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lunes, 8 de septiembre de 2025

El analista ante las perversiones: ¿Cómo interviene?

 En la perversión, el deseo no se presenta como la búsqueda de un objeto perdido (como en la neurosis), sino como la puesta en acto de un montaje en el que el sujeto mismo se ofrece como objeto del deseo del Otro. Esto define una posición subjetiva estable frente a la castración: no se trata de negarla simplemente, sino de sostenerla en escena.

La diferencia estructural es clave, porque el perverso no está simplemente “desviado” de una norma sexual, sino que ocupa una posición distinta frente al deseo del Otro. Repasemos:

Neurosis

Perversión

El sujeto se confronta con la pregunta sobre qué quiere el Otro de mí, lo cual genera la dialéctica de la falta, la castración y el síntoma.

El sujeto se coloca en la posición de dar consistencia al deseo del Otro, intentando suplir imaginariamente su falta. No se trata de ignorar la castración (inscripta simbólicamente), sino de hacer de ella un montaje: el perverso se ofrece como objeto que satisface o colma al Otro.

En la neurosis, el fantasma ($ ◊ a) es un montaje defensivo frente al deseo enigmático del Otro.

En el fantasma, el perverso hace de sí mismo el objeto que completa el fantasma del Otro. No se protege del goce, sino que se ofrece a sostenerlo.

De esta manera, el deseo perverso se organiza en torno a una escenificación en la que él mismo se coloca como instrumento del goce del Otro (ejemplo clásico: el fetichista que encarna el fetiche para que el Otro no confronte la castración). Ahora bien, la perversión es una posición ética frente al deseo, no solo una práctica sexual. Allí el sujeto se ubica como garante del deseo del Otro, lo sostiene, lo provoca, lo tienta. El perverso “sabe lo que el Otro quiere” y se propone darle satisfacción.

Cuestiones transferenciales

En la neurosis, el paciente transfiere en tanto supone al analista un saber sobre su deseo y su síntoma. Es la clásica Sujeto-supuesto-SaberEn las perversiónes, esa suposición de saber no se arma de la misma manera. El perverso no se interroga por su propio deseo (“¿qué quiero?”) sino que se coloca como objeto para el goce del Otro. Entonces, la transferencia se juega más en el registro de la puesta en escena fantasmática.

Cuando su defensa es exitosa, el perverso tiende a ubicar al analista en el lugar del Otro al que debe mostrarle la verdad de su deseo o incluso enseñarle a gozar. Ahora bien, dato clínico: el goce en la perversión nunca aparece sin mediación simbólica. El "peligro para el tratamiento" está en el analista puede quedar tentado de ser arrastrado como partenaire de la escena perversa (ejemplo: que el analizante espere complicidad, aprobación o incluso que se lo sitúe como destinatario del acting-out).

En estos casos, la transferencia puede volverse resistente porque el sujeto busca confirmar su montaje más que cuestionarlo. La posición analítica consiste en no ocupar el lugar que el perverso quiere asignarle, y a la vez no rechazarlo violentamente, sino bordear la escena hasta que se abra una pregunta.

Existen "puntos de quiebre", donde el perverso sí permite intervención, pero no en los mismos tiempos ni bajo la misma lógica que el neurótico. Los momentos clave suelen ser:

Cuando el montaje se interrumpe: aparece un malestar, un límite al goce, un fracaso en sostener el fantasma.

Cuando se confronta con la angustia: aunque la perversión en general funciona como un dispositivo que protege de la angustia, hay situaciones (rupturas vinculares, rechazo del partenaire, imposibilidad de sostener la escena) en que esta irrumpe.

Cuando se pone en juego la dimensión del Otro: es decir, cuando el sujeto descubre que no todo está garantizado en el goce del Otro y que su posición de “instrumento” tambalea.

La transferencia, entonces, no pasa tanto por “analizar el deseo inconsciente” en los mismos términos que en la neurosis, sino por introducir la falta en el Otro allí donde el perverso la reniega o intenta suturarla. El analista no debe aceptar ser partícipe del escenario, sino operar de modo que el sujeto confronte que el Otro no está completo y que su fantasma no es garantía absoluta.

Perfecto. Te armo un esquema según algunas formas clínicas de la perversión, visto desde Lacan, focalizando en cómo aparece la transferencia y dónde puede intervenir el analista:

1. Fetichismo
  • Montaje: el fetiche funciona como “desmentida” de la castración materna: “sé que falta, pero actúo como si no faltara”.  El objeto a en juego es el fetiche mismo (ej: el zapato), que ocupa el lugar de “velo” que tapa la falta en el Otro. El deseo se sostiene en que el fetiche esté presente: es condición de posibilidad de la escena sexual.

  • Transferencia: el fetichista puede ubicar al analista como garante de su fetiche, alguien que debería reconocerlo y validarlo. “Usted me entiende, no me va a juzgar, sabe que lo necesito”. El riesgo es que el analista quede tomado como validador (“sí, el fetiche te asegura el goce”) o como juez moral (“eso está mal, tenés que dejarlo”).

  • Intervención: no rechazar el fetiche de entrada (sería confirmarle su certeza), sino ubicarlo en relación a la falta, mostrando que no garantiza nada en el Otro.
    → Se interviene cuando el fetiche falla o cuando la angustia irrumpe en torno a su pérdida o rechazo.

2. Sadismo
  • Montaje: El sadismo no es simple “crueldad”, sino un dispositivo para hacer aparecer la castración en el Otro: te muestro que no eres completo, que estás en falta. El sujeto se coloca como instrumento del goce del Otro: no solo busca gozar él, sino provocar un goce en el Otro a través del dolor, situándose como ejecutor. El objeto a en juego es la mirada y el cuerpo del partenaire, reducido a objeto de manipulación.

  • Transferencia: el analista puede ser situado como partenaire que “debería soportar” o incluso como testigo de la puesta en escena. El riesgo es que el analista quede atrapado como “víctima” (forzado a escuchar con horror) o como “cómplice” (si responde desde la fascinación).

  • Intervención: no aceptar ese lugar de objeto pasivo del goce del perverso. Bordear la escena apuntando a que no hay Otro que goce totalmente, introduciendo el límite de la ley. 

Caso clínico de sadismo: Un hombre de 32 años consulta tras un episodio en el que su pareja lo dejó porque él insistía en prácticas sexuales con violencia. Relata:
“Yo necesito hacerle daño, verla sufrir… en ese momento siento que controlo todo, que tengo el poder. Después me angustio porque pienso que me voy a quedar solo. Pero si no hay esa escena, no me excito”.
En paciente relata escenas violentas con entusiasmo, como si intentara provocar incomodidad. Puede colocar al analista en posición de espectador obligado, o incluso querer hacerlo partícipe imaginario de la escena. El riesgo es que el analista quede atrapado como “víctima” (forzado a escuchar con horror) o como “cómplice” (si responde desde la fascinación).
El analista, le devuelve “Después se angustia… ¿qué es lo que aparece cuando la escena termina?”, señalando que hay un resto no absorbido por el montaje, un agujero que lo empuja a repetir.
Los sádicos mucho hablan del sufrimiento de sus "víctimas", pero poco dicen acerca del lugar que ellos mismos ocupan en toda esa escena. Señalarle esto abre a que el sujeto se interrogue sobre su posición, en lugar de quedar velado por el sufrimiento del Otro.
3. Masoquismo
  • Montaje: el sujeto se ofrece como objeto para que el Otro goce de él. La satisfacción está en sostener la posición aparentemente pasiva de "ser usado", aunque desde ese lugar el masoquista mueve todos los hilos de la escena (por ejemplo, con contratos).

  • Transferencia: puede intentar ubicar al analista como Amo sádico, demandando castigo o humillación. También puede traccionar al analista al lugar del "tercero que mira" en el fantasma, insistiendo en narrar escenas sexuales con detalle, en espera de rechazo o incomodidad del analista.

  • Intervención: no ceder a esa demanda de ocupar el lugar de Amo. Devolver la responsabilidad del goce al sujeto, sin rechazarlo pero sin convalidar la escena. El trabajo se vuelve posible cuando el sujeto confronta que su montaje depende de un Otro que nunca es seguro, ya que puede retirarse, rechazarlo o no responder. También, cuando descubre que su goce masoquista no es garantía de vínculo, sino que lo deja en soledad. El analista apunta a abrir una pregunta: ¿qué sostiene él en esa posición de objeto? ¿qué evita al ofrecerse como soporte del goce ajeno?

4. Exhibicionismo
  • Montaje: mostrar(se) al Otro para excitar su deseo, poniendo en evidencia su falta. El objeto a en juego es la mirada del Otro. A diferencia del voyeurista, el exhibicionista busca colocarse él como objeto para ser visto (hacerse ver). Su satisfacción no proviene tanto de su propio cuerpo, sino de provocar la falta y la sorpresa en el Otro: “te muestro lo que no deberías ver”.

  • Transferencia: el analista corre el riesgo de ser puesto en el lugar de espectador cómplice, supuesto destinatario de la escena.

  • Intervención: no reforzar la mirada voyeurística, sino descompletar el lugar del Otro-espectador. Por ejemplo, señalando la función de ese mostrar en el fantasma, no satisfaciendo la expectativa de complicidad.

Caso clínico exhibicionismo: Caso judicializado. Un hombre de 28 años consulta porque varias veces fue denunciado por mostrar sus genitales en espacios públicos. Relata:
“No puedo evitarlo… cuando me expongo siento que el otro queda sorprendido, atrapado en mi juego. Es como si por fin me vieran de verdad. Después me siento mal, pero en el momento hay algo irresistible”.

En las primeras sesiones, el paciente habla con lujo de detalles sobre sus escenas de exhibición. Tiende a mirar fijamente al analista, como chequeando si reacciona. El riesgo es que el analista quede en el lugar de espectador excitado o escandalizado, reproduciendo el montaje. Al ser ambos varones, puede intensificarse la tensión transferencial: el paciente puede esperar un gesto de fascinación, complicidad, rechazo viril o humillación.

El analista interviene: “Parece que a vos no te interesa tanto mostrarte, sino de cómo reacciona el otro cuando te ve. ¿Es eso lo que buscás en mí también?”. Con esto, se devuelve al paciente que intenta ubicar al analista como Otro-testigo, y se abre la pregunta por lo que él mismo queda fuera de esa escena. El analista también interviene en ese punto de sentirse mal: "¿Qué te hace sentir mal, que no les alcanza con ver lo que vieron?"

En el exhibicionismo, el deseo se arma en torno a hacer aparecer al Otro como espectador. La transferencia pone al analista en riesgo de ser atrapado en esa escena. La intervención analítica apunta a no aceptar ese lugar de voyeur, sino devolver al sujeto que lo que busca mostrar nunca será visto plenamente, introduciendo la falta en el campo de la mirada.

El trabajo se vuelve posible cuando el sujeto confronta que por más que se muestre, el exhibicionista nunca logra capturar del todo la mirada del Otro. El “ser visto”, de esta manera, no colma el deseo, sino que lo empuja a repetir. Allí el analista puede introducir la idea de que no hay Otro que garantice su imagen ni que pueda verlo “de verdad” en totalidad. Por otro lado, se puede abrir a la idea de la posibilidad de ser mirado de otras maneras...

5. Voyeurismo
  • Montaje: espiar al Otro en su intimidad, intentando captar el goce “secreto”.

  • Transferencia: el analista puede ser tomado como alguien a quien hay que arrancarle una verdad escondida. También puede ser puesto en el lugar de testigo-cómplice, un espectador al que se le “hace ver” lo prohibido.

  • Intervención: no colocarse como depositario del secreto ni como garante del saber total. No ocupar el lugar de espectador excitado (no responder con fascinación, morbo o complicidad). Tampoco moralizar ni condenar (eso solo reforzaría el circuito del goce). Devolver al sujeto que lo que busca ver nunca se completa.

Caso clínico voyeurismo: Un hombre de 35 años consulta derivado por su pareja, que lo encontró varias veces espiando a vecinas desde la ventana. Él mismo relata que, desde adolescente, siente excitación al observar a mujeres sin ser visto. Dice: “No me interesa tocarlas, ni hablarles… es ese momento de mirar lo prohibido lo que me da satisfacción”.  La escena está organizada alrededor de ver al Otro sin ser visto. El objeto a en juego es la mirada, que funciona como causa de su deseo. Se ubica en la posición de arrancar un secreto al Otro (captar su goce oculto).

En las primeras entrevistas, el paciente relata con detalle sus escenas de voyeurismo, como si quisiera “mostrar” lo que vio. El analista corre el riesgo de ser puesto en el lugar de testigo-cómplice, un espectador al que se le “hace ver” lo prohibido. Incluso, aparece una demanda implícita: que el analista avale su práctica, o que funcione como aquel Otro que confirme la excitación de la escena.

El analista le señala el papel de la mirada: “Usted dice que no le interesa la mujer misma, sino ese instante de verla… ¿qué hay en ese instante que parece detenerlo todo?”. Esto introduce que no hay totalidad en lo que ve, que su goce depende de un punto ciego, una falta. En otro momento, cuando el paciente intenta ubicar al analista como cómplice, le pregunta: “¿Quiere que yo vea lo que usted vio?”.
Eso descompleta el lugar del Otro, mostrando que el analista no es garante de la escena.

***
En todos los casos, la transferencia se abre cuando el montaje fantasmático fracasa, o cuando aparece un malestar que el escenario no logra absorber. El analista interviene no desde la complicidad con el goce, sino introduciendo la falta en el Otro, bordeando el fantasma sin romperlo violentamente ni confirmarlo.

viernes, 27 de junio de 2025

¿Estructura perversa o suplencia perversa? Una distinción necesaria para la clínica.

Por Lucas Vazquez Topssian 

En la clínica contemporánea, cada vez es más necesario distinguir entre estructura perversa y suplencia perversa. Esta diferenciación no es menor: apunta al modo en que el sujeto se organiza frente a lo imposible de la castración y, por ende, al modo en que sostiene su lazo con el Otro.

La perversión como estructura, en la lógica lacaniana, implica una posición subjetiva fija frente a la castración: el sujeto se coloca como falo del Otro, en una operación de desmentida (Verleugnung) que mantiene intacto el fetiche como soporte de goce, al tiempo que niega la falta en el Otro. La escena perversa, en este sentido, no es contingente sino estructural: es la puesta en acto de un montaje que sostiene la forclusión de la castración en el Otro, y que tiene el estatuto de un fantasma fundamental.

Por el contrario, la suplencia perversa no define una estructura, sino una respuesta del sujeto neurótico (o psicótico) frente a una falla en la inscripción de la función fálica, o incluso frente a un colapso del Nombre del Padre. Se trata de una invención sintomática, a veces estabilizadora, que recurre a elementos de la lógica perversa (montaje, fetiche, teatralización del goce, etc.) sin que por ello estemos ante un sujeto estructuralmente perverso.

En otras palabras, mientras la perversión estructural es una posición constitutiva, la suplencia perversa es un recurso —a menudo transitorio o compensatorio— que puede surgir tanto en neurosis como en psicosis. No indica necesariamente una modalidad estable del lazo social, sino una solución, a veces desesperada, frente a un vacío en la función simbólica.

Este matiz es crucial para la práctica analítica: permite no confundir el acting-out o ciertas escenas fetichistas con una estructura perversa, y abre la posibilidad de leerlas como suplencias sintomáticas. Como señala Jacques-Alain Miller, lo que aparece como perverso en la presentación puede ser simplemente una manera de no desmoronarse.

¿Qué implica esto para el analista?
Que no toda escena de goce escópico o fetichista remite a una estructura perversa, y que, ante el semblante de perversión, debemos preguntarnos por su función: ¿goce estabilizador o acto estructurante? ¿fantasma esencial o invención ante un agujero?

El desafío clínico consiste entonces en escuchar más allá del fenómeno, y orientar la lectura según la lógica subjetiva que lo sostiene.

jueves, 29 de mayo de 2025

Melancolizaciones en distintas estructuras clínicas


Hablar de melancolía en estos tiempos es hablar de las depresiones que se hacen escuchar en la clínica contemporánea. Y, ¿qué es la depresión? La depresión es primeramente una constatación clínica. En este sentido cabe preguntarse, cuando un psicoanalista habla de depresión, ¿se está refiriendo a lo mismo que un psiquiatra? Podría responderse que sí, sin embargo, la clínica psicoanalítica presenta una dificultad: la depresión no es necesariamente la razón por la que el paciente viene a la consulta. La depresión es algo que el analista debe entrever más allá de lo que le es dicho. (Leguil, 1996)

Por lo general, la depresión se presenta en la clínica como un estado y no necesariamente como una queja, un síntoma, una inhibición o una angustia. Es por esta circunstancia que la depresión desordena la clínica psicoanalítica, puesto que no se presenta como uno de los tres motivos de consulta descritos por Freud (1925), a saber, como una inhibición, un síntoma o bajo la forma de angustia.

El término "depresión" se refiere asimismo a esa mezcla he­cha de tristeza intensa, de culpa invasora, de angustia mayor que la habitual y de riesgo de pasaje al acto suicida. Como padecimiento psíquico, la depresión apunta a un abandono del sujeto, de lo que antes lo sostenía en la vida en relación a lo que él acostumbraba hacer, ser o soportar frente a los otros.

Hablar de la depresión como paradigma psicopatológico de nuestro tiempo implica también decir de la degradación progresiva de la vida amorosa en nuestra cultura, como uno de sus significativos malestares (Marucco, 1986). Degradación de los vínculos amorosos que puede desembocar en depresiones o melancolías.

Desde el punto de vista histórico, la psiquiatría clásica inventó la melancolía y Freud (1895) trabajó con lo que la disciplina psiquiátrica de su tiempo le presentó, asumiendo esta herencia. Desde esta perspectiva, la melancolía se encuadra dentro de una psicosis. Melancolía y manía se oponen. Acerca de la manía se dice que la melancolía es su negativo. Particularmente, la melancolía psicótica (depresión) se acompaña de elementos delirantes y el enfermo parece haber roto los lazos que lo unían a la vida.

El recorrido por las sendas freudianas nos revela que la melancolía es enigmática para Freud. Para poder explicarla aborda la noción del duelo. A partir del modelo del duelo, Freud (1915a) separa la melancolía de las depresiones neuróticas.

En los primeros textos freudianos, la respuesta depresiva no es un síntoma en tanto formación del inconsciente sino un efecto del duelo del yo. Desde 1895, Freud intuye que la melancolía consiste en una especie de duelo provocado por una pérdida de la libido descrita como una especie de "hemorragia libidinal.". La noción de pérdida destaca en la melancolía. En el duelo, el mundo se convierte en pobre y vacío; en la melancolía, es el yo mismo el que se vacía y empobrece. El melancólico se comporta como si tuviera una verdadera aversión moral a su propio yo. Los reproches destinados al objeto se vuelven contra el yo y el acto suicida es el resultado de la vuelta sobre el sujeto del impulso asesino dirigido contra el objeto. La depresión ya no es únicamente un duelo que se liga a una pérdida de libido sino a la pérdida de un objeto de amor.

La depresión, tal como fue concebida por los psiquiatras, es lo que el psicoanálisis llama "los afectos que retoman de lo real" y se vuelven humor, tornándose lo que ocupa el primer plano de todas las representaciones del sujeto.

Al respecto, Lacan (1988) dirá que el humor es "un disfraz del ser". Desde esta perspectiva, el humor es en realidad lo que acompaña al ser en su relación con el lenguaje. Ese afecto real que es el humor está entonces en relación con el significante. Desde el psicoanálisis se considera al sujeto siempre preso entre lo simbólico (el significante, el pensamiento) y lo que efectivamente no puede ser nombrado, aquello que los psicoanalistas lacanianos llaman el objeto a, el goce, etc. Así, el sujeto se encuentra dividido entre dos polos: entre todos los nombres, todo el lenguaje que le es legado y lo que no consigue ser pensado o ser dicho. El sujeto se deprime cuando predomina lo que no se puede pensar ni ser representado produciendo en él una inhibición de lo que antes podía hacer.

Desde el punto de vista de su origen, la depresión aparece cuando fracasa la estrategia del sujeto en relación al Otro. De aquí se desprende que podemos esperar una distinta manifestación de la depresión en diferentes sujetos.

¿Es factible encontrar la melancolía en el campo de las psicosis? Ciertamente sí, haciendo la salvedad de que en numerosos casos esto requiere ser discutido puesto que se trata de desplegar, en cada oportunidad, aquello que lo demuestre tanto en el plano teórico como en la lectura de los casos clínicos.

La depresión clásica, la inhibición, las ideas suicidas y los pasajes al acto no son en el plano estructural patognómicos de la melancolía. Requiere un esfuerzo clínico particular establecer el diagnóstico diferencial entre las psicosis patentes, objetos de disociación o "delirios de grandeza" y las psicosis melancólicas con su "delirio de pequenez" para utilizar las expresiones de Freud (1915a). Hacer esta distinción será crucial para la elección de las estrategias terapéuticas, radicalmente diferentes en estos dos tipos de psicosis.

Independientemente del ámbito de la psicosis, el neurótico también se deprime. En la histeria, la depresión puede surgir cuando el sujeto fracasa en el mantenimiento de su estrategia que apunta a asegurarse el deseo del Otro, de tal forma que el Otro desee y que el Otro piense en ser la causa de ese deseo.

También el neurótico obsesivo puede presentar una obsesión al caer un ideal que le permitía sostener la idea del deseo del Otro, decir lo que el Otro quería, quedando totalmente deprimido cuando ya no tiene más ese enganche en la demanda del Otro.

La depresión en la perversión se presenta cuando ésta última es insuficiente para situar al individuo respecto de las cuestiones de la castración. La depresión aparece entonces como un camino que fracasó.

La depresión en la paranoia se da cuando la desconfianza que el sujeto tiene en relación al Otro no le permite ver en lo que él mismo está implicado: que el combate que él podría realizar frente a la injusticia que piensa que le es proferida es suficiente para revelar la cuestión de su existencia y lo que le toca hacer en el mundo.

En síntesis, ninguna estructura clínica (neurosis histérica u obsesiva, perversión o psicosis) escapa a su posibilidad. Desde el psicoanálisis se dice que existe una "melancolización" de las diferentes estructuras.

martes, 29 de abril de 2025

¿Qué son las perversiones y cómo la evaluamos psicológicamente?

 Las perversiones, desde una perspectiva psicológica, son formas particulares en que una persona experimenta y organiza su deseo sexual, alejándose del modelo comúnmente aceptado por la cultura dominante, es decir, el acto sexual genital entre adultos con consentimiento mutuo.

En el DSM-5, las perversiones sexuales, o parafilias, se denominan "Trastornos Parafílicos".
En psicoanálisis, especialmente en la teoría freudiana, el término “perversión” no implica juicio moral, sino una estructura psíquica o una modalidad de relación con el deseo y la ley. Freud observó que las perversiones no son ajenas al desarrollo humano: de hecho, en la infancia todos atravesamos momentos donde el placer está ligado a zonas no genitales, y la sexualidad aún no está regulada por la norma social de la reproducción.
Ahora bien, cuando esa forma de obtener placer —que pudo haber sido parte del desarrollo infantil— se instala de forma fija y excluye otras maneras de vincularse afectiva y sexualmente, hablamos de perversión como una estructura. Lo importante no es el acto en sí mismo, sino cómo se relaciona esa conducta con el deseo, con la ley simbólica (es decir, con los límites), y con el Otro.
En la perversión, el sujeto no reprime su deseo como ocurre en la neurosis, sino que lo escenifica constantemente, muchas veces transgrediendo el límite, intentando colocarse como excepción frente a la norma. Esto puede adoptar distintas formas: voyeurismo, exhibicionismo, masoquismo, sadismo, entre otras. En todas ellas, hay una escena donde el sujeto busca sostener su deseo desafiando la castración simbólica, es decir, ese límite necesario que nos humaniza y nos ubica frente al deseo del Otro.
Por supuesto, hoy el uso del término está en discusión. Desde un enfoque más contemporáneo, muchas prácticas antes consideradas perversas no lo son en términos clínicos, si no hay sufrimiento psíquico, si hay consentimiento, y si no hay daño a otros. Por eso, como psicólogos, nos alejamos de visiones moralistas y ponemos el foco en el sufrimiento subjetivo y en el modo en que la persona se vincula con su deseo y con los demás.
En definitiva, las perversiones no son simplemente “conductas raras” o “desviaciones sexuales”, como a veces se cree, sino formas complejas —y estructuradas— de habitar el deseo. Y como todo en psicología, merecen ser entendidas en su contexto, sin prejuicios y con escucha clínica.
Evaluación psicología de la Perversión.
Desde la evaluación psicológica, identificar una estructura perversa implica una lectura clínica profunda que va más allá de la conducta manifiesta.
Se exploran aspectos centrales como la relación del sujeto con la ley, el deseo, los límites y el Otro. En la perversión, el deseo no se reprime, sino que se escenifica. El sujeto se coloca como excepción a la norma, buscando sostener su goce más allá de la ley simbólica. La desmentida es un mecanismo frecuente: el sujeto sabe que hay una prohibición, pero actúa como si no existiera. El Otro es frecuentemente objetalizado y se establece una relación utilitaria con él. Suele haber una ausencia de culpa o conflicto psíquico en torno a la conducta.
Para evaluar esta estructura administramos una batería completa y además se utilizan entrevistas clínicas estructurales y técnicas proyectivas como el Cuestionario Desiderativo, el TAT y el TRO. En el Desiderativo, se observan defensas como la escisión o la desmentida, sexualización descontextualizada, pobre empatía o relaciones de dominio.
El TRO permite visualizar modalidades vinculares donde el otro es reducido a objeto de goce.
El TAT revela escenas repetitivas donde el deseo se sostiene en la transgresión. Los dibujos pueden mostrar figuras rígidas o agresivas. Las técnicas objetivas como el MMPI o el 16PF complementan el perfil, aunque no son determinantes.
El psicodiagnóstico debe distinguir entre prácticas y estructuras. No se diagnostica por una conducta aislada, sino por la lógica psíquica que la sostiene. La evaluación busca comprender el sufrimiento y orientar la intervención, sin patologizar la diversidad.

jueves, 13 de febrero de 2025

La configuración del goce: entre la división del sujeto y su orientación

El concepto de goce resulta problemático por diversas razones, llegando en ocasiones a solaparse con nociones como satisfacción y pulsión. Al no considerarse al sujeto como agente en este terreno, hablamos de una posición de goce—un espacio en el que el sujeto se ve simultáneamente enredado y atrapado en una escena específica. Sin embargo, que el sujeto no sea el artífice de dicho goce no implica que este carezca de una orientación definida.

Para profundizar en esta cuestión, es útil detenerse en dos momentos clave en que Lacan aborda el goce, refiriéndose a aspectos que, aunque interrelacionados, son claramente distintos.

En primer lugar, en el Seminario 10, "La angustia", Lacan introduce el concepto de goce en las fórmulas de la división subjetiva, describiéndolo como un campo supuestamente total, situado en un punto mítico. Esta concepción sitúa el goce en una etapa anterior a la constitución del sujeto, es decir, antes de su división. De esta manera, la propia división del sujeto implica la imposibilidad de alcanzar un goce absoluto, evidenciando que al sujeto le falta el goce prometido—ya sea por el mito o por la ilusión que genera la neurosis.

En un segundo momento, Lacan, en RSI, plantea que el goce se orienta de forma perversa, introduciendo el neologismo père-versement. Con ello, señala que el goce no es algo natural, sino que depende de la operación del Padre y del síntoma, conceptos que restringen los movimientos nodales y, en consecuencia, orientan la cadena simbólica.

Esta perspectiva también permite entender que el cuerpo se halla inmerso en una economía política del goce, en la cual este se distribuye de manera corporal en función de un discurso y de los significantes que lo estructuran, dejando marcas específicas en el sujeto. Es, en definitiva, el conjunto de estas marcas lo que organiza la orientación del goce, sin que ello deba confundirse jamás con una perspectiva teleológica.

sábado, 8 de febrero de 2025

El fantasma y sus vías: Deseo, perversiones y la defensa contra la angustia

El análisis clínico de la angustia nos conduce inevitablemente al trabajo sobre la estructura del fantasma. Este se configura como el espacio del Heim freudiano: un territorio donde lo ficcional, lo familiar y lo articulado se entrelazan. Sin embargo, el fantasma no se agota en estas categorías; hay algo más profundo que merece ser abordado.

Dos Vías para Abordar el Fantasma

En este contexto, dos enfoques se entrelazan alrededor de un eje común: el deseo como deseo del Otro. Estas vías permiten explorar las diversas dimensiones del fantasma.

  1. El Fantasma como Axioma
    Una primera perspectiva aborda el fantasma desde su estructura apodíctica, donde su fórmula expresa algo incondicionalmente cierto y válido. Aquí, el fantasma trasciende su función de escena para responder desde lo axiomático al desarreglo estructural del sujeto. Este soporte organiza aquello que falta, remeda lo imposible, y así se convierte en el terreno que soporta una coherencia simbólica.

  2. El Fantasma y la Perversión
    La segunda vía lo analiza desde la perversión, donde se invierte el orden de los términos en la fórmula: el objeto a toma el rol central al dividir al sujeto mediante su inaccesibilidad. Este objeto no solo induce la división sino que también revela su carácter ilusorio, ya que opera como un postizo que promete un goce inalcanzable.

    En la perversión, el sujeto aparenta ser agente de una escena, pero en realidad actúa como un objeto al servicio del goce del Otro. Este goce, aunque paradojalmente declarado inexistente, constituye el núcleo de la operación perversa. Aquí se ubica aquello que Freud describe como lo “positivo” de la perversión: un aspecto que la neurosis denuncia como su negativo. Mientras que la perversión preserva la función del Otro como incuestionable, en la neurosis, lo velado y lo engañoso predominan, situando la experiencia subjetiva en el terreno de lo negativo.

El Fantasma: Anclaje y Defensa

Independientemente de la vía, el fantasma se presenta como un anclaje indispensable para el sujeto frente al deseo del Otro. Este soporte, de naturaleza pulsional, contiene elementos que tanto lo defienden de la angustia como lo mantienen a distancia del goce del Otro. En este sentido, lo "perverso" del goce neurótico radica en la ambigüedad de defenderse de un exceso de goce mientras al mismo tiempo lo busca en formas indirectas.

El fantasma, por tanto, no solo estructura el deseo sino que también actúa como un refugio que articula la relación del sujeto con aquello que falta en el Otro, destacando su papel fundamental en la dinámica clínica y subjetiva.

jueves, 22 de agosto de 2024

¿Qué es la perversión?

 En ese contexto, y con estas coordenadas la distancia entre lo normal y lo patológico carece de pertinencia. Puntualmente hoy queremos hacer hincapié sobre la perversión.

¿Qué es la perversión en psicoanálisis?

El término perversión pudiera inclinarnos o hacernos suponer que en realidad se trata de un conjunto de actos moralmente reprochables, incluso actos reñidos con la ley. A diferencia de esto Freud es muy claro. Él interroga el asunto de la perversión a partir de la pulsión. A partir de esto se hará posible, con Lacan, especificar el cariz perverso del fantasma, más allá de sus inflexiones particulares.

Lo es, perverso, por ser el lugar de la fijación de la pulsión, del emplazamiento de un goce con el cual el sujeto se mantiene a distancia de lo traumático, económicamente entendido.

Desde luego que se le hará necesario tanto a Freud como a Lacan, marcar la distancia entre lo perverso, polimorfo, de la satisfacción pulsional en el hablante, y la perversión clínica. En este sentido, entonces la perversión clínica, la estructura perversa, del mismo modo que la neurosis y que la psicosis constituye una determinada posición del sujeto respecto del deseo del Otro.

O sea que la perversión es una defensa, es una respuesta que el sujeto elabora, si cabe la expresión, para defenderse de lo traumático de la castración en el Otro.

Por ello, cuando Lacan interroga los distintos modos en que se plasma el deseo como deseo del Otro puede situar en la perversión lo que denomina voluntad de goce, lo que es ya una posición fantasmática que defiende del deseo.

Esta perspectiva habilita un abordaje de la perversión desde el prisma de la estructura, despejando cualquier callejón sin salida que pudiera ser tributario de un diagnóstico a partir de un síntoma.

sábado, 6 de julio de 2024

Lo imaginario en la perversión

En el seminario “De un Otro al otro” Lacan vuelve a pensar las diferencias, en Freud, entre la neurosis y la perversión.

Puede situar que hay un movimiento en Freud, que es patente y que va de lo traumático a la fijación libidinal en el fantasma. Por ello, cuando encuentra rasgos perversos en la neurosis, concluye el recorrido haciendo solidarios estos rasgos de lo perverso polimorfo de la sexualidad infantil y, por consiguiente, de lo parcial de la pulsión.

Entonces, para pensar la diferencia entre la perversión y la neurosis, el fantasma deviene un nudo.

La pregunta sería: ¿cómo pensar el campo de las perversiones de un modo no descriptivo? En el planteó freudiano la perversión se propone como el reverso de las neurosis, lo que ya implica un abordaje topológico. Del lado de la lectura de Lacan se trata de lo que sobrevive cuando un corte separa, entonces se dirige a la función del objeto a.

Para trascender eso descriptivo empieza por descartar servirse del deseo perverso como defensivo o de la neurosis como pantalla de la perversión. Ambas no serían sino simplificaciones, las que prefiere abandonar para ir en busca de lo que llama tierra firme.

La cual encuentra cuando vuelve a pensar la estructura del grafo, el cual sufre una nueva vuelta de tuerca para situar allí de qué se trata en la relación del perverso con su partenaire. Y llama la atención el foco de su crítica: cierto desprecio del valor de lo imaginario que es característico de la posición del perverso.

Si la castración es un arreglo entre goce y semblante el perverso ataca el semblante porque apunta a aquello a lo que el sujeto se reduce, más allá de sus vestiduras.

viernes, 5 de julio de 2024

Rasgos perversos en la neurosis y la perversión como estructura

 A partir del planteo de Freud la nosografía psicoanalítica se ordena en función de una tripartición: neurosis, perversión y psicosis. Más allá de algunas cuestiones que se han discutido a lo largo de estos años respecto de en qué medida esa nosografía podría o no ser ampliada o modificada, me parece que estas tres, estructuras me animaría a decir, constituyen o configuran unos pilares fundamentales del abordaje analítico del sufrimiento humano.

Un punto divisorio respecto de cada una de ellas es la operación del complejo de Edipo. A diferencia de la escuela inglesa, o de parte de ella, Lacan plantea una repartición por la cual la perversión y la neurosis implican el atravesamiento por la trama edípica, aunque la modalidad en que operan el deseo y la posición del sujeto respecto a la castración no es la misma en una que en otra.

Una cuestión relevante de nuestra práctica es que es posible encontrar rasgos perversos en las neurosis. Esto no hace del neurótico un perverso, o sea que marcamos la distancia entre los rasgos perversos en una neurosis y una perversión clínica.

El rasgo perverso en la neurosis es solidario de ese rasgo de goce que el sujeto soporta o que en todo caso se soporta del entramado fantasmático, entendido éste como un menú, un menú de goce. Estos rasgos son solidarios del carácter perverso de la pulsión, o sea de lo perverso polimorfo de la sexualidad, ya desde lo infantil.

La participación de la pulsión en la sexualidad hace imposible la síntesis o totalización En este sentido, entonces, hablar de rasgos perversos conlleva de alguna manera una redundancia o pleonasmo, porque el rasgo remite a lo discreto en el sentido del corte y de lo que no se unifica o totaliza. Y lo perverso queda asociado a esa parcialidad de la pulsión que impide la relación sexual que no cesa de no escribirse.

La estructura perversa

 Es sabido que Freud, respecto de la sexualidad infantil, señala su característica de ser perversa y polimorfa. Con ello entonces se puede sostener que para el psicoanálisis la perversión reviste un carácter estructural que está enlazado al modo en que el deseo opera en el sujeto y a la particularidad de la satisfacción pulsional.

A partir de estas afirmaciones se nos hace posible separar a la perversión, como estructura clínica, de la dimensión de la perversidad. Esto último podría constituir un campo de sentidos, la sumatoria de unos contenidos, incluso las significaciones que podrían adoptarse respecto de las conductas o comportamientos del sujeto.

A diferencia de esto, la perversión junto con la neurosis y la psicosis conforman tres estructuras que son respuesta a la castración, la del Otro. Desde ello podemos, también, delimitar el campo de la psicopatología, la nosografía psicoanalítica, la que entonces no se asocia a la idea de la morbidez.

Tomada así, la perversión, es un armazón ficcional que afirma un modo de respuesta a ese impasse o enigma que el deseo del Otro inserta en el sujeto. Es también, a su vez, un intento de hacer consistir una respuesta frente a la anomalía del goce en el hablante, constituyendo así una respuesta frente a la imposibilidad de la relación sexual.

Pensada de este modo, la perversión es solidaria de esa relación de deseo que Lacan caracteriza a partir de la delimitación de una escena (a falta de un objeto complementario), escena en la cual el sujeto toma lugar, o sea que queda concernido. Por esto último es digno de mencionar el hecho de que hable de la voluntad de goce como modalidad del deseo en la perversión, lo cual puede en principio considerarse una sutil ironía.

viernes, 18 de agosto de 2023

Cuando la angustia se coloca en un mal lugar: intervenciones clínicas frente a la desmentida

¿Qué pasa cuando la angustia se presenta en el analista y no en quien viene a consultar? Se trata de los casos donde el analista tiene dificultades para sostener su lugar. Lo fundamental es tener en claro lo que el analista no sabe, lo que habilita a preguntar. El efecto de esto es que el consultante se queda pensando en esas preguntas. Las interpretaciones en un análisis son muy pocas, porque es muy difícil arribar a algo que toque al sujeto. El trabajo analítico tiene mucho más que ver con lo que Freud mencionó en Construcciones en psicoanálisis. De ahí la importancia de las preguntas.

Lorenzo pide una entrevista. Se trata de un señor joven, trajeado, muy amable y sonriente. A la invitación de sentarse por parte de la analista, él responde "No me voy a sentar, soy un fetichista de pies". La analista se sorprende, es raro que un fetichista consulte. Por otro lado, hay rasgos perversos en la neurosis y también en la sociedad, de manera que es más frecuente de lo que muchos piensan.

Finalmente Lorenzo se sienta y dice que siempre le atrajeron los pies de una mujer, desde los 6 años recuerda estar debajo de la mesa y acariciarle el pie a una amiga de la madre que había ido de visita y que se fue sin decir nada y nunca más volvió. La analista tomaba notas, como una manera de colocar distancia. Él trabajaba en una empresa, se define como legalmente soltero, aunque vivió con una mujer. Tiene un hijo de 7 años y se separó. Ahora vive con otra mujer. Con esta nueva pareja, dice, se están repitiendo los mismos problemas.

El paciente se pregunta "¿Vengo a pedir absolución, yo siento culpa? No. Creo que vivo en la marginalidad. Soy un jorobado que busca el país de los jorobados. Tengo una larga trayectoria en colegios católicos. Ahora estudio una carrera en la UCA y estoy viendo cómo no terminar". ¿Cómo no terminar? "No tengo interés en terminar". Se muestra sobrador, canchero. Juega con las palabras todo el tiempo, desplegando esa habilidad en toda la entrevista.

Los padres de Lorenzo fallecieron de aneurisma cerebral. La madree estuvo hemipléjica. "No sé cuándo me pasa algo, me agarra de golpe de forma paroxística, llamo a mi vecino médico y me medica". "No sé si estoy en una pareja que sigue o si estoy en una pareja que se rompe". "El fetichismo mío es desde siempre, me ocurre ayer, hoy y mañana. No es importante, nunca lo tomé así". La analista le pregunta, entonces, qué lo trae a la consulta. "Tengo abulia, apatía, en un montón de cosas. Vivo la vida de un viejo, no tengo intereses, ni amigos, ni salidas" Todo esto contado sin angustia.

Al terminar la entrevista, pregunta cuánto le debe a la analista, saca la chequera y pregunta si puede sacar con cheque. En ese momento se usaba esa forma de pago. Y pregunta: ¿Con talón o sin talón? Su cara de triunfo le avisa a la analista que estaba jugando con ella.

¿Cómo pensar cuando la angustia no se presenta en quien viene a consultar? No se trata de un paciente que quiera cambiar su modo de gozar, pero sí algo lo traía. En otra entrevista dice "Soy hijo único, no debo haber sido deseado" "Mis tías me miraban mucho, yo nací y mis padres se casaron dos años después" "Hice mi propia composición: mi padre no se quería casar, se tomó su tiempo" "¿Me puede dar un vaso de agua?" "Tuve un sueño: mis viejos usaban máscaras. Se sacaban las máscaras y no tenían cara" "Resulté parecido a mi mamá" "Mis padres eran incoherentes, papá tenía terror a que yo fuera homosexual. Yo tenía terror al sexo, hoy lo conservo" "Mamá me decía: Boludo, andá a coger. Papá decía que yo no era avispado con las chicas, un día llegué de madrugada y me cagó a gritos. No tenían coherencia".

A la cuarta entrevista, trae dos libros de regalo: "Sadismo y masoquismo" de Wilhelm Stekel y otro de varios psicoanalistas. La analista acepta el regalo, para posicionarse como quien no sabe y que el saber lo tiene que dar el paciente. Luego trae otro, pero para mostrar: libros lujosos sobre perversiones. La analista interviene: "Si ud. no viene a resolver nada de la perversión, no me muestre los libros". Su respuesta ante esa negativa es una pregunta: "¿Sabe que le estoy tomando cariño?". Esto fue una constante en todo el tratamiento. Cada vez que la analista hacía una intervención importante, Lorenzo decía "Qué lindo pulóver" ó "Qué linda pulsera". 

En el tratamiento, había que situar qué lo traía y hacía Lorenzo volver. La analista pensaba que ella era un objeto con el cual él jugaba. Era su manera de hacer transferencia, la manera de poner en acto la realidad del subconsciente, pero la analista tenía que hacer maniobras para correrse de ese lugar de sorpresa. 

Lorenzo no podía mantener relaciones sexuales porque gozaba exclusivamente con los pies de una mujer. Le tenía terror al sexo. Ninguna relación de pareja le duraba mucho tiempo, según él, porque las mujeres le pedían un hijo. En el análisis, esto se corrige a que lo que las mujeres le pedían era tener una relación sexual que involucrara algo más que el pie de la dama. Todo esto lo dejaba muy solo. Cuenta al pasar que posee armas y que de noche juega a la ruleta rusa, con una botella de whisky. 

La desmentida. Para Freud, hay tres mecanismos básicos de defensa ante la castración de la madre, que es el momento que el niño descubre que no completa a su madre, que no es eso por lo cual fue traído a este mundo. Son defensas ante cosas que para el sujeto son insoportables, irrepresentables y que para el sujeto se trata de un duelo imposible.

Se trata la represión para las neurosis, la forclusión para la psicosis y la desmentida para las perversiones. En la desmentida, está la posibilidad de que en el yo del sujeto algo se afirme y se niegue simultáneamente. Para ello, es necesario producir una escisión en el yo. "Lo sé, pero sin embargo...". De esta manera, alguien puede sostener dos posiciones disímiles o contrarias al mismo tiempo. Este mecanismo está al filo de aceptar la castración, pero sin embargo crean el fetiche, que es fijo e inamovible. El fetiche está justo ahí para taponar ese agujero que se deslumbra. 

En Lorenzo, el padre tarda en aceptar a su esposa, tarda en aceptar ese hijo. Parecería que este padre que teme a la homosexualidad, también lo caga a gritos cuando llega tarde. Es como el sueño que trae, donde los padres tienen máscaras, pero no cara. Él se las arreglaba para no encontrarse nunca con la falta. Toda esta depresión y melancolización que trae tampoco es traída como un síntoma. 

El perverso no ubica en el campo del Otro la causa de su deseo. Se identifica a un objeto y produce en el otro la angustia. Es imposible no angustiarse ante un caso así. 

Culturalmente, ubicamos muchas desmentidas. Por ejemplo, la desmentida ante la muerte, la asunción de la vejez. Las cirugías, las religiones, las terapias de "vidas pasadas", son todas desmentidas que incluso han llegado al campo psi. En nuestra cultura hay un verdadero empuje a la perversión y a la desmentida, donde la angustia no tiene buena imagen, tampoco los límites ni la ley. 

Volviendo a Lorenzo, él consulta porque está deprimido, triste y enojado. Es un juego que él hace, donde la angustia se presenta en el lado equivocado. La que se angustia es la analista, durante todo el tratamiento. El tratamiento duró varios años, hasta que él fue descubierto en su empresa practicando su fetichismo de pies con una empleada y lo despidieron. Se quedó sin empleo, la madre de su hijo y su hijo se fueron del país. Lorenzo se quedó muy mal, sin un peso para pagar. Ahí la analista decide no dejarlo sin tratamiento y hace una apuesta fuerte a que va a encontrar otro trabajo y a ser más cuidadoso, que le pagará en su momento. 

En los momentos donde él estaba mal, la analista pregunta si había alguien con quien armar una red. Descubre unos primos que aceptan venir a una entrevista a la que no quiere estar presente. La analista les propone estar cerca. Él interrumpió el tratamiento sin pagar. Dos años después, en contra de los prejuicios de la analista, él llamó para pagar. Durante tres meses apareció un sobre por debajo de la puerta del consultorio. Al terminar de pagar la deuda, pidió otra entrevista. Con toda la desmentida, había logrado ponerle valor al tratamiento y pagar la deuda. 

Con el tiempo, logró hablar de la paternidad, algo que no había aparecido antes. También tuvo una relación con una mujer que disfrutaba de sus relatos, a la que "no quería perder" y con quien pudo establecer una diferencia con las prostitutas a las que acudía.

La angustia del lado del analista. En estos pacientes, el modo de gozar producen angustia y descolocan al otro. Juegan con el otro. Después está la angustia grave del paciente que atenta todas las noches contra su vida. Ahí fue donde la analista armó la red con los primos. 

A él le encantaba hablar de su perversión, de la ceremonia que implicaba, de los avisos clasificados de las prostitutas que se dedicaban a esto, los contratos que hacía con las prostitutas, el sadomasoquismo puesto en la escena... Ulloa se topó con las peores perversiones cuando trabajó con los derechos humanos durante el proceso. Él habló sobre le encerrona trágica lo importante de la ternura. Él escribe, en las Jornadas de Reflexión con las abuelas de Plaza de Mayo, en 1988:

Frente al duelo por lo no tenido, no es fácil encontrar una solución; más bien se buscan sustitutos alternativos. El término perversión aquí remite a su significado etimológico de giro o desvío. El duelo sin solución, por inexistencia de suministro tierno, provoca un desvío hacia una alternativa de reemplazo de lo inexistente. Esta nueva situación que llamo perversa tiene algunas características más o menos típicas. El objeto sustituto no puede ser reconocido como original porque no sólo no lo es, sino que se refiere a algo que, habiendo sido necesario, estuvo ausente. Además, en cuanto vínculo sustitutivo, lo nuevo tampoco es reconocido en sus propias características singulares. Por estas dos razones se trata de una relación espuria. La función de esta relación perversa, por desviada, es encubrir o mantener apartado al sujeto de ese doloroso y difícil duelo. Resulta así un vínculo recreado en permanencia, precisamente para mantener esta distancia, de ahí su transformación en vínculo adicto, al mismo tiempo frágil y tenaz, puesto que configura una modalidad de relación donde fácilmente se abandona al objeto por otro, pero no se cambia de estilo relacional a la manera de un alcohólico que cambia de vida pero no deja de beber.

La desmentida en la neurosis

Existen neuróticos con rasgos de perversión. Laura consulta a una analista. Ella es joven, producida, con mucha desenvoltura. Dice que Alex, el novio, le recomendó ir. Ella dice "Ahora dice que no me ama más y quiere terminar la relación, pero yo pienso que no es cierto. Él me ama y yo no estoy dispuesta a dejarlo. Lo confunde su trabajo". "Alex trabajaba como acompañante de mujeres con mucho dinero. Le va muy bien, lo llaman del extranjero, viaja mucho". La analista se sorprende, porque además de la desmentida, aparece esta salida laboral del novio.

"Las norteamericanas se enloquecen con él, se lo recomiendan una a otra. Lo llevan de viaje, le sacan el gusto, le pagan muy bien... Pero yo sé que él me ama". La analista le pregunta qué siente ella por él. Tras un largo silencio, ella dice "Yo quiero que sigamos juntos". No podía tolerar no ser alojada.

Este caso resultó ser una neurótica, pero es interesante la desmentida sostenida con tanta convicción. Se trata de una desmentida para esquivar el duelo. El término duelo tiene dos raíces latinas. Dolos, que es dolor y duelum, que es desastre. Por lo tanto, podríamos decir que el dolor psìquico, la pena y aflicción también implica desafío.  para Freud, la desmentida en la neurosis es una forma de desasirse de la realidad y poder desautorizarla aún reconociéndola. "El dice que no me ama, pero se equivoca". En la conciencia de ella está lo que el novio le dijo y lo que ella está convencida de su equivocación.

Clave clínica: El punto de desmentida del neurótico produce la impotencia de cualquier analista. Se trata de creencias férreas, cerradas, donde las propuestas están imposibilitadas. Una propuesta posible es trabajar con la novela familiar y ver qué otras desmentidas hubo en la historia. La historia del paciente nos pone en la pista de la repetición, la insistencia. Es una manera posible para entrar, por ejemplo, comparando escenas. Nunca se debe entrar directo contra la desmentida, sino más bien desde la historia, situando que algo ya estaba en otra escena y con otros personajes.

La misma escisión del yo produce un movimiento de rechazo para poder aceptar lo que implicaría el duelo de que este hombre que la amaba deje de hacerlo. Se trata de un duelo narcisista, pero que para ella es imposible. Cuando Freud habla de la amencia de Meynert, habla de una imposibilidad de duelar. Pone de ejemplo la mujer que perdió un hijo y mese un leño como si fuera su hijo. También el de la novia que espera al novio y baila en el jardín cuando el novio no apareció, como si ella estuviera con él. Son duelos imposibles, del que hablaba Ulloa y la necesidad urgente de sustituir eso que falta y no se puede duelar.

La desmentida viene a instalarse como un rechazo del duelo como lo que se perdió o lo que nunca hubo, que Ulloa lo marca como terrible. Cuando uno pierde a un ser querido, más allá del dolor, uno puede alegrarse de haberlo tenido. La pérdida es dolorosa, pero también fue un privilegio tener a alguien para quien uno tuvo un lugar importante.

En la desmentida, se trata de una forma también de experimentar la castración materna. Es la pérdida de un lugar que se creyó ideal y que al perderse, lo que se pierde es la construcción imaginaria de unidad con la madre. Cuando la célula narcisista se muestra inexistente, porque la madre desea otras cosas además de ese bebé, aparece la madre en falta y esto produce la pérdida de una ilusión. A partir de allí la construcción imaginaria del fantasma será alrededor de qué quiere el Otro al traerme al mundo. A partir de ahí se establece un objeto de deseo y de goce. La desmentida hace a la producción de una creencia, pero también de una fragilidad.

Clave clínica: en estos casos, conviene empezar a trabajar la desmentida, antes que con la angustia. En el caso de Lorenzo, hubo que construir el motivo de consulta. Cernir el motivo de consulta, más allá de la desesperación que traiga el paciente, establece una línea de trabajo posible. Hay límites que hay que poner, para construir orillas. En las adicciones o en las perversiones hay que poder decir "Esto no entra acá", para no constituirse como una especie de espía de esas escenas.

Fuente: Notas de la conferencia "¿Y si la angustia no se presenta a la cita? Maniobras posibles", dictada por Elida Fernández, el 15/8/23 en la Institución Fernando Ulloa.

domingo, 14 de agosto de 2022

¿Qué es la desmentida? Definición de varios autores

 La desmentida es un mecanismo de defensa ante la angustia de la amenaza de  castración y apunta a la percepción de la realidad externa. Dicho proceso defensivo no implica  en este caso una anulación de la percepción (cosa que resulta del rechazo psicótico), sino más  bien una acción sumamente enérgica para mantener renegada una percepción traumatizante  para el yo. 

La desmentida de una percepción no implica la pérdida de la percepción. Por lo  tanto, la definición de desmentida no pasa por el rechazo de una percepción del mundo  exterior, sino por el rechazo de las consecuencias que dicha percepción provoca sobre una  creencia previa que se quiere mantener. Esto da origen a una paradójica coexistencia de una  antigua creencia con un saber que ha venido a anularla Este saber subsiste, pero sus  consecuencias son desmentidas. De dicha coexistencia de dos vías opuestas se llega a la noción  de escisión del yo. Si bien existe una escisión entre consciente e inconsciente, lo característico es  que la escisión se produce en el inconsciente. 

La desmentida es una defensa fallida, solo logra a medias su objetivo, su dinámica  nunca permanece del todo inactiva. Generalmente suele expresarse en el lenguaje bajo la  fórmula privilegiada del “ya lo sé,... pero aún así”. 

BLEICHMAR, HUGO B. 

Introducción al estudio de las perversiones 

Bleichmar entiende que el fetichista mediante la ecuación fetiche-falo afirma en el  inconsciente que la madre tiene falo, que la castración no existe. Esto permite renegar  (desmentir)(verleugnung) de la castración. La renegación se realiza en el inconsciente y el  engaño no es a la consciencia, ya que en ella si se reconoce que la mujer no tiene pene. 

Concluye Bleichmar diciendo que en la construcción del objeto fetiche ha habido entonces: a) Un desplazamiento, algo se ha conectado asociativamente con el genital, y se ha extendido a  ese algo la sobrevaloración. 

b) La castración ha quedado renegada (desmentida) y afirmada al mismo tiempo, el yo esta  escindido. 

c) Relacionado con lo anterior, se ha producido una transformación (realización de deseos): lo  que era una ausencia (el falo) ha quedado transformado en presencia, el fetiche. 

La diferencia principal que Bleichmar señala entre la represión y la renegación  (desmentida) sería que la primera actúa contra la demanda pulsional y la segunda contra la  percepción. 

En la represión el inconsciente sabe de la realidad, la consciencia no, y ésta solo conoce  elementos que se le aparecen como desprovistos de sentido. La represión se ejerce sobre la  representación de la realidad, nunca sobre la realidad misma. 

La renegación es el reemplazo de una realidad por otra no cualquiera sino la recíproca.  Este sustituto recíproco sin embargo no tiene cualidad sensorial, no es una alucinación, sigue  estando a nivel de la consciencia. La renegación consiste en el rechazo de una representación a  través de una afirmación de la opuesta. No se rechaza la percepción sino que la suplanta por  otra. El fenómeno mismo del reemplazo es la renegación. La presencia de una creencia  implicaría la renegación de la otra.  

La renegación implica una escisión del yo que no se define por ser exclusivamente entre  consciente e inconsciente, sino que puede serlo entre ideas inconsciente o ideas conscientes. 

LAPLANCHE Y PONTALIS 

Renegación/Verleugnung

Utilizado por Freud como modo de defensa consistente en que el sujeto rehusa  reconocer la realidad de una percepción traumatizante, principalmente la ausencia de pene en  la mujer. Este mecanismo fue especialmente invocado por Freud para explicar el fetichismo y  las psicosis. Lo relaciona con la angustia de castración. Freud comienza a utilizar este término  en sentido más específico a partir de 1924. Lo atribuye tanto a la niña como al niño, conviene  hacer observar que Freud relaciona este proceso con el mecanismo psicótico, proceso que no  parece raro ni muy peligroso en la vida psíquica del niño, pero que en el adulto, constituirá el  punto de partida de una psicosis. 

Las dos actitudes del fetichista, renegar la percepción y reconocer la carencia, persisten  toda la vida una junto a la otra, sin influenciarse recíprocamente. Esto puede llamarse escisión  del yo. 

SOL APARICIO 

De la verdrängung a la forclusión 

Lo reprimido, lo rechazado y lo renegado: 

El problema de la psicosis en los escritos de Freud. 

Freud en su intento de elaborar términos teóricos que diferencien la neurosis de la  psicosis, centra su esfuerzo en definir un mecanismo análogo al de la represión. Así fueron  surgiendo proyección, abolición, rechazo, renegación. 

Renegación utilizada primero para designar el mecanismo psicótico, adquiere luego definición  precisa referida con el problema de la castración, a través de la siguiente formulación:  “Preguntémonos cual puede ser el mecanismo análogo a una represión x el cual el yo se separa  del mundo exterior”. Da dos nombres a este mecanismo análogo: rechazo y renegación. Por lo  tanto agrega al campo de la neurosis y psicosis el de la perversión, referido al problema de  castración (angustia de castración). 

En el estudio sobre el fetichismo da una definición acabada: “el niño rehusa reconocer  su percepción, porque reconocerla lo llevaría a aceptar la posibilidad de su propia castración, y  añade que el “proceso defensivo no implica en este caso una anulación de la percepción” (cosa  que resulta del rechazo psicótico), sino mas bien una acción sumamente enérgica para mantener  renegada una percepción que sigue presente. Paradójica coexistencia de una antigua creencia  con un saber que ha venido a desmentirla. De dicha coexistencia de dos vías opuestas se llega a  la noción de escisión del yo, que no se presenta solo en este mecanismo. 

Se diferencia de la psicosis en que es una defensa que no logra sino a medias su  objetivo; aunque el fetichista no reconozca la ausencia de pene en la mujer tampoco afirma  haberlo visto, y no solo no lo afirma sino que crea un sustituto, aceptando así que está al tanto  de la falta. El niño no alucinó un pene donde no lo había, solo realizó un desplazamiento de  valores ayudado por el mecanismo de la regresión. 

RAFAEL MOSES 

Rev. de psicoanálisis - Tomo XLVI, Nº 1. Pág. 13 (enero-febrero 1989) 

La desmentida en los adultos no psicóticos 

Habla de desmentida en los adultos no psicóticos e intenta describir algunos de sus  aspectos adaptativos y no adaptativos. 

Freud (1927) en relación al fetichismo señala que coexisten dos percepciones de material  amenazador: una es exacta pero inconsciente o no del todo consciente, la otra, la desmentida  que contradice la realidad y resulta menos dolorosa y amenazadora. Dada tal disociación  existen dos posiblidades: la desmentida puede ser tan completa que no exista ninguna  percepción consciente exacta a la realidad que es necesario evitar, ó la desmentida puede ser 

parcial de modo que a consecuencia hay una percepción consciente o parcialmente consciente  de la realidad amenazadora. 

El mecanismo de desmentida es al comienzo primitivo en tanto lo utilizan los niños en  una fase temprana. Se trata de una defensa que tiene su origen en los esfuerzos de un niño por  librarse de percepciones displacenteras del mundo exterior. Para el niño la desmentida es muy  adecuada y adaptativa, mientras que, en el adulto su uso para muchos autores es una  indicación de considerable psicopatología, ya que implica una prueba de realidad  distorsionada. Freud en 1930 acepta que la desmentida también constituye un mecanismo  normal en los adultos. 

Habla de distintos empleos de la desmentida y aclara que cuando se utiliza en forma  limitada es un mecanismo muy común en los adultos. 

En estos una desmentida más amplia se ve activada por una realidad externa  particularmente amenazadora y peligrosa para la propia existencia física o psicológica. Esta  desmentida no parece la misma forma primitiva de la desmentida empleada en una etapa  temprana ó en individuos psicóticos o fronterizos. Esta versión adulta de la desmentida actúa  sobre todo en personas no muy perturbadas; su activación es inconsciente y apunta de manera  principal, sino exclusiva a la realidad externa. 

La realidad externa y la interna están siempre y necesariamente interrelacionadas. En una persona más perturbada y en un niño pequeño, los mecanismos primitivos  predominan y así la realidad interna domina la externa. 

En el adulto menos perturbado la realidad externa sirve como estímulo de los conflictos  internos. Los dos niveles de percepción coexisten. 

La desmentida tiene altibajos, que se producen cambios a lo largo del tiempo con  respecto a lo que se desmiente y a la medida en que se lo desmiente. 

Como uso adaptativo de la desmentida podemos encontrar que frente a un peligro  extremo para la vida o la integridad física, parecería que el hombre necesita desmentir ese  peligro externo para poder seguir funcionando con eficiencia. En esta forma de desmentida lo  más notable es la falta de percepción por parte del soldado del peligro al que está expuesto. Sin  embargo en los soldados persistía la impresión de que podían resultar heridos o muertos. 

Una forma muy acentuada de desmentida en los soldados es cuando hacen uso  excesivo de los sentimientos de omnipotencia, en un intento por apartar la realidad peligrosa. 

OCTAVE MANONI 

La otra escena: claves de lo imaginario 

Relaciona la problemática de la desmentida con el tema de la creencia. Considera que  ante todo lo que es repudiado es el efecto que una realidad inflige a una creencia. 

Manoni distingue cómo se observa este mecanismo en el niño, en el adulto neurótico, en  el fetichista, en la situación analítica, etc. 

Destaca muy especialmente la función del crédulo, necesaria para el sostenimiento de  una creencia que de otro modo sería destituída por la percepción de la realidad Resume el mecanismo de la desmentida con la fórmula : "ya lo sé...pero aún así" 

Definición operativa de desmentida 

¿A qué nos referimos cuando hablamos de una definición operativa? 

Si definimos la desmentida como un mecanismo por el cual el sujeto rehusa aceptar la  realidad traumatizante de la ausencia de pene en la mujer, nos encontramos con la necesidad de 

definir qué entendemos por "ausencia de pene en la mujer". Si traducimos "ausencia de pene en  la mujer" por "castración" nos encontramos con enormes diferencias en los textos freudianos  acerca de lo que debemos entender por castración. Y las dificultades aumentan cuando tenemos  que ubicar la "castración" en un caso clínico concreto. 

Si en cambio analizamos las afirmaciones de Freud sobre desmentida y aislamos sus  ejemplos analizando sus aspectos formales, obtenemos una serie de elementos que se repiten en  casi todos los casos. 

Elementos para una definición operativa del mecanismo de defensa: DESMENTIDA 

Del seguimiento del concepto en la obra de Freud, obtuvimos las siguientes  conclusiones: 

Hay desmentida cuando se produce: 

a) Una afirmación, seguida de una preposición adversativa ( pero, mas, aún así, etc) y luego una  negación ó desvalorización de la afirmación inicial, o una afirmación contradictoria. 

Ejemplo :  

"(Sí, sucedió tal cosa) ,  

(pero)  

(no tiene ninguna importancia) o (también sucedió tal otra cosa opuesta a la primera)” 

b) Una afirmación "1" , seguida de una preposición adversativa, luego una proyección y  finalmente una afirmación "2".  

Ejemplos:  

" (sí, yo hice tal cosa) ,  

(pero)  

(fuiste vos)  

(el que me dijo que lo hiciera)" . 

Paciente que le dice a su analista: 

"( Esto es efectivamente así ) 

(pero) 

( Se le ocurrió a usted ) " 

c) Aparición de un prejuicio que desmiente una percepción. 

Ejemplo :  

Freud se refiere a las teorías sexuales infantiles : "Si el varoncito llega a ver los genitales de una  hermanita, sus manifestaciones evidencian que su prejuicio ya ha adquirido fuerza bastante  para doblegar a la percepción” (...) “Ella tiene...pero todavías es chiquito; claro es que cuando  ella sea mas grande le crecerá”. (Freud, S. : “Sobre las teorías sexuales infantiles”, 1908) 

d) Afirmación de la castración o del afecto seguida de una acción compensatoria que desmiente  la castración ó......afirmación de una creencia compensatoria (poder divino) que la desmiente.  

Ejemplo:  

"Estoy desprotegido/a, lo que me hace sentir desconsuelo. Pero como existen los poderes  protectores infantiles (Dios me ama) desmiento el desconsuelo.” 

e) Aparición de un elemento "x" (fetiche, doble) - que implica por el mismo hecho de su  existencia - la desmentida de un elemento "y" (castración, muerte)

Aquí se introcude una variante, porque no es necesario el pero . La desmentida se infiere  producto de una construcción teórica, a partir de la aparición del elemento "x". 

Ejemplo:- Ante la presencia de un fetiche, inferimos que hay desmentida de la castración.- Ante  la presencia de un doble, inferimos la posibilidad de que se esté desmintiendo la muerte f) Ignorancia o no aceptación de una realidad basándose en una creencia que se sostiene o se  acompaña de un comportamiento"como si".  

Ejemplo :  

Es el caso de los pacientes cancerosos o terminales que desmienten su enfermedad sin negarla.  La desmienten con su comportamiento, que es "como si no estuvieran enfermos" aunque  racionalmente aceptan su padecimiento. También se puede observar en el paciente infartado  que fuma o sigue hiperactivo, aún aceptando la gravedad de su situación. 

g) Registro de una realidad, seguido de acciones que la "hacen desaparecer"  

Ejemplo :  

(Freud cita el Romance-lamento “! Ay de mi alhambra ¡” en el que el rey Boabdil mata al  mensajero y quema las cartas que lo notifican de la pérdida de su reinado) 

h) Creencia previa o básica en función de la cual o cuya consecuencia es la ignorancia, no  aceptación o rechazo de una realidad  

Este mecanismo sigue el siguiente esquema: 

Creo que sí, por lo tanto ignoro que no 

Creo que no, por lo tanto ignoro que sí 

Para ignorar a veces hace falta un no, que es una negación.  

Eso quiere decir que la desmentida es un mecanismo abarcativo que requiere  herramientas, como por ejemplo la negación, las acciones, los productos sustitutivos (fetiches) ,  etc.  

La negación formando parte de la desmentida, se diferencia de la negación propiamente  dicha, en que en el primer caso la negación viene acompañada de una afirmación contraria  conciente. El sujeto que dice: "- no soy homosexual" está ignorando su homosexualidad pero sin  aceptarla simultáneamente . En cambio el que dice "esto no puede ser cierto" pero sabiendo que  es cierto, está haciendo una desmentida. La negación en este último caso está tratando de  ignorar aquello que obstaculiza un sistema de creencias que afirma otra cosa. Así, es una  negación que actúa sobre una percepción o un conocimiento del cual se rechaza , mas que la  percepción o el conocimiento en sí, las consecuencias que esa percepción o conocimiento  producirían en contra de una creencia previa. 

i) Realización de un acto seguida de una preposición adeversativa - pero - y luego una  creencia que desmiente el acto. 

Ejemplo:  

Tomo conocimiento que he desvirgado a una mujer, pero inmediatamente afirmo que  es una heroína, la rodeo de atributos fálicos o la describo como castradora o mas fuerte que los  hombres, etc. 

Freud sostiene que la fantasía de asesinato del padre (Moises) es desmentida con la  posterior creencia en Dios. 

j) La desautorización ( de la percepción o de sus consecuencias) - es complementada por - el  simultáneo reconocimiento de la percepción o de sus consecuencias.

Aquí la desmentida se deduce de una escición del yo.