, la paciencia se acaba y sobreviene la sorprendente intervención: “El golpeaba sobre mi almohada o sobre la cabecera del viejo diván sobre el que yo estaba extendida. Estaba enojado conmigo”[5]. Decía: “El problema es –yo soy un hombre viejo– que usted no cree que valga la pena amarme”[6]

Es probable que la reacción de Freud se debiera a la detención de las asociaciones, signo inequívoco de que las resistencias habían tomado cuerpo en la persona del médico[7]. En otros términos, Freud sospecha que el obstáculo en este tratamiento es la identidad entre amor y muerte que él mismo –por su avanzada edad–, encarna en el fantasma de la paciente. Lo cierto es que después de este enojo, el analista dejó de ocupar el lugar de la finitud para jugar esta vez como el “partero del alma”[8], semblante más acorde al real compromiso que ahora la paciente adoptaba en el trabajo analítico.

No debe ser casualidad, entonces, que en el capítulo dedicado a la “presencia del analista” durante el seminario de los cuatro conceptos, Lacan hable del “juego de la transferencia”[9]. Es que, tal como en un análisis con niños –en el que sería impensable un tratamiento por Skype– todo tratamiento se sirve de la alternancia de presencias y ausencias.

Para decirlo todo: si lo que “no cesa de no suceder” en el Fort Da ilustra que la causa está perdida, ¿puede tomar cuerpo un análisis sin el obstáculo que generan las demandas actualizadas por la presencia del analista?

Aporto algunas opiniones: en el ejercicio de la medicina, toda práctica terapéutica está regida por la objeción a que el médico se sirva del poder que le otorga su lugar y saber con el fin de seducir al paciente u obtener favores, prohibición que no deja de ser una limitación moral, de alguna manera, exterior al levantamiento de los síntomas.

Sucede que en psicoanálisis, en cambio, el imposible ético que encarna la abstinencia del analista es el resorte esencial de la cura. Por eso, sin la atracción que aporta la actualidad de los cuerpos –la cual se juega de mil maneras distintas según la singularidad del paciente–, la efectividad del tratamiento se ve amenazada.
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Referencias:
Sigmund Freud, “Recuerdo, repetición y elaboración” en Obras Completas, trad, López Ballesteros: “Cuando el paciente nos presta la mínima cooperación, consistente en respetar las condiciones de existencia del tratamiento, conseguimos siempre dar a todos los síntomas de la enfermedad una nueva significación basada en la transferencia y sustituir su neurosis vulgar por una neurosis de transferencia, de la cual puede ser curado por la labor terapéutica”
Hilda. Doolittle. Tributo a Freud, Argentina Shapire, 1979.
Op. Cit. 186
Op. Cit 169
Op. Cit. 167
Op. Cit. 167
Sigmund Freud, “Sobre la dinámica de la transferencia” en Obras Completas, A. E. tomo XII, pag. 101:  “Si algo del material del complejo (o sea, de su contenido) es apropiado para ser trasferido sobre la persona del médico, esta trasferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata y se anuncia mediante los indicios de una resistencia – por ej. mediante una detención de las ocurrencias-“.
Hilda. Doolittle. op cit. pag. 167
Jacques Lacan, El Seminario: Libro 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Buenos Aires, Paidós, 1984, p. 131.
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Fuente: Zalabza, S. (2014, enero 2). ¿Se juega la transferencia por Skype? El Sigma. Recuperado a partir de http://www.elsigma.com/columnas/se-juega-la-transferencia-por-skype/12672

lunes, 1 de julio de 2019

Terapia por Skype: la tecnología quiere desplazar al diván.

Por: Natalí Ini - fuente.
La psicoterapia virtual gana cada vez más adeptos, en especial jóvenes, y abre el debate entre los profesionales

Julián Portella hace terapia desde los 17 años. Hoy, a sus 30, se radicó en Italia para hacer un máster en diseño. Desde hace un tiempo, algunos conflictos personales lo tienen ansioso y estresado. Como primer reflejo, contactó a la psicóloga con la que se había tratado en Buenos Aires, pero las sesiones vía Skype no resultaron. Ella le dijo que no podía trabajar de manera virtual y le sugirió que buscara un profesional que se sintiera más cómodo con las videollamadas. "Por recomendación de un amigo llegué a mi actual terapeuta con el que empecé hace dos meses y que está más canchero con la tecnología." En cuanto a las ventajas, Julián destaca que atenderse con alguien de su misma nacionalidad y que entiende su idiosincrasia es crucial, y que como convive con otros estudiantes que no hablan español, no le preocupa que lo escuchen mientras tiene su sesión. Pero encuentra muchas desventajas. "Los problemas de conexión traban la fluidez de la conversación y generan una irritación que condiciona tu humor. A veces, por la diferencia de horario me veo hablando de mis problemas a las 11 de la noche y después me tengo que ir a dormir con todos esos frentes abiertos. Y sobre todo, extraño ese trayecto al consultorio, la caminata en la que iba haciendo un trabajo de edición de mis conflictos y la caminata de vuelta, cuando todo se acomodaba. Ahora todo transcurre en mi habitación y es muy raro."

En el 50º Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional realizado en Buenos Aires, el tema central fue la intimidad. Y los paneles y papers sobre psicoanálisis y tecnología se han, por lo menos, triplicado. Es una modalidad que está en pleno debate y eso se reflejó en temas como "Intimidad en tiempos de tecnocultura: ¿progreso o regresión?" Allí se opusieron dos puntos de vista. Kamran Alipanahi, un analista iraní que reside en la Argentina, expuso su opinión acerca de los beneficios de las sesiones de psicoanálisis por Skype, ya que en su país de origen no sería posible recibir a una mujer en el consultorio. Mediante las videollamadas pudo atender a una mujer y fue constatando que la transferencia -la instancia necesaria para que el inconsciente pueda abrirse y el tratamiento pueda ser exitoso- se dio con total naturalidad. El analista decía que hasta la acción de tocar el timbre se ve reemplazada por la acción de apretar el botón de llamar. Alipanahi marca que la lejanía del cuerpo no es una novedad, que Freud atendió pacientes por carta, pero que este escenario de tecnocultura requiere otras cosas, una nueva ingeniería. La virtualidad no es un simulacro de lo real, es una nueva realidad y la Viena de 1920 ha quedado lejos.

lunes, 22 de abril de 2019

Terapia on-line y encuadre: "¿usted no hace terapia a distancia?"


Por Lucas Vazquez Topssian
La inmicción de las TICs  dentro de los consultorios es inevitable. ¿A quién no le han cancelado una sesión por Whatsapp? ¿Quién ha asistido al sufrimiento de un paciente a quien le clavaron el visto? ¿Quién no ha escuchado a un paciente quejarse porque su anterior terapeuta miraba mucho el celular? En fin, Lacan decía que el psicoanalista tenía que conocer la espira a la que  su época lo arrastraba y por eso hoy quería hablar de la terapia web o terapia on-line. Específicamente, me preguntaba acerca de la pertinencia y la efectividad de los tratamientos psicológicos on-line. Una de las cosas que más me han sorprendido en el ámbito psi es el tabú que se armó alrededor de este tema, siendo pocos los profesionales que admiten abiertamente llevar adelante esta modalidad de su práctica. Sabemos que la llamada terapia on-line no es una modalidad terapéutica en si misma, sino un aspecto del encuadre que fija el profesional, sea psicoanalista o no. En este sentido, un profesional de cualquier corriente psicológica podría elegir esta modalidad.

Sus defensores, ubican como principal beneficio la posibilidad de brindar atención a pacientes con movilidad reducida o que se han mudado lejos.
Sus detractores, exponen las siguientes objeciones.
  • Problemas de conexión con la red, que afectan a la fluidez o directamente pueden acabar una sesión.
  • Se pierden ciertos regitros corporales (olfato, tacto y todo lo que pase más allá del marco de la pantalla).
  • Sin la “actualidad de los cuerpos”, la transferencia que sostiene el análisis puede verse amenazada.
  • No hay garantía de privacidad, puesto que no se puede garantizar quién más pueda estar fuera del rango de la cámara.
¿Qué hacer entonces? Hay que ir al caso por caso, así de sencillo y así de complejo. Sabemos que el encuadre no es algo rígido y está del lado del analista fijarlo según la lógica del caso. En el mejor de los escenarios, el analista debería poder dar cuenta de por qué y para qué encuadra el espacio terpéutico de manera on-line, en el consultorio o en el café de la esquina. De todas maneras, aunque el analista establezca un encuadre y oriente sus intervenciones persiguiendo determinada intención, los efectos siempre se pueden leer retroactivamente.

Por el canal de contención a las víctimas de la  AALCC recibo la consulta de un hombre de 30 años, residente de la Ciudad de Buenos Aires. El señor, llampemoslo J., cuenta que conoció a una mujer por Facebook, llamémosla B, que vivía en otra provincia del centro de Argentina y con quien mantuvo una relación por un año, sin jamás encontrarse físicamente. “No tuvimos un vínculo físico, pero estábamos todo el tiempo en contacto”. J. cuenta que B. tenía una hija que lo trataba a él de papá. Utilizando la cámara de la computadora o del celular, J. y B. cenaban juntos, charlaban y hasta dormían. Él le envió dinero a ella. Cuenta que las relaciones sexuales entre ambos “era con fantasías habladas y escritas sin la cámara, porque a mi me daba daba vergüenza”. Él ubica  que los problemas comenzaron cuando  ella empezó a hablar de sus ex parejas: “Después de la relación sexual ella sacaba a relucir a sus ex y me arruinaba la noche que metiera a más tipos en la cama”. “Ella se fue alejando, se volvió fría y caprichosa”. “Ella me presionaba para vernos y esto me anulaba. Como yo no iba, ella me decía que ya no me podía esperar” Un día, J. ve que en el Facebook de B. varios comentarios de un hombre, que según él averiguó, era de su misma provincia. J. estalla en ira los insulta, particularmente al nuevo hombre, quien le responde a J. que es un bobo y un cornudo. Este tercer hombre y B. terminan bloqueando a J. de todas las aplicaciones y de las redes sociales. J. me pregunta: “¿Por qué ese tipo se pensó que tenía derechos, si nunca se vieron personalmente?” Le señalo que él tampoco se vio personalmente con B. y le pregunto por qué. “No confío en las personas, me da miedo conocer a alguien. M me siento poco hombre, me da angustia, impotencia, no quiero ser descartable”. Relata, además, sentirse sumamente culpable por haber insultado a B. y al hombre. ¿Por qué fui así?, se pregunta.

A la hora de concretar un encuentro presencial, él me pregunta “Ah, ¿pero usted no hace terapia a distancia?” A cada analista le tocará evaluar de qué distancia se trata antes de caer en la trampa de la comprensión. Le respondo “¿A distancia?, ¡mirá todos los problemas que te trajo la distancia!”. J. acepta venir a la consulta con el dispositivo clásico.

La apuesta en esta intervención, fue poder acotar algo de este goce de permanecer a la distancia. Nosotros sabemos que donde hay goce hay satisfacción, satisfacción que lo hace sufrir y de la que J. apenas estaba anoticiado. Como este caso, he tenido demandas similares: “Busco terapia on-line, así puedo tener la sesión en la hora del almuerzo del trabajo”, “Prefiero encuentros on-line, así no tengo que viajar y me es más barato”, etc. En todos los casos, se trata de tomar a la virtualidad como una modalidad de encuadre, que el analista debería definir, no por capricho del paciente o de él mismo, sino por lo que escucha.

¿Buscás psicólogo en CABA u on-line?

Lucas Vazquez Topssian es psicólogo clínico y forense. Podés hacerle tu consulta por Whatsapp o seguilo en su página de Facebook.

jueves, 4 de abril de 2019

La angustia en los niños: ¿Cómo la elabora el juego?

Notas de la conferencia dictada por Norma Bruner, el 03/10/2017

El psicoanálisis implica una posición ética frente al tratamiento de un niño. Al trabajar con niños, estamos trabajando con sujetos que están cursando ese espacio-tiempo que podemos llamar infancia.

Hace un año habíamos abierto la temática del niño con autismo, el juego y las identificaciones primordiales. Hoy vamos a retomar desde otro lugar la pregunta por la función del juego y sus efectos para la constitución del sujeto y el desarrollo infantil. Al jugar, el niño produce una serie de transformaciones que, al mismo tiempo y por su efecto, los transforman a él como sujeto. El jugar es para el niño un operador que produce consecuencias en el sentido matemático del término.

¿Cómo llega un niño a jugar? Porque no va de suyo que advenga el juego. Un bebé adviene y no va de suyo que se suba a un escenario de juego que va produciendo, construyendo y creando a partir de la oferta de sus otros primordiales. Nos encontramos con niños que desde el punto de vista madurativo están en la niñez y sin embargo no podríamos decir, desde un punto de vista simbólico, afirmar que se trata de un niño relacionado al juego. Estos niños, caídos o que nunca se subieron a la escena del juego, presentan perturbaciones que podríamos marcar como complejas y graves en su constitución como sujetos de deseo, como sujetos sexuados, como sujetos sujetados al lenguaje y sus leyes, aquellas que fundan las leyes de nuestra cultura humana y nos humaniza, sujetos con grandes dificultades al contar con una norma o ley que normativice y regule las condiciones del deseo, que son las que va a permitir las relaciones sociales, las relaciones sexuale, de parentesco. Trabajar con niños que no han podido subirse al escenario del juego o se han caído de él, abre a la pregunta por las condiciones de posibilidad para que ello ocurra. ¿Cuáles son estas condiciones? Las respuestas son parciales, siempre conjeturas y nunca conclusiones.

Hay un hecho clínico verdadero: si un niño no adviene a poder subirse al escenario del juego, esto trae como consecuencia una posición como sujeto que lo deje fuera de juego. Lacan utiliza un término, a propósito de la angustia y el comienzo de la angustia, en el S. IV: el comienzo de la angustia de Juanito es cuando ya no hay que ofrecer, no hay imaginario para ofrecer a la demanda de la madre y aparece así un fuera de juego. Ahí sobreviene la angustia.

Hay una relación paradojal en la relación de la angustia en la infancia, que lleva como brújula a tener que decidir en cada uno de los pasos cómo intervenir y con qué finalidad. Ustedes saben que la angustia tiene una función clínica y ora constitutiva de la angustia. la angustia es constitutiva y constituyente para el sujeto, porque señala y permite una serie de operaciones que están al servicio de la separación respecto a la demanda del Otro y su goce. La angustia es un motor para el sujeto, en el intento de alcanzar una cierta posición de corte y diferencia respecto a un deseo que pueda ser no anónimo para él y poder sostenerlo en nombre propio. Justamente, si decimos que un niño no llega a subirse al escenario del juego, sino que depende para ello de la oferta y la demanda del deseo del Otro, que posibilite y construya las condiciones y que forme parte de ese juego, ustedes saben que la constitución del sujeto del lado del niño comienza y nace a partir del campo del Otro, un Otro primordial que va a ser ocupado por diversos representantes, un Otro representante de las leyes que fundan la cultura. El nacimiento y el advenimiento del sujeto del lado del niño depende de un Otro que asista, responda a las necesidades primarias y cuidados y además que desee que del lado del niño llegue a haber una posición de sujeto de deseo distinta y diferente a la suya.

El deseo del Otro motoriza el desarrollo infantil. El desarrollo no es espontáneo ni natural, no depende de la dotación orgánico-biológica, sino que lo atraviesa y lo configura el deseo del Otro. El deseo del Otro porta ideales respecto a ese niño, que anticipa paso a paso, abriendo vías y caminos facilitadores, intercambios que se producen como primordiales en este circuito circular asimétrico. No es recíproca la relación entre el Otro y el niño. Ahí está la coyuntura del ser humano, porque para poder constituirse y humanizarse, está atado a que haya a un Otro que desee su humanización y que además le enseñe, le brinde las condiciones para poder desear subirse al escenario de la cultura. ¿Cómo lo hace?

Lo hace desde -bajémoslo a la trinchera- a partir de producir espacios y tiempos de encuentro de juego. La transmisión de las leyes de la cultura (leyes del lenguaje), aquello que podemos denominar como aprehendizaje en sentido amplio, la apropiación de esas leyes, se produce a partir de estos intercambios primordiales, primarios, que no no son innatos sino a construirse una y otra vez de nuevo bajo la lógica de la repetición, a partir de la matriz lúdica. Esta es mi hipótesis bajo la que propongo partir. Esta matriz lúdica comienza desde el campo del Otro. Esto ya lo podemos leer en Freud a partir de la primera experiencia de satisfacción en Proyecto de Psicología para neurólogos. El Otro acude a satisfacer -o a intentar hacerlo- una necesidad, pero crea al mismo tiempo ese espacio inútil, que solo sirve para la puesta en marcha de lo que los psicoanalistas llamamos el principio del placer.

El principio de placer tiene en todo que ver con lo que le hace de límite a la angustia, porque para el psicoanálisis el principio de placer es justamente lo que le va a permitir al aparato psíquico tramitar la pulsión de muerte. La angustia denota y denuncia un punto de imposibilidad de la tramitación de la pulsión de muerte. ¿Cómo hacen los niños primordialmente durante la infancia para vérselas con la pulsión de muerte? Freud nos dice que la actividad central es la del juego.

Tiempos de sobrediagnósticos y medicalizaciones. El discurso social es que el niño quede fuera del juego, porque la preocupación es hacia lo real del desarrollo, a su rendimiento (orgánico, lenguaje, aprendizaje), empuja al niño fuera del juego. Esto no es casual, cada vez más acuden a consulta niños en estados angustiosos. Podemos decir que nuestros niños están cada vez más angustiados. Creo que es porque hay, en relación a ellos, un acento que pone su Otro social, en lo real de su desarrollo y no en lo simbólico. Mucho menos en su imaginario del desarrollo. Hay un real, un imaginario y un desarrollo del desarrollo. Lo real del desarrollo es el real orgánico, hay una preocupación creciente orientada hacia la infancia, impulsada por los neoconductistas actuales, donde se piensan los procesos psíquicos en relación a una máquina cibernética, o a un funcionamiento real del sistema nervioso central, que se explica de una manera autónoma. Son tiempo donde los adultos estamos absolutamente angustiados y preocupados por el futuro, el acento está puesto en los gatos, en pensar una enseñanza a partir del dadaísmo, de la acumulación de datos, la memoria pensada como acumulativa, en tiempos donde el capitalismo ha atravesado todos los ámbitos de pensamiento acerca del sujeto, no hay lugar para el juego. ¿Quién privilegiaría la importancia del juego y de jugar en estos tiempos? Son tiempos que la demanda, necesaria para motorizar el desarrollo infantil, se ha transformado en su ética para pasar a ser exigencia superyoica. La angustia de los niños no se hace esperar. En tiempo en que los adultos no sabemos qué enseñarle a los niños o qué transmitirles para su futuro laboral, el juego cae. Escuchemos lo que la angustia de los niños tiene para decirnos. Parte de lo que tiene para decirnos es que está cayendo la subjetividad, el acento en la objetalización, en la mercantlización, estandarización, en las generalizaciones que forcluyen la singularidad. ¿Qué le demandamos a los niños hoy? ¿Cuál es el fantasma social que rige esa demanda? No son tiempos donde lo imaginario pueda desarrollarse y lo simbólico del desarrollo está en caída libre.

Caso clínico:
Juan (9). En las entrevistas iniciales me dice “Yo le busco la falla en las películas para no sentir miedo, así me doy cuenta que son de mentira. Por ejemplo, si veo una de OVNIs, trato de ver dónde están mal hechos. Mis juguetes me dan miedo. A la noche, tengo la impresión de que están vivos y se mueven. Siempre se me aparece Chucky con un cuchillo. Quiere matarme a mi, a mi papá y a mi mamá. Para no tener pesadillas digo quedate tranquilo Juan, pero Chucky vuelve al ataque y a ese no puedo encontrarle ninguna falla. Me despierto. Tengo miedo a los ruidos. Los perros que ladran me asustan muchísimo. Tengo muy fea letra, mi letra es como yo. No me gust participar mucho en clase, porque siempre tengo miedo de que no me entiendan. Yo tengo problemas para hablar, leer y escribir. Me como las letras”. Juan ha estado desde los 2 años en tratamientos diferentes para arreglarles su numerosos problemas, según la madre, todos de orientación cognitivo conductual. Mirando una escultura en mi escritorio, que está arreglada con pegamento transparente, Juan me dice “Norma, se te rompió”. Le digo “Bien, encontraste una falla en la realidad y no solo en una película. la vida y las personas reales tenemos fallas y errores y si querés te puedo ayudar a arreglarlos”. Juan me mira y me dice “Yo me esfuerzo mucho por aprender matemática e historia. Esa si es pura farsa, mentiras totales. Rosas, Malvinas, Sarmiento, Hitler, Napoleón, Estados Unidos y el petróleo, Alemania y la Segunda Guerra, son los más poderosos” Al escuchar a Juan, con estos pensamientos como si fueran propios, quizás acentuados por ser un niño pequeño de estatura y contextura, tengo la impresión de estar frente a un portavoz de conflictos de otra generación. La historia de las generaciones que lo anteceden se desplegará en las entrevistas con sus padres. Juan está inmerso en una guerra ajena, no escrita aún como su historia y por ende es para él ilegible, de letra muy fea. Le pregunto que le gusta, y me responde “A mí me gusta jugar, me gusta dibujar”. Le ofrezco hojas y lápices y dibuja el país de la imaginación. En la mitad superior de la hoja están los super héroes, llenos de armas y poderes, blindajes en sus cuerpos, armas, escudos, bocas enormes, orejas sobresalientes, ojos biónicos, manos ágiles y entrenadas. En la mitad inferior, minúsculo hombrecitos que intentan parecérseles, pero cuya indefensión e insuficiencia es evidente. Los de abajo están mal hechos y sin terminar. A algunos le faltan pedazos de cuerpo. A otros le faltan los límites, lo cual hace de ellos cuerpos irreconocibles y deformes. Juan dice sobre su dibujo “Cuanto más realistas, más miedo me dan, porque te pueden sorprender. Me olvido que son imaginarios, que son simples muñequitos”.

Ya en tratamiento y luego de unos meses, me cuenta una pesadilla que tuvo esa semana “Soñé que me convertía en un juguete. Una bruja convertía a todos en juguetes, muñecos y muñecas. Lo envenenaba a Dios y se apoderaba del planeta. Quería matarlos a todos. Le pregunto en qué juguete lo convirtieron a él. “En un lego. ¿Viste que los legos son los que más se parecen a nosotros?” Juan fue traído a consulta por crisis de angustia, problemas de aprendizaje, de conducta, reacciones desmedidas, caprichos, miedos, pesadillas. Duerme aún con sus padres, tiene terror a Chucky. Vive obsesionado, lo ve en todas partes. Su madre, para que no tuviera miedo a los juguetes, un día le hizo elegir los que más le gustaban, que eran los que más miedo le daban y los tiró por el incinerador. Este caso es de hace muchos años, cuando había incinerador.

El padre dice “Me ventajea, se hace el boludo, busca zafar. Todos lo ven bueno y simpático, lo quieren mucho, pero en casa muestra su verdadera cara”. Tengan presente la historia de Chucky. “Para mí lo que está bien está bien; lo que está mal hecho, está mal. La verdad es una sola. Ya me di cuenta que él nunca va a poder hacer todo bien. Juan nació prematuro, sietemesino, con bajo peso y estuvo 2 meses internado, con crisis de ahogo desde las 48 horas de vida, por vago, porque era el más quejoso de los prematuros”.

Siempre tuvo problemas: disgrafias, dislexias, dispraxias. Le sugirieron que haga permanencia en sala de 5, con 7 años empezó a tener neumonitis alérgicas, crisis asmáticas y de ahogo. Tiene terrores nocturnos. A esa edad él cambió de escuela, porque según los padres no se esforzaba por nada y él le había tomado el tiempo a la maestra, de la que dice el padre “A esa no va a poder dibujarla”. Muda o bulliciosa.

El estado angustioso puede llegar a ser un llamado de auxilio o una demanda de respuesta, pero solo si se lo escucha y se lo registra como tal. Sin embargo, el estado angustioso en un niño no necesariamente requiere tratamiento. Precisar y diferenciar esta cuestión en las entrevistas preliminares constituye una intervención clínica y yo diría, también a la hora de pedir una consulta desde la escuela. La angustia puede presentarse frecuentemente, de varias maneras: muda, ciega, sorda. Suele pasar desapercibida para muchos educadores, padres y pediatras. O bien hacer ruido y mostrarse bulliciosa, despertando una y mil noches, atropellando o invadiendo espacios o no pudiendo entrar o salir de ninguno, resistiendo a los aprendizajes primordiales y los controles de los circuitos pulsionales, transformando los intercambios con el Otro en pesadilla. Hastío, promoviendo la curiosidad y el deseo de saber, impidiendo el juego y su desarrollo.

Una de las caras preferidas de la angustia en la infancia es el aburrimiento. Se instala en la escena del mundo cotidiano infantil, trae berrinches, tristezas, apatías, confundiendo al principiante o al avezado. La angustia tiene una función paradojal, por ello debemos diferenciar si está en posición de motor y facilitador o en la posición que llega a poner al sujeto en cuestión para que se caiga y quede fuera de juego. Es importante recordar que los llamados estados angustiosos de la infancia son constituyentes y constitutivos y universales. La función de la angustia enfrenta a una situación paradojal. Por un lado se trata de sostener la angustia porque así tiene la chance de transformarse en angustia constitutiva y constituyente y relanzar la función del deseo. No se trata de sostener la angustia, sino de su función. Si la respuesta a la angustia no se da simbólicamente, “tranquilo, nada te va a pasar a ti”, función materna o “Dar al que pierde”, función paterna, una de las respuestas psíquicas posibles es el desarrollo de una fobia, como recurso de salida constitutiva para la angustia del niño.

La construcción y el desarrollo de una fobia es una de las respuestas defensivas inconscientes para los fenómenos de lesión, corte, suspensión, interrupción o herida del juego primordial en la infancia. En el juego, el niño se hace de un yo invulnerable, de un cuerpo seguro y protegido por el sentimiento heroico, por las condiciones de no-peligro real que el juego implica. Por ejemplo, allí el fantasma de su muerte en su interior no será peligroso, será inofensivo ya que en el juego puede procurarse su desaparición, su ausencia. Puede perderse y volver a presentarse sin peligro de muerte efectiva o ausenci definitiva. En el juego, el hilo que lo aguanta, lo separa y lo une a la vida, al Otro real del que depende absolutamente, puede sufrir corte, heridas, mutilaciones, desgarramientos, una y otra vez de nuevo, sin que la amenaza real e imaginaria de la separación y sus peligros se realice.

En el juego, podrá entrenarse para la soledad, corriendo todo tipo de pesares injustos, victorias, pesares, derrotas, desamparos, proezas, ya que “eso no puede pasarte a tí, es solo un juego”. Los bordes del juego funcionan como límite y protección frente al afuera del juego y del cuerpo. En el caso de Juan, hay un juego primordial lesionado, cortado, interrumpido y el niño cae expulsado del campo imaginario, al cual se reintegra gracias a la fobia y sus construcciones.

Juan actualmente sigue en tratamiento, intentando dibujarse con trazos y bordes amables, ya que puede soportar perder alguna que otra batalla sin que corra riesgos su integridad yoica.

Comparemos con el caso Juanito. En el caso de Juanito, Lacan dice “No se tiene en ningún momento la impresión de una producción delirante. Lo que es más, tenemos la clara impresión de una producción de juego. Es incluso tan lúdica que el propio Juanito tiene alguna dificultad para concluir y mantenerse en la vía de lo que ha tomado, por ejemplo, esa historia magnífica, la de la cigüeña y su intervención en el nacimiento de su hermana Anna. Entonces es capaz de decir, además después de todo ‘No crean en lo que acabo de decir, es solo un juego’”. Por una parte Juan queda excluído, cae de la situación, es expulsado por su hermana. Por otra parte, el falo interviene bajo una forma distinta. Esto plantea el difícil problema del orgasmo en la masturbación infantil, dice Lacan. Ahí dice: la angustia surge cuando el niño se ve, se siente que de pronto podría quedar fuera de juego. Se ve de pronto caído, o al menos ve que puede caer de su función de metonimia del falo y se imagina como una nulidad. Recuerdan el famoso dicho materno acerca de que el pene de Juanito era una porquería y recuerden la interpretación acerca de que esta significación se generaliza, deja de ser parcial y pasa a ser emblema del ser de Juanito. Justamente ustedes saben que la sede de la angustia es el yo, y esta pone en cuestión al ser. El peligro justamente es el de la desintegración del ser.

Lo que Freud llama angustia automática, podríamos decir que se trata de que la angustia anticipa un peligro por venir. La función de la angustia es absolutamente paradojal y aquel que piensa que si un niño está angustiado está inventando, merece al menos ubicarlo en un lugar de interlocución. La angustia se anticipa a un peligro por venir, no es ante la pérdida, sino ante el peligro que esa pérdida pueda llevarle o conllevarle a la persona.

En la que Freud ubica como angustia automática se trataría de una angustia que:

- desborda los disques del aparato psíquico, que es desbordante.

- Es inesperada, sobreviene de pronto, se siente fuera de juego. Es súbita.

- El aparato del psíquico del ser se siente avasallado.

- Está en relación a lo traumático, es frente al peligro de desintegración absoluta. Es del orden del traumatismo del yo.


Deja sin recursos.

En la angustia que Freud describe como señal de alarma:

- Hay anticipación del peligro.

- Se trata de perder algo valioso para el ser, pero no todo el ser.

- A esta posición la podemos pensar desde lo que los psicoanalistas ubicamos como el núcleo del complejo de Edipo, que es el complejo de castración.

- Es la angustia de castración, organizadora de la neurosis.

Lacan dice que la angustia es un nombre real del padre, uno de los nombres reales del padre, porque precisamente tiene la función, si se la sabe escuchar y si responde simbólicamente, de permitir un corte y diferencia con aquel peligro de ser tomado como el objeto que realice el deseo del Otro y sin poder zafar de esta trampa, trampa que por suerte y por desgracia estamos permanentemente ofrecidos, porque del campo del Otro depende nuestra constitución.

Entonces, Juanito comienza a medir la deficiencia existente entre lo que puede dar y aquello por lo que es amado. Desde el momento que existe también como real, no tiene remedio. Entonces se imagina como distinto que lo deseado esperado y en esta medida queda expulsado del campo imaginario. En la historia de Juanito podemos ubicar la emergencia de su angustia: cuando eso, un goce extraño, amenaza con forzarlo a convertirse él o una parte de su cuerpo, en lo que debe entregarle al Otro en su exigencia de satisfacción. Es allí donde la demanda del Otro pierde su posición ética y aparece como exigencia gozosa.

En la fobia, no hay juego propiamente dicho, pero puede haber distancia, ya que se trata de un sustituto del padre que lo defiende del peligro de ser devorado realmente por el insaciable materno. El síntoma fóbico se configura en el lugar de un juego primordial significante fallido con el padre como juego y jugado como síntoma. Recordemos que el juego preferido anterior a la fobia de Juanito era el que jugaba con su padre a montar el caballito. Ese juego, montar el caballito, es interrumpido y rechazado por Juanito cuando aparece la angustia previo al desarrollo de la fobia. Juanito escapa de este juego y solo es retomado cuando la fobia a los caballos cede.

Hoy, tanto del lado de Juanito como el de Juan (el primer niño), hay un juego primordial lesionado, cortado, interrumpido. El niño está expulsado del campo imaginario al cual se reintegra gracias a sus construcciones, a las cuales el DSM etiqueta como patología, muchas de las cuales sabemos que no lo son, sino que al tomarlas como tal estamos contribuyendo a abrir la brecha a caídas en lo real del niño y abriendo la puerta al autismo y psicotizaciones para él.

La angustia es un afecto. En el seminario VI, El deseo y su interpretación, Lacan nos dice que el afecto es algo que se connota en una cierta posición del sujeto por su relación al ser en tanto que en el interior de ese simbólico representa una irrupción de lo real perturbador. Es decir, el afecto se presenta en relación al ser como un real perturbador y se encuentra en el interior de lo simbólico, interrumpiéndolo, poniéndolo en cuestión, haciéndolo vacilar.

Al comienzo, recordemos que en la obra de Freud angustia y dolor no están diferenciados. En el lactante, angustia y dolor no están diferenciados. Solo más tarde, dice Freud, cuando se produce una novedad, pueden diferenciarse. ¿Cuál es esta novedad que debe llegar a advenir y que no va de suyo que llegue a hacerlo? La novedad es la representación, la construcción de la representación del objeto madre. Esto quiere decir que no va de suyo que los bebes tengan mamá, aunque haya una señora que se ocupe muy amorosamente de él, o un señor y muchos otros. M es la función madre, una posición simbólica que debe llegar a advenir para el bebé. Al comienzo, hay un otro real, debe llegar a posición de un Otro simbólico para el lactante. Y es interesante en este primer tramo, porque fíjense como el juego es lo que permite este pasaje de otro real a un Otro simbólico.

Dice Freud que la angustia y dolor parecerían estar al comienzo conjugados, luego se dividen. El lactante aún no puede precisar la diferencia entre la ausencia transitoria y la pérdida duradera. Hacen falta repetidas experiencias consoladoras hasta que aprenda que una desaparición suele seguirle una reaparición. La madre hace madurar ese discernimiento tan importante para él ejecutando el familiar juego de ocultar su rostro ante el niño y volverlo a descubrir para su alegría. De este modo, puede sentir entonces una añoranza no acompañada de desesperación. Desde el nacimiento, repetidas situaciones de satisfacción han creado al objeto madre, que ahora cuando despierta una necesidad, experimenta una investidura intensa que ha de llamarse añorante. Y a esta novedad es necesario referir y precisar el dolor y su reacción.

Entonces, la verdadera reacción de un hombre frente a la pérdida es el dolor. Y el trabajo psíquico que responde para poder amortiguar el dolor frente a una pérdida y el agujero que inscribe en lo real dicha pérdida, es el duelo. Entonces, la angustia en Freud anticipa un peligro por venir. En Lacan, este peligro por venir tiene un nombre preciso, y es que falta la falta. Es decir, que falte aquello que nos humaniza, que son las leyes del lenguaje y que entonces sea posible aquello que dichas leyes prohíben e imposibilitan: lo incestuoso y el asesinato primordial.

El dolor es la reacción frente a la pérdida; la pérdida del objeto, no cualquiera duele. Estamos de duelo por la pérdida de algo significativo, significante para cada uno y para cada quien. Pero el duelo es aquel trabajo psíquico, simbólico, que nos va a permitir darle una razón y una medida a lo perdido, permitiendo que no todo el ser se pierda, sino algo que sea posible de intentar ser nombrado. Solamente podemos limitar y precisar el dolor, qué nos duele, por qué nos duele, si lo simbólico hace su trabajo.

Ahora bien, ¿cómo el niño hace para poder separarse del Otro -del que depende absolutamente- sin que esto duela? ¿Por qué no le duele? ¿Quién dijo que no le duele? Por supuesto que duele. La angustia sobrevendrá frente a que el peligro de esta separación no se dé. La separación siempre es dolible y aliviadora, cuando se puede llevar adelante. Fíjense que Freud lo dice con todas las letras cuando nos dice que el niño solo puede perderse y perder al Otro en el juego. Solo en el juego y es jugando la pérdida vendrá con un dolor amortiguado. A este dolor amortiguado que la transferencia de afecto y el traspaso de dolor, de angustia y afecto -esto sería lo real del juego-, en el interior de lo simbólico amenaza al juego con perturbarlo o interrumpirlo, pero le va a permitir realizar su duelo. Freud dice, en el poeta o en el creador literario y el fantaseo, en Más allá del principio de placer, que el niño monta de intensidad afectiva a su juego, de grandes e importantes montos de afecto. Se toma muy en serio si juego, aunque no confunde el juego y el mundo que crea en este juego de la realidad efectiva. “¿No ves que es solo un juego?” Pero pregunta Freud, ¿Por qué habría de trasponer al juego lo desagradable, lo impresionante, lo doliente que implica perderse y perderlo al otro? Porque de esta manera puede precisar, acotar, limitar la pérdida y amortiguar y ahorrarse económicamente el dolor. Incluso Freud lo llama casi masoquista al niño, porque ustedes recordarán que en Más allá del principio de placer, cuando Freud se pregunta por que el niño introduce en el juego todo aquello que le haya causado una gran impresión.

¿Por qué el material de juego es lo desagradable, lo displacentero, lo doloroso? Freud dice que de esa manera abreacciona la densidad de la impresión, puesta al servicio de la descarga de la intensidad de la impresión y -es ahí donde yo leo el nudo borromeo en el juego, y el juego como 4° que anuda- el juego abreacciona la intensidad de la impresión, amortigua, hay una transferencia, un traspaso en el monto de afecto hacia el juego y de esta manera el niño se adueña de la situación. Se hace agente de la situación. El juego está al servicio del dominio yoico, es decir, de la reintegración narcisista.

En el juego intervienen componentes del sadismo, que queda como secundario respecto al masoquismo erógeno primario, representante de esta pulsión de muerte que queda fuera del juego, fuera del cuerpo narcísico, quedando dentro del real orgánico. Entonces, el niño monta el juego de afecto. Este traspaso del a en i (a) es lo que los psicoanalistas nos va a permitir un dato clave en el diagnóstico diferencial. Se trata de una divisoria de aguas entre un camino en relación a la neurosis o no. ¿Qué quiere decir el traspaso al juego? Lisa y llanamente, Freud lo dice claramente: el niño se venga, es un vengador, le hace su venganza al compañero de juego, infringiéndole lo vivenciado, lo sufrido en posición de objeto. Recordemos que en Freud el afecto no es reprimible, lo que se reprime son las representaciones. El afecto siempre está a la deriva, desamarrado, entre representaciones psíquicas, haciendo justamente falsos enlaces, traspasos. El juego permite la distribución -y ahí hay una función económica del juego- que pone al afecto a circular, en movimiento. Al mismo tiempo, permite ligar lo no ligado, porque es aquello que va construyéndole puentes al afecto, representantes representativos donde poder ir circulando. De hecho, psíquicamente podemos decir que llamamos a juego a este movimiento de circulación. Hay juego cuando hay circulación afectiva y cuando hay construcción de representaciones para que el afecto circule.

Decíamos que el juego está al servicio de la separación: “¿Dale que yo era…?”. El juego permite no solamente hacer una aparición, además de la censura de la función materna en la medida que se puede adentro del juego en la medida que afuera no, hacer una versión de lo que se era en relación al deseo del Otro, qué objeto libidinal se fue en ese deseo, por eso hay una función analítica en jugar, porque justamente el sujeto construye sus versiones. Pero al mismo tiempo, se separa de eso. “¿Dale que yo era…?”. quiere decir “ya no lo soy”. Permite dar una respuesta a la falta en el Otro. El niño construye versiones, es allí donde decimos que el juego tiene la misma función que la transferencia, es decir, está en función de la separación.

El juego tiene la misma función que el duelo al nivel de la estructura, por eso es que el trabajo del duelo y el trabajo del juego se articulan en la infancia. El juego permite, entonces, perder y perderse, amortiguando el dolor de dicha pérdida, salvaguardando al sujeto de la angustia que le conllevaría quedar atrapado en las fauces del goce del Otro. Es allí donde ubicamos a los niños que no pueden jugar, niños atrapados en las fauces, devorados por el goce del Otro en la psicosis. Es allí donde ubicamos a niños que ni siquiera han entrado en la boca del Otro, el autismo. En ambos, haciendo juego con la propuesta freudiana de Duelo y melancolía, lo he denominado a este campo  “La melancolía en la infancia”. Y he ubicado esta posición como puerta de entrada al autismo y a la psicosis. estas son pasibles de ser modificables y en este trabajo el juego tiene mucho para poder contribuir y permitir como sistema de transformaciones.

Pregunta: ¿Cuál es la incidencia de la tecnología en el juego actual de los niños?
No puedo responderte. El juego clínico no es un juego cualquiera. El juego en la clínica es un juego de transferencia. En ese sentido, los terapeutas, que también son tomados por la transferencia de una manera advertida o inadvertida, al igual que el analista, forma parte de las condiciones de la posibilidad del juego. Es un juego que incluye al analista. Entonces, de qué manera encontrar una llave para construir ese juego, te diría que es una llave del tratamiento de cada uno y cada quien, es una llave absolutamente singular y única. De todas maneras, podríamos decir que lo que un niño viene a jugar o a intentar jugar con el analista es aquel juego que no pudo ser jugado con el campo del Otro primordial. Un juego que no ha podido ser reconocido como juego. Para que advenga el juego depende de la sanción del Otro, que sancione la producción de un niño como lúdica. No va de suyo que algo por si mismo sea lúdico, sino que lo lúdico tiene estatuto de significante, está sancionado desde lo simbólico. Para mi algo puede ser un juego y para vos por ahí no. Justamente, hay algo que no pudo ser jugado por la historia del juego generacional, ahí es donde tenemos que ver el uno a uno y a ese niño que quedó fuera de juego.

En general, los niños que se encaminan hacia la neurosis se trata de juegos forcluidos, no jugados, no reconocidos como tales, que retornan desde lo real en formaciones que en general son denominadas desde lo social como sintomáticas y no va de suyo que lo sean. Es decir, no son reconocidas como juego y se repiten intentando encontrarle la chance a poder ser jugadas. Se trata de otra escena que intenta ser reconocida como tal para poder perderse. Es una otra escena que es conocida en el inconsciente.

Habrá que estar muy atentos a poder pescar cuáles son, el trabajo del analista es un trabajo de construcción, que puede tener efecto de interpretación, pero se trata de construir a partir de indicios, de restos, de significantes no dialectizados en la historia de ese niño, con los que sus Otros primordiales no han podido jugar. Por eso trabajamos con los padres y no solamente con los niños. Trabajamos también, si se puede, con tercer generación y con distintos ambientes como escuelas, pediatras, etc. Por otro lado, en lo que refiere a la construcción de historicidad que el juego permite, a nivel de lo constitutivo yo he propuesto en mi libro, basado en la investigación de mi tesis doctoral, una serie o conjunto de juegos que propongo como juegos unarios infantiles. Es una serie o conjunto de series de juegos constitutivos y constituyentes, matrices lúdicas a partir de las cuales se producen estos trabajos, estos procesos que deben acontecer en la infancia para la construcción del aparato psíquico, la constitución del sujeto y el desarrollo. En general, los niños que van haciendo pasos hacia una posición neurótica, es decir, comunes las atraviesan con más o menos dificultades. En los niños que ubicamos en el campo de la melancolía en la infancia, o no ha podido subirse, o se subió y se bajó. Hay que ver en qué punto se bajó y la distribución de todos sus movimientos. Esta serie permite hacer diagnóstico diferencial, a partir de nosografías propias de la clínica de niños y no de una clínica de adultos aplicada a los niños.

Respecto a los juegos y la tecnología, yo creo que la pregunta es si hay juego o no lo hay. Si hay juego, el juego produce, con los materiales que tiene a disposición, los efectos de subjetividad, con el desarrollo del espacio imaginario con todo lo que esto implica a nivel de la creación y la posibilidad del cuerpo, ya sea que esto se haga con una computadora, con un celular, o se haga con una muñeca. El problema es cuando eso deja de ser juego y pasa a ser tomado por la compulsión a la repetición, no simbólica, sino la real o lo imaginario desanudado a lo simbólico. Mientras que esté al servicio de poder tramitar diferencias, producir oposiciones, poder apropiarse y aprehender… Hay muchos supuestos y prejuicios en relación al uso de la tecnología de la infancia y las gravísimas consecuencias que esto puede llegar a traer. Sin embargo, se ha hecho una investigación muy importante, para mi gusto seria, en Latinoamérica, en donde se ponen a trabajar estos supuestos. Por ejemplo, hay uno de ellos que dice que las nuevas tecnologías han invertido las relaciones de autoridad entre el niño y sus adultos, porque el adulto sabe menos que el niño acerca del manejo de las máquinas. Sin embargo esto no se verifica de ninguna manera, en la medida que lo que produce es la posibilidad de hacer un intercambio diferente. Todo depende de la posición que tenga el adulto respecto al saber.

Si hay adhesividad, si no se puede salir de ahí, si la variabilidad -que es lo que constituye justamente el juego simbólico-, nos invita a pensar las condiciones para poder decir hay juego o no hay juego de manera rigurosa, más allá de lo que para cada uno y desde su fantasma se banque de las producciones de un niño pueda decir “Está jugando” y le está rompiendo la cara a alguien. La sanción es del adulto desde su historia y su fantasma. Más allá de esta cuestión, desde el punto de vista de poder hacer una formalización, una de las condiciones para la posibilidad de que haya juego simbólico es la variabilidad y la posibilidad de soportar la sustitución del objeto, porque no llegamos a hablarlo hoy, pero esta temática se entrecruza por la pregunta por el circuito pulsional y el juego. Entonces, el juego justamente trabaja intentando poner objetos a lo que no puede tenerlo. Por eso, en cada repetición lo único que se produce es la decepción en acto. Lo único que hace el niño, cada vez y otra vez de nuevo es intentar encontrar aquello que no encuentra. Esta es la repetición simbólica, que está al servicio del aprendizaje y la apropiación y la constitución de oposiciones y diferencias. Otra vez de nuevo, aparece el secreto de lo lúdico, según Lacan en el seminario de la identificación, que es lo nuevo.

El juego reclama la novedad. Si se repite de una manera real, es decir, se vuelve siempre al mismo lugar, dejó de ser juego. A mi me parece que la pregunta es por la matriz, es decir, la organización, cómo está estructurada esa matriz y cuáles son las leyes que la estructuran para poder decir si hay juego o pura estereotipia. Ustedes sabrán que hay todo un debate de si se puede hablar de juego normal y un juego patológico. Yo creo que hay juego o no hay juego. Cuando un niño pone en serie y enfila sus autitos por toda la casa y no deja de hacer eso, sin admitir que le toquen o le cambien, los padres pueden decir “le encanta jugar con los autos”. Bueno, yo no llamaría juego a esto. Hay un intento fracasado de hacer juego, que es distinto. Entonces, ¿cómo ayudamos a que eso sea juego? Decir que hay un juego estreotipado o un juego patológico es patologizar al juego. La otra es pensar a un niño que está demandando de una manera silenciosa a un Otro que le permita desarrollar su juego. ¿Con qué trabajamos en el campo de “la gravedad”? Con restos que es muy difícil convertirlos en juguete, pero que es un desafío: mocos, patadas, balanceos, aleteos, estereotipias, arritmias…

Pregunta: -inaudible-
Exacto, esos son los restos, para intentar hacer de eso un juego. Si hay algo que me parece constitutivo de la neurosis es la tramitación desde el juego de las operaciones fundamentales, una de ellas es la separación. Porque el juego, como estamos diciendo, está al servicio de operar la separación de una manera que amortigüe el dolor. Es decir, como dice Freud, de una añoranza sin desesperación. Cuando el niño en el fort-da con su carretel juega a separarse de la madre (Lacan dice que el carretel no es tanto el representante de la madre, sino que él sea el que se separa como objeto del Otro), el punto es que él juega a esta separación de la madre, mientras espera a que la madre le venga a dar de comer, porque si no viene la madre a darle de comer, se muere. Entonces, sigue la dependencia. En el mientras tanto, practica cómo separarse a futuro, entre otras cosas. Esto va constituyendo neurosis, esto es lo que no pueden hacer los niños que no están subidos a este escenario del juego, al que denomino melancolía como campo.

lunes, 4 de marzo de 2019

Tedio, spleen y aburrimiento: “Es lo que hay”

Fuente.
En la era de la hiperactividad, el mandato prohíbe aburrirse. Pero el aburrimiento irrumpe a pesar de que se recurre a artificios cada vez más extravagantes. El aburrimiento entonces muestra la punta por la que asoma la huida de la angustia como modo de rechazarla.
Me quedé dormido leyendo un libro aburrido, 
y entonces me puse a soñar que estaba leyéndolo, 
así que desperté de puro aburrimiento.
Heinrich Heine
La cuestión del aburrimiento mantuvo despiertos y entretenidos a no pocos. Desde la filosofía hasta la sociología, desde la literatura hasta el psicoanálisis, el aburrimiento –y sus distintos matices– ha ocupado la escena en diferentes momentos sin dejar de suscitar interrogantes. Son muchos los que se han dispuesto a escrutar esta especie de peste que atravesó las distintas épocas de la historia. Ahora bien, resulta fundamental poder, si no definirlo, al menos pesquisar sus diferencias con el tedio y con el spleen. Podemos encontrar en la literatura una rápida diferenciación: Meursault, el protagonista de El extranjero de Camus, sufre de tedio existencial; mientras que Emma Bovary, la protagonista de Madame Bovary de Flaubert, está aburrida de y en su matrimonio, de y en su vida de provincia. Basta leer ambas novelas para saber qué efectos y qué devenir se producen en uno y otro caso.