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martes, 9 de septiembre de 2025

Lógica, lenguaje y el ombligo del sujeto

La distinción entre lógica y lingüística supone un giro respecto del lenguaje mismo. ¿Cómo pensarlo? ¿Desde qué perspectiva situar esa diferencia? Si bien podría creerse que el lenguaje se reduce a los efectos de sentido, la enseñanza lacaniana muestra que no: ahí se abre la discrepancia entre connotación y denotación.

De allí se desprende que la lógica no se confunde con la gramática, sino que funciona como un operador que apunta al “ombligo del sujeto”, una tentativa de circunscribirlo. La resonancia con el “ombligo del sueño” freudiano es inmediata: se trata de ese punto opaco en el que lo real se hace presente, más allá del esquema Rho y de cualquier reducción a lo simbólico como pura sintaxis.

Ese ombligo, núcleo paradojal entre inconsistencia e incompletud, solo puede ser bordeado por la lógica, nunca resuelto. En ello reside su fecundidad: muestra tanto el límite de la lógica como el fracaso de la ciencia cuando intenta suturar lo imposible. En este punto, ciencia y psicoanálisis se cruzan, pues este último se orienta justamente por lo real en tanto imposible, como Lacan señala al cierre del Seminario 17.

En esta línea, Alain de Libera formula: “El sujeto está, si puede decirse, en exclusión interna de su objeto”. La frase condensa la paradoja: lo que “puede decirse” nunca se dice del todo, y la “exclusión interna” introduce un descentramiento radical. Allí comparece el objeto a, implicado en la división misma del sujeto, lo que conduce inevitablemente a la pregunta: si el sujeto se define por su subversión, ¿qué estatuto del objeto le corresponde en esa operación?

domingo, 27 de julio de 2025

Efectos clínicos del borramiento: la hiancia como condición de escucha

Si el borramiento es la operación lógica que permite el surgimiento del significante —y por lo tanto la constitución del sujeto—, cabe preguntarse: ¿cómo se vuelve este un dato clínicamente perceptible? Dicho de otro modo: ¿dónde se escucha en la práctica analítica el efecto de esa operación sincrónica?

Lacan desarrolla esta dimensión a través de distintas figuras del corte y la simbolización, que articulan el surgimiento del sujeto con su imposibilidad de representación plena. Ya en el Seminario 6, se detiene en la particularidad de la negación en francés, especialmente en la función del ne, que él denomina “la huella del sujeto de la enunciación”; es decir, el indicio de un sujeto que no puede aparecer como tal en el enunciado.

Esta “huella” tachada del sujeto se torna audible allí donde se produce una vacilación del sentido. El lenguaje, cuando falla en su intento de significar, deja entrever un agujero: es lo real que irrumpe en el lugar mismo donde el sentido colapsa. Desde esta perspectiva, el efecto de sentido opera como obturación de ese agujero, lo que le confiere su valor fantasmático.

Este agujero no es simplemente un vacío, sino una hiancia estructural, solidaria del lugar del sujeto en el campo del Otro. Es un vacío que remite tanto a la falta de referente como a las anomalías propias del goce. Se escucha en los momentos de tropiezo del decir, en los lapsus, en los silencios densos, en las vacilaciones que señalan que algo no puede ser dicho sin pérdida.

La lógica se vuelve necesaria para abordar estos fenómenos, porque la gramática, por sí sola, no alcanza para situarlos. La hiancia exige una lectura más allá del sentido, en una lógica que articule las series del decir: verdad, mentira, discurso, palabra. Frente a ellas, se abre una disyunción fundamental: no-saber / hiancia.

Esta disyunción muestra la necesidad del pasaje de la gramática a la lógica para captar aquello que en el discurso hace presente la división subjetiva. Allí donde el sentido desfallece, se revela el punto de falla del significante, y con ello, el lugar mismo desde donde se constituye el sujeto como efecto.

martes, 22 de julio de 2025

Identificación y ficción de unidad: efectos del estadio del espejo

La complejidad inherente a la operación del estadio del espejo no excluye cierta simpleza estructural, que Lacan condensa al definirla como una identificación. Este señalamiento, que podría parecer trivial —una obviedad incluso—, constituye sin embargo un punto crucial, ya que permite situar la identificación como una operación de enlace, una articulación que será clave en el desarrollo posterior de su enseñanza.

Lacan la define con precisión: “la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen”. Esta fórmula, breve y densa, pone en evidencia la discrepancia de registros: la identificación se inscribe en lo imaginario, aunque sostenida por lo simbólico; y el sujeto, al asumir esa imagen, se transforma por ella… pero no se confunde con ella. Es la imagen la que se introduce como alteridad, no como identidad.

El sostén de esta identificación, en un primer momento, es la imago como matriz, noción ambigua que se ubica en el cruce entre imaginario y simbólico, ya que excede la pura apariencia especular. Posteriormente, será el significante el que vendrá a ocupar ese lugar de sostén, en tanto inscripción más estable y determinante en la economía subjetiva.

Esta transformación identificatoria, asumida por el sujeto, permite lo que Lacan nombra como una precipitación. El término tiene aquí un doble valor: por un lado, implica una resolución súbita en un tiempo lógico; por el otro, alude a aquello que cae, que se produce como efecto de una operación estructurante. En este caso, lo que precipita es la ilusión de unidad, la ficción de un yo unificado, anticipado en la imagen.

Es esta ilusión la que posibilita el acceso a la primera persona del singular, en su función gramatical: un lugar desde el cual el sujeto puede decir "yo". Sin embargo, como bien señala Lacan, esa posición gramatical no implica agencia, ni dominio sobre el sentido. El francés permite diferenciar entre el moi (yo como objeto del discurso) y el je (yo como enunciador), distinción que se pierde en español, pero que Lacan explota para introducir la escisión estructural del sujeto.

Por eso resulta a la vez llamativo y enigmático que el título del escrito —“El estadio del espejo como formador del yo, tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”— incluya al je, cuando de principio a fin del texto se habla del moi. Esta paradoja señala que, en efecto, lo que se instala en esa experiencia especular es la posibilidad de decirse je, de presentarse como agente… aunque tal función responda a una imposibilidad estructural: la imposibilidad de decir je en el inconsciente.

El estadio del espejo: gramática del yo y acto de fundación del sujeto

El texto sobre el estadio del espejo no es solamente una intervención en un congreso internacional, ni un aporte circunstancial a las discusiones de la IPA. Se trata, más bien, de un escrito fundante: en él se establece una posición que atraviesa toda la enseñanza de Lacan, más allá de las inflexiones y desarrollos posteriores. Allí se presenta una lectura de la subjetividad que condensa una operación inaugural: la del reconocimiento de la imagen especular como matriz del yo (moi) y punto de torsión entre cuerpo, imagen y palabra.

El valor de este estadio no se limita a la organización narcisista: es configurante, estructurante, en tanto establece un modo de relación del sujeto consigo mismo y con el mundo. Lo que se juega allí es la inscripción del “yo” como función gramatical, como posibilidad de enunciación. El surgimiento de la primera persona del singular —el “yo” que habla— se sostiene en una operación simbólica, que Lacan ubica en continuidad con el campo del Otro. Sin embargo, esta aparición del “yo” no debe confundirse con un agente soberano o con un principio de dominio. Por el contrario, Lacan elige hablar del moi y no del ego, precisamente para subrayar que se trata de una función alienada, dependiente de una imagen externa, y no de un cogito fundador.

Allí donde aparece esta primera persona, el sujeto es ya acéfalo: efecto del significante, escindido, inaprehensible. Esta es una de las rupturas radicales que el psicoanálisis introduce con respecto a la tradición filosófica y psicológica: el sujeto no es idéntico a sí mismo, no se posee, no se funda por la conciencia, sino que se constituye como efecto de una mediación imaginaria y simbólica.

¿En qué consiste, entonces, el estadio del espejo? En el hecho estructural de que el infans humano, antes de alcanzar la coordinación motriz o la autonomía corporal, puede reconocerse en la imagen especular. Esta experiencia —aparentemente trivial— inaugura una lógica de identificación anticipada: el niño se asume en una forma que aún no domina, se aliena en una totalidad que lo representa y lo desborda. A diferencia de otras especies animales, el cachorro humano reacciona con júbilo frente a su imagen, en un gesto que delata la presencia de un campo estructural más allá del simple reflejo.

Este reconocimiento no ocurre en soledad: la escena del espejo está mediatizada por la presencia del Otro, generalmente encarnado en la figura parental. El niño gira su cabeza, busca la mirada, confirma el registro de la imagen en el deseo del Otro. Por eso Lacan puede articular este proceso con la constitución del cuerpo como unidad, y más adelante, con el campo del fantasma y la relación a los objetos.

Así, la imagen especular no es un dato, sino una función de ligadura entre el cuerpo, el lenguaje y el deseo. El yo no es una sustancia, sino un efecto de reconocimiento; una imagen prestada, sostenida en la mirada del Otro, desde donde el sujeto empezará a hablar.

miércoles, 30 de abril de 2025

Fantasma, pulsión y límite: la economía significante en juego

En el Seminario 5, Lacan nos ofrece una lectura minuciosa del texto freudiano “Un niño es pegado”, no solo para esclarecer la estructura de esa fantasía, sino también para desplegar una elaboración más amplia sobre la vida fantasmática del sujeto. ¿Cuál es el valor de lo que Freud formula allí?

Podemos situar ese texto como un punto de llegada en la interrogación freudiana sobre lo económico en el sujeto. En él, Freud logra precisar una constante en la estructura de la fantasía inconsciente, al tiempo que introduce el valor estructurante de la gramática. Esto implica que tanto la neurosis como la perversión se sostienen en un entramado significante, es decir, en una ficción. Y como toda ficción, opera como velo, como recubrimiento de lo que no puede ser plenamente simbolizado.

Desde allí, Lacan retoma la tesis según la cual el significante es la causa material del inconsciente, lo que justifica su referencia a la represión como pilar del aparato psíquico en Freud. No es casual que los textos La represión y Lo inconsciente estén no solo cronológicamente vinculados, sino también lógicamente articulados. En este marco, es necesario afirmar que la represión en Freud —leída por Lacan— es de significante: es el significante mismo lo que se reprime, y no un contenido cualquiera.

Este punto puede resultar enigmático:
¿Quién reprime? ¿Quién exige reconocimiento?
No se trata de un sujeto agente, sino de un funcionamiento estructural en el cual el significante “exige” ser reconocido. Esta exigencia no se refiere a una intención consciente, sino a la articulación misma del lenguaje, en la cual queda un resto. Ese resto es lo que se enlaza con la vida pulsional del hablante, y es lo que da lugar al fantasma como escena de repetición, como inscripción de lo que retorna desde lo no reconocido.

Es precisamente en esa articulación entre fantasma y pulsión donde la demanda se vuelve exigencia —no de un sujeto, sino del lenguaje mismo. Por eso, la fórmula de la pulsión implica una acefalía del sujeto: no hay “alguien” que desea o que exige, sino una estructura que funciona por su cuenta, una automatización del deseo.

De este modo, los ejes de esta construcción se hacen visibles:

  • Significante y exigencia: coordenadas que marcan una orientación clínica y estructural.

  • Un límite: lo no reconocible, lo no simbolizable, lo no investible.
    Este límite, que luego Lacan tematizará como litoral, es el que justifica la necesidad de la construcción en psicoanálisis, más allá de la interpretación como simple escansión o puntuación significante.

En suma, el abordaje de Lacan sobre el texto freudiano no solo restituye el valor clínico del fantasma, sino que abre una vía hacia una economía política del goce, donde el sujeto ya no es dueño ni de su deseo ni de su demanda, y donde el analista deberá orientarse por las marcas de lo imposible.

miércoles, 19 de marzo de 2025

Del pasaje de la gramática a la lógica en lo simbólico

El tránsito de la gramática a la lógica en la enseñanza de Lacan no es un simple ajuste teórico, sino una consecuencia necesaria de la práctica analítica. Este movimiento responde a un problema fundamental: el sujeto no se identifica con lo que dice pensar. La lógica, a diferencia de la gramática, permite delimitar los impasses del discurso, posibilitando que el sujeto sea leído más allá de lo dicho.

¿Qué implica este pasaje en la clínica? La lógica no busca resolver, sino situar; en el marco de la transferencia y el Sujeto Supuesto Saber, el analista debe hacerle lugar al sujeto, más que darle sentido a su discurso. En este punto, surge la cuestión del fracaso: la ciencia fracasa precisamente en su intento de suturar la falla estructural de lo simbólico. Pero este fracaso es clave, ya que orienta la práctica analítica desde “el poder de lo imposible”, en contraste con la impotencia de la verdad frente a lo real.

Esto plantea un desafío: ¿cómo darle lugar al sujeto sin inconsistir la verdad? La única vía es hacer inconsistente la sanción del Otro, interrogándola y desestabilizándola. En este sentido, Lacan introduce en el seminario 13 una idea estructuralista singular, que remite a un modo del sujeto sin índice claro, salvo en términos topológicos.

Aquí entra en juego un estructuralismo con Gödel, en tanto la estructura misma contiene una exclusión interna del sujeto respecto del objeto. Frente a esta paradoja, la topología ofrece un modo operatorio de abordar lo imposible de decir, mediante cortes, empalmes y suturas. Es en este trabajo con la imposibilidad donde se inscribe el sujeto en el análisis.

sábado, 4 de mayo de 2024

Gramática y lógica del fantasma


El fantasma reviste una serie de particularidades. Es en principio una respuesta a la castración en el Otro tal como el matema del significante de una falta en el Otro barrado lo escribe en el grafo del deseo.

Ahora, la ubicación del fantasma le aporta estas particularidades. Por un lado, en su función de ser el sostén del deseo; además de constituir la pantalla de esa castración recién aludida. Su ubicación decíamos en el grafo del deseo, le da una pertinencia particular, la cual queda confirmada y redoblada por el hecho de que el sujeto en el análisis no habla del fantasma. El sujeto habla del síntoma, es el analista el que va pudiendo situar al fantasma a partir de una serie de recortes sobre lo que el sujeto dice o aquello a lo que su discurso alude.

Para destacar esta particularidad de la estructura del fantasma es que Lacan puede introducir en su seminario “La lógica del fantasma”, una diferencia fundamental.

Esa elaboración que le lleva años de trabajo culmina, en algún sentido, en la distancia entre la gramática y la lógica.

El fantasma tiene una gramática y en eso es solidario de lo serial de la cadena. Quiero decir con esto que el fantasma se soporta de una articulación significante, cuyas resonancias se escuchan en el discurso del sujeto. En esta línea la gramática del fantasma da cuenta de la identificación como velo, y de allí el “hacerse…” tal o cual objeto.

Del lado de la lógica del fantasma es que se articula la repetición en el punto en el cual se conecta con lo real. Y esta lógica se plasma en la escritura del fantasma, una escritura lógica, carente de significación (no decimos sentido).

Si del lado de la gramática ubicamos entonces a la identificación haciendo de pantalla, se juega allí la repetición simbólica; del lado de la lógica en cambio, se especifica la repetición en su articulación con lo real.

miércoles, 8 de noviembre de 2023

Seminario 12 y la contradicción entre la lógica y la gramática

 En una entrada anterior, vimos ciertos vectores para leer un caso. En esta ocasión, a partir de una pregunta,

El norte de la escucha del analista no son las fallas del lenguaje, los lapsus, los fallidos. 

En el seminario 12, en especial las clases 2 y 4, nos orienta en algunos puntos. En este seminario, Lacan afirma que el gran problema es la significación, el significado, que es un producido de la operación lingüística. Un analista fácilmente puede quedar atrapado en la significación y entender lo que le sucede al paciente en su historia. 

El analista, frente a esto, intenta escuchar la frase en la superficie del discurso tal cual como llegan y cómo se van encadenando. Esto lo que permite descubrir es la lógica interna, que produce que un sujeto termine equivocándose en el mismo lugar. El analista va siguiendo al paciente e intenta determinar cómo es que termina sacando las mismas conclusiones, sin importar las distintas situaciones que vaya relatando.

¿Qué es verdadero y qué es ficción en el relato del paciente? El analista no solo escucha lo que el paciente dice, sino lo que efectivamente ocurre en la vida. La pregunta es por dónde deambula el paciente, hacia dónde se dirige. Si se lanza, si se esconde...

En el seminario 12, Lacan dice:

Para manifestar lo más seguro de su experiencia, como lo manifiestan desde siempre los filósofos, esta contradicción entre la lógica y la gramática. Como ocurre que se está atado a hablar un lenguaje gramatical con discursos que reflejan puros espejos, con partes de discurso que empañan su lógica. Es en ese momento, es allí que se ponen el ojo.

Es una buena indicación clínica, porque abre al terreno de las falacias. Es decir, a estos razonamientos que parecen válidos. El sujeto está muy convencido de estos razonamientos, que lo encierran en el goce.

Un paciente, muy brillante en su pensamiento, posee un razonamiento impecable. Esto, sin embargo, desintegra los lazos sociales por un uso que él le da a las redes sociales, sumamente optimizado. La conclusión a la que siempre llega es que "nada vale", lo cual lo va encerrando, como es propio en la neurosis obsesiva. En esta neurosis vemos los muros de la neurosis obsesiva. La analista termina interviniendo es que esas redes sociales, irónicamente, lo terminan dejando cada vez más solo.

Cuando uno encuentra estas fallas en la lógica, hay que confrontar al paciente. El goce muchas veces se esconde en esta clase de razonamientos incorrectos. Recordamos el grafo del deseo, donde en el piso anterior tenemos el piso del enunciado y arriba el de la enunciación. En el piso del enunciado, que es consciente, tenemos una lógica donde el sujeto neurótico se puede encerrar perfectamente. Razonando solo, no va a salir. 

jueves, 9 de enero de 2020

¿Hay pulsión sin gramática? Implicancias clínicas


Hay una corriente de pensamiento que plantea la agramaticalidad de la pulsión en la psicosis. También se habla de la pulsión loca, desbordada. Las cuestiones pulsionales pueden ser vividas por el sujeto como un impulso, algo que viene del interior, como una fuerza. Sin embargo, Freud se encargó de hacer una primera distinción, que es la distinción entre la palabra instinct y trieb. Es decir, distingue el instinto de la pulsión.

El instinto es algo que afecta a todos los miembros de una clase animal, de la misma manera y de la misma forma. Es decir, todos los miembros de una clase reaccionan sexualmente al mismo estímulo y desencadenan la misma conducta. En cuestiones humanas, la palabra trieb responde mejor que la palabra instinct. En el trabajo Pulsiones y destinos de pulsión, Freud trabaja este concepto.

Tomemos el matema de la pulsión de Lacan, que es la relación entre el sujeto barrado y la demanda: 

$◊D

Esta ecuación implica la relación del sujeto con la demanda. Esta posición, aunque Lacan le agregue diversos detalles, nunca la abandona. La demanda es siempre demanda de amor. Aún en su forma mínima, la demanda de amor es demanda de presencia o ausencia. En el seminario VI Lacan dice que en la vida no se puede discriminar entre amor y sexualidad, que se dan entremezclados. Esta división solo se produce en un análisis, donde se produce un corte por el lado del amor o por el lado de la sexualidad.

El significante no puede llegar al otro sino es a través de la pulsión. Leyendo Pulsiones y destinos de Pulsión, Lacan dice que la pulsión tiene 4 elementos que no pueden faltar y que sin embargo, la lista de pulsiones no estaba cerrada. La pulsión tiene que tener un agujero en el cuerpo: la boca, el ano, los párpados, las orejas… Por otro lado, implica un objeto, una parte separable llegable al cuerpo a partir de la mirada, la voz, las heces, el pecho. Estos elemento están en velando un vacío, señalándolo. También está la perientoriedad y un recorrido alrededor de ese objeto. No se trata de encontrarlo, sino de dar una vuelta en torno a él. Y en ese retorno aparece el sujeto. Para que haya satisfacción, tiene que haber un desencuentro con el objeto. 

El recorrido, que Lacan dice que es acéfalo, se produce sin sujeto, el cual se producirá al final del recorrido. Ese recorrido es el verbo. Es un recorrido que se lanza, sin pedirle permiso a la consciencia, al yo, etc. Lacan dice que no se puede leer Pulsiones y destinos de pulsión sin salir con la pregunta acerca del narcisismo y la pulsión. 

La demanda se articula con los elementos de la pulsión y en cada sesión vemos que el sujeto demanda en relación a una de las pulsiones: oral, anal, invocante, escópica… Un analizante puede demandar pensando que el analista tiene una interpretación que no se la quiere dar. Demanda anal. O puede demandar pensando que el analista está vaciado de interpretación, que es una demanda oral. Ninguna parte de la sesión no está atravesada por la demanda. 

Todas las pulsiones ponen en juego un verbo. Escuchar, mirar, cagar, olvidar… Este verbo es el que produce este recorrido. Freud mismo pone que pone que todos los ejemplos que él usa son en voz media. Toda la clínica de las pulsiones está determinada por la presencia de un verbo. Además, Lacan nos habla del acto en el seminario XV, que también supone un verbo. En La lógica del fantasma, Lacan habla del verbo en el fantasma, como vemos en Pegan a un niño. El fantasma, la demanda, el acto y la pulsión suponen un verbo. Esta insistencia de la cuestión verbal nos lleva a preguntarnos qué es un verbo. 

Lacan dice que un verbo es un significante no tan necio como los otros. Tiene la importancia de poner el cuerpo en juego de otra manera que los otros tipos de palabras, como los sustantivos y los adjetivos. 

Ana María Barrenechea (1913-1910) fue una lingüista argentina, miembro de la Real Academia Española, entre otros lugares de importancia. Ella escribió un texto llamado Las clases de palabras, que es una clasificación de verbos, verboides, sustantivos, adjetivos, pronombres, preposiciones. El verbo, desde el punto de vista gramatical, para Barrenechea tiene función obligatoria de predicado. Nunca está del lado del lado del sujeto, sino del predicado. Es siempre núcleo del predicado, se dice predicado verbal. Aparte tiene regímenes propios de modificadores, porque los modificadores directos e indirectos recaen sobre el verbo. Esta es la definición funcional del verbo. Históricamente, las gramáticas anteriores no se lo definían así, sino fuera del sujeto y fuera del predicado. El verbo supone una acción.

El cuerpo, con los verbos, está ubicado de una manera diferente. Los tiempos gramaticales tienen modo, tiempo, aspecto y voz y esto nos sirve para la clínica. La voz es el más importante. La voz puede ser activa, pasiva o media. La función de voz media en castellano aparece como función, pero no tiene marca en la conjugación verbal. En cambio, sí lo tiene en otras lenguas, como el griego y el latín.

La voz activa.La mano ociosa es la más sensible al tacto” decía el príncipe Hamlet, mientras miraba como silbaba y cavaba una fosa un sepulturero. Para enterrar a los muertos, cualquiera sirve, menos un sepulturero. Enterrar se puede enterrar, pero un sepulturero entierra en voz activa. Él es el sujeto de la acción concreta de cavar la fosa. El verbo enterrar no se refiere estrictamente a eso. Cuando uno dice “enterré a mi padre”, esa persona no produjo la acción que corresponde a la voz activa, sino que está implicado de una manera muy particular en esa acción (Hace enterrar). Tampoco es la voz pasiva, sino una particular manera de vinculación de un sujeto con la acción, donde su subjetividad está implicada.

En griego, uno puede decir “El sepulturero enterró” quiere decir “Enterré a mi padre” lo dice en voz media y tiene morfológicamente otra estructura. “Ayer hablé con mi padre” es voz media. En el poema del sepulturero dice que para que nunca recemos como el sacristán ni como el cómico viejo diga los versos. Es algo que me gusta mucho para la clínica, porque uno puede decir interpretaciones como el sacristán o como el cómico viejo: esa manera automática que uno puede tener de hablar en su consultorio. No hay otra manera de hablar en la clínica que la voz media. El analista pone su cuerpo en juego para producir el verbo en esa voz tan interesante.

Freud dice que uno puede comer, pero que puede comer en voz media (salir a comer). A veces se quiere subrayar la voz activa en relación a quien lo hizo. Cuando el verbo está en función pulsional, está en voz media. 

El acto se diferencia de la acción por la voz media. Lacan pone el ejemplo de la caída. Uno puede caerse por la calle o puede usar ese verbo con otra connotación. No siempre la voz media se logra, pero en todas las actividades eróticas se puede pensar cuándo un verbo está realizado en voz activa o voz media. Entonces, la pulsión y el acto está en voz media; la frase fantasmática también. En Pegan a un niño, el verbo pegar está en voz media. En estos 3 lugares pensamos los verbos.

Los verbos tienen tiempo, marcando si la cosa está ocurriendo en el presente, pasado o futuro. El aspecto verbal es algo muy poco trabajado. El aspecto es algo que se produce en el verbo para darle un matiz distinto de otros matices. En algunas lenguas más primitivas, algunos aspectos están marcados. Esto hace que uno en la clínica se detenga y pregunte. Con este término se designan los matices no temporales del desarrollo de la acción verbal que evocan las distintas formas verbales. En castellano están solamente las que tiene que ver con el pretérito y en Buenos Aires no utilizamos el pretérito perfecto, aunque en el resto del habla española sí. Quiere decir que la acción ha terminado: “He jugado al tenis”. También “jugaba al tenis” y en el pretérito decisivo “Jugué al tenis y ya no voy a jugar más”. Son esos 3 matices que tienen la lengua castellana en su morfología.

Hay un aspecto que es el durativo, muy importante en la sesión: aspecto que presenta la acción como realizándose sin limitación en el tiempo. Ej: “Se pasa horas enteras frente al espejo” o con una acción limitada en cuanto a su principio: “No lo veo hace días”. El durativo es muy importante, porque cuando un paciente dice en cualquier tiempo verbal, dice una acción que perdura en el tiempo. “Lo amo” y uno se detiene ahí, porque es algo que está ocurriendo y muchas veces detenerse ahí le hace darse cuenta al paciente que no es algo puntual, como “tomṕe un café”, sino que es durativo. “Estoy fumando marihuana últimamente” no es algo que está haciendo un día u otro, sino algo que viene volando en el tiempo y marca una diferencia bastante importante, porque ahí el paciente se da cuenta que está implicado en la acción de una manera particular. 

Luego tenemos el incoativo, que se aplica a cualquier elemento capaz de expresar que una acción comienza a realizarse. Ej: envejecer. O “Ayer florecieron las rosas”, que marca el inicio del proceso de florecer. 

El aspecto iterativo implica insistencia, una acción que se repite. Por ejemplo, el verbo martillar es un verbo iteractivo. Es muy importante en situaciones de pareja, hay repetición. 

Hay un modo momentáneo, por el cual el que habla formula una acción carente de duración en el tiempo sin preocuparse de las causas o las consecuencias. Partir, morir, son todos aspectos momentáneos. 

El complexivo, son acciones que tienen objetivamente que la persona que habla imagina como terminadas y concretadas en un punto, abarcando con una sola mirada su principio y su fin. Por ejemplo, Colón descubrió América. ¿Cuándo empezó a descubrirla y cuándo terminó?

Hay una enorme lista de aspectos verbales que dan matices para la clínica y que sirven muchísimo detenerse, por esto de la duración, lo que se repite, lo que insiste, que permite pensar el acto o la reflexión que dice el paciente de una manera matizada y no tan absoluta. 

La pulsión siempre es gramatical. Cuando se insiste que en la psicosis la pulsión aparece sin gramática, en realidad pienso que Lacan muchas veces usa alternativamente la palabra gramática para referirse a todas las gramáticas y también para referirse a la sintaxis. La gramática tiene 4 capítulos importantes: la fonología, la sintaxis, la morfología y el sentido. En el seminario XII, Lacan discute con Chomsky, quien dice que si uno elige una frase arbitrariamente, no produce ningún sentido. Lacan habla de las ideas verdes que son las del inconsciente y que siempre que caen algunas palabras hay efectos de significación y hay gramática para pensar.

En el seminario XIX Lacan plantea, al armar por primera vez algo del nudo, la frase “Te pido que rechaces lo que te ofrezco, porque no es eso”. Hay algo importante para la clínica y es que los verbos pueden ser transitivos o intransitivos. Los verbos transitivos tiene objeto directo y objeto indirecto. Entonces, para que se produzca la pulsión yo tengo que pedirle algo a alguien. Si este algo o alguien falta, es motivo de mucha angustia y es muy importante tenerlo en cuenta. El paciente queda perdido porque no sabe lo que quiere. Lacan dice que cuando falta eso, la demanda se hace absoluta. Por ejemplo, en el caso de los adolescentes con padres de amor perfecto, donde siguen juntos, nunca se pelean… A este adolescente, la novia le ofrecía un masaje, un té, coger… Y él a todo decía que no. Si el objeto de la demanda no está en juego, la demanda se hace absoluta, ese chico quiere todo. Y ese todo se supone que eran los padres. 

Algo angustiante y sumamente doloroso es saber lo que se quiere, pero no tener a quién pedírselo. Esto se ve en las guardias. “Quiero…” pero no tengo a quién pedírselo. En los cuadros graves aparece una demanda muy fuerte y absoluta que no se sabe con qué satisfacerla. Son 2 puntos en las urgencias, donde al ubicar lo que el paciente quiere, baja la angustia. Cuando uno sabe qué quiere, podría imaginárselo a quién se lo podría pedir.

El verbo pedir en castellano es transitivo, pero hay otros verbos intransitivos, como amar, querer. Lacan dice que la lengua castellana es la que más posibilidad tiene de encontrar un objeto para estos verbos. En la mendicidad, se pide a todos indiscriminadamente: “Una ayuda, por favor” es a cualquiera que pase. 

Pregunta: ¿Hay reticencia de la voz media en el discurso psicótico?
E.M.: La reticencia es muy utilizada en la psicosis. En los delirios paranoicos y en la descripción de las alucinaciones es muy fuerte la presencia de “Me miró, me dijo…”. No está describiendo una acción en voz activa. Las voces y las miradas son permanentemente en voz media. 

La voz pasiva en la psicosis es muy fuerte, en el ser pasivo en las alucinaciones auditivas: Me hablan, me dicen, me miran…

Fuente: Notas de la conferencia dictada por Enrique Millán, el 24/09/2019