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lunes, 8 de julio de 2024

La satisfacción: una antología freudiana

Fuente: Isacovich, Lila (2018) "La satisfacción: una antología freudiana"

La palabra deseo evoca un movimiento de concupiscencia o de apetencia. El deseo inconciente tiende a realizarse restableciendo los signos ligados a la primera experiencia de satisfacción.

Lo que define esa primera vivencia de satisfacción es que la imagen mnémica de una determinada percepción permanece asociada a la huella mnémica de la excitación resultante de la necesidad. Al presentarse de nuevo esta necesidad, se producirá, en virtud de la conexión establecida, un movimiento psíquico dirigido a recargar la imagen mnémica de aquella percepción e incluso a evocarla, es decir, a restablecer la situación de la primera satisfacción. Ese movimiento es lo que nosotros llamamos deseo. Algo que tiende a.(1)

En lo sucesivo, la satisfacción queda unida a la imagen del objeto que ha procurado la satisfacción. Cuando aparece de nuevo el estado de tensión, la imagen del objeto es recargada. Esta reactivación (el deseo) produce algo similar a la percepción, es decir, una alucinación. Si entonces se desencadena el acto reflejo, inevitablemente se producirá la decepción.

El conjunto de esta vivencia -satisfacción real y satisfacción alucinatoria- constituye el fundamento del deseo. En efecto, el deseo tiene su origen en una búsqueda de la satisfacción real, pero se forma según el modelo de la alucinación primitiva. El sujeto busca siempre, por caminos directos (alucinación) o indirectos (acción orientada por el pensamiento) una identidad con la percepción que quedó unida a la satisfacción de la necesidad. Esta satisfacción primitiva tiene un carácter irreductible y una función decisiva en la búsqueda ulterior de los objetos: lo que determina la institución de la prueba de realidad es el hecho de haber perdido los objetos que anteriormente habían proporcionado una satisfacción real. La vivencia de satisfacción constituye el concepto fundamental de la problemática freudiana de la satisfacción. En ella se articulan el apaciguamiento de la necesidad y el cumplimiento del deseo.

Freud no identifica necesidad con deseo: la necesidad, nacida de un estado de tensión interna, encuentra su satisfacción por la acción específica que procura el objeto adecuado (por ejemplo, alimento). El deseo, en cambio, está indisolublemente ligado a huellas mnémicas y encuentra su realización en la reproducción alucinatoria de las percepciones que se han convertido en signos de esa satisfacción.

Con todo, esta diferencia entre satisfacción de la necesidad y realización alucinatoria del deseo no siempre está tan claramente afirmada en la terminología de Freud: en algunos trabajos se encuentra la palabra compuesta WUNSCH BEFRIEDIGUNG: deseosatisfacción, aunque, por la propia definición del deseo, la expresión satisfacción del deseo, en sentido estricto, sólo se aplicaría a la identidad de percepción. No cabe otra manera de concebir tal satisfacción o realización del deseo.

Por eso, Freud emplea el término WUNSCHERFÜLLUNG: cumplimiento de deseo, para referirse a los diversos modos de realización que encuentra el deseo. La manera como el Diccionario de Laplanche y Pontalis(2) zanja esta cuestión es definiendo el cumplimiento de deseo como una formación en la cual el deseo se presenta imaginariamente como cumplido. Agrega que las producciones del inconciente (sueño, síntoma, y por excelencia el fantasma) constituyen cumplimientos de deseo en una forma más o menos disfrazada. Pero no se trata de un problema meramente terminológico, sino relativo a la naturaleza de la satisfacción: ¿cómo obtiene el sujeto su satisfacción si el deseo es precisamente lo que no se colma?.

La naturaleza de la satisfacción parece ser paradojal,(*) en consonancia con lo característico de la pulsión.

Voy a puntualizar simplemente una de las definiciones que da Freud(3): “La pulsión nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción,…” No podemos dejar de subrayar aquí la yuxtaposición con la definición del deseo.

Esta condición de la pulsión nos reenvía al deseo en tanto movimiento que, como resto de la vivencia de satisfacción, tiende a la búsqueda de la satisfacción perdida. El carácter universal de la pulsión es el de un “esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior. Esta manera de concebir la pulsión nos suena extraña. En efecto, nos hemos habituado a ver en la pulsión el factor que esfuerza en el sentido del cambio y del desarrollo, y ahora nos vemos obligados a reconocer en ella justamente lo contrario, la expresión de la naturaleza conservadora del ser vivo”.(4) Este es un primer aspecto paradojal.

Si nos es lícito admitir que todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, la meta de toda vida es la muerte.(5) La vida sería un rodeo para llegar a la muerte, y la meta de la pulsión, alcanzar la muerte.

Así se engendra la paradoja de que el organismo vivo lucha con la máxima energía contra influencias (peligros) que podrían ayudarlo a alcanzar su meta vital, la muerte, por el camino más corto.(6)¿Qué lleva a que la vida se sostenga a pesar de lo que pulsa por llegar a la muerte?

En el proceso de deseo, la inhibición por el Yo procura una investidura moderada del objeto deseado que impide su alucinación.(7) Si esa inhibición por parte del Yo faltara, una carga demasiado intensa de la imagen produciría el mismo indicio de realidad que una percepción y el sujeto sería incapaz de distinguir una percepción real de una alucinación. Si el Yo ha respetado esa barrera que se interpone en el camino regrediente de la vía alucinatoria, y ha vuelto su atención hacia las percepciones nuevas, tiene perspectivas de alcanzar la satisfacción buscada, pero necesariamente resultará devaluada en relación con aquella primera satisfacción que le sirve de referente.

…todas las formaciones sustitutivas y reactivas y todas las sublimaciones son insuficientes para cancelar su tensión acuciante. La diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante, que no admite aferrarse a ninguna de las situaciones establecidas, sino que, “acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante”. El camino hacia atrás, hacia la satisfacción plena, en general es obstruido por las resistencias en virtud de las cuales las represiones se mantienen en pie, y entonces no queda más que avanzar por la otra dirección del desarrollo [progrediente], todavía expedita, [aunque] en verdad sin perspectivas de clausurar la marcha ni de alcanzar la meta”.(3) 

La meta ha quedado por detrás. No es fácil admitir que ése sea el verdadero estado de cosas: que el sujeto sea una especie de perro mordiéndose la cola. Se presenta aquí la paradoja bajo otro aspecto: lo que empuja hacia adelante la pulsión, son las resistencias de represión que ponen una barrera al camino regrediente. Esto es algo en principio no esperable si lo que prima es el supuesto de que la pulsión es el impulso vital al cual el sujeto debe renunciar en parte en favor de las presiones culturales.

Al contrario, parecen ser los efectos de esas presiones, las resistencias de represión las promotoras del desarrollo vital, aún a expensas de la meta específica de la pulsión: la de restablecer un estado anterior.

Esta concepción también se opone a la común opinión que sostiene que el sujeto renuncia a la satisfacción en pos de mandatos culturales que originan la represión de las tendencias pulsionales. Sin embargo, ya Freud nos anticipó que, por el contrario, “la conciencia moral es la consecuencia de la renuncia de lo pulsional. Que es esa renuncia de lo pulsional (impuesta a nosotros desde afuera) la que crea la conciencia moral, que después reclama más y más renuncias”.(8)

Se hace claro entonces, que el impulso “vital” obedecerá a la ligazón libidinal con aquel objeto de amor que tememos perder en caso de ceder a las exigencias de la pulsión. El amor ha acudido en nuestra ayuda para salvaguardar la vida. El aspecto más contundente entonces que toma la paradoja es que si la satisfacción se asocia al placer, y éste ha sido definido como la tendencia dominante de la vida anímica a mantener constante la tensión interna de estímulo, resulta ser que esa homeostasis, equivale a tensión nula, a la descarga completa de tensión. Ese equilibrio, que para nuestro sentido común es vital, sin embargo sólo es asequible en la muerte. Vale decir, que el correlato del placer en su máxima expresión, es la muerte. El principio del placer está regido por el arribo a la satisfacción plena, alcanzable sólo en la vuelta al estado de quietud. Paradoja con la que todo sujeto está condenado a confrontarse en el devenir de su vida.

Los hombres enferman de neurosis a consecuencia de la frustración de la satisfacción de sus deseos, cuando la libido no tiene la posibilidad de una satisfacción ideal acorde con el Yo. Así, la privación, la frustración (aquí Freud homologa ambos términos) de una satisfacción real se convierte en la condición primera para la génesis de la neurosis.(9)

Encontramos aquí este contrapunto entre satisfacción ideal -podríamos inferir precisamente, “acorde con el Ideal del Yo o que satisfaga al Ideal”- y satisfacción real.

Pareciera que la satisfacción real a la que Freud se refiere es la sexual. Los síntomas sirven a la satisfacción sexual en calidad de sustitutos de esa satisfacción que falta en la vida.(10) Por eso puede decir tanto que los síntomas “no ofrecen nada real en materia de satisfacción” como también que “son una satisfacción real alcanzada por la libido aunque extraordinariamente restringida y apenas reconocible”.(11) Una satisfacción “real” que prescinde casi siempre del objeto y resigna por lo tanto el vínculo con la realidad exterior. Es también un retroceso a una suerte de autoerotismo ampliado como el que ofreció las primeras satisfacciones a la pulsión sexual,(12) por eso muestran a menudo un carácter infantil e indigno.(10)

¿Habría acaso una satisfacción que no fuera sustitutiva, una satisfacción de índole real?. En función de la naturaleza del deseo, toda satisfacción es sustitutiva, por más sexual que sea.

Los síntomas son una nueva modalidad de satisfacción pulsional irreconocible para el sujeto que siente esta presunta satisfacción más bien como displacer o sufrimiento y se queja de ella.(12) Implican un gasto de energía psíquica. Se trata de una satisfacción gozosa.

En cuanto a los sueños, habiendo aceptado en todos los casos que el sueño es un cumplimiento de deseo porque es una operación del sistema Icc, que no conoce en su trabajo ninguna otra meta que el cumplimiento de deseo ni dispone de otras fuerzas que no sean las mociones de deseo,(13) sin embargo Freud se pregunta: ¿cuál es el sujeto de ese deseo? ¿se trata de un cumplimiento de deseo para quién?. El soñante desestima sus deseos, los censura, no le gustan. El cumplimiento de tales deseos no puede brindarle placer alguno. Eso contrario entra en escena en forma de angustia: sueños punitorios, sueños de angustia, traumáticos.

Algo o alguien se satisface en la angustia.

En relación con las fantasías, son, como los sueños, cumplimientos de deseo. Cada fantasía singular es el cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad. Son deseos ambiciosos narcisistas, o son deseos eróticos. Aunque Freud ya había advertido -antes que Clemente, el personaje de Caloi- que, en la mayoría de las fantasías egoístas de los hombres se descubre en un rinconcito a la dama para la cual el fantaseador lleva a cabo todas sus hazañas y a cuyos pies él pone todos sus logros.(14)

No hay ninguna duda de que el demorarse en los cumplimientos de deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción. Es que no basta la magra satisfacción que se puede arrancar a la realidad. “Esto no anda sin construcciones auxiliares” cita Freud a Theodor Fontane. El reino de la fantasía es una reserva en el alma sustraída del principio de realidad. La ganancia de placer en la fantasía se hace independiente de la aprobación de la realidad.(15) Las fantasías establecen y proporcionan las formas en que los componentes libidinales reprimidos procuran su satisfacción.(16)

También el chiste es una modalidad de satisfacción que surge de una satisfacción denegada. Elude esa limitación pero al mismo tiempo la reconoce; y es eso lo que da la prima de placer al chiste. El chiste levanta una represión secundaria con el consiguiente ahorro de energía psíquica. Conseguimos un efecto cómico, un sobrante de energía que se descarga en la risa cuando dejamos penetrar en la conciencia los modos de funcionamiento del pensar primario.

Así como en el síntoma hablamos de una satisfacción ligada al goce, el goce del síntoma, en el modo de satisfacción que procura el chiste hay pérdida de goce, un gasto de inhibición ahorrado.

En lo siniestro decimos que el deseo parece realizarse. El sentimiento de lo siniestro y el desprendimiento de angustia se suscitan frente a la coincidencia entre el deseo y su cumplimiento.(17)No es precisamente placer lo que produce este modo de la satisfacción.

Evidentemente, hay modos de satisfacción que son sentidos como placer pero otros francamente displacenteros e incluso angustiantes.

¿Qué es lo que los seres humanos dejan discernir, por su conducta, como fin y propósito de su vida? se pregunta Freud en “El Malestar en la Cultura”. La ausencia de dolor y de displacer; vivenciar intensos sentimientos de placer. Es simplemente el programa del principio del placer el que fija su fin a la vida. Este principio gobierna la operación del aparato psíquico desde el comienzo. No obstante, su programa entra en querella con el mundo entero. Es absolutamente irrealizable; las disposiciones del Todo lo contrarían. Se diría que el propósito de que el hombre sea dichoso no está contenido en el plan de la creación.

Lo que se llama felicidad corresponde a la satisfacción más bien repentina de necesidades retenidas: sólo es posible como un fenómeno episódico. Estamos organizados -nuestro aparato- de tal modo que sólo podemos gozar con intensidad el contraste, y muy poco el estado. Y citando a Goethe dice “Nada es más difícil de soportar que una sucesión de días hermosos”.(18)

A modo de ejemplo, la histeria, que pone de relieve de manera tan paradigmática la naturaleza del deseo procurándose ella misma la insatisfacción. Como si hiciera falta.

(1) LAPLANCHE, J. – PONTALIS, J. B. – “Diccionario de Psicoanálisis”, Ed. Labor, Barcelona, 1974, p.96.
(2) op. cit., p.86.
(*)“Paradoja: (Del lat., paradoxa) f. Especie extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de los hombres. Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera. Figura de pensamiento que envuelve una contradicción”. Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1986, p.1011.
(3) FREUD, S. – “Más allá del principio de placer”, en O. C., Amorrortu Ed., Bs. As., 1990, p.42, cap.5, T.XVIII.
(4) idem., p.36.
(5) idem., p.38.
(6) idem., p.39.
(7) FREUD, S. – “Proyecto de psicología”, p.372, Parte I, pp.417, 418, Parte III, T.I.
(8) FREUD, S. – “El malestar en la cultura”, p.124, cap.7, T.XXI.
(9) FREUD, S. – “Los que fracasan cuando triunfan”, p.323, T.XIV.
(10) FREUD, S. – “Resistencia y represión” en “Conferencias de introducción al psicoanálisis”, p.273, T.XVI.
(11) FREUD, S. – “Los caminos de la formación de síntoma”, p.327, T.XVI.
(12) idem., pp.326, 333.
(13) FREUD, S. – “Sobre la psicología de los procesos oníricos” en “La interpretación de los sueños”, p.560, cap.7, T.V.
(14) FREUD, S. – “El creador literario y el fantaseo”, p.129, T.IX.
(15) FREUD, S. – “Los caminos de la formación de síntoma”, p.339, T.XVI.
(16) FREUD, S. – “Tres ensayos de teoría sexual”, p.206, T.VIII.
(17) FREUD, S. – “Lo ominoso”, p.238, T.XVII.
(18) FREUD, S. – “El malestar en la cultura”, p.76, T.XXI.

viernes, 18 de noviembre de 2022

La clínica de la alucinación

 En el capítulo 7 de Lo inconsciente, el siguiente caso, en don de quiere diferenciar ciertas manifestaciones que se tornan indiscernibles.

Una de las enfermas de Tausk, una muchacha que fue llevada a la clínica después de una querella con su amado, se queja: Los ojos no están derechos, están torcidos {verdrehen}

Ella misma lo aclara, exponiendo en un lenguaje ordenado una serie de reproches contra el amado. «Ella no puede entender que a él se lo vea distinto cada vez; es un hipócrita, un torcedor de ojos {Augenverdreher, simulador}, él le ha torcido los ojos, ahora ella tiene los ojos torcidos, esos ya no son más sus ojos, ella ve el mundo ahora con otros ojos».

 Las proferencias de la enferma acerca de su dicho incomprensible tienen el valor de un análisis, pues contienen el equivalente de ese dicho en giros expresivos comprensibles para todos; al mismo tiempo, echan luz sobre el significado y sobre la génesis de la formación léxica esquizofrénica. En acuerdo con Tausk destaco yo, en este ejemplo, que la relación con el órgano (con el ojo) se ha constituido en la subrogación de todo el contenido [de sus pensamientos]. El dicho esquizofrénico tiene aquí un sesgo hipocondríaco, ha devenido lenguaje de órgano

Freud sitúa que el núcleo de la psicosis, sobre todo en la parafrenia (esquizofrenia), dice que su dicho tiene su núcleo en el cuerpo, mientras que la restitución psicótica está dada en orden del delirio. Para Freud, la forma más perfecta de restitución pasaba por la megalomanía, mientras que cuando eso fracasaba aparecía algo del orden del cuerpo: la hipocondría.

Como vimos acá, Freud hace una comparación: "el delirio a la megalomanía es a la fantasía del neurótico como la hipocondría es a la angustia". De esta manera, hay algo que tiene que ver con el cuerpo en la parafrenia, que tiene que ver una reversión a una etapa de autoerotismo y algo del orden de la economía del cuerpo queda desordenada. 

Freud sitúa bajo el término de lenguaje de órgano una especificidad del discurso del decir del esquizofrénico, que tiene una particularidad especial, diciendo Freud que el discho esquizofrénico toma el sesgo hipocondríaco. 

En la neurosis, la cuestión pasa por un cuerpo erotizado. Frente una situación así, en la histeria, la paciente torcería los ojos y no diría "Tengo los ojos torcidos". Lo que en el caso vemos es que la paciente hizo una concretización del lenguaje, donde el sitagma verdrehen es tomado caso a un uso de significación plena en función de este delirio. En este punto, la certeza y la autorreferencia es un indicador fundamental en tanto perturbación de economía de goce.

El campo de la realidad conmocionada en la psicosis por el encuentro con un real toma un relieve particular. Pero el campo de la realidad no es por sí mismo suficiente, ni es el campo apropiado para el diagnóstico diferencial en el punto en que se pretende reducir los fenómenos de la psicosis exclusivamente al mismo.

Es un axioma de la psiquiatría desde Baillarger considerar a la alucionación como una percepción sin objeto, pero eso derivaría de considerar a la alucinación como un trastorno de la percepción y al sujeto como un percipiens. Se considera a ese percipiens como lugar de síntesis de la subjetividad y se le pide al mismo dar cuenta de la realidad del perceptum

Es a ese nivel que aparecen todas las paradojas que implican la relación del sujeto a la palabra, dado que el sensorium es de por si indiferente a los efectos de la cadena significante. Es decir, van a haber pacientes con problemas sensoriales y que son neuróticos.

Para Lacan, la clínica de la alucinación no es dependiente de la percepción como tampoco el fenómeno alucinatorio es reductible a un problema de los sentidos.

La economía de goce en la psicosis está articulada al yo como sujeto. El sujeto toma al yo al modo instrumental recibiendo el propio mensaje, no en forma invertida como en el esquema L, sino en forma directa. 

Para Lacan, la alucinación evidencia el problema paradojal que enfrenta al sujeto con el lenguaje. Lacan comienza estudiando el estatuto de la alucinación verbal psicomotriz, considerando un punto paradigmático para estudiar la alucinación y el fenómeno de automatismo mental. 

El automatismo mental no es tanto la relación del sujeto con el fenómeno, sino la relación del sujeto frente al Otro. Por eso, los fenómenos verbales y los demás nos van a dar cuenta de la relación del sujeto frente al lenguaje. 

El automatismo mental fue descrito por Seglas (Texto "Los problemas del lenguaje") y puede dividirse en:

Fenómenos ideoverbales: Fenómenos positivos o de intrusión, que pueden ser intelectuales, psitasismo (letanias, juegos bisilábicos, jaculatorias), mentismos - ideorrea, devaneo mudo de recuerdos y fenómenos afectivos.

Fenómenos negativos o de inhibición (robo del pensamiento, dudas, olvidos, vacío del pensamiento).

Mixtos: fenómenos de influencia (adivinación del pensamiento).

El automatismo mental también puede tener fenómenos corporales y sensoriales. 

Lacan dijo muchas cosas con respecto a la alucinación. No la sitúa en el campo abordable de la realidad, sino en el punto en que la realidad misma está conmocionada. Es en el punto en que el yo es tomado a modo instrumental por el sujeto en que este se dirige a un otro al cual le habla sobre el yo como un doble.

Sin duda, Lacan promueve un lugar de importancia en la clínica de la psicosis a la alucinación. En la clínica psiquiátrica también la alucinación tuvo un lugar de relevancia, en particular por varios autores de los cuales merece destacarse Baillarguer, Gilbert Ballet, Seglas, entre otros.

Es precisamente con respecto a Seglas que Lacan, tomándolo como punto referencial, comienza a desplegar ciertas cuestiones acerca de la alucinación, considerando que la llamada y descrita por Seglas "alucinación verbal psicomotriz" se constituye como punto paradigmático, en el cual se deja entrever la paradójica relación del sujeto con el lenguaje, más allá de lo que el fenómeno testimonia con respecto a la estructura de la psicosis.

Dice Lacan:
Ya se los indiqué la vez pasada recordando el carácter central en la paranoia de la alucinación verbal…. Séglas y su libro Lecciones clínicas,… al inicio de su carrera, hizo notar que las alucinaciones verbales se producían en personas en las que podía percibirse, por signos muy evidentes en algunos casos, y en otros mirándolos con un poco más de atención, que ellos mismos estaban articulando, sabiéndolo o no, o no queriendo saberlo, las palabras que acusaban a las voces de haber pronunciado. Percatarse de que la alucinación auditiva no tenía su fuente en el exterior, fue una pequeña revolución.

- En el dicho esquizofrénico, aparece la palabra como cosa. Es decir, lo simbólico es real. La palabra toca y "se realiza". En el caso de Tausk, ella realiza en lo simbólico lo que se le presenta en lo real.

Un ejemplo en español podría ser alguien que termina bizco porque "lo miraron torcido". En la psicosis hay otro matiz, que es cuando lo imaginario es real. Una cosa es "Me quedé bizca porque me miró torcido" y otra cosa es que ella en su cuerpo perciba su torcedura de ojos. Ahí lo imaginario se realiza. En algunas psicosis, el fenómeno elemental se presentifica y realiza lo simbólico. En otros, compromete al acuerpo. 

A nosotros no nos interesa lo percibidio (percipiens) ni el sensorium, sino el efecto sujeto de esa torcedura de ojos. Lo que no va a aparecer en la psicosis es la capacidad de dialectizar, porque para poder jugar con el significante hay que poder contar con el significante de la falta en el Otro, que no es que el psicótico no lo tenga, sino que no lo puede usar. En la esquizofrenia puede haber ironías, chistes y hasta deslizamientos por sonoridad y homofonía, pero hay un momento donde ese deslizamiento encuentra un tope y no juega más. Ahí el sujeto se detiene, tanto en el fenómeno como frente a sus propios sueños.

El psicótico sueña, hace chistes, tiene lapsus... El tema es que hay un momento que se encuentra con un tope: un agujero. Ese agujero es el significante de la falta en el Otro, que si el psicótico se cae en él, va a hacia lo no reconocido como propio. Lacan dice que cuando el psicótico encuentra el ombligo del sueño, aparece algo no reconocido como propio. Aquí lo siniestro es real. 

miércoles, 22 de junio de 2022

¿Cómo y por qué Lacan pasa del nudo de 3 al Nudo de 4 cuerdas? (1)

En esta entrada vamos a hacer un salto del seminario 3 "La psicosis" (1955-56) al seminario 23 "El sinthome" (75-1976)

Hay una serie de textos que hay que ubicar, en donde se resaltan los más importantes:

- "Lo simbólico, lo imaginario y lo real" (1953)

- Conferencia I en Roma (1923): "Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis" (1953)

- Seminario III "Las psicosis"

- De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis" (1957-58)

...Pegamos un salto de 20 años para encontrar a este grupo de textos:

- Seminario 20 "Aún" (1972-73)

- Seminario 21 "Los Nombres del Padre" (1973-74)

- Seminario 22 "R.S.I." (1974-75)

- Conferencia en la Sorbona "De James Joyce como síntoma" (1976)

- Seminario 23 "El síntoma" (1975-76)

Dijimos acá que la obra de Lacan tuvo, del seminario I al V, una primacía de lo simbólico. Del seminario VII al X (La angustia) hay un período de transición hacia lo real. 

El período de la primacía de lo real se encuentra en los seminarios XI al XX (Aún) El nudo aparece en el seminario XIV. 

Finalmente, en los seminarios XXI a XXVII, habrá equivalencia entre los registros R.S.I. 

En La Tercera, el nudo aparece con apertura de los registros, formando hipérbolas y donde cada registro va inmiccionando en el campo del otro, dejando un agujero en el centro que corresponde al objeto a:

El seminario 3: El esquema L
El esquema L permite orientar el discurso del sujeto en función del Otro (A), pensado en este momento como tesoro de los significantes, el lugar de la lengua y también como el inconsciente. Quien habla, el yo, de dirige a un otro. Hay un lugar tercero, el Sujeto, más virtual, no se corresponde por entero con elñ yo, que pretende ignorar que está determinado por el Otro, que es el inconsciente.


En el seminario 3, Lacan aborda las psicosis, más específicamente la paranoia. Freud había distinguido a la paranoia y a las parafrenias, que incluía a la parafrenia de Kraepelin y a la esquizofrenia de Breuler. Lacan le hace una crítica a Jaspers y a Krapelin. A Jaspers, le critica la idea que él había introducido entre sexualidad y desarrollo, porque decía que en los cuadros donde su evolución no era comprensible, sino que prima lo inefable o la dificultad para establecer algún tipo de identificación, lo diferencia de lo que ocurre en la paranoia, donde el desarrollo del cuadro es más comprensible e identificable y se puede establecer una empatía con el componente ideativo. Lacan propone que esta idea es anacrónica y hace un llamado a no comprender o a suspender la comprensión inmediata que se le atribuye a la paranoica y a no tomar esta cuestión de la locura lúcida que fue siempre objeto.

Para Lacan, el delirio y la alucinación de las psicosis, que suponen un desciframiento para los neuróticos, en realidad sucede que en la psicosis es un poco ilusorio, ya que el inconsciente está en la superficie, a cielo abierto, expuesto. El inconsciente, en la psicosis, es consciente y no se encuentra a la manera de la neurosis. De esa manera, no hay ciframiento ni desciframiento que sea comparable a lo que ocurre en la neurosis. 

lacan expone que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. El psicótico, pese a hallarse en ella, habla esa lengua pero la ignora. En ese punto, uno debe recordar textos de Derridá como La hospitalidad, donde uno puede hacer una analogía con la idea de aquel extranjero que se encuentra en un lugar que no es el suyo y tiene que hablar en una lengua que le es extraña. En esta situación es la que se encuentra el sujeto psicótico. Ese inconsciente, está ahí pero no funciona. En otro momento dice que el psicótico es un desabonado del inconsciente, estando el sujeto excluido de él porque gran parte de lo que desconoce viene de lo real (hay un cambio de registro desde retorna). En la neurosis, en cambio, lo que el sujeto desconoce proviene de lo simbólico. En la Conferencia de Roma, Lacan define a lo real como lo imposible de ser aprehendido por lo simbólico.

Lacan dice, utilizando el esquema Lambda, que en la mayor parte del tiempo cuando la persona habla recibe las palabras desde ese Otro, lo sepa o no, que es el inconsciente. El psicoanalista está escuchando entrelíneas eso que el paciente dice, que es más de lo que dice. El yo ignora esta determinación inconsciente, dirigiéndose a un otro. En la neurosis, el yo se dirige a un otro y lo que recibe es su propio mensaje en forma invertida.
Ej: Yo le digo a una mujer que la quiero, es para que ella me diga "Yo también". El receptor ratifica el lugar que yo tengo en el otro. Lo importante acá no era lo que yo quiero, sino escuchar el otro que habla y dice que tengo un lugar en el otro. Ese lugar llega desde el otro.

Si vamos al esquema Z, podemos ver qué es lo que pasa en las psicosis. Cuando aparece la sintomatología psicótica y evidencia la falla en el nombre del padre, el lugar del Otro desaparece y el sujeto queda definido con una especie de aplastamiento de los dos pisos superiores, reduciéndose a una relación totalmente imaginaria y especular entre el yo y el otro.

De esta manera, el psicótico se transforma en una especie de títere, donde a veces se confunde quién es el títere y el titiritero. No se sabe quién habla y quién es hablado. La psicosis revela lo que ocurre también en la psicosis, pero encubierto: todos somos hablados por el Otro del lenguaje, el inconsciente, solamente que en la psicosis aparece de manera descarnada. Lo que se produjo en la psicosis fue un desastre, un arrasamiento imaginario sobre el registro simbólico y real. Lacan dice que esto es debido a que un significante relacionado con la posibilidad de la castración ha sido admitido en lo simbólico, pero luego rechazado de allí para ser arrojado a una exterioridad. Ese rechazo primordial se expresa en una forma de retorno particular y es lo que da origen a los síntomas psicóticos. El psicótico es arrojado con su yo, desconociendo por completo el lugar parasitario de ese Otro que lo habita, por el cual el sujeto es usado y no usuario del lenguaje. Muchas veces no sabe si ocupa el lugar de su yo o su semejante y quien es habla a veces es él mismo en tercera persona. A veces también aparecen los fenómenos elementales, que suponen la amenaza del doble en la imagen especular, la aparición de las alucinaciones y el delirio como formas de aparición en lo real, que sellan el carácter del cuadro. 

Por ejemplo, Lacan sitúa el caso de "Vengo del fiambrero". El caso se trata de dos mujeres, madre e hija, en una especie de locura compartida. Se la presenta como una paranoia, pero la lectura del paciente se trata de un paciente esquizofrénico, aunque Lacan toma el aspecto paranoide de esto, aunque la paciente presenta fenómenos de fragmentación del cuerpo bastantes pronunciados. La alucinación que esta mujer tiene, cuando escucha que le dicen "marrana",  alucinación acústica verbal, es aquello que una histérica podría haber reprimido y luego recordado, o pensado que eso podrían haber dicho de ella. En este caso, no hay nada reprimido, este significante fue expulsado y rechazado y retorna desde lo real.

La crítica que Lacan le hace a Kraepelin tiene que ver con su definición del delirio. Kraepelin define a la idea delirante que se trata de la evolución continua de un sistema delirante, duradero e inquebrantable surgido por causas internas con conservación completa de la claridad, del orden del pensar, la abolición y la acción. 

Lacan critica, respecto a lo duradero, que eso no es necesariamente así. Lo de las causas internas no es el caso, las causas no tienen que ver con cuestiones orgánicas. Y lo inquebrantable tampoco ocurre de tal manera. A veces se puede ver que la idea delirante puede ser rectificada, solo que hay un punto cero en la cual no se puede hacer mucho más nada. El punto inquebrantable en delirio e irreductible, no es sobre cualquier idea, sino sobre una sola: aquello que al sujeto le ha hecho signo y que lo convoca a interpretar algo de la realidad, le concierne a él. En estar concernido en aquello que lo toca es justamente un punto inquebrantable. De esa certeza inconmovible, el sujeto psicótico no sale.

Respecto de los psiquiatras franceses que estudiaron los resonantes, que estudiaron estos delirios con apariencia silogística, razonada y razonantes, tienen un núcleo de total imcomprensibilidad. Si uno cuestiona al extremo la idea delirante, llega un punto donde el sujeto no puede dar cuenta ni defender los argumentos de su delirio. Hay un punto inaccesible para el propio sujeto que no puede saber por qué piensa lo que piensa ni puede justificar. El razonamiento paranoico es lógico y suele conmover por la necesidad de justificar su razonamiento, suele -según Lacan- llegar a un punto donde no puede decir mucho sobre ello, porque se encuentra con el agujero que provocó el rechazo de la castración. Allí aparece, en lugar de la razón, algún fenómeno delirante, neologismos, estereotipias, estribillos... Todo ello habla de una significación que ha ido a la deriva, que pierde la referencia fálica y básicamente es una significación de significación, una necesidad de encontrarle sentido a todo sin ningún tipo de amarre o referencia central. 

Calligaris, un autor que trabajó muy bien la psicosis, hace una gráfica por la cual la significación fálica tiene un punto de capitoneado, es decir, ese punto de amarre donde todo lo que se dice cobra sentido porque cada significante remite al otro y a su vez a uno central. Es como al hacer una monografía, uno no tiene que explicar todo porque se da por cierto que algunas cosas el otro ya sabe. Es como si fuera una espiral, donde se gira en torno a algo. 

En la psicosis, sería más bien como una red con infinitos puntos, donde no hay ningún punto central. El sujeto psicótico queda condenado a encontrar sentido, significaciones a esos signos, a esas cosas, de manera permanente, como si fueran algo nuevo o una novedad. Es como hacer una monografía teniendo que definir términos o darles un sentido, porque no hay una referencia inmediata. De manera que se forma una significación infinita, o a lo sumo, la significación que remite a sí mismo. En la psicosis, se pierden las reglas del lenguaje.

En el seminario 3, Lacan dice que la exclusión originaria de un significante relacionado a la castración produce varios efectos. A nivel de la lengua, pero también en relación a la posición sexual del sujeto. Una histeria puede preguntarse si es hombre o mujer, lo cual es una pregunta sin respuesta. Aparece la duda. En la psicosis aparece una respuesta anticipada, o peor aún, no hay pregunta. Aparece frecuentemente el empuje a la mujer, la emasculación, que es la puesta en acto de una sexualidad anómala, sin ley, sin ordenamiento fálico. Es decir, no aparece toda esta maquinaria que aparece en los neuróticos, que es el Edipo. Collete Soler habla del "empuje a la excepción". 

La no constitución de la metáfora paterna o del Edipo, esa instalación entre el segundo y tercer tiempo del Edipo, hace que el padre aparezca en su versión imaginaria, como un padre cruel, un padre conflictivo, en su vertiente incestuosa. En el aspecto simbólico, como esto falla, hay un retorno desde un lugar real de un padre omnipotente, gozador, un padre perverso, un padre poderoso que puede, que no es el que sujeta la ley, sino el que hace la ley. Puro capricho, que puede ser asexuado, polisexuado, hipersexuado... Ese padre lo puede todo y, por estar conminado por el goce, también todo es posible. 

Lacan dice que los sujetos psicóticos tienen, al igual que la neurosis, momentos de descompensación. Esto en general tiene que ver con un significante que hace un llamado a ese Nombre-del-Padre, esa inscripción psíquica que da cierto orden y que permite enfrentar algunas situaciones, como la herencia, la paternidad, maternidad, tomar un título, un cargo, un cambio de posición que implique responsabilidad en relación a una figura de autoridad. O transformarse en la autoridad. Si los neuróticos tienen sus descompensaciones aquí, los psicóticos no escapan de ello. 

En ese punto, esos sujetos aparentemente normales, neuróticos, prespsicóticos, andaban como un taburete de 3 patas. Al producirse ese llamado, se produce el desgarro del registro simbólico. Ese agujero que se produce en lo simbólico por esa falta, produce una exacerbación de lo imaginario, que inmicciona para dar sentido ante esa pérdida de incertidumbre. Es decir, donde uno busca una respuesta para saber qué lugar, se encuentra con un vacío y la perplejidad misma. 

Lacan dice que ese sujeto, que antes podía contar con una serie de identificaciones imaginarias conformistas, un enchapado que le permitía funcionar como las personalidades "como si" que describían los ingleses. Son recursos que le permiten comportarse, qué es un hombre, qué es una mujer, etc. De repente, se encuentra con algo que lo convoca y esas identificaciones ya no le dan una respuesta. Ahí empiezan a aparecer fenómenos de franja, fenómenos entre lo simbólico y lo real, toda una compensación imaginaria a ese desastre que se ha producido por perder esas muletas que el sujeto no encuentra. Ese llamado, de un significante al otro y se encontró en falta, lo que produce es la necesidad de un amarre al sentido, en una especie de desesperación de lo que podría ser una significación para no quedar en la perplejidad y donde para encontrar esa significación se pierde el camino "por la carretera principal", según Lacan. No es lo mismo transitar una carretera con carteles donde uno sabe cómo ir, las voces del Otro lo guían. En el sujeto psicótico, esos elementos simbólicos regulatorios, del orden social, provienen desde el Otro afuera, desde lo real, a partir de las voces y las alucinaciones que dan otras pistas. Es como caminar por caminos secundarios, con desvíos, lo cual supone demoras y un infinitud de caminos tomados, en una especie de errancia, que lo hacen vagar y perderse en el sentido.

"De una cuestión preliminar..."
En este texto ya no aparece la mención a los fenómenos elementales de Clerembault. Hay una serie de conjeturas si es que perdieron vigor y valor clínico. Muchos consideran que si, otros que no. Lacan comienza a hablar de síntoma psicótico y después síntoma a secas, sobre todo cuando empieza a acercarse a lo real. Allí deja de diferenciar el síntoma de la neurosis y de la psicosis, llamándolo síntoma. Los fenómenos elementales siguen estando presentes, en el seminario 23. Posiblemente los fenómenos elementales quedaran muy ligados a la psiquiatría y se corriera el riesgo de hacer diagnósticos psiquiatrizando al psicoanálisis. 

En "De una cuestión preliminar...", lacan hace varias críticas que tienen que ver con la posición del sujeto en general y con el sujeto psicótico. Una de las cuestiones que trabaja es la posición de la alucinación tomada desde la escolástica básica, la filosofía, la teología y la filosofía cristiana. Básicamente, el sujeto que percibe tiene el estímulo de un perceptum, representado con un vector que va desde el ojo hacia el objeto, como si se tratara de un sujeto activo. Cuando el sujeto percibe mal (ej. una alucinación), Lacan dice que se le pide dar cuentas de ese error. 

Esquirol se equivocó cuando dijo que la alucinación era sin objeto. Hay un objeto, el objeto a, así que no se trata de una percepción sin objeto, sino de un percibidor sin su objeto. Lacan dice que la cosa funciona al revés, saliendo de la mecánica clásica: es el objeto el que funciona atrapando la mirada del percipiente y es el objeto el que convoca la mirada. No es el sujeto el que activamente pretende mirar. De esta manera, no hay tanta diferencia entre el trastorno de la sensopercepción y la que resulta normal, si bien hay algunas diferencias. Los sujetos psicóticos no ignoran del todo que aquellas cosas que perciben no tienen el carácter tan objetivable que tiene la realidad. 

Lacan dice que si bien los psiquiatras diferencian a la alucinación (sensopercepción) del delirio (esfera del pensamiento). Para Lacan, ambos corresponden a lo mismo. Todo lo que es percibido ya está estructurado antes por el lenguaje. nada de lo que se perciba escapa del lenguaje, por lo tanto, la alucinación no escapa a ello y de alguna manera, tanto la alucinación como el delirio comparten el mismo principio fundamental. 

Por ejemplo, en el caso Schreber aparecen trastornos en el lenguaje (neologismos, estribillos, palabras impuestas). Lacan resalta los fenómenos de código y fenómenos de mensaje. Aquellos fenómenos de código, como los neologismos, son voces que hablan en un alemán muy arcaico y están llenos de eufemismos, como almicidio, anexión de nervios. Son todos significantes que no remiten a la significación fálica, sino a la significación de significación, mo dice Silvia Amigo, deriva psíquica.

Los fenómenos de mensaje son todos aquellos mensajes interrumpidos qué el debía completar inmediatamente. Cuando a Schreber se le imponía "Debe ud., por su parte...", Schreber debía completarlo con algo como "...prestarle pronta atención". Estos fenómenos eclosionan cuando el cuadro aparece. Todos estos fenómenos son propios del síndrome de pasividad o de influencia que algunos pacientes aseguran tener. Adquieren un carácter parasitario y son explicados como la intervención de alguien desde afuera. 

Lacan también se mete con el apartado de las formas de negación freudianas "Yo no lo amo" y dar forma del delirio persecutorio, al delirio megalómano, celotípico, etc. 

El esquema Lambda da origen a este otro gráfico:

El esquema R aparece en "De una cuestión preliminar...". Él área verde es imaginaria, el área roja es el cuadrángulo de la realidad y el triángulo amarillo corresponde a lo simbólico. Básicamente, Lacan quiere decir con esto que la realidad está montada sobre lo simbólico y es enmascarada por lo imaginario. Lo que nosotros llamamos realidad psíquica, el fantasma, es una veladura de lo imaginario que se asienta en lo simbólico.

El efecto imaginario está sostenido básicamente por el yo (m), por la imagen especular (i) que es el origen del yo y por el falo (Φ). De esta manera, se puede encontrar:

El falo imaginario (phi), el ideal del yo I(a), que remite al estadío del espejo de Lacan y el yo, o moi, o a. Esto es lo mismo que falo - madre - niño, que es el famoso triángulo pre edípico.

El campo simbólico toma la cuestión de la madre (M) como lo Otro, el ideal del yo (I) como referencia simbólica y la metáfora paterna (P), que es básicamente el padre, encarnado por el A.

En la banda de la realidad, está puesto el yo (a) y el a', es decir el otro. 
Ese cuadrángulo puede formar una banda de Moëbius. Esa bandas produce un estiramiento del cuadrángulo y una retorción que hace coincidir la imagen del ideal con el especular (I e i) y al yo con el otro (a y a'). Esto es lo que sucede en la psicosis.


La notación de la neurosis significa Nombre del padre (P) y la castración (Φo). (en la imagen está mal escrito). La castración se ha hecho efectiva y está presente en Nombre-del-padre. En la psicosis, no.

Lacan trata de marcar, con el esquema R, un esquema para el caso Schreber. La falta del falo imaginario (en verde) y del Nombre del Padre produce una distorsión del cuadrángulo de arriba, específicamente de la realidad, que es lo que queda afectado por la inmicción de lo real:

Los estiramientos que se producen en las diagonales por las desgarraduras en los registros imaginario y simbólico producen una distorsión, representada por las curvas que, en el análisis matemático, tienen una tendencia al límite. Esa tendencia a juntarse en los extremos hace, según Lacan, que el yo coincida con el Otro (M), que es el Otro del capricho, el Otro no barrado.

Este esquema, básicamente dice que ante un llamado al NdP no encuentra al significante y produce dos agujeros en lo imaginario y lo simbólico, causando el desgarro del inconsciente, la pérdida de la significación fálica precaria que pudiera haber conseguido, la desaparición del A (del Otro), que tiende a confundirse con el ideal del yo. El yo y el semejante (a-a') también se confunden en esas curvas y llegan a tomar el mismo valor. Lacan dice que la realidad se deforma y se distorsiona de tal manera, en un intento de restauración del sentido que adquiere este carácter caprichoso.

Lacan hace una propuesta topológica, en donde la banda de Moëbius se puede transformar en un crosscap:

La banda de Moëbius hace un ocho interior, una retorsión interna. Vuelve a retorcer los puntos donde se cruzan, donde hay un punto medio (8) donde el punto se anula. 

En la próxima entrada vamos a ver qué pasa con el Lacan del seminario 21, 22 y 23.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Paranoia y fenómenos elementales

El objetivo del presente trabajo es examinar los tipos de fenóme nos elementales que Lacan clasificó para la paranoia en distintos momentos de su enseñanza y explorar el valor clínico que les asignó. El propósito de este recorrido es el de determinar la utili dad y vigencia clínica de dichos fenómenos en este tipo clínico. En función del objetivo del trabajo se propone un estudio de ca rácter exploratorio. Se tomarán principalmente las referencias de Lacan vinculadas al tema asignándole relevancia a la exploración de la categoría de “fenómeno elemental” desde su tesis doctoral hasta la deinición de la paranoia como nudo trébol. 
FENÓMENO Y DIAGNOSTICO 
Si bien la psiquiatría se ocupó de describir con precisión las manifestaciones clínicas de la paranoia, su diagnostico al decir de Freud, se basa en las formas que adquiere la exteriorización del fenómeno, mientras que el psicoanálisis apunta a su tejido y su trama. Así como es posible determinar el diagnostico tomando la estructura del sueño, también lo es, a través de la delimitación de la estructura del fenómeno, ya que éste da cuenta del nudo que lo soporta. 

En la actualidad, tanto las descripciones sobre la paranoia, realiza das por la psiquiatría clásica, como las elaboraciones del psicoanálisis, buscan ser sustituidas por las clasiicaciones de los manuales diagnósticos, tales como el CIE o el DSM en sus diferentes versiones. En ellos, la categoría de paranoia ha desaparecido, generando de su uso solo una retórica de la historia de la psiquiatría. En oposición a esta tendencia, el psicoanálisis no ha dejado de insistir en sostener y explorar la categoría de psicosis paranoica, sino también ha continuado examinando la particularidad estruc tural que asumen sus manifestaciones clínicas contemplando siempre la singularidad del caso. 

EL FENÓMENO ELEMENTAL DESDE LA PSIQUIATRÍA AL PSICOANÁLISIS 
La noción de fenómeno elemental tiene sus raíces en la psiquiatría clásica. Este campo disciplinario fue el que incursionó en la observación y “descripción formal de las perturbaciones psicopatológicas” (Bercherie, 1999:7). Su inluencia ha hecho que algunos de sus desarrollos sean antecedentes fundamentales en este tema. Si bien Lacan le adjudica a De Clérambault el término fenómeno elemental, éste nunca lo utilizó. Sí se encuentra en su obra la noción de “fenómeno primordial”, con el cual se refería al automatismo mental. Para este autor el automatismo surge como algo que se impone al sujeto, algo que lo habita y que no se comprende, que es enigmático y que deja al sujeto en la mayor perplejidad A estos fenómenos de automatismo los estudiará en relación a la psicosis alucinatoria crónica. Según De Clérambault estos fenómenos reúnen tres características, son no sensoriales, de tenor neutro y de carácter anideicos, además son iniciales en la psicosis y anteceden a la formación delirante (Mazzuca, 2001). Llama a este conjunto de fenómenos como “pequeño automatismo” cuando a éste se le agregan elementos temáticos, se pasa a lo que denomina “gran automatismo mental”, de manera tal que los fenómenos como el delirio y la alucinación serán para este autor fenómenos secundarios. 

LOS FENÓMENOS ELEMENTALES EN LA TESIS DE LACAN 
En su tesis de 1932, Lacan pretende penetrar al mecanismo de la psicosis, entre otras cosas, analizando un número determinado de fenómenos llamados primitivos o elementales. Con este nombre designa los síntomas que expresan “primitivamente los factores determinante de la psicosis y a partir de los cuales el delirio se constituye” (Lacan, 1932, p. 188) mediante un mecanismo racio nal según algunas teorías. 

En ese momento define al fenómeno elemental como un “elemento nuevo, heterogéneo, introducido en la personalidad por la x mórbida (Lacan, 1932, p. 188). Lacan toma de Westerterp el método para examinar el estado psíquico que precedió a las elaboraciones del sistema delirante de su paciente a quien llamó Aimée. En esta perspectiva plantea que los exámenes de la evolución delirante en las psicosis, dan cuenta que el delirio no es constituido mediante un “desarrollo regular” sino por el contrario, muestran puntos fecundos, a partir de los cuales se crea el deliro. 

Los fenómenos elementales del deliro que delimita en Aimée son: “los estados oniroides, trastornos de incompletud de la percepción; interpretaciones propiamente dichas; e ilusiones de memoria” (Lacan, 1932, p197). Estos dos últimos fenómenos se manifiestan como trastorno de la percepción y del recuerdo, ligados a los lazos sociales. Otros fenómenos elementales que nombra en su tesis, son la vivencia de signiicación personal, deinida por Neisser, la extrañeza del medio, fenómenos deja vú, y adivinación del pensamiento. 

La noción de paranoia en este momento la toma de Claude, quien dividía por un lado la psicosis paranoica y por otro lado la paranoide. 
- La psicosis paranoica (sean o no alucinatoria) se manifiesta como una exageración de la personalidad, un delirio sistematizado, conservación de la actividad intelectual, mantenimiento del contacto con el ambiente. 
- Mientras que la psicosis paranoide es aquella que se caracteriza por la desintegración de la personalidad, variedad del delirio, deterioro de la actividad intelectual, pérdida del lazo social. (Bercherie, 1986, p. 202). 

En “Acerca de la Causalidad psíquica” (1949) Lacan postula que en la paranoia lo que se produce es una “inmediatez de la identificación”, esto es, una identiicación no mediatizada por el Otro, es decir, la infatuación del sujeto. Por lo tanto, si “un hombre cualquiera que se cree rey está loco, no lo está menos un rey que se cree rey” (Lacan, 1949, p.161). 

El loco presenta un desconocimiento de su propia locura, en la media que intenta imponer la ley de su corazón a lo que experimenta como el desorden del mundo, al decir de Lacan, una “empresa insensata”, en la medida que desconoce la implicación de su ser actual en este desorden. Es la idea del alma bella de Alcestes. Este esta loco, dice Lacan, ya que no reconoce en su bella alma su implicación en el desorden contra el que se rebela. “El riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de las identii caciones en las que el hombre compromete a la vez su verdad y su ser” (Lacan, 1949, p 166). Se trata entonces de examinar “el grado” de identiicación que sostiene el sujeto con el Ideal. 

LA PARANOIA EN EL SEMINARIO III  Y DE UNA CUESTIÓN PRELIMINAR 
En el Seminario 3 (1954-1955) examina los fenómenos elementales en la paranoia y en el automatismo mental, e incluye a la alucinación como la “forma más característica” de los fenómenos elementales (Lacan, 1955). Según Mazzuca, es posible pensar los fenómenos elementales de la paranoia en el registro del signiicado, mientras que los del automatismo mental, dentro del registro del signiicante. Por ejemplo, la interpretación delirante implica una intuición que estabiliza un significado de la intención del Otro (Mazzuca, 2001 p.198) 

En este seminario, Lacan critica la noción de paranoia de Kraepelin y hace del fenómeno elemental el resorte de la estructura. Es decir, diferencia la neurosis y psicosis desde la estructura (del lenguaje) y no desde el punto de vista de los de la descripción del fenómeno. Asimismo postula que el delirio es un fenómeno elemental. “Es decir que la noción de elemento no debe ser entendida en este caso de modo distinto que la de estructura, diferenciada, irreductible a todo lo que no sea ella misma” (Lacan, 1955, p. 33). Sostiene que la presencia de trastornos del lenguaje es una condición necesaria para el diagnóstico de psicosis. Además, subra ya la distinción entre la realidad y la certeza en la psicosis. De esta manera considera que en el sujeto psicótico no está en juego la realidad, sino la certeza. 

En el escrito “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1958), sitúa a la alucinación verbal como el paradigma del “síntoma psicótico” y distingue los fenómenos de mensaje y los fenómenos de código. Los primeros, comprenden la interpretación elemental, a la que llama “significación de significación,” lo que implica una significación presente pero indeterminada (Soler, 2004). Los segundos, están compuestos por las formaciones neológicas en su forma y en su empleo. En la “Presentación de la traducción francesa de las memorias del presidente Schreber”, (1966), ubica al paranoico como aquel que identiica el goce en el lugar del Otro. Ingresa de este modo otra vertiente para pensar la psicosis, por un lado, la vertiente del len guaje y por otro lado la vertiente del goce. 

EL NUDO TRÉBOL 
Si bien es en el seminario Ou pire (1971-1972) donde Lacan introduce por primera vez el nudo borromeo, es en el seminario RSI (1974-1975) y el seminario El Sinthome (1975-1976) donde realiza propuestas novedosas sobre la paranoia. En RSI, dice “la paranoia es un pegoteo imaginario. Es la voz que se sonoriza, la mirada que se vuelve prevalerte. Es un asunto de congelación del deseo” (Lacan, 1975, p. 157). 

Intentemos desglosar esta deinición; que quiere decir con “la paranoia es un pegoteo imaginario”. Lo imaginario es la consistencia, el cuerpo, las identificaciones. El paranoico es alguien que cree en las identificaciones, es un creído dice Lacan. Es alguien sostenido en la identificación al Ideal. Lo cual se releja en una serie de fenómenos, como aquellos ligados a la redención, el paranoico suele estar impregnado de buenas causas. Con la oración “es la voz que se sonoriza, la mirada que se vuelve prevalerte. La voz no implica el sonido, sino la presencia del texto, es decir, de la metonimia de las significaciones. Es una voz que sonoriza la mirada, es una voz pegoteada en la metonimia de las signiicaciones de la mirada (Soler, 2009). 

Por la oración “Es un asunto de congelación del deseo”, entendemos que Lacan alude, por un lado, de la existencia de un modo de deseo en la psicosis paranoica, por lo cual, la versión del deseo en la paranoia es la de un deseo congelado. Esto es, solidificado, tieso, rígido en un campo metonímico reducido a las signiicacio nes escopicas. 

En el seminario El sinthome, (1975-6) plantea que el nudo es el soporte del sujeto, esto es RSI, soportan al sujeto real. Lo imaginario es el cuerpo, lo simbólico, ya no es la cadena significante (Soler, 2009), sino el conjunto de Unos, y lo real, aquello que que da por fuera de lo simbólico e imaginario, lo imposible de simbolizar. Entonces, a partir del modo de anudamiento o relación entre los registros se determinará tipos de nudo. Asimismo es posible aprehender fenómenos clínicos concernientes al cuerpo (lo imagi nario), al verbo (lo simbólico) y al goce (lo real). 

En este seminario haciendo referencia a su tesis doctoral dice que la paranoia y la personalidad son la misma cosa. En la medida en que un sujeto anuda de a tres lo imaginario, lo simbólico y lo real en una sola y misma consistencia, y en esto consiste la psicosis paranoica” (Lacan, 1975, p. 53). Si ubicamos los tres registros en continuidad produciendo un empalme de las junturas de lo real con lo imaginario, de lo imaginario con lo simbólico y de lo simbólico con lo real, nos queda como resultado el nudo trébol. Es decir, la paranoia es pensada aquí como un nudo trébol constituido por una única consistencia de modo tal que hay una continuidad de los registros (Schejtman, 2008). 

Pero antes de continuar con el nudo, qué quiere decir que la personalidad y la paranoia son la misma cosa. Si por personalidad entendemos la rigidez de los rasgos que hace que a nivel imaginario nos diferenciemos de otros, en la paranoia con lo que nos encontramos es con la fijeza de los rasgos del sujeto, con lo que Lacan llamaba la psicorigidez, hasta el punto que si movilizamos esta rigidez corremos el peligro de desanudar el nudo. Si la paranoia implica que RSI están en continuidad, ello trae como consecuencia una continuidad de los goces. Esto es: 
- del goce fálico, que estaría entre lo simbólico y lo real por fuera de lo imaginario, 
- del goce del sentido, ubicado entre lo simbólico e imaginario, y 
- el Goce del Otro que lo sitúa entre lo real y lo imaginario. 

Entonces, si esto esta en continuidad, no habría una discontinuidad de los goces y como resultado de ello podemos encontrarnos con fenómenos, tales como la metonimia del sentido, donde no hay un limite entre la zona del sentido y lo que queda fuera de sentido. Todo comienza a tener sentido; esto es, la creación de un metalenguaje donde el sentido queda restringido al campo escópico, a la mirada del Otro, es decir, al Goce del Otro. Para finalizar, podemos decir que encontramos cierta continuidad en la enseñanza de Lacan con respecto a los tipos de fenómenos elementales que Lacan localiza en la paranoia. Los mismos caracterizados desde un principio por la prevalecía del registro imaginario. No obstante, suponemos que sus últimos desarrollos abren nuevas vías que complementan sus elaboraciones anteriores. Fundamentalmente aquellas que conciernen a la continuidad entre los registros, y a la prevalencia de la pulsión esópica e invocante. 

NOTA 

[1] El presente trabajo muestra algunos aspectos del proyecto doctoral “La relación entre fenómeno y estructura en la psicosis no desencadenada”, pre sentado en la Facultad de psicología (UNLP). 

BIBLIOGRAFIA 

LACAN, J. (1986) De la psicosis paranoica en sus relaciones con la persona lidad. México: Siglo XXI, 1932. 

LACAN, J. (2000) “Acerca de la causalidad psíquica”, en Escritos I, Buenos Aires, Siglo XXI, Paidós, 1949. 

LACAN, J. (2000) El Seminario, Libro III: “Las psicosis”, Buenos Aires, Piadós, 1955-6. 

LACAN, J. (2002) “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”. En Escritos II, Buenos Aires, Siglo XXI, 1958. 

LACAN, J. El Seminario, Libro XIX, “Ou Pire” Buenos Aires, Inédito. 1971-1972. LACAN, J. El seminario, Libro XXII, “RSI”, Inédito, 1974-1975. LACAN, J. (2007) El Seminario, Libro XXIII: “El sinthoma”, Buenos Aires, Pai dós, 1975-6. 

LACAN, J (2001) “Presentación de la traducción francesa de las Memorias del Presidente Schreber”, en Intervenciones y Textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1966. MAZZUCA, R. et al. (2001). Las psicosis. Fenómeno y estructura. Buenos Aires, Eudeba. 

QUINET, A (2006) Psicose e laço social, Río de Janeiro, Jorge Zahar Editor. SCHEJTMAN, F. (2008) “Síntoma y Sinthome”. En Ancla, Revista de la Cátedra II de psicopatología, Facultad de psicología, UBA, Vol II, pp. 15-59. SOLER, C. (2009) Las querellas de los diagnósticos, Buenos Aires, Letra viva. SOLER, C. (2004). El inconsciente a cielo abierto en la psicosis. Buenos Aires, JVE.

Fuente: Aguirre, Javier Luis (2010) "Paranoia y fenómenos elementales" Facultad de Psicología, Universidad Nacional de La Plata. Argentina

viernes, 17 de julio de 2020

Fenómenos elementales en la paranoia: historia y teoría.

Resumen:
En este texto intentamos dar ciertas indicaciones sobre la cuestión de los llamados «fenómenos elementales» en la paranoia, entendida ésta tanto en el sentido prekraepeliniano como en su versión reducida. Dicha cuestión es de lo más escabrosa por cuanto afecta directamente a ciertos aspectos clínicos: los fenómenos elementales inclinan el diagnóstico hacia la psicosis y poseen la misma estructura que la locura plenamente articulada. Se tratará la cuestión de la relación de tales fenómenos con las alucinaciones y los delirios en la historia de la psiquiatría, haciendo hincapié en cómo Jacques Lacan retoma dicha problemática. También nos centraremos en la interpretación, fenómeno por excelencia de la paranoia.

La clínica de los fenómenos elementales no es muy conocida en el ámbito de la psiquiatría contemporánea, a pesar de ser muchos los psiquiatras que desde principios del siglo XIX hablaron de ella. Quizá esta circunstancia pueda deberse a la relativa carencia de sistematización en la que se vio inmiscuida por la gran preocupación que supuso la encrucijada de la organogénesis. Sin embargo, con los años se desarrollaría la puesta a punto de una teoría de la clínica bajo la égida de los llamados fenómenos elementales en el marco del psicoanálisis de orientación lacaniana.

Del estudio de la psiquiatría decimonónica y de la del primer cuarto del siglo XX se desprende un saber sobre la esencia de la psicosis, un saber que tiene unas implicaciones diagnósticas y terapéuticas de primer orden. Su extracción y elaboración teórica fueron llevadas a cabo por Jacques Lacan en los años 30 del siglo pasado. Trataremos de ver a continuación cuáles son sus referencias y cuál fue su articulación; es decir, qué se desprende del saber descriptivo de los autores de la denominada Psiquiatría clásica y cómo con ello Lacan construyó una teoría sobre la estructura freudiana de la psicosis: un discurso sobre la locura construido con aquello que es precisamente su esencia, el fenómeno elemental.

1. LA ARTICULACIÓN ENTRE LO PRIMARIO Y LO SECUNDARIO EN LA PARANOIA
Clásicamente se ha considerado la existencia de al menos dos tipos de fenómenos en la psicosis, los que aparecían en primer lugar, y aquellos que lo hacían después. Ha sido habitual establecer el hecho de que a partir de los primeros —fenómenos considerados como síntomas que expresan la esencia misma de la psicosis—, los segundos se construirían en base a reacciones secundarias y deducciones racionales, mecanismos normales del razonamiento.

La posición convencional de la psiquiatría era considerar el delirio como algo secundario, como una reacción de la personalidad frente al surgimiento de fenómenos intrusivos. Para algunos autores estos fenómenos eran las alucinaciones y, para otros, eran fenómenos de otra índole. Lo que sí parece claro es que el delirio intentaría dar cuenta de los fenómenos primarios, explicarlos, hacerlos más soportables o simplemente darles cierta continuidad. Algunos autores hablan incluso de «enquistarlos».

Esquirol, aunque considera que hay una cierta independencia entre alucinaciones y delirio, pues para él la alucinación «persiste aunque cese el delirio, y recíprocamente [...], se puede estar alucinado y no delirar» (1), sostiene una continuidad entre ambos: «[...] el que se halla preso del delirio, el que sueña, al no poder intervenir en su atención, no puede dirigirla ni apartarla de estos objetos fantásticos» (2).

Más adelante concreta de nuevo esta relación: «La acción del cerebro prevista sobre la de los sentidos externos, destruye el efecto de las impresiones presentes y hace que el alucinado confunda los efectos de la memoria con las sensaciones actuales. Es entonces cuando se pervierte el estado normal y empieza el delirio» (3).

Jean-Pierre Falret también apunta a una relación entre las alucinaciones y el delirio. Si bien, se aprecia el carácter explicativo que atribuye al delirio respecto a las alucinaciones:
«Al principio, los alucinados no aceptan como verdadero un fenómeno tan extraño. Muchos de ellos se entregan a investigaciones para apreciar la exactitud de lo que ellos creen sentir. Un gran número de enfermos, incluso estando convencidos de la actualidad de sus sensaciones, sin la intervención de los objetos apropiados para provocarlas, han recurrido a mil explicaciones para legitimarlas ante los ojos de todos y ante los suyos propios. Dicen que sus enemigos emplean para atormentarlos portavoces e instrumentos físicos muy perfeccionados, que les magnetizan desde grandes distancias; imaginan estar rodeados de ventrílocuos y, a veces, creen que estos ventrílocuos están instalados en sus vientres, en sus pechos o en sus cabezas. Más frecuentemente aún, creen que las paredes y los techos están huecos y recelan de sus encarnizados enemigos» (4).
Lasègue, por su parte, al aislar el delirio de persecuciones comenzó describiendo una primera fase de inquietud, de malestar indefinible, en la que el sujeto piensa, necesariamente, que aquello que le está pasando es provocado desde el exterior, por lo que busca dar una explicación a esa situación extraña que padece: «sólo los enemigos pueden tener interés en causarle esas penas» (5). Lasègue introduce una novedad, a diferencia de Esquirol y de J.-P. Falret, no habla de un inicio con alucinaciones, sino de una inquietud y un malestar especial. Sin embargo, se aprecia en su concepción el carácter explicativo del delirio respecto a esa primera experiencia. Esta inquietud de la que habla Lasègue tiene mucho que ver con el fenómeno elemental (6).

Por otra parte, para Lasègue, los hechos que constituyen el punto de partida tienen un valor subjetivo. No se trata de grandes males o perturbaciones, sino de emociones personales, que generalmente, son de una completa insignificancia. Es decir, los perseguidos suelen comenzar su delirio con detalles mínimos a los que quieren darles una explicación. Se trata de detalles tales como un comentario inofensivo, un mueble estropeado, un sabor extraño, etc., y no de acontecimientos que a priori se considerarían que pudieran ocasionarlo. Por lo que el delirio se alimenta de detalles insignificantes y es, apoyándose en dichos detalles, como se sistematiza.

martes, 19 de mayo de 2020

La ontogénesis del aparato psíquico



En esta ocasión vamos a continuar con el desarrollo de la ontogénesis del aparato psíquico. Anteriormente hablamos de la primera oral, la cual se divide un yo placer purificado, que funciona alucinatoriamente. Esa alucinación primitiva, para Freud, es el primer acto psíquico y el primer deseo. Nada de carencia en ser, como dice Lacan. El primer deseo, ante el embate de la necesidad, cuando ya hay inscriptas huellas de satisfacción.

Ese engrama fusional yo placer se purifica cuando logra dividirse de las experiencia de displacer que constituyen al objeto hostil. Por eso, la primera oral es divalente, con todo el amor concentrado en el yo placer purificado, donde están indiferenciados el cuerpo de la madre y el bebé y objeto hostil, donde también están indiferenciados aspectos odiados de la madre y del propio bebé, como podría ser la pancita que le duele.

Poco a poco, esta escisión originaria, que coincide con la esquizoparanoide de Melanie Klein y con la división que reconoce Piera Alaugnier, hace que fracase la alucinación primitiva. No se puede vivir alucinando. Entonces, ante el fracaso, vuelve el llanto, el grito y el pataleo y asíste la mamá. Con lo cual, se produce la tercera experiencia fundante, que es la experiencia de consuelo. La experiencia de consuelo le enseña al bebé que tiene que patalear y que con alucinar no se gana nada. Por lo tanto, el primer aprendizaje para Freud es retener la alucinación y poder esperar. Incluir la urgencia, incluir la necesidad en el yo y poder esperar. Ahí es cuando cambia el llanto del bebpe y al ser respondido por la mampá, se transforma en llanto de llamada.

La vivencia de consuelo se establece cuando ya hay una separación del objeto, cuando hay una madre exterior como objeto que puede acudir y consolar al bebé. Esas experiencias de consuelo, comienzan a hacer que el yo represente la separación con la mamá. Primer está fusionado, pero al transformarse su llanto en llamado y ser respondido, se producen dos procesos interesantes: incluye aspectos del objeto hostil en sí mismo, reconoce que mamá tiene aspectos buenos y malos, que para su gusto a veces tarda. Se va cerrando la escisión originaria, pero no totalmente. Ya vamos a ver que un poco de esta escisión sigue a lo largo de la ontogénesis, pero tenemos al yo que reúne aspectos buenos y malos en sí mismos y es el yo que retiene investidura o que retiene energía que antes expulsaba nirvánicamente y que el Proyecto lo llama yo de la catexia colateral.


El yo de la catexia colateral, en vez de alejar mediante llanto y gritos, se inviste energétivamente. Esto no solo le sirve para esperar, sino para llamar. Ya hay un llanto de llamada y ejerce un proceso intelectual importante que Freud llama juicio del semejante. A nosotros nos parece muy sencillo, pero el juicio del semejante es que existe una mamá que puede aparecer por algún lado y cuando lo hace, el juicio es "mamá está ahí". Ese es el primer juicio fundador de todos los largos rodeos intelectuales que vamos a hacer de ahí en adelante.

La estructura que se ha diferenciado del objeto es compleja y por eso llamamos ontogénesis del aparato psíquico. Es ello y yo, hay una costrita que es la que hace el juicio del semejante, la que retiene la alucinación. Esa costrita, más adelante, va a ser el yo de realidad definitivo, pero comienza a diferenciarse del ello que todavía es en su mayor parte el aparato psíuico. Las pulsiones siguen fundándose, por ejemplo, en la segunda oral predominan las pulsiones oral canibalística. En la primera oral son las pulsiones oral pasiva de succión, pero no son las únicas. Hay multiplicidad de pulsiones. Freud señala sadosmasoquismo originario, voyeurismo, exhibicionismo, el encuetro de miradas entre el bebé y la mamá, que después se va a ir diferenciando en la medida en que se diferencien yo de objeto.

En la segunda oral tenemos el nacimiento de lo que va a ser yo r.d. mucho más adelante con el juicio del semejante, que es el primer juicio y la constitución del objeto. Este yo de la segunda oral es lo que en Introducción al narcisismo llama el nuevo acto psíquico, porque es el yo que ya tiene representación corporal y ese yo que a partir de acá puede hacer identificaciones que no son fusionales como la identificación de la primera oral, que es fusional.



A partir de acá, como ha comenzado a diferenciar el objeto, es que hace identificaciones que pueden ser llamadas primarias. Es decir, ha diferenciado al objeto y pueden hacer identificaciones que son de retorno del objeto. Antes, como no diferenciaba, eran identificaciones originarias, es decir fusionales, sin diferenciación del objeto. Las relaciones lógicas de la primera oral son por identidad o fusionales, pero en la segunda oral comienzan las relaciones por semejanza. Otra manera moderna de llamarlas ha sido especulares, por semejanza. Aún así hay que diferenciar identificaciones fusionales de identificaciones especulares.

El nuevo acto psíquico es la capacidad del yo de representar su propio cuerpo con más unicidad que antes, diferenciándose del objeto y a la vez diferenciarse del ello. Esto es sin consciencia, hay una representación corporal que no es solo la proyección de una superficie, como dice Freud, sino que también es la representación de un conjunto de perceptos corporales y sensaciones, que son con el correr del tiempo encerrados por la representación del ambiente, que se da de a poco.

El juicio del semejante es un acto intelectual primaria, yo - no yo. La representación corporal es primaria, es estar cinscunscripto por la piel. En ese sentido, podemos acordar con la descripción que hace Winnicott como el bebé configura su esquema coporal en base a la manipulación y el sostén que hace el papá y la mamá. En eso Winnicott es impecable. También podemos acordar que la representación de la piel, la que Ansieu le dio mucha importancia, es una representación del límite del yo.

La diferenciación del yo con el objeto es paulatina y a medida que madura, hay mayor grado de tensión entre el yo y el objeto. Las identificaciones cada vez van a ser más diferenciadas, aunque todavía sean por semejanza o especualares. Nosotros vamos a tomar la división Freud-Abraham, que es primera oral, segunda oral; primera anal, segunda anal; falo y falo Edipo-castración; naufragio del complejo de Edipo, represión primaria y yo y superyó.

¿Qué sucede con el objeto hostil? El bebé incluye en su yo la panza que duele, a la madre que tarda. La segunda oral es una etapa ambivalente, a diferencia de la primera que es divalente. La ambivalencia se va cerrando porque hay etapas en que aumenta, por ejemplo en la etapa anal. En esta última etapa hay muchas fijaciones y mucho conflicto. Es una etapa donde se va diferenciando el objeto y en la estructura psíquica, el yo del ello al mismo tiempo. Y por supuesto, en la misma medida en que van aumentando las capacidades intelectuales del yo, se van abriendo pulsiones, es decir, el ello crece: pulsión de dominio, pulsión de saber, sadomasoquismo, todo eso va creciendo conjuntamente.

Freud acentúa que en la segunda oral lo característico es la diferenciación yo de objeto. Lo que sucede es que al diferenciar al semejante, comienzan a haner identificaciones de vuelta de la diferencia objetal. En la separación de primera a segunda oral, lo que ha hecho el bebé es separar su cuerpo del cuerpo de la madre. Esa separación es fundamental, que son las identificaciones fusionales. Después que haga identificaciones de vuelta de la elección objetal no hay problema. Las identificaciones fusionales son graves, responden a patologías graves e implican desconexiones de las sensaciones del cuerpo, que se desorganiza. En un caso de una pscótica paranoide católica, la analista le pregunta si fue a misa. Ella responde que no. La analista, sabiendo que ella era católica, le dice "Qué raro que no hayas ido" y ella responde "¿Para qué? Fue mi mamá". Este es un ejemplo de identificación fusional, de la primera oral.

Aún en la etapa anal, los chicos suelen tener una especie de transmisión del pensamiento. Les das una manzana pelada y se tiran al piso llorando, porque la querían con cáscara. Esta separación de cuepro y psiquis todavía es un proceso inconcluso, pero el cuerpo tiene que ser antes. Actualmente tenemos muchos ejemplos de transitivismo mental, o de enajenación mental, de pensamiento mágico. La formación de masas funciona así.

Fuente: Este texto se redactó con el encuentro n° 19 "La ontogénesis del aparato psíquico" del canal Freud Deconocido.

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