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lunes, 8 de julio de 2024

La satisfacción: una antología freudiana

Fuente: Isacovich, Lila (2018) "La satisfacción: una antología freudiana"

La palabra deseo evoca un movimiento de concupiscencia o de apetencia. El deseo inconciente tiende a realizarse restableciendo los signos ligados a la primera experiencia de satisfacción.

Lo que define esa primera vivencia de satisfacción es que la imagen mnémica de una determinada percepción permanece asociada a la huella mnémica de la excitación resultante de la necesidad. Al presentarse de nuevo esta necesidad, se producirá, en virtud de la conexión establecida, un movimiento psíquico dirigido a recargar la imagen mnémica de aquella percepción e incluso a evocarla, es decir, a restablecer la situación de la primera satisfacción. Ese movimiento es lo que nosotros llamamos deseo. Algo que tiende a.(1)

En lo sucesivo, la satisfacción queda unida a la imagen del objeto que ha procurado la satisfacción. Cuando aparece de nuevo el estado de tensión, la imagen del objeto es recargada. Esta reactivación (el deseo) produce algo similar a la percepción, es decir, una alucinación. Si entonces se desencadena el acto reflejo, inevitablemente se producirá la decepción.

El conjunto de esta vivencia -satisfacción real y satisfacción alucinatoria- constituye el fundamento del deseo. En efecto, el deseo tiene su origen en una búsqueda de la satisfacción real, pero se forma según el modelo de la alucinación primitiva. El sujeto busca siempre, por caminos directos (alucinación) o indirectos (acción orientada por el pensamiento) una identidad con la percepción que quedó unida a la satisfacción de la necesidad. Esta satisfacción primitiva tiene un carácter irreductible y una función decisiva en la búsqueda ulterior de los objetos: lo que determina la institución de la prueba de realidad es el hecho de haber perdido los objetos que anteriormente habían proporcionado una satisfacción real. La vivencia de satisfacción constituye el concepto fundamental de la problemática freudiana de la satisfacción. En ella se articulan el apaciguamiento de la necesidad y el cumplimiento del deseo.

Freud no identifica necesidad con deseo: la necesidad, nacida de un estado de tensión interna, encuentra su satisfacción por la acción específica que procura el objeto adecuado (por ejemplo, alimento). El deseo, en cambio, está indisolublemente ligado a huellas mnémicas y encuentra su realización en la reproducción alucinatoria de las percepciones que se han convertido en signos de esa satisfacción.

Con todo, esta diferencia entre satisfacción de la necesidad y realización alucinatoria del deseo no siempre está tan claramente afirmada en la terminología de Freud: en algunos trabajos se encuentra la palabra compuesta WUNSCH BEFRIEDIGUNG: deseosatisfacción, aunque, por la propia definición del deseo, la expresión satisfacción del deseo, en sentido estricto, sólo se aplicaría a la identidad de percepción. No cabe otra manera de concebir tal satisfacción o realización del deseo.

Por eso, Freud emplea el término WUNSCHERFÜLLUNG: cumplimiento de deseo, para referirse a los diversos modos de realización que encuentra el deseo. La manera como el Diccionario de Laplanche y Pontalis(2) zanja esta cuestión es definiendo el cumplimiento de deseo como una formación en la cual el deseo se presenta imaginariamente como cumplido. Agrega que las producciones del inconciente (sueño, síntoma, y por excelencia el fantasma) constituyen cumplimientos de deseo en una forma más o menos disfrazada. Pero no se trata de un problema meramente terminológico, sino relativo a la naturaleza de la satisfacción: ¿cómo obtiene el sujeto su satisfacción si el deseo es precisamente lo que no se colma?.

La naturaleza de la satisfacción parece ser paradojal,(*) en consonancia con lo característico de la pulsión.

Voy a puntualizar simplemente una de las definiciones que da Freud(3): “La pulsión nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción,…” No podemos dejar de subrayar aquí la yuxtaposición con la definición del deseo.

Esta condición de la pulsión nos reenvía al deseo en tanto movimiento que, como resto de la vivencia de satisfacción, tiende a la búsqueda de la satisfacción perdida. El carácter universal de la pulsión es el de un “esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior. Esta manera de concebir la pulsión nos suena extraña. En efecto, nos hemos habituado a ver en la pulsión el factor que esfuerza en el sentido del cambio y del desarrollo, y ahora nos vemos obligados a reconocer en ella justamente lo contrario, la expresión de la naturaleza conservadora del ser vivo”.(4) Este es un primer aspecto paradojal.

Si nos es lícito admitir que todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, la meta de toda vida es la muerte.(5) La vida sería un rodeo para llegar a la muerte, y la meta de la pulsión, alcanzar la muerte.

Así se engendra la paradoja de que el organismo vivo lucha con la máxima energía contra influencias (peligros) que podrían ayudarlo a alcanzar su meta vital, la muerte, por el camino más corto.(6)¿Qué lleva a que la vida se sostenga a pesar de lo que pulsa por llegar a la muerte?

En el proceso de deseo, la inhibición por el Yo procura una investidura moderada del objeto deseado que impide su alucinación.(7) Si esa inhibición por parte del Yo faltara, una carga demasiado intensa de la imagen produciría el mismo indicio de realidad que una percepción y el sujeto sería incapaz de distinguir una percepción real de una alucinación. Si el Yo ha respetado esa barrera que se interpone en el camino regrediente de la vía alucinatoria, y ha vuelto su atención hacia las percepciones nuevas, tiene perspectivas de alcanzar la satisfacción buscada, pero necesariamente resultará devaluada en relación con aquella primera satisfacción que le sirve de referente.

…todas las formaciones sustitutivas y reactivas y todas las sublimaciones son insuficientes para cancelar su tensión acuciante. La diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante, que no admite aferrarse a ninguna de las situaciones establecidas, sino que, “acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante”. El camino hacia atrás, hacia la satisfacción plena, en general es obstruido por las resistencias en virtud de las cuales las represiones se mantienen en pie, y entonces no queda más que avanzar por la otra dirección del desarrollo [progrediente], todavía expedita, [aunque] en verdad sin perspectivas de clausurar la marcha ni de alcanzar la meta”.(3) 

La meta ha quedado por detrás. No es fácil admitir que ése sea el verdadero estado de cosas: que el sujeto sea una especie de perro mordiéndose la cola. Se presenta aquí la paradoja bajo otro aspecto: lo que empuja hacia adelante la pulsión, son las resistencias de represión que ponen una barrera al camino regrediente. Esto es algo en principio no esperable si lo que prima es el supuesto de que la pulsión es el impulso vital al cual el sujeto debe renunciar en parte en favor de las presiones culturales.

Al contrario, parecen ser los efectos de esas presiones, las resistencias de represión las promotoras del desarrollo vital, aún a expensas de la meta específica de la pulsión: la de restablecer un estado anterior.

Esta concepción también se opone a la común opinión que sostiene que el sujeto renuncia a la satisfacción en pos de mandatos culturales que originan la represión de las tendencias pulsionales. Sin embargo, ya Freud nos anticipó que, por el contrario, “la conciencia moral es la consecuencia de la renuncia de lo pulsional. Que es esa renuncia de lo pulsional (impuesta a nosotros desde afuera) la que crea la conciencia moral, que después reclama más y más renuncias”.(8)

Se hace claro entonces, que el impulso “vital” obedecerá a la ligazón libidinal con aquel objeto de amor que tememos perder en caso de ceder a las exigencias de la pulsión. El amor ha acudido en nuestra ayuda para salvaguardar la vida. El aspecto más contundente entonces que toma la paradoja es que si la satisfacción se asocia al placer, y éste ha sido definido como la tendencia dominante de la vida anímica a mantener constante la tensión interna de estímulo, resulta ser que esa homeostasis, equivale a tensión nula, a la descarga completa de tensión. Ese equilibrio, que para nuestro sentido común es vital, sin embargo sólo es asequible en la muerte. Vale decir, que el correlato del placer en su máxima expresión, es la muerte. El principio del placer está regido por el arribo a la satisfacción plena, alcanzable sólo en la vuelta al estado de quietud. Paradoja con la que todo sujeto está condenado a confrontarse en el devenir de su vida.

Los hombres enferman de neurosis a consecuencia de la frustración de la satisfacción de sus deseos, cuando la libido no tiene la posibilidad de una satisfacción ideal acorde con el Yo. Así, la privación, la frustración (aquí Freud homologa ambos términos) de una satisfacción real se convierte en la condición primera para la génesis de la neurosis.(9)

Encontramos aquí este contrapunto entre satisfacción ideal -podríamos inferir precisamente, “acorde con el Ideal del Yo o que satisfaga al Ideal”- y satisfacción real.

Pareciera que la satisfacción real a la que Freud se refiere es la sexual. Los síntomas sirven a la satisfacción sexual en calidad de sustitutos de esa satisfacción que falta en la vida.(10) Por eso puede decir tanto que los síntomas “no ofrecen nada real en materia de satisfacción” como también que “son una satisfacción real alcanzada por la libido aunque extraordinariamente restringida y apenas reconocible”.(11) Una satisfacción “real” que prescinde casi siempre del objeto y resigna por lo tanto el vínculo con la realidad exterior. Es también un retroceso a una suerte de autoerotismo ampliado como el que ofreció las primeras satisfacciones a la pulsión sexual,(12) por eso muestran a menudo un carácter infantil e indigno.(10)

¿Habría acaso una satisfacción que no fuera sustitutiva, una satisfacción de índole real?. En función de la naturaleza del deseo, toda satisfacción es sustitutiva, por más sexual que sea.

Los síntomas son una nueva modalidad de satisfacción pulsional irreconocible para el sujeto que siente esta presunta satisfacción más bien como displacer o sufrimiento y se queja de ella.(12) Implican un gasto de energía psíquica. Se trata de una satisfacción gozosa.

En cuanto a los sueños, habiendo aceptado en todos los casos que el sueño es un cumplimiento de deseo porque es una operación del sistema Icc, que no conoce en su trabajo ninguna otra meta que el cumplimiento de deseo ni dispone de otras fuerzas que no sean las mociones de deseo,(13) sin embargo Freud se pregunta: ¿cuál es el sujeto de ese deseo? ¿se trata de un cumplimiento de deseo para quién?. El soñante desestima sus deseos, los censura, no le gustan. El cumplimiento de tales deseos no puede brindarle placer alguno. Eso contrario entra en escena en forma de angustia: sueños punitorios, sueños de angustia, traumáticos.

Algo o alguien se satisface en la angustia.

En relación con las fantasías, son, como los sueños, cumplimientos de deseo. Cada fantasía singular es el cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad. Son deseos ambiciosos narcisistas, o son deseos eróticos. Aunque Freud ya había advertido -antes que Clemente, el personaje de Caloi- que, en la mayoría de las fantasías egoístas de los hombres se descubre en un rinconcito a la dama para la cual el fantaseador lleva a cabo todas sus hazañas y a cuyos pies él pone todos sus logros.(14)

No hay ninguna duda de que el demorarse en los cumplimientos de deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción. Es que no basta la magra satisfacción que se puede arrancar a la realidad. “Esto no anda sin construcciones auxiliares” cita Freud a Theodor Fontane. El reino de la fantasía es una reserva en el alma sustraída del principio de realidad. La ganancia de placer en la fantasía se hace independiente de la aprobación de la realidad.(15) Las fantasías establecen y proporcionan las formas en que los componentes libidinales reprimidos procuran su satisfacción.(16)

También el chiste es una modalidad de satisfacción que surge de una satisfacción denegada. Elude esa limitación pero al mismo tiempo la reconoce; y es eso lo que da la prima de placer al chiste. El chiste levanta una represión secundaria con el consiguiente ahorro de energía psíquica. Conseguimos un efecto cómico, un sobrante de energía que se descarga en la risa cuando dejamos penetrar en la conciencia los modos de funcionamiento del pensar primario.

Así como en el síntoma hablamos de una satisfacción ligada al goce, el goce del síntoma, en el modo de satisfacción que procura el chiste hay pérdida de goce, un gasto de inhibición ahorrado.

En lo siniestro decimos que el deseo parece realizarse. El sentimiento de lo siniestro y el desprendimiento de angustia se suscitan frente a la coincidencia entre el deseo y su cumplimiento.(17)No es precisamente placer lo que produce este modo de la satisfacción.

Evidentemente, hay modos de satisfacción que son sentidos como placer pero otros francamente displacenteros e incluso angustiantes.

¿Qué es lo que los seres humanos dejan discernir, por su conducta, como fin y propósito de su vida? se pregunta Freud en “El Malestar en la Cultura”. La ausencia de dolor y de displacer; vivenciar intensos sentimientos de placer. Es simplemente el programa del principio del placer el que fija su fin a la vida. Este principio gobierna la operación del aparato psíquico desde el comienzo. No obstante, su programa entra en querella con el mundo entero. Es absolutamente irrealizable; las disposiciones del Todo lo contrarían. Se diría que el propósito de que el hombre sea dichoso no está contenido en el plan de la creación.

Lo que se llama felicidad corresponde a la satisfacción más bien repentina de necesidades retenidas: sólo es posible como un fenómeno episódico. Estamos organizados -nuestro aparato- de tal modo que sólo podemos gozar con intensidad el contraste, y muy poco el estado. Y citando a Goethe dice “Nada es más difícil de soportar que una sucesión de días hermosos”.(18)

A modo de ejemplo, la histeria, que pone de relieve de manera tan paradigmática la naturaleza del deseo procurándose ella misma la insatisfacción. Como si hiciera falta.

(1) LAPLANCHE, J. – PONTALIS, J. B. – “Diccionario de Psicoanálisis”, Ed. Labor, Barcelona, 1974, p.96.
(2) op. cit., p.86.
(*)“Paradoja: (Del lat., paradoxa) f. Especie extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de los hombres. Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera. Figura de pensamiento que envuelve una contradicción”. Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1986, p.1011.
(3) FREUD, S. – “Más allá del principio de placer”, en O. C., Amorrortu Ed., Bs. As., 1990, p.42, cap.5, T.XVIII.
(4) idem., p.36.
(5) idem., p.38.
(6) idem., p.39.
(7) FREUD, S. – “Proyecto de psicología”, p.372, Parte I, pp.417, 418, Parte III, T.I.
(8) FREUD, S. – “El malestar en la cultura”, p.124, cap.7, T.XXI.
(9) FREUD, S. – “Los que fracasan cuando triunfan”, p.323, T.XIV.
(10) FREUD, S. – “Resistencia y represión” en “Conferencias de introducción al psicoanálisis”, p.273, T.XVI.
(11) FREUD, S. – “Los caminos de la formación de síntoma”, p.327, T.XVI.
(12) idem., pp.326, 333.
(13) FREUD, S. – “Sobre la psicología de los procesos oníricos” en “La interpretación de los sueños”, p.560, cap.7, T.V.
(14) FREUD, S. – “El creador literario y el fantaseo”, p.129, T.IX.
(15) FREUD, S. – “Los caminos de la formación de síntoma”, p.339, T.XVI.
(16) FREUD, S. – “Tres ensayos de teoría sexual”, p.206, T.VIII.
(17) FREUD, S. – “Lo ominoso”, p.238, T.XVII.
(18) FREUD, S. – “El malestar en la cultura”, p.76, T.XXI.

lunes, 7 de septiembre de 2020

La dinámica de las pulsiones en la infancia

Notas de la conferencia dictada por Beatriz Janín, el 18 de junio de 2019

Hoy vamos a hablar de las pulsiones y de cómo pensar todo este tema en la clínica psicoanalítica con niños. Lo primero que tenemos que pensar es que las pulsiones sexuales se apuntalan en las pulsiones de autoconservación. O sea, es a partir de la satisfacción de la necesidad que aparece -como plantea Freud- la sexualidad. El erotismo aparece a partir de la satisfacción de la necesidad. Esto es básico y aparece en los primeros textos de Freud, como La interpretación de los sueños. Fíjense que siendo esto algo nodal en el psicoanálisis, nos da pie para pensar muchísimas cuestiones.

¿Qué pasa con aquellos pacientes, aquellos niños que aparecen desvitalizados, como si nunca hubiera aparecido en ellos esa “tensión hacia”, más allá de las pulsiones de autoconservación, más allá de la necesidad?

¿Qué pasa en situaciones de vulnerabilidad social, donde la la satisfacción de la necesidad no se da? ¿Qué pasa allí con la construcción de lo pulsional, en cuanto a pulsión sexual?

Uno podría pensar que las pulsiones se apuntalan en relación a las pulsiones de autoconservación, sobre la satisfacción de la necesidad, donde aparece ese plus -como dice Laplanche-, que es ese plus de ese armado que tiene que ver con la sexualidad del adulto. Es decir, tiene que ver con la sexualidad de la madre, la erotización y la libidinización de un cuerpo. Las pulsiones sexuales se constituyen en un vínculo, a partir de un Otro, a partir de las caricias, el contacto, las palabras, en esa relación.

A la vez, podemos pensar que un chico chiquito no suele tener demasiados frenos internos. Los chicos son pasionales e impulsivos, funcionan como pura satisfacción pulsional. Sabemos que las pulsiones son anárquicas, funcionan cada una por su cuenta. Lo primero que se opone a las pulsiones es el armado del primer yo. El primer yo es el yo de placer, que se constituye con el narcisismo. Es el yo del narcisismo, porque el yo de placer sería algo así como el yo del “yo quiero…”. Es el yo que va en el mismo sentido que las pulsiones en cuanto a su meta, pero a la vez es una organización. Como organización, frena el devenir pulsional. Si las pulsiones son anárquicas y a lo que tienden todo el tiempo es a la satisfacción, el yo como organización va a poner un freno a esto. O sea, cuando esto se pudo constituir y un chico pudo armar una representación unificada de sí, va a poder tener un mínimo freno pulsional, que a su edad es relativo, pero hay un freno interno. Se oponen simplemente porque el yo es una organización y lo otro no. No se oponen en tanto a sentido, por ejemplo podemos ver un chico de 3 años que dice “Yo quiero…” y eso no tiene mucho freno si no viene de los otros, porque el mismo yo va en el sentido de lo pulsional y quiere la satisfacción. Pero ya es de otra manera, porque decir “yo quiero…” no es tirar abajo todo y arrasar con los otros. Los chicos muy chiquitos ven que otro tiene un juguete, lo quieren y esto es casi signo de vitalidad: van, le arrancan el juguete al otro niño. Luego van construyendo frenos internos.

La impulsividad es propia de la infancia y esto me importa, porque en este momento se habla exageradamente de chicos impulsivos como patología. Se dice que nacen con problemas neurológicos o genéticos que los llevan a ser impulsivos y en realidad todos los chicos chiquitos son impulsivos y el freno a la impulsividad es algo que se construye a lo largo de la infancia. Es más, uno podría decir que se da con la constitución del yo de placer, pero es recién con la constitución del yo de realidad definitivo (el yo del El yo y el ello), ese yo que cabalga entre el ello, el superyó y la realidad como cuarta instancia; es recién ese yo efectivamente el que se va a oponer a lo pulsional. Ahí recién se arma una cadena de representaciones que frena el devenir pulsional. Bion dice que si no existiera el pensamiento, todos funcionaríamos de manera impulsiva. Es el armado de representaciones preconscientes lo que permite que frene. Durante la primera infancia esto se va construyendo y muchas cuando trabajamos con niños uno tiene que trabajar en relación a esto, cuando esto no se ha construído.

En la constitución de las pulsiones nos encontramos con varias cuestiones. Una de ellas es qué pasa cuando la pulsión no se constituye como pulsión sexual. Hay chicos que parecen sin ningún armado deseante. Están como en una retracción al vacío. En este momento está muy generalizado el diagnóstico de autismo, acá y en muchos países. Si además dicen que esto es biológico, entonces pareciera que estamos frente a una degeneración de la especie. Con lo que nos encontramos es con muchos niños que les falta esta cuestión de ir hacia el otro, como si la pulsión únicamente se satisfaciera autoeróticamente. O sea, no se dirige hacia un otro, entonces son niños que no se conectan con los otros. Son chicos desconectados de los otros. Allí hay algo en la constitución pulsional donde esto de la búsqueda del objeto para la satisfacción ha quedado en la vuelta sobre si mismo, al mismo punto de llegada, que en realidad es lo mortífero de la pulsión. Si uno va a Más allá del principio de placer, lo que se puede pensar es que hay un giro, donde están las pulsiones parciales y las grandes pulsiones (de vida y de muerte). En toda pulsión parcial hay un movimiento hacia afuera que tiene que ver con lo vital, con eros en juego, y un circuito de cierre que si llega a la fuente es lo mortífero. Sería la vuelta absoluta en cero, a la nada, a la no tensión. En estos chiquitos, hay algo de esto que es lo preocupante y no depende de causas biológicas. ¿Por qué se produce en esta época? ¿Cuál es su dificultad para libidinizar el mundo y dirigirse hacia el afuera? Para libidinizar al mundo, el mundo tiene que ser mostrado como algo digno de ser atendido.

Por otra parte, también nos encontramos con algunos niños que se conectan con los otros, pero tienen un funcionamiento particular. Por ejemplo, una niña de 5 años llega al consultorio. Está en preescolar y en la escuela suponen que no puede pasar a primer grado porque es una nena a la que no se le conoce la voz desde los 3 años. La diagnosticaron con TEA desde los 2 y estuvo con tratamiento cognitivo conductual. Le fueron cambiando el diagnóstico. La escuela relata que es una nena que llega a la escuela, la nena hace un gesto, va un nene y le saca la campera, otro le acomoda la mochila y ella no se mueve. La llevan, la traen, la ponen, la sacan y ella hace todo lo que los otros le dicen. Cuando la atiendo, le pregunto a la nena qué quiere hacer y ella me responde “Decí vos”. Le digo que yo no voy a decir. Yo le había dado un montón de material y le digo que puede hablar, dibujar, jugar, que elija ella. Varias sesiones en esa línea, donde yo le decía que si ella se quería quedar quieta y callada, yo no tenía ningún problema, que podía esperarla todo lo que necesitara, pero que no iba a decirle lo que tenía que hacer. Por supuesto, con otros nenes yo tengo una actitud mucho más activa, pero acá no.

Después de un tiempo, ella empieza a proponer tímidamente. Pero si se le caía un lápiz me miraba para que yo lo levantara. Hacía este tipo de cosas. No se ponía la campera sola ni se la sacaba. En esta chiquita, si uno lo piensa desde el punto de vista de las pulsiones, puede pensar que el movimiento de las pulsiones, así como hay un movimiento entre Rros y Tánatos; por otra parte la posibilidad de mirar el mundo, de acercarse al mundo y de dominarlo, sus objetos, el cuerpo, tal como se plantea en Pulsiones y sus destinos, esto se constituye en un vínculo con un Otro. Si las pulsiones se constituyen en un ida y vuelta. Freud plantea la cuestión de sujeto y objeto, pero no sujeto como lo entendemos, sino como posiciones en la pulsión.

¿Qué pasa con esta nena? Pareciera como si siempre hay Otro que toma el lugar activo. Es decir, la pulsión se puede fijar a un objeto pero también a una meta, a un modo de satisfacción. El modo de satisfacción en estos chicos, al que quedó fijado este tipo de chicos, es al polo pasivo. Siempre hubo Otro que irrumpió excesivamente y que no dejó margen para que alguien más apareciera. A partir de trabajar con esta nena, ella pasó a primer grado. Empezó a hablar en clase y a funcionar. Había en ella una fijación pulsional a una posición pasiva. Había que quebrar esta idea donde ella quedaba siendo mirada y movida por los otros. Ella no podía asumir el movimiento ni la mirada, que además son las 2 pulsiones (mirada y dominio) que se articulan en el deseo de saber.

Es difícil que alguien pueda aprender sin romper, sin dominar el cuerpo, la mano. Cuando un niño no aprende, a veces es por pasivos: no preguntan, son extremadamente “buenos”, no cuestionan. Y para aprender hay que cuestionar, preguntar, dudar de la palabra, investigar, meterse. Muchas veces los niños que tiran la escuela abajo aprenden, porque cuestionan, desafían y preguntan. En ese movimiento, van aprendiendo, aunque no sea lo que la escuela enseña. Son chicos que investigan, que buscan y quieren saber.

Veamos otro ejemplo. Niño más pequeño. Tanto el padre como la madre, tenían el mismo funcionamiento con este nene: cada vez que el nene iba a hacer algo y no le salía (ej. sacar una masa del envase o encastrar algo), el nene hacía una mínima protesta e instantáneamente alguno de ellos se lo hacía. Ahí hubo que trabajar con los padres, porque en el momento en el que ellos dejaron de hacerlo y que el nene pudo desplegar hacerse cargo de su propio cuerpo, tener una representación de sí que le permita moverse y que le permita irrumpir en lo otro y probar, empezó a hacerlo. Sin hacer mucho, a este nene le cambió la motricidad. Lo que nene estaba haciendo era apropiándose del mundo. estaba saliendo del circuito de pasividad en el cual, padres muy amorosos pero que no daban margen, hacían todo por él. A veces los padres no tienen tiempo, que es una cosa de esta cultura y no quieren esperar a que los chicos hagan. Esto también implica un modo de vínculo donde el otro deja de tener lugar de sujeto y queda como ojeto del Otro.

Si la pulsión queda fijada en el polo pasivo, van a haber dificultades para funcionar autónomamente, para aprender y curiosear. Las dificultades posibles son:

- Que no se constituyan las pulsiones sexuales o que el chico quede sujeto a las pulsiones de autoconservación.
- Que se se constituya la sexualidad, pero armada en una vía en donde queda exclusivamente ligada a una satisfacción autoerótica, sin hacer el pasaje del autoerotismo al vínculo con el objeto.
- Qué se constituyan las pulsiones sexuales, pero con predominio de la pasividad. Lo habitual es la alternancia entre el polo pasivo y activo de la pulsión. Freud dice mirar, ser mirado, mirarse… Va dando todo este circuito y hay chicos que quedan en una sola de estas fases y no pueden pasar a las otras.
- Que las pulsiones se armen, pero no logren articularse y que queden de un modo anárquico. Ahí hay una falla en el armado de una organización que ferene ese devenir pulsional. Con lo que nos encontramos ahí es con una falla en la constitución del sistema preconsciente y del armado narcisista.

Habría que pensar si saber es una pulsión o un deseo. De los chicos que se dicen impulsivos, que se llevan al mundo por delante, son chicos que funcionan como disparados. Ocurre también en estos chicos que corren de una punta a la otra del consultorio y que cuando agarran algo lo tiran. Esta modalidad de presentación se volvió muy presente en las consultas. La sensación es que no hay ningún freno. De lo que esto habla es que no se pudo construir una organización capaz de frenar todo esto. Y esto no se logra con consignas de afuera. Lo peor que se le puede decir a un chico así es “no te muevas, quedate quieto”. Para los chicos chiquitos, decirles que se queden quietos es equivalente a decirle “morite”. Lo entienden como “No me soporta” y un chico sin frenos no va a quedarse quieto porque se lo digan.

La única manera que algo de eso se vaya modificando es ir armando mediaciones. Hay que empezar a construir sistema preconsciente y armado narcisista. En la clínica con niños, uno tiene que posibilitar armado psíquico. Mucho más que desarmar, armamos. Con el adulto neurótico usamos la interpretación y desarmamos repeticiones. Con el niño también desarmamos repeticiones, pero armando psiquismo. Con los niños, la interpretación no tiene lugar, porque no hay aparato psíquico constituido. La interpretación implica interpretar el deseo reprimido. Si no se ha constituído la represión, difícilmente uno pueda interpretar algo. Un niño impulsivo con un sistema deseante pero sin frenos no se le puede decir “Vos en realidad estás furioso con tu mamá y te la querés comer”, va a salir corriendo a morder a la madre. No va a suponer que eso es la interpretación de un deseo, casi va a supener que es una certificación de lo que él quiere. Le estamos posibilitando eso, porque está consciente.

Piera Aulagnier, tomando Construcciones en psicoanálisis, plantea que con los psicóticos no se puede interpretar y que lo que hay que hacer es construir, armar construcciones, cadenas de representación que den cuenta de una historia. El tema es historizar, no interpretar. Con los niños, cuando digo que hay que armar mediatizaciones, es armar juego allí donde aparecía el puro funcionamiento pulsional. Si un chico corre de un lado al otro, intentemos a partir de eso armar alguna otra cosa que no sea el puro correr. Entonces, uno puede hacer que lo corre y que lo agarra, puede jugar a que saltan en caballito, pueden transformar el correr en aviones. Por supuesto que esto requiere poner el cuerpo y ponerse a correr con él. La clínica con niños no es de quedarse sentado en el sillón.

Si uno logra que el niño tenga un Otro armado, es decir, tener un armado a partir en el que arrojar objetos, por ejemplo, pueda ponerle palabras a eso que va haciendo, son maneras de transformar esa situación, que si no es algo que queda en una pura descarga. El modo de construir proceso secundario en la infancia es fundamentalmente a través del juego. Cuando son más grandes, también sirve el dibujo.

Hay niños que juegan solos y otros que lo incluyen a uno. En estos casos, donde no hay ninguna historia, en algún momento trato de hablar a ver qué historia hay en el juego y yo la escribo. Escribo lo que pasó hoy y podemos verlo la vez que viene, siguiendo con el juego. Se trata de armar historia y dejar algo que queden marcas, que no sea todo un movimiento al vacío. También se les pueden pedir que dibujen lo que pasó. El dibujo y la palabra son modos de traducción. Y el juego es un modo privilegiado en la infancia.

El deseo de saber puede quedar bajo una represión absoluta y aparecer problemas. Las manifestaciones posibles pueden tener que ver con la no investidura del mundo, la apatía, el retraimiento, la no adquisición del lenguaje. Pero además, fíjense como está en juego lo pulsional en muchísimas de las cuestiones que aparecen como cuadros del DSM, que no son cuadros psicopatológicos, sino carteles que no son diagnósticos de verdad. Ningún chico es TEA, aunque si hay chicos autistas. El TEA es un invento, como lo es el Trastorno con déficit de atención e hiperactividad, o el trastorno oposicionista desafiante. Son inventos funcionales a los laboratorios y que no tienen nada que ver con lo que a los chicos les pasa. Hay niños autistas, pero son mucho menos que los diagnosticados como espectro autista. Hay muchos chicos que no hablan ni se conectan y no son autistas. Y por otro lado, hay muchísimos niños que no atienden en clase por diferentes motivos. Muchos chicos se trepan por las paredes y muchísimos chicos que desafían todas las normas.

Problemas de atención.
Se toman como neurológicos a los problemas de atención. La atención que se le pide a alguien en la escuela es algo que se construye. Nacemos solamente con atención primaria y eso es casi refleja. Uno atiende solamente al estímulo, es la atención del pinchazo, donde a uno lo pinchan y reacciona. Lo que se le pide en la escuela a los niños es la atención secundaria, que requiere de la construcción del preconsciente para frenar el devenir pulsional. Necesita de la atención secundaria, selectiva, durante mucho tiempo y a cosas que a los chicos no les interesa. En realidad, tiene más que ver con la obediencia que con la constitución psíquica. Los chicos chiquitos no responden a consignas ni entienden por qué tienen que responder ni lo van a hacer si no tienen ganas. Funcionan mucho más de acuerdo a su propio sistema deseante que a la consigna que les da el otro. Distinto es el caso de los chicos de escuela primaria, que ya se han acostumbrado a que deben responder a consignas y si uno les explica bien, pueden entenderlo. Pero de los chicos más chicos no podemos esperar que funcionen como adultos ni como chicos más grandes.

Muchos cuadros que se diagnostican como TEA son dificultades para armar sistema preconsciente-consciente y un armado de organización narcisista suficientemente sólida como para frenar ese devenir pulsional. Entonces, se mueven sin rumbo, atienden a varias cosas al mismo tiempo y actúan impulsivamente.

Los chicos que no han logrado investir el mundo no son hiperactivos; más bien, pienso en los que se quedan muy quietos y no atienden a nada, como dormidos. Se conectan solo con sensaciones internas. A veces ni siquiera pudieron constituir el funcionamiento autoerótico, sino que la pulsión se dirige más bien a órganos internos del cuerpo. Son estos chicos que están pendientes de los latidos cardíacos, del calor y el frío, de sensaciones.

Los chicos que quedan fijados a un polo de la pulsión, por ejemplo fijados al polo exhibicionista, ser mirados por otro. Ellos tampoco van a poder escuchar en clase ni atender a otros, porque están esperando a ser mirados ellos. Solo a través del reconocimiento de los otros se puede constituir como siendo alguien.

Los niños que han sufrido situaciones de violencia no atienden en clase, porque están pendientes de mil cuestiones simultáneamente y porque predomina en ellos un ritmo asignado por urgencias. Entonces, un chico que se constituye de un modo en que lo pulsional funciona en forma de una excitación constante tiene puras cantidades pulsantes excitantes, están fragmentados.

Dominio motriz.
Así como la atención se constituye en una historia, el dominio motriz también se constituye en una historia que implica al narcisismo, preconsciente… El dominio motriz se constituye a la par de representación unificada de sí. Si uno no se siente entero, no se puede mover, porque siente que se parte en pedazos. Pero además, el chico tuvo que haber sentido que se podía separar del Otro, de la madre o de quien ocupe ese lugar y volver. Tuvo que haber hecho un movimiento de ida y vuelta.

Con la atención decíamos que alguien tuvo que haber mostrado el mundo como digno de ser investido. El otro día pensaba que cuando los niños ven a los adultos con el celular, los chicos y aún bebés buscan el celular. Es a dónde se dirige la mirada del adulto que ellos dirigen la mirada. Pero entonces, lo que se les está dando es un mundo de pantallas e imágenes, pero no de personas. Lo que aparece libidinizado por los adultos son las pantallas. Los chicos que no se conectan con nadie suelen manejar las máquinas a la perfección y uno piensa que son genios por eso. En realidad las manejan porque las tienen desde que nacieron.

Hay veces que la constitución misma de la pulsión se da, pero en un vínculo que es sobreexcitante, sobrestimulante. No tienen la posibilidad de ligar la excitación y ligarla al deseo. No hay un armado deseante y esto los lleva a un movimiento sin rumbo, porque la manera que tienen de descargar la excitación es con el movimiento, que es lo único que puede hacer un chico: moverse, gritar y no muchas más posibilidades.

Dificultades en la distinción del adentro y el afuera. Si alguien está sobreexcitado, son chicos que quieren escaparse de lo interno. No pueden diferenciar entre estímulo y pulsión. La primera primera diferencia que se establece entre estímulo y pulsión, les es difícil de establecer y de realizar, porque se les confunde el afuera con el adentro. Por ende, se van a mover sin rumbo, porque tienen sed y se mueven, etc.

También existe, por parte del chico, la suposición de que su cuerpo es controlado por otro. Hay veces que sienten que es la madre la que controla sus movimientos y se van a tratar de escapar de eso. Intentan salirse de la mirada materna en el intento de recobrar un dominio, pero ahí se manifiesta la angustia como descontrol del dominio del propio cuerpo y hacen una vuelta por la que intentan volver a quedar bajo la mirada de la madre.

Todas estas son determinaciones que llevan hacia la hiperactividad, a la desatención, a que alguien no pueda frenar ni menos tolerar las 8 horas de clases que hay que tolerar ahora.

Niños desafiantes.
No son chicos con dificultades biológicas ni neurológicas. En general han armado el deseo de saber, tienen muy buen lenguaje, pueden aprender con relativa facilidad pero se pelean permanentemente con el mundo. Se pelean con el mundo porque suponen un mundo peligroso. Lo que a veces las escuelas no registran es que se trata de niños asustados. Suponen que desde afuera, esta idea de “comer” le viene desde los otros. No confían en los adultos ni en otros. Intentan sostener un armado narcisista precario. También suponen que las normas de los adultos son normas tiránicas.

Con estos niños hay que trabajar para construir un vínculo de confianza, en donde el adulto no es otro chico y pueda hacer sostén.

Con los padres, debemos posibilitar que este chico sea investido para que se despierte el funcionamiento pulsional y para que sea un buscador de objetos. Con los padres, hay que trabajar mostrando que ese nene es alguien digno de ser investido, que es lo opuesto que se hace cuando se les dice que es autista, que queda fuera de los intercambios simbólicos. El niño es vivido como un bicho raro, como alguien que queda afuera. Si uno demuestra que es un niño digno que se le hable, que se juegue con él, que es alguien con quien ellos pueden poner en él sus propios deseos, abrimos en el chico esta posibilidad de registro del mundo y de ubicación en él. Uno puede trabajar junto a los padres, dándole una representación diferente de ese hijo.

Algo que se puede hacer con los padres de hijos, cuando están totalmente desbordados porque les cuesta armar representaciones preconscientes, ayudarlos a ellos para que también puedan ir pensando modos de armado preconsciente para el hijo. Muchas veces esto tiene que ver con juegos, cuentos e historias. De esto los chicos actualmente carecen bastante: la palabra, el juego compartido, etc. Hay que sacarlos de la pasividad, ayudarlo a metabolizar las pulsiones. Todas estas son metas que vamos teniendo en el psicoanálisis con niños. Es un trabajo fascinante en el cual hay que jugar y jugarse bastante.

Héctor Yankelevich dice que con los chicos graves hay que poner el propio deseo de que el otro viva. La propia pulsión de vida, digo yo. Y muchas veces frente a lo mortífero de este funcionamiento pulsional, donde todo el tiempo hay un cierre y una repetición a lo idéntico, uno tiene que poner en juego la propia pulsión de vida, para que el otro viva y para uno sostenerse en ese vínculo.

Pregunta: Te quería preguntar qué pasa en las situaciones de vulnerabilidad social.
B.J.: Hay que preguntarse por la condición que tienen los adultos de libidinizar a otro cuando las urgencias son terribles. ¿En qué condiciones está una madre que siente que no puede satisfacer las necesidades básicas de sus hijos para erotizarlo? Muchas logran hacerlo.

Hace un tiempo me pasó que un chico me preguntó si le podía comprar algo para comer en la puerta del Burger King. Le dije que si. Yo le iba a comprar la hamburguesa más grande y el nene me preguntó si podía también tener el juguete. A mi me conmovió, pensé qué suerte que ese nene pueda pedir esto. Los chicos no solo necesitan comer. Esa es una base para que se pueda constituir la pulsión sexual, que insisto, es a partir del plus de la satisfacción de la necesidad. Que ese nene quisiera el juguete me pareció maravilloso. Es un movimiento deseante, no es solo la necesidad sino aquello que nos hace humanos, que es el deseo y no la pura necesidad.

Fíjense lo que se hace en los campos de concentración y en todas las situaciones límite: hambrean a la gente. Si uno quiere dominar a otro, lo lleva a situaciones de hambre, porque allí va perdiendo las cuestiones más básicas que hacen a lo humano. Es cierto que hubo gente en los campos de concentración que pudieron sostenerse, como se lo plantea en “Más allá del límite”. Habían madres que daban su pedazo de jabón, de papel y de comida para alimentar al chico que necesitaba. Pero hay un punto donde alguien queda reducido a la pura necesidad y se animaliza. ¿Hasta donde se puede sostener la sexualidad en una situación de carencia extrema, en donde lo que está en juego es la pura autoconservación?

Lo del nene que pide el juguete es lógico, porque es lo que piden todos los chicos. Que no se quedara sólo en saciar el hambre. Es fundamental que un niño tenga juguetes y pueda desplegar todo eso.

Los niños viven las situaciones sociales tanto o más que los adultos. Aunque no lean los diarios. En la crisis del 2002 apareció en un diario “Los niños están desatentos en las escuelas”. Obvio, los niños iban a estar desatentos en la escuela porque no había cabida en la cabeza de los padres para ellos.

De la misma manera que se habla de bajar la edad de punibilidad, cosa que es un disparate absoluto e implica no entender nada de nada de lo que es un adolescente. 

Si se sanciona algo así es porque en la vida pensaron en el funcionamiento psíquico de un adolescente. En una sociedad que privilegia el consumo por sobre todas las cosas, un pibe que no puede consumir va a forzar límites para poder hacerlo.

Un adolescente no deja de delinquir por las penas que pueda tener. Eso lo hace un adulto. Un adolescente jamás, porque los adolescentes quieren ser héroes. Díganle que lo van a matar si delinque y va a delinquir. Eso es algo mucho más valioso para un adolescente, que pensar que no le va a pasar nada. La lógica de “Hago si no me pasa” puede ser de un chico chiquito y puede ser antes de la constitución del superyó, de la conciencia moral de “si me miran, no lo hago y si no me miran lo hago”, porque no hay nada internalizado. En la adolescencia no es así: el adolescente quiere ser el héroe, su fantasía es de la heroicidad y entonces puede arriesgar la vida. La única posibilidad de detener la delincuencia no es aumentar las penas, sino darle proyectos alternativos. Garantizarles proyectos a futuro y meterlos en situaciones como orquestas, grupos de teatro, murgas, etc.


Pregunta: ¿Qué pasa con los chicos que cuestionan todo en la casa?

B.J.: Estos chicos de los que hablábamos cuestionan todo, no hay norma que les venga bien en el ámbito que sea. Son chicos que suponen que no hay diferencia niño-adulto, en una sociedad donde se han borrado las diferencias. Los adultos no sostenemos la diferencia con la infancia ni con la adolescencia, se confunde todo y criamos chicos que no soportamos.

Se les da una omnipotencia desde bebés, más o menos. Se les pregunta todo desde que nacen, lo cual está bien siempre y cuando sean las cosas que hacen a ellos, pero se les termina preguntando dónde vamos de vacaciones. Se les quiere hacer creer que ellos deciden lo que no deciden. Al darles un lugar indiferenciado con los adultos, se les da poder y todo chico se supone omnipotente. El problema es que los adultos los supongamos así. En el momento en el que se los supone omnipotentes, se les otorga un poder absoluto y absurdo, porque esto al chico lo deja totalmente desprotegido. Finalmente los adultos se violentan, porque siempre tienen más poder que los chicos. Entonces, se habla de que hay mucha violencia contra los chicos, pero los adultos están muy violentos con los chicos, porque justamente porque han primero dado un paso donde los han ubicado en un lugar imposible.

Hay que recuperar la idea del adulto protector, no el adulto autoritario como el de la horda primitiva. La única manera de transmitir normas es cumpliéndolas uno. O sea, los chicos no acatan normas que se les sean dichas. Los chicos aprenden lo que ven, lo que viven y lo que sienten. Si los adultos no respetamos las normas, los chicos difícilmente aprendan a respetarlas. Pero además, los adultos para ser respetados debemos funcionar como protectores, no como iguales ni autoritarios. La diferencia entre el niño y el adulto es que él protege al niño.

También ocurre que los niños están muy asustados, en la casa, en la escuela y en todos lados, porque esa misma omnipotencia que se les ha atribuido los deja indefensos y con un mundo que suponen totalmente hostil. Son chicos que salen al mundo como si fuera a la guerra, todos los días. Van a la escuela como si fuera a la guerra y van ahí a pelearse, porque suponen que los demás los van a atacar y que no hay adulto que los vaya a proteger. Además de lo que pueda pasar entre los chicos, no hay un adulto que ponga orden y proteja. Quedan librados a la anomia total y cuando los adultos dictan normas, lo toman como arbitrario. “Solo me reta a mi”, dicen.

Pregunta: ¿Podrías ampliar lo del armado deseante?
B.J.: En el camino del armado del deseo, no es la pura descarga pulsional, sino que hay una direccionalidad. Se arma el deseo a partir de las vivencias, vivencias en donde lo que se busca encontrar es algo que fue una vivencia de placer. El recorrido es para el reencuentro con una vivencia de placer. En este registro de tanto sobreestímulo y sobreexcitación no puede quedar ligada ni armada la vivencia. Quedan huellas como si fueran marcas sin estar ligadas entre si. Entonces no queda después una búsqueda clara a eso que jamás se va a poder encontrar, pero que es el movimiento mismo deseante. Pero si queda una búsqueda que no se sabe para qué lado va. Por eso digo, quedan en un estado de excitación permanente.

domingo, 29 de marzo de 2020

Freud en el período de entre guerras

De la biografía de Peter Gay, La vida de Freud en 1919, mientras escribía Das Unheimliche y Más allá del Principio de placer:

"La situación del propio Freud y de su familia era desesperada. La preocupación por la mera supervivencia prevaleció en su vida durante dos años más. En Viena la comida era desagradable e inadecuada, y los materiales para la calefacción escaseaban tanto como durante los últimos dos años de la guerra. El gobierno racionó severamente todas las mercaderías; incluso la leche resultaba difícil de obtener. Hubo semanas en las que solo se dispuso de carne de vaca para los hospitales y para empleados públicos tales como los bomberos y los conductores de tranvías. Se proponía el arroz como sustituto de la carne. Incluso quienes tenían cupones de racionamiento de jabón no encontraban el producto en los comercios. No había prácticamente petróleo ni carbón, y en enero de 1919 sólo se entregaba media vela por familia"

...Freud escribía en una habitación cruelmente fría. "Todavía estoy en pié y no me considero responsable en absoluto del absurdo de este mundo", decía. Mientras tenía que cobrar sus sesiones en kilos de papas o grasa para cocinar.

Pero así y todo seguía produciendo!!!

miércoles, 22 de enero de 2020

La pulsión no es la perversión.


Por Alma Barrera
Podemos pensar que lo fundamental de la pulsión es que el sujeto no está aún colocado en ella, mientras que lo que define al perverso como sujeto es su localización como objeto “a” a nivel del fantasma. Desmiente así, a la vez que reconoce, el valor de la castración. Es así como Lacan propone que “la pulsión no es la perversión”. En esta diferencia conceptual, de enormes consecuencias para la clínica, se propone avanzar este trabajo.


      En Tres ensayos de teoría sexual, Freud analiza la sexualidad en las perversiones, indicando que hay un carácter anómalo en la sexualidad del ser humano. Establece allí una ruptura entre la sexualidad del animal y la humana, y señala que la sexualidad en buena medida está desligada de la función reproductora, y que en ésta no hay ninguna posibilidad de complementariedad. La razón fundamental se debe a que la sexualidad en el ser humano —un ser hablante— está inscripta en el campo del lenguaje desde su nacimiento. Debido a ello, el lenguaje trastorna todas las necesidades biológicas, cerrando el camino a una satisfacción enteramente natural. 



         El lenguaje, en tanto que pre-existe a todas las necesidades, se inscribe en el registro de la palabra, que se expresa en la demanda. La demanda implica que toda palabra tenga como efecto una pérdida de satisfacción respecto a la necesidad. Esta pérdida depende del todo de su carácter siempre equivoco, en la medida en que el significante puede significar algo más. No hay un lazo unívoco entre el significante y el significado, ya que la simple articulación de la palabra produce una discordia entre éstos. El significante no es idéntico a su significado, ya que no puede significarse a sí mismo. Por tanto, hay una estructura de discordia fundamental que establece como Ley: eso jamás. El significado, por su parte, se desliza bajo el significante para significar otra cosa: pero aún así. Aquí se ubica la causa del fracaso de la demanda, fracaso que resulta de la división del sujeto entre lo enunciado, lo que demanda, y la enunciación, lo que está más allá.


         En Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, Lacan afirmará que “el deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra de la necesidad: margen que es el que la demanda, cuyo llamado no puede ser incondicional sino dirigido al Otro” (1). En el punto donde la demanda fracasa surge el deseo, que no es sino la huella, la marca, de una pérdida de satisfacción. A partir de esto, se puede decir que el deseo se articula no sólo con aquel resto insatisfecho que se produce —lugar donde el sujeto queda dividido por la imposibilidad de una satisfacción—, sino también con una parte de la estructura del lenguaje que se designa como lo imposible de decir, el goce.



domingo, 28 de octubre de 2018

Notas de lectura sobre Lacan y la anorexia.

por Silvia Elena Tendlarz
La perspectiva lacaniana se contrapone a toda psicologización de la anorexia. Más que de un cuadro clínico independiente se trata de un síntoma articulado en una estructura.

Lacan aborda la cuestión de la anorexia en distintos momentos de su enseñanza relacionándola con diferentes conceptos:

  • la agresividad del narcisismo (1938);
  • la dialéctica entre la necesidad, la demanda y el deseo (1958-60);
  • la operación lógica de "separación" y el objeto oral como "nada" (1964-67); y
  • el saber y el goce (1973).

Estas articulaciones no son arbitrarias, corresponden a distintas prevalencias de los registros en la enseñanza de Lacan: lo imaginario antes del inicio de su enseñanza en 1953; lo simbólico en la década del 50; lo real en los 60; y la equivalencia de los tres registros en relación con la primacía del goce en los 70.

1.- Agresividad del narcisismo
En "Los Complejos familiares" (1938), Lacan se ocupa del "complejo de destete" y de la "imago materna" puesta en juego en la forma oral de este complejo. Indica ciertas formas de suicidios no violentos que se manifiestan en "la huelga de hambre de la anorexia mental, envenenamiento de ciertas toxicomanías a través de la boca, y régimen de hambre en neurosis gástricas"[1]. Y concluye que "el análisis de estos casos muestra que en su abandono a la muerte el sujeto busca volver a encontrar la imago de la madre". La tendencia suicida invocada aquí se enlaza más bien con la vertiente mortífera del narcisismo que Lacan trata en "Acerca de la causalidad psíquica" (1945).

2.- La oralidad no es la nutrición: Necesidad, demanda y deseo
Lacan aborda esta cuestión en "La dirección de la cura" (1958) a partir del caso de Kris de los "sesos frescos"[2]. Se trata de un joven intelectual de treinta años que presenta como síntoma una inhibición para publicar sus trabajos. Se quejaba de ser plagiario: le sacaba las ideas a un amigo. En el momento en que estaba por publicar un trabajo importante, dice en la sesión que descubrió en la biblioteca un tratado, publicado unos años antes, que contenía sus propias ideas. Kris lee el trabajo mencionado y le indica al paciente que el plagio no era tal. En un primer análisis anterior-con Melitta Schmideberg- se había puesto de relieve su tendencia a robar, con un desplazamiento de los objetos a las ideas. La respuesta a la interpretación de Kris -usted no plagia- es un acting out: cada vez que sale de la sesión, dice el paciente, va a comer un plato de sesos frescos.

miércoles, 4 de abril de 2018

Necesidad, deseo y demanda en el grafo del deseo (4)

Ver la primera clase Necesidad, deseo y demanda en el grafo del deseo.
Ver la segunda clase Necesidad, deseo y demanda en el grafo del deseo.
Ver la tercera clase de Necesidad, deseo y demanda en el grafo del deseo.

En el grafo, Lacan propone localizar al sujeto en su relación con el significante. Para que se comprenda, Lacan divide al grafo del deseo en 4 grafos distintos. El texto de la subversión del sujeto, que es muy confuso y difícil, lo que Lacan trata de subvertir es al sujeto de la teoría del conocimiento. En la relación entre el sujeto y el objeto, había una complementariedad. estaban dados, no había una confusión. Se planteaba una relación de acomodamiento o acomodación entre sujeto y objeto y esto es lo que va a subvertir Lacan, al sujeto de la teoría clásica, que era un sujeto cerrado, que podía acoplarse al objeto.


Lacan también subvierte el signo lingüístico de Saussure. El signo de Saussure era una unidad psíquica compuesta de 2 caras, donde el significado (s) estaba arriba de la barra y el significante (S) abajo. La barra vincula al significante con el significado.
Tienen una relación de biunicidad recíproca entre uno y otro. Saussure dice que la lengua es algo convencional, arbitrario. Dice que el signo es arbitrario, pero lo que implica que a un significante le corresponde un significado. El significado sería el concepto y el significante es la huella de la imagen acústica. Hay ideas, sonidos y correspondencia entre ellos: a un significante le corresponde un significado. Hay una unidad en ellos, por eso Saussure los encierra con una elipse. Hay una relación de correspondencia y junto a otros signos componen la lengua. Estos signos, se relacionan por oposición y diferencia. Por ejemplo, el día es día porque hay un significante noche.


Lacan va a destruir el signo lingüístico de Saussure, junto al sujeto de la psicología clásica y de la teoría del conocimiento:
La barra en Lacan implica resistencia. Esto es muy importante, porque esto es lo que tiene que ver con la barra que encontramos en $ (sujeto barrado) o en Ⱥ (Otro barrado). Es la barra que sería el falo, ɸ, que es el símbolo que marca la falta del significante en el Otro.


Lacan invierte el lugar del significado y el significante para marcar que el significante tiene primacía sobre el significado y que en realidad son 2 estamentos distintos que no tienen correspondencia, sino que el significante y el significado se da en la articulación significante y así se producen los efectos de significado. Por eso va a decir que un sujeto es lo que representa un significante para otro significante. Esto sería, en la cadena significante, la cadena mínima.

S1                                S2


$


Lacan va a hablar en el grafo I, de un sujeto mítico de la necesidad (Δ). Está la línea del significante (S - S’), que es la diacronía. Es donde se produce la metáfora, la metonimia. Es lo que nosotros escuchamos y leemos cuando el paciente viene y nos habla. La línea diacrónica del significante se cruza con otra línea, que tiene que ver con la intencionalidad del sujeto cuando se quiere ir hacia la búsqueda del objeto.
El sujeto mítico de la necesidad (Δ) tiene la intencionalidad de encontrar el objeto con el objeto y en su lugar se encuentra con el código ©. En este primer grafo, Lacan se está remitiendo a términos de la lingüística. El código va a puntuar y va a hacer de obstáculo a este encuentro del sujeto con el objeto. El código es el lugar de todos los signos de una lengua, en este momento. Luego vamos a ver que no, pero en este momento pensemos que están todos y esta es la manera como nos entendemos. Si dicen un chiste y no pertenecemos a la misma comunidad, no lo entendemos. Es necesario que compartamos el mismo código. Cuando el sujeto se encuentra con el código, la necesidad se transforma en demanda. La demanda es un pedido. ¿Pero quién va a significar lo que el sujeto quiere? Pensemos en un bebé que grita. Hay un otro que va a tener que decodificar lo que el bebé necesita, lo que quiere y va a tener que darle un significado a ese grito. Ese grito, entonces, se transforma en un llamado y va a definir qué es lo que quiere ese chico: tiene hambre, tiene frío, etc. Entonces, así se produce el mensaje (M). Pero como el bebé no está metido en el sistema de signos, en realidad, vuelve otra vez al código para que sea sancionado. Es retroactivo. Sacamos código y ponemos Otro (A), porque el Otro no está compuesto por todos los significantes de la lengua, sino que le faltan significantes. En lugar de mensaje, ponemos significado del Otro [ s(A) ].


Entonces, el sujeto se encuentra con el Otro, que va a estar encarnado como un sujeto como el lugar y el tesoro de los significantes y el sujeto va a constituir su mensaje en s(A). Pero como los significantes están en el Otro, su significación también viene del Otro. Para que el mensaje se produzca, el sujeto necesita de esta función del Otro. Si no hay sanción del Otro, no se produce el mensaje. Entonces, Lacan va a apelar a lo que es el punto de capitón o de almohadillado, para decir que ocurre lo mismo cuando se produce la puntuación en un sistema de comunicación, que en realidad es fallido, pero va a decir que se produce algo así como el modelo del punto de capitón, porque hay un entrecruzamiento de los hilos que cuando se produce una tensión de los hilos, la superficie se acomoda a esa tensión. Eso sería la puntuación en el mensaje que el Otro da. Esto lo veíamos la vez pasada con la frase “Ay, así yo no puedo seguir viviendo”. Si puntuamos en “Ay, así yo no puedo”, la parte “seguir viviendo” cae por fuera. Esto es lo que ocurre cuando nosotros puntuamos en análisis. Puntuamos lo que el sujeto dice para darle un significado diferente. El significado, entonces, se lo da el Otro en su sanción y en su puntuación. La puntuación tiene que ver con la metonimia de lo que va diciendo, pero que quizá puede llegar a producir una metáfora, porque con esto vamos a introducir al segundo piso del grafo.


El sujeto se va a preguntar qué queremos decir con lo que estamos diciendo. El resultado de la operación es el sujeto dividido ($), porque el Otro al sancionar un sentido, no lo puede decir todo. Entonces esto produce que surja la falta en el Otro. Al surgir la falta en el Otro, surge la pregunta del sujeto por esa falta y por ende, el sujeto dividido entre un significante y otro significante que lo representa.  Porque en realidad antes de ir a pedirle algo al Otro, el Otro no puede satisfacer a la demanda. Acuérdense que del objeto perdido de la necesidad, lo que surge es la demanda, que se articula en significantes. Pero hay un resto que la demanda no puede articular, que es el objeto a que cae. Es el objeto perdido aún antes de haberlo hallado, porque está perdido por el lenguaje. No existe la posibilidad de que el lenguaje abarque una significación completa. Ese objeto a que cae, va a ser causa del deseo. Ese objeto a cae de la posibilidad de estar completo, por eso es la causa del deseo y de esta mentira al Otro, que es al Otro tesoro de los significantes, porque no existe ese Otro completo, ese código. Ahí tenemos la diferencia entre lo que es el objeto causa de deseo y el objeto del deseo del fantasma que después vamos a ver.


Tiene que haber una falta en el Otro para que el deseo aparezca. Por eso, si en el Otro no aparece la falta, tenemos el autismo, por ejemplo. Puede ser que el Otro sea un neurótico, pero que para ese chico a ese Otro no le falta. Ahí no se va a encontrar con la falta en el Otro, entonces no aparece el deseo y ahí no se va a poder constituir el deseo dividido. Todo le va a hacer signo, porque no cae el objeto a. Ese objeto viene del Otro, tesoro de los significantes.


Luego Lacan cambia el lugar del sujeto en el grafo:
Dice que el sujeto ya está dividido. Pone ciertas líneas quebradas, que significa que se trata del significante, que son elementos discretos. Un significante remite a otro y son discretos hay S1, S2, etc. Entonces, el sujeto ya está dividido desde que nace. En realidad no porque no hay inconsciente, pero el objeto de la necesidad ya lo perdió por el hecho de haber nacido. Por eso en el significante ya pone esta línea del sujeto en el encuentro con el otro como cortada, un trazo quebrado. En cambio, el trazo pleno marca una unidad de sentido. Se produce un mensaje y hay una unidad de sentido. Hay una cierta estatización de la significación y tiene que ver con el yo, ya lo vamos a ver. De S a s(A) también hay una línea quebrada porque son significantes.


Al final del recorrido del grafo nos vamos a encontrar con los ideales. Lacan va a poner al ideal del yo I(A). Los ideales van a estabilizar la significación del sujeto. I(A) es una marca del sujeto, porque el lenguaje y por la omnipotencia del Otro. Es un emblema, un rasgo de esa omnipotencia. Esa marca estabiliza al sujeto en la significación: “Soy...”. Cuando viene un sujeto a consulta, puede venir desde I(A). Dice “Soy…”, desde una identificación estabilizada y no desde el $, como se presenta más la histérica. En cambio lo del “Soy…” es más una presentación del obsesivo. El resultado del recorrido hacia I(A) es la estabilización. Cuando hablamos con una persona, generalmente nos encontramos con que están estables en sus significaciones. Esto viene como una marca que le da una cierta identificación simbólica a un rasgo del Otro que tomó. Al tomar un rasgo del Otro e identificarse con ese rasgo, el sujeto no se identifica con la falta, sino con un rasgo que es más del ser. El Otro aparece sin barrar, porque el neurótico no quiere saber nada con la castración del Otro, incluso sufriendo a costa de su propia castración. El sujeto prefiere ser él mismo el que no puede, el que le cuesta y no al Otro. Así aparecen los Otros malísimos, o super bondadosos. Cuando el neurótico se queja, habla de un Otro sin agujeros, que lo castiga y es omnipotente. Este Otro tiene distintos nombres en la enseñanza de Lacan:
  • el Otro primordial, generalmente la madre o quien haga esa función,
  • el Otro de la interdicción,
  • el Otro del otro sexo, tanto para el hombre como la mujer. El Otro como hétero, que es el Otro. Por eso tenemos el enigma de la femineidad, que es el Otro del otro sexo, tanto para el hombre como para la mujer. La sexualidad es una posición.


En el grafo II, va a mantener la estructura, pero se va a referir a las formaciones del inconsciente para luego referirse al grafo III, que es el segundo piso.
Acá estamos en el primer piso. β’ va a ser el moi y β (objeto metonímico) posteriormente va a ser i(a). El circuito del discurso corriente. De A parten los significantes de un sujeto que se ubica en el lugar del que habla (yo) que hablo de un objeto y armo un mensaje sobre un objeto. Ese mensaje luego es sancionado por el Otro. Esta es la comunicación y el discurso corriente. Yo hablo de tal cosa con otra persona. Es un mensaje para el Otro y el Otro sanciona. Se trata de la palabra vacía, porque en este punto lacan habla de palabra plena y palabra vacía. La palabra plena tiene que ver con algo de la verdad que pudiera asomar, si bien no se alcanza. Es un yo que habla de un objeto (que después va a ser i(a), que es la imagen del objeto velado, del objeto que satisface al yo, al moi). El yo (je, que indica el sujeto que habla en el discurso), habla de un objeto al Otro.


Lacan se refiere al ejemplo del chiste que habla en el seminario V de formaciones del inconsciente. De hecho, este grafo está en el seminario V y el anterior está en El deseo y su interpretación del seminario VI. En el seminario V y VI y en los escritos es donde despliega el grafo. El V es formaciones del inconsciente y el VI es el deseo y su interpretación.


Pregunta: Todos los pisos y las modificaciones que Lacan fue haciendo, ¿siempre es con la intención de ubicar al sujeto en relación con el significante?
Al sujeto en relación con el significante y además a ubicar al inconsciente como estructurado como un lenguaje. Porque en el segundo piso vamos a hablar del inconsciente y el deseo. Porque en realidad el sujeto con relación al significante es que ese significante lo representa para otro. O sea que está dividido. Lacan dice que no hay correspondencia entre significado y significante, que en realidad hay articulación entre significantes y que nunca se abarca el sentido de forma completa. No hay un significante que le diga al sujeto quién es, qué es para el Otro, que tiene que hacer...  Hay una estrategia por la cual el sujeto se sirve para poder responder a estas preguntas: el fantasma. Del lado derecho del grafo tenemos las preguntas. Y del lado izquierdo están las respuestas.


Lacan se sirve del chiste de famillonario. Famillonario no es una palabra que está en el código, entonces Lacan intenta explicar mediante este grafo es la interferencia de un lapsus. Va a decir que el yo va a hablar de un objeto. El objeto podría ser “me trató familiarmente”, pero en realidad el objeto, que siempre es metonímico, se encuentra que en lugar de familiar, lo trató famillonariamente. Esto es sancionado por el Otro. Por homofonía se produce el chiste. Se trata de una condensación de familiar y millonario. Esto es la metáfora, que es la sustitución de un significante (familiar) por otro significante (famillonariamente). Pero es necesario de la metonimia para que se produzca la metáfora. Lacan dice que la metonimia es condición de la metáfora, como Freud decía que el desplazamiento es en la condensación en el resultado. No existe la metáfora si no es a partir de la cadena de significantes que es metonímica. Entonces esto nos introduce a la dimensión del inconsciente, porque “famillonario”, es una metáfora fallida. Para que no lo fuera, tendría que haber dicho “Me trató millonariamente”. Es fallida porque está la palabra familiar, que es lo que está reprimido. En realidad, lo que no muestra es que lo que realmente está reprimido, el significante reprimido, que es lo que está atrayendo en la represión secundaria, es el significante reprimido que es “familiar”. Seguramente ese significante está en conexión con algo del Otro en este hombre que dice el chiste, con su inconsciente. ¿Y por qué con el Otro? Porque el inconsciente es el discurso del Otro. Se constituye desde el Otro a partir de la falta del Otro y en el Otro. Este “familiar” está en conexión con el inconsciente de Heine. Está reprimido.


Pregunta: No entendí por qué la metáfora es fallida, si es que agrega un plus de sentido.
La metáfora nunca es totalmente lograda, porque tendría que haber una represión completa del significante. Según Jacobson, el lenguaje tiene la función de la metáfora y la metonimia. La metáfora es un plus de significación porque la fórmula de la metáfora es esta:
La sustitución de un significante por otro es congruente con el traspasamiento de la barra, que da un plus de significación que es positivo.
Para la metonimia:
La función de un significante en combinación con otro significante es congruente con el no traspasamiento de la barra, con que la barra siga ahí. No produce nunca un nuevo sentido.


El caso de famillonario no está completamente reprimido y entendemos el chiste porque es famillonario. El significante no puede decirlo todo, pero en la metáfora se puede decir algo más de lo que se puede decir actualmente. Por eso es tan importante el síntoma en su dimensión metafórica. Lo que está diciendo es que ese significante reprimido es el significante de la falta en el Otro.
Ahora tenemos:
D es el piso del enunciado y D’ es el piso de la enunciación. Es decir, lo que se dice y lo que está más allá de lo dicho, el decir.


Cuando el sujeto mítico de la necesidad, que ya Lacan le pone $ porque preexiste al orden significante, se dirige a buscar un objeto, se encuentra con un Otro (A), con el tesoro de los significantes. Ahí el sujeto encuentra la falta en el Otro. Entonces, el sujeto se encuentra con el deseo del Otro (A⬨d). Lo que le falta al Otro es el deseo y el sujeto se va a preguntar por eso. Por eso está la pregunta “Chi vuoi?” o ¿Qué me quiere?.


El sujeto se encuentra con el deseo del Otro, de la cual Lacan va a decir que la implicación recíproca del deseo en el campo del Otro. El sujeto de la necesidad se encuentra con el significante, entonces se transforma la necesidad en demanda y siempre es un pedido de incondicionalidad al Otro. Se trata de una demanda de incondicionalidad que el sujeto le hace al Otro, que implica que el Otro no esté atravesado por ninguna ley. El sujeto pide incondicionalidad, como pasa en las relaciones humanas, pero en su lugar se encuentra con la condición absoluta del deseo. La incondicionalidad que el sujeto pide es la incondicionalidad del amor, porque siempre la demanda es demanda de amor, y se va a encontrar con que es imposible, más allá de los esmeros narcisísticos. El Otro, bajo la condición absoluta del deseo, se va a negar algo, digamos, alguna de las suyas va a hacer.


La demanda del primer piso (D) es una demanda consciente. Es pedirle algo al Otro: que lo mire, que lo lleve al cine… Esto se estabiliza en un significado, que puede estar en el ideal del yo [ I(A) ] o en yo ideal [ i(a) ], que se corresponde con el moi. El yo sería apropiarse, de alguna manera imaginaria, del deseo. Es como si el que deseara fuera el yo, pero en realidad el deseo es el deseo del Otro. El yo se apropia imaginariamente de la enunciación, como si el yo creyera que es autor de lo que dice, cuando en realidad es el discurso del Otro. ¿Pero quién habla en un lapsus? El Otro. El yo es una estructura imaginaria, es la proyección de la superficie corporal. Para este yo hay un objeto señuelo que lo satisface, que es la imagen del semejante. El yo se satisface con la imagen del semejante, que puede ser como semejante, otro yo, que también tiene las mismas características y se hacen de señuelo el uno al otro. Acá estamos al nivel de la imagen nada más, que en realidad viene del Otro, donde están los significantes. El mensaje que se produce en el discurso corriente tiene los significantes del Otro. En el grafo anterior vimos cómo el discurso corriente sufría la interferencia de un lapsus. Esto es lo que muestra que en realidad cuando uno habla, habla el Otro. Se muestra en el lapsus.


En el segundo piso, la demanda insiste. Es el piso del inconsciente, sin que la demanda pueda ser sancionada por un Otro. La intencionalidad de la demanda, sin que el sujeto pueda reconocer ninguna intencionalidad ahí. La insistencia de la demanda para la cual el sujeto no reconoce su interdicción es la repetición, el más allá del principio de placer. Está ahí en el grafo y es la pulsión ($⬨D). Se escribe como el significante del Otro tachado. Se encuentra en una implicación recíproca con la demanda. Es la demanda la que va a dividir al sujeto, pero esta demanda tiene la característica de herir los agujeros del cuerpo. Es una demanda que se produce en el cuerpo. Acuérdense que Freud hablaba de que era el Otro el que introducía al sujeto en la pulsión vía la erogenización del cuerpo. Ese cuerpo, esa superficie, no es solamente imaginaria, sino que se produce satisfacción y goce. Pero no ocurre en cualquier lado, sino en los agujeros del cuerpo. Pensemos en cómo introduce el Otro la pulsión escópica: por los agujeros. Le hace borde -los párpados- a la mirada. Porque en realidad el objeto es la mirada, pero el objeto tiene que estar perdido. Porque si el objeto mirada no está perdido, no podríamos ver. Veríamos que nos ven por todos lados, como en el terreno de las psicosis, donde los ojos nos miran por todos lados. Tiene que sustraerse el objeto a siempre del Otro para que se constituya la posibilidad de ver, para que vaya ahí un objeto mirada perdido, es decir, desde el deseo y no objeto causa, para que haya mirada. Que sea pacificadora. Hay miradas y miradas, por eso el sujeto puede gozar con que lo miren, o con hacerse mirar.


Lo mismo pasa con la pulsión invocante, que es la voz. Con la pulsión oral, con la anal. El Otro, porque el sujeto es prematuro, va a erogenizar al cuerpo. Van a haber pulsiones que van a primar sobre otras en relación a esa relación que tiene el sujeto con la demanda del Otro. Hay demandas de miradas y constituyen al objeto mirada con lo que goza el sujeto. Para que se constituya pacíficamente el sujeto, se tiene que producir lo que es la intrincación pulsional. La mirada se tiene que intrincar con la voz. La madre puede no solo mirar al chico, sino hablarle, acariciarlo, mientras que da el pecho. En cambio, si tenemos una madre que le da la teta y mira hacia otro lado y el pibe cuelga, o una madre que lo mira todo el tiempo y no hay ninguna voz pacificadora, eso termina siendo muy siniestro para el chico.


Decíamos que el sujeto mítico de la necesidad se dirigía hacia el objeto, se encuentra con el tesoro de los significantes (el Otro). Como no está completo, en el pedido de incondicionalidad al Otro, el sujeto se encuentra con la condición absoluta del deseo. El sujeto se hace una pregunta sobre lo que el Otro desea pasando, por supuesto, por la pulsión. Fíjense que hay una duplicación de los pisos inferior y superior y complementariedad. Por ejemplo:
  • El circuito con trazo pleno del discurso corriente, en la parte de arriba está con trazo quebrado.
  • Del lado izquierdo tenemos las respuestas del sujeto: tenemos al Otro, al moi, al deseo, la pulsión.
  • Del lado derecho: el significante de la falta en el Otro, el fantasma, el significado del Otro y el yo ideal y el ideal del yo.
  • El fantasma ($⬨a) está en relación directa con el deseo (A⬨d). Es lo que le hace marco al deseo.


Cuando el sujeto se encuentra con el deseo, le va a preguntar al Otro en relación a la falta y el Otro le contesta con una pregunta: ¿Qué quieres? (Chi voui?). Es el Otro que pregunta primero. El sujeto va y pide, y el Otro de la demanda le pregunta qué quiere. Eso lo vemos con los chicos, que quieren que el otro les diga lo que quieren. El Otro no sabe lo que el sujeto quiere, entonces ahí es cuando se encuentra con el significante de la falta en el Otro S(Ⱥ). En realidad, es una respuesta, porque la respuesta es una pregunta que va a permitir que el sujeto se pregunte por qué me quiere ese Otro. ¿Qué me quiere a mi ese Otro que me pregunta a mí lo que quiero, si tiene que tener todas las respuestas?


La respuesta ante el deseo del Otro, que es lo que angustia, es el fantasma. Esta es una de las respuestas: tenemos al fantasma, el significado del Otro, el yo ideal y tenemos el ideal del yo. Esas son respuestas que van a dar una respuesta a lo que el Otro desea de uno. O es por la vía de una identificación a un ideal con un rasgo a un significante del Otro, o vía el fantasma. El fantasma está en el piso de lo no dicho, en la enunciación. Cuando el sujeto habla, habla de lo que quiere pero lo que quiere decir está en el vínculo fantasmático con el Otro. La pulsión tiene relación con el fantasma, en el sentido de que Freud habló de las voces gramaticales de la pulsión en su circuito. La pulsión tiene un recorrido y una meta. El trayecto, es el trayecto que va a hacer la pulsión alrededor del objeto, siempre en relación a los bordes del cuerpo. El objeto está perdido, por lo cual no va a ir al objeto, sino a los bordes del cuerpo y retorna siempre a la fuente. Por eso hablaba de los labios que se besaban a sí mismos, el retorno a la fuente. Freud decía que la pulsión siempre es activa, cuando en “Pegan a un niño” teníamos las voces gramaticales de la pulsión:


Voz activa
Pegar.
Oir
Voz refleja
Pegarse
Oírse
Vos pasiva
Ser pegado
ser oído


Lacan va a decir, acerca de la voz pasiva, “hacerse oír”, o “hacerse ver”, porque dice que siempre la pulsión siempre es activa. Las dos primeras formas son activas, pero lo que sería pasivo -ser oído-, en realidad es hacerse oír. Cuando la pulsión hace el cierre en el circuito pulsional, hay en el hacerse, según Lacan, hay un nuevo sujeto. En la primera y segunda voz (oir y oírse) no hay sujeto, es autoerótico. En la tercera voz hay un Otro, que aparece en el “ser oído”. Ahí está la cuestión del fantasma, donde Lacan va a decir “hacerse oir”, porque ahí aparece la relación del sujeto con el Otro. deja de ser autoerótica y pasa a intervenir la relación del sujeto con el Otro. Para que se produzca el fantasma, es necesario que la pulsión haga todo el recorrido alrededor del objeto. Luego lo veremos en un caso.


Hay sujetos que se presentan en el consultorio “haciéndose”. Esto sería el síntoma para lacan, porque lo que se trata es que está duplicado el moi, que sería la duplicación imaginaria del deseo (porque no es el sujeto el que desea, sino que desea el Otro). En el piso inferior está el moi y en el piso superior está el deseo. En el piso inferior está la imagen del objeto, señuelo del yo y en el piso superior está realmente la implicación del sujeto con el verdadero objeto del deseo, que es el verdadero objeto causa del deseo, que está perdido. En el primer piso estamos a nivel de lo imaginario (determinado por el plano simbólico) y en el segundo piso estamos en los 3 planos anudados: sujeto simbólico, imaginario y real.


Cuando nosotros recibimos a un consultante, vamos a recibir a veces a un sujeto que viene identificado a un determinado rasgo del Otro. A uno le dicen que es un rasgo igual al padre, igual a la madre… Uno escucha esto en relación a las identificaciones. También hay sujetos muy armados en el yo ideal, en la identificación a algo del orden de lo imaginario: mujeres arregladitas, cuestiones de la moda, que le da cierta prestancia imaginaria que les da una estabilidad en relación a su identidad de esa palabra con relación a su yo. Es como cuando se va a una entrevista de trabajo, eso tiene que ver más con el yo ideal.


Del lado izquierdo, tenemos el significado del Otro (1° piso) y el significante de la falta en el Otro (2° piso). El significado del Otro va a metaforizar ese significante reprimido, que es el síntoma. El síntoma lo que hace es sustituir un significante por otro significante, sería el síntoma como metáfora, pero no nos olvidemos que en el síntoma el sujeto se satisface. En la conferencia 17 Freud habla del síntoma como metáfora y en la 23, del síntoma como satisfacción pulsional. Fíjense en el grafo cómo se duplica, pero las líneas aparecen cortadas en el piso de arriba y unida en el piso de abajo.


Caso clínico:
Claudia (22 años) es psicóloga y como se interesaba por la clínica, le resultaba según ella necesario hacer un análisis y pasar por la experiencia del inconsciente. No hay un cuestionamiento del deseo, ella dice que no le pasaba nada. Desde su ciudad natal se vino a Buenos Aires a estudiar. Vive sola en un departamento que alquila y paga su padre, quien corre con todos sus gastos. Inclusive, él paga el tratamiento. Refiere no tener mucho de qué hablar, dado que “no tenía ningún problema con su familia”. La presentaba como una familia ejemplar. Del padre dice que es muy recto, trabajador y se ocupaba mucho de sus hijos. Tenía una empresa de seguridad y maestranza en la que también trabajaba su madre. De la relación de ellos comentaba que se llevaban muy bien. Su hermano estudia en otro lugar y otro hermano menor vivía con sus padres. Concluye esa primera entrevista diciendo que eso de no tener problemas, terminaba siendo un problema para ella, porque no tiene nada que hablar con sus amigas. Ella solo escucha lo que sus amigas dicen de sus problemas.


Ella viene y está en el piso de abajo. Por preguntas que yo le hago, la llevo a que ella termine diciendo que esto de no tener problemas termina siendo un problema para ella. Ahí surge el sujeto dividido, porque ella está entre 2 significantes. Eso que ella enuncia que no es un problema, termina siendo un problema. Ya en la primera entrevista sale dividida, que es a donde uno tiene que apuntar. No siempre sale en la primera entrevista. A veces, también vienen muy divididos y hay que des-dividir un poco.


Ella dice también “solo escucho lo que ellas cuentan”. Ahí está la posición subjetiva. Ahí leemos, aunque ella no lo sabe, que ante el Otro, ella escucha. Podemos pensar “yo escucho”. Estaríamos en un trayecto de la pulsión, la voz activa.


Refiere estar de novia desde hace 5 años y de este chico, va articulando una queja. Ella dice que él es muy bueno, pero que no la tiene en cuenta para el sexo. O sea, si es una queja, estamos hablando de una demanda que le hace al Otro. Es una demanda consciente, del primer piso. Dice que cuando discuten, la asusta su propia violencia. Ella le pega y termina echándolo, después de lo cual ella termina comiendo sola un paquete de galletitas sin poder parar. Es una secuencia que se repite. Encontramos la demanda consciente articulada en significantes, pero con algo del orden de la repetición que insiste en otro lugar de la cadena, que es en la enunciación (piso superior), porque estamos hablando de lo pulsional. Esto parece dar cuenta de la insistencia pulsional incoercible, iniciando el tour alrededor del objeto oral que satisface en su recorrido en el acto de comer. Esto lo vemos en un recorte chiquitito, porque además ella habla del yo, de lo que era el novio para ella, etc. También habla del fantasma, de la relación del sujeto con el objeto que está en el Otro…


En relación al ideal del yo, ella ocupaba un rasgo de ser tomada como la chica estudiosa, la que hacía todo bien, la que no llevaba ningún problema a la familia. Tenía este rasgo del Otro que había tomado que la nombraba de una determinada manera a la cual se identificaba y la estabilizaba en su significado siendo que con 22 años ya se había recibido de psicóloga.

En el desarrollo del análisis, comienza saliendo con un chico en forma paralela, de quien dice que le gustaba mucho. Relata una escena en la que termina haciéndole una felatio de parada. Se lo come, dice ella. Este hecho la consterna y se pregunta por qué.


Ella habla de 2 objetos: el objeto oral y la pulsión invocante, pero esto tendría que trabajarlo mejor. Claudia escucha: escucha en un empuje constante la voz de su madre que le cuenta acerca de su padre, que no la tiene en cuenta para el sexo y de que ella quiere saber cosas del padre, pero no le pregunta porque ella piensa que no le va a creer al padre. La madre dice que el padre es un mentiroso. A esta madre no le falta nada para esta chica. Y siendo mentiroso, al padre tampoco le falta nada porque el que miente tiene a la verdad de su lado. En ella, el Otro está sin barrar. Le pregunto por qué sí le cree a su mamá, intervención que le causa sorpresa y abre la puerta a la instalación de un síntoma analítico de su primera ubicación: la que no tiene nada que hablar pasa a la que no puede dejar de escuchar. Ella no puede dejar de escuchar a la madre, que le cuenta todo esto del padre. esto introduce la cuestión de la falta en el Otro. ¿Qué le pasa a la madre que le habla todo el tiempo de esto a ella? ¿Qué me quiere?, empieza a preguntarse por el lugar que ocupa ella en el deseo de la madre. ¿Por qué le habla a ella todo el tiempo, si tiene 2 hijos más?


Claudia escucha y se reserva para sí comer galletitas. Acá hay que ver cómo ella podría reservarse un espacio para el deseo, porque está muy tomada por el deseo del Otro, así que hay que ver cómo ella con esto de comer las galletitas se está reservando un espacio para su propio deseo. Obviamente acá se juega la pulsión, pero se anuda pulsión con deseo. Cuando Claudia escucha, es comida por su madre, que le come las palabras. Con el tratamiento, va dejando de escuchar y comienza a escucharse. Sin embargo, se queja de que no puede hablar con nadie de lo que le pasa, excepto conmigo. Le da vergüenza. No habla con sus amigas ni se puede hacer escuchar. Ahí está lo que le pasa a ella con este objeto que es la voz.


Claudia relata un episodio donde el hermano viene lastimado de una salida. Ella se pregunta si fue violado, o si fue algo consentido y si su hermano es homosexual. Se confirma la homosexualidad del hermano y la sífilis. El padre lleva a su hijo a tratarlo a una ciudad cercana para que nadie se entere. Aparecen denuncias de que el padre participó el proceso militar. Liquidaba gente. Esto la avergüenza, pero el padre dice que esto no era así. Su padre comienza a ausentarse de su casa; la madre se deprime. Él comienza una relación con una empleada de su empresa, la que queda embarazada. Ahí Claudia se siente engañada. Claudia comienza a poder hablar con sus amigas. Es importante para ella que pueda aparecer la falta en el Otro (tanto en la madre como en el padre) para que ella pueda preguntarse por el lugar que ella tiene para la madre o el padre, en el Otro, para que ella pueda empezar a desear y a hacerse escuchar. Salir de lo endogámico hacia lo exogámico.


Se separa de su novio, logra comenzar a hablar con sus amigas, comienza a salir con chicos. Su problema es no poder tener relaciones sexuales. Conoce a un chico que le gusta y dice que está para comérselo, pero posterga el encuentro sexual y solo le hace sexo oral. Los padres se juntan y se separan contínuamente, Claudia ya no viaja hacia esa ciudad. Lleva a su ciudad a una amiga que habla mucho para que la madre no le hable. La lleva como un señuelo para que ella sea la que hable y Claudia no tenga que escuchar a su madre. Refiere que con el novio comienza a tener relaciones sexuales y comienza a disfrutar. Dice que se hace comer a besos y esto le abre la vía del deseo. Dice que la calienta.


Fíjense cómo está articulado esta cuestión de la pulsión al fantasma. Cómo ella puede, en esto de comer y no poder parar, comer galletitas o comer penes, y pas a a poder hacerse comer por el Otro. Es como que la pulsión cierra el circuito y aparece algo más pacificador, la posibilidad de hacer un cierto marco que hace a la cuestión fantasmática, en este caso con el objeto oral. Acá habría que analizar el objeto voz, que no está analizado. Esto es lo que hacemos nosotros en un análisis, para que el sujeto pueda desear. A veces nosotros recibimos a sujetos que no tienen la posibilidad de calentarse por un hombre, una mujer… De desear al Otro y que la sexualidad deje de ser tan autoerótica. Que pueda pasar a anudarse el deseo, el amor y el goce, que es lo pulsional. Muchas veces esto viene desunido: aman, pero no tienen deseo por esa persona. O tienen deseo por esa persona, pero no se le para. O tiene deseo, pero no llega al orgasmo.


Se tiene que anudar el amor, el deseo y la sexualidad en todos los casos. Fíjense que para que se anude el amor al deseo y a la pulsión, se tiene que dar todo esto. El amor es esta cuestión de la demanda, este pedido de incondicionalidad al Otro que se le hace. ¿Y qué pasa cuando el sujeto se encuentra con el deseo del Otro? Ahí el sujeto va a responder con su fantasma. Esto el sujeto no lo sabe, y tampoco sabe que está actuando otra demanda que es inconsciente, que es el objeto con el que goza y se satisface la pulsión. En realidad, en la articulación significante, que sería la cuestión de la demanda, lo que estaría apaciguando la demanda es el principio del placer. Lo pulsional sería más allá del principio del placer. De la cuestión decanta el deseo anudado a la pulsión vía el significante. No se puede satisfacer totalmente la pulsión, pero algo se satisface en el hablar. La articulación significante sería el principio del placer que va haciendo desplazar el deseo, de significante a significante en la demanda.


El deseo se va desplazando vía el objeto metonímico que se van desplazando en el acto de hablar. Por eso es que la palabra es apaciguante: viene un sujeto “puro acto”, donde viene con una satisfacción pulsional muy complicada. ¿Por qué se apacigua cuando puede hablar? Porque ahí, en esa articulación significante, algo de la pulsión se descarga. Ese es el principio de placer, que lo que puede hacer es acotar la deriva pulsional que se satisface en la pulsión. La pulsión en realidad es acéfala, tiene que encontrar un objeto que sería el objeto del fantasma. tenemos el objeto causa del deseo y el objeto del fantasma. En el objeto del fantasma, la pulsión se satisface. Pero es como si vía el señuelo encontramos un objeto que sería el objeto para la pulsión, pero que en realidad no es el objeto perdido. Es el objeto que va en lugar del objeto causa.


Tenemos:
GRAFICO.
El objeto causa va por delante del objeto dividido y el objeto del deseo, que está atrás. Esto es el fantasma y esto es el objeto causa del deseo.
Supongamos que nosotros tuviéramos un sujeto del goce mítico, que no existe. Sería un sujeto que estuviera antes de su relación con el significante, que es imposible, pero supongamos. Lacan va a hacer la división en el seminario de la angustia. Si nosotros decimos 8:4=2, decimos cuántas veces 4 entra en 8. Entra 2 veces. Lacan se pregunta cuántas veces el sujeto entra en A. O el significante en A:
No entra, entra infinitas veces. No puede entrar el significante en A, porque siempre va a haber algo que se va a escapar. El sujeto podría entrar en A infinitas veces, porque no puedo abarcar a A. Por eso en el segundo piso pone Ⱥ. El resultado de la operación 8:2 da 4, pero lo que da A:S es la falta en el Otro, porque no entra. De esto se produce un resto que es a, que está en el Otro, causa del deseo. Y también está la fórmula el fantasma ($⬨a). Esto produce un sujeto dividido. La caída del Otro, que está atravesado por la barra, produce también la falta en el sujeto. El sujeto -o el significante- no puede entrar completamente en A porque a este Otro le falta un significante y al sujeto también, por eso es lo que representa un significante para otro significante.


La fórmula del fantasma está en el Otro, porque está en el inconsciente, que es el discurso del Otro. Y fíjense que S(Ⱥ) sería el significante de la falta en el Otro. Esto tiene que ver con el deseo y esto tiene que ver con la angustia. La angustia aparece cuando lo que falta es la falta, es decir, cuando se presentifica el a sin velar por la imagen o por el fantasma. Cuando se presentifica el a sin este velo que le hace de marco, resulta del orden de lo siniestro. Es como si apareciera la mirada ciega, por ejemplo, o la voz sin el velo o el marco fantasmático. Cuando la respuesta que se da el sujeto, ya sea vía la imagen, por la vía del ideal o por la vía del fantasma vacilan, el sujeto se queda totalmente desamparado ante el deseo del Otro, sin respuesta. Esto es lo que tiene la angustia.


Nosotros como analistas vamos a obturar la posibilidad de metaforizar el significante de la falta en el Otro. Y eso no se hace sin el pasaje por la angustia, porque en realidad esta chica, para poder decir “vengo porque me recibí y no tengo ningún problema”, donde todo era divino y ella era el ideal de los padres, de golpe se le arma un lío cuando aparece la falta en el Otro y cuando esto viene a ser cuestionado. El sujeto a veces viene armado y hay que desarmarlo y esto es imposible sin el pasaje por la angustia. Por supuesto, a veces cuando el paciente está muy angustiado por encontrarse sin este marco que le hace el fantasma, o sin ningún significado que lo tranquilice, es necesario volver a armar ahí para que la cosa no sea tan terrorífica ni horrorosa. Sino, no se puede trabajar porque el sujeto queda totalmente perplejo. El objeto está perdido, pero cuando se presentifica ese objeto perdido sin el velo y aparece como lo real (una mirada terrorífica, una voz del superyó que le ordena gozar permanentemente y no deja de decir injurias)... Aparecen sujetos que no pueden dormir, o no pueden dejar de consumir,porque hay una voz que golpea y dice “goza, goza, goza”. Ahí hay que tranquilizar, pero cuando vienen demasiado tranquilos, si quiere saber va a saber de la falta en el Otro.


Pregunta: A veces los chicos preguntan mucho por qué.
Es muy interesante, porque eso tiene que ver con la anorexia mental. Cuando el Otro se anticipa a la articulación de la demanda. Al pibe no le dan tiempo de preguntarse por qué. El Otro responde antes de que pueda preguntar el sujeto. El sujeto se sustrae, como en la anorexia donde no se come, acá el chico no pregunta ni quiere saber. El chico se sustrae de que el Otro se anticipe en la demanda y que justamente dice que el deseo es indestructible, hasta en el punto que se puede desear “nada”. Deseo de nada, de no saber. El niño le está pidiendo un lugar para su deseo, porque el Otro se anticipa a su demanda antes de ser sujeto. Lo que puede ocurrir es que en el intento de que al pibe no le falte nada, el pibe deje de preguntar para que el Otro le de espacio para su deseo y para su demanda. Pero las respuestas a todos los por qué no las va a encontrar nunca.

De esto hablamos siempre y cuando el chico sea el falo para el Otro, que se constituya en este objeto que le falta. Porque puede ser que no sea falo y que al Otro no le importe nada del pibe y que lo único que haga sea alimentarlo, sea alimentarlo, bañarlo, y decirle que haga una cosa y otra. En este caso no hay falta, el chico no le hace falta al Otro. Pero si le falta, se va a encontrar con esto. El pibe se va a tener que preguntar qué lo quiere el Otro. Porque si le falta, va a aparecer esta cuestión del deseo en el Otro.