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sábado, 19 de octubre de 2024

La relación madre-hijo y madre-hija

La madre y su hijo 

En el primer planteo que Lacan lleva a cabo sobre la relación del niño con el deseo de la madre resalta que no es la relación del niño con la madre, sino con su deseo.

Una de las primeras cuestiones que señala respecto de esa escena es que la inclusión del niño allí es en función de su posición de falo, o sea que depende de quedar investido o engalanado con esas vestiduras que le dan brillo.

Esto habilita la posibilidad de una dialéctica donde el Otro, el cual se define como sede del significante, aloja el deseo de la madre como significante. Por su ir y venir, su presencia-ausencia, el deseo de la madre abre una brecha donde el niño es posible de ser demandado y, a partir de ello, significado.

En un primer momento lógico el niño es tomado como significante, N = niño deseado, tal el planteo del esquema Rho. No es aún el sujeto, sino una anterioridad lógica: como significante el niño ocupa el lugar que prefigura la función del I(A).

Allí se entrama lo imaginario, en consonancia con ese significado al sujeto donde se escribe esa tríada imaginaria donde la relación de la madre con el niño queda mediada por el falo.

En la medida en que el niño recibe ese significado desde el Otro (formulado en la metáfora paterna) se pone en funcionamiento el falo como significado imaginario de sus idas y vueltas.

Esta dialéctica, primordial o primaria, establece el campo donde, operación de la ley mediante (la metáfora paterna leída desde el resultado, su lado derecho), se pondrán en funcionamiento tanto la significación fálica, atributo con el cual el sujeto podrá asumir una posición sexuada; y el falo significante como objeto de la privación del Otro.

La relación madre-hija

Anteriormente planteábamos una serie de ideas y lecturas sobre la dialéctica que se establece entre el niño y el deseo de la madre. Es de especial importancia que esa dialéctica se juega con independencia de la diferencia sexual, la que en ese primer momento todavía no cuenta.

Más allá de esto, a la altura del seminario 5, Lacan puede plasmar una diferencia en cuanto al modo de atravesar el entramado edípico en el niño y en la niña. Pero fundamentalmente la distancia cuenta en la operación de la castración.

Dice Lacan que, en la niña, en ese tránsito, algo queda abierto. Hay una paradoja. La paradoja concierne a la posición fálica y allí Lacan introduce una palabra que es el eje de la paradoja: la decepción.

Esta decepción desencadena en la niña la entrada al campo edípico propiamente dicho en la medida del fracaso de esa relación con la madre como Otro primordial.
Se produce (demuestra) entonces un obstáculo que es inherente a ese cambio de objeto por el cual la niña se dirige de la madre al padre. Transferencia que queda soportada en un término no menos complejo: la esperanza.

Se trata de una esperanza, respecto de un acceso que no se produce. No casualmente es una situación equivalente a la que Freud refiere respecto del asesinato primordial y el acceso al goce.

Un punto final donde se aúna la paradoja con el obstáculo: ¿en qué medida la salida atributiva fálica del Edipo de la niña habilita u obstaculiza el camino a lo femenino? Este interrogante llevará a Lacan a tener que reformular no sólo la lógica de la sexuación, sino también el estatuto del padre.

lunes, 28 de septiembre de 2020

El paciente que decide emigrar

Las migraciones existen desde los orígenes del ser humano, ya sea por necesidad en busca de alimentación frente a la desertificación o las hambrunas que castigaron continentes enteros en el siglo XIX y con anterioridad. Pero también es legítimo expatriarse por anhelos personales, que pueden ser múltiples. Las causas manifiestas por las cuales los pacientes eligen y/o se deciden a emigrar son variadas:
- Crisis económica
- Búsqueda de mejores posibilidades de desarrollo profesional.
- Alta presión tributaria.
- Inseguridad.
- La idealización del “otro lugar”.

Abandonar el país: ¿Tentación, deseo o mandato?

Se imagina que el afuera, ese otro país, brindará mejores oportunidades. A veces se logra, y otras veces no es tan simple insertarse en una realidad diferente, en otra cultura, eventualmente en otro idioma. Pero la perspectiva de lograr una situación más acorde a sus deseos es un proyecto legítimo que no deja de ser doloroso. La dificultad de los jóvenes es un problema mundial. Asistimos a generaciones sin esperanza.

La desesperanza, como sentimiento, es una de las razones más fuertes que tienen los jóvenes para decidir irse del país. Hace tiempo Argentina dejó ser un país de esperanza como lo fue en la época de los inmigrantes. ¿Qué significa? Que pese al esfuerzo y el trabajo cuesta mucho lograr las metas que impliquen estabilidad y previsión económica, el principal deseo de los jóvenes hoy. Y se quieren ir porque buscan la esperanza que el país no les puede dar”.

El paciente no ve horizonte ni posibilidades de desarrollarse y, más aún, aparecen crisis muy grandes que recuerdan que pertenecemos al tercer mundo, surge la idea de ‘Otro lugar’, muchas veces idealizado, donde se va a poder vivir de mejor manera. El analista debe estar muy atento a este Otro lugar, que puede encarnar al Otro del paciente, en la medida que el sujeto lo imagina como completo, que lo recibirá en su seno al estilo "his majesty the baby" del yo ideal.

Otras veces el "otro lugar" aparece en forma de mandatos. El analista también tiene que interrogar lo que dicen los otros del paciente. A veces, de lo que se trata es de intentar cumplir el deseo de un padre o un abuelo, quienes permanentemente dicen expresiones penosas en relación a que el país de origen no bueno y que en otro lugar se está mejor. En el imaginario de muchos argentinos está presente la idea de volver a esas tierras, al lugar de donde aquéllos partieron sin desearlo y al que siempre quisieron volver. Tal vez puedan hacerlo de algún modo en términos transgeneracionales: las nuevas generaciones son instigadas, de manera inconsciente, a realizar los deseos de la primera, de quienes inmigraron a la Argentina para ‘hacer la América’”.

En la mayoría de los casos, las intenciones de residir en el exterior quedan, en gran parte, en el plano de las expresiones del orden del anhelo y en expresiones que quedan en la queja. Queja que el analista debe poder sintomatizar.

Por supuesto, abandonar el país de origen también puede tener que ver con el deseo del paciente y en este sentido, tener el valor de acto. Ahora, de la elección a la decisión hay un camino que hacer.

Cuando emigrar tiene que ver con el deseo: saber, elegir y decidir

Cuando efectivamente un viaje pasa del deseo hacia la decisión -en la circunstancia que sea-, hay ciertos puntos que conviene tener en cuenta.

Para decidirse hay que elegir y para elegir hay que saber. Mientras que la elección es un momento de clasificación, la decisión implica un pasaje al acto sobre aquello que se eligió. Una decisión inexorablemente conlleva al duelo por aquello que no se decidió. 

¿Cómo se elige? ¿Qué se elige cuando se elige? La elección, cualquiera sea, se hace en base a la valoración de determinados vectores, que no siempre están tan claros para el sujeto que elige. Por ejemplo, yo puedo elegir ir a trabajar a un determinado país, pero al no ser ciudadano está permitido.


Reflexionar sobre estos y otros aspectos permite que la decisión no se realice de manera impulsiva o apresurada. En el momento de saber al analista le toca, pregunta y mucho tacto mediante, despejar fantasía de realidad (¡Blasfemia, dije palabra con R!). En este sentido, no es lo mismo haber conocido un país como turista, en determinada estación o período del año, con determinada situación política que puede haber quedado en el pasado. El paciente debería conocer cuál es la política inmigratoria del país de donde quiere ir a vivir: ¿Es ciudadano? ¿Visa laboral, de estudiante? ¿Qué limitaciones hay? ¿Puede validar su título? ¿Cuál es el plan, dónde piensa vivir? ¿Qué red de contención hay en el lugar de destino?

El psicólogo, en tanto intervención en prevención primaria, debería estar informado sobre los mecanismos de captación en la trata de personas mediante el engaño, ya sea con la modalidad de oferta de trabajo o de "enamoramiento".

Decíamos que no hay decisión sin pérdida. La decisión de emigrar también abre procesos de duelo por lo que se deja: una relación amorosa, familiares, amigos y hasta mascotas. El deshacerse de los objetos materiales suele ser muy movilizante también. A esto, se le agrega la angustia por el futuro.

Hacer con el desarraigo
Lacan definió al desarraigo como la pérdida de aquello que afecta hasta lo más íntimo del organismo humano: el asimiento de lo simbólico.

El desarraigo cultural implica un sentimiento de no-identificación con la sociedad que ha acogido al sujeto y que produce profundas crisis emocionales y físicas. Aunque el desarraigo puede verse disminuido en gran parte, es un sentimiento que nunca abandona al exiliado quien en algunas circunstancias y momentos "siente que no es de allí" o que le hacen sentir que no pertenece a esa sociedad. Pero ese desarraigo que sufre, al menos en toda la primera etapa del exilio, paradójicamente, puede sentirla también al regresar a su país de origen.

Se produce una crisis de identidad en la que el sujeto se siente desvinculado de su sociedad de origen y no se siente integrado en el país de acogida. Demasiado frecuentemente se recurre a la identidad de las raíces o de las experiencias primeras que responde a la pregunta «¿de dónde eres?».

En nuestra época, de tantos intercambios e interinfluencias, hay que entender la identidad individual como una tarea de bricolaje, ensamblaje o amalgama permanente por parte de un sujeto que debe trabajar sobre sí mismo con los elementos más variados, cultural y socialmente heterogéneos, siendo el soporte de todo ello su propia individualidad (Martuccelli, 2007). Aunque siga acudiendo a referentes grupales para construir su identidad es imposible mantener una identidad unificada en torno a un único referente identitario (Bermejo, 2011). El sujeto no puede escaparse de la obligación de inventarse a sí mismo, en una obstinada construcción de identidad, a fin de dotarse de una unidad y coherencia que le permitan mantener ese sentido de «mismidad» en los nuevos contextos de tan altos y diferentes estímulos e intercambios. Muchos de estos son producidos en la cotidianidad (Lefebvre, 1984) sin interés expreso del sujeto y, evidentemente, sin consciencia de ello.

Al contrario de otros momentos históricos, hoy en día los espacios de análisis pueden conservarse mediante el uso de las tecnologías de la era digital. 

El análisis, ante el desarraigo, no ofrece ninguna ortopedia reeducativa de habilidades sociales, sino en el respeto por lo más singular del sujeto: su síntoma. Ningún arraigo, ningún lazo, puede pensarse por fuera de él. El sinthome es la estabilidad que tenemos y lo más duradero. No hay lazo fuera de él.

viernes, 24 de enero de 2020

Lo Insoportable, La Confianza, La Apuesta.

En un texto Freudiano de 1927, “El porvenir de una ilusión”, Freud intenta dar cuenta del desvalimiento de inicio del hombre. El desvalimiento y desconcierto del género humano, nos dice Freud, son irremediables. Es sobre todo aquí donde fracasan los dioses; aunque el hombre no deja de inventarlos.

La creencia es una herramienta que le permitió al hombre ir construyendosé, sosteniendo a un Otro que garantice su existencia.

El narcisimo le ofrece al sujeto el dibujo de un cuerpo, Uno , para sentirse separado del mundo. Uno del sentido, captor de representación, podriamos llamarlo el Uno de la ceencia. También nos habita el Uno distintivo, aquel que el significante ofreció, al no significarse todo en Uno y necesitar de otro, y de otro, y más, al menos dos. El Uno del descreimiento.

Y por último, lo que no es ni uno ni Otro, el objeto a, soporte en tanto agujero de la existencia. Aquella que se añora cuando el Uno le hace valla, tope a su aparición, momentos de divorcio entre el saber y la verdad.

La confianza es uno de los nombres que Freud le da a la transferencia, confianza en la palabra, en el saber del Otro, en el Sujeto supuesto Saber. Lugar de comienzo de un análisis en el desvalimiento que la neurosis deja a veces al sujeto, cuando apresado allí no puede existir. Lugar de comienzo, dije, que al final topa al sujeto otra vez con su despojamiento. Pero esta vez al final, ¿en qué se diferencia y en que no de aquel comienzo?

La existencia, creo, se sostiene de una apuesta que es al comienzo en la aparición del sujeto del inconciente del lado del analista, y que al final del recorrido también toma forma de apuesta, esta vez del lado del sujeto.

Lacan toma a Blaise Pascal para trabajar el tema de la apuesta.

Si con Descartes, se dice que se abre el camino a la modernidad, con Pascal se abre paso también a una nueva dirección del espíritu, aquella que apunta al hombre y al mundo conjugadas ambas en el terreno ineludible de la existencia.

Descartes plantea la ciencia pura del método, Pascal lo llama sprit geometric, pero él agrega el sprit de finesse, la intuición viva que penetra de una sola mirada en la esencia misma de las cosas. Dice Pascal: “la limitación constitutiva que soporto me conduce necesariamente hacia la paradoja, y en esa paradoja se aferra un hombre capaz de mucho y poco, de todo y de nada”. Frente al pensamiento abstracto opone la existencia concreta. El punto de partida es la existencia concreta del hombre.

Su célebre argumento de la apuesta es el que toma Lacan en su seminario El objeto del Psicoanalisis y De un otro al Otro.

Dirá Pascal : ”No sé si Dios existe o no”, pero seguro que no llegaré a la conclusión por vía de la razón, entonces apuesto a que existe y que continúo.

Su proposición me hizo acordar a la instalación del juego infantil. El juego de la apuesta pascaliana introduce eso, el jugar denuevo. El famoso “Dale que“ de los niños.

Lacan comienza en la clase del 2 de febrero de 1968 a preguntarse por su transmisión. Aquí dice que el análisis es una experiencia trascendente en el orden de la ética, la experiencia dice en la relación del sujeto con el Otro.

Mi pregunta es la siguiente, ¿qué pasa cuando ya la confianza ubicada en el SsS cae? Allí surgió en mi experiencia un término que cobró relevancia y me llevó a su búsqueda, la apuesta.

Exponerse a la situación de que toda demanda no puede sino ser decepcionada, ahí está lo que el paciente tiene que afrontar y lo que no podrá preveer al principio de su análisis. El analista es SsS, supuesto saber todo, salvo lo que respecta a la verdad del paciente.

Ahora, pienso que si esta posición cae al fin de un análisis, o sea ya no hay sujeto al que se le suponga saber, me pregunto: ¿Hay manera de que caiga la suposición? ¿Hay manera de enfrentar lo real que no sea vía supuesto?

Lacan dice que Pascal transmite con sus papeles, hechos garabatos (sus pensamientos fueron editados post mortem), algo de la realidad incorpórea que él nos desea transmitir.

Pascal, nos dice, Lacan manifiesta la estructura del sujeto. No se podría por el poder de la razón saber si Dios existe. La existencia es independiente de la razón de ser. No hay un Dios supremo. Hay el de cada uno.

La apuesta de Pascal no es la apuesta de Uno es la apuesta de un Je. Para apostar hay que abandonar el argumento, abdicar de la razón.

Dios es o no es, la razón no puede determinar nada allí. Hay un caos infinito. Se juega un juego en el extremo de la distancia infinita donde acontecerá cara o cruz.

Siempre el que apuesta está en falta. Lo justo sería no apostar en absoluto, pero dice Pascal: “hay que apostar, esto no es voluntario ¡ustedes están embarcados!”.

La vida hace obstáculo a la apuesta y respecto de lo que se trata en la apuesta, es de una nada. Para apostar hay que soportar la caída de la representación imaginaria que anuda un sentido que excluye la nada. Nada de representación, es vacío de inscripción que marca ya desde ahí que hay juego posible, de otras representaciones.

Entiendo que cuando Pascal habla de dejar las trampas de las envolturas placenteras, se refiere a esto. Èl lo llama nada, que se ponga en juego esa nada. Es decir perder las envolturas para “embrutecerse”. Lacan agrega a las pérdidas de las envolturas la pérdida de la vestidura narcisista. Dirá: “despojarse de esta imagen, que es la imagen de sí”. Entonces la apuesta implica un desplazamiento que en este caso es la imagen de sí.

Este es el despojamiento, insoportable en tanto implica un despojarse de una imagen que ha donado el Otro, como don y que lo deja al sujeto, entonces ex–puesto de su jugada. ¿Para qué?

Entiendo que para que el sujeto arme el suyo, fuera de la demanda, un juego que sostenga un compromiso, sostenido ya sólo de su decir. Un decir que no busca interpretación sino algún partenaire. Y aquí es que Lacan va a introducir el objeto a, como causa del deseo, y valor que lo determina al sujeto, esto es de lo que se trata en la apuesta.

Una apuesta es un acto al que muchos se entregan. Sin acto no hay apuesta. Sin algo que implique la decisión no hay apuesta. La decisión se remite a una causa que se llama azar. ¿Qué el el azar? El azar se refiere a la concepción de lo Real en tanto que es imposible. Imposible de interrogar porque no responde.

La apuesta encarna al objeto perdido, en tanto para el sujeto del inconciente comprometido en el significante hasta su límite. El objeto está puesto ahí para ser perdido. Ganar es siempre ganar una partida, y perder también.

¿Cuál es la puesta en juego de este objeto desconocido que nos divide entre saber y verdad? Lo que se pone en juego en la apuesta es la existencia del partenaire. Pascal diferencia claramente a mi modo de ver el todo del infinito, la función de la falta, o ausencia está en relación al infinito, el todo es un engaño del narcicismo, que lleva a creer lo tantas veces escuchado: Si apostás, es a todo o nada, yo diria que este dicho es el que comanda la neurosis, e insiste en llevarlo al sujeto a no perder la esperanza. La esperanza es divina, la ilusión es singular. Freud nos enseña que a diferencia de la esperanza en la ilusión hay participación del deseo. Busquemos el paraíso o caeremos en el infierno, es lo que sostiene la esperanza. Ni lo uno ni lo otro, sabemos que la existencia es, como nos enseña Lacan, tragicómica.

Volviendo a lo que se pone en juego, no podemos escapar de la puesta en forma significante de la cual Pascal nos dice a su manera que ya estamos embarcados, pero también es cierto que esta puesta en forma incluye de inicio su límite, es más, no puede desplegrase sin él. Ahora bien , mas allá del significante está el objeto, y más allá del objeto lo real. Ese objeto que en el fantasma toma forma de objeto parcial: oral, anal, escópico e invocante, pero que en última instancia es la causa de un invisible, inasible, indicernible división del Otro, el sujeto. En la clase del 9 de febrero de 1968 dirá Lacan, que “el sujeto hace la estructura del goce y que todo lo que puede esperarse de ella son prácticas de recuperación, eso quiere decir que lo que el recupera no tiene nada que ver con el goce sino con su pérdida”. Entonces diría ahora que la apuesta está también ligada a la pérdida de goce, no sólo al argumento. Los argumentos mas bien son aquellos que se despliegan bajo el supuesto , suposición de saber al sujeto que lo encarna que deja bajo la barra al objeto a. Suposición que hace a la función fálica crear argumento. La apuesta en cambio es en soledad de argumento, porque cae su razón en el acto de decisión, momento de retorno de la confianza pero esta vez más como un acto de fe en lo real.

Incertidumbre fundamental, a saber si existe un partenaire, donde la garantía de amparo cae. En la a-puesta se trata de sostener la oposición, la tensión siempre. Cae el Ideal que unifica y apacigua.

La apuesta implica la convicción de que no se gana sin pérdida y esto va más allá de los argumentos a los que la función fálica ha prestado servicios. La apuesta es siempre partida. Lo insoportable, lo insoporte, lo que no se soporta, abre una dimensión conocida por los analistas, aquella que va más allá del significante, aquella que aunque no significable se hace oír. Oír en el dolor de una perdida, en el reiterado desencuentro de lo buscado, en la caída del analista del lugar del objeto, al final, cuando sólo la presencia hace eco a ese tiempo previo a la ausencia de su imagen. Cuando solo y no tan solo deviene un partenaire radicalmente otro. Lo insoportable del sufrimiento neurótico toma forma en un análisis a medida que la cadena significante va cavando en sus vías su osamenta, su agujero inicial, su soledad, su más íntimo cobijo.

Me preguntaba al comienzo, si caía la supusición con la caída del sujeto supuesto saber, si habría otra manera de relacionarse con lo real que no fuese supuesta.

Y allí es donde vuelvo a preguntarme si no toma la posta la a-puesta cuando ya no hay suposición, porque la a-puesta implica la dimensión del objeto a en tanto tal, no en tanto objeto del fantasma.

Es decir a-puesta arriba de la barra, como agente.

Decía que la apuesta es un juego que implica la toma de una decisión, que se juega más allá de Uno, en una búsqueda infinita. Implica también la caída del objeto que el ideal velaba y la disponibilidad del objeto a para ser jugado.

La suposición de la apuesta es el azar. La decisión que implica la apuesta llega donde hay indeterminación de la cadena significante y fuera de la imagen de sí. Puede apostar aquel que ha supuesto hasta el límite, supuesto en el sentido de suponer lo que el significante es para otro, no para la conciencia del sujeto, eso es la esperanza. Entonces la apuesta implica soportar el agujero aquí que la cadena significante porta y sostiene hasta su punto de caída. No importa si creo o no, yo apuesto a un encuentro inexplicable.

La apuesta es la que da marcha a los distintos dispositivios del psicoanálisis. No hay análisis sin apuesta, se crea o no en él, ni final de análisis sin ella, como tampoco experiencia de pase sin apuesta.

Tomaré esto último para decir que el pase se inscribe en esa dimensión. La decisión se toma más allá de Uno. Comanda la decisión otra cosa que no es el argumento, ya que para hacer o no la experiencia hay argumentos absolutamente válidos y lógicos.

Comanda otra cosa, digo, una apuesta que inicia un movimiento que hará pasar o no su causa, que no es más que lugar de invención.

Caídos los dioses nos aguarda el prójimo, por ejemplo los amigos, aquellos a los que aprovecho agradecer cuando supieron que un abrazo devolvía al alma ilusión, en momentos en los que ésta desfallece.

Y voy a parafrasear a Freud en su texto El porvenir de una ilusión, Cap IX: “Perdiendo sus esperanzas en el más allá, y concentrando en la vida terrenal todas las fuerzas, así liberadas, lograrán que la vida se vuelva soportable.... Entonces sin lamentarse podrá decir junto con uno de nuestros compañeros de incredulidad “..........
“Dejemos los cielos a ángeles y gorriones”

BIBLIOGRAFIA
FREUD, S.: El porvenir de una ilusión.
LACAN, J.: Seminario XIII, El objeto del psicoanálisis, Clases: 2/2/68 y 9/2/68.
LACAN, J.: Seminario XVI, De otro al Otro.
PASCAL, B.: Pensamientos.

Fuente: María Gabriela Pedrotti (2011), "Lo Insoportable, La Confianza, La Apuesta", Escuela Freudiana De Buenos Aires