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miércoles, 24 de julio de 2019

Cuando el amor enloquece: erotomanías.

Notas de la conferencia dictada por Élida Fernandez, el 03/07/2019

Cuando Clerambault sistematiza la erotomanía, dice que se da predominantemente en mujeres. Prácticamente no lo sitúa en los hombres y ahí viene mi primera pregunta: ¿Se da la erotomanía exclusivamente en mujeres? La erotomanía toca la pasión, la posición femenina, la temática amorosa y en general es un tema que se sitúa equivocadamente: dicen “Es una erotómana, está enamorada de…”. Es un error, porque la erotomanía tiene como postulado más importante “Él me ama”, no “Yo estoy enamorada de él. La erotomanía es suponer que el otro me ama. En 1920, Clerambault estudia la erotomanía. Pone este postulado fundamental y va a hablar de un trayecto que tiene este amor sin destino.

Partimos de que es el otro el que me ama, es el único que me ama o por lo menos el que más ama. El otro es de rango superior, más elevado, social o culturalmente. Todo esto es de Clerambault, que fue maestro de Lacan. “El otro no puede ser dichoso sin ella. El otro no puede tener un valor completo sin ella. Su matrimonio no es válido”. Clerambault era muy fino en su observación, fundamentalmente en mujeres, que eran su pasión, y él dice que los temas que se comprueban y que están derivados de esto es que hay una vigilancia y protección contínua por parte de ese otro que ama. Hay conversaciones indirectas por parte de ese otro. El otro que ama posee recursos enormes y este romance trae como consecuencia una simpatía casi universal. La conducta paradójica y contradictoria de ese que ama es leída desde ese postulado y es signo de amor.

Los sentimientos básicos que va a marcar Clerambault en la erotomanía son el orgullo, el deseo y la esperanza. El orgullo es el principal sentimiento, el que comanda todo. Clerembault incluye a la erotomanía dentro de las psicosis paranoicas y él va a mostrar que este delirio, que se basa en tomar señales, signos de ese otro que supuestamente ama desde una lógica psicótica, ese delirio se va a desarrollar en 3 estadíos.

Esperanza. El sujeto, casi siempre mujer, se da cuenta que él le manda todo tiempo de mensajes para enterarla de su amor. Ella necesita interpretar esos mensajes. Se va enterando que es amada, que ella posee algo sin lo cual él no es feliz. La necesita. Ella está orgullosa de ser elegida para completar a alguien que en apariencia es su superior. Interpreta todo como signos del amor que él le ofrece.
Despecho. Desde el primer momento de la erotomanía, tiene la idea de que todo el mundo sabe, comparte y está de acuerdo con este amor, pronto se va a a empezar a encontrar, para quien padece la erotomanía, con que no puede seguir sosteniendo este delirio, porque lo que ella entiende como mensajes que son indirectas para un encuentro en determinado lugar, ella va al lugar y él nunca llega. Lo que si llega es el despecho, el segundo momento de este delirio. Él no responde, no la perdona por no haber entendido rápidamente sus mensajes, él la ama y la odia, pero no puede olvidarla.
Reivindicación. Es el estadío final del delirio. Tiene que ver con algo típicamente paranoico, que es el rencor, la reivindicación y la venganza. Él no puede tratarla así, él no puede perdonarla. Todos saben que este amor ha caído. Todos saben que este amor ha muerto y ella sufre muchísimo por este destino feroz de este amor que la había elegido.

Este delirio, descrito y sistematizado por Clerambault, nos mete de lleno en el tema de las pasiones, en la psiquiatría. No porque antes no estuviera, sino porque él le da un lugar diferente dentro de su propio delirio. Las pasiones han sido tema de la literatura y de la filosofía desde Aristóteles hasta la actualidad. Podemos decir que las pasiones, ya sean movidas por la lucha de clases, por el fanatismo religioso o político, pensadas como vicios, que llevan a la locura o como germen de la creación artística tienen algunas características comunes.
  • Las pasiones son irresistibles.
  • Borran los límites del sujeto.
  • Poseen al sujeto, que se transforma en el que padece la pasión.

La característica de la pasión, desde que nace el romance, lo que llamamos novela, es el obstáculo. Toda pasión tiene que tener en su estructura un impedimento. Un impedimento de que esos amantes se encuentren. Toda novela, como las que hay actualmente, tienen que ver con esa imposibilidad. Sabemos que el final es feliz, pero los amantes por mucho tiempo tienen que pasar por una serie de obstáculos para lograr estar juntos. Es decir que es la separación de los amantes la que arma la novela. Es lo que caracteriza el romance de Roman Roland. Todos sabemos que al final va a venir el capítulo feliz, pero es muy fugaz, porque nadie escribe una novela que siga cuando los amantes se encuentran, porque sería aburridísima. El final es feliz y corto.

¿Qué tiene que ver todo esto con la erotomanía? ¿Y por qué es femenino? ¿Las mujeres encarnamos desde cualquier estructura la necesidad de ser amadas? Y digo desde cualquier estructura porque la erotomanía, no como delirio como vimos, sino con cierta certeza de que el otro me ama, de darse cuenta del amor del otro, también lo escuchamos en las neurosis. Uno le pregunta al paciente cómo se dio cuenta y las razones que dan son muy subjetivas, muy imaginarias. Hoy en día los signos no son claros, no hay tirar el pañuelito, ni las mujeres andan con abanicos haciendo un lenguaje con eso, con lo cual los signos del amor se hacen más sutiles. Y digo amor, no atracción sexual.

Pensemos que esta patología que aparece dentro de una sociedad patriarcal, donde el destino de las mujeres dependía de la alcurnia y de las posibilidades económicas del pretendiente. Ser amada por un hombre importante marcaba su destino, no tan solo su buena suerte. Muchas veces el destino de las mujeres era conseguir un buen hombre, un buen marido que le diera refugio y un nombre. Pasaban a ser “la señora de…”, con lo cual el amor de un hombre a una mujer, durante muchísimo tiempo, le daba identidad. En el código romano, del que se basan nuestras leyes, el hombre era dueño de la mujer, de los hijos (les pone su apellido) y de los bienes (patrimonio). Con esto no explico el cuadro, sino que lo quiero contextuar. Más allá del patriarcado, hay una necesidad humana de ser amados que persiste a pesar de cualquier aplicación moderna para encontrar pareja.

¿Por qué la erotomanía se encarna con mayor asiduidad en las mujeres? Vamos a Freud. Él hizo un aporte sustancial a la psiquiatría cuando planteó que el delirio no era una construcción falsa o mentirosa, como sostenían los psiquiatras de esa época y lamentablemente muchos aún hoy. El delirio es una tentativa de curación fallida. Además, el delirio no es patognomónico de la psicosis, sino que aparece, como Freud lo demostró en la Gradiva, en las neurosis.

Delirio y alucinación no son patognomónicos de la psicosis. Los neuróticos, cuando se desencadenan, pueden alucinar y pueden delirar. Con lo cual, el diagnóstico diferencial es algo muy fino, muy preciso y de mucha responsabilidad. debemos tomarnos tiempo, porque sabemos que aunque hay alguien que delire y alucine, eso no quiere decir que esté psicótico. El delirio tiene, para Freud, una verdad mal dicha, una verdad a descifrar, una verdad de ese sujeto particular. Las formas pueden recrearse, los pasos que siguen pueden establecerse, pero el contenido particular del delirio es de de cada uno. Los hilos con los que se tejen son de la historia de cada uno y todos son intentos de tapar un agujero. Lo que nunca hubo, lo que debería estar y no estuvo, algo que no se imprime. Hay una lógica del delirio, pero también hay una historia del sujeto. También sabemos que cuando hay un delirio, es más posible que el tratamiento posible, que hay un intento de curación por parte de él, que tiene recursos para armarlo. No todos los sujetos psicóticos arman delirios, pero cuando pueden hacerlo, algo de ese relato se vuelve posible de ser escuchado y preguntado.

¿De qué nos habla el erotómano? De que alguien muy importante la amó. Ella no supo leer los signos de ese amor, se desencontró. Finalmente fue un amor abortado, fallido, sin otro destino que la persecución. La erotómana vuelve al desamor con el que empezó a delirar. Para que se construya un delirio, algo tiene que haber sido forcluido en la constitución de la subjetividad. Algún significante fundamental para la constitución de un sujeto faltó. La forclusión, revelada como falla en la estructura simbólica, repercute sobre la estructura imaginaria, la disuelve, la reduce a la estructura elemental llamada el estadío del espejo. Esta frase es de Lacan. ¿Qué es el estadío del espejo? El infans se reconoce en su imagen en el espejo mediante la mirada amorosa de otro. Se reconoce alienadamente cuando mirando al espejo dice “Ese soy yo”. ¿Por qué es sostenido por la mirada amorosa de otro? Porque es en el campo de ese Otro fundamental para el niño que se va a reconocer deseado, amado. El Otro aloja, da significantes, da un lugar en el linaje. Hijo de, le da un lugar en su deseo inconsciente y estructura así el inconsciente. En este período del estadío del espejo se constituye el yo como instancia psíquica, como lugar de reconocimiento. Se configura el pequeño otro y el cuerpo como propio. El cuerpo como propio es una adquisición que en muchas psicosis no está. Es decir, el cuerpo no es reconocido como propio. Cuando Lacan en El Sinthome dice que el analista puede sospechar una psicosis, habla de la caída del cuerpo como propio.

La literatura tiene a un británico, McEwan, que escribe maravillosamente bien, que noveliza la erotomanía en su obra “Amor perdurable”. Quiero leerles un párrafo que me parece muy esclarecedor:

Era como si un encaje delicado se reparase su propio tejido desgarrado con la sola fuerza de su complejidad. Me vino de golpe, y parecía imposible que lo hubiese olvidado. El palacio era el de Buckingham, y el rey, Jorge V; la mujer delante del palacio era francesa, y la época, poco después de la Primera Guerra Mundial. Había viajado a Inglaterra en varias ocasiones con la sola intención de apostarse ante las verjas de palacio con la esperanza de vislumbrar al rey, de quien estaba enamorada. Nunca se había encontrado con él, y jamás lo haría, pero a él iban todos sus pensamientos.
[...]
Aquella mujer estaba convencida de que toda la sociedad londinense comentaba sus amores con el rey, que estaba muy afectado. Cuando en una de sus visitas no encontró alojamiento en ningún hotel, creyó que el rey había utilizado su influencia para impedir su estancia en Londres. La única certeza que tenía era que el rey la amaba. Ella lo quería a su vez, pero estaba amargamente resentida con él. Él la rechazaba, pero no dejaba de darle esperanzas. Le enviaba señales que sólo ella sabía interpretar, dándole a entender que por muy inconveniente, por violento e inadecuado que fuese, la amaba y siempre la querría. Se servía de las cortinas de las ventanas del palacio de Buckingham para comunicarse con ella. La mujer vivía en la lóbrega cárcel de aquella vana ilusión.

Me parece interesante cómo él describe este caso real, de ella esperando el movimiento de una cortina para que ella tomara esto como un mensaje hacia ella. Los signos de amor pueden ser tan frágiles y superfluos como el movimiento de la mano que descubre una cortina. Y si bien son sutiles, evanescentes, como una mirada o una sonrisa que se demora, el neurótico no tiene certeza, hasta el punto de preguntar hasta el hartazgo si él nos ama, si nos ama todavía y cómo, cuánto y por qué. En cambio, el erotómano sabe. Su saber no tiene duda ni vacilación. Y si no lo ama, es porque lo odia, no hay matices.

Ahora bien, la pulsión va a ser presentada por Lacan, en su retorno a Freud, como una trayectoria, como un circuito donde la pulsión se origina en una zona erógena en los agujeros del cuerpo; gira en torno al objeto y vuelve de regreso a la zona erógena. Las zonas erógenas son las zonas del cuerpo donde la pulsión se hace presente. Este circuito está estructurado por 3 goces gramaticales: la voz activa (ej. ver, en el caso de la pulsión escópica), la voz reflexiva (verse) y la voz pasiva (ser visto). Los primeros 2 tiempos, la voz activa y la voz reflexiva, son autoeróticos, en la medida en que falta el sujeto. Solo en el tercer tiempo, en la voz pasiva aparece el sujeto, donde la pulsión completa su circuito, como dice Lacan en el S. XI Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis. Aunque el tercer tiempo del circuito pulsional es pasivo, la pulsión es escencialmente activa, razón por la cual Lacan describe ese tercer tiempo no como ser visto, sino como hacerse ver. Hacerse ver, hacerse oir, etc.

Lacan describe a la pulsión como una trayectoria que circunscribe el objeto y esa trayectoria es, en última instancia, significante y simbólica. A esta cara significante de la pulsión se opone una cara real, que apunta directamente al goce. La verdadera finalidad de la pulsión es obtener la satisfacción, sin que importe el objeto de la pulsión. Freud fue muy claro en distinguir pulsión de instinto. Los animales tienen instintos, pero los humanos por la acción del lenguaje sobre el cuerpo somos los únicos que podemos tener un orgasmo con un fetiche, ya sea un zapato o una prenda de la amada. Por ejemplo, en la novela “Reflejos en tus ojos dorados”, de Carson McCullers, llevada al cine. A veces pensamos que lo que buscamos es la satisfacción. Tenemos el consultorio lleno de insatisfechos, debemos decir que la satisfacción por lo menos es paradójica. El camino del sujeto, en búsqueda de la satisfacción, pasa entre 2 murallas de lo imposible. Es decir, la erotómana dice una verdad mal dicha. Ella supo que alguien importante, el rey de su mundo, su otro hisórico e inolvidable, debería haberla amado. Es más, ella le correspondió y lo amó. Pero no es que su primer postulado esea erróneo (que él no la amó), sino que él no se enteró que ella le correspondía. Esto es lo que dice el erotómano. Ella construye en el delirio algo donde ella le correspondió, pero que él nunca se enteró y por eso el amor no fue.

El gran amor del erotómano es imposible, no tiene pasado, ni presente ni futuro. Su amor es un amor muerto. ¿Es un hombre el que la rechaza? Podríamos decir que es él o ella, que de amarla le hubiera dado un nombre propio. Él la hubiera hecho su dueña, le hubiera otorgado un amor perdurable. A veces escuchamos en algunas pacientes neuróticas algo parecido, algo que no admite réplica, algo puede dar vueltas todo lo que el otro diga como para llevar agua para su molino. No importa que el otro diga “No te amo”, ella puede pasar por encima de sus palabras, aplastarlas y convertirlas en su opuesto. Si estamos más o menos en la idea de que se trata de una neurosis, o por lo menos de que no es una estructura psicótica, debemos preguntarnos qué sostiene en ella ese amor para defenderlo con uñas y dientes, para no querer saber ninguna otra cosa que ese postulado: él me ama.

El amor es difícil, no tiene manual, no tiene credenciales, puede aparecer en cualquier lado. Pero puede estar ausente cuando más se lo desea o supone, cuando más se lo necesita. La erotómana protesta locamente porque no ha tenido un amor que la haga reina. Como dice Freud, nunca ha sido “su majestad el bebé”. Lo que denuncia la erotómana es que ese amor, que debería ser a primera vista como la madre con su hijo, ese amor que parte de la madre, del Otro primordial que aloja, no ha existido. Lo que el delirio cura es de ese dolor espantoso de no haber sido amada, transformándolo en “si me ama; no se enteró que yo lo correspondía”. Es una vuelta de tuerca para no pasar por la insoportable verdad de “no he sido amada, no he sido traída al mundo con amor”. Por eso, el delirio erotómano es un intento de curación fallido, como todo delirio, como todo intento de curación que hace el propio paciente, que intenta transformar algo que es muy insoportable, que lo transforma en “Él me ama, es muy importante, todos lo saben pero él nunca se entera que yo le correspondo, nunca le llega mi aceptación”. Con lo cual, trata de paliar ese sufrir de este modo tan amargo.

Es como si la erotomanía no se pudiera rendir al desamor que la arroja al anonimato. Ella se hace notar, se hace ver. Si el amor es para Lacan dar lo que no se tiene a quien no lo es, para donar la falta hay que haber sido alojado en el campo del Otro. Hay que haber estado alienado al campo del Otro, para poder separarse con el efecto de la castración y forjar la falta. Nadie que no ha atravesado estas operaciones tan complejas puede donar su falta. No ha llegado a tenerla nunca, porque no se ha podido alojar en el Otro y de eso mal habido dicen los psicóticos, dicen las erotomanías, dicen los delirios. El me ama, cualquier gesto, movimiento o palabra sirven para confirmar esto.

Caso clínico.
Hace mucho tiempo, un colega me llama desesperado para derivarme una paciente suya, que según él dice, le está haciendo la vida imposible. Lo sigue, se la encuentra en todas partes, está en todos los lugares donde él transita, lo vuelve loco. Antes de llamar a la policía, que le sonaba muy agresivo, quería intentar una derivación.
La paciente viene a verme. Ella está muy mal, atravesada del dolor. No tiene dudas de lo que él le hizo saber, que estaba enamorado de ella. Él está casado y ella comprende sus dificultades y le hace saber todo el tiempo que ella le corresponde y que está dispuesta a esperarlo. Todo lo que él dice le confirma su certeza. El profesional publica artículos en el diario que él sabe que ella lee. Son mensajes dirigidos a ella, para que se encuentren en algún lugar. Ella va todas las veces a ese encuentro y él no aparece. Él no aparece porque no se entera que ella le corresponde. Él no da muestras de saber lo que ella siente por él o de la manera que ella eligió para que ella fuese. Parece hacerse el desentendido. Ella no lo entiende, porque además él le dijo que no podía seguir atendiéndola y ella pensó que seguro era para poder empezar una relación estable, porque era necesario que él dejase de ser su analista poder estar juntos. Pero ahora él no le atiende el teléfono. Ella lo llama constantemente, le deja mensajes y él no responde.
“Él no me puede hacer esto, es un chanta. Me engañó, me animó a armar algo fuerte entre nosotros y ahora que me convenció, me deja. Esto son los hombres, una no puede confiar”. Todo lo que hizo se dedicó a informarla que la amaba y ahí le pregunto cuándo empezó a pensar esto. Ella contesta que una vez llegó al consultorio. Él le abrió la puerta con el portero eléctrico. Ella entró a la sala de espera y escucha al analista hablando por teléfono y él repetía “Si, la quiero, sí, la quiero”. Ahí ella tuvo la primera revelación. Después, cuando ella lo confrontó, él dijo “El boludo me dijo que se refería a una boleta que le debían del taller del auto. Cree que soy idiota, él no estaba peleando ninguna boleta, había elegido esa manera para que me entere, justo cuando yo entro”.
Otro día, ella ve en un pizarrón que el analista tenía en su consultorio (él daba clase), que había escrito en marcador:  DM y N de P, deseo de la madre y nombre del padre. Era un mensaje que ella tenía que descifrar. D era la primera letra del nombre de ella y P la primera letra del nombre del analista. La M era “maravillosa”. Le pregunto “¿Y la N? Ella vacila, dice que lo sabía, pero que ahora lo olvidó. “Demasiado dolor, en su momento lo supe ver”. D tuvo que ser medicada. La vi muchas veces en los primeros tiempos. Tuve que convocar a la poca red de familia que tenía: una hermana, una buena amiga. Tratamos que el psiquiatra evitara cualquier tipo de intervención.
Con el tiempo, D dejó de hablar de P. Su relación transferencial conmigo seguía siendo de muchísima desconfianza. Ella se preguntaba qué relación tendría yo con él. El peligro de convertirme para ella en su rival especular me llevó a confrontarla. En un momento dado le digo que P era un colega con el que yo no había otro lazo que el que se tiene entre colegas. Y que si ella no me podía creer, quizá deberíamos pensar que ella no podía tratarse conmigo, que tendríamos que interrumpir el tratamiento. Aclaro que yo estaba dispuesta, pese a que yo tenía muchas ganas de atenderla, a no seguir atendiéndola si esta seguía esta transferencia de desconfianza y resquemor. Ella ahí dio un giro y dijo, en tono cálido que de ninguna manera, que ella me creía, que cómo iba a pensar que P, además de su esposa y ella, podría amar a alguien más. Entonces, algo de ese amor total se escuchó por primera vez compartido: ella compartí a P con la esposa. Algo importante había acontecido, ese amor no era único, no era todo, no era de su pertenencia. Se lo digo, que por primera vez ella había incluído a la mujer.
Una vez, en sesión, volvió al anagrama N de P. Y dijo que lo que no podía recordar de su lectura anterior, ahora pensaba que debería leerlo como “nunca de P”.
Gracias.

Pregunta: ¿Por qué pensar que solamente la erotomanía ocurre en las mujeres, en especial en este tiempo?
E.F.: El relato de una paciente que me relataba un acoso por parte de su jefe, era algo muy parecido a una erotomanía. Él se le vino encima y ella le dijo que qué hacía, que ella lo veía como un padre, por la diferencia de edad. Él le dice que ella le dio un montón de señales. Y yo, escuchándola, pensé que por qué esto no se incluía como erotomanía. Porque lo que él tomaba como señales para autorizarse a abalanzarse sobre ella eran gestos que ella no le había dirigido. Ella estaba de novia, con un tema amoroso y no con este señor. Supongamos lo peor, que ella fuera una histérica, que puede seducir a todos los que tiene alrededor, pero no específicamente a este señor, que tomaba los gestos dirigidos exclusivamente hacia él. Por eso yo me empecé a preguntar por qué no hay tantos erotómanos, ¿será que el instrumento con lo que los buscamos no es viable y las mujeres si hablamos más de todo este tema, que los hombres tienen otra manera de abordar a una mujer y confirmar eso de ‘ella me ama’?

Pregunta: ¿Faltaría ahí el postulado, no?
E.F.: Obvio, es verdad. Ya cuando hay unos pasos tan especificados estaríamos en una erotomanía. En la residencia en el Borda, yo me encontraba con un erotómano en el pasillo de la residencia hasta la guardia, que era bastante largo. En la residencia teníamos habitaciones donde pasábamos la noche de guardia. Yo quería para mi habitación un espejo y mi padre se ofreció a traérmelo. Cuando él lo ingresó, se encontró con el erotómano y le dijo “Su hija me ama y yo pensé que podría ir a su casa, si me permite la dirección, a tomar mate”. Ese es el erotómano, “su hija me ama…”, no “yo la amo”. Después me esperó a la salida varias veces para que le diera la dirección de mi casa.

Pregunta: ¿Qué pasa cuando los pedófilos culpan a los niños de haberlos seducido?
E.F.:  Yo no sé si esto es la manera de un sujeto perverso de justificar su acto y no que realmente piense eso. Hay ausencia de sufrimiento y tiene como base la renegación, el “Si, pero no”, yo estoy abusando de él, pero a él le gusta. En este punto está la perversión.

Pregunta: Es como cuando cierto actor dijo “Mirá cómo me ponés”
E.F.: Si, es una manera perversa de poner en el otro la actividad, de manera que él no pueda hacer otra cosa que cometer el hecho. Una cosa es la perversión y la justificación perversa y otra cosa es la erotomanía, cuando aparece como postulado tapando el agujero de “No he sido amada”, esta posibilidad de ser amada por alguien muy importante, para quien ella pasa a ser quien la completa.

Pregunta: En esto del delirio, ¿existe la imposibilidad de hacer duelo por no haber sido amado?
E.F.: Cuando Freud se mete a descubrir que las neurosis también pueden enloquecer y desencadenar, él se basa en un autor, que es Meynert, que había escrito las amencias de Meynert. Es lo que hoy llamamos locuras y Freud dice que en las amencias había un duelo imposible, un duelo que por haber perdido algo tan importante y querido, no se puede soportar, entonces se lo alucina, se lo delira y pone el caso de la mujer que mece un leño como mecía a su bebé que había muerto. Frente al horror de que se le había muerto el bebé y no poder hacer el duelo por la pérdida de este bebé, hace una locura sustituyendo al objeto, como que no se lo perdió. Este es un diagnóstico muy fino para hacer entre locura y psicosis.
  • En las locuras, tenemos que investigar si no hubo un duelo previo que no se pudo transitar.
  • En las paranoias y en las erotomanías, no es posible hacer un duelo porque la falta del amor es el fundante. Es el amor del Otro, de la madre, del padre, lo que está en juego. No hay posibilidad de constituirse subjetivamente como un neurótico, entonces tampoco hay cómo hacer un duelo, porque no hay inscripción de la falta.

En las neurosis hay inscripción de la falta, pero las contingencias y los avatares pueden hacer que un sujeto no soporte el duelo y enloquezca.

Pregunta: ¿Cómo es el desencadenamiento en las neurosis para hablar de delirio?
E.F.: Para hablar de delirio en las neurosis, hay que buscar un duelo imposible de elaborar. Pero no se trata de un duelo fundante, de la madre y el padre de crianza. Se trata de un duelo por un novio, un trabajo, un lugar donde estaba realmente equilibrado y compensado o nombrado. Esto se pierde y no hay posibilidad de tramitar el duelo. La presentación de locuras y psicosis son muy similares, por eso es muy importante:
  • Tomarse tiempo para discriminarlas.
  • No hacer interpretaciones por polisemia significante.
  • Hay que trabajar como si fuera una psicosis, tratando de hacer intervenciones que discriminen, que sitúen, o construcciones. Para eso, pueden leer Construcciones… en Freud, que es un trabajo precioso, que es como uno trabaja con un persona psicótica o tan grave que no sabe de que se trata.

En cuanto al duelo, pensaba en una paciente que cuando vino decía que estaba muy mal, que se quería tirar por la ventana del consultorio y decía que se veía cara de rata. Estaba a punto de perder el trabajo porque se la pasaba encerrada en el baño tratando de verse la cara de rata. Se trataba de estos casos terribles donde no hay familia, ni a quien llamar. No quería ir al psiquiatra. Lo único que me decía era que se quería suicidar.

Empiezo a preguntar por la historia, porque sin historia no podemos trabajar. Ella dice que la había dejado el novio. El novio era precioso, divino, fantástico y la dejó. Le pregunto por qué. Ella venía vestida de una forma sumamente provocativa, muy llamativa. Dice “Porque dice que soy puta, no le gusta como me visto”. A partir de que él la deja, se ve cara de rata. Ahí me tiro un lance y le pregunto si se le ocurre algo con ratas. ¿Por qué? Porque si es una psicótica, me va a decir “nada” y va a seguir su camino. No le hago ningún daño pidiendo una asociación. Ella me dice que sí se le ocurre y empieza a contar un montón de cosas donde aparece su historia. Cuenta que su papá siempre comía queso y la madre le decía que era una rata. Le digo “Bueno, capaz que vos tenés cara de rata porque te parecés a tu papá”. Esto de ponerla en la genealogía con el padre la lleva a ella a seguir asociando. Esto llevó mucho tiempo, aunque yo lo cuento resumidamente. Llevó mucho tiempo que ella pudiera pedir una licencia en su trabajo, traer a una hermana lejana, que era lo único que ella tenía de familia. Como ella fue trabajando, resultó ser una neurótica. Finalmente, ella cursó un análisis con buenos efectos para ella.

En este caso, habían muchos indicadores que decían que era una psicótica, pero ella empieza a asociar y a situar su drama a partir de este novio que la dejó, que la remite a su padre, que era muy denigrado, ahí aparece otro tipo de duelo y de faltas. No era que faltaba el significante del nombre del padre, sino que estaba devaluado.

Pregunta: En el caso que vos contabas de N, ¿cómo se llegó a hacer un descompletamiento de este amor absoluto?
E.F.: Yo creo que es transferencia. Cuando yo le digo que estoy dispuesta a interrumpir el tratamiento ante su desconfianza y suspicacia puesta en la relación transferencial, ¿cómo seguir trabajando con alguien que deconfía? Si ella no me cree que tenía una relación de colegas con P, ella ahí puede hacer ese movimiento, al no querer perderme, y dice que me cree. Ahí dice “¿Quién va a pensar que P, además de amar a su mujer y a mi, va a amar a otra?” ¡Por suerte P no es único, también ama a la mujer! A partir de ahí, en transferencia se juga algo de la posibilidad de perder y puede llegar a Nunca P.

Pregunta: ¿Cuántas veces a la semana la veías?
E.F.: Cuando empezó, la he llegado a ver 3 veces en un día. Se trata de situaciones muy límite donde se juega un pasaje al acto, un intento de suicidio, homicidio… Yo nunca he sido internista, por eso podía llegar a ver -ya no tengo la juventud ni el entusiasmo para abordar este tipo de pacientes- muchas veces. Esto durante los primeros meses, luego se van viendo los primeros efectos por la medicación, la palabra, por la relación transferencial que se empieza a armar.

La transferencia es un instrumento importantísimo. Es en transferencia y desde ella que trabajamos. No podemos trabajar sin ella, aun en transferencia negativa, Lacan dice que puede ser muy fructífera siempre que no sea un obstáculo total. Cuando es un obstáculo total, como la erotómana con el analista, ahí no se puede trabajar. Peor puede darse una derivación posible y que el tratamiento siga.

Pregunta: ¿Es cierto que los suicidas no avisan?
E.F.: No es que los suicidas no avisan, sino que algunos melancólicos no avisan, lo que no es lo mismo. El suicidio lo puede cometer cualquier persona con cualquier estructura, que no siempre sigue la regla de no decirle a nadie. Eso de no avisar ocurre en ciertas melancolías, no todas, donde no dan datos y sorprenden a todos. Pero muchas veces el suicida avisa, dicen que no pueden más y que quieren tirarse por la ventana. La clínica no es “Los que se van a suicidar no avisan”, no, muchísimos avisan. Los melancólicos no.

miércoles, 14 de junio de 2017

Fobia y pulsión coagulada.


Apuntes de la conferencia dictada por Daniel Paola el 22/09/15


Voy a tratar de plantear qué es lo que quiero decir con la pulsión coagulada, que es un invento que me pertenece. La palabra “coagulada” no aparece en Freud ni en Lacan. De todos ustedes, ¿quién se declara fóbico? Somos varios. Obviamente, fòbicos con particularidades, porque si uno se queda en la fobia no transita por el discurso. Pero de todas formas, uno reconoce un antecedente en la fobia.

Lo primero que voy a decir que el psicoanálisis plantea un enorme surco cuando divide la cuestión del cuerpo y el goce. Disyunción, es decir, que el cuerpo es distinto al goce, aunque no podemos hablar de goce sin el cuerpo. El goce està directamente relacionado al placer, porque es una categoría que nos legó Freud: el goce va más allá del principio del placer. Es decir, hay algo que toma al sujeto -en términos lacanianos- a una más allá de lo que lo constituye, que es ese principio de placer, dado por lo que podemos reconocer como el primer movimiento de la pulsión. Acá aparece un problema, digamos, para definir el goce, porque el inconsciente está ligado al principio de placer.

¿Cómo definir al goce? El goce se define como molesto. Lo que está en relación al goce, está en relación a la angustia, está en relación a algo con lo que no tenemos con qué eludir, que es el goce sexual. Yo no estoy diciendo “goce” cuando digo “goce sexual”. El goce sexual es otra historia, porque está en conjunción con otras situaciones de las que podemos hacer otra conferencia. ¿Cuál es la diferencia entre el goce y el goce sexual? El asunto es hablar del goce, el goce que va más allá de ese primer momento.

¿Qué es el cuerpo? El cuerpo es algo que Lacan le da existencia como idea. Lacan lo plantea de diferentes maneras de acuerdo al momento de su obra. A veces lo plantea en relación a lo imaginario y después, más adelante, como ligado a lo imaginario. Cuando piensen en cuerpo, no piensen en el soma. Es distinto cuerpo que soma, pero todo empieza con la siguiente pretensión, que tenemos que saber: existe una barrera epistemo-somática y eso es de lo que estoy convencido.

No podemos conocer exactamente el funcionamiento del cuerpo y no puedo decir, como en algún momento se dijo, si una enfermedad x… [hace una pausa] Por ejemplo, una vez me preguntaron qué opinaba yo de las enfermedades autoinmunes. Ahí se da un ejemplo donde yo no podía decir que un análisis pueda garantizar la desaparición de una enfermedad autoinmune. El inconsciente es algo dèbil, no podemos llegar hasta el extremo. En principio, lo que tenía para decirles es que entre cuerpo y soma hay una diferencia y no son lo mismo, pero ya cuerpo se distingue de goce. No podemos decir que el goce sea exactamente el cuerpo, pero sí que no habría goce que no sea del cuerpo, por lo tanto estamos en una especie de berenjenal.

Yo puedo decir que no habría goce que no sea del cuerpo, pero al mismo tiempo puedo decir que goce y cuerpo son diferentes. Acá me podrán entender por qué Lacan encuentra el objeto a. El objeto a es exactamente el punto en que si bien el goce es goce del cuerpo, eso no quiere decir que goce y cuerpo no sean disyuntos. Nosotros tenemos pruebas en los sueños de la existencia del objeto a. Sueñen esta noche y esperen ver ustedes a qué lugar estarían más tomados en el sueño. Ese es el objeto a. Es así de simple, es el punto donde donde hay màs foco de fosforescencia, hay más aparición. Por ejemplo, uno de los sueños que tuve hace poco fue que yo no era un pintor y me venían a avisar que mis obras estaban por detrás. Y yo decía que no era pintor, aparte que me tenían que cobrar. Bueno, a todo eso, yo veía un cuadro, una especie de barco en azul y eso llevaba a un determinado lugar en el análisis, en el inconsciente.

Lo que podemos decir de la pulsión, si ya tenemos una disyunción entre cuerpo y goce, es diferenciar el instinto de pulsión. Freud hablaba de instinto y después habló de trieb, que se tradujo en pulsión. Lopez Ballesteros, por más de 60 años, lo transmitió como instinto. Freud, en Pulsiones y sus destinos, dice que así como el animal tiene una reacción de huída ante un estímulo, algo pasa también con el imaginario humano: hay algo ahí que está socavado, hay una especie de agujero, algo que genera una especie de espacio. Hay algo propio de lo humano que en el imaginario plantea un lugar, que es una reacción particular frente a la huída. En el lugar donde un gato -por ejemplo- inmediatamente se pondría alerta y saldría corriendo o en el momento que el picón macho da la vuelta y transforma el vuelo nupcial en un vuelo agresivo, ahí en ese imaginario, ubica algo que ha sido socavado o denotado. Se puede plantear la reconstrucción de ese reflejo de fuga que Lacan denomina pulsión y ya no es instinto.

Lo que dijo Freud con la palabra instinct era que habían relaciones anaclìticas. En cambio, Lacan plantea que la pulsión es enteramente del lenguaje. Es decir, no hay pulsión que no sea enteramente determinada por un lenguaje y ese lenguaje no es cualquiera, sino lo que se llama lalengua. Lalengua es la relación particular que tiene el niño con la madre, con los padres, lo que entiende. Con lo cual, fíjense lo que Lacan planteó en esta relación de huida, cuando plantea su insignia, el rasgo unario. Resulta que Lacan describe, en el seminario de la identificación, que estando un poco aburrido se fue a dar una vuelta por el museo. Entonces se fijó, dijo él, en el último lugar donde él pensaba que se podía fijar. Y en ese lugar ve una rodilla de corso que tiene pequeñas marcas. Él inventa, viendo esto, que podría haber habido un ser de hace 600.00 años que, después de haber hecho una cacería, pudo haber marcado una línea después de su recorrido. Todo esto está en función de lo que él ve. Si él no hubiera visto esto, no podría haber descubierto nada. Por eso les adelanto que exactamente en la clase del 20/05/64 (Seminario XI) dice que queda establecido que lo que se trata en la pulsión es hacerse ver (voir).  

¿Pero cómo es esto, si hay muchas pulsiones? Lacan nos aclara, en el seminario de la lógica del fantasma, que por lo menos tiene que haber 2 pulsiones, es decir, la que implica el voyeurismo y el exhibicionismo, lo que plantea en el sadismo y el masoquismo. Justamente por eso le puse a uno de mis libros “Erradamente la pulsión”, porque en la clase del 08/01/67 lacan dice que se toma a la pulsión erradamente como sádica, cuando siempre termina siendo masoquista. En el otro extremo, la pulsión termina siendo exhibicionista, de la manera que voy a tratar de explicarles.

Pregunta: ¿Lo podés decir de nuevo?
D.P.: Primero, la pulsión es parcial porque se trata de hacerse ver. Esto implica una parcialidad, porque por lo menos hay 2 juegos de pulsiones: es escopofílico - exhibicionista y el otro es sádico-masoquista. La cuestión de de la pulsión parcial es porque solamente podemos estar en función de una. No podemos estar al mismo tiempo en una misma serie pensando las pulsiones, porque estamos al mismo tiempo desarrollando las 2. Es como si les dijera que una es dos. Esto si se lleva a la matemática resulta en el número transfinito, es decir, que empieza con el 2 porque después del 2 le sigue el 1. Es una concepción matemática donde la pulsión es parcial. No podemos plantear una pulsión doble o triple. Es siempre una, porque solamente está en relación a la palabra. Lo que nos viene del Otro, del partenaire, es la palabra. Vamos, entonces, al esquema más simple, que es:
a es el moi, el eje imaginario y a’ es el otro. El Otro es el que determina, cayendo sobre el moi, lo que se llama una diversión o una transformación en lo contrario, según dice Freud en Pulsiones y sus destinos. Con lo cual el Otro tiene que caer sobre el moi. Cuando hay represión, el Otro hace un retorno disminuido y acotado sobre el moi. En la forclusión, en la psicosis, la invasividad del Otro es absoluta, hasta tal punto que ese Otro es lo que se escucha como voz alucinada. Más o menos entienden que hay que tomar una sola pulsión, porque no puedo tomar 2 al mismo tiempo. Tengo que tomar una y como tengo que hablarles de un caso, tiene que entenderse cuàl es la cuestión de la pulsión en relación al moi.

Resulta que la primera dirección de la pulsión, es decir, lo que está en relación a la palabra, va del moi al otro. Eso quiere decir que toda primera consideración en relación al otro es mirarlo, es decir, hay un punto de fascinación en la mirada. Cada uno tiene que pasar por eso y todavía seguimos admirando, porque si perdemos la admiración, me parece que estamos en un problema. Es decir, no nos podemos sacar de encima la admiración, es decir, mirar. Hay un punto donde hay un ideal que en última instancia se puede frustrar, pero no puede desaparecer del todo.

Entonces, el primer movimiento es mirar. Cuando yo tenía 5 años, volvíamos del jardín de infantes en micro. La mayor era diversión era volver en el micro, porque ya habíamos salido de la tortura del jardín de infantes. En esa época, nosotros ya sabíamos leer algo y como casi todos sabíamos leer, un día vimos en la calle pintada la siguiente inscripción: LIBRES. Luego otra, que decía LAICOS. El conjunto de los niños, del cual yo participaba, empezamos a cantar, primero “¡Libres, libres, libres…!” y de repente cantábamos “¡Laicos, laicos, laicos!”. Nosotros nos moríamos de risa, pero nadie sabía lo que quería decir. Nos divertíamos cantando libres o laicos. Esa primera reacción a la palabra, como en este ejemplo, te viene a nutrir y uno se apodera, en el ejemplo, de ser libre o laico. Al día siguiente, cuando alguien quiso cantar de nuevo “libres”, no cantaron todos. Y cuando cantaron “laicos”, tampoco. Quisimos hacer lo mismo y no funcionó. Y al tercer día, me acuerdo, nadie cantó. ¿Qué fue lo que pasó? Que cada uno fue a hablar con sus padres, o con alguien más grande, y entonces nos explicaron que LIBRE era que cada escuela tuviera la libertad de enseñar religión y que LAICO significaba que la escuela pública no tenía que tener religión. Lo que había pasado fue que el padre o la madre de cada uno de nosotros tenían una posición, con lo cual cada uno cantó libres o laicos y al final optamos por no cantar más. La palabra ya había hecho su efecto simbólico, pues una era distinta a la otra.

La primer relación de la pulsión implica mirarse, con lo cual sale del otro hacia el moi. Efectivamente, uno se mira. Por ejemplo, en el análisis de un jovencito que se declaró absolutamente antisemita -y lo ejercitaba, diciendo que estaba en contra de los judíos- se enteró una noche que su padre era judío. Pero no es que no lo supiera, es decir, el padre tenía un ejercicio laico de su judaísmo y se entera de que sus antepasados eran judíos. Este pibe no quiere salir más a la calle. ¿Qué le pasó? Se aleja de los amigos y los amigos lo quieren matar, porque ya no estaba con ellos para ir a perseguir judíos. A esos chicos, cuando se los ubicó, tuvieron problemas. Esa vuelta sobre sí mismo es una verdadera toma de conciencia y mirarse aparece en el lugar más animal del otro. Es decir, como yo soy una especie de animalito que veo, puedo leer la palabra y entonces decir que “yo soy libre” o “yo soy laico” sin saber lo que estoy diciendo. Pero lo que pasa con ese imaginario es que retorna sobre el moi, sobre el yo. Para mi es mas lindo decir moi, porque lo aleja de la concepción freudiana. Sino no podría decirlo así, porque el yo es diferente al moi.

¿Cómo se soluciona esto? Se soluciona con el ser mirado. Termina acá. Ser mirado es “yo me doy cuenta que el Otro me mira”, por lo tanto, el fin de la pulsión tendría que ser exhibicionista. En última instancia, es lo que yo estoy dando cuenta ahora. Hice todo esto para decir que no puedo excluir que siempre que sean palabras, se puede hacer.

Este lugar animal del otro es imaginario, porque antes de que recaiga sobre el moi hay una cuestión imaginaria, como les decía, que puede ser contraria. Todos los elementos del significante se presentan, en lo imaginario, como una unidad contrapuesta y ahí hay una verdadera brecha. Lo que hace el humano -el ser hablante- es ubicar, en ese lugar de la brecha, un mirarse. Lo que pasa en la fobia es que, en lugar de que haya un mirarse, lo que aparece directamente es el animal fóbico, que retorna directamente al moi, sin que el hablante pueda considerar algo de su propia elección, por ejemplo, en el momento en que todos los niños cantábamos. ¿Vos qué cantaste, libre o laica? Ya en la adolescencia nos preguntaban ¿vos que sos, Beattle o Stone?

¿Por qué digo que este último lugar está coagulado en la fobia? Porque lo que tendría que aparecer es un mirarse. Freud hace un largo trabajo a través el padre de Juanito, porque Juanito va describiendo cada uno de los elementos del caballo hasta que se le acaban. Cuando se le acaban. Juanito dice la famosa frase “¿Por qué no te quedás vos con tu mamá y yo me quedo con la mía?”. Juanito no tenía idea de lo que estaba diciendo, pero tiene que empezar a tomar idea de lo que dice, para que este animal fobígeno empiece a perder -diría yo- consistencia. El animal fobígeno tiene una consistencia imaginaria porque aparece en el lugar de lo imaginario.
¿Vale decir que todos los fóbicos tienen un animal como referente? Yo digo que si. Los que somos fóbicos sabemos que en el pasado el animal fobígeno desapareció, pero eso no significa que uno no siga siendo fóbico. ¿Pero por qué desaparece? Un día llegué a mi casa y mi mujer me había comprado algo y lo había dejado en la cama. Yo notaba unos golpes y de repente vi que se había metido un murciélago. Yo me asusté, pero abrí la ventana y al final se fue. El animal fobígeno desaparece, pero lo que no desaparece es la posibilidad que cada uno tiene de mirarse, porque al mirarse uno toma consideración de si mismo. Eso tiene que ver con la primera identificación, que no es de lo real, sino que es la primera identificación que Lacan declara y que plantea en el fantasma como la identificación que tiene que ver con el lazo social. En ese lugar, se puede tomar ese mirarse como una primera definición de lo simbólico. Es decir, por primera vez puedo acordarme de lo que dije y entonces, efectivamente, esa brecha imaginaria animal que pude ver, en algún lugar a mi me compete.

¿Pero por qué formular esto? Porque ahora hay una especie de modalidad que aparece directamente en el imaginario y el animal puede no existir. Es decir, hasta tal punto avanzó el lenguaje que el imaginario animal, que es el otro retornando sobre el moi sin que pueda reflexionar o mirarse, ya ha desaparecido.

Pregunta: No entendí.

D.P: Actualmente en el lenguaje, a veces ya no aparece tanto el animal fobígeno como aparecía en el siglo pasado. Nosotros somos del siglo pasado y nuestra fobia también. La fobia actual supone que directamente ese imaginario animal puede ser que no exista, es decir, que no aparezca puesto en algo. Por eso les decía que puede estar en la identificación al rasgo. Muchas veces lo reconocemos como la dificultad del infans en tener contacto con el lazo social. Eso podría llegar a ser fóbico.

También, en este tiempo actual, este efecto coagulado - coagulado quiere decir que no tiene el animal, porque el animal ha desaparecido. O sea, no es que el animal no causa efecto porque desapareció con 50 años de análisis. No es porque se analizó, sino porque directamente en el otro que retorna sobre el moi, por ejemplo, lo que tiene son tatuajes. Hoy en día está todo el mundo tatuado, incluso poniéndose símbolos que ni saben lo que significan. Eso es justamente el efecto del imaginario que aparece en el otro antes de ser simbolizado y que nadie sabe qué quiere decir. Uno puede preguntar por qué se puso eso y te pueden responder que porque le gustó y porque además es moda. Pero no todo el mundo se tatúa lo que está de moda en el tatuaje. Con lo cual, como es moda, no nos tenemos que olvidar que el tatuaje puede ser la placa giratoria por la cual todos pasamos, pero que ahora los jóvenes la demuestran, antes que el discurso se transforme en discurso histérico, en discurso analizante o en discurso obsesivo. Por eso lo llamé “coagulada”, porque no quise poner “tatuada”.

Pregunta: ¿Entonces el tatuaje va en lugar del animal fobígeno, como un signo de hacer algo real?

D.P.: Si, está muy bien lo que estás diciendo, porque antes de esta pareja, de este simbólico, acá estamos hablando de imaginario - real. Hasta tal punto está claro que Lacan dice que hay algo de lo real que nos penetra como un apéndice y eso es el imaginario. No se sabe cómo pero existe, hay algo que directamente entra en lo real. Es un apéndice, dice Lacan. Entonces, en esa brecha entre imaginario y real, todo el mundo se tatúa, ese es mi punto de vista. Se tatúan porque tienen que pasar por este punto entre imaginario y real. También tienen que pasar por el punto de mirarse. Y como está de moda, eso demuestra que el discurso, que la identidad (que tiene que ver con el otro, entre el moi y el otro) cuando está en lugar del otro retorna de una manera novedosa, como es el tatuaje. Entre a y a’ tenemos el desarrollo imaginario y acá, en el mirarse, recién lo simbólico. Y en el ser mirado ya está el atisbo al exhibicionismo que plantearía que esté, así como todo voyeurista termina siendo exhibicionista, también al sádico no hay que pensarlo nunca como sádico: es masoquista. Lo que pasa es que el masoquismo también hay que descomponerlo como hicimos con el exhibicionismo. Una cosa es ser exhibicionista y otra cosa es hacer uso de la palabra. Una cosa es ser masoquista y otra es componer un discurso con la palabra. Espero que me hayan entendido por qué se me ocurrió poner, por un lado…

Pregunta: Con respecto a lo que dijiste del tatuaje, lo marcaste como moda y se me hacía una confusión entre rito y moda. Porque el rito es algo inicial, por el lado de lo simbólico, mientras que la moda va más por el lado de la identificación con el semejante.

D.P.: Al principio yo dije que teníamos que empezar con el número 2. Vos lo acabás de decir, ¿cuál de las 2? ¿Es un rito iniciático o una identificación? Yo, entre las 2, rito iniciático e identificación, me quedo con la identificación primero. Después hablo de rito iniciático, pero primero tengo que hablar de identificación al otro, al semejante. Por eso se desparrama, porque es un deparrame histérico, se podría decir, como la carta que aparece en el internado.

Pregunta: ¿Podés explicar un poco más el tema de que primero ocurre la identificación y después el rito?

D.P.: Yo planteé la discrepancia entre un rito iniciático y esto tendría que ver con el mitema, el mito del iniciado. Esto está muy trabajado por Levy Strauss y es algo que tenemos que seguir por el lado de la antropología. Y en la antropología podemos encontrar que siempre hace falta, y Strauss encuentra por qué las tribus se dividen en 2. Yo hace poco leí un artículo que decía que eran estructuras binarias, pero es un binarismo que implica un ternario. O sea, tiene que haber un mito, tiene que haber un rito (un inicio) y tiene que estar el tatuaje. Esto, lo único que nos habla es que no podemos pensar que esto se podría hacer sin que haya otro que tenga que estar tatuado. Entonces, vamos directamente del moi al otro tatuado. Este tatuaje cae directamente al moi sin pedir demasiado permiso. Entonces, es el punto donde si yo considero la identificación, tengo que hablar de la relación al otro. No hay relación al otro que evite palabras, la relación al otro me dice algo de los valores.
La identificación puede plantear diversas modalidades, pero lo que yo estaba diciendo es que en la lógica del fantasma, Lacan nos anuncia que hay una identificación y que esa identificación concierne al lazo social. Lazo social quiere decir que el moi se empieza a expandir con su alrededor y donde solamente había partenaire, van a haber otros. Tiene que ver con la primera instancia del contacto con el otro en lo social. Entonces, ese primer tiempo uno tiene que ir directamente hacia el otro y fíjense que no estoy hablando de identificación a lo real del otro real, ni de lo simbòlico, ni lo imaginario, sino de lo que Lacan habla en el seminario del fantasma.

Pregunta: ¿Y el primero que se tatuó a donde va?
D.P.: Ahí está el mito. Ahí es donde yo estoy diciendo que ese primero que se tatuó está reemplazando al animal que en el siglo pasado estaba por todos lados. Por eso dije que no le demos importancia, porque es un mito que estoy suponiendo yo. El primero que se tatuó es el primero que difunde esto, implica que hizo una difusión de un discurso amo, pero que parte de algo fóbico. Entonces, el primero que se tatuó tuvo que haber sido el animal fobígeno que tuvo. Esa es mi posición para ustedes.

Pregunta: También está el mito del asesinato del padre…
D.P.: Absolutamente cierto, el punto está en relación al parricidio. Por eso el análisis consiste en poder superar esta tendencia al parricidio, que se asocia y aparece en la tendencia social. Lo que propone el psicoanálisis es que de eso se pueda hacer algo, porque sino vamos directamente al parricidio si yo quiero directamente matar a alguien. Ese es el punto donde estoy tratando de reflexionar sobre el tatuaje.

Pregunta: ¿Hay, en esta relación al otro, una detención del proceso identificatorio o hay propagación?
D.P.: Si tomamos el rito en este binarismo, tenemos que decir que son las 2 cosas: detención y difusión.

Pregunta: ¿Hay detención en lo que planteás de la coagulación? En relación a la identidad, no me quedó claro si esa identificación acompaña a esa detención.
D.P.:  La identificación acompaña a este caracter del tatuaje, porque hay un punto de desconocimiento en el tatuaje, es decir, hay un punto del no saber. Lo hago para que me miren o me escribo en el cuerpo palabras que me gustan.

Pregunta: El tatuaje, ¿hace lazo?
D.P.: En ese punto, el tatuaje hace lazo. Si vos tomás el efecto del tatuaje, resulta en la posibilidad de sumergir a través de un acontecimiento social algo que está planteado como detenido. Es decir, al mismo tiempo yo puedo tatuarme marcando mi cuerpo, pero al mismo tiempo estoy recibiendo del otro, abruptamente, todo tipo de ideación. Los tatuajes, digamos, no dejan mucho para pensar, ¿pero por qué tienen tanta difusión? Porque de alguna manera hace lazo social, pero al mismo tiempo lo está deteniendo.

[Pregunta inaudible]

Recién cuando llegamos al masoquismo o al sadismo, ahí podemos pensar en el deseo. Muchos análisis transitan por esto. Olvidémonos del tatuaje, que lo expuse para mostrar lo que pasa actualmente. Todo esto de mirarse, ser mirado, todo tiene que pasar por el campo funcional hasta que se inaugure el campo del deseo. Con lo cual muchas veces recibimos analizantes que están lejísimo de plantear la cuestión del deseo. Muchas veces estamos metidos con cuál es el deseo, cuál es la causa… No, primero hay que hacer toda una composición en relación al contenido pulsional, para después plantear el deseo. Es decir, ¿puede existir el deseo de tatuarse? No puede haber ningún deseo de tatuarse, el deseo es de muerte. Pero a mi me encanta decirle a alguien “te deseo”, pero eso no es exactamente el deseo. El deseo aparece en relación a la causa, en relación a la institución, en relación a la transferencia. Yo puedo decir “deseo…”, pero eso no es exactamente el deseo, planteado que está causado por el objeto a. Decimos que tenemos el deseo de viajar, por ejemplo, pero el deseo tiene que ver con una causa que cae. Está más en relación a una negación, a una causa que cae. Está directamente tomado por el analista, sin que lo sepa. El deseo es aquella escena que desata la caída del fantasma. Cuando el analista descubre exactamente qué lugar en la transferencia está operando -como analista- para que caiga por su propio peso. Eso quiere decir que hay muchos deseos, porque escenas fantasmáticas hay un montón.

Pregunta: Me parece que lo que estás diciendo ahora tiene más que ver con los 3 registros.
D.P.: Lacan dice que el inconsciente empieza a arrancar de a 2. Lo que estoy diciendo es que recién ahí puedo plantear, para contestarte directamente a lo que me estás diciendo, que si yo empiezo por el 2 es que ya estamos en el nivel de un lapsus, que no sabe por qué lo dijo, o un olvido. Cuando el ser hablante descubre ese lapsus y ya toma consciencia de que ese lapsus es importante como para que pueda ubicar su coordenada para orientar el deseo. Ese 2 que se transforma en 1 es la demanda. De la demanda vamos a hacer deseo; el analista podrá recortar a partir de una interpretación, para que ese objeto caiga. Pero eso está mucho más allá de lo que yo estaba tratando de hablar hoy. Pero el S1, el inicio siempre es la demanda, con lo cual todo lo que vos escuchás, incluyendo ese lapsus, es demanda. Hay que acomodarlo en el tiempo y en el espacio, qué es lo que está tratando de decir, cuál es la metáfora que se arma con respecto a eso.

Pregunta: ¿Eso va creando el agujero topológico del a?

D.P.: Lacan ubica en el centro del nudo borromeo el objeto. Pero no dice que eso sea el agujeto del objeto a. El objeto a es una especie de hueso del pensamiento . Efectivamente, gracias a que hay agujero, el objeto a puede caer, que es completamente distinto. No digan que el agujero es el objeto a. El objeto a cae a través del agujero.