Capítulo 8 del libro “¿A quién mata el asesino?” de Silvia Tendlarz y Carlos García.
El concepto de perversión dentro del contexto del psicoanálisis atravesó un largo recorrido antes de lograr su relativa autonomía como estructura clínica despojada de contenido moral e ideológico. En tanto conceptualización, no obstante, no ha salido indemne de tal recorrido, pues, a pesar de que el concepto de perversión se amplió y encontró una mayor especificidad a partir de Lacan, la casuística en el psicoanálisis sigue siendo bastante pobre. Esto se debe, sobre todo, a que resulta bastante difícil -incluso excepcional- que un perverso consulte a un psicoanalista, a pesar de que casi no hay dominio que el psicoanálisis no haya abordado.
Estos sujetos, básicamente no consultan porque no encuentran en ellos mismos un conflicto; en el caso de que este se presente -por algun momento de angustia o de vacilación en la existencia-,puede entonces producirse la consulta.
Una concepción peyorativa solía presentar al perverso como un caso de desvío o de aberración con respecto a la norma ideal. La perspectiva psicoanalítica ha interrogado y cuestionado el Iugar desde el cual un discurso legitima a una conducta sexual como la adecuada. En el siglo XIX, lo "desviado" como concepto surgía de la oposición presente en el par sexualidad-procreación. Toda conducta sexual que no apuntara a Ia reproducción -y eventualmente el placer obtenido en el cumplimiento de la norma- era censurada. Estas prohibiciones afectaban a ciertos grupos sociales más que a otros, al mismo tiempo que definían un criterio de relación entre Ios sexos.