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viernes, 25 de julio de 2025

Fobias en las psicosis: cuando el miedo sostiene una defensa frente al Otro

 Por Lucas Vázquez Topssian

La fobia ha sido pensada clásicamente como una formación neurótica: un síntoma que condensa el deseo y el peligro, organizando la angustia alrededor de un objeto fobígeno que permite cierto control sobre lo intolerable. Sin embargo, en la clínica psicoanalítica también encontramos fenómenos fóbicos en las estructuras psicóticas, y su lógica difiere notablemente de la neurosis. En lugar de representar un sustituto de lo reprimido, en la psicosis la fobia puede operar como un recurso defensivo frente a un Otro sin mediación simbólica.

En la neurosis, el objeto fóbico —como el célebre caballo del pequeño Hans— toma el lugar de un significante paterno reprimido. Mediante la fobia, se sostiene una distancia con aquello que causa angustia, pero dentro de un marco simbólico organizado por la metáfora paterna. El objeto fóbico tiene así un valor representacional, es decir, se inscribe en una cadena de sustituciones significantes.

Pero en la psicosis, como planteó Lacan en su Seminario 3, no hay represión sino forclusión: el significante del Nombre-del-Padre no ha sido inscrito en el campo del Otro. El resultado es un desencadenamiento que pone al sujeto ante un goce intrusivo, invasivo, sin ley ni mediación. En este contexto, la aparición de una fobia puede cumplir una función crucial: no como sustituto, sino como suplencia precaria, como borde simbólico que introduce un límite al empuje del goce del Otro.

En algunos casos psicóticos, el objeto fóbico permite sostener una separación con el campo del Otro, funcionando como un “pararrayos” frente a la irrupción del real. No se trata de un objeto que remita a una cadena de significantes, sino de un punto de tope, de anclaje topológico. Su función es menos representacional que estructurante.

Desde esta perspectiva, la fobia en la psicosis no debe interpretarse ni “hacer hablar”, como en la clínica neurótica. Por el contrario, muchas veces conviene respetar su función estabilizadora, sostener su valor defensivo, y evitar intervenciones que desarmen lo poco que anuda. Tal como han desarrollado autores como Maleval o Soler, el trabajo analítico con psicosis debe orientarse a favorecer invenciones suplementarias que permitan mantener cierta estabilidad subjetiva frente a un real sin bordes.

La fobia, entonces, en tanto fenómeno clínico, no se agota en el campo de la neurosis. Cuando aparece en la psicosis, lejos de ser un síntoma a tratar directamente, puede ser la forma singular que el sujeto ha encontrado para sostener una distancia mínima y vital con un Otro que amenaza con volverse absoluto. Y en esa función, el miedo —tan temido— puede volverse, paradójicamente, un aliado del sujeto.

viernes, 18 de julio de 2025

Sujetos de la deuda: la incidencia del neoliberalismo en "El juego del calamar".

Lucas Vazquez Topssian

En El malestar en la cultura (1930), Freud señala que toda cultura se funda sobre la renuncia pulsional. Esta renuncia, exigida por el Otro social (la Ley, las normas), genera culpa. Y esta culpa es muchas veces inconsciente: no es por algo que el sujeto haya hecho, sino por haber deseado, incluso sin saberlo. Se trata de una culpa inconsciente, ligada al superyó. Esta culpa se puede leer como una deuda simbólica con el Otro: se le debe haber renunciado, se le debe obediencia, se le debe un sacrificio.

En Tótem y tabú (1913), en el mito del padre de la horda, el parricidio del padre originario genera una culpa transmitida entre generaciones. Los hijos matan al padre, lo comen y luego lo veneran mediante la instauración de la Ley y el tabú del incesto. Esa culpa heredada es una deuda simbólica que se paga a través de la Ley: el superyó, la moral, la prohibición del incesto.

Lacan retoma y reconfigura esta noción en su lectura estructuralista del sujeto, donde podemos rastrear aspectos de "la deuda".

En el seminario "Los escritos técnicos de Freud" (1953-54), y más claramente en "El seminario 4: La relación de objeto" (1956-57), Lacan presenta la deuda simbólica como aquello que surge del ingreso del sujeto en el campo del lenguaje. Se trata de la deuda con el Nombre del Padre.

Cuando el sujeto accede al orden simbólico, lo hace al precio de una pérdida: queda alienado en el significante, pierde algo de su ser. La castración simbólica implica que se le debe algo al Otro: no se es sino a través de ese Otro. La deuda es entonces el efecto de la castración simbólica: el sujeto se constituye debiéndole su ser al Otro del lenguaje.

Se trata de una deuda que no se puede saldar, no es algo que se paga como una cuenta. Es infinita, estructural: no se trata de un acto pasado, sino del hecho mismo de estar marcado por el significante. Por eso, en el Seminario 7 (La ética del psicoanálisis), Lacan vincula esta deuda con la imposibilidad de realizar el goce, con la falta estructural, y también con lo Real.

Veamos un caso mínimo...

Un paciente que se siente constantemente en deuda con sus padres, o con la sociedad, puede estar expresando una forma desplazada de esa deuda simbólica. El análisis no busca que "pague" esa deuda, sino que se subjetive respecto a ella: ¿de qué se siente culpable? ¿Qué cree que el Otro le exige? ¿Cómo responde su deseo a esa falta estructural?

Incidencia de la época

Ahora bien: Existe una correlación muy sugerente y potente entre la deuda simbólica estructural del sujeto y la forma en que la economía contemporánea se organiza en torno al régimen de deuda. Esta relación fue explorada por varios autores contemporáneos (como Lazzarato, Dardot & Laval, o Zizek), y permite pensar cómo la estructura del psiquismo en el campo del Otro simbólico encuentra una suerte de eco o refuerzo en el lazo social actual.

Como dijimos antes, para Lacan, el sujeto está estructuralmente en falta, castrado por el lenguaje, y esa falta se traduce como una deuda simbólica con el Otro. Es una deuda impagable, no cuantificable, ligada al deseo y a la imposibilidad de completarse. Esta deuda es el efecto de haber sido hablado, deseado, significado: el sujeto le debe su ser al significante.

En el capitalismo financiero actual, especialmente desde los años 70 en adelante, la deuda se ha convertido en una lógica central de producción de subjetividad. Esto se ve en:

  • Endeudamiento de los Estados (crisis de deuda, FMI, default).

  • Endeudamiento de las personas (créditos, tarjetas, hipotecas, billeteras virtuales).

  • Interiorización de la deuda: el sujeto se auto-responsabiliza por su fracaso, se culpa si no rinde, si no “invierte bien” su tiempo o cuerpo.

Se configura así una subjetividad del "empresario de sí mismo", que se debe a sí mismo ser productivo, exitoso, sano, feliz. La culpa no proviene del superyó freudiano clásico, sino del mandato de rendimiento y de una deuda moralizante que nunca se salda (Byung-Chul Han lo describe como la era del “sujeto del rendimiento” agotado por su propia autoexplotación).

De esta manera, podemos decir que el capitalismo actual explota esa deuda estructural, la captura, la convierte en deuda económica o moral, y la reintroduce en el circuito del goce y el consumo. Así, el sujeto queda preso entre una deuda simbólica imposible de saldar y una deuda económica interminable que lo obliga a rendir constantemente.

Ejemplo clínico 
Un paciente que dice: “Nunca es suficiente lo que hago. Siempre siento que le debo algo a alguien: a mi jefe, a mi pareja, a mis padres, al mundo”… está encarnando esa doble inscripción de la deuda: simbólica (inconsciente) y económica/social (ideológica). En este punto, el análisis puede ayudar a separar la deuda simbólica del superyó neoliberal, abrir un espacio para que aparezca el deseo propio.

En conclusión, podemos pensar una correlación profunda entre la deuda simbólica estructural y la forma de dominación actual basada en la deuda financiera y moral. El neoliberalismo no inventa la deuda subjetiva, pero la instrumentaliza y exacerba, atrapando al sujeto en una espiral de rendimiento, culpabilización y autoexigencia.

El juego del calamar
El juego del calamar (Squid Game, 2021) es una obra que encarna con crudeza y precisión la lógica contemporánea de la deuda y, al mismo tiempo, pone en escena su dimensión simbólica, ética y subjetiva. Es una ficción que dramatiza cómo la deuda —económica, moral, social— puede ser el eje organizador de un orden social que empuja al sujeto hasta la desubjetivación y la muerte

La deuda organiza toda la trama de esta serie: todos los personajes aceptan participar en el juego mortal porque están endeudados. Pero no se trata solo de una deuda financiera; hay algo más: algunos deben dinero a bancos o prestamistas. Otros están moralmente endeudados con sus familias (hijos, madres, parejas). Algunos tienen una deuda simbólica con su propio fracaso: no estar a la altura de una expectativa social (éxito, masculinidad, rol filial).

El juego aparece como una forma de redención ante esta deuda —como si ganando pudieran “salvarse”, “reparar” o “comenzar de nuevo”. Pero lo que se pone en juego es la vida misma. El costo del “pago” es la existencia.

El juego condensa la lógica del capitalismo tardío.  Por ejemplo, todos compiten individualmente, aunque se forman lazos transitorios. Se promueve el mérito, es decir, gana quien “más se esfuerce” (pero el juego es absolutamente desigual, hombres contra mujeres, ancianos contra jóvenes, etc). El espectáculo de la violencia es consumido como entretenimiento por los ricos (la élite internacional que observa los juegos). En la serie hay una remisión al goce obsceno del Otro: hay un superyó que manda “¡goza!”, incluso con la muerte del otro. Se trata de una economía del goce sin ley, sin falta, donde el deseo ha sido sustituido por la pura acumulación o supervivencia.

A finales de la primera temporada y comienzos de la segunda, vemos que el protagonista, Gi-hun, gana. Tiene el dinero. Pero no puede usarlo. Su subjetividad queda capturada por algo que no se paga con plata: no puede ver a su hija, no puede cuidar a su madre; tampoco puede volver a su vida anterior ni fundar una nueva. La deuda simbólica reaparece: no es la deuda económica la que lo traba, sino una falta más radical. El dinero no salda el duelo, el sufrimiento, la traición, el haber sobrevivido. Como en Lacan: la deuda real no se paga.

En general, el juego de la serie dramatiza que el lazo social actual está montado sobre la competencia, la exclusión, la autovaloración, y el espectáculo de la caída del otro. Pero hay momentos donde los personajes resisten: forman alianzas, se cuidan. Algunos se sacrifican. Surgen lazos que no están mediados por la lógica del mercado. En esos momentos, aparece la ética del deseo, no del cálculo. Son interrupciones del orden neoliberal. Pero la serie muestra que el sistema tiende a reabsorber esas líneas de fuga.

Desde una perspectiva clínica, El juego del calamar muestra cómo el sujeto contemporáneo está saturado de deudas, que se inscriben tanto en el cuerpo como en el psiquismo:

  • Siente que debe algo que no puede nombrar.

  • Sufre un mandato de éxito o redención.

  • A menudo, el fracaso no genera duelo, sino vergüenza, auto-odio, impulsos suicidas.

En este contexto, el análisis puede abrir un espacio para separar las deudas reales de las simbólicas, para sustraer al sujeto del imperativo de pagar con su vida o con su cuerpo lo que no debe ser pagado.

El juego del calamar es una metáfora brutal del sujeto atrapado en la lógica contemporánea de la deuda, donde lo simbólico ha sido eclipsado por una economía de la cuantificación, del rendimiento y del espectáculo. Sin embargo, la serie también deja entrever un resto humano: la amistad, el duelo, la ética, el deseo. Y ese resto es lo que hace posible una respuesta que no sea la repetición.

viernes, 4 de abril de 2025

Eris en la pareja: cuando el amor enloquece

En la clínica psicoanalítica no es raro recibir pacientes desbordados, enloquecidos por amor. Sujetos angustiados, celosos, consumidos por la sospecha, por la incertidumbre, por el lugar borroso que ocupan en la vida de alguien más. En esos relatos, la figura del partenaire suele estar marcada por un rasgo particular: ambigüedad, contradicción, una constante generación de dudas. Sin embargo, pocas veces se detiene la mirada clínica en el factor enloquecedor que ciertas personas parecen encarnar en sus relaciones.

Hay quienes, en el lazo amoroso, parecen funcionar como verdaderos operadores de discordia. Fomentan sospechas, deslizan mensajes contradictorios, oscilan entre la cercanía y el desdén, no terminan nunca de aclarar qué lugar ofrecen al otro. Y lo hacen, muchas veces, con una sonrisa pulida, como si nada tuvieran que ver con el sufrimiento que se desata a su alrededor.

Actúan como si estuvieran por fuera del conflicto, amparados en una posición de supuesta transparencia moral. En términos hegelianos, se podría decir que encarnan la figura del alma bella, aquella que se mantiene impoluta en apariencia, pero que no asume la responsabilidad por las consecuencias que produce.

En no pocos casos, estas figuras recuerdan a Eris, la diosa griega de la discordia, aquella que siembra el caos con elegancia, dejando a los demás atrapados en luchas insensatas. En las parejas, la presencia de una "Eris" no siempre es evidente, porque el foco suele estar puesto en quien consulta: quien sufre, quien se desborda, quien pierde la razón. Pero parte del trabajo clínico implica justamente despejar el campo de lo evidente para situar lo que queda opacado: las contradicciones del partenaire, su participación activa en la escena.

Ubicar estas zonas opacas, donde el discurso del otro resbala o se desdice, puede ser crucial para que el analizante comience a salir del laberinto del enloquecimiento. Porque cuando el amor enloquece, más allá del sufrimiento, suele haber un enigma estructurado por dos: uno que se desborda... y otro que, quizás sin saberlo, se dedica a agitar las aguas.

sábado, 25 de marzo de 2023

Coordenadas de la venganza

Por Lucas Vazquez Topssian

Tomemos una escena clásica del barrio porteño de Nuñez durante cualquier evento que ocurra en la cancha de River, ya sea un recital o un partido de fútbol: autos estacionados en cualquier parte y los vecinos, que ante los inconvenientes que les generan los autos en las entradas de sus casas y la ausencia de medidas de seguridad efectivas, terminan a veces cometiendo actos vengativos como este:



La discusión, entonces, se instala en las redes... ¿Quién tiene razón? ¿El conductor que no respeta los espacios o el vecino vengativo? Poco se dice sobre el Estado ausente, pero pronto otra noticia llega y el debate público se traslada hacia otra cosa.

El tema de la venganza es sumamente interesante para la clínica. En este blog le hemos dado vueltas al tema, porque no son pocos los pacientes que fantasean con la venganza. Por suerte, menos son los que las llevan a cabo, con las implicaciones que ello tiene. De esta manera, una vez más...

¿Qué es la venganza?

La venganza se refiere a tomar represalias o dañar a alguien como respuesta a una ofensa o daño que nos han causado. La venganza se basa en la emoción de la ira, el resentimiento y la necesidad de hacerle pagar a alguien por lo que ha hecho. La venganza suele ser una respuesta impulsiva y no siempre está justificada.

Por otro lado, la justicia se refiere a un conjunto de valores y principios que buscan establecer el equilibrio y la igualdad en las relaciones sociales. La justicia se basa en la idea de que todas las personas tienen los mismos derechos y deberes y que todos deben ser tratados de manera justa e imparcial. La justicia implica aplicar las leyes y normas de manera equitativa, sin importar la posición social o económica de la persona.

Aunque la venganza puede parecer una forma de hacer justicia, en realidad no lo es. La justicia implica seguir procedimientos legales y establecer medidas justas y equitativas para todas las partes involucradas. La venganza es una respuesta emocional que a menudo conduce a la violencia y al caos.

De esta manera podemos decir que la venganza y la justicia son conceptos diferentes. Mientras que la venganza se basa en la emoción y la necesidad de hacer daño a alguien en respuesta a un daño recibido, la justicia se basa en la idea de equidad y equilibrio en las relaciones sociales, y busca establecer medidas justas e imparciales para todas las partes involucradas.

La venganza era un tema importante en la cultura griega antigua, y muchos escritores y filósofos griegos se ocuparon de este tema en sus obras. La idea de la venganza estaba estrechamente relacionada con el concepto de justicia en la cultura griega, y se consideraba que la venganza era una forma legítima de hacer justicia en muchas situaciones.

En la cultura griega antigua, se consideraba que la venganza era una forma de restaurar el equilibrio en una situación en la que se había cometido una injusticia. La venganza era vista como una respuesta legítima a la ofensa, y se creía que ayudaba a mantener el orden social y a evitar la violencia y el caos.

Algunos de los escritores griegos más importantes que trataron el tema de la venganza incluyen a Homero, Esquilo y Sófocles. En sus obras, se presentan muchos ejemplos de personajes que buscan venganza por una ofensa sufrida, y se explora el impacto que la venganza puede tener en las personas y en la sociedad en general.

En la filosofía griega, también se discutió la cuestión de la venganza. Platón, por ejemplo, argumentaba que la venganza era una respuesta inapropiada a una ofensa, y que la justicia debía ser buscada a través de medios legales y racionales. Aristóteles, por otro lado, creía que la venganza podía ser una forma legítima de hacer justicia en ciertas situaciones, siempre y cuando fuera proporcionada y justa.

De esta manera, la venganza era un tema importante en la cultura griega antigua, y se consideraba una forma legítima de hacer justicia en muchas situaciones. Los escritores y filósofos griegos exploraron la cuestión de la venganza en sus obras, y presentaron diferentes puntos de vista sobre su uso y sus implicaciones.

Los romanos también tenían una comprensión compleja de la venganza y su relación con la justicia en la sociedad. En la antigua Roma, la venganza se consideraba una forma legítima de hacer frente a una ofensa o una injusticia, pero también se enfatizaba la importancia de la moderación y la proporcionalidad en la búsqueda de la venganza.

El derecho romano reconocía el derecho de la víctima a buscar venganza por sí misma en ciertas circunstancias, pero también proporcionaba una estructura legal para la búsqueda de la justicia. La Ley del Talión, que establecía la idea de una "pena equivalente" por una ofensa, fue una característica importante del derecho romano y de muchas otras culturas antiguas.

En la literatura romana, se pueden encontrar muchos ejemplos de la venganza y su relación con la justicia. La obra de teatro "La venganza de Medea" de Séneca, por ejemplo, explora la cuestión de la venganza y su impacto en las personas y la sociedad en general. Otras obras como "La Odisea" de Homero y "La Eneida" de Virgilio también presentan personajes que buscan venganza por una ofensa sufrida.

En la filosofía romana, se puede encontrar una discusión interesante sobre la venganza en las obras de filósofos como Cícero y Séneca. Cícero, por ejemplo, argumentaba que la venganza debía ser moderada y justa, y que era importante buscar la justicia a través de los canales legales adecuados. Séneca, por otro lado, enfatizaba la importancia de la virtud y la sabiduría en la búsqueda de la justicia y la venganza.

En resumen, en la cultura romana la venganza se consideraba una forma legítima de hacer frente a una ofensa o una injusticia, pero también se enfatizaba la importancia de la moderación y la proporcionalidad en la búsqueda de la venganza. Tanto en la literatura como en la filosofía romanas, se exploró la cuestión de la venganza y su relación con la justicia en la sociedad.

El cristianismo, desde sus orígenes, ha enseñado que la venganza no es un comportamiento adecuado para los seguidores de Jesús. En el Nuevo Testamento de la Biblia, Jesús enseña que la justicia no debe ser buscada a través de la venganza, sino a través del amor, el perdón y la compasión hacia los demás.

Jesús dijo en el Sermón del Monte: "Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa" (Mateo 5:38-40).

San Pablo, uno de los apóstoles de Jesús, también enfatizó la importancia del perdón y la compasión en lugar de la venganza. En la carta a los Romanos, escribió: "No paguéis a nadie mal por mal; procurad hacer lo bueno delante de todos los hombres" (Romanos 12:17).

El concepto cristiano de la justicia se basa en la idea de que Dios es el juez final y que él juzgará a todos en el momento adecuado. Leamos aquí la introducción de un Otro tercero. En lugar de buscar la venganza, los cristianos son llamados a confiar en la justicia de Dios y a trabajar para construir una sociedad más justa y amorosa.

En resumen, el cristianismo enseña que la venganza no es un comportamiento adecuado para los seguidores de Jesús y que la justicia debe buscarse a través del amor, el perdón y la compasión hacia los demás. Los cristianos creen que Dios es el juez final y que la justicia es responsabilidad de Dios, no del ser humano.

Ya en la edad media, San Agustín, uno de los más influyentes pensadores cristianos de la historia, abordó el tema de la venganza en sus escritos. Él enseñó que la venganza es un acto de orgullo y no es compatible con los principios cristianos de amor y perdón.

San Agustín argumentó que la venganza no es una forma de justicia, sino que es una respuesta emocional a una ofensa. Según él, la justicia debe ser buscada no para satisfacer nuestros deseos de venganza, sino para corregir y prevenir futuros daños.

En su obra "La ciudad de Dios", San Agustín afirmó que la venganza es un comportamiento propio de aquellos que no tienen esperanza en Dios y en su justicia. Él argumentó que los cristianos deben confiar en la justicia de Dios y en su capacidad para juzgar adecuadamente a los malhechores.

San Agustín también enseñó que el perdón es esencial para los cristianos, y que debemos perdonar a aquellos que nos han ofendido, incluso si ellos no nos han pedido perdón. El perdón es una forma de imitar a Dios y de ser liberados del dolor emocional causado por la ofensa.

En resumen, San Agustín enseñó que la venganza no es compatible con los principios cristianos de amor y perdón, y que la justicia debe buscarse no para satisfacer nuestros deseos de venganza, sino para corregir y prevenir futuros daños. Él enfatizó la importancia del perdón como una forma de imitar a Dios y de ser liberados del dolor emocional causado por la ofensa.

Santo Tomás de Aquino, otro importante pensador y teólogo cristiano, también abordó el tema de la venganza en sus escritos. En su obra "La Suma Teológica", Santo Tomás argumentó que la venganza no es un acto justificado por sí mismo, sino que puede ser justa en ciertas circunstancias.

Según Santo Tomás, la venganza es justa cuando se busca como un medio para restaurar el orden y proteger a la comunidad de futuros daños. Sin embargo, la venganza no debe ser buscada para satisfacer un deseo personal de retribución o para infligir dolor en el ofensor.

Santo Tomás también enfatizó la importancia del perdón en la vida cristiana. Él enseñó que el perdón es un acto de caridad y una forma de imitar a Dios, quien perdona libremente a todos los pecadores que se arrepienten de sus errores.

De esta manera, Santo Tomás de Aquino argumentó que la venganza no es justificada en sí misma, pero puede ser justa en ciertas circunstancias cuando se busca como un medio para restaurar el orden y proteger a la comunidad de futuros daños. Él enfatizó la importancia del perdón como un acto de caridad y una forma de imitar a Dios en la vida cristiana.

La venganza ha sido un tema recurrente en la literatura y la filosofía desde hace mucho tiempo. Aquí hay algunos autores y filósofos que han hablado sobre este tema:William Shakespeare: En sus obras, Shakespeare a menudo explora temas relacionados con la venganza, como en "Hamlet" y "La tragedia de Romeo y Julieta".

Spinoza
Baruch de Spinoza, filósofo y pensador holandés del siglo XVII, abordó el tema de la venganza en su obra "Ética". Según Spinoza, la venganza es un deseo natural en el ser humano, pero no es un comportamiento moralmente justificable.

Spinoza argumentó que la venganza es un deseo que surge de la tristeza y la ira, y que se basa en la creencia de que infligir dolor en el ofensor nos hará sentir mejor. Sin embargo, según Spinoza, la venganza no nos hace sentir mejor a largo plazo, sino que nos deja atrapados en un ciclo interminable de odio y resentimiento.

En lugar de buscar venganza, Spinoza enseñó que debemos tratar de entender las causas de la ofensa y trabajar para resolver los conflictos de manera pacífica y racional. Según él, la razón y la compasión son herramientas más efectivas para resolver los conflictos y promover la armonía social que la venganza y la violencia.

En síntesis, Spinoza argumentó que la venganza es un deseo natural pero no moralmente justificable, ya que nos atrapa en un ciclo interminable de odio y resentimiento. En su lugar, debemos tratar de entender las causas de la ofensa y trabajar para resolver los conflictos de manera pacífica y racional.

Friedrich Nietzsche
Nietzsche escribió sobre la venganza en su obra "Más allá del bien y del mal", argumentando que la venganza es un impulso natural del ser humano y que la moralidad de la venganza debe ser examinada cuidadosamente.

Friedrich Nietzsche tenía una postura compleja respecto a la venganza, pero en general se puede decir que rechazaba la idea de que la venganza fuera una forma efectiva o deseable de lidiar con los conflictos y las injusticias.

Por un lado, Nietzsche argumentaba que la venganza era un impulso natural del ser humano y que tenía una función importante en la formación de la moralidad y el sentido de justicia. Sin embargo, al mismo tiempo, Nietzsche sostenía que la venganza era una emoción negativa y destructiva que podía llevar a la perpetuación del ciclo de la violencia.

En su obra "Más allá del bien y del mal", Nietzsche argumentaba que la moralidad de la venganza debía ser examinada cuidadosamente, ya que podía ser un obstáculo para el desarrollo de la moralidad superior y la voluntad de poder. Según Nietzsche, la venganza era una forma de debilidad y resentimiento, y que los individuos fuertes y auténticos debían buscar formas más elevadas de lidiar con los conflictos y las injusticias.

En general, se puede decir que Nietzsche tenía una postura crítica hacia la venganza y que sostenía que los individuos debían superar este impulso natural para alcanzar una moralidad superior y una forma más auténtica y efectiva de lidiar con los conflictos y las injusticias.

Arthur Schopenhauer
En su obra "El mundo como voluntad y representación", Schopenhauer argumenta que la venganza es una manifestación del egoísmo humano y que debe ser evitada.

Arthur Schopenhauer tenía una postura clara y negativa respecto a la venganza. En su obra "El mundo como voluntad y representación", Schopenhauer argumentaba que la venganza era una manifestación del egoísmo humano y que debía ser evitada.

Según Schopenhauer, la venganza surge del deseo de hacerle daño a alguien que nos ha ofendido o perjudicado, y que este deseo es un impulso egoísta que no contribuye a nuestro bienestar personal ni al de los demás. Schopenhauer creía que la venganza era una forma de violencia y que conducía a la perpetuación del ciclo de la violencia, lo que causaba sufrimiento y dolor a todos los involucrados.

En cambio, Schopenhauer sostenía que la compasión y la empatía eran las virtudes más importantes para enfrentar los conflictos y las injusticias. Según él, la compasión nos permite entender el sufrimiento de los demás y nos lleva a actuar de manera justa y equitativa, sin la necesidad de vengarnos o causar daño a otros.

En resumen, la postura de Schopenhauer respecto a la venganza era negativa, ya que creía que era una manifestación del egoísmo humano y que conducía a la violencia y al sufrimiento. En su lugar, sostenía que la compasión y la empatía eran virtudes más importantes para enfrentar los conflictos y las injusticias.

Confucio 
En las Analectas, Confucio habla sobre la importancia de la justicia y la no venganza, argumentando que la venganza solo perpetúa el ciclo de violencia.

Confucio también tenía una postura negativa respecto a la venganza. En las Analectas, una de las obras más importantes de la filosofía confuciana, Confucio habla sobre la importancia de la justicia y la no venganza, argumentando que la venganza solo perpetúa el ciclo de violencia.

Según Confucio, la justicia es fundamental para mantener el orden social y la armonía entre las personas. Sin embargo, la venganza no contribuye a la justicia, ya que solo aumenta el odio y la violencia. En cambio, Confucio sostenía que la justicia debía ser aplicada con moderación y que se debía buscar la reconciliación y la compasión para resolver los conflictos.

Además, Confucio creía en la importancia del respeto y la virtud personal, y argumentaba que el individuo debía cultivar su propia moralidad antes de tratar de cambiar a los demás. Según él, la venganza era una manifestación del egoísmo y la falta de virtud personal, y que el individuo debía superar estas debilidades para alcanzar la verdadera justicia y armonía en la sociedad.

En resumen, la postura de Confucio respecto a la venganza era negativa, ya que sostenía que la venganza solo perpetúa el ciclo de la violencia y que la justicia debía ser aplicada con moderación y compasión. Además, creía en la importancia de la virtud personal para alcanzar la armonía social y la justicia verdadera.

Francis Bacon 
Bacon habla sobre la venganza en su ensayo "Sobre la venganza", argumentando que la venganza es una emoción destructiva que debe ser superada.

La postura de Francis Bacon respecto a la venganza era también negativa. Bacon argumentaba que la venganza no era una forma efectiva de lidiar con los conflictos y las injusticias, ya que solo aumentaba el odio y la violencia.

En su obra "Ensayos", Bacon escribió un ensayo titulado "Sobre la venganza", donde argumentaba que la venganza era una emoción peligrosa y destructiva que debía ser evitada. Bacon sostenía que la venganza era una forma de justicia bárbara, y que era más efectivo y justo buscar la resolución pacífica de los conflictos.

Según Bacon, la venganza solo aumenta el odio y la violencia, y no contribuye a la armonía social ni al bienestar personal. En su lugar, Bacon sostenía que la resolución pacífica de los conflictos era más efectiva y justa, y que era necesario buscar la reconciliación y el perdón para lograr una sociedad más armoniosa y justa.

En resumen, la postura de Francis Bacon respecto a la venganza era negativa, ya que argumentaba que la venganza era una emoción peligrosa y destructiva que no contribuía a la justicia y que debía ser evitada. En su lugar, sostenía que la resolución pacífica de los conflictos y la búsqueda de la reconciliación y el perdón eran más efectivos y justos.

Estos son solo algunos ejemplos de autores y filósofos que han hablado sobre la venganza. La lista es larga y variada, lo que demuestra que la venganza ha sido un tema recurrente en la literatura y la filosofía a lo largo de la historia.

La venganza en Freud
Sigmund Freud, uno de los fundadores del psicoanálisis, tenía una visión compleja de la venganza. En su obra "El malestar en la cultura", Freud argumenta que la venganza es un impulso natural y primitivo en los seres humanos, y que puede ser una respuesta emocional a la injusticia y el sufrimiento.

Sin embargo, Freud también sostenía que la venganza podía ser peligrosa y destructiva, ya que puede llevar a la perpetuación del ciclo de la violencia y a la ruptura del orden social. Además, Freud argumentaba que la venganza podía ser una forma de defensa psicológica para las personas que se sienten impotentes e indefensas (respuesta ante la angustia), y que puede ser utilizada como un mecanismo de escape de la realidad.

En su obra "Totem y Tabú", Freud también exploró la relación entre la venganza y la ley, argumentando que la ley surge como una forma de limitar y controlar el impulso vengativo en las sociedades humanas.

La postura de Freud respecto a la venganza era compleja, reconociendo que la venganza era un impulso natural y primitivo en los seres humanos, pero también sosteniendo que puede ser peligrosa y destructiva si no es controlada. Además, Freud exploró la relación entre la venganza y la ley, argumentando que la ley surge como una forma de limitar y controlar el impulso vengativo en las sociedades humanas.

Con Lacan...
Jacques Lacan, el psicoanalista francés y uno de los principales exponentes del psicoanálisis contemporáneo, habló de la venganza en su obra. Lacan se interesó especialmente en la relación entre la venganza y el deseo, argumentando que la venganza es una manifestación del deseo que se origina en la experiencia del sufrimiento y la humillación.

Según Lacan, la venganza es una forma de recuperar la dignidad y el control en una situación en la que se ha experimentado una pérdida o una humillación. En este sentido, la venganza puede ser vista como una forma de restaurar el equilibrio psicológico y emocional de una persona que ha sido herida.

Sin embargo, Lacan también argumentaba que la venganza podía ser una forma de escapar de la realidad y negar el sufrimiento, ya que no soluciona realmente el problema subyacente y puede llevar a un ciclo interminable de violencia y represalia.

En resumen, Lacan habló de la venganza en relación con el deseo y la recuperación de la dignidad y el control en situaciones de pérdida o humillación. Sin embargo, también advirtió que la venganza podía ser una forma de negar el sufrimiento y perpetuar el ciclo de la violencia.

Jacques Lacan abordó el tema de la venganza en varios de sus seminarios. A continuación, se describen algunos de los seminarios donde Lacan habla de la venganza:

"El Seminario, Libro 7: La Ética del Psicoanálisis" (1959-1960): En este seminario, Lacan discute la relación entre el deseo y la ley, y argumenta que la venganza es una forma de restablecer el equilibrio emocional en una situación de pérdida o humillación.

"El Seminario, Libro 10: La Angustia" (1962-1963): En este seminario, Lacan explora el concepto de la venganza divina en la tradición religiosa y argumenta que esta idea puede ser entendida como una forma de escapar de la responsabilidad personal y la culpa.

"El Seminario, Libro 11: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis" (1964): En este seminario, Lacan discute la relación entre la ley y el deseo, y argumenta que la venganza es una forma de restablecer la dignidad y el control en una situación de pérdida o humillación.

"El Seminario, Libro 17: El Reverso del Psicoanálisis" (1969-1970): En este seminario, Lacan discute la relación entre la justicia y la venganza, y argumenta que la venganza puede ser vista como una forma de hacer justicia en situaciones en las que el sistema legal es insuficiente o inadecuado.

En resumen, Jacques Lacan abordó el tema de la venganza en varios de sus seminarios, explorando la relación entre la venganza, el deseo, la ley y la justicia.

martes, 8 de noviembre de 2022

Las prácticas ascéticas: qué escuchar en la clínica

En los relatos de los pacientes, cuando no es en la vida general, escuchamos hablar de diversas prácticas tales como:

- Exposición al frío, como el método Wim Hof.

- Ayunos intermitentes y prácticas restrictivas de la alimentación, que implican dejar de lado algún alimento, en particular carnes y harinas, aún no tratándose de personas con celiaquía.

- "Detox de tecnología", en particular de aquellas tecnologías de la información y comunicación.

- Abstinencia sexual, en movimientos conocidos como "no fap".

Lo que notamos es que en todas estas prácticas están recreadas la falta en algún punto: que falte el abrigo, que falte tal comida, que falte el celular o la actividad sexual. Hay algo del ascetismo involucrado en todo aquello, en la medida que en estas renuncias en general se persigue el bienestar físico, moral y espiritual.

Reconocemos que en algunas de estas prácticas, como la exposición al frío, se genera una exuberante explosión de adrenalina. Pero más allá de eso, podemos pensar que estas prácticas brindan algún tipo de orden allí donde no lo hay

En la sociedad, casi todo está reglado: desde cómo, cuánto y dónde comer. La estrechez de margen que se tiene para actuar en base a estos lineamientos (S1)  lo que termina produciendo es un S2, un saber. 

S1→ S2

S1→ S2

S1→ S2

S1→ S2

S1→ S2

Ahora, ¿Qué pasa si el abanico ante un S1 -sea la normativa que sea- fuera infinito? 

S1→ S2 (u opción a, b, c...)

Esta no es otra cosa que el capitalismo salvaje, donde las reglas del juego son reescritas permanentemente. Se trata de una relación distinta con la castración. En los sistemas más codificados o modelos más rígidos cualquiera sabe mejor a qué atenerse y eso hace un mundo más estable. Es lo que se ve en cualquier grupo de Alcohólicos Anónimos, por ejemplo: las reuniones empiezan de una determinada manera, se habla con cierta forma estereotipada, hay una determinada bibliografía y no otra.

La contracara a la estabilidad es el capitalismo salvaje, que es lo que por lo menos impera en la sociedad argentina: cada uno hace lo que quiere. Lamentablemente, el orden viene de la mano de la normatividad y lo que las sociedades más estables demuestran es que eso se ha logrado con una gran adherencia a las normas. 

No debemos extrañarnos que estas prácticas fueran la manera de ordenar algo, que de otra manera se volvería caótico, en el sentido de que estas prácticas sitúan una referencia: esto falta, esto no se puede, esto se hace a tal hora o de determinada manera. En la sociedad de la abundancia, las personas buscan la manera de recrear la falta. 

Más allá del tema social, tenemos estructuras clínicas que pueden beneficiarse de este tipo de ordenadores, a falta de otros que debieron ocurrir en tiempos primordiales. Por eso, cuando aparecen relatadas en el consultorio, uno no debería desarticularlas ni cuestionarlas inmediatamente sino hasta poder determinar qué función cumplen para ese sujeto, cuándo aparecieron, entre otras coordenadas.

sábado, 10 de septiembre de 2022

El hilo invisible: marcas de lo no dicho en la filiación en familias homoparentales

Por Lucas Topssian

Una de las conformaciones familiares actuales más interesantes, cada vez más frecuentes en la clínica, son las llamadas familias homoparentales, cuya proliferación ha sido facilitada por los adelantos biotecnológicos y el cambio de legislación en algunos países respecto a los derechos de población LGTBI. Son familias que, por su conformación, abren la brecha entre progenitor/a y padre/madre, relanzando viejas preguntas: ¿Qué es un padre o una madre? ¿Bajo qué pactos se fundan? Familias que, como cualquier otra, no escapan al sufrimiento como cualquier otra. Berenstein, en ese sentido, recalca que las parejas del mismo sexo deberán pasar también por las vicisitudes del vínculo, dificultades que tienen que ver con el trabajo arduo que propone la ajenidad. (1)

En este trabajo acompañaremos una de estas familias, tomada de la película “El hilo invisible”, para pensar temas tan frecuentes en la clínica como la filiación, los silencios y la infidelidad.



Paolo (52) y Simón forman una pareja italiana de hombres unida bajo la figura de “sociedad civil”, pronta a la celebración de su vigésimo aniversario. Ambos crían a su hijo de dieciséis años Leone, quien nació por subrogación de vientre en California a través de Tilly, una mujer estadounidense que ayudó a sus padres a traerlo al mundo y que todo este tiempo ha sido una presencia amorosa en sus vidas. Tilly tardó dos años en tener a Leone. Tilly, por su parte, tiene su pareja con quien vive en EEUU, Leroy. Leone se encuentra haciendo un documental sobre su familia para el secundario, con especial acento sobre los derechos de filiación por parte de parejas del mismo sexo. A los 15 años de Leone, el alcalde transcribe la partida de EEUU donde figura que ambos son sus padres.

La película nos muestra que esta familia ha vivido una vida relativamente común, ocupada en sus asuntos cotidianos, donde la pareja parental sólo discutía por temas “normales”, según ellos. Simón administra un restaurante (que Paolo es dueño) y además es sommelier. Guarda en la casa una colección de vinos. Para poder criar a Leone, ambos debieron hacer sacrificios: Paolo le pidió a Simón que abandonara su doctorado, a lo cual éste último accedió. Paolo, por su parte, se puso a trabajar vendiendo cocinas y renunciando, según él, a ser un gran arquitecto.

En este tipo de familias, los lugares y las funciones de “madre” y “padre” se reparten obligatoriamente entre ambos “patrés”, plural de pater, como Berenstein menciona haciendo mención a la institución romana y medieval. Es interesante que no solo Berenstein, sino la psicología en general, han propuesto históricamente al padre como una figura mediadora o tercera interdictora entre el hijo y su madre (2). Poco se suele teorizar acerca de qué hace un padre por su cuenta, en qué medida está implicado su deseo, su cuerpo.

La novedad.

La noche anterior al vigésimo aniversario de la pareja, Paolo descubre, revisando por primera vez el celular que su pareja se había olvidado, que Simón lo ha estado engañando durante dos años con Riccardo. Encontramos aquí una novedad, es decir, ese evento imprevisto, dispar entre el evento y el recuerdo, fundadora de un nuevo tiempo y espacio para la familia (3). Este evento coincide con que Leone (17 años) comienza a salir con su primera novia. Como en todo evento, a los sujetos les toca hacer con esto que se presenta, no sin incertidumbre. Ahí se puede ubicar las dimensiones de Berenstein acerca de la semejanza, ajenidad y la diferencia. Paolo se encuentra con eso y se topa con la ajenidad, donde al otro se lo desconoce y también a él mismo en esa versión que aparece.

Paolo inmediatamente acude y le cuenta el hallazgo a su hermana, quien lo calma y le responde que en lugar de Simón, ella se hubiera ido hace tiempo de su lado porque desde que Leone nació, no pensó en otra cosa que en “comida para bebés, pañales, pediatras y vacunas, cursos de inglés, de chino, la escuela…”. Ella le pregunta por la sexualidad de la pareja y Paolo responde que hace años que “Eros se fue de vacaciones” y que la pareja se sostenía desde otros pilares, “como el amor”. La hermana le resalta que hace tiempo que Paolo no mira a Simón a los ojos, que no le pregunta cómo está, qué piensa, lo que teme. Paolo se justifica diciendo que no tienen tiempo.

Un dato para observar es que la infidelidad comienza justo para la época en que el alcalde transcribiera el acta de nacimiento de Leone. Es lícito preguntarse, si no hipotetizar, si ese obstáculo legal no tenía que ver con el flujo posibilitador para la emergencia del querer estar juntos. Desde “Psicología de las masas…” reconocemos bien la cohesión del grupo mediante la identificación a un ideal, a la vez que la experiencia de lo extranjero, de lo otro, mantiene la aspiración al universal implícita en las identificaciones simbólicas. En ese sentido, Bernard Nominé lo resume diciendo que “nada une más a un grupo como un buen enemigo común. Cuando el enemigo común desaparece la cohesión del grupo resulta amenazada(4)

Por otra parte, la infidelidad se descubre en el momento de salida de exogamia de Leone, quien se encuentra saliendo con su primera novia y relación sexual. Ubicamos aquí una reformulación del el contrato narcisista, según Kaes, que es aquel que asigna a cada sujeto un cierto lugar en el grupo y que para P. Castoriadis-Aulagnier“incluye los ideales y los valores; transmite la cultura y la palabra de certeza del conjunto social(5) Es la adolescencia de Leone lo que encuentra la falla el contrato, trastocando la triple función del contrato narcisista: asegurar un origen, establecer una continuidad, asegurar al niño, en contraparte de su investidura del grupo. Leone reclama un nuevo lugar y eso no es sin una modificación en la dinámica familiar. Se debe tener en cuenta que el contrato narcisista mantiene una temporalidad de proyecto y de futuro para el grupo, de manera que tal evento también afecta a los padres.

La reconfiguración de dicho contrato que pone a jugar en cada sujeto el posicionamiento subjetivo en relación a la filiación y si habilita en los difentes actores una permutación simbólica que dirija a la exogamia.

La infidelidad de la pareja, no necesariamente rompe el contrato narcisista tampoco, sino que lo pone a trabajar. La crisis emerge en la pareja y  ahí se lanza el conflicto que los llevará a ver cómo lo resolveran. La infidelidad puede ser un acting dirigido al otro, en ese olvido del celular. Muchas veces la infidelidad no tiene que ver con una cuestión de deseo, puede ser una venganza, una respuesta al miedo a sentirse atrapado en un vínculo, un modo de recuperar una complicidad perdida,un refugio narcisista. También habrá que ver qué lugar tiene ello en el plano de la fantasía de la pareja..

Paolo confronta a Simón frente a toda la mesa por su infidelidad. Simón, enojado porque su pareja violó su intimidad y le leyó los mensajes, se va de la casa decidido a separarse. Entre ambos ocurre una pelea a los gritos y Simón finalmente se va de la casa.

Ocurre una seguidilla de venganzas cruzadas: Paolo rompe una foto de la pareja; descorcha y tira por drenaje la colección de vinos de Simón. Cuando Simón y Riccardo van a buscar sus cosas sin avisarle a Paolo, descubre las botellas vacías de su colección de vinos, lo que lo hace enojar. En represalia, él le destruye a Paolo un estimado traje de Prada. Más tarde Paolo nota y llora por su traje destrozado. Paolo contraataca e intenta vender el restaurante que Simón administra. Su hijo lo ve y trata de reconfortarlo, a lo que él le pide que no vea más a su otro padre, pero Leone trata de mantenerse al margen. Lo que detiene la seguidillas de venganzas es el hecho de que Simón y Paolo son citados por su abogado y allí se enteran que la Corte ha fallado en contra de la doble parentalidad de Leone. En Italia rige el principio ius sanguinis, y la ley les pide volver a un estado anterior y pruebas para determinar quién es el progenitor (por ejemplo, un ADN), cosa que ellos ignoran porque no habían querido saberlo cuando hicieron la subrogación. El abogado les advierte que la Justicia puede, en favor del menor, obligarlos a tal prueba.

Aquí encontramos una especificidad en este tipo de familias, que cuestiona la idea de que la pertenencia al parentesco que los hace parientes esté necesariamente determinada por el vínculo de sangre y “lo natural”, conforme a la definición de familia que también menciona Berenstein. En realidad, esta manera de pensar data de la Grecia del siglo V a.C, según Eric Dodds, donde a partir de las invasiones jónicas apareció la idea de la transmisión de las enfermedades por la sangre, como así también la familia vinculada por la sangre (6). Surge también la figura de familia condenada como se ve, por ejemplo, la vemos en la tragedia de Edipo y Antígona. Hasta entonces no existía la idea de “culpa de sangre” en sentido estructural, sino que la culpa era algo individual respecto a los otros.

Si bien Berenstein también ubica para la época estructuralista los lugares familiares de padre, madre, hijo y el tío materno, en este caso encontramos otra figura, que en la película es “la dede”: la mujer que gestó el embarazo (que no es quien puso el óvulo). Se trata de las subrogadas, gestantes, ó portadoras (“carrier”). Tanto en la película como en las familias homoparentales reales que se pueden ver en la clínica, se escucha que estas mujeres muchas veces conservan una relación más o menos estrecha con la familia, aún después de haber dado a luz. En este trabajo no se hará sino más que plantear la pregunta por qué lugar tienen estas mujeres.

Una de las preguntas frecuentemente formuladas en los análisis por los pacientes que constituyen este tipo de familias es qué y cómo transmitir el relato del origen a su descendencia, ya que el proceso de fertilización asistida es de por sí complejo y requiere la participación de diversas personas. [CZ3]  La GS (gestación subrogada) es de gran complejidad e introduce elementos como el dador de los gametos, el gestante y las figuras de crianza. Además, la clínica muestra que no faltan las comparaciones con las parejas heterosexuales, en el sentido que las parejas suelen plantear que falta una madre, sobra un padre, en lugar de plantear que la familia “es así”.  En la familia del caso que estamos analizando, lo que vemos es que hasta ese momento, la familia se manejaba con la siguiente máxima: “El ADN y la sangre no une a la familia, sino el amor y la sinceridad”. Se trata de un pacto denegativo, que implica una restricción al saber. Para lograrlo, en su momento, ambos hombres habían mezclado su semen en lo que ellos llamaban “cóctel” y haciendo silencio respecto al asunto.

El pacto denegativo es una formación inconsciente bifásica que mantiene la ilusión de que el vínculo se burla de la negatividad radical, siendo un pacto que se hace sobre el no-vínculo. Tal acuerdo se hace sobre los mecanismos de represión, desmentida o rechazo. Estos pactos, según Kaës, sirven para la conformación del vínculo y también como modalidad defensiva (7). El caso nos deja ver un pacto formado a la manera de la desmentida, en tanto el conocimiento sobre la filiación de Leone es activamente rechazado. Cumple con la fórmula “Yo sé que, pero aún así…”. Este tipo de pactos, por otra parte, mantienen al hijo excluído de parte de su propia historia.

Roto el mencionado pacto de ignorancia sobre la filiación de Leone, comienza entre los padres una batalla por el ADN, pues cada uno afirma ser el progenitor de Leone en base a los parecidos, los gustos, la personalidad de Leone. Riccardo convence a Simón de tomar pelos del cepillo de pelo de Leone para obtener una muestra y así anticiparse al resultado del ADN, sin Leone saber nada de esto. Paolo secretamente también realiza por su cuenta una prueba de ADN.

Por separado, ambos descubren que no son los progenitores de Leone, pero creyendo recíprocamente que el otro lo es. Comienza una etapa de “paz”: Simón le compra a Paolo un traje nuevo, Paolo le cede el restaurante a Simón. Hablan de lo que han logrado juntos con la crianza de Leone, de lo importante del respeto. Incluso hablan de un régimen de visitas. Pero conforme la charla avanza, ambos se dan cuenta de la realidad: ninguno de los dos es progenitor de Leone.

Ambos confrontan a Leone con los resultados, pero éste se enoja al darse cuenta que lo hicieron sin su consentimiento, recordándoles lo que siempre le han dicho sobre el ADN, el amor y la sinceridad. Los padres terminan confesando que ninguno es su progenitor. Leone huye de la casa, se toma unas pastillas, escala una palestra sin protección y cae desde lo alto sobre unas colchonetas, quedando inconsciente. Es llevado a un hospital por sus amigos.

Los padres rápidamente aparecen, junto con la tía, quien le aclara que lo del ADN no cambia el hecho de que ellos sean los padres. Tilly, la gestadora subrogada, se hace presente y al ser confrontada, ella confiesa que ante el séptimo embrión que a ella le habían implantado, la mujer temía que tuvieran que volver a empezar. Ella confiesa haberse acostado una vez con su ex marido, Stephen, pese a que el médico le dijo que no lo hiciera. Tilly ya tenía tres hijos con él. Al quedar embarazada supuso que el embrión implantado había sobrevivido, aunque siempre dudó de eso y no lo dijo para conservar la alegría de Paolo y Simón y porque ella sintió que ellos lo deseaban. Ella le dice a Leone que sus padres hicieron de él quien es, no ella ni Stephen. Leone los perdona a todos.

La respuesta sobre el origen de Leone llega: su progenitor es Stephen, a quien no conocerá por haber él fallecido unos años antes. Paolo y Simón logran, con su abogado, adoptar a Leone. Leone cuenta, en un video, que pasa los días viviendo con un padre o con el otro, que no han vuelto a juntarse. Leone rescata el amor que ambos padres le tienen a él y que siempre serán una familia.

Marcas de lo no dicho

Se puede formular la pregunta de si todo el proyecto escolar de Leone de hacer un documental de la familia no se motorizaba a partir de una marca silenciada. Por otro lado, el accidente de Leone se trata de una situación grave que en la clínica podemos catalogar de pasaje al acto, motivada ante una gran angustia, como Lacan señala en el seminario X.

En los casos donde la patología de ciertos sujetos no estuvo marcada por ningún trauma grave en su propia vida, se vuelve necesario revisar los traumas de las generaciones anteriores. ¿Por qué? Si bien el concepto de repetición que Freud menciona en “Recuerdo, repetición y elaboración” (8) se refiere a la tendencia del paciente a repetir una experiencia pasada de su propia vida con un acto, en vez de recordarla, la repetición puede darse también en la generación siguiente, es decir en los hijos o en los nietos. De esta manera, por ejemplo, un hijo puede incorporar ideales y valores de los padres, ó montos de afecto no procesado, que deberán ser ligados de alguna manera.

En Tótem y Tabú leemos que “…habremos, pues, de admitir que ninguna generación posee la capacidad de ocultar a la siguiente hechos psíquicos de cierta importancia(9)

Tisseron aporta que lo indecible, de la primera generación, pasa a ser innombrable a la segunda e impensable en la tercera. (10) El resultado son marcas ausentes de pensamiento, marcas de lo no dicho que tienen que ser tenidas en cuenta al pensar el padecimiento, sobre todo en aquellos no mediatizados por la palabra, que son las patologías del acto.

En cuanto a los secretos, por un lado Piera Aulagnier los relaciona con la estructuración de la vida psíquica, en tanto es posibilidad de crear pensamientos ajenos a la mirada del otro. Dice:

El derecho a mantener pensamientos secretos debe ser una conquista del Yo, el resultado de una victoria conseguida en una lucha que opone al deseo de autonomía del niño, la inevitable contradicción del deseo materno a su respecto(11)

J. Puget, sin embargo, nos habla de otra vertiente del secreto, que no tiene que ver con la subjetivación: “Algunas familias quedan estructuradas en torno a secretos grupales que deben conservarse definitivamente silenciados. La consigna tácita es que sus miembros nunca deben referirse a lo que saben y menos aún a pensarlo o decirlo todos juntos. Fantásticamente se evita así la desintegración familiar que se produciría al difundirse algún hecho penoso o vergonzoso” (12)

En el caso, encontramos un secreto referido a la filiación, donde Leone queda desubjetivado, Ilustrado en el caso como un pasaje al acto que expulsa al joven de la escena; con la suerte de poder armar otra. También podemos pensar en lo no dicho referido a los orígenes de la filiación, filiación que sí está operando en ese hijo con los padres,  pero que indudablemente queda afectada por la desmentida que funcionaba en la trama familiar, sumado a la figura del secreto.

 Recordamos, para concluir, que el Edipo no es otra cosa que la introducción un sistema de parentesco es una estructura simbólica en la cual se introduce y comprende la sucesión de las generaciones, la comprensión de la muerte y el acceso a simbolismos más grandes que lo introducen en otros grupos sociales.

 

Por otro lado, el caso nos ha dejado diferenciar la mentira sostenida en un pacto de pareja (un engaño) que la mentira que involucra a un hijo en un pacto de silencio sobre su filiación.

Bibliografía

(1)Berenstein I (2007)., Del ser al hacer. Curso sobre vincularidad. Paidós)

(2) Ibid, p.100.

(3) Ibid, p. 75.

(4) (Nominé, Bernard (2008) “Estructuras clínicas y salud mental. Memorias” En Cap. 1. La secta: un fenómeno)

(5) Kaes, R. Conferencia del 16 de abril 2007. El malestar del mundo moderno, los fundamentos de la vida psíquica y el marco metapsicológico del sufrimiento contemporáneo.)

(6) Dodds, E (1951) “Los griegos y lo irracional”

(7) Kaes, R. - El pacto denegativo en los conjuntos trans-subjetivos - Rene Kaes. Amorrortu editores)

(8) Freud, S. “Recuerdo, repetición y elaboración” (1914) A. E., XIV.)

(9) Freud, S. “Tótem y Tabu”. (1912) Obras Completas Tomo XIII. Amorrortu Editores. 1979)

(10) S. Tisseron. Las imágenes psíquicas entre generaciones. 1995. En El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Amorrortu editores.)

(11) Piera Aulagnier “El derecho al secreto, condición para poder pensar”, en “El sentido perdido”, Ed. Trieb, 1980)

(12) Janine Puget y Leonardo Wender “Los secretos y el secretar” en revista Psicoanálisis ApdeBA. Vol. II)

lunes, 28 de marzo de 2022

"Jugar a la mamá": A propósito de la transmisión voluntaria del VIH

En cierta institución me es derivado un paciente varón cuya psicóloga anterior (ignoro la corriente con la que trabajaba) utilizó tantas veces el término "paciente inestable", que me era difícil saber si se trataba de una persona ó de un barril de fósforo blanco. Lo que cuenta este paciente, lejos de tratarse de alguien inestable, es un despreocupado historial de relaciones sexuales sin protección (preservativo, PrEP) y un cierto morbo, según él refiere, a contraer el VIH. Manteniendo la abstinencia debida, le invito al paciente a que cuente el morbo, que hable de esa fantasía, pues sabemos que lo que acontece en la cama del paciente es oro para un tratamiento. ¿Por qué? Porque en las fantasías sexuales vemos mucho del fantasma: tiene un guion, personajes, está lo pulsional, hay escenografía y hasta utilería (fetiches). 

Aunque cueste creerlo, para algunas personas el VIH tiene la categoría de fetiche. ¿Por qué no? Sabemos que cualquier objeto puede tener el estatuto de fobia (hay fóbicos a infectarse con VIH) ó fetiche. Como se dice por internet, "Si existe, alguien hará porno de ello". Otros manejan, respecto a la posibilidad de contraer el virus, una inquietante indiferencia. "Si pasa, pasa", dicen, mientras mantienen relaciones sexuales sin método de protección alguno. ¿Negación maníaca? ¿Actuar contrafóbico al estilo "huir hacia adelante"? Decidí ponerme a investigar.

Hay que comenzar diciendo lo obvio: el fenómeno del HIV surgió a partir del año 1983, de manera que ni Freud ni Lacan han teorizado el tema de manera directa. De manera que hay que tener muchísima prudencia y no apurarse a comprender sin haber pasado un largo tiempo de preguntas. Y menos que menos, pretender hacer generalizaciones que al final resultan insostenibles.

Por ejemplo, quien se dedicó a hablar sobre el HIV fue Luis Chiozza en el tomo 12 (1993) de sus obras completas. Chiozza hace todo un recorrido por los términos de identidad y pertenencia para concluir que de lo que sufre el paciente con HIV es un sentimiento de impertenencia:

Desde el punto de vista psicoanalítico, si consideramos la infección por HIV como un síntoma, podemos ver en él la transacción que condensa los intereses de las mociones pulsionales y de las defensas yoicas. 

El sujeto, desconociendo la historia, desestimando la inclusión en el contexto que llamamos linaje, satisface a la defensa yoica y la simboliza mediante el ataque a la discriminación y el aumento de la tolerancia. Si no hay diferencias, no hay ninguna pertenencia que deba ser añorada, no existe motivo para sufrir el dolor de no pertenecer. Al desconocer las diferencias entre lo familiar y lo extraño, se niega la existencia de un ámbito de pertenencia familiar. La deficiencia de discriminación a nivel inmunitario equivale, entonces, a una forma “orgánica” del rechazo activo a la pertenencia. 

Por otra parte, en la incapacidad de discriminar, o en la renuncia a dicha capacidad, se expresaría la moción pulsional, la intención inconciente de “integrarse” aunque sea en un marco más amplio, menos discriminado. Desde este punto de vista, primero la promiscuidad, y luego el SIDA, serían intentos regresivos de integrarse y pertenecer

Siempre citando a Chiozza, "Una identidad bien establecida condiciona que un sujeto pueda vivir con “su propio estilo” y que, al mismo tiempo, experimente el natural amor propio de pertenecer a una familia, un linaje, un pueblo, una raza, una especie, etcétera."

Y muy resumidamente, de lo que se trataría es que:

"La fantasía configurada como imposibilidad de incluirse y pertenecer, se constituye así en un núcleo que, como sentimiento inconciente de impertinencia, crece por aposición de las vivencias asociadas en la infancia (y en la vida adulta), reforzando el sentimiento de ser un hijo no reconocido, no adoptado, un paria, un hijo de nadie. 

13. El punto de fijación y las vivencias infantiles que señalamos son los dos factores que constituyen la disposición para enfermar de SIDA, disposición que adquiere la forma de un sentimiento inconciente de impertinencia."

Con Chiozza suceden cosas increíbles. En mi carrera profesional, vi gente de mucha trayectoria que lo seguía, mientras que otros lo criticaban ferozmente. Mi humilde opinión es que Chiozza es freudiano de raza, pero en su afán de llevar toda enfermedad al terreno de la psicosomática, pareciera que a veces fuerza los conceptos para que encajen. Igualmente, hay que darle crédito a la idea de la pertenencia, en tanto la cuestión del VIH es llevada por muchas personas hacia los términos del ser, de manera que aparecen discursos al estilo "Soy portador, VIH soy positivo, soy indetectable". Encontramos ahí un nombre prestado, en un ser para el Otro, como hartamente solemos encontrar en las psicosomáticas, como el caso de "soy alérgico".

Otra autora que escribió sobre el VIH fue Silvia Tendlarz, en 1997, titulado "El SIDA está entre nosotros. SIDA y psicoanálisis".  Allí la psicoanalista hace una puntualización de la historia de la enfermedad hasta aquel momento, los afectos y sentimientos de quien recibe el resultado positivo, la confirmación del diagnóstico, en una época donde los tratamientos no eran los actuales y donde VIH estaba inexorablemente asociado a al SIDA y a la muerte.

Y luego encontramos muchos artículos que hablan de prevención, el estado actual de las políticas sobre el tema... Alguno se aventura a hablar de la intimidad de quienes conviven con el virus, pero todo a nivel general y desde una óptica ascética, muy poco comprometida con la investigación de la sexualidad en estos casos.

Un cierto día, hace un par de años, tiré el tema en la mesa en un grupo de amigos donde tres convivían con el VIH desde hacía tiempo. Ante la falta de artículos que trataran el tema psicoanalíticamente (yendo a las fijaciones, a las fantasías, a la metapsicología), se me ocurrió preguntar directamente a ellos.

Te la hago fácil: el que se contagia es porque quiere jugar a la mamá -dijo uno, generando un silencio en la mesa - ¿Qué es eso de que te acaben adentro, sin preservativo?

Aquella frase permaneció en el recuerdo entre estos amigos, quizá por su alto nivel pulsional, quizá por algo más. Un tiempo después, empezamos a notar la cantidad de gente que por la aplicación Grindr anunciaba su seropositividad y ofrecía explícitamente contagiar a otros. Lo interesante es que se hablaba de esto bajo el término de "preñar". Y no solo en personas de habla hispana: en inglés usan el término "poz breeding", Es decir, preñar al otro con el VIH. De esta manera, aquel chiste de "jugar a la mamá" empezaba a revelar alguna verdad.

Aunque parezca creerlo, la idea de concepción actual como la unión de dos gametos, apareció recién en 1874. No, no es un error de tipeo. Las explicaciones anteriores hablan del semen como una sustancia mágica que forma al bebé. Encontramos la ilustración del científico Nicolas Hartsoeker de 1694 de un espermatozoide que según él contenía una mini-persona adentro, célula que ya se había descubierto utilizando el microscopio. Esta última idea del hombre portador de un bebé a ser implantado existe también en frases actuales como "En (tal año) él ni existía en los huevos de su padre", "Le hizo un hijo (a tal mujer)", ó la expresión "Tirar los pibes" como sinónimo de eyacular.

Por otra parte, el fantasma de embarazo masculino aparece en los mitos, como el embarazo de Zeus que tiene de hijo a Palas Atenea y a Dionisio; {o el vientre de Cronos, de donde Zeus rescata a sus hermanos. También aparecen delirios de embarazo en Schreber y en los los aportes del psicoanálisis con niños de Arminda Aberastury, quien planteó que, en el varón, el deseo de tener un hijo del padre en su vientre es normal en las primeras etapas del desarrollo.

Finalmente, en El problema económico del masoquismo, Freud sitúa el "masoquismo femenino", que nada tiene que ver con que las mujeres sean masoquistas, sino que se trata de un fantasma masculino. Él dice:

Pero si se tiene la oportunidad de estudiar casos en que las fantasías masoquistas hayan experimentado un procesamiento particularmente rico, es fácil descubrir que ponen a la persona en una situación característica de la feminidad, vale decir, significan ser castrado, ser poseído sexualmente o parir. Por eso he dado a esta forma de manifestación del masoquismo el nombre de «femenina»

De manera que la pregunta es si no habrá circunstancias donde el VIH le da materialidad a una fantasía de embarazo entre dos hombres, en los términos de un hombre transfiriendo algo en el otro de manera permanente, que puede tener un mayor nivel de elaboración (como en el caso de los preñadores que aparecen en los perfiles) ó uno menor; por lo tanto llevar a la repetición inconsciente de un mismo actuar sin pensar. 

Esto no quita que no se deba seguir investigando otras posibles fantasías en estos pacientes. Otra pregunta que me surge es si habrá relación entre la necesidad de castigo y el sentimiento de culpa inconsciente con el VIH. O qué relación hay entre las melancolizaciones y los pacientes que aún pudiendo acceder a los tratamientos actuales, dejan que el síndrome se desarrolle.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

El cuerpo de las personas trans como objeto fobígeno y objeto fetichizado

En mi experiencia con el tratamiento de personas trans, suelo ubicar una insistente dificultad relacionada a los distintos lugares de objeto donde la sociedad las ha colocado, que no solo se limitan a la prostitución y la violencia, sino que también incluye la categoría de objeto de estudio de la ciencia y también del psicoanálisis, discursos que no pocas veces han proferido máximas que son del orden de la injuria y del insulto. 

No obstante, la cosificación más grave que se ha hecho y sigue haciendo sobre las personas trans es la falsa elección de la prostitución, donde podemos tomar las palabras de Lohana Berkins:

"El único espacio que se nos reserva a nosotras las travestis, no a las mujeres, es la calle y la noche. Sólo se nos busca, somos deseadas, en la prostitución. No es que yo un día me senté en el mullido sillón de mi casa y dije: 'A ver, ¿qué me vuelvo? ¿Una vecina facha, una prostituta o una travesti?' ¡No tuve alternativa! El Estado me ha impuesto y me ha condenado a la prostitución y esto vale para todas las travestis. Si te echan de tu casa a los 10 años, ¿qué se espera que hagas para sobrevivir? Y te voy a decir más: si la trava que más clientes levanta, lleva tetas de 400 (centímetros cúbicos de silicona), la de al lado se va a poner 500. Entonces, ¿quién define el cuerpo? ¿La trava o el cliente? ¿De qué elección pueden hablar?".

La cosificación de las personas trans aparece bajo dos modalidades: la fobia o el fetiche. Una amiga trans lo define "Nosotras somos como un lomo de burro: de día los esquivan, de noche se los comen". 

La cara fóbica de la cosificación, en tanto la persona trans está en lugar de objeto fobígeno, lo vemos en la discriminación y la segregación, la violencia en todos los niveles, la falta de oportunidades laborales ó la invisibilización.

La fetichización del cuerpo de la trans es algo de los que pocos hablan, porque interpela a la sexualidad masculina: ¿Qué busca el hombre que busca a la chica trans en tanto cuerpo cosificado? Acá la persona es reducida al estatuto de objeto fetiche, objeto degradado  digno de un trato tal como podemos leer en Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa de Freud, donde sólo está en juego la satisfacción sexual (corriente sensual) del hombre. Lo más peligroso, a mi entender, son los casos en donde una vez cumplida la fantasía, acontecen graves hechos de violencia, que han llegado hasta el femicidio. Hay que preguntarnos por qué ocurre tal polaridad afectiva en estos hombres, ó este viraje abrupto del deseo a la repulsión.

La fetichización de las personas trans aparece en muchos relatos, angustia mediante, con una pregunta muy atinada en los análisis: ¿Por qué me elige quien me elige? Recuerdo a una paciente decepcionada con su pareja, quien le había sido infiel con otras mujeres trans, lo que la puso en la pista de que ella no fue elegida en tanto una mujer, sino más bien por el indeseado rasgo (considerado así por ella) que compartía con las otras. 

Resaltemos que quien fetichiza -un objeto inanimado, animal, persona, lo que sea- jamás se conforma con uno solo. En los hechos, cualquier fetiche aparece siempre en una serie de escenas en donde lo que se pone en juego es la repetición, repetición de la diferencia en donde hay ínfimas variaciones. Por eso, cuando una persona trans cae en esta categoría de fetiche, lo que esperamos es que aparezca como parte de una serie de objetos a consumir... y descartar. La angustia debería señalarle este peligro, siempre que la resignación no haya ganado el terreno ante la falta de alternativas.

La frase de Berkins también trae un tema acerca de la edición y de los cuerpos. Alguien demanda un cambio, ¿Lo hace la persona desde su deseo ó desde un mandato del mercado? ¿Hay deseos que no pasen por la cultura? ¿Qué significa ser hombre, mujer, trans, intersex o no binario? ¿Cómo goza ese cuerpo? Estas preguntas son pertinentes de alojar en pos de las ofertas de la ciencia y el mercado para la transformación de los cuerpos. Antes de la Ley de identidad de género, una paciente planteaba la duda de operarse bajo esta pregunta: ¿debía despojarse de aquello que a ella le daba placer para ser más mujer? ¿Más mujer que quien? Para ese entonces, la división de género basada en los genitales a mí ya me parecía una auténtica locura, aunque estaba dispuesto a acompañarla en la decisión que tomara. El tema ahí no era para qué operarse, sino para quién.