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jueves, 28 de abril de 2022

No podemos hacer pronóstico, pero sí anticipación

En el posgrado de psicopatología, en contexto de la materia "Teoría de las psicosis", surgió un debate acerca del pronóstico. ¿Puede un analista hacer un pronóstico, por ejemplo, tomando las encrucijadas de un desencadenamiento o de sus crisis? De estas posturas se han cometido prácticas que tenían más que ver con un discurso más de amo que el analítico.

Ahora bien... Hay una diferenciación que puede y quizá deba hacerse, no solo en las psicosis, referida a la capacidad de anticipación que tiene el analista.

El clisé es el modo particular con la que el sujeto se relaciona con el otro, presentificando el fantasma. El clisé puede leerse en las primeras entrevistas, aún no habiendo despejado el fantasma. Lo que vamos a encontrar, de esta manera, es un común denominador de todas las situaciones que el paciente repite. 

La noción de clisé permite anticipar muchas cuestiones con pacientes en la clínica, como las resistencias. Por ejemplo, un paciente que se queja de que siempre se queda afuera, puede tener problemas para asistir a su terapia. En el análisis con sujetos neuróticos, el clisé se repite porque no hay una sucesión cronológica de tiempo, sino una atemporalidad y duración de la marca. Se trata de un tiempo espiralado, donde el paciente transcurre por situaciones parecidas con una base en común y que repite, "chocándose siempre con la misma piedra".

Freud tempranamente se dio cuenta sobre la atemporalidad inconsciente y más tarde que la compulsión a la repetición era la resistencia del ello. Tomemos que un paciente repite un mismo patrón de relaciones, de manera que el analista ahí no hace futurología, sino más bien una regresión lineal. Se trata de una estructura que se repite en distintas dimensiones y formatos, conservando la misma relación de elementos, como en los fractales.

El neurótico padece de un recuerdo que no logra elaborar y lo repite incesantemente. Por supuesto, esto tiene que ver con la pulsión de muerte. Es un punto regresivo de la estructura. Ahora, uno no sabe a dónde va a parar el significante en su deslizamiento, a dónde remite y qué significación se dará. Ahora, esto no quiere decir que el analista no pueda anticipar.

La repetición suele verse en los pedidos y en las demandas que se le hacen al analista. El analista debería alojar estas demandas, aunque no necesariamente acceda a ellas. Por ejemplo, un regalo puede tener una vertiente imaginaria, como normalmente se la toma, pero la anticipación del analista puede determinar que de lo que se trata -por ejemplo- sea que ese regalo se trate de un testigo de un recorrido, algo que el paciente soltó. 

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Los tiempos lógicos y cronológicos

El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho.

El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río;

es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;

es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.

El mundo, desgraciadamente es real;

yo desgraciadamente soy Borges.

J. L. Borges, "Nueva refutación del tiempo"


Me ha parecido, pues, necesario que al mismo tiempo que abordo el discurso de un niño y/o de un adolescente en su infatigable inmortalidad e incesante sexuación, considerar indagar y lo digo con cierta cautela, significantes, letras, números, cuadros y musicalidades, que no puedo ignorar, a partir de dos ángulos distintos, que implican anudar: lógica y tiempo.

La palabra “lógica” según el Diccionario Etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas, 1987, deriva del griego y se refiere al discurso, al verbo. A la disciplina que trata de los principios y criterios sobre la validez de las inferencias y demostraciones. Para el psicoanálisis implica una estructura dialéctica y analógica, que puede formularse en lenguaje matemático.

El término “tiempo” deviene del latín tempus, temporis (tiempo, momento, ocasión propicia, estado temporal en un momento determinado). El sentido originario de tempus remite más bien a una noción instantánea o de fracción considerada en la línea temporal, frente a vocablos latinos como aevus o aetas que remiten al tiempo en su extensión durativa. (Joan Corominas, 1987). También, proviene de una raíz indoeuropea, di o dai, que implica la acción de «dividir». Para el psicoanálisis el tiempo es efecto del discurso, e incluye los conceptos de retroacción y anticipación entre otros.

Así, tenemos una lectura diacrónica, a través del tiempo, y otra sincrónica, en un mismo tiempo. Desde luego, y en el devenir del caldero de la lengua que bulle, ambas modalidades de lectura pueden ser desplegadas dialécticamente.

En la primera, la diacrónica, las nociones y relaciones son desenrolladas de una manera sucesiva, una detrás de otra, hay un antes y un después —lógica por contigüidad—.

Mientras que las trenzas de cuerdas, una diacrónica.

Aquí, historizamos desde el presente el pasado, pero a la manera de una novela familiar.

En la segunda, la sincrónica, se analiza lo que se da en un momento dado. Así, los denominados modelos, esquemas, grafos, superficies topológicas, y nudos, implican la posibilidad de una lectura sincrónica, porque sus conceptos y enlaces remiten a la —lógica por simultaneidad—.

También, y es sorprendente saber, que ambas, contigüidad y simultaneidad, junto con la semejanza (analogía) y la causalidad, corresponden a las lógicas de lo inconsciente.

Estos criterios postulados por Freud (1950a, 1900a), regulan los desplazamientos y condensaciones de investiduras en lo inconsciente, y que reitero y dejo constancia: la simultaneidad (autoerotismo), la simultaneidad y la pasividad (constitución del yo placer purificado), la simultaneidad y la actividad, denominada contigüidad (yo cinético vía trastorno en lo contrario), la semejanza-analogía (complejo del prójimo) y la causalidad (teorías sexuales infantiles y yo real definitivo). Finalmente, la semejanza (que instaura vía juicio la diferencia sexual), la analogía (que posibilita lo distinto del das Ding - objeto a) y la causalidad (que posibilita las fantasías primordiales o fantemas, y el tiempo edípico).

Estos criterios son importados epistemológicamente por Lacan desde Freud, Saussure y Román Jakobson, como metonimia y metáfora. Aunque, en verdad, Lacan opta por la posición de Pierce (1965), que afirma que el signo no implica una díada, no tiene un carácter doble como sostenía Saussure, sino que se constituye como una relación triple.

Ahora bien, ya Lacan desde 1945, en «El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada», procura anudar dos dimensiones fundamentales, lógica y tiempo. En este lazo cobran importancia, variables temporales, algunas nuevas como la prisa o precipitación, cuya antítesis lo constituye el aguardar y otras ya indagadas e inventariadas como: el a-posteriori, la anticipación, la fijación, la regresión y la progresión. Estas dimensiones estructuran la acción del viviente.

Pero, detengámonos un momento en la presentación de estos lazos y efectos, porque en los tiempos lógicos de la niñez y la adolescencia nos resulta de gran utilidad tener en cuenta sus principales características.

Entonces, se impone una breve referencia ya que han sido, en otros textos de mi autoría, elaborados detenidamente.

A-posteriori (Freud, nachträglich, Lacan, aprés- coup): Se trata de una articulación de diferentes escenas, que habilita la decantación de un efecto de significancia —singular—.

Anticipación: Se refiere a un acto del pensar de carácter preparatorio de un desenvolvimiento posterior, por ejemplo, en la pubertad el sujeto puede “anticipar” temporalmente la muerte del propio yo.

Fijación: Ligazón privilegiada de la libido con objetos, imágenes, o tipos de satisfacción libidinal vinculados a fases previas. Las fases no son restos de un vivenciar anterior, recuperado cronológicamente, por el contrario, son formas de la demanda atribuidas retroactivamente al pasado.

Regresión: Proceso de organización libidinal del sujeto, derivado de un retorno en sentido inverso al desarrollo o progresión libidinal ante la frustración, con la perspectiva de una satisfacción fantasmática. Este movimiento puede ser analizado de acuerdo a diferentes modalidades, a saber: tópica, temporal y formal. En sentido tópico, la regresión se efectúa, a lo largo de una sucesión de sistemas anímicos. Puede ser indagada fundamentalmente en el sueño, en la alucinación patológica y en ciertos rasgos circunstanciales con relación a la memoria. Por ejemplo, la regresión a la fase del espejo, sitúa al sujeto en la alienación de una captura imaginaria sumamente radical. En sentido temporal, la regresión supone un retorno del sujeto a organizaciones libidinales previas del desarrollo. Se refiere a las pulsiones, al yo y a los objetos que se segregan de él.

En sentido formal, la regresión incluye el paso a modos de expresión y de comportamiento de un nivel previo. Como el retorno de las modalidades de funcionamiento del proceso secundario al primario.

Progresión: Implica considerar los procesos psíquicos en tres sentidos posibles, cuya prescindencia no es posible: a) como un movimiento de avance, progresivo de la excitación, desde el extremo perceptual hasta el extremo motor del aparato psíquico (sentido tópico), b) según el desarrollo de la libido y del yo (sentido temporal) y c) según la construcción de modalidades de expresión y figuración cada vez mas complejas (sentido formal).

Y concluimos con “prisa o precipitación”, un concepto que es evidente por sí mismo, y que implica una urgencia por concluir, una decisión, un juicio, un ritmo específico.

Estos procesos permiten enlazar los diversos factores que cobran eficacia en las llamadas series complementarias [vivencias, fantemas, disposiciones y pulsiones]. Es decir, como se sueldan las vivencias con los elementos del ello, (pulsiones, fantemas y disposiciones).

El análisis opera como un juego
“Las matemáticas sirven para eso: corregir al objeto. Es un hecho que las matemáticas corrigen y que lo que corrigen es el objeto mismo.

De donde [surge] mi reducción del psicoanálisis a la teoría de los conjuntos.” ¿Transferencia en Saint Denis?
JOURNAL d´Ornicar?
¡Lacan para Vincennes!

En el contexto del Seminario XII, “Problemas cruciales del psicoanálisis”, Lacan (1965/66) se consagra a la pregunta por el juego y nos dice que se trata de un término de amplia extensión, que abarca desde el juego de un pequeño, pasando por los juegos de azar, hasta la llamada teoría de los juegos de Von Neumann.

Agrega, luego que el análisis tiene todos los caracteres de un juego. Ya sea en sus formas más simples o más elaboradas, el juego implica la dialéctica en sus tres términos y un cuarto —distinto—, inferido por analogía, que lo integra y no le quita verosimilitud.

Una regla, aunque esté enmascarada y encubierta, es considerada como aquello que es propio del juego. “Una regla que está excluida de él como prohibida, ese punto que es, precisamente, aquel que, al nivel del sexo, les designo como el punto de acceso imposible, dicho de otro modo, el punto donde lo real se define como lo imposible. El juego reduce ese círculo de la relación del sujeto al saber; esa relación tiene un sentido y no puede tener más que uno sólo; es el de la espera. El sujeto espera su lugar en el saber. El juego es siempre de la relación de una tensión, de un alejamiento por donde el sujeto se instituye a distancia de lo que existe ya en alguna parte como saber; si en el tiempo yo creía, aún, que algo se juega”. (Lacan, 1965/66, p. 357)

En este marco, desearía intercalar de forma explícita las nociones de nuestra praxis, es decir, a los cuatro conceptos propuestos por Lacan (1964) que, desde luego, están en el fundamento del psicoanálisis con niños y adolescentes: Inconsciente, pulsión, transferencia y repetición.

Recordemos que el análisis es una praxis. Pero, ¿qué suele entenderse por praxis? En principio se trata de un término de raigambre marxista y sartreana, {*} que en el discurso procura un orden de verdad, al que se accede sólo por un camino singular: la trasferencia. Es el proceso por el que nuestra teoría se convierte en una parte de la experiencia vivencial en el marco de la transferencia en su disparidad subjetiva. También, el campo de la praxis puede ser comprendido como una tramitación simbólica de lo real.

Fuente: Diego Moreira, "Los tiempos lógicos y cronológicos"

martes, 9 de noviembre de 2021

Intervenciones en la clínica con niños y adolescentes (2)

Ver Intervenciones en la clínica con niños y adolescentes (1)

Interpretación:

En la "Interpretación de los sueños" Freud (1900a), sostiene que la posición del sujeto que sueña es similar a la del sujeto que pinta (y dibuja), podemos agregar, también a la del sujeto que juega.

En la interpretación la verdad que se procura, no necesariamente tiene que ver con el orden de la vivencia, es decir, con lo contingente o casual.

La interpretación debe tener un cierto carácter enigmático, de manera que el sujeto al mejor estilo de Edipo elabore una respuesta frente al enigma que propone la Esfinge del ciclo tebano y que precede la tragedia}

Interpretación de los sueños: Recordemos que un sujeto, puede tener un sueño psicótico y viceversa, un paciente psicótico, un sueño más o menos normal. En este último caso, el sujeto tiene una particular manera de asociar y de jugar, es decir, de "dejarse hablar". En las psicosis se pueden tomar los diferentes sueños, compararlos, y descomponerlos en sus elementos: objetos, escenas, acciones, nombres y frases; luego se los puede interpretar a partir de una construcción.

Interpretación del juego: Suele ser el instrumento más adecuado cuando se trata del juego de un niño neurótico.

Interpretación de la transformación pasivo-activa: El sujeto se ubica en la posición de un yo narcisista, y pretende repetir con el analista identificado con su yo real definitivo, la injuria recibida. En las psicosis, se aniquila el yo real definitivo por parte del paciente, para que el yo narcisista proyectado al exterior goce a costa del paciente. Esta intervención sobre la venganza, puede abarcar la relación con el terapeuta, con alguien del mundo exterior y el pasado del sujeto.

Interpretación a partir de una construcción: Una vez efectuada la construcción se pueden interpretar segmentos de la operación defensiva, de tal manera que se integren en la conjetura.

Concluyo retomando a Lacan: una intervención sólo si corta se constituye en interpretación.

Anticipación: 
El esfuerzo defensivo del sujeto impone necesariamente el reencuentro con lo inasimilable (el trauma). Esta intervención le permite al analista rescatarse como un sujeto lúcido, cuando se desencadenen los hechos preanunciados.

Señalamiento:
Descripción de la defensa: Se pone en evidencia el mecanismo estructurante y las actividades defensivas en sus dos movimientos de fuga y sustitución.

Descripción del destino dado a los juicios: Se pone de manifiesto como el paciente se esfuerza por adecuar sus vivencias (pasadas y presentes) en su sistema defensivo.

Descripción de lo escuchado del analista y su posterior destino: Se pone en evidencia como el paciente se defiende de los ataques supuestos en el analista, vía desafío o desestructuración de su palabra.

Detención de una producción verbal: Cuando se interrumpe un juicio lúcido y se lo sustituye por frases propias de otra posición anímica. En tal situación se puede frenar la producción y preguntar al paciente por los fundamentos de la interferencia previa y desde luego por el sustituto.

Evaluación del destino de los elementos "actuales", psicóticos o narcisistas cuando domina un posicionamiento neurótico.

Construcción o conjetura:
Es un instrumento que implica las diversas modalidades trabajadas por Freud [1914g], a saber: 

a] la correspondiente al orden de las vivencias, que se puede diferenciar en aquellas conjeturas ligadas a un vivenciar que cobró eficacia a posteriori, y otras, en las que el vivenciar se desplegó cuando aconteció. 

b] la vinculada con los procesos internos, que incluye: por una parte, elaboraciones que enlazan la actividad pulsional con disposiciones como son las defensas o diversas aptitudes, y por otra, construcciones que ligan la excitación con el fantema, es decir, con las fantasías primordiales. 

Preguntas: ¿Una clínica de la pregunta? 

El niño o el adolescente introduce con su neurosis una diversidad de preguntas, que se expresan en diferentes maneras del dejarse hablar: el juego, las asociaciones, el modelado y el dibujo. Estas producciones son textos cuya lectura implica reabrir dichas preguntas. Aquí el interrogante del analista debe procurar sostener las preguntas del sujeto.

Al respecto, Lacan nos dice que: "El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada.

Así procede, en la técnica zen, el maestro budista en la búsqueda del sentido. A los alumnos les toca buscar la respuesta a sus propias preguntas. El maestro no enseña ex cathedra una ciencia ya constituida, da la respuesta cuando los alumnos están a punto de encontrarla".

Escansiones:
Se trata de un corte temporal que posibilita la inserción de aquello que puede tener un sentido para el sujeto. Supone una interrogación implícita. Lacan (Posición del inconsciente) considera que "la transferencia es una relación esencialmente ligada al tiempo y a su manejo". En el Seminario del 1 de julio de 1959, afirma que la sesión escandida implica «el modo más eficaz de la intervención y de la interpretación analítica». 

También sostiene que el deseo del analista debe acotarse al corte, al vacío, a un lugar que se le otorga al deseo para que allí se sitúe. En este contexto la escansión de sesión opera como un acto fallido que libera significantes.

Silencio:
Es indiscernible de la función misma de la verbalización. En el Seminario XII, Lacan afirma: "El silencio forma un ... nudo formado entre algo que es un instante y algo que es hablante o no, el otro. Es ese nudo cerrado que puede resonar cuando lo atraviesa y hasta lo agujerea el grito.

En alguna parte en Freud, está la percepción del carácter primordial de ese agujero del grito".

Humor:
Apelar al beneficio que el intenso placer que genera el humor puede proveer al sujeto, y desde luego, como freno y redistribución de la pulsión de muerte (del campo del gozo).

Lacan (1953/54) en el Seminario 1, comenta como Freud se interroga por los motivos por los que el hombre se sustrae del narcisismo: ¿Por qué el hombre está insatisfecho? En ese momento verdaderamente crucial de su demostración científica, Freud nos ofrece los versos de Heine. Es Dios quien habla, y dice: "la enfermedad es el fundamento último del conjunto del empuje creador. Creando me he curado".

Nos es consabido que para Freud lo decisivo de un acto del habla, de un relato, de una palabra, no es lo que se dice, sino como se dice. Así, el humor es ubicado por el autor del psicoanálisis como una de las especies de lo cómico. En el Chiste y su relación con lo inconsciente, Freud 

(1905c) trata el humor desde el registro de lo económico. Y en El Humor de 1927, considera que "la ganancia de placer humorístico proviene del ahorro de un gasto de sentimiento". 

De manera, que "el humor sería la contribución a lo cómico por la mediación del superyó." 

La ilustración típica es el relato del delincuente citado por Freud (1927) que es llevado al cadalso un día lunes: «¡Vaya, empieza bien la semana!». El proceso de humor se despliega en el sujeto y le genera placer. A nosotros, que escuchamos nos llega cierto efecto a distancia, cierta ganancia de placer en el humor.

Es notorio que el otro no presenta desprendimiento de afecto, por el contrario, hace una broma. De ese gasto ahorrado en la desinvestidura deriva el placer humorístico del que escucha. 

Freud desde 1905, propone el humor como la más elaborada operación defensiva ante el sufrimiento

El humor freudiano presenta tres rasgos fundamentales: es liberador, grandioso y patético. Liberador porque posibilita cierta desinvestidura al igual que la agudeza y lo cómico. Grandioso, por una sobreinvestidura del narcisismo, de un yo invencible, al menos por un momento, ante la afrenta de la realidad. Es un breve y pasajero instante maníaco. Y esta brevedad garantiza la salud anímica, y una sustracción de la manía. Se trata de un triunfo del principio del placer. Lo patético implica lo grotesco, un reírse gozosamente del sufrimiento que atormenta. 

Para Aristóteles, en Poética, el género humorístico pretende imitar aquello que es defectuoso.
Para Oscar Wilde, "-El humor es la gentileza de la  desesperación." 

Nominación:
Se trata de una operación propuesta por Lacan (1974), que enlaza el nudo de tres fallido mediante un cuarto denominado sínthome. El deseo sólo es reintegrado en forma verbal, mediante la nominación simbólica que lo liga a la ley. La nominación, el poder de nombrar, de otorgar cierta consistencia a los objetos.

Hacia 1953, Lacan al referirse a el caso del Hombre de las Ratas -Ernst Lanzer-, recurre al sintagma Nombre del Padre, presente en Freud. Recurrió a Las estructuras elementales del parentesco de Lévi-Strauss (1949), y sostuvo que el Edipo freudiano implica un pasaje de la naturaleza a la cultura. Así, el padre cumple una función simbólica, en la medida que nombra, da su nombre, y de esta manera encarna la ley. Aquí, cobra primacía el lenguaje. La función paterna incluye la nominación lo que posibilita al pequeño la identificación.

Presentificación: 
La muerte se encuentra en el fundamento de los símbolos (sepultura). El símbolo ocupa el lugar de la cosa, un equivalente de su muerte. Lacan propone que la función del analisis, es presentificar la muerte para. el analizante. La posibilidad de muerte sostiene el deseo y otorga el sentido de la existencia.

Posibilidades: 
a) Los componentes neuróticos pueden ser fachadas protectoras ante lo "actual", la psicosis o la estructura narcisista, en cuyo caso el paciente escenifica una cierta "normalidad" ante el terapeuta constituido como sujeto lúcido y, sobre todo como superyó crítico. 

b) Si el fundamento neurótico cobra hegemonía, la posición psíquica de la desestima o de la desmentida puede pasar a acechar desde el exterior, desde el inconsciente, o bien desde otras personas.

Estrategia: La dirección de la cura

En la Dirección de la cura y los principios de su poder” Lacan (1966), en la sección II, al preguntarse por ¿Cuál es el lugar de la interpretación?, establece que esta dirección se ordena de acuerdo a una secuencia lógica:

a) La rectificación de las relaciones del sujeto con lo real (como realidad-fantasma).

Entrevistas Preliminares, para considerar la Entrada en Análisis.

b) El despliegue de la trasferencia.
c) La interpretación.

La Dirección de la Cura apunta a cambios en la posición del sujeto, con relación al gozo. Implica aplicar la regla de asociación libre y enlazar el trabajo de la cura, de manera de llevar al Sujeto, por su elaboración, a experimentarse dividido por causa de su deseo. 

En este texto constituye a la contratrasferencia en la implicación necesaria del analista en la experiencia, por lo cual se plantea la cuestión de su deseo.

Para Lacan en "Notas del Seminario I" sobre el Hombre de los Lobos, la trasferencia en el caso "Dora", está relacionada con "anticipaciones subjetivas" en el analista, y la contratrasferencia vinculada a la suma de los prejuicios que él mismo puede tener. Aquí, las anticipaciones se conforman, en el contexto de la dialéctica del tratamiento, como un tiempo lógico que posibilita una dirección de la cura, mientras que la intervención del yo del analista introduce la trasferencia como resistencia.

La trasferencia es uno de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, propuestos por Lacan en el Seminario 11, junto con el de repetición, inconsciente y pulsión. 

Este fenómeno tiene un doble aspecto: es condición para que haya análisis, y a la vez opera como obstáculo. Este último, el obstáculo, tiene una vertiente singular, el amor que no es otra cosa que una ilusión.

Al respecto, Lacan [1960/61] en el "Seminario VIII," La transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus excursiones técnicas", traducción de Ricardo Rodríguez  Ponte. El maestro francés accede al estudio de la transferencia a partir de una obra filosófica: “El Banquete” de Platón. 

Se ocupa fundamentalmente de cuatro personajes: Sócrates, Alcibíades, Diótima y Agatón. En el texto se asiste al despliegue del amor de Alcibíades, de treinta y seis años, por su maestro Sócrates, de cincuenta y tres. En verdad, Alcibíades, el amante, el Erasto, ama algo que supone que Sócrates, el amado, el Erómenos, posee. Así, cuando se reúnen en casa de Agatón, un joven de treinta años, Alcibíades le habla de su amor, y le pide el saber. Sócrates le contesta que él nada sabe, ubicándose en la posición de sujeto y remitiendo el amor a su origen (a su causa). No es a él a quien ama Alcibíades, sino a Agatón.

Ahora bien, ¿a qué se enlaza el amor? a algo que se supone que el otro tiene, ya sea, belleza, dinero, saber, inteligencia, u otra cuestión. Lacan conjeturó este objeto singular y lo llamó “agalma”. En el amor de Alcibíades se trata del saber que supone en Sócrates. 

Es llamativo que Lacan analice el amor entre hombres, aunque nos aclara que lo hace por razones técnicas de simplificación para evitar “lo que hay de demasiado complicado en el amor con las mujeres”. En "El Banquete" Sócrates, que en su nombre dice muy poco, “hace hablar en su lugar a una mujer, Diótima. Así, el discurso, la palabra de una mujer, que en todo momento deja hiancias, cobra valor, constituyéndose en el testimonio del homenaje que en la boca de Sócrates retorna a ella. 

El agalma, que se puede enlazar a la condición fetiche de Freud (Tres Ensayos), es el objeto al cual el sujeto supone que su deseo apunta. Precisamente, la búsqueda del "agalma" en el campo del otro, constituye al análisis en "una aventura única". (Lacan, Seminario X bis [Los nombres del padre], Seminario X, La Angustia])

Aquí el analista debe como en el teatro representar su papel, sin pasar a la actuación. Hace de semblante de ese objeto que, al mejor estilo de Sócrates, supuestamente tiene. Si bien, el amor no se satisface, la configuración del análisis permite que se despliegue en palabras. La condición necesaria para este despliegue es el deseo del analista, y no su persona, de tal manera que el deseo del analizante se constituye en protagonista. 

En el Seminario XV, el acto psicoanalítico, Lacan afirma que cuando el analista se interroga sobre un caso que busque "en la historia del sujeto, de la misma forma que Velásquez está en el cuadro de las Meninas, donde estaba él, el analista, en tal momento y tal punto de la historia del sujeto; en ese drama lamentable, él sabrá lo que pasa con la transferencia. A saber, que como todos saben el pivote de la transferencia no pasa forzosamente por su persona. Hay alguien que ya está allí". 

Finalmente, al ocuparse de Dora, en "Intervención sobre la transferencia", Lacan hace referencia a que la intervención del analista es precisamente sobre la transferencia y no sobre el paciente o analizante.

Bibliografía 

Aberastury, A., (1984) Teoría y técnica del psicoanálisis de niños. Ed. Paidós. 
Bion, W. R. (1991) Seminarios de psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós. (Orig 1974)
Etchegoyen, R. H. (2010). Los Fundamentos de la Técnica Psicoanalítica (3ª edición). Buenos Aires & Madrid: Amorrortu Editores. 
Fenichel, O, Problemas de técnica psicoanalítica, Ediciones Control, Buenos Aires, 1973.
Freud, S. Trabajos sobre técnica psicoanalítica (1911-1915), Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1980.
Freud, S. (1990) Sobre la iniciación del tratamiento. Buenos Aires: Amorrortu Edit. 
Freud, S. (1919e). Pegan a un niño. Obras Completas. Vol. XVII. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Freud, S. (1923b). El Yo y el Ello. Obras Completas. Vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Freud, S. (1950a [1892-1899]). Fragmentos de la correspondencia con Fliess. En Obras completas (Vol. I). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Greenson, R. (1976). Técnica y práctica del psicanálisis. México: Siglo XX
Lacan, J. (1953/54). Seminario I. Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (1958) "La dirección de la cura y los principios de su poder". Escritos 2, Siglo XXI, ed., 2009, p. 560.
Lacan, J. (1960/61) La transferencia, Seminario VIII, Buenos Aires, Paidós, 2003.
Lacan, J. (1962-63) "La angustia", Seminario X, Buenos Aires, Paidós.
Lacan, J. (1964) Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Seminario 11, Paidós. 
Lacan, J. (1966) Intervención sobre la transferencia. Escritos 1.
Moreira, D. (2015) Ética y quehacer del psicoanálisis con niños y adolescentes. Ed. Letra Viva.
Nasio, J. D. (1996). Cómo trabaja un psicoanalista. Buenos Aires: Paidós. 
Racker, H. (1960) Estudios sobre técnica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires.
Rey, P. (2005) Una temporada con Lacan. Ed. Letra Viva.
Vegh, I. (1992). ¿Praxis vs. Técnica? Entrevista. (D. López , & F. TORRICEI.II, Entrevistadores)
Winnicott D. (1992). Sostén e interpretación. Buenos Aires: Ed. Paidos (Orig. 1989).

Fuente: Diego Moreira (2018) "Intervenciones en la clínica con niños y adolescentes"

sábado, 10 de octubre de 2020

La anticipación de la madre y la nominación del padre

Por la eficacia del deseo de los padres, por el hijo, se dará inicio a una operación cuyas variantes refieren del lado de la madre y del lado del padre. 

La anticipación de la madre

En la madre, el deseo de un hijo, ha surgido a raíz, de una falta promovedora del anhelo de tenerlo y también de una ilusión de obtenerlo. El falo, que la sustenta, incentivará en ella, desde ella, una operación que resultará fundante: la operación de anticipación del sujeto por venir.

Será la madre quien anticipará la existencia del sujeto, cuando el no es siquiera un viviente, gracias a esa anticipación también se representará al bebé antes que realmente esté conformado, le podrá donar en su imaginación un cuerpo separado del propio cuerpo (comprar escarpines anticipa abrigo para sus pies). Ella anticipará para el un lugar anudado, preexistente y necesario para el hecho mismo de engendrarlo. Tal operación de anticipación impulsará el recubrimiento narcisista d su cuerpo y lo llevará también a buscarle un nombre.

La función de esa operación de anticipación materna, esencial para el sostén narcisístico, es un tiempo que para el sujeto se dialectizará en una bivalencia: ser o no ser el falo. 

El falo imaginario, un franco operador introducido por la madre, concita un atractivo esencial para la economía del deseo materno, contrayendo a su vez para el sujeto un comprometido desafío. El niño intentará consentirse en su equivalente y colmar las expectativas propuestas para ser cuidado y atendido en sus necesidades básicas. 

Existe una diferencia entre el falo como significante, naipe elemental, para poner en juego una lógica de incompletud en la dinámica de la relación madre – hijo y el falo imaginario, como tiempo de cobertura y velo de esa primera falta que causó para la madre el deseo de tener un hijo.

Respecto al nacimiento de un niño el idilio es un tiempo necesario para que haya representación, solo que la representación tanto imaginaria como simbólica, contiene un carozo real, trozo no representante. Sin esa ilusión, el niño podría ser descuidado y hasta abandonado, no entraría jamás en la economía libidinal del Otro materno. El deseo del padre será promotor de una operación nominante que efectiviza un enlace.

La nominación enlaza lo real, hace enlace. Nominando enlaza ese real que un hijo presenta, dándole cabida. 

La nominación del padre

Un sujeto es padre por ser nombrado como tal. Su lugar se hace dependiente del nombre.

La escritura Nombre – del – Padre Lacán lo propone para conceptualizar la función. Es el nombre de lo que le es propio al padre, como nombre, como nombrado y como nombrante, al decir, “tu eres mi hijo” no solo nombra hijo al niño, que ha tenido con su mujer, también hace que su deseo pierda anonimato. Introduce con ello al niño en la filiación y direcciona la prohibición del incesto, que siempre, es con la madre para ambos, para la nena y para el varón.

Para evitar la tragedia, inherente al goce incestuoso es imprescindible que el niño sepa gracias a la nominación del padre quien es la madre, sobre la que recae la prohibición del incesto. La función nominante del padre, introduce una restricción del goce a la estructura que lo incluye, tanto en el lector  madre – hijo, como en el goce que al mismo padre lo habita. La nominación, sectoriza la prohibición y limita el goce en varios sentidos. Al hijo, al indicarle que hay una mujer con la que no alcanzará satisfacción. A la madre, al desearla como mujer y hacerla no – toda madre, y a sí mismo, al recordar que su lugar de padre es deudor de un nombre.

Un padre merece respeto y amor, según Lacán, cuando este hace “de una mujer objeto a que causa su deseo”.

Solo como deseante el padre ofrece, en acto, la transmisión de su condición. Solo el deseante confiesa de hecho una falta. Sin falta no hay deseo, cuando así lo hace, el padre dona su castración. Desde esa posición esta verdaderamente autorizado a ejercer su función nominante. Así, su hacer de una mujer, causa de su deseo, alude a la suspensión de un goce. No hay deseo que no surja de una perdida de goce.

Solo con ello logra ofertar la transmisión del deseo y está en condiciones de crear un velo que despierte el ansia de saber. Su función, es de realización contingente, y aun realizándose es imposible de realizar sin resto. 

Hay un Real que no ha de ser abordado completamente ni por lo simbólico ni por lo imaginario. La vida mantiene permanentemente un grado de Real que sorprende al sujeto, traspasando la representación imaginaria que pudiera haber alcanzado o la simbolización significante.

Padre genitor, hay uno solo, pero suplencias del padre, hay tantas como el sujeto necesite y este dispuesto a adoptar.

El curso de los primeros años, depende radicalmente de esta operación de anticipación y nominación necesaria para que exista el sujeto como efecto de su eficacia. 

Para cada tiempo del sujeto ha de reiterarse la anticipación y la nominación del padre. También la pubertad revela ser un tiempo de profunda metamorfosis, de cuyo precipitado, resultará la elección de objeto. Esto implica la búsqueda del objeto de deseo, goce y amor, no siempre orientada al cuerpo de otro ser humano como Partennaire. La reorientación que va desde el cuerpo de la madre al cuerpo propio y luego, al del partenaire, nos orienta instintualmente. 

martes, 17 de septiembre de 2019

Impulsos desenfrenados en la infancia: Estallidos de la pulsión.

El tema de la pulsión es muy importante para el psicoanálisis. Hoy vamos a hablar de los desenfrenos pulsionales en la infancia y para llegar al tema plantearemos ciertas coordenadas en relación a la pulsión.

En el escrito de Freud Pulsiones y sus destinos de 1915 deja en claro que los seres humanos no tenemos instinto, sino pulsión. En ese texto, Freud dice que la pulsión es un concepto difícil de definir, pero que lo llevará adelante poco a poco. Hay una definición que él da de pulsión, que es un concepto fronterizo entre lo psíquico y lo somático. Parece que bordea lo psíquico y también lo somático. Lacan también dice en el seminario XXIII que la pulsión es el eco en el cuerpo de un decir. Ambas pronunciaciones, la de Freud y la de Lacan, refieren al cuerpo y a lo psíquico. Partiendo de esas 2 definiciones, ¿qué entendemos por que la pulsión sea un concepto fronterizo entre lo psíquico y lo somático o que sea el eco en el cuerpo de un decir?

No nacemos con pulsión. Si es el eco del decir en el cuerpo, ese decir tiene que venir de otro lado: el Otro. Freud lo nombra, en Proyecto de una psicología para neurólogos, como el auxilio ajeno. Freud dice que el cachorro humano no puede autoabastecerse, tampoco pedir lo que necesita. Es el otro es quien le va a acercar el alimento, el cuidado y algo secundario, pero de importancia primaria: la función del entendimiento. Esto significa que el Otro, que hace de función materna, codifica el grito del niño. La madre dice “Tiene hambre, frío, le duele el estómago…”. Ella va a decir e ir significando lo que le pase al niño. Con la demanda de la madre, va a ir introduciéndolo en el recorrido de la pulsión. La pulsión, entonces, no es innata, sino que surge a partir de la demanda del Otro. El Otro le demanda cosas al niño, incluso antes de su nacimiento, los padres piensan cómo va a ser, qué le va a otorgar, que le va a cantar, etc.

La función materna es anticipadora, anticipa que hay un sujeto donde todavía no lo hay. Es algo del orden del deseo. Depende de cómo ese Otro se acerque al infans y lo vaya libidinizando , según Freud; le vaya recortando las zonas pulsionales, según Lacan. El Otro lo va a mirar y va a despertar la pulsión escópica. El Otro lo va a sostener, le va a hablar. Esas pulsiones, que van a brotar en los bordes del cuerpo, estarán dadas por el acercamiento que el Otro le hace al infans, por la demanda que el Otro le hace al infans. ¿Pero cómo es esa demanda? ¿Es una demanda a la forma del fort- da (que aparece y desaparece), una demanda que aloja un deseo? ¿O es una demanda imperativa, incesante?

Es importante que en esta demanda, que ocurre en el primer año de vida, esas pulsiones estén intrincadas. Freud habla de pulsiones ligadas. Las pulsiones se enlazan unas con otras y eso las acota. Freud habló en su primer teoría pulsional de las pulsiones sexuales y las de autoconservación. Sobre las pulsiones de autoconservación, se suman las pulsiones sexuales. Entonces, no solo se trata del alimento, sino del placer de la succión. Hay una erotización que la madre hace sobre el infans cuando le da el pecho o la mamadera.

En la segunda teoría pulsional, de Más allá del principio de placer, el habla de la pulsión de vida y la pulsión de muerte. La pulsión de vida está ligada y una pulsión intrincada le pone tope a la otra. Por ejemplo, una mirada fija. Por ejemplo: Un padre mira fijamente a su hijo mientras juega. Para los niños, el juego es algo serio, un acto privado. El chico se iba a otra habitación a jugar y como el padre lo miraba, el niño le hizo un gesto como que le iba a pegar una trompada. El padre me pregunta por qué.La mirada muy persistente, muy fija, es invasiva. Esto el padre no lo sabía y el niño defendía su teatro privado con una señal hacia el padre para que él no se metiera. Cuando la pulsión va sola y no está intrincada, entra en el cuerpo, de alguna manera. Ejemplo con la voz: la madre de un niño al que ella le hablaba mucho. Él se tapaba los oídos. La mirada, la voz, son haces pulsionales, que si no están enlazados, intrusan.

Cuando el Otro se dirige al sujeto, lo que hace es recortar un mapa pulsional sin darse cuenta. El organismo es tocado por la palabra del Otro se transforma en cuerpo, un cuerpo erogenizado. Un psicoanalista no desconoce a la biología, pero cuando hablamos de cuerpo lo pensamos en sus vertientes real, simbólico e imaginario. Un cuerpo psíquico. De esto da cuenta la gente que se ve gorda y es extremadamente delgada. Se constituye en gran medida por la mirada y la voz del Otro, que es quien acunó al sujeto.

Cuando recibimos a alguien en el consultorio -niños, o adultos- que está muy exaltado, que no puede parar, tenemos que pensar qué habrá pasado en la constitución de su cuerpo y su psiquismo. ¿Qué habrá pasado con sus Otros? El psicoanálisis piensa en la causa, no interviene sobre su conducta como otras corrientes psicoterapéuticas. Sabemos que tocando la causa es que se producen los movimientos.

Caso clínico.
Hace unos años recibí a una pareja de padres muy preocupada por su hijo de 6 años. El niño estaba en primer grado y ya había sido expulsado en el jardín de infantes y ahora en la escuela primaria. Los padres planteaban cambiarlo de colegio antes de que se produjera la expulsión. Yo les dije que esperen, ya que no los conocía a ellos ni al niño. esa es una indicación freudiana, que cuando uno empieza un tratamiento no se haga ningún movimiento. Frente a esos padres, recordé una indicación que había leído en Freud en el caso de la Joven Homosexual. Él dice, en el tratamiento con adolescentes, que escuchemos qué lugar tiene ese sujeto para la madre y qué lugar tiene para el padre. Hay que escuchar las 2 versiones y luego escuchar la demanda del sujeto que se atiende. Si bien Freud no habla de sujeto, es un pliegue de la lectura que podemos hacer con Lacan. En este caso, tuve muy presente esta indicación y pregunté qué podían decir de su hijo: eran 2 versiones muy diferentes.

En este caso, lo particular del padre era una crítica constante hacia el chico: que no se quedaba quieto, que no era atento, que era agresivo. Yo armé una pregunta: ¿Qué podía decir de bueno de su hijo? Todo lo que decían eran marcas, estamos hablando del cuerpo psíquico, del eco en el cuerpo de un decir. El chico, pulsionalmente, era muy desbordado. Cuando le pregunto a la madre, ella llora muchísimo y dice que le contó al chico el duelo que tuvo con su padre. Ha hecho una descarga de su dolor en el niño, que es muy pesada. Los psicoanalistas llamamos a esto goce, no porque esta madre fuera perversa, sino por usarlo como oreja de su malestar y su dolor, cosa que es bastante común. ¿Qué hace este chico con ese dolor? Lo excede, hay un quantum que para el aparato es intramitable. Estamos hablando de pulsión y de energía. Después de esa entrevista me fui con un panorama de qué le habían dejado esos padres como marca al niño y cómo podría trabajarlo yo con ellos. Cuando recibo niños, también vienen los padres y los cito cuando lo considero necesario.

Freud hablaba de ejercer una influencia psíquica sobre los padres, es decir, tratamos al niño y no a ellos, pero poder darle a cada uno una suerte de paquetito con algo para que piensen. Por ejemplo, la intervención de pedirle al padre que dijera algo bueno de su hijo. Es algo que corta un goce tanático. Y poder decirle a la madre que tal vez era mucho para el chico escuchar tanto dolor, dolor de la madre.

En las intervenciones, uno tiene que tratar de apuntar al sujeto sin ofender al yo. Es el bien decir, el saber hacer, ¿cómo decir algo que toque al sujeto y cuidar de no ofender al yo? Con respeto y con cuidado se puede hacer. La mejor manera, me parece, es analizarse. Porque si uno se analiza, recorta goce sobre uno y puede hacerlo después. En este caso, hay algo del desenfreno pulsional en la infancia. Les pedí a los padres que lo esperaran, que no tomaran ninguna decisión hasta no abrir los paquetitos que les dejé. Paquetes a abrir separadamente, pues ellos estaban separados y no tenían muchas ganas de volver a verse.

Este niño entró solo en el consultorio y cuando subimos al ascensor, tocó todos los pisos. Para ser la primera entrevista, esto es desenfrenado. Había algo del orden de la pulsión que no estaba anudado. Y si no está ligado, podemos hablar de la predominancia de la pulsión de muerte. Se hacía echar de los colegios, cosa que es raro en el jardín de infantes porque suelen ser más pacientes. La presentación de desenfreno pulsional en la infancia era muy contundente. Entramos en el consultorio y empezó a sacar varios objetos de un armario, lo cual es también un dato. Los chicos que están más ubicados en el terreno del deseo, con la pulsión más ligada, generalmente miran y eligen. Tienen otro tempo. Este niño sacaba una cosa, otra. Se imaginarán que el diagnóstico de ADD estaba dando vueltas en el colegio. Se le había propuesto a los padres que lo medicaran. Las 3 primeras sesiones fue con este comportamiento, mientras yo lo conocía sin saber muy bien cómo ubicarme.

¿Cómo intervenir? Creo que mi primera intervención fue alojarlo, escuchar la pulsión. Él hizo algo que me llamó mucho la atención: tomó un bebote y maltratarlo mucho. Lo golpeaba contra la pared, contra el piso, lo pisaba. En un momento lo escupió. Transferencialmente, yo creo que me provocaba, buscaba algo. Este chico, se hace echar y maltratar por los compañeros, que nunca lo invitaban y cuando él invitaba, nadie quería ir. Hay una actividad del sujeto. Hay una satisfacción y una actividad ahí, ¿cómo se da a ver y cómo se muestra este chico? Entonces, a la cuarta sesión él venía a maltratar al bebé y en un momento él dice “Esperá acá”. Él era de un trato muy imperativo, daba órdenes y yo pensaba que detrás de ese autoritarismo había mucha fragilidad. Alguien que se para así, con esa agresión y violencia, es una pantalla. Él se va al baño con el bebé, tarda ahí. Yo me preguntaba qué estaría haciendo y con qué me iba a encontrar. Me imaginé que iba a ser algo pesado, no del orden del juego. Para jugar hay que ceder ciertos goces con el otro. Hay algo de la inhibición de la pulsión que no estaba ahí: no daba un tour, como sabemos. El niño abre la puerta del baño y me dice “vení”. Lo veo al costado del inodoro. El bebé estaba en el inodoro y arriba había caca.

A ese bebé él le había puesto nombre: Pepo. ¿Cómo intervenir ahí? Se me ocurrió decirle “Pepo se está aguantando las cagadas del padre”, por todo lo que había escuchado del padre. Funcionó: inmediatamente, él me dice “Vos sos la madre y yo soy el padre de Pepo”. Empieza ahí un juego que dura muchos meses, 8 o 9. Su pulsión empieza a ligarse al significante y deja de ser tan desenfrenada, para suponer un juego. La pulsión pudo enlazarse a esos significantes, que no lo retaron. Yo pensaba que esto fue un acting out, pero me acordaba que Lacan indicó que el acting out no debía reprimirse ni interpretarlo, sino hilvanarlo al significante. No se le puede decir “Vos cagás al bebé como tu padre te caga a vos” o retarlo para que no lo haga.

Me pongo a jugar y a bañar al bebé, hablando como si fuera la madre. “Querido, traeme la toalla” y él la traía como si fuera el padre. El lugar del analista en la clínica con niños no lo pone el mismo analista, sino es lo que va pidiendo el niño. Hice el papel de la madre mucho tiempo y le hablaba como si fuera mi marido. Él empieza a armar a un padre más amoroso, mandando al bebé a jugar al fútbol, por ejemplo. Para recordar dónde quedábamos, él me pide anotar. Usábamos sábanas para jugar a que nos íbamos a dormir, porque él necesitaba envolturas. Tenía toda la desazón de la madre encima, que fue cediendo al trabajar con ella. Su padre había sido maltratado por su propio padre, lo que podríamos pensar en términos de repetición de lo no elaborado. Intervenía señalándole las cosas positivas que hacía su hijo, los elementos del juego que tenían que ver con la profesión del padre.

Al comienzo, a lo largo de la hoja el niño dibujaba un culo y después caca. Había mucho sadismo, porque cuando me daba los dibujos se reía. Estaba el objeto pulsional preponderante de lo que él era, un objeto de desecho y lo mostraba todo el tiempo con acting out que son mostraciones. Si uno puede tomar algo de ese acting e hilvanarlo, cosa que no va a pasar en un colegio, él pudo pasar a dibujar objetos agalmáticos que iban a ser comprados por otros (dibujaba comida). Las pulsiones se intrincan: lo oral con lo anal, lo escópico de cómo se veía.

Los desbordes y los desenfrenos pulsionales en la infancia piden tratamiento y el tratamiento es ir a buscar el lugar que ese chico ha tomado para los otros y trabajar desde ese lugar. Este chico del caso tenía un lugar de mierda. La madre lo usaba, sin saberlo, como paño de lágrimas. Y el padre le espetaba todas las malas palabras que le habían dicho sobre él. Su cuerpo psíquico se había recortado en basea todas esas palabras. La apuesta del analista, ahí donde hay una fijación del objeto anal que él era, es destrabarla para que la pulsión circule, se intrinque y aparezca algo del orden del deseo. Él empieza a querer peinarse para venir a la sesión; en la pubertad, empieza a mirarse y a mirar chicas, y a abandonar ese lugar donde estaba enquistado.

En estos desenfrenos pulsionales, me parece que hay un llamado al Otro. Si el Otro puede escuchar y apostar a hacerle lugar al sujeto para que pase a ser sujeto de deseo y no objeto, me parece que es un lindo desafío edificante. Esperamos que un análisis tenga efectos. Yo creo que el análisis produce un movimiento libidinal con el tiempo. Los efectos se van viendo, no hay que esperar al final de análisis. Finalmente, el niño no se cambió de colegio. Se fue dando este movimiento y se rectificó la pulsión. El teléfono empezó a sonar en la casa y era para él.

Fuente: Apuntes de la conferencia dictada por Silvia Tomas, el 13 de agosto de 2019

viernes, 30 de agosto de 2019

Los tiempos del narcisismo en la infancia y las intervenciones del analista.


Apuntes de la conferencia dictada por Alba Flesler, el 8/08/2018.

El tema de los tiempos es a lo que dedico mi investigación, en cada uno de los conceptos del psicoanálisis. Y como se trata de clínica, también propuse las intervenciones del analista. ¿Qué plural es ese de las intervenciones del analista? ¿Hay tantas intervenciones como analistas? Solemos escuchar que cada uno tiene su estilo. Esta problemática se planteó durante la historia del psicoanálisis previamente y se resolvió por la vía de una técnica, por la cual se pautaron reglas técnicas, por ejemplo, el uso del diván, los 50 minutos, tantas entrevistas en el análisis con niños, la caja de juegos para algunos analistas, etc. Reglas.

Lacan le dedicó su enseñanza mucho tiempo y esfuerzo a tratar de darle a las respuestas que se daba a las preguntas que nos hacíamos, una connotación lógica. Él quiso que las respuestas que damos a lo real sean respuestas de cientificidad. Que no respondamos desde la opinión, desde la intuición o desde la ideología. Es decir, que podamos responder y debatir en el estatuto científico y no nos amedrentemos cuando leemos en los artículos de divulgación que se habla, por ejemplo, de las voces renombradas de científicos de Harvard y Yale como voces de la ciencia. Lacan intentó, a través de la lógica, buscar respuestas que le permitieran al psicoanálisis debatir los problemas de la época desde una perspectiva que lo autorice a responder científicamente. 

La pregunta de qué plural es válida para pensar, en nuestra práctica, si estamos dentro o fuera del psicoanálisis. Si contamos con la lógica de las intervenciones, vamos a estar en libertad y autorización para nuestras intervenciones. Pero para eso tenemos que respondernos qué plural es y pensar si responde, por ejemplo, a una lógica de lo infinitesimal, si es una serie que comienza y no termina, si tiene un doble, si es una serie, responde a la secuencia de intervenciones, si tiene un límite, etc. Son todos conceptos de la lógica. Para responder desde el psicoanálisis, vamos a tratar de situar algunos de los conceptos escenciales que tenemos que manejar para poder respondernos. Y uno de los conceptos fundamentales para colocar al psicoanálisis como una disciplina científica es tener claramente delimitado el objeto al cual el psicoanálisis se dirige: el sujeto. No es la persona, la personalidad, la conducta ni el organismo.

El objeto del psicoanálisis es el sujeto. El planteo del sujeto es subversivo y hacia él dirigimos las intervenciones. Si no sabemos cómo está constituido el sujeto, nuestras intervenciones quedan desorientadas. El sujeto está constituído por un organismo, aunque eso no es el sujeto. Lo real del cuerpo forma parte de la constitución de un sujeto, pero no se reduce de ninguna manera a un cerebro. No podemos escuchar que en en el cerebro hay atracciones varias o que en el cerebro ya viene tal cosa. El cerebro corresponde a lo real del sujeto, como así también su cuerpo orgánico. El sujeto está constituído por él, pero es un real no puro. El sujeto es un real que está anudado a lo simbólico y a lo imaginario: a lo simbólico del lenguaje que trastoca lo real del organismo, a lo imaginario de la representación de ese organismo en la que se asume como cuerpo ese organismo. Diríamos que con Lacan, el sujeto no va a ser reducido a ninguno de los 3 registros: es uno hecho de los 3, real, simbólico e imaginario.

Ese sujeto, al que se van a dirigir las intervenciones del analista, se constituye en tiempos. Esta es otra cuestión importante a tener en cuenta, porque podemos debatir con el vitalismo, la creencia que hay una naturalidad en la constitución. Para nosotros el sujeto se constituye en tiempos dependientes de operaciones. nada será natural en la constitución y si dijimos que lo real del organismo, anudado a lo simbólico y a lo imaginario se trastoca, entonces es difícil reducir las orientaciones del sujeto a los directivos de la nosología cerebral. Los tiempos del sujeto no corresponden a la edad ni se constituyen con los años. Son tiempos de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario. Cada uno de estos 3, que constituyen a nuestro sujeto del psicoanálisis, que no es el sujeto de la filosofía, ni el sujeto gramatical, es el sujeto de la estructura R-S-I. Depende de operaciones que nos van a permitir ubicar cada uno de estos tiempos. Insisto en lo siguiente: no son tiempo que promocionen naturalmente. No son tiempos evolutivos, sino tiempos que se van a efectuar si las operaciones que lo promueven ocurren. Es decir, que si dependen contingentemente de operaciones, también pueden fallar y podemos encontrarnos entonces con que el tiempo del calendario pasa y los tiempos del sujeto no. Es importante ubicarlo para las intervenciones. Son tiempos necesarios de operaciones, pero contingentes en su realización, es decir, fallan y dan como consecuencias destiempos, contratiempos, detenimientos en los tiempos. Para formalizar las intervenciones del analista, es importante que el analista delimite qué tiempo tiene ese sujeto. Incluso un adulto, puede estar en un tiempo y no en otro.

¿Qué tiempo de simbólico? No es lo mismo el tiempo del lenguaje, que el tiempo de la palabra: alguien puede cursar la operación relativo al lenguaje y no estar en el tiempo de la palabra. O bien puede alcanzar la operación que permite la efectuación del sujero de la palabra, pero no articularse en discurso. Son tiempos del dicho a muy grosso modo, porque los tiempos son mucho más finos. 

Tiempos de lo real. Hay goces que corresponden a determinado tiempo del sujeto y que no se redistribuyen. Bien puede ocurrir que pasen los años y se siga, como decimos, de pasar a besar unos labios a seguir chupándose el dedo. Hay adultos con tiempos de fixierung, de fijación, porque falló la progresión de los tiempos.

Tiempos del narcisismo y de la constitución del cuerpo. El cuerpo no se reduce al organismo, es el cuerpo del sujeto. Cuando nosotros nos ocupamos del cuerpo, nos interesa el cuerpo R-S-I. Tomamos en cuenta, por supuesto, lo real de ese cuerpo, pero anudado a lo que el lenguaje y lo imaginario imprimió y enlazó de ese real. 

Lo que nosotros vamos a ver son los tiempos del narcisismo de la infancia y quisiera pasar al lugar que ocupa el tiempo del narcisismo en los tiempos del sujeto, para poder pensar en las intervenciones del analista, respecto de los tiempos de constitución del narcisismo, de recreación del narcisismo y de falla en la constitución del narcisismo y recreación de los tiempos y cómo intervenimos.

Situemos los tiempos del narcisismo en la infancia para diferenciarlos. Ustedes conocen el mito de Narciso, que tiene distintas versiones. La versión de Ovidio plantea que era un joven muy hermoso, hijo de un dios y una ninfa, que al consultar a Tiresias por el destino de ese niño, dice que va a llegar a viejo si no se contempla a sí mismo. Narciso estaba en el bosque y una de las ninfas que habían tratado de ganar su favor, Eco, trató de seducirlo y al no lograr hacerlo se consumió hasta quedar solamente su voz. Eco pidió venganza a némesis y le llegó la venganza cuando él se inclinó a beber agua en el bosque y quedó fascinado con esa imagen y muere. Hay otras versiones, como la de Pausanias, que plantea que en realidad Narciso era un joven que había tenido una hermana gemela que había perdido y entonces creyó verla en las aguas. Todas las versiones van a lo mismo, que es lo tanático de la fascinación que él encuentra respecto a esa imagen que él encuentra respecto a esa imagen que lo lleva a la muerte, al tratar de unirse a esa imagen mediante el beso.

Damos por supuesto y natural que alguien se fascine y se contemple, pero no es natural. Alguien puede no percibirse en esa imagen, no ver esa imagen, ¿de qué depende? No solamente del cerebro. Lacan cuando intentó formalizar apelando a las leyes reflectivas de la óptica con el Estadío del Espejo la conformación de una imagen y de la imagen corporal, partió justamente del córtex, es decir, él en ningún momento niega que haya una fundamentación ligada a lo orgánico, pero lo que el sujeto va a percibir no corresponde a lo real, como muestra lacan con las leyes de la óptica. Esto es muy interesante hoy en los debates con los legisladores, que plantean la importancia del DNI que tiene que estar dado por la autopercepción. ¿Qué hace que alguien se perciba?

El 1° tiempo de constitución del narcisismo es de anticipación. No se trata de ninguna connotación natural la que nos lleva a percibirnos nena, nene, grande, chico, alto, bajo, gordo, flaco. Lo que vamos a percibir comienza en un tiempo de anticipación con una distorsión perceptiva, porque Lacan llamó a eso deseo de la madre. En el primer tiempo, el Otro anticipa al sujeto. Una embarazada, en el momento que se está produciendo en su propio cuerpo una división celular, ella no dice “Tengo un blastómero en la panza”. O “me encuentro sintiendo la mórula”. Ella dice “Estoy embarazada, voy a tener un bebé” y si no se pone a tejer, le compra ropita y lo imagina cubriendo lo real de su cuerpo con una imagen. Esa imagen es cobertura imaginaria de un real. No solo cubre lo real anticipando a ese sujeto: le pone un nombre. Es decir, anuda lo real e imaginario a lo simbólico, anticipando un cuerpo separado del cuerpo propio. esta operación de cobertura imaginaria de lo real la lleva a que anticipe R-S-I del sujeto. Pero como todos lo hemos escuchado, muchas embarazadas no anticipan un bebé cuando se está produciendo el real de la división celular. De esta operación depende que funcione el deseo de la madre. 

Entonces, cuando nosotros decimos y coincidimos que no se es madre naturalmente, que no se trata solo de dar vida, sino de anticipar un sujeto, no hacemos ideología. Estamos planteando desde la lógica del psicoanálisis, que un hijo para ser hijo depende de que funcione esta operación deseo de la madre. Y de ella, entonces, se extrae como consecuencia nada más ni nada menos que la constitución del sostén narcisista, porque es ella la que va a imaginar unificado lo que es una división. Ella cubre la vida de subjetividad. Los que trabajan en reproducción asistida, la ciencia, va a poder crear vida, pero lo que no van a poder constituir es un sujeto. Podemos tener vida sin sujeto. Para que haya sujeto, es preciso que funcione esta operación. Una mujer puede enjendrar vida, pero solo el deseo de la madre puede enjendrar sujeto. El organismo depende de la unión del óvulo y el espermatozoide, pero el cuerpo del sujeto depende de que el deseo de la madre funcione como operación. Es una operación inconsciente y esto hay que ubicarlo para el discurso de la época: no es lo mismo el deseo que querer algo. Querer tener un hijo no es el deseo de la madre se sostiene de lo que llamamos fantasma materno y tiene que ver con cubrir una falta. Solo se desea un hijo si un hijo hace falta. Entonces, es necesario pensar que esta operación se tiene que dar para entender por qué un viviente que nace prematuro, que su cuerpo está en estado de prematuración, que no coordina aún los movimientos, que no tiene la presión suficiente para sostenerse, que la mielinización de su sistema nervioso central está inacabada, sin embargo, se identifica a una imagen unificada de su cuerpo, se ve integrado, se ve como uno y además siente júblilo por esa imagen que cree que es él. La percepción se sostiene de la mirada del Otro. Es imposible pensar que podemos ser abstinentes que no le vamos a transmitir nada a los niños para que sean libres. Transmitirles eso es también transmitirle marcas, porque el Otro recubre y realiza esta operación porque su deseo es deseo de falo. El falo es el objeto que imaginariamente le cubre la falta y el narcisismo se sostiene de esta operación necesaria pero profundamente contingente, que hace que se cubra imaginariamente una falta en el Otro.

La madre va a desear ese falo si en ella funciona una operación. Si se va a cubrir una falta imaginariamente, es porque algo falta. Y eso que falta es la función fálica. Lacan llamó función fálica a cuando en la madre funciona una lógica de incompletud. Cada vez que opere esa incompletud en la madre, la falta está operando. Ella la va a recubrir proponiéndole a ese viviente que sea el falo. Gracias a que el viviente lo toma, va a tener una ganancia: ese cuerpo incoordinado se le va a presentar como uno. además, si se da esa operación va a tener sensibilidad. No alcanza con que funcione la fisiología de la piel, para tener sensibilidad, es necesario que se haya constituído ese cuerpo imaginario del sujeto. He tenido muchas oportunidades de diagnosticar la falla de esta operación y con gran pena ver sujetos graves que se quemaban con cigarrillos para poder sentir. 

De la constitución imaginaria del cuerpo depende: 

- La sensibilidad. 
- La percepción de esa imagen tomada como propia, ya que nos vemos como el Otro nos propuso que nos veamos. 
- La percepción del espacio. La dimensión del espacio no depende de la geografía, depende de la percepción que se establece en ese tiempo de constitución de la imagen especular. 
- La posibilidad de estar erguidos y de ponerse de pie depende de que el Otro nos haya propuesto que seamos ese falo imaginario. Gracias a la constitución del narcisismo, el cuerpo se va a parar. 

El cuerpo como superficie. Si esa operación se realiza, el cuerpo se constituye y se constituye desconociendo lo real del organismo. Solo reconoce la superficie y esto es muy importante, porque a la hora de la relación con los demás, tener la unificación de la imagen hace que por ejemplo tengamos la tranquilidad de que tenemos intimidad, de que el Otro no conoce nuestros pensamientos, que nos atraviesa con la mirada. La relación con el Otro también depende de la constitución de esta imagen en tiempos muy tempranos. 

Así como planteé que hay fallas en la constitución de la imagen, el tiempo que le sigue es qué pasa si esta imagen no se mueve. La imagen puede no moverse. El tiempo de constitución de la imagen es un tiempo de coagulación: es cuasi fotográfico, nos reconocemos ahí y pasamos a decir “soy yo”. Es notable que quien queda coagulado en estos tiempos, muchas veces pasan los años y uno puede decir que tiene una imagen aniñada. Durezas corporales, gente que queda en la identidad a esa imagen y no pueden moverse de allí. Es también notorio que sigan vistiéndose como hace mucho, o en casos más graves, no pudiendo quitarse la ropa que le da consistencia al cuerpo. Ser el falo es un tiempo que puede quedar detenido. ¿De qué depende entonces que se pueda pasar a otro tiempo del narcisismo, donde la imagen se mueve, donde es posible aceptar soy y no soy? Donde es posible reconocerse aunque uno parezca diferente, como cuando nos vemos en la foto de un documento que nos sacaron hace muchos años. Uno puede decir “soy yo”, pero ya no soy esta. 

¿Qué es lo que permite que no se desarme la imagen y que tenga movilidad? Lo que lo permite es que en el Otro, ese que sostuvo con la mirada la imagen del sujeto, vuelva a funcionar la función fálica, es decir, que busque el falo más allá del niño. O dicho en términos de Lacan, que el falo sea matáfora de amor por lo que buscará en otro cuerpo, como en el del padre. Es decir, que la madre pueda tomar al niño como metáfora. Metáfora es un concepto fuerte de Lacan, que quiere decir sustitución. Es decir, que lo pueda sustituir, que en la madre funcione la incompletud y que la madre no sienta que ese niño es parte de ella y no lo deje para nada. La madre de Juanito no lo dejaba ni ir al baño, se desvestía delante de él, lo llevaba a todas partes, entonces el niño ahí funciona como metonimia de su deseo de falo, es decir, lo toma como parte de su cuerpo. En ese caso es muy difícil que la imagen del sujeto pueda hacer juego. es decir, que tolere ser y a veces no ser el abanderado de la escuela, ser el centro de la escena y a veces no ser. Que el mundo sea acorde a su percepción pero que también pueda estar la percepción de otro. 

Para poder enlazar el narcisismo a la castración, es necesario que además de funcionar el intervalo en el Otro (lógica de incompletud) también entre la función nominante del padre. Es decir que cuando se mueve el espejito, tenga letra para sostenerme fuera de ese lugar y no pensar que si no estoy en la focalización de la mirada en el centro de la escena, me voy a caer al abismo. La dureza corporal se pierde cuando el Otro pestanea y mira más allá del niño, cuando da lugar a que aparezca en esa imagen un menos, que le falte algo a esa imagen, un resto. Lacan dijo que si el falo lo escribimos con la letra griega φ (falo imaginario), se trata que aparezca un -φ, un resto en esa imagen, que el niño no sea la suma de las notas ideales del narcisismo de los padres. Hoy veíamos un material clínico donde la madre decía “Es igual a mi”. A la nena le costaba encontrar salida, porque estaba muy ausente, entonces cada vez que aparecía el menos en alguna escena, alguien que no la llamaba, se derrumbaba. Para pasar del ser al tener, es preciso que haya letra legitimante que sostenga el narcisismo con la mancha. Es decir, con lo que falta en la imagen, con lo que no entra en el brillo del falo imaginario que el Otro deseó para ese niño que lo complete. La ganancia de este nuevo tiempo del narcisismo es una imagen que se mueve. Se puede empezar a jugar a personajes, porque se trata de un niño que no es idéntico a si mismo. “Dale que era…” no es soy. La dureza del primer tiempo, la falta de letra para hacer el pasaje rigidiza el juego en niños y adultos, que se vuelven captados por la severidad del superyó, como dice Freud. Se vuelven serios, no juegan más. Jugar distintos roles se trata de que la imagen haga juego. Y la imagen del espejo se mueve si se dan estas 2 operaciones. Y nuevamente, no es natural. 

Gracias a esta letra, podemos decir que sin letra el narcisismo se rigidiza. El yo puede llegar a hacerse egoísta. Es decir, el ego es la falla del narcisismo. Es la dureza que viene para reparar la falla en la constitución, la intolerancia con la diferencia, lo insoportable de la relación al Otro. Todos están hablando de la falla en la movilidad del tiempo del narcisismo. Sin letra, entonces, queda una pobreza en la constitución, porque el que no juega se aburre. Y con letra, se va delimitando el objeto que le hace falta. Es decir, en lugar de estar de objeto para el narcisismo, de objeto para la mirada del Otro, se va extractando un objeto que le hace falta. Por eso, gracias a la recreación de los tiempos, en lugar de fascinarse con la propia imagen, se va a buscar el objeto en el cuerpo del partenaire. La posibilidad de búsqueda del objeto, de la elección de objeto se hace en tiempos, porque dependen de la pérdida sucesiva del lugar de objeto en la que el sujeto se constituye. Pasaje, entonces, de los tiempos del narcisismo en la infancia del ser al tener y a la búsqueda del objeto en el cuerpo del partenaire. Si el narcisismo perdura, puede ser una elección narcisista, buscándose un igual. 

Si los tiempos se recrean, se va a poder constituir lo que Lacan llama el semblant, que no es la apariencia. Lo que Lacan llama el semblant, es la cobertura imaginaria de un pedazo de real, anudado simbólicamente. Para hacer semblant, es preciso tener letra. Si uno se cree que es psicoanalista todo el tiempo, hacen como hacían en la técnica antigua, que se vestían con el mismo traje todos los días para no introducir variables en la escena analítica y no saludar al paciente si se los encuentra en el cine. Para hacer semblant, dice Lacan en el seminario XX, ustedes no son el semblant. Si se colocan en ese lugar, pueden hacer que se presente la presencia del objeto. Solo se puede hacer presencia del objeto si se constituye el semblant.

¿Y las intervenciones? Vamos a decir que delimitamos las fallas, nos encontramos con las fallas de las primeras operaciones, o nos encontramos con las fallas en la movilidad del narcisismo. Ahora, entonces, ¿qué plural es ese? No es un plural infinito ni es un plural de una serie que hace a cada quien. Es una plural que hace a una lógica. Si el sujeto es R-S-I, y los tiempos son tiempos son tiempos de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario, cuando el analista delimita qué tiempo está comprometido, interviene en lo real, en lo simbólico o en lo imaginario. Puede intervenir en los 3 registros. No interviene solo en lo real, solo en lo simbólico o solo en lo imaginario, porque sería desconocer la estructura del sujeto. Y se autoriza a realizar las intervenciones -con este plural- porque todas ellas aportan al acto analítico. Y el acto analítico, dijo Lacan, es el que efectúa sujeto. Es decir que nosotros apuntamos con el acto analítico a la efectuación del sujeto, por eso intervenimos en los 3 registros sin decir que estamos fuera del psicoanálisis, sin decir que estamos fuera del campo de la palabra, o solo en el corte de lo real y que vade retro intervenir en lo imaginario. Veamos 2 casos para ver las fallas en los tiempos de constitución.

Caso clínico 1. Un niño cuya falla se dio en el primer tiempo del deseo de la madre. La madre de este niño estaba de duelo cuando quedó embarazada y rechazó profundamente el embarazo. Se veía gorda, se arrancaba la ropa y tuvo un rechazo por el hijo. El padre, que nunca había querido tener hijos y que aceptó tenerlo para satisfacer a la mujer, consideraba que los hijos destruyen la pareja, porque uno no tiene tiempo al tener que ocuparse de ellos. 

Traen al niño a la consulta porque no quería ir a la escuela. Él salía corriendo cada vez que se iba a encontrar con algún chico. Es decir, no toleraba la presencia de otro chico y salía corriendo. Fue difícil que entrara al consultorio, pero avanzando un poquito y habiendo tolerado lo que yo llamo el tiempo de expulsión del objeto (literalmente destrozó los objetos que tiraba en el consultorio). No podía jugar y el cuerpo no se sostenía por carecer de consistencia imaginaria. En un determinado momento yo le decía que los chicos juegan a determinadas cosas en el consultorio y él me preguntaba ¿Vos cómo sabés como juegan los chicos? Yo le contaba que atendía chicos y que los chicos esto, lo otro… Ahí se empezó a mostrar interesado en lo que los chicos le gustaba hacer, como pintar. Él me dijo que quería pintar. Agarra la pintura, pero en lugar de pintar, me dice pintame. 
- ¿Qué te pinte?
- Pintame así tengo manos.

Ese fue el inicio de la reparación. Yo lo pinté y cuando las tuvo pintadas, ahí empezaba con el cuerpo a dejar marcas en el consultorio y poco a poco fue empezando, con el cuerpo pintado, con el cuerpo cubierto, con el cuerpo vestido, a jugar y pasó con bloques a repetir un juego, que era “mirame”. Él se subía a los bloques, hacía equilibrio y se sostenía en mi mirada. Intervención que apunta en lo real a reparar la consistencia imaginaria de un cuerpo que no se podía constituir. Gracias a esa unificación sostenida en transferencia en lo real de la ella, pudo ir a la escuela. Jugaba al tenis, no jugaba a juegos grupales porque muchos juegos le eran intrusivos a la falla en la constitución imaginaria y tuvo un amigo. La intervención fue sostener ese cuerpo, que podía tener sostén en la mirada del Otro. 

Caso clínico 2. Una nena cuya madre sí la había sostenido con su deseo de falo en los tiempos primeros, y efectivamente cuando llegó era una nena que tampoco podía jugar. Era preciosa, una muñequita, uno llegaba a la sala de espera y la encontraba durita, sentadita. Pero no se movía la imagen. Eso era algo realmente imposible. Un día viene con una muñeca a pilas que tenía un control remoto y me lo muestra: 1, 2, 3. Otra vez, 1, 2 y 3. Entonces, miro a la muñequita esa que hacía 1, 2 y 3 y le hablo. 

- Hola, ¿a qué querés jugar?
- Es una muñeca.
Y yo le sigo hablando a la muñeca. 
- ¿A qué sabés jugar? 
Ella movía el control, 1, 2, 3; 1, 2, 3. Yo le seguía hablando a la muñeca. 
- ¡Pobrecita! ¡Solamente te movés cuando te mueven! ¿No podés jugar a algo que te guste? 
1,2,3…. 1,2,3… 
- Porque acá los chicos vienen, juegan a muchas cosas… 
- ¿A qué juegan? (pregunta la dueña del control) 

Le cuento que juegan a diferentes cosas y que también eligen pintar. Por supuesto, a la sesión siguiente vino vestida con un delantal hermosísimo hasta el cuello. Empieza a pintar inmaculadamente y de repente se le cae el pincel y entonces yo juego con la mancha. Son intervenciones tendientes a mover la imagen coagulada del cuerpo. No son intervenciones en lo real, aunque esté jugando. Son entre lo simbólico y lo imaginario. Todas apuntan a destrabar los tiempos del sujeto, no solo con los niños, sino con los adultos también. Son intervenciones en lo real, en lo simbólico y en lo imaginario. En ese sentido acuerdo con Winnicott, que decía que el analista tiene que ser juguetón; pero no jugar para divertirse, sino para poner en juego la modalidad del objeto, para que el sujeto no quede coagulado y se pueda mover.

Pregunta: En las 2 intervenciones se produce algo a partir de comentarle a los niños que van otros niños a jugar.
A.F.: En el primer caso, es para incluirlo en la serie de los niños. En el caso de la otra nena, aunque le hablo de los otros niños, es para descoagular el lugar de muñeca que ella tenía. Acá hay otro, porque en el contexto, ella estaba muy habituada a ser el centro de la mirada de su madre, de sus abuelos, etc., entonces decirle que habían otros niños, es un recurso para decirle que no sos el único falo acá. 

Pregunta: ¿Por qué el primer niño no quería ir a la escuela?
A.F.: Hay una falla en la inclusión en la demanda del Otro. Su cuerpo, al no estar constituído por esta consistencia imaginaria, lo real siempre le es muy amenazante. La constitución que tenemos desde lo imaginario es lo que nos permite estar vestidos ante los goces que el Otro presenta. Y encontrarse con otros niños o con otras personas, implica encontrarse siempre con los goces que las otras personas portan, por eso en muchas situaciones, cuando hay fragilidad en la constitución imaginaria, hay dificultades en la relación con los otros. Hoy estábamos viendo con una paciente que es adulta que ella siempre percibió de su abuela y su madre de que no había un lugar más seguro que la propia casa. La calle está llena de peligros, que si te miran, que si te hablan… Ella encontró un trabajo para hacerlo en su casa, todo lo hacía ahí y un día le entran a robar estando ella en la casa. En ese momento, les dije que gracias a ellos vas a poder cuestionar lo que tu abuela decía. 

En el caso de este chiquito, encontrarse con estos otros cuerpos, al no tener una buena consistencia, era muy peligroso. Es la penetración del goce más allá de lo imaginario, que puede destrozar la poca o frágil consistencia imaginaria. Él ni siquiera agarraba el lápiz, era un cuerpo muy frágil. 

Pregunta: ¿Qué eficacia tiene tiene lo restitutivo de los tiempos? ¿Es temporal o permanente? 
A.F.: Los tiempos que fallaron, fallaron. El análisis no devuelve al tiempo anterior, lo que hace es reparar la falla. No es lo mismo hacer una reparación que pretender devolverle la operación que la madre no hizo. No somos mejor madre que la madre. Si trabajamos con n ios, nunca debemos creernos súper-padres. Se trata de una reparación que trata de abrir vías colaterales para los goces. Se arman reparaciones, pero los tiempos que fallaron, fallaron. Y la estructura que precipitó, a mi entender, precipita tempranamente como dice Freud. No hay cambio de estructura. El niño del caso terminó muy bien su análisis con una buena reparación cobertora, siempre y cuando no se violente su límite. Los padres tenían muy en claro qué cosas no tenían que hacer para no violentar el límite de la estructura y el niño también, como cualquiera, que encontrándose con los límites de su estructura, sabe qué la repara y qué la daña. Eso es un análisis.

Respecto de lo ganado en un análisis, no se pierde. El encuentro con un analista es un antes y un después, si hubo análisis. Esto no quiere decir que no haya reales de la vida que conmuevan. porque los análisis no previenen los reales de la vida, sino que da herramientas para responder a eso. Por eso digo, nada indica que ante un nuevo real, alguien pueda requerir una nueva vuelta de análisis. 

Los niños, cuando son graves, como un chico que cada tanto me viene a ver. Él ya siendo un hombre sigue guardando la llave de su casa, y yo creo que el análisis es eso, una llave guardada que el sujeto se lleva. En el caso de él, la llave es real por su gravedad. 

Pregunta: (pregunta por los miedos de los niños).
A.F.: Freud dice que los miedos de los niños son algo que pasan al crecer. Vos me recordás que a veces no pasan. No hay que decirle a las madres que pasan, porque pasan si pasan, ¿y si no pasan? Pasan a síntomas peores. Entonces, hay fobias que son propias de los tiempos de constitución y tienen que ver con que lo simbólico se va constituyendo en tiempos. Entonces, hasta que se pueda encontrar un buen delimitador del espacio para los goces, los niños recurren a los objetos fóbicos delimitadores del espacio. Esto es típico de ciertos tiempos del sujeto. Si no pasan, es que hay algo de lo pulsional incestuoso que no está delimitado. Esto puede ser por falta de letra del lado de la función paterna, o porque la madre no dona el intervalo, reteniendo al niño como falo. Entonces, el espacio no termina de delimitarse y la oscuridad son como los monstruos, es algo de lo pulsional puesto ahí. Muchas veces vemos esto en los adolescentes que les encantan las películas de terror, dicen que no tienen miedo, se trata de conjurar esos goces que no encuentran una delimitación o un marco. Pero la oscuridad también es la oscuridad de significantes, como el caso del niño que iba con la tía por el bosque y pide que le hable. Los nombres se delimitan con el espacio prohibido y el espacio permitido y la fobia es una de las manifestaciones que aniñan a alguien. Los fóbicos adultos se empobrecen mucho en su vida y en el lazo social.

Pregunta: ¿Asociás la letra a la función del padre?
A.F.: Si. Lacan dice que la operación paterna son las nominaciones. Las nominaciones, para Lacan, no son lo significantes. La nominación es el borde real de la letra, porque establece bordes entre lo real y lo simbólico. Lacan va a plantear que el nombre es lo que enlaza lo real. El significante tiene otra lógica, en cambio la letra permite legitimar un determinado goce. No es lo mismo decir “mi hijo” que “este chico” al viviente que nació. Con hijo, se inscribe una delimitación de goces. Si es el hijo, con la madre no. Si es el hijo, hay ciertas obligaciones, etc. Entonces, el nombre tiene eficacia sobre lo real, es más del orden de la letra.