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martes, 19 de agosto de 2025

La nominación como operación de escritura

Que la nominación se sostenga en letras que diferencian lo simbólico de lo imaginario y de lo real, implica enlazar la letra —concepto complejo y extensamente trabajado— con la operación misma de dar nombre. De allí surge una espiral lógica: el síntoma, función de la letra en el inconsciente, se revela como uno de los Nombres del Padre.

Esta operación de nombrar no equivale a describir un objeto ya existente, como ocurre en el relato bíblico de la creación, donde se pretende encubrir que aquello nombrado ya estaba previamente nombrado. Nombrar, en el sentido que aquí interesa, se apoya más bien en la dimensión del concepto (Begriff, en alemán), que Freud tematizó en diversas oportunidades. Begriff no designa un simple acto de elaboración intelectual, sino que configura una forma de escritura. Recordemos que en Los cuatro conceptos fundamentales… Lacan se pregunta por su naturaleza y no vacila en situarlo del lado de lo que se escribe.

El falo condensa con particular fuerza lo que está en juego: en tanto concepto, un real le ex-siste, y a partir de ello se desprende una cierta modalidad de pensar el goce; al mismo tiempo, el falo da consistencia a ese goce.

El término inglés naming resulta útil para situar el alcance de esta operación: se trata de nombrar, no de comunicar. La nominación horada lo real a través de lo simbólico, pero siempre requiere del sostén imaginario como consistencia.

De ahí que Lacan recupere el realismo nominalista de la controversia medieval, pues subraya el efecto de un decir que introduce un menos, efecto que se representa en lo imaginario. Es allí donde Lacan puede ubicar la función paterna: dar nombre, un decir en acto, el Padre en su función de S1.

lunes, 21 de julio de 2025

Del falo significante al objeto a: corte, velamiento e imparidad

La introducción del falo como significante —más allá del falo como significado o como significación— puede pensarse como una bisagra teórica y clínica que permite el pasaje desde el falo como objeto del deseo al objeto a como causa del deseo. Este giro exige una transformación radical en la concepción del deseo, en particular su pasaje desde el registro fantasmático hacia una genealogía estructural, es decir, hacia su inscripción como efecto de un corte.

Ese corte no es otra cosa que la operación que el significante ejerce sobre el cuerpo. El falo, en tanto significante, no remite a un órgano ni a un objeto imaginario, sino que se introduce como operador simbólico en la medida en que el Nombre del Padre lo pone en funcionamiento. Decir que le "da existencia" no implica que lo cree desde la nada, sino que lo instituye en la cadena como término diferencial, como significante de la privación.

Así, el Padre —en su función simbólica— entra como agente de la castración, instalando el falo significante como aquello que no está, que no se tiene, que no se es. Esa función privadora produce un lugar de falta que, lejos de cerrar el circuito, lo abre: es la falta la que funda el deseo.

Pero el falo es también el significante que designa al conjunto de los efectos de significado, aquello que delimita el campo de lo significable. En su texto La significación del falo, Lacan propone una tríada esclarecedora: significante-significado-significable, con la cual el cuerpo se desnaturaliza y se subjetiva en tanto cuerpo hablante. En otras palabras, el falo funciona como el significante-maestro del orden significante, lo que lo torna invisible: al operar en el conjunto, no puede ser parte de él sin anular su función.

Por eso, no representa el deseo, sino que designa su borde. No representa un objeto, sino marca el límite de la cadena significante: su función es la de un operador de velamiento, índice de una imparidad estructural que se anuda a lo castrativo.

Esa imparidad no se refiere a una asimetría empírica, sino a una imposibilidad lógica: el lenguaje no puede decir la relación sexual porque no hay un significante para la diferencia de los sexos que pueda establecer una relación en términos de cadena. Por eso, el falo es un significante que, al mismo tiempo que estructura el campo del deseo, denuncia su imposibilidad última: allí donde no hay significante para la relación, solo queda el deseo como deseo del Otro, y el goce como resto inasimilable.

El falo significante, entonces, es la razón del deseo, pero también es la marca de su imposibilidad de completarse, de inscribirse plenamente en lo simbólico. En ese punto preciso emerge el objeto a: no como representación ni significación, sino como causa —resto, excrecencia, torsión— del deseo. Se abre así una nueva lógica del sujeto: no ya el sujeto del sentido, sino el sujeto dividido, cortado por el significante, causado por un resto que no puede ser dicho, pero que insiste como goce.

domingo, 13 de julio de 2025

Del cuerpo observado al sujeto que habla: el giro freudiano y la razón sobredeterminada

Allí donde la medicina y la psiquiatría del siglo XIX organizaban su práctica en torno a una mirada objetiva que recaía sobre un cuerpo doliente, el psicoanálisis introdujo una ruptura decisiva: Freud otorgó la palabra al sujeto portador de ese cuerpo. Esta operación no solo desplazó el foco clínico hacia el discurso del sujeto, sino que también implicó una nueva concepción sobre su responsabilidad en relación con el síntoma.

Este viraje está directamente ligado a un nuevo modo de concebir la razón, el cual Lacan caracteriza como un “redescubrimiento” en el Seminario 1. La razón freudiana ya no se reduce a una lógica lineal ni a la deducción empírica, sino que se configura como el lugar de la sobredeterminación: un espacio simbólico regido por reglas que inscriben las marcas de la historia del sujeto y operan mediante permutaciones.

Una de las innovaciones fundamentales del psicoanálisis fue situar la castración como referencia estructurante del orden simbólico. Lacan lo expresa con fuerza: “Freud es, para todos nosotros, un hombre situado como todos en medio de todas las contingencias: la muerte, la mujer, el padre”. Estos tres términos delimitan el horizonte freudiano desde el lugar de lo imposible; cada uno traza un borde dentro del campo simbólico, donde éste se enfrenta a sus propios límites.

Esta lógica de borde anticipa la noción de letra, que se ubicará entre lo simbólico y lo real. La letra, en tanto indicio de lo que no puede ser completamente simbolizado, delimita los márgenes de la sobredeterminación. Así, aunque Lacan trabajará con una estructura de necesidad lógica, su propuesta se ancla —y desde temprano— en una concepción de la contingencia: aquello que, desde el punto de vista del tiempo y del sentido, insiste en no escribirse del todo.

La contingencia, retomada aquí como una de las categorías lógicas de Aristóteles, se ofrece como expresión de lo incalculable, particularmente en lo que respecta a la temporalidad. En este punto, el gesto freudiano subvierte la linealidad cronológica y coloca en primer plano la dimensión histórica singular del sujeto.

miércoles, 2 de julio de 2025

La Identificación Primaria como contrainvestidura y soporte del Inconsciente

La literalidad que Freud atribuye al fenómeno de la identificación —como veíamos aquí— ofrece una clave fértil para pensar la identificación primaria como una primera contrainvestidura. Esto permite concebirla no tanto como un elemento ya articulado en la red de pensamientos inconscientes, sino como aquello que la sostiene, que actúa como su base estructural.

De la formulación freudiana se deduce que estamos ante un fenómeno de índole arcaica, algo que más adelante, en Moisés y la religión monoteísta, será asociado a lo filogenéticamente heredado. Siguiendo el hilo de la elaboración freudiana, encontramos que la identificación primaria aparece estrechamente vinculada al mito de la horda primordial y al asesinato del padre. Freud se interroga allí por las consecuencias de ese acontecimiento originario: ¿qué huella deja en el sujeto?, ¿de qué modo retorna?

Una dimensión central es la imposibilidad misma de representar a ese padre originario. Solo es posible hablar de él en el contexto del mito, y en ese marco, Freud lo caracteriza como tiránico, feroz, despótico. Esta imposibilidad de representación abre preguntas sobre el lugar —si lo hay— de lo imaginario en ese nivel, y sobre los modos posibles de pensar su incidencia.

Más allá de estas figuras, es precisamente a partir del acto del asesinato que emerge en los hermanos el sentimiento de culpa. Este punto no está exento de paradojas: ¿por qué la culpa surgiría como consecuencia del asesinato?, o más aún, ¿cómo es posible que de ese crimen derive la instauración de la ley?

Es Lacan quien despeja este obstáculo teórico, al afirmar que el padre está muerto desde el inicio. Esta operación lógica —no cronológica— le permite definirlo como significante, es decir, como aquello que funda el orden simbólico precisamente desde su falta, desde su imposibilidad de encarnación plena.

jueves, 5 de junio de 2025

El decir como escritura: la excepción que funda

Llevar el discurso analítico al nivel de un artefacto que escribe implica enfrentarse a una pregunta central:
¿Qué produce la escritura, en tanto tal, cuando se inscribe en el campo del psicoanálisis?

El verbo "producir" no es elegido al azar. Como bien lo subraya María Moliner en su diccionario, su campo semántico es amplio y preciso: producir es tanto mostrar, como generar, como dar a ver lo que no cesa de acontecer. Desde esta perspectiva, podemos decir que las fórmulas de la sexuación no solo expresan, sino que producen una verdad estructural: que la conjunción sexual entendida como complementariedad plena entre los sexos no cesa de no escribirse. No se trata de un accidente o de una contingencia histórica, sino de una falla estructural que atraviesa a lo sexual en el ser hablante.

En la práctica analítica, esta imposibilidad se tramita en varios niveles. La lectura, que podría pensarse como el campo propio de la interpretación, opera sobre lo escrito. El significante es aquello que se escucha, mientras que el significado es apenas un efecto del encadenamiento significante, algo que se genera como resto.

En ese sentido, la frase con la que Lacan abre L’Étourdit cobra toda su fuerza:
Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha.
Lo que alguien cree estar diciendo —las ficciones que el efecto de sentido sostiene— muchas veces vela el decir que se precipita desde el discurso. Ese decir, al no estar del todo bajo el dominio del yo, desdibuja al agente que habla.

Este decir como acto, que en Lacan es sinónimo de escritura, sólo se vuelve accesible a través de las vueltas del significante y de la demanda. Dicho de otro modo: el camino al decir fundante es el rodeo. No se lo alcanza directamente, sino por sus efectos.

Y cuando se logra situar ese decir primero, nos enfrentamos a algo que no es una enunciación cualquiera, sino una escritura que funda, un escrito inaugural. Tiene estructura de excepción. No por azar Lacan apela a la lógica fregeana, que le permite fundar sin recurrir a un mito. No es una narración de origen, sino un inicio lógico.

En ese decir fundante, algo se afirma sin apoyarse en la verdad. O, más precisamente, afirma un punto que resiste ser atrapado por la verdad. Lo que allí se escribe es la inconsistencia estructural, aquello que no entra en la serie de lo decible, lo que no puede ser reemplazado. Y por eso mismo, ese punto es condición del comienzo.

Freud lo nombró como el Padre primordial.
Lacan, más allá del mito, lo conceptualizó como la excepción lógica.

jueves, 22 de mayo de 2025

El problema del Agente

Si aceptamos que Lacan deja sin resolver en La relación de objeto un problema vinculado a la operación del Padre y que luego lo aborda de manera más precisa en el seminario sobre los cuatro discursos, podemos concluir que el punto central es la definición del agente.

María Moliner define al agente como aquello que actúa o tiene la capacidad de actuar, asociándolo a la “causa agente”, es decir, a lo que produce un efecto. Esta idea resuena con el concepto de “representante de la representación”, que Lacan trabaja en múltiples ocasiones, llegando incluso a referirse a él como “agente representante”. Esto nos lleva a considerar que el agente no es solo alguien que ocupa un lugar, sino aquel que viene a sustituir a otro en una función determinada.

En los cuatro discursos, Lacan se pregunta qué significa ser agente, y su respuesta no se orienta hacia una función de dominio o control, sino hacia la forma en que se transmite la castración entendida como prohibición. Para esclarecer este punto, propone un paso del mito a la estructura. Mientras que el mito es un enunciado de lo imposible, su interés radica en construir una escritura de la prohibición, alejándose de la narrativa mítica para centrarse en su estructura.

Al releer el mito freudiano de la castración, Lacan introduce una distinción clave: su objetivo es desplazar el S1 más allá del lugar del Amo, concebido como función de dominio. Al separar este término de la figura del Amo que Hegel plantea, Lacan lo redefine como un significante-letra, con el cual se puede escribir la posibilidad de un inicio lógico. Así, el problema del agente es replanteado desde la perspectiva de la suplencia, abriendo nuevas vías para pensar la transmisión y el orden simbólico.

miércoles, 21 de mayo de 2025

La castración, el Nombre del Padre y lo femenino

En La significación del falo, Lacan introduce una serie conceptual que se desplegará en su obra posterior. Comienza señalando un “desarreglo” estructural en la sexualidad humana, al que poco después denomina aporía, subrayando así su estatuto lógico. Este término no solo alude a una dificultad en la comprensión, sino que también indica una falla intrínseca en el orden significante.

A partir de esta primera aporía, Lacan establece que no se trata de un fenómeno aislado dentro del psicoanálisis, sino del primer impasse que este revela. Esta vacilación de la razón se vuelve central en el abordaje de la subjetividad, razón por la cual la noción de sujeto, en el sentido que Freud inaugura, se enmarca en este mismo problema.

El desarreglo estructural de la satisfacción en el ser hablante se vincula con la metapsicología freudiana, en particular con su dimensión económica, que resiste toda tramitación. Así, la satisfacción está condicionada por una paradoja que afecta el campo del deseo.

El siguiente punto en esta serie conceptual es la reconsideración del estatuto del Padre en Freud. Aquí, Lacan introduce una crítica al carácter mítico del Edipo, destacando las limitaciones que este modelo impone al pensamiento psicoanalítico.

Finalmente, este recorrido conduce a un análisis de la oscuridad que rodea el Edipo en la niña, lo que permite a Lacan profundizar en la problemática del campo femenino. Su enfoque se aparta de la significación fálica para centrarse en la privación y en el falo como significante, marcando así la inconsistencia estructural del campo femenino respecto de la operación del falo.

Esta serie conceptual articula tres nociones fundamentales en la enseñanza de Lacan:

  1. La estructura del complejo de castración.
  2. El estatuto del Nombre del Padre.
  3. La inconsistencia del campo femenino frente al falo.

A lo largo de los años, Lacan trabajará estas categorías en distintas formulaciones, mostrando cómo se entrelazan en la lógica del sujeto y en la estructura del deseo.

lunes, 19 de mayo de 2025

La paradoja del "al menos uno"

En su abordaje modal de la castración, Lacan establece la excepción lógica como el punto de partida, configurando un decir modal que habilita la posibilidad de un inicio.

Se trata de un “al menos uno” que, paradójicamente, se sustrae a la castración, escribiendo el lugar de lo que no queda alcanzado por ella. Esta posición excepcional es clave porque todo ser hablante, inmerso en el lenguaje, está condicionado por la castración. Así, el decir que funda esta excepción sostiene un universal, el cual se emplaza en el campo fálico.

De la relación entre este existencial y el universal que constituye, surge una contradicción fundamental que define al campo fálico.

Más allá del Mito: La Estructura de lo Imposible

Con esta formulación, Lacan transforma la lectura de “Tótem y Tabú”, alejándola de la categoría de mito y acercándola a una estructura lógica que trasciende la anécdota. De ahí que pueda definir el mito como un enunciado de lo imposible.

La escritura modal, por su parte, permite deslindar lo imposible en juego al articular los modos lógicos con los planteos de Frege y Gödel.

En esta escritura modal, la excepción deviene fundante al asumir el modo lógico de lo necesario. Es decir, la serie solo es posible por aquello que no entra en ella, sino que la sostiene. Desde este punto, Lacan forja la función del síntoma como anclaje del sujeto.

El Síntoma y la Función del Padre

En este entramado, se anudan tres dimensiones fundamentales:

  1. La castración
  2. La función del Padre como excepción
  3. El lugar y la operación del síntoma

Este lazo entre castración, Padre y síntoma es el paso previo para definir el lugar del Padre como síntoma en lo nodal.

sábado, 17 de mayo de 2025

Certeza materna e incertidumbre paterna: El Padre como condición de la serie

Desde sus planteos tempranos, Lacan establece una oposición entre la Madre y el Padre, enfatizando que estos términos deben ser entendidos como significantes y no como personas. En esta oposición:

  • La Madre es cierta, lo que no significa biológicamente verificable, sino que remite a una certidumbre absoluta respecto del lugar y el valor del niño. Esto se vincula con un linaje que Lacan sitúa en lo innumerable.
  • El Padre es incierto, lo que señala la contingencia de su operación y el hecho de que arrastra lo no sabido.

A pesar de su incertidumbre, el Padre, en tanto ordinal, habilita un inicio, introduciendo una genealogía que estructura el alojamiento del sujeto.

El Nombre del Padre y la Función del Cero

El Nombre del Padre cumple una función estructurante: funda una genealogía y delimita un espacio que no se confunde con la lógica innumerable de lo materno. Lo no enumerable del sujeto no es lo mismo que lo innumerable materno, sino que se asocia a la imposibilidad de ser contado.

Aquí es donde Lacan se apoya en Peano y Frege. La operación del Padre introduce la función del cero, que permite la numeración y el encadenamiento de la serie. El asesinato del Padre se ubica en este esquema como el cero, la condición lógica de la serie, pues:

  1. Implica lo no idéntico a sí mismo, rompiendo cualquier certeza absoluta.
  2. Prefigura la existencia de un Uno, un elemento que no queda alcanzado por la castración.

Así, la figura del Padre no solo se enmarca en la contingencia, sino que su función lógica permite la estructuración del sujeto en el lenguaje y la genealogía.

viernes, 16 de mayo de 2025

El padre como referencial: más allá del referente

Llevar al Padre al nivel de un referencial implica un desplazamiento respecto del planteo freudiano. La Real Academia Española define lo referencial de tres maneras:

  1. Como base de comparación, es decir, un marco de referencia.
  2. Como testimonio referencial, vinculado a la narración o relación de hechos.
  3. Como aquello relativo a la referencia en sí.

Estas acepciones permiten diferenciar un referencial de un referente y plantear que el Padre, como suplencia, es un referencial en lugar del referente ausente.

El Padre en la Interpretación y la Numeración

Lacan señala que el referencial, y con él el Padre, juega un papel fundamental en la interpretación. Esto retoma su planteo en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, donde señala que la interpretación opera al llevar los significantes a su sin sentido, revelando el vacío dejado por la falta de un referente.

Desde esta perspectiva, el Padre no debe ser entendido en términos imaginarios o patriarcales, sino en función de su rol en la numeración. Esto tiene dos consecuencias:

  1. Desimaginarización del Padre: Se despejan las valoraciones ligadas a lo patriarcal.
  2. Ordenación de la serie: Como numeral, el Padre es un ordinal, no solo constituye, sino que ordena. Lacan ilustra esto con las dinastías papales y reales.
Del Nombre del Padre a la Litoralización del Borde

Más allá del efecto de desimaginarización, este enfoque también desplaza la función del Padre hacia una operación de designación. Es decir, el Padre marca un borde, permitiendo litoralizar el espacio entre lo simbólico y lo real.

En este marco, la prohibición no es más que un artificio que encubre un imposible. Lo que aparece como un límite impuesto desde el Padre es, en realidad, una forma de velar la imposibilidad estructural que define la relación del sujeto con el lenguaje y el goce.

jueves, 15 de mayo de 2025

Dos modos de incidencia de la castración

En el Seminario 18, Lacan lleva a cabo un paso del mito a la estructura, una transición que responde a una necesidad lógica extraída del mito freudiano. En este movimiento, el "Padre feroz y tiránico" del mito es elevado a la categoría de la excepción: un elemento que no está afectado por la castración.

A partir de esta reformulación, Lacan establece una diferencia fundamental entre dos mitos en Freud:

  1. El Edipo, que surge del discurso histérico y está marcado por la insatisfacción.
  2. Tótem y Tabú, que responde a una inconsistencia lógica.
Edipo: La Ley en el Comienzo

El mito de Edipo es solidario con la tragedia y se estructura como un proceso en el cual el falo se transfiere del Padre al hijo (independientemente de su sexo). Sin embargo, esta transferencia nunca se cumple del todo, lo que subraya la separación entre sujeto y goce.

En este esquema:

  • La ley está en el origen y traza una vía de acceso al goce.
  • Pero esta vía se frustra, lo que da lugar a la insatisfacción.
  • El asesinato del Padre es el desenlace, pero el sujeto inicialmente no es consciente de él.
Tótem y Tabú: La Ley como Segunda

El mito de Tótem y Tabú, en cambio, parte de una inconsistencia:

  • El goce está en el origen y es exclusivo del Padre.
  • La ley aparece después, como una consecuencia de esa exclusión del goce.
  • El Padre goza, pero no transmite, estableciendo así un obstáculo estructural.

Esta duplicidad define dos formas de la operación de la castración:

  1. Desde lo discursivo: la palabra, la metáfora y la posibilidad de parodiar el goce.
  2. Desde lo lenguajero: el punto donde el lenguaje se revela insuficiente para resolver la anomalía del goce.

En términos semánticos, esta distinción se vincula con los dos niveles del lenguaje:

  • Connotación (lo que puede metaforizar y articular el goce).
  • Denotación (el punto en que el lenguaje no alcanza a capturar lo real del goce).

Así, en este tránsito del mito a la estructura, Lacan redefine la función del Nombre del Padre, no ya como un elemento mítico, sino como un operador lógico que organiza la relación del sujeto con la falta y el goce.

martes, 13 de mayo de 2025

El Padre como antecedente lógico: de Freud a Lacan

En el seminario 17, Lacan lleva a cabo un trabajo decisivo sobre el Nombre del Padre, lo que le permite repensar las diferencias en la conceptualización freudiana del Padre a lo largo de distintos momentos de su obra. Así, establece una distancia entre el Padre edípico, el Padre en el mito de la horda primitiva (Tótem y Tabú) y el Padre en "Moisés y la religión monoteísta".

Si bien la diferencia entre el Padre edípico y los otros dos es evidente, lo más interesante es la distinción que Lacan traza entre el Padre en Tótem y Tabú y el Padre en Moisés y la religión monoteísta.

Moisés y el problema del lenguaje en Freud

Uno de los aspectos más sugerentes del texto freudiano es el modo en que introduce nociones que tocan los límites del lenguaje. A lo largo de su elaboración, Freud trabaja con conceptos como lo arcaico, lo filogenético, lo originario, lo primitivo y lo prehistórico, aunque sin llegar a delimitar con claridad su relación con la estructura del sujeto.

A partir de esta observación, se puede formular una hipótesis:

  • Moisés y la religión monoteísta representa un punto de llegada en la obra de Freud, en el que se apoya en el Padre mítico de la horda primitiva para delinear lo que más tarde Lacan conceptualizará como un antecedente lógico.
El Padre como ordinal: La lógica del sucesor

En el seminario de los cuatro discursos, Lacan introduce una definición clave: "el niño es el padre del hombre". Aunque aparentemente simple, esta afirmación pone en juego una lógica que encuentra su fundamento en el planteo fregeano.

Desde esta perspectiva:

  1. El "niño" es el soporte gramatical de la función del Padre como antecedente lógico.
  2. Como agente de la castración, el Padre no es solo un significante, sino el término que condiciona la serie.
  3. Esto permite pensar su función desde una lógica ordinal, en la que el Padre se inscribe en la sucesión numérica.

Siguiendo esta línea, el Padre opera en la estructura como un ordinal en la serie de las dinastías, cuya lógica es impensable sin la función axiomática del 0. En otras palabras, su función solo adquiere consistencia si se inscribe dentro de un orden en el que el siguiente solo existe en relación con un primero que no deja de ser una falta estructural.

sábado, 10 de mayo de 2025

El padre y la inconsistencia de la verdad

El sujeto es inseparable de una aporía estructural que afecta al Otro como campo y conjunto. Esta falla fundamental hace indispensable la presencia de un sostén, algo que venga a suplir aquello que carece de referente.

Este problema involucra los límites de lo significantizable, lo que lleva a Lacan a reformular su concepción del orden simbólico. Para ello, inicia un cuestionamiento al principio de identidad, siguiendo el camino abierto por Frege, con el fin de formalizar las condiciones lógicas del inicio, tanto de la serie significante como de la posibilidad misma de la existencia. Si se pone en duda el principio de identidad, es porque el sujeto hablante lo pierde al someterse al lenguaje, lo que lo obliga a identificarse. Así, surge una posible respuesta a la pregunta: ¿para qué se necesita un Padre?

Lacan mantiene una clara apoyatura freudiana, aunque sus herramientas conceptuales sean distintas. Freud ya había abordado esta cuestión al afirmar que el inconsciente admite la contradicción, lo que implica aceptar un orden insensato y la imposibilidad de una verdad absoluta.

Los recursos matemáticos y lógicos de Lacan le permiten situar esta contradicción en el centro de la paradoja de Russell, en la que ninguna respuesta es completamente adecuada.

La paradoja de Russell es una paradoja lógica descubierta por Bertrand Russell en 1901. Surge en el contexto de la teoría de conjuntos y plantea un problema sobre la auto-referencia en los conjuntos. Supongamos que existe un conjunto R definido como el conjunto de todos los conjuntos que no se contienen a sí mismos. La paradoja es que:

- Si se pertenece a sí mismo, por su propia definición, no debería estar en R.

- Pero si  R no se pertenece a sí mismo, entonces, según la definición de R, debería estar en R.

Esta paradoja mostró que la teoría de conjuntos desarrollada por Frege tenía problemas fundamentales, lo que llevó posteriormente a desarrollar sistemas más estrictos.

Lacan usa esta paradoja para mostrar que en el inconsciente hay una estructura similar: un punto de inconsistencia donde el sujeto no puede representarse completamente dentro del lenguaje. Es decir, el sujeto no puede ser al mismo tiempo el que se nombra y el que es nombrado sin generar un cortocircuito lógico. Esto cuestiona la idea de un Padre como garante absoluto de la verdad y la identidad.

¿Cómo se relaciona esto con el Nombre del Padre? Tanto Freud como Lacan, en sus primeros desarrollos, sitúan al Padre en el campo de la verdad, como su sostén y garantía de consistencia. Sin embargo, al cuestionar el principio de identidad, se abre una fisura en la verdad, que deja de ser absoluta y se vuelve no-toda. Esto impacta directamente en la operación paterna, que queda afectada por una insuficiencia estructural, más allá de cualquier contingencia histórica.

viernes, 9 de mayo de 2025

¿Cuál es la falta del padre?

Desde la realización del sujeto a través de la palabra hasta la concepción del inconsciente como lo no realizado, Lacan teje una lógica de la hiancia causal. Este problema, de orden lógico, tiene profundas implicaciones clínicas, llevándolo a reformular la operación del Padre y a modificar la definición del sujeto en su búsqueda de lo real de su división.

Inicialmente, Lacan aborda esta cuestión a partir de Hegel y su dialéctica. En Hegel, la existencia del sujeto implica lo universal, pero se particulariza al cuestionar la sustancia como un dato dado. Así, lo universal de lo humano se juega en la particularidad de cada existencia.

Esta perspectiva hegeliana, central en los primeros desarrollos de Lacan, se inscribe dentro de una lógica filosófica, vinculada a la temporalidad del concepto de Espíritu. Sin embargo, con el tiempo, Lacan encuentra un límite en esta lógica, al que denomina el “déficit intrínseco de la lógica de la predicación”. Este déficit le impide incidir sobre ese real que la clínica analítica revela.

Para abordar este obstáculo, Lacan introduce la repetición, diferenciando su dimensión simbólica de su dimensión real. La repetición demuestra que no todo es dialectizable y que existe un punto de hiancia irreductible en el sujeto.

Aquí entra en juego Kierkegaard, quien formula mejor esta problemática. En su planteo, la repetición no es un simple retorno a lo mismo ni una reminiscencia platónica; más bien, introduce la idea de que el pecado, la falta del Padre, es una hiancia irreductible.

¿Qué significa la falta del Padre? En principio, es a través de una lógica de base matemática que Lacan logra precisar este problema. Este camino justifica su paso del Nombre del Padre como significante a concebirlo como un término numeral, específicamente un ordinal.

miércoles, 7 de mayo de 2025

La pluralización del Nombre del Padre y el paso hacia lo real

La única clase del que habría sido el Seminario 11 de Lacan, interrumpido tras su ruptura con la IPA, marca un punto de inflexión en su enseñanza: la pluralización del Nombre del Padre. Este giro teórico sienta las bases para su posterior conceptualización del Padre como suplencia, que años más tarde se articulará en la noción de síntoma.

Uno de los vectores que orientan este cambio es la angustia, entendida no solo como afecto, sino como un impasse en lo simbólico. Lacan avanza hacia una teorización que va más allá de la metáfora paterna, orientándose hacia lo real. Si lo real se manifiesta en la clínica como aquello que resiste la simbolización, y el Nombre del Padre es el significante que estructura el campo simbólico, entonces surge una pregunta clave: ¿cómo entramar lo real dentro de la operación del Nombre del Padre?

Aquí se establece una oposición fundamental:

  • El significante, que engaña.
  • Lo real, que no engaña.

Esta distinción se vincula con una reformulación del concepto de objeto a. Producto de un corte, el objeto a se subjetiva a través de la angustia, un afecto que introduce un agujero en la inteligibilidad, ya que pertenece al orden de lo que no se comprende.

En este contexto, Lacan pone en tensión el determinismo y la causalidad. Desde sus primeras formulaciones, la pregunta sobre la causalidad en psicoanálisis lo ha acompañado. Sin embargo, en la transición entre los Seminarios 10 y 11, la causalidad ya no se reduce únicamente a la causa del deseo, sino que también incluye al significante como causa material del inconsciente.

Lo novedoso de este planteo es que entre la causa y su efecto se abre un intervalo, una hiancia, lo que introduce una paradoja central: que haya causa no garantiza que el efecto se realice.

Quizás por esta razón, al final del seminario La angustia, Lacan se detiene en una pregunta fundamental: ¿qué es el deseo del Padre?.

lunes, 5 de mayo de 2025

La metáfora paterna: operación y efecto

La estructura de la metáfora paterna puede dividirse en dos partes, según la dirección de la flecha que marca su orientación. Del lado izquierdo, se encuentra la operación de sustitución por la cual el Nombre del Padre se impone sobre el significante del Deseo de la Madre. Del lado derecho, aparecen los efectos que dicha elisión produce.

Un aspecto clave de esta estructura es la presencia de un término común en ambos lados: el Nombre del Padre. Sin embargo, esto no implica que su función sea idéntica en ambas posiciones.

En la operación (lado izquierdo), el Nombre del Padre actúa como instaurador de la ley, estableciendo un límite al capricho del Deseo de la Madre. En este sentido, Lacan señala que este significante se autoriza del texto de la ley (la prohibición del incesto), situándolo en el nivel del lenguaje. Aquí, el Nombre del Padre encarna tanto la función interdictiva como la acción de un agente de la privación. Por eso, en el Seminario 5, Lacan lo denomina de manera llamativa "el Otro en el Otro".

Es importante aclarar que esta denominación no convierte al Nombre del Padre en un metalenguaje, sino que señala su función operativa: hacer que el Otro de la palabra se constituya como el Otro de la ley, aquel que introduce un orden más allá del puro deseo.

En contraste, en el resultado (lado derecho), el Nombre del Padre representa la inscripción de la ley en el niño, quien a partir de ese punto deviene sujeto. El tránsito edípico y su correlato castrativo generan en cada sujeto una versión particular de la ley paterna, lo que deja en claro que no existe un único Padre universal, sino una pluralidad de versiones singulares que cada sujeto inscribe en su historia.

viernes, 2 de mayo de 2025

¿De qué depende la autoridad?

Para situar el carácter fundante de la operación del Padre, Lacan introduce una diferencia conceptual que emerge entre el Seminario 5 y el escrito “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”. Dicha diferencia radica en la distinción entre el texto de la ley y la autoridad que emana de él, es decir, lo que se autoriza a partir de dicho texto. En este último escrito, Lacan plantea una pregunta fundamental: ¿qué confiere autoridad?, ¿de dónde proviene su poder y cómo se obtiene? Esta cuestión no solo es clave para comprender la operación fundante del Nombre del Padre, sino también para pensar la transición del analizante al analista.

Si concebimos el texto de la ley (donde la noción de "texto" señala la incidencia de la letra y su marca en este nivel) dentro de la estructura del lenguaje, lo que se autoriza desde allí opera en el registro del significante, desplegándose a nivel del discurso.

Lacan denomina a este punto el significante del Nombre del Padre, en referencia al Padre muerto, tal como lo formula Freud en relación con el Edipo, es decir, el Padre simbólico. Al inscribirlo en el registro del significante, Lacan lo eleva a la categoría de función, lo que introduce una diferencia respecto del lugar del Otro.

Por un lado, como efecto de la captura por el lenguaje, el Otro se presenta como lugar de la palabra, lo que Lacan indicará más tarde con el neologismo dichomansión (la mansión del dicho).

Por otro lado, el Otro también es la sede de la ley, lo que significa que la ley significante se inscribe en él en la medida en que el Nombre del Padre encuentre allí su lugar, como lo muestra el esquema Rho con la fórmula “P en A”. Esto implica el pasaje por el Complejo de Edipo y la operación anudante de la castración, aunque no en su dimensión meramente desnaturalizadora, sino como deuda simbólica que inscribe al niño en una cadena genealógica. Esta inscripción es correlativa del tránsito del niño al sujeto dividido.

jueves, 1 de mayo de 2025

¿Qué es un padre?

En particular, el escrito “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” es uno al que resulta difícil no regresar. Allí se encuentra un alto grado de formalización de la estructura de la praxis analítica, mientras que el grafo permite abordar con rigor la subversión que atraviesa al sujeto.

Además, en ese texto, Lacan plantea una interrogación fundamental sobre las consecuencias que tiene, en el orden simbólico, la pérdida de valor de la tragedia. Se trata de una pregunta acerca de los efectos del desplazamiento del deseo en la constitución del sujeto hablante, pero también de sus implicancias en nuestra práctica, dado que el deseo es su eje central.

Desde esta perspectiva, podría decirse que Lacan da un paso atrás, buscando las causas. Así, se interroga sobre las consecuencias del declive de la función del Padre. ¿Deberíamos asumir sin más esta caída, o preguntarnos de qué manera ha mutado el semblante? Pues sin ese semblante, la operación anudante del Padre no puede llevarse a cabo.

Se dice con frecuencia que el Nombre del Padre ha declinado, pero ¿qué ocurre con el Deseo de la Madre? Este punto siempre me ha resultado llamativo, ya que Lacan pone en cuestión el entramado edípico, lo que nos permite interrogar el semblante, pero nunca renuncia a la función anudante de la castración.

Si seguimos esta lógica, ¿estaríamos hablando de un declive de lo edípico? ¿Y esto dejaría en su lugar a la castración en su función de nudo? Tal como lo plantea en otro texto no menos relevante: “La significación del falo”. Tal vez, entonces, sea necesario retomar la cuestión de qué entiende Lacan por el Nombre del Padre, siempre diferenciado del mero hecho biológico de la procreación.

sábado, 26 de abril de 2025

Lógica de la sexuación y el no-todo

Lacan articula la diferencia sexual en el sujeto a través de la cuantificación lógica en las cuatro fórmulas de la sexuación. Con este planteo, la distinción entre masculino y femenino deja de depender de la oposición entre tener el falo sin serlo y serlo sin tenerlo, es decir, ya no se reduce a la posesión o carencia de un atributo. En su lugar, la diferenciación radica en el contraste entre una relación necesaria o contingente con el falo.

Más allá del Falo: Contingencia y Universalidad

Este desplazamiento conceptual permite situar con precisión el "más allá del falo" que lo femenino conlleva, algo que a Lacan le tomó años formalizar. Guy Le Gaufey lo expresa de la siguiente manera:

En tanto que hay un todo, está fundado en la existencia de la excepción de al-menos-uno…, y en tanto que no hay excepción, entonces los varios que existen no forman ningún todo”.

Desde esta perspectiva, la ausencia de una excepción que cierre el conjunto en el lado femenino afecta la consistencia de lo universal.

  • En el lado masculino, la excepción sí existe, y el Padre puede donar las insignias fálicas.
  • En el lado femenino, no hay excepción, lo que implica que no se forma un todo y, por ende, el Padre no puede donar aquello que no hay.
Hacia una Lógica del No-Todo

Este cambio conceptual introduce una nueva lógica en la sexuación: la diferencia deja de ser meramente atributiva para inscribirse en un nivel distinto. No se trata de que la lógica fálica desaparezca, sino que queda subsumida en el campo fálico, lo que implica una reorganización conceptual que, en última instancia, exige el pasaje a lo nodal.

La noción del no-todo se inscribe así como un punto de quiebre en la universalidad, marcando un cambio fundamental en la estructura del discurso sobre la diferencia sexual.

jueves, 24 de abril de 2025

Una falla interdictiva

En Moisés y la religión monoteísta, Freud plantea interrogantes fundamentales sobre el sujeto, especialmente si consideramos que este se define en relación con una falla que afecta al Otro como sede del significante.

Tras un extenso desarrollo, Freud se pregunta por las marcas del asesinato primordial, pero sobre todo por el mecanismo de su retorno: ¿cómo se activan estas marcas y qué determina su repetición? Esta pregunta se aleja del automatismo significante y pone en juego una cuestión más compleja: la relación entre causa y efecto.

Aquí radica un punto delicado: el riesgo de que la lectura del asesinato derive en una interpretación cristiana, en la que el surgimiento del S1 del Padre se retome a partir de la culpa como efecto. Es precisamente este problema el que Lacan aborda y reformula en una lectura de mayor alcance.

Lacan propone entonces una articulación entre la ley y la moral, lo que permite situar la relación problemática entre el sujeto y el goce. Más específicamente, se trata del goce en su cuerpo, un concepto que se tensiona con la imposibilidad de hablar de un goce del cuerpo. En este marco, el asesinato primordial adquiere un nuevo sentido: no es el acceso al goce lo que se produce, sino todo lo contrario. El sujeto queda separado del goce.

Lacan denomina a este mecanismo “falla interdictiva”. Esta noción implica dos aspectos clave:

  1. Es una falla inherente a la operación de la ley.
  2. Es lo que el mito vela: lo imposible.

Más aún, desde esta perspectiva, la castración ya no puede reducirse a un efecto entre lo simbólico y lo imaginario. Se trata, en cambio, de una falla estructural que redefine la relación del sujeto con el goce y con la ley misma.