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martes, 20 de junio de 2017

La perversión según el psicoanálisis.

Capítulo 8 del libro “¿A quién mata el asesino?” de Silvia Tendlarz y Carlos García.

El concepto de perversión dentro del contexto del psicoanálisis atravesó un largo recorrido antes de lograr su relativa autonomía como estructura clínica despojada de contenido moral e ideológico. En tanto conceptualización, no obstante, no ha salido indemne de tal recorrido, pues, a pesar de que el concepto de perversión se amplió y encontró una mayor especificidad a partir de Lacan, la casuística en el psicoanálisis sigue siendo bastante pobre. Esto se debe, sobre todo, a que resulta bastante difícil -incluso excepcional- que un perverso consulte a un psicoanalista, a pesar de que casi no hay dominio que el psicoanálisis no haya abordado.

Estos sujetos, básicamente no consultan porque no encuentran en ellos mismos un conflicto; en el caso de que este se presente -por algun momento de angustia o de vacilación en la existencia-,puede entonces producirse la consulta.

Una concepción peyorativa solía presentar al perverso como un caso de desvío o de aberración con respecto a la norma ideal. La perspectiva psicoanalítica ha interrogado y cuestionado el Iugar desde el cual un discurso legitima a una conducta sexual como la adecuada. En el siglo XIX, lo "desviado" como concepto surgía de la oposición presente en el par sexualidad-procreación. Toda conducta sexual que no apuntara a Ia reproducción -y eventualmente el placer obtenido en el cumplimiento de la norma- era censurada. Estas prohibiciones afectaban a ciertos grupos sociales más que a otros, al mismo tiempo que definían un criterio de relación entre Ios sexos.

lunes, 17 de abril de 2017

Los 10 mandamientos de la neurosis obsesiva.

1) No demandes nada. Que tu demanda muera para realizar así tu demanda, que es ser un sujeto muerto, desvanecido, borrado. Eso es lo que debes exponer.

2) Tu deseo es, en verdad, desvalorizar, anular, destruir el deseo del Otro. En efecto, es el tuyo o el suyo. Por eso hablas así: "Si me resulta difícil sostenerme y progresar en lo que pienso, no es tanto porque lo que pienso sea culpable, sino porque me resulta absolutamente necesario que piense en mi y nunca en el vecino, en otro".

3) Espera a que te demanden. Espera a que el Otro comprenda tu silencio. En efecto, para remediar la angustia del deseo del Otro, debes recubrirla con su demanda: una demanda anal de dar. A cambio, sé oblativo; nunca harás lo suficiente para que el Otro persista en la existencia.
Lacan decía:
"No hay mejores oblativos que los verdaderos, los grandes obsesivos. Él o ella ofrecen con tanto más gusto todo cuanto que todo lo que ofrecen es, como ustedes saben, mierda" (Lacan, 16/7/1975)
4) No tires nada, acumula hasta el atascamiento. Nunca se sabe, ¡eso siempre puede llegar a servir! Amar es tener siempre algo para dar. ¡Y para tener algo para dar, conserva lo que tienes, aprieta las nalgas! ¡Dientes apretados!

5) Tu propio deseo lo pondrás en juego mañana, pasado mañana, más adelante. Tienes tiempo: hazte el muerto. Así sabrás hacer esperar al Otro mucho tiempo, puesto que solo hay deseo en lo imposible.

6) En la espera, da pruebas de tu aptitud. Supera la inhibición mediante la proeza, la prestancia, el alarde, el engreimiento, a imagen de la rana que pretendía ser tan gorda como el buey. ¡Si, pero tu nunca reventarás!

7) No hagas nada definitivo o excluyente: ¡Siempre un pie dentro y otro afuera! ¡Nada de avances sin la seguridad de una retirada! "A la vez" y "al mismo tiempo" son expresiones que deben atravesar tu lenguaje.

8) Ante un imperativo del superyó que te ordena: "¡Goza!" haz de tu impotencia para realizarlo una demanda a dirigir a un maestro que supuestamente sabe si la relación entre goce y dominio es del orden de lo imposible o no.

9) Sométete a una orden de hierro, hacer esto o aquello. debes sobrecargarte con un programa sin fallas, sin vacío, sin respio, para evitar la interrogación sobre el deseo del Otro.

10) Interrumpe tu análisis el día que puedas aliviar tu culpa culpabilizando a otro. A tu turno, que tu propia voz transmita esta orden de hierro a tu entorno, sin explicaciones ni murmullos: ¡Es así porque es así! ¡Fin del análisis!

Fuente: Philippe Julien "Psicosis, perversión, neurosis. La lectura de Jacques Lacan" Cap. III. La Neurosis obsesiva, Punto 2. La verdad de Freud.