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jueves, 9 de enero de 2020

¿Hay pulsión sin gramática? Implicancias clínicas


Hay una corriente de pensamiento que plantea la agramaticalidad de la pulsión en la psicosis. También se habla de la pulsión loca, desbordada. Las cuestiones pulsionales pueden ser vividas por el sujeto como un impulso, algo que viene del interior, como una fuerza. Sin embargo, Freud se encargó de hacer una primera distinción, que es la distinción entre la palabra instinct y trieb. Es decir, distingue el instinto de la pulsión.

El instinto es algo que afecta a todos los miembros de una clase animal, de la misma manera y de la misma forma. Es decir, todos los miembros de una clase reaccionan sexualmente al mismo estímulo y desencadenan la misma conducta. En cuestiones humanas, la palabra trieb responde mejor que la palabra instinct. En el trabajo Pulsiones y destinos de pulsión, Freud trabaja este concepto.

Tomemos el matema de la pulsión de Lacan, que es la relación entre el sujeto barrado y la demanda: 

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Esta ecuación implica la relación del sujeto con la demanda. Esta posición, aunque Lacan le agregue diversos detalles, nunca la abandona. La demanda es siempre demanda de amor. Aún en su forma mínima, la demanda de amor es demanda de presencia o ausencia. En el seminario VI Lacan dice que en la vida no se puede discriminar entre amor y sexualidad, que se dan entremezclados. Esta división solo se produce en un análisis, donde se produce un corte por el lado del amor o por el lado de la sexualidad.

El significante no puede llegar al otro sino es a través de la pulsión. Leyendo Pulsiones y destinos de Pulsión, Lacan dice que la pulsión tiene 4 elementos que no pueden faltar y que sin embargo, la lista de pulsiones no estaba cerrada. La pulsión tiene que tener un agujero en el cuerpo: la boca, el ano, los párpados, las orejas… Por otro lado, implica un objeto, una parte separable llegable al cuerpo a partir de la mirada, la voz, las heces, el pecho. Estos elemento están en velando un vacío, señalándolo. También está la perientoriedad y un recorrido alrededor de ese objeto. No se trata de encontrarlo, sino de dar una vuelta en torno a él. Y en ese retorno aparece el sujeto. Para que haya satisfacción, tiene que haber un desencuentro con el objeto. 

El recorrido, que Lacan dice que es acéfalo, se produce sin sujeto, el cual se producirá al final del recorrido. Ese recorrido es el verbo. Es un recorrido que se lanza, sin pedirle permiso a la consciencia, al yo, etc. Lacan dice que no se puede leer Pulsiones y destinos de pulsión sin salir con la pregunta acerca del narcisismo y la pulsión. 

La demanda se articula con los elementos de la pulsión y en cada sesión vemos que el sujeto demanda en relación a una de las pulsiones: oral, anal, invocante, escópica… Un analizante puede demandar pensando que el analista tiene una interpretación que no se la quiere dar. Demanda anal. O puede demandar pensando que el analista está vaciado de interpretación, que es una demanda oral. Ninguna parte de la sesión no está atravesada por la demanda. 

Todas las pulsiones ponen en juego un verbo. Escuchar, mirar, cagar, olvidar… Este verbo es el que produce este recorrido. Freud mismo pone que pone que todos los ejemplos que él usa son en voz media. Toda la clínica de las pulsiones está determinada por la presencia de un verbo. Además, Lacan nos habla del acto en el seminario XV, que también supone un verbo. En La lógica del fantasma, Lacan habla del verbo en el fantasma, como vemos en Pegan a un niño. El fantasma, la demanda, el acto y la pulsión suponen un verbo. Esta insistencia de la cuestión verbal nos lleva a preguntarnos qué es un verbo. 

Lacan dice que un verbo es un significante no tan necio como los otros. Tiene la importancia de poner el cuerpo en juego de otra manera que los otros tipos de palabras, como los sustantivos y los adjetivos. 

Ana María Barrenechea (1913-1910) fue una lingüista argentina, miembro de la Real Academia Española, entre otros lugares de importancia. Ella escribió un texto llamado Las clases de palabras, que es una clasificación de verbos, verboides, sustantivos, adjetivos, pronombres, preposiciones. El verbo, desde el punto de vista gramatical, para Barrenechea tiene función obligatoria de predicado. Nunca está del lado del lado del sujeto, sino del predicado. Es siempre núcleo del predicado, se dice predicado verbal. Aparte tiene regímenes propios de modificadores, porque los modificadores directos e indirectos recaen sobre el verbo. Esta es la definición funcional del verbo. Históricamente, las gramáticas anteriores no se lo definían así, sino fuera del sujeto y fuera del predicado. El verbo supone una acción.

El cuerpo, con los verbos, está ubicado de una manera diferente. Los tiempos gramaticales tienen modo, tiempo, aspecto y voz y esto nos sirve para la clínica. La voz es el más importante. La voz puede ser activa, pasiva o media. La función de voz media en castellano aparece como función, pero no tiene marca en la conjugación verbal. En cambio, sí lo tiene en otras lenguas, como el griego y el latín.

La voz activa.La mano ociosa es la más sensible al tacto” decía el príncipe Hamlet, mientras miraba como silbaba y cavaba una fosa un sepulturero. Para enterrar a los muertos, cualquiera sirve, menos un sepulturero. Enterrar se puede enterrar, pero un sepulturero entierra en voz activa. Él es el sujeto de la acción concreta de cavar la fosa. El verbo enterrar no se refiere estrictamente a eso. Cuando uno dice “enterré a mi padre”, esa persona no produjo la acción que corresponde a la voz activa, sino que está implicado de una manera muy particular en esa acción (Hace enterrar). Tampoco es la voz pasiva, sino una particular manera de vinculación de un sujeto con la acción, donde su subjetividad está implicada.

En griego, uno puede decir “El sepulturero enterró” quiere decir “Enterré a mi padre” lo dice en voz media y tiene morfológicamente otra estructura. “Ayer hablé con mi padre” es voz media. En el poema del sepulturero dice que para que nunca recemos como el sacristán ni como el cómico viejo diga los versos. Es algo que me gusta mucho para la clínica, porque uno puede decir interpretaciones como el sacristán o como el cómico viejo: esa manera automática que uno puede tener de hablar en su consultorio. No hay otra manera de hablar en la clínica que la voz media. El analista pone su cuerpo en juego para producir el verbo en esa voz tan interesante.

Freud dice que uno puede comer, pero que puede comer en voz media (salir a comer). A veces se quiere subrayar la voz activa en relación a quien lo hizo. Cuando el verbo está en función pulsional, está en voz media. 

El acto se diferencia de la acción por la voz media. Lacan pone el ejemplo de la caída. Uno puede caerse por la calle o puede usar ese verbo con otra connotación. No siempre la voz media se logra, pero en todas las actividades eróticas se puede pensar cuándo un verbo está realizado en voz activa o voz media. Entonces, la pulsión y el acto está en voz media; la frase fantasmática también. En Pegan a un niño, el verbo pegar está en voz media. En estos 3 lugares pensamos los verbos.

Los verbos tienen tiempo, marcando si la cosa está ocurriendo en el presente, pasado o futuro. El aspecto verbal es algo muy poco trabajado. El aspecto es algo que se produce en el verbo para darle un matiz distinto de otros matices. En algunas lenguas más primitivas, algunos aspectos están marcados. Esto hace que uno en la clínica se detenga y pregunte. Con este término se designan los matices no temporales del desarrollo de la acción verbal que evocan las distintas formas verbales. En castellano están solamente las que tiene que ver con el pretérito y en Buenos Aires no utilizamos el pretérito perfecto, aunque en el resto del habla española sí. Quiere decir que la acción ha terminado: “He jugado al tenis”. También “jugaba al tenis” y en el pretérito decisivo “Jugué al tenis y ya no voy a jugar más”. Son esos 3 matices que tienen la lengua castellana en su morfología.

Hay un aspecto que es el durativo, muy importante en la sesión: aspecto que presenta la acción como realizándose sin limitación en el tiempo. Ej: “Se pasa horas enteras frente al espejo” o con una acción limitada en cuanto a su principio: “No lo veo hace días”. El durativo es muy importante, porque cuando un paciente dice en cualquier tiempo verbal, dice una acción que perdura en el tiempo. “Lo amo” y uno se detiene ahí, porque es algo que está ocurriendo y muchas veces detenerse ahí le hace darse cuenta al paciente que no es algo puntual, como “tomṕe un café”, sino que es durativo. “Estoy fumando marihuana últimamente” no es algo que está haciendo un día u otro, sino algo que viene volando en el tiempo y marca una diferencia bastante importante, porque ahí el paciente se da cuenta que está implicado en la acción de una manera particular. 

Luego tenemos el incoativo, que se aplica a cualquier elemento capaz de expresar que una acción comienza a realizarse. Ej: envejecer. O “Ayer florecieron las rosas”, que marca el inicio del proceso de florecer. 

El aspecto iterativo implica insistencia, una acción que se repite. Por ejemplo, el verbo martillar es un verbo iteractivo. Es muy importante en situaciones de pareja, hay repetición. 

Hay un modo momentáneo, por el cual el que habla formula una acción carente de duración en el tiempo sin preocuparse de las causas o las consecuencias. Partir, morir, son todos aspectos momentáneos. 

El complexivo, son acciones que tienen objetivamente que la persona que habla imagina como terminadas y concretadas en un punto, abarcando con una sola mirada su principio y su fin. Por ejemplo, Colón descubrió América. ¿Cuándo empezó a descubrirla y cuándo terminó?

Hay una enorme lista de aspectos verbales que dan matices para la clínica y que sirven muchísimo detenerse, por esto de la duración, lo que se repite, lo que insiste, que permite pensar el acto o la reflexión que dice el paciente de una manera matizada y no tan absoluta. 

La pulsión siempre es gramatical. Cuando se insiste que en la psicosis la pulsión aparece sin gramática, en realidad pienso que Lacan muchas veces usa alternativamente la palabra gramática para referirse a todas las gramáticas y también para referirse a la sintaxis. La gramática tiene 4 capítulos importantes: la fonología, la sintaxis, la morfología y el sentido. En el seminario XII, Lacan discute con Chomsky, quien dice que si uno elige una frase arbitrariamente, no produce ningún sentido. Lacan habla de las ideas verdes que son las del inconsciente y que siempre que caen algunas palabras hay efectos de significación y hay gramática para pensar.

En el seminario XIX Lacan plantea, al armar por primera vez algo del nudo, la frase “Te pido que rechaces lo que te ofrezco, porque no es eso”. Hay algo importante para la clínica y es que los verbos pueden ser transitivos o intransitivos. Los verbos transitivos tiene objeto directo y objeto indirecto. Entonces, para que se produzca la pulsión yo tengo que pedirle algo a alguien. Si este algo o alguien falta, es motivo de mucha angustia y es muy importante tenerlo en cuenta. El paciente queda perdido porque no sabe lo que quiere. Lacan dice que cuando falta eso, la demanda se hace absoluta. Por ejemplo, en el caso de los adolescentes con padres de amor perfecto, donde siguen juntos, nunca se pelean… A este adolescente, la novia le ofrecía un masaje, un té, coger… Y él a todo decía que no. Si el objeto de la demanda no está en juego, la demanda se hace absoluta, ese chico quiere todo. Y ese todo se supone que eran los padres. 

Algo angustiante y sumamente doloroso es saber lo que se quiere, pero no tener a quién pedírselo. Esto se ve en las guardias. “Quiero…” pero no tengo a quién pedírselo. En los cuadros graves aparece una demanda muy fuerte y absoluta que no se sabe con qué satisfacerla. Son 2 puntos en las urgencias, donde al ubicar lo que el paciente quiere, baja la angustia. Cuando uno sabe qué quiere, podría imaginárselo a quién se lo podría pedir.

El verbo pedir en castellano es transitivo, pero hay otros verbos intransitivos, como amar, querer. Lacan dice que la lengua castellana es la que más posibilidad tiene de encontrar un objeto para estos verbos. En la mendicidad, se pide a todos indiscriminadamente: “Una ayuda, por favor” es a cualquiera que pase. 

Pregunta: ¿Hay reticencia de la voz media en el discurso psicótico?
E.M.: La reticencia es muy utilizada en la psicosis. En los delirios paranoicos y en la descripción de las alucinaciones es muy fuerte la presencia de “Me miró, me dijo…”. No está describiendo una acción en voz activa. Las voces y las miradas son permanentemente en voz media. 

La voz pasiva en la psicosis es muy fuerte, en el ser pasivo en las alucinaciones auditivas: Me hablan, me dicen, me miran…

Fuente: Notas de la conferencia dictada por Enrique Millán, el 24/09/2019

lunes, 18 de noviembre de 2019

El curioso impertinente.

Por Enrique  Millán

Anselmo y Lotario, se llamaban. Y eran amigos del alma. Se les conocía por ese amor que se tenían. Siempre se les veía juntos. Anselmo gustaba más de las lides amorosas y Lotario de la caza. Y cada uno de ellos seguía al otro en sus inclinaciones. Anselmo se enamoró de Camila quien, como sucedía con todas las mujeres que habitaban el libro en que esta historia se cuenta, era muy hermosa; quizás, la más hermosa del lugar. Luego de las negociaciones pertinentes, en parte llevadas a cabo por Lotario, se realizó la boda. Éste mantuvo una conducta muy cautelosa respecto de las visitas realizadas a la casa de los recién casados para no afectar el honor de la dama. Sin embargo Anselmo reaccionó frente a dicha conducta rogándole que continuase con sus costumbres anteriores y poco tiempo después sorprendió a su amigo con una insólita confesión y aún, con una rara propuesta. Dijo estar agradecido por la suerte que había tenido en su vida, por los padres que le habían tocado, por gozar de su amistad y por la hermosa mujer que había desposado. Pero que había algo que le causaba “angustia” (así está escrito en el texto original). Dijo que sabía de la honestidad y de la fidelidad de Camila, pero que resultaba fácil para cualquier mujer cumplir con esos deberes y sostener esas virtudes recluida en su casa y cuidada de todo peligro y que la única forma de saber ciertamente de su carácter en estos temas consistía en tener la prueba fehaciente de que se había rehusado a aceptar las propuestas de otro hombre. Y la única manera de saberlo era que dicho hombre diera cuenta de sus intentos y del rechazo y que nadie mejor que el amigo íntimo para prestarse a montar una ficción para realizar una prueba semejante.

Sospecho, a esta altura, que el lector sabrá ya que se trata de una historia incluida por Don Miguel de Cervantes Saavedra en el libro en el que relata las aventuras del ingenioso caballero Don Quijote de Mancha, al que tanto le debe el psicoanálisis, puesto que, varios siglos después, un joven de habla alemana aprendió la lengua castellana para poder leerlo en el original. ¿Qué otra cosa podía hacer que inventar el psicoanálisis luego de leer tanto estrambote y desconcierto?
Por el escaso lugar que permite esta publicación no continuaré relatando la historia de estos amigos que llega a situaciones interesantísimas. Sugiero, más bien, su lectura no sin recordar que el tema de los celos y la bisexualidad, es tomado en otras historias contadas en dicho libro. Agrego también que no solo en este tema el libro debe haber abierto la cabeza del joven sino también en lo que se refiere a la teoría de la causa, del pensamiento, del amor y de la muerte, todos en franca subversión con la razón cartesiana. 

Almudena Grandes, en su novela Castillos de cartón, nos recuerda -citando a Lorca- que “el dos no ha sido nunca un número, porque es una angustia y su sombra”, para agregar que el tres es un número impar, que es un número aparte, que es un número par y finalmente que tampoco es un número.
Habiendo inventado el psicoanálisis y algunos años después (1922) Freud reúne sus conclusiones sobre los celos en un artículo. Siguiendo la tendencia clasificatoria decimonónica, encuentra tres tipos de celos. 
Un primer tipo al que llama “normal” se caracteriza por “la tristeza y el dolor por el objeto erótico que se cree perdido”, por la “ofensa narcisista”, por “los sentimientos hostiles contra el rival preferido” y por una autocrítica que “quiere hacer responsable al propio yo de la pérdida amorosa”. Agrega luego, utilizando la versión masculina –pero no tendríamos ningún inconveniente en afirmar que ocurre también en las mujeres– “la pérdida del hombre inconscientemente amado, y el odio contra la mujer considerada como rival”.


Un segundo tipo al que llama de celos “proyectados” nacen en ambos géneros de las propias infidelidades o del “impulso” a cometerlas. Es interesante observar cómo Freud ubica una cierta solución a estos temas en parejas, que permiten ciertos juegos seductores con terceros que dan curso a la fantasía pero con la idea de que la excitación surgida de dicha escena se satisfaga dentro de la pareja. Obviamente este tipo de juegos supone una cierta capacidad metafórica en los participantes y una posición respecto de la capacidad de incurrir en cierta ficción. Algunas personas excesivamente amantes de la verdad literal, no creen para nada en estos artilugios y mucho menos en que todo termina en una satisfacción dentro de la fidelidad.

Estos casos nos permiten pasar al tercer tipo de celos, los francamente delirantes que son exclusivamente homosexuales. Forman parte de la paranoia celotípica. Como siempre la paranoia pone en evidencia una verdad que es también verdad para la neurosis, pero con un pasaje de la versión acerca de la verdad, de la metáfora a la certeza. Los celos son siempre homosexuales.
En “Análisis terminable e interminable” Freud plantea que “Algo que los dos sexos tienen en común ha sido forzado, por la diferencia entre los sexos, a expresarse de distinta manera”. Como suelo decir, aunque no demasiado seguido, cualquier corazón lacaniano se llenaría de alegría. Puesto que hay “algo” que los dos sexos tienen en común. Estamos cerca de la expresión que sostiene que hay un solo sexo. Freud no dice qué es ese “algo” que tienen en común, pero es posible pensar ese “algo” como el objeto a. O, más bien, decir que el objeto a nos resuelve el problema de saber qué es ese “algo”. O también, que podemos nombrar ese “algo” con la letra a. La sexualidad entonces está referida a algo que es lo mismo para ambos géneros.

O sea que puede pensarse en una sexualidad oral, o bien anal, o escópica o invocante. Se puede armar un fantasma desde allí y tener una vida sexual desde cada una de las formas del objeto a y de sus puntos de angustia. Se puede armar tensión sexual y coitos, desde estas cuatro formas: angustia porque el partenaire no tenga lo que el sujeto desea, ansiedad por el momento de corte, se puede caer como un resto despreciable de la escena, o administrar y retener semen, orgasmos, caricias, palabras de amor, o ansiedad por caer en el escotoma más abismal en que se puede caer por la caída de unos párpados, o hacer transitar la sexualidad por la presencia del olvido, el otro puede olvidar; y también se puede vivir la erótica del llamado y la respuesta, o el deseo del gemido. “Amor de mis amores… en vano espero tu palabra escrita” de Lorca. Todo eso se puede, entre los puntos de angustia y la causa del deseo.

Pero el problema aparece cuando entra en escena el pene. Aquí la cosa no es igual. En principio debemos decir que no a todo el mundo le sucede. Es un punto en el que diferimos con Freud, pareciera que plantea esta problemática como universal en la neurosis, lo mismo ocurre con Lacan. Y, a pesar de sus optimismos universalizantes, no ocurre con todos los neuróticos que el pene tenga un lugar relevante en su sexualidad. Muchas veces es casi un instrumento necesario secundariamente para lograr otros objetivos descriptos en el párrafo anterior. En una cultura anal resulta dominante una sexualidad centrada en los pequeños objetos, en el consumo, en la acumulación, en la riqueza, etc.
La problemática del pene vela y devela al objeto a que aparece fugazmente en la detumescencia, por ejemplo, o cuando se deja chupar… En fin, la lista es larga.

Volviendo a Freud, ese algo que tienen en común los dos sexos se divide en dos posiciones, se puede querer tenerlo o se puede temer perderlo. Sin embargo en el artículo citado no define la angustia de castración de esa manera sino que la define como “la lucha contra la actitud pasiva o femenina frente a otro varón”. La “aspiración a la masculinidad” es sintónica con el yo, mientras que la actitud pasiva ante otro hombre es enérgicamente reprimida. No define a la masculinidad como algo en sí, sino como una aspiración. Por eso se entiende la necesidad de la parada masculina, es necesaria para que nadie note la posición pasiva ante otro hombre. Dámaso Alonso decía de Quevedo que era tan hombre, tan hombre, que le iba muy mal con las mujeres.

Ahora bien, supongamos que un hombre se vincula al cuerpo de una mujer y goza en él, y que este encuentro tenga el efecto de velar su actitud pasiva ante otro hombre. Aunque Freud diga “actitud pasiva” en general, en materia de complicaciones clínicas, debemos subrayar que se trata de una actitud hacia otro pene, más allá del ocasional portador. Así, el cuerpo de la mujer remite necesariamente a otros penes. Los pasados, los actuales posibles, los imaginados, los soñados, etc.

El cuerpo de la mujer es una alforja en cuyo interior el hombre encuentra un pene. Revisar el Seminario de la Angustia al respecto. 
El destino final de esta posición termina en la fantasía de ver a su mujer teniendo relaciones con otro hombre. Por un lado, por la vía identificatoria, satisface su relación y su curiosidad con el otro hombre y por otro, por la vía proyectiva, ve en su mujer a una puta que goza del pene en sí, no tanto del portador, se ofrece a todos, no es una madre.
Algo estrictamente simétrico ocurre con las mujeres. Si entre su cuerpo y el de otra mujer introduce el cuerpo de un hombre, este cuerpo deberá tener “odor femina”, así como el pene, restos de efluvios vaginales. Y requerirá del hombre esa mirada algo donjuanesca que sabe, como un buen catador, identificar a una mujer. También en este caso por la vía identificatoria, logrará estar con una mujer portando un pene y, por la vía proyectiva ver a ese Don Juan a quien poco le importa con qué mujer satisface sus deseos.

En los dos géneros se escucha la pregunta acerca de qué sienten una mujer o un hombre en el momento del coito, cualquiera sea el sexo del curioso y más allá de Schreber.
Ahora bien, en todos los casos debemos decir que las cosas no son simples, porque todos estos temas suelen estar profundamente reprimidos. Y como la represión es siempre fallida, en sus desgarros escuchamos el sufrimiento de los celos. Aparece en la búsqueda apasionada de restos del cuerpo de la otra persona en el cuerpo del partenaire, de sus ropas, en esas búsquedas olfativas en las ropas interiores, en las eyaculaciones precoces que se producen justo en el momento en que la mujer comienza a gemir y que más cerca se siente la pregunta por su goce, en la pérdida o en la interrupción del orgasmo; en fin, en una semiología de todos conocida de profundo dolor. 

Podemos aspirar a la pacificación de la relación con el otro pene o con la otra mujer, ya que no a sacarlos de la escena puesto que sin ellos la sexualidad no tendría sentido en estos sujetos. El coito fantaseado con el padre o con algún sustituto determinará un estilo sexual, no es lo mismo un padre donador que un padre violatorio. Se le pide un pene, luego ideales y significantes y finalmente en la exogamia se trata de dejarse tomar por el saber. Se trata de dejarse sodomizar, cosa que ya sabían los griegos. Lo mismo ocurre con las mujeres en las que la pacificación supone reparar una caricia faltante, o superar una distancia congelada.
Esta pacificación podrá tener distintos destinos, en la fantasía, en la realidad, en el amor. Pero un destino fatal si el analista no pasó por estos temas en su análisis. Estas suciedades freudianas no son un mero antecedente del objeto a, como se pretende cuando se lo quiere pasteurizar. 
Quedan fuera de este texto los celos infantiles, de latencia, de características orales o anales.
Fuente:  Imago Agenda Nº 187 | diciembre 2014 

lunes, 11 de noviembre de 2019

Narcisismo, amor y sexo: su clínica.



Narcisismo, amor y sexo se hilan muy fácilmente, pero también se confunden porque su límite es bastante impreciso, tanto en la obra de Freud como en la de Lacan. Los 3 tienen en común que se prestan fácilmente para ser tematizados ideológicamente. La experiencia del amor y del sexo son suficientemente conmocionantes como para que en todas la culturas haya algo que intente normativizar y encarrilar estas experiencias. Por ejemplo, en el Código Civil está la reglamentación del matrimonio, que debe concretarse con la relación sexual. ¿Por qué tanta necesidad de que la moral sexual y amorosa tengan que estar tan establecidas? 

Hay un camino simple pero pobre, que es expresar que en el sistema capitalista es importante la estabilidad de la sociedad, de las relaciones y de la familia. Kraepelin llega a concebir algo bastante cercano a la verdad, que es la relación entre la psicosis y la familia del psicótico. Tiene razón en eso, algo pasa en la familia. Sigue el mismo camino que Charcot, quien le dio tanta importancia a la educación de las madres, que puede tematizar la histeria. Los pensamientos de Kraepelin fueron tomados por el nazismo, en el sentido de que la estabilidad familiar debía ser una condición necesaria para el sistema capitalista. Entonces, la educación y la normatividad de esto hacían que fueran eliminados lo homosexuales, por ejemplo. No digo que Kraepelin fuera nazi, porque él era de una época anterior, aunque su pensamiento haya tenido que ver con la política sexual y educacional del nazismo. 

Podemos definir a la ideología como un sistema que permite hacer pasar lo cultural por natural. Un obrero puede pensar que es natural ir a trabajar a una fábrica y que lo exploten, o que es natural casarse. O que si se tienen relaciones sexuales placenteras se tienen que enamorar y convivir. Estos deseos no son espontáneos ni naturales, tienen que ver con la cultura y con normas muy precisas establecidas en relación a esto. Una pareja tiene que ser de 2, no puede ser de 3 o 4. O la orientación sexual de cada uno.

Hay una fuerte tendencia a asociar un tipo de elección u orientación sexual con el ser. Y sabemos que la pasión del ser en occidente es fatal, causa de mucho sufrimiento. Una persona puede tener fantasías homosexuales, actos homosexuales o amores homosexuales. Eso tiene que ver con el deseo, el amor y el cuerpo. Ahora, “ser homosexual” no tiene que ver con estas cosas, ni con la pulsión, ni el deseo ni nada, tiene que ver con el ser. Si se hace vacilar el ser, aparece la angustia. Para la clínica es muy importante una expresión uruguaya, que es que si alguien viene y dice que es homosexual, heterosexual, yo le digo “Bueno, si usted lo dice...”. O sea, usted es el dueño de decir que cree ser, pero es una idea del ser parmenídea: el ser en Parménides es uno, único, nunca empezó ni nunca termina y es contínuo. Mucha gente dice “A los 5 años me di cuenta que era homosexual” por esto y por lo otro. No dice “Empecé a…” o “me gustó la idea de…”, sino que dicen que eran. Nunca empezó ni terminó, siempre va a ser así y es obligatorio. Para los psicoanalistas, es muy importante no creer y no asociar ninguna cuestión al ser. 

Hubo una discusión acerca de una afirmación de Lacan de que el analista aparece al final del análisis. Muchos tomaron esto como que había que analizarse antes de ser analista. No hace falta haber atravesado el fantasma ni un análisis demasiado avanzado para empezar la clínica, pero sí es fundamental e ineludible la posición del sujeto en relación al ser. Si el analista cree en el ser, entonces es muy complicado porque se le van a atribuir muchas cuestiones del ser en la transferencia. Un paciente tiene derecho a creer lo que quiera ideológicamente, en el ser y en sus distintas formas. Lo importante es que el analista no se lo crea. Esto no es reemplazar una moral por otra, sino que el analista no se crea la cuestión del ser, porque es condenatorio respecto de su analizante. 

El analista tampoco debe creerse de todas las cosas que parecen naturales. En el seminario del saber del analista, Lacan discute con Simone de Beauvoir, El segundo sexo, libro clásico del feminismo, porque si uno plantea que hay un segundo sexo, está haciendo consistir al primer sexo. Lacan dice que no hay 2 sexos, que estamos acostumbrados a pensar en el apareamiento biológico de los animales. Los animales se aparean y nosotros nos creemos que si tenemos relaciones sexuales nos estamos apareando. Esto no es propio de nuestra especie, el concepto de instinto consiste en pensar que hay una misma conducta en todos los miembros de una misma especie respecto del mismo estímulo. En la especie humana el instinto está especialmente roto. Hay una sexualidad y entonces uno se la puede agarrar con una persona del mismo sexo, del opuesto, con una columna o solo. Es muy difícil encontrar esto de la misma conducta desencadenada por el mismo estímulo en todos los miembros de la especie humana. Tenemos que hacer una limpieza ideológica. Hay que cuidarnos especialmente de ideologías como que si una pareja dura más, es mejor. El ideal de duración implica que la duración sea un valor positivo. Y en realidad que una pareja se detenga no es una cuestión de fracaso. También se asocia la vida en pareja con la salud. ¿Cómo está fulanita? - Muy bien, está en pareja. Hay que ver qué pareja y si está sola, no es que tenga un defecto.

Si hay algo que se fractura, es el narcisismo, la imagen del yo. Quiero aclarar que si uno interpreta por el lado del narcisismo, siempre la pega. No hay situación que no suponga al narcisismo, por eso la pega pero no logra decir nada. No se debe usar al narcisismo en lugar de la causa “lo hizo por narcisista”. 

La forma que adquiere la relación amorosa a lo largo de la historia ha ido cambiando. Algo siempre queda de ese discurso en toda esta historia. Esto nos sirve para relativizar la idea del amor.

Safo.
Una vez en la AFBA estábamos empezando a ver el seminario de la ética con Antígona y convocamos a una persona que sabía muchísimo de la cultura grecolatina. La subjetividad con la que nosotros trabajamos es una subjetividad post-cartesiana. Lo que nosotros entendemos por sujeto es algo que tiene que ver con la instalación de la burguesía en el poder y con el racionalismo planteado por las tradiciones cartesianas. 

¿Pero cómo imaginar una cultura previa? Sólo podemos imaginarla por los textos, entonces esta persona contó que había recibido en la guardia a una mujer que había hecho un intento de suicidio buscando a un tal Osvaldito el colectivero. Ella estuvo de una punta a la otra, pasando de un colectivo a otro buscando a Osvaldito. Al no encontrarlo, hizo un intento de suicidio y llegó a la guardia. Las guardias eran lacanianas y hubo una discusión acerca de la mirada, la voz, etc. Ella se preguntaba qué tiene que tener una persona para que con su presencia o ausencia alguien decida estar vivo o suicidarse, no puede ser cualquier cosa, tiene que ser algo muy valioso. Ella decía que la otra persona tiene algo de lo sagrado. 

Para los griegos, el semejante portaba algo de lo sagrado. Esto quiere decir que los dioses hablaban en las personas. Cuando uno se enamoraba o estaba con alguien, estaba en contacto con los dioses. Los cristianos ponen un crucifijo encima de la cama matrimonial y eso es una idea que viene de aquella época. Por ejemplo, si un hombre tenía problemas de erección, iba y le hacía un sacrificio o un homenaje a Príapo, que era el dios de la erección. ¿Qué se la agarró Príapo conmigo, qué tengo que hacer para calmarlo? O iban a los templos a soñar, porque tenían la sospecha que en los sueños hablaban los dioses. Es que en lo que uno habla, habla de algo que no sabe qué dice. El otro no es pura consciencia, en el otro hay transmisión de objeto, de muchas cuestiones. En esta versión, impone pensar en lo sagrado. No hay nada más parecido al amor que la transferencia, porque hay alguien que escucha pensando que hay algo ahí que habla en el otro y que no es su yo. 

Safo tiene una oda donde convoca a Afrodita y a Zeus:
(...)
y qué es lo que tanto ahora en mi alma loca
conseguir quería: “¿A quién deseas
que al amor te traiga? Ah dime, Safo,
¿quién te hace daño?
Que, si huyó de ti, pronto irá a buscarte;
si aceptar no quiso, dará regalos;
y si no ama hoy, te amará muy pronto,
aun sin quererlo”.

Y Safo le responde que no quiere nada de eso, sino que su amor vuelva a su corazón. Pero de eso se va a encargar Afodita, no Safo. 

Lacan hace una diferencia entre amante y amado. Muchas veces se piensa que la separación es por perder el objeto o perder la persona. Y en realidad de lo que se trata es de impedirle al otro seguir siendo amante. “No hagas cosas para que no te ame”. Si se pierde el amor del otro se puede seducir, hacer muchas cosas. Pero si uno pierde el amor por el otro, ¿qué va a hacer? No puede convencerse a sí mismo de amar y esto es mucho más fuerte en muchos duelos que la de dejar de ser amado. 

Siglo de oro español.
En el año 1000 existieron las jarchas mozárabes. Eran poemas de 2 versos escritos por mujeres, donde uno puede ver la construcción de frases pulsionales. 

Hay poemas de Lope de Vega y Quevedo acerca del amor. Quería leerles un soneto de Lope de Vega y analizarlo. 

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Es verdad que quien lo probó lo sabe. Es interesante pensar que puede no probarse el amor, que alguien pase su vida sin este tipo de amor. Y esto es muy importante en relación al analista, para que pueda entender que las personas no se enamoran de una forma universal y obligatoria. Una vez tuve una supervisión con un psiquiatra en un caso de psicosis ordinaria en un paciente. Yo le decía que no era una psicosis, sino que estaba enamorado. El psiquiatra me miraba raro, ¿qué es esto de estar enamorado? Cuando Virgilio dice que los árboles aprendan a decir el nombre de Amarilis, eso es estar enamorado. El psiquiatra me miró peor, (risas) pero lo importante es saber la contingencia de esto y como el analista debe estar advertido que alguno de los fenómenos no son patológicos o psicóticos.

Desmayarse es una caída de la identificación a la imagen primera que sostiene la bipedestación. Ya ahí hay un contrapié al narcisismo. Y con esa alteración al narcisismo, encontramos que describe esa comunidad de sentimientos tan contradictorios. Agrega esto de “no hallar fuera del bien centro y reposo”. Si está el otro, todo se organiza y si no está todo se confunde. El poema de Miguel Hernandez, dice:

Menos tu vientre, 
todo es confuso. 
Menos tu vientre, 
todo es futuro 
fugaz, pasado 
baldío, turbio. 
Menos tu vientre, 
todo es oculto. 
Menos tu vientre, 
todo inseguro, 
todo postrero, 
polvo sin mundo. 
Menos tu vientre, 
todo es oscuro. 
Menos tu vientre 
claro y profundo.

El primer poema dice “huir el rostro al claro desengaño”, porque algo de la renegación hay en el amor. Y por otro lado se pueden beber las palabras del otro como un licor suave, cuando en realidad son venenosas, por ejemplo. También está esto que se tergiversan todas las lógicas y entonces creer que un cielo en un infierno cabe.

Este es el amor que fragmenta, que produce toda esta desestabilización yoica, el desmayo e imagínense cómo no va a haber algo en la cultura que intente darle un orden. Por ejemplo, el matrimonio. Yo hice una pequeña investigación acerca de las distintas formas de matrimonio. Había un matrimonio que a mi me producía bastante envidia, que es el de los verdaderos católicos. Una vez fui a uno y escuché al cura que hablaba de la importancia de formar una familia cristiana. Esto es lo importante, la trasmisión de la ideología. Y ahí me di cuenta que lo que me producía cierta envidia de estos matrimonios era que podían coger bien o mal, o no coger… Porque el pacto no era ese, sino armar cristianitos. También observé a los del PC. Los matrimonios ahí eran muy parecidos, armaban “pececitos” y transmitir la ideología. En el caso de Sartre y Simone de Beauvoir, me di cuenta que ellos tenían un acuerdo muy fuerte y que duró 30 años: manejar la cultura francesa. Lo hicieron, y no importaba si Simone de Beauvoir vivió 5 años con su amante a 5 cuadras de la cuadra de Sartre. Lo que importaba ahí era el manejo de la cultura. Lo mismo pasa con los matrimonios de la oligarquía argentina, donde lo que importa es el patrimonio. 

Las consultas de pareja que nosotros recibimos están vinculadas al amor, no a todo lo anterior. Por eso es tan importante que no se coja nunca, porque si el sexo no está funcionando, se amenaza la pareja. Lo único que sostiene a estas parejas son estas cosas, no hay otros elementos ideológicos como el patrimonio o la religión. Es muy amenazante la irregularidad sexual por esta razón.

Siglo XVIII.
Después del siglo de oro, las mujeres pasaron al interior de las casas. El siglo XV y XVI fue un desconche y ahora las mujeres están en sus casas, rezando con los niños en el interior. Los hombres, afuera haciendo dinero. Aparece la institución del cortejo en España o del chichisbeo en Italia. Las mujeres de las clases más altas tenían un marido y por otro lado un cortejante. Con el cortejante salían y con el esposo solo cogían y nada más. A su vez, el marido podía ser cortejante de otra. Esta institución fue al comienzo muy resistida, pero después se dieron cuenta de que convenía muchísimo: las industrias del calzado y la ropa de las mujeres proesperaron un montón. La ópera y otros entretenimientos causaron una movida económica muy fuerte a partir de esto. Estas mujeres, criadas en su casa, no sabían charlar. Entonces se les ponían profesores para que aprendieran. Pasado el siglo, se confundió todo: pasaron a coger con el cortejante y se disolvió la institución.

Nos trae la novedad de que se podía charlar con la pareja de uno. Es una idea bastante complicada, porque aparece la idea de que con la pareja se tiene una vida sexual, se cría a los hijos y con la que además hay que hablar. Hoy podemos escuchar en los consultorios que alguien sale con otro, que todo muy bien pero que quieren poder hablar de una película. ¿Por qué además de una película hay que charlar? Esto no es espontáneo, tiene que ver con esta institución del cortejo, que apareció y generó la idea que se podía hablar aparte de coger con la pareja. Se termina armando una especie de abuso de persona con la pareja de uno, porque hay que cuidar la vida sexual, la vida amorosa, charlar, entenderse, etc. 

Siglo XIX.
Aparece el amor romántico. Se trata de que lo imposible se jugaba en la relación y no en el entre dos. La relación se transformaba en imposible porque uno era tuberculoso, la mujer era prostituta, la diferencia de clase. La relación era imposible, como La dama de las Camelias. La relación directamente es imposible, no se trata de que algo sea imposible en la pareja. Esto en Argentina duró bastante, que está lleno de historias imposibles, como Gricel, Malena y todas estas historias tremendamente sufrientes.

No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, 
ninguna con tu piel ni con tu voz. 
Tu piel, magnolia que mojó la luna. 
Tu voz, murmullo que entibió el amor. 
No habrá ninguna igual, todas murieron 
en el momento que dijiste adiós. 

O sea, desde ese momento “no habrá”, ¿pero durante? Es lo imposible de la relación, como en Casablanca, que en una época era el modelo del amor. ¿Qué modelo es ese que la mina se va con el marido y el tipo se queda con el gendarme? Luego se produjo un giro en la ideología del amor, a partir de 1960. Es un giro que puso en juego Cortázar. Él es un gran escritor de lo posible -no de lo imposible- en la escena íntima. También aparecieron algunas letras del rock nacional.

¿Qué sería lo esencial del amor? Que no incluyera todos estos agregados ideológicos. Con Lacan podemos decir que la demanda de amor es demanda de presencia o de ausencia. El amor, en su forma mínima, demanda presencia pero también la ausencia, cosa muy valorada por los fóbicos. Todo lo demás tiene que ver con la época, la ideología, las religiones, etc. Hay una reflexión de la filósofa María Zambrano, que fue la primera mujer que recibió el premio Cervantes. En el discurso de agradecimiento, ella dice que Cervantes tenía una mujer que estaba permanentemente presente, que no faltaba nunca y que no tenía el don de la ausencia. Por eso necesitó inventar a Dulcinea, inventar la posibilidad de la ausencia. En los consultorios tenemos a estas madres que se anticipan permanentemente a lo que el chico pueda llegar a demandar sin que él se lo pida. No tienen el don de la ausencia, que justamente, es poder no estar estando. En cambio en las jarchas, es “te pido que estés”.

Pregunta: Estas formas del amor no son naturales, sino culturales. Y es la misma cultura la que tiene que reglamentarlas. ¿Qué es primero?
E.M.: La cultura crea instituciones, no solo el matrimonio. Hoy en día se tiene que ser algo para el otro, caer en algún cuadradito: ser novio, chongo, amante… Estar ubicado en alguna clasificación, sino se angustia. Lo que es angustiante es no estar en ningún casillero. La cultura ese casillero como manera de poder tramitar estos fenómenos tan complicados. Qué somos y dónde estamos es una pregunta muy frecuente. 

A mi este año se me ocurrió hacer una clasificación distinta de las relaciones, basadas en géneros literarios. Hay parejas que están en una tragedia griega. Otras que están en una policial, metiéndose en el celular a ver si averiguan algo y donde el culpable siempre es el otro. Otras que son poéticas, que viven de momentos, porque la poesía son momentos, no es como una novela.

Lacan dice que el amor es una espacio donde puede haber una escritura en común. Hay que ver en la clínica de parejas si siguen escribiendo juntos o cada quien escribe otra historia. 

Pregunta: Me quedé con esto de clasificar las relaciones...
E.M.: Aristóteles inventa la lógica de clases cuando tiene que abordar el tema de los animales. Es una lógica de clases que surgió en la zoología. El DSM sigue esta lógica. El tema es que esto, que le sirve a un veterinario, cuando las personas hablan la conducta se vuelve muy confusa. Los pacientes se pueden creer lo que quieran porque están en su derecho, pueden ser marido, novio, etc. A mi gusto, la pareja es algo que autoriza a tratos espantosos. La pareja instala derechos y demandas y entonces se trata al otro como si fuera parte del psiquismo de uno. 

Pregunta: (pregunta acerca de la crítica al amor romántico y el sentido de la propiedad)
E.M.: Amor romántico para mi es el amor del siglo XIX. Se dice que poder participar de una relación de 3 o de 4 implica renunciar a la posición capitalista del deseo del Otro y soportar la exclusión. Es amor es simple, pero se lo complica el yo, se lo complica la propiedad, la posesión, la exclusión… 

Texto confeccionado en base a los puntes de la conferencia dictada por Enrique Millán, el 17/10/2018.

martes, 7 de mayo de 2019

Inhibición, síntoma y angustia. Posibles equivocaciones clínicas.


Notas de la conferencia dictada por Enrique Millán, el 31/10/2017

Es difícil pensar la inhibición, el síntoma o la angustia sin alguna referencia a los otros dos. Voy a partir de una idea de Lacan del seminario “Aún”: el concepto de equivocación. Él escribe una fórmula en el pizarrón y dice “esto es una enorme equivocación”. Esto nos hace pensar en la diferencia entre el equívoco del inconsciente, efecto del significante, la posibilidad que la polisemia nos permite en la vida, en la clínica, etc. Pero acá Lacan reemplaza la idea por equivocación. La equivocación es del orden de la lógica. 

El psicoanálisis transforma a un héroe trágico en un hombre común. Un héroe trágico está pensado en términos de la tragedia griega, de la poética de Aristóteles. Un hombre común sería un hombre que se puede seriar en la lista de los hombres como primer paso y que en un segundo momento puedan aparecer las diferencias. Hay un momento de Borges que dice “Soy descendiente de esto, de aquello…” y termina con “se resigna a estos versos”. Eso es un hombre común. Que luego sea considerado genio, un gran artista o filósofo, etc. Un gran hombres es el que puede dialogar con grandes hombres, con grandes obras o con grandes pensamientos. Borges, para poder haber sido eso, tuvo que haber sido un escritor más, un argentino más. 

Lacan pone al otro lado al héroe trágico, que no es otro que el del Edipo. Cuando recibimos un paciente en análisis, recibimos a un héroe trágico. La tragedia no es mostrar cosas desagradables, como una batalla. Una tragedia es lo que se desencadena por la equivocación de un protagonista. Un protagonista se equivoca, por ejemplo Edipo, que cree que está matando a otro hombre cuando en realidad está matando al padre y que está teniendo relaciones con otra mujer, cuando las está teniendo con la madre. Eso es una equivocación y eso genera una tragedia. La podemos pensar en Antígona, en Electra… La tragedia surge de una equivocación del protagonista y por eso el héroe trágico está equivocado, sacó una conclusión errónea. El Edipo no es más que eso, es haber sacado una conclusión errónea. Por eso, Lacan pone en el centro del inconsciente una equivocación. A partir de ahí podemos pensar qué es una equivocación en la clínica. Ejemplo, una paciente que no podía llegar al orgasmo y que se quejaba de una madre represora, asexuada, religiosa, moralista. Ella atribuía sus dificultades sexuales a esta señora. Un día me cuenta que era tan represora, que cuando a ella le empezaron a salir tetas, la madre la envió al cuarto para que se tape, porque el padre estaba llegando a la casa. Lo que nos dimos cuenta es que una madre que hace esto, es capaz de significar sexualmente al padre, y a ella, haciéndole esta invitación a que se cubra el cuerpo. Esta madre represora aparece como una señora que registra la sexualidad de su marido, de su hija, etc.

Cuando pensamos en el Edipo, lo que descubrimos ahí es una equivocación. Es decir, se saca una conclusión a partir de ciertos datos que están equivocados. En ese punto Lacan ubica al inconsciente. Para que haya una equivocación lógica hace falta que ésta esté sostenida sobre el significante. No es que reniega que haya pasado con el significante, sino que sostiene que a partir de un significante, de algo que no puede significarse a sí mismo, es que se producen las equivocaciones. 

¿Cuáles son las equivocaciones de los psicoanalistas? Las grandes equivocaciones no son importantes en un análisis, porque el paciente se aviva y se va. Los pacientes graves tienen una extrema lucidez para pescar cuando el analista está en cualquiera. Las equivocaciones que nos afectan profundamente son las pequeñas. Son graves porque justamente están cerca de la verdad, por ejemplo una interpretación, y entonces el paciente puede sentirse escuchado y tomar como verdad lo que dice el psicoanalista. Yo una vez trabajé la relación entre el masoquismo y la melancolía. Si uno toma el discurso manifiesto masoquista y el melancólico, son muy parecidos. Por ejemplo, la queja, la autocrítica, una retórica muy parecida. Pero no es lo mismo leer una situación desde la melancolía que desde el masoquismo. 
  • Cuando uno escucha a la melancolía, seguramente va a buscar la identificación a un objeto perdido. 
  • En cambio, en el masoquismo lo que el sujeto hace es presentarse como objeto en las escenas y los actos sexuales. 

Pero resulta que en lo más superficial, es muy fácil confundirse y que el paciente se sienta escuchado y que piense que es verdad. Son los casos en que los pacientes se quedan, se quedan y nunca pasa nada, sin cambios de posición porque se siente escuchado. 

Hay otras equivocaciones, como confundir masculinidad con neurosis obsesiva. O femineidad con histeria. Cuando las mujeres se quejan de los hombres, muchas veces lo dicen por los obsesivos. Históricamente, la neurosis obsesiva estaba asociada a la masculinidad y en realidad un obsesivo no es un hombre, sino un cuadro psicopatológica. Lo mismo pasa con la histeria y la femineidad. Hoy en día es difícil encontrar histéricas, porque el discurso obsesivo está colgado totalmente en las mujeres. Tanto en la obsesión, en la histeria, en el masoquismo o la melancolía, la dirección a la cura es totalmente distinta.

Equivocaciones graves en los conceptos. La angustia no es un síntoma. A Freud le tomó más de 10 años cernirla y yo me preguntaba por qué Freud puso los 3 conceptos juntos para después separarlos. El analizante tiene todo el derecho a querer hacer pasar la angustia por un síntoma, con la ilusión de que se le pase o se le cure. Pero eso no habilita a hacerlo al que dirige la cura, por ejemplo, lo que hacen los americanos con el ataque de pánico. El ataque de pánico es tomar la angustia como síntoma y esto lo pueden hacer los psicoanalistas también. Si tomamos la angustia como síntoma, no tiene cura. E ilusionamos al paciente con algo imposible, metiéndolo en una carrera en una dirección que es de un padecimiento y de una imposibilidad absolutas. Vender la idea de que se puede curar así, es una estafa casi canalla. Desde antes de Freud los psiquiatras sabían que la angustia no era un síntoma. 

¿Pero qué es entonces la angustia? La angustia es estructural, eso lo sabemos desde Freud. El psicoanalista debe despsicopatologizar a la angustia. Uno no puede haber terminado de leer el seminario de la angustia y seguir pensando que es un síntoma. La angustia es como la luz roja de un auto, que anuncia que hay algo que está funcionando mal en el aparato. Particularmente, la angustia avisa que uno está en una situación contraria a su deseo. Cuando uno se entera de qué situación causa esto, la angustia desciende absolutamente. En el seminario de la angustia, Lacan la define como lo que aparece cuando la falta falta. Surge cuando se tapona la falta y tiene la función de ponerle un límite al goce. Y define el goce como un movimiento hacia obturar la falta. La angustia pone un límite a eso y permite relanzar el deseo. La angustia aparece en el momento del acto, en el momento de poder relanzar el deseo. 

El neurótico hace pasar la inestabilidad del yo como algo estable y la estabilidad del deseo como algo inestable. Si uno tiene un deseo, en alguna manera, se produce algo de la fragmentación yoica, de la imagen yoica de uno. En el deseo sexual, pone la idea de entrar en un coito y por más satisfactorio que se suponga, se pone en juego la demanda del Otro frente al deseo. Frente al acto, en relación a las fantasías y al deseo, aparece la angustia, que aparece cuando falta la falta. Hace 26 años yo estaba casado con una señora y se había embarazado 3 veces y las 3 veces había perdido el embarazo. La 4° vez, yo iba en un taxi a buscar el resultado de un análisis del 4° embarazo. Yo estaba en el taxi con un nivel de angustia infernal, que iba super despacio. En un determinado momento, yo pensé en si el análisis fuese negativo. Cuando pensé eso, sentí como bajaba la angustia en mi cuerpo. Esto que yo no quería que pase, puede pasar. Ubicar esta otra posición que es un movimiento a obturar la falta, eso que yo no quiero que pase, puede pasar. Y la angustia desciende, porque algo falta. El tema está en ubicar en qué punto la falta está faltando cuando un sujeto está en un momento de angustia. 

Hay 2 niveles de angustia, con la angustia propia y otra con la angustia ajena. Muchas veces la angustia ajena angustia muchísimo. Esto pasa en una guardia, en una sesión o en la vida. Por ejemplo, la posición del padre respecto a la angustia del hijo. No se debe correr a hacer cosas para que baje la angustia. A veces el analista se pone a preguntarle cosas a los padres, qué hizo a los 3 años y los padres están que el hijo quema la casa. Pero de alguna forma, ellos hablan y la angustia baja. No sirve lo que uno hace para que la angustia baje. Hay que poder bancarse la castración de que el otro esté angustiado y que uno no pueda hacer mucho más que estar. La angustia se corre del lugar del síntoma y es un fenómeno que no tiene nada que ver con el síntoma, aunque promueve la decisión de querer curarse de eso. La posición freudiana es que la angustia es necesaria para la estructura. No es una contingencia ni un síntoma. 

Inhibición. La inhibición está pensada en relación al movimiento, en relación al impedimento. El impedimento viene de impedicare, que viene de pie. Es algo que frena el movimiento. Lacan pone el ejemplo de la trampa para los animales, que cuando la pisan caen en la trampa y no pueden seguir caminando. Se puede impedir el movimiento de la cura, del deseo, del acto… Lacan marca que en la inhibición, el sujeto cae en la trampa del narcisismo. Esto quiere decir que si uno piensa en la imagen yoica, esto impide el acto y el movimiento. “¿Se me va a parar o no? Va a pensar que mi pija es chica, que no sé coger, me va a ver la celulitis, las tetas se me cayeron, voy a dar una charla y me voy a equivocar…”. La imagen que está en juego entra en la imposibilidad del acto y el sujeto queda atrapado en esa trampa. 

Esta no es la única cuestión, porque el impedimento en el seminario, aparece además que como trampa del narcisismo, como cualquier cuestión que obstaculice el avance, el palo en la rueda que impide seguir adelante. Esta detención es distinta a la angustia del sujeto, frente a algo que le impide avanzar y que no es necesariamente la trampa del narcisismo. Es esta oscilación entre la totalidad y la fragmentación yoica.

La inhibición, dice Lacan, es un síntoma puesto en el museo. Esto a mi me tomó un tiempo pensarlo, pero gracias a una paciente pude imaginarlo mejor. Supongamos un plato egipcio en el museo. En aquel momento, ese plato servía para comer, por ejemplo. Pero en el museo no sirve para eso. Está ahí puesto como representando lo que fue la escena original donde la gente comía con ese plato. Entonces esto me hizo pensar en la dirección a la cura, porque uno encuentra que ciertas cosas que le pasan a un paciente en realidad tuvieron pertinencia y sentido de síntoma, con una escena donde se jugó, en la infancia, por ejemplo. Así como el plato servía para comer, puede haber pasado que una pelea con uno de los padres cuando el chico era chico quede retenida y funcionando, pero ya sin esa escena. Por eso es un síntoma puesto en el museo.

Ejemplo: una paciente tenía una profunda dificultad para divertirse, para reírse o participar en festejos. Ella se quejaba de esto y llegamos a una escena infantil donde ella estaba muy peleada y enojada con los padres. Ella estaba en el jardín y recordó que pensó en que no se iba a divertir nunca más. Este síntoma, que tenía sentido en ese momento, quedó conservado y ya fuera de toda esa escena quedó en el museo. 

La inhibición le puede traer problema al sujeto con los otros, al dejar de dar clases o no ir a un lugar. Pero es un momento donde se está tranquilo y protegido de un peligro inmediato, no es como el síntoma. Ir a la búsqueda de la escena que ahora es inhibición pero que antes fue un síntoma, encontrarle el sentido al síntoma en ese momento, es algo que es profundamente aliviante, porque permite perder la escena de la que se trata. 

Antes del concepto de represión, Freud junto con Breuer tenían la idea de las 3 neurosis: neurosis de retención, la neurosis hipnoide y la neurosis de defensa. La que se aproxima más a la idea de represión es la neurosis de defensa: no quiero saber nada de eso, de ese pensamiento. El concepto de retención es muy interesante, porque se trata de que remite a otra escena que posteriormente el sujeto pueda soltar. El tercer punto para trabajar la inhibición es cuando Lacan, en los finales del seminario de la angustia, habla de distintos lugares del objeto a en el cuadro. En un momento dice que lo que nos enseña la neurosis obsesiva es el tema de la retención. Es tan obvio en la neurosis obsesiva, que uno lo ve fácilmente. La retención propia de la inhibición está en todo sujeto y en todo acto. La inhibición él la ve como un punto previo al acto del deseo. Todo deseo tiene primer un momento de retención y después se suelta. Esto ocurre en cualquier estructura, ya sea obsesiva, histérica o lo que sea. En el primer momento hay retención y en un segundo momento se lo suelta. Este primer momento de retención se lo suele patologizar. 

Síntoma.
Quería destacar el último momento de Lacan acerca del síntoma. Freud presenta al síntoma como una contradicción, un desencuentro. El síntoma obsesivo, referido al pensamiento; el síntoma histérico, en el cuerpo. Lacan retoma esta diferenciación y dice que el neurótico sufre del pensamiento o sufre del cuerpo. Son los 2 lugares donde se puede sufrir. Vemos que mucha gente no hizo casi nada en la vida y sufren de cosas que se le ocurrieron pensar. 

¿Qué hacemos con el síntoma? Uno puede trabajar el síntoma por la vía significante, por la vía del objeto (mirada, voz...), pero hay un punto donde no alcanza el trabajo ni por la vía significante ni por la vía del objeto y es “un saber hacer con eso”. El psicoanálisis es justamente el sinthome del analista. Es decir, al analista le pueden pasar muchas cosas, pero cuando se sienta en el consultorio, el problema es del otro. Muchas veces yo he estado hecho mierda por un duelo, por ejemplo, llego al consultorio y se pasa. Yo pensaba en distintas cuestiones que tienen que ver con un “saber hacer” con algo que fue un síntoma para uno. Yo recuerdo que mi padre me contaba todas las noches un cuento distinto que inventaba él, hasta los 4 o 5 años. Luego nunca más me los contó y yo entendí por qué a mi me gusta tanto mi trabajo, de que me cuenten cosas, de cómo fue, cuándo empezó… Esto es hacer algo con ese resto del síntoma. 

La configuración del síntoma requiere de la participación del analista. Nada puede ser un síntoma si no hay colaboración del analista para que esto sea así. Un paciente puede venir diciendo que tiene una úlcera y no darle pelota. La úlcera no es un síntoma psicoanalítico sino genera pregunta, aunque sea un síntoma médico. Para que algo sea síntoma, debe necesitar de la colaboración activa del analista. El analista puede sancionar qué es un síntoma, por ejemplo en un caso que tuve donde todo el análisis se desarrolló en asociaciones en base a la eyaculación precoz. En un momento este síntoma desapareció y un día vuelve el tema. Ahí la responsabilidad de uno es ¿lo sanciono nuevamente como síntoma o el síntoma ya cayó? Hasta ese punto es importante que el analista sea cómplice del síntoma. Es lo que le pasa a Freud con Isabel, cuando Freud rechaza la consulta de Isabel porque ella había bailado en una fiesta y le pidió que no volviera a hablar de eso.

Pregunta: (inaudible)
E.M.: Sobre un equívoco se funda el inconsciente. Lo que dice Lacan diferente es que la equivocación está sostenida sobre un significante, cuando hablaba de la polisemia del significante. Un ejemplo de equivocación, en una supervisión de una analista de hospital, con una adolescente. La chica venía quejándose de que no había tenido relaciones sexuales, mientras que todas sus compañeras sí. Clínica de la inhibición, ella relata que estaba un poco molesta por eso y la analista le pregunta “¿Y vos por qué no cogés?”. La paciente se va y no vuelve más. La supervisión se produce cuando tiempo después, con otra paciente le pregunta si este es el servicio donde se autoriza a coger. La analista se pregunta qué pasó. Esa pregunta apuntaba a la causa de por qué la paciente no podía tener relaciones sexuales. Esto es muy frecuente en la clínica de la inhibición, porque uno queda mal parado, porque la piba la escuchó con otra intención. Esto está favorecido por la estructura del significante. La paciente desde la lógica sacó una conclusión sostenida en el equívoco. Las equivocaciones se producen siempre sobre equívocos, por eso yo nombraba a Aristóteles que daba importancia a la gran equivocación que supone el héroe trágico. La megalomanía es un ejemplo claro: me miró, entonces quiere decir que me está proponiendo matrimonio. Pasa en la vida cotidiana también.

Pregunta: Me gustó el desarrollo respecto a la equivocación. A veces el analista se apresura a comprender y darle sentido. 
E.M.: La moral sexual es realmente siniestra, es la resistencia lacaniana al psicoanálisis. Se sabe de todo, menos de cómo se coge. Por ahí viene una paciente que dice que estuvo con algunos hombres y el psicoanalista pregunta “¿Por qué te hacés eso?”. Eso es una moral católica terrible. El analista no debe creer que estar con una sola persona es más sano. O que si no está en pareja algo le pasa. 

Pregunta: (inaudible)
E.M.: Una de las cosas más difíciles de entender. En la transferencia hay un solo inconsciente y un solo sujeto, con suerte. Este es un concepto muy difícil de incorporar para el analista. Cuando hay 2, se detiene la transferencia. 

El obsesivo, que uno puede pensar que no le pasa nada pero le pasa de todo afuera. Él necesita creer que está todo igual. Si al obsesivo le pasara algo, se podría desencadenar el deseo de muerte con el analista. De repente, por un lapsus o una equivocación, el analista puede darse cuenta que afuera cambió un montón pero en el análisis necesita sostener que no pasa nada. 

martes, 30 de octubre de 2018

Lo intraducible.

Por Enrique  Millán
Intraducible.
“More lovely and more temperate” significa lo que jamás
podríamos haber dicho ni decir de nuestro amor.
Susana Cella.1

Efectivamente, se puede traducir, lo han hecho –entre otros Mujica Lainez– se podría decir: “más amable, o amoroso y más temperado”. Pero ninguna de estas traducciones, cercanas a las palabras de Shakespeare, traducen esa frase. El intento de Cella se aproxima más, en mi opinión, a una buena traducción. Lo que en inglés se dice more lovely and more températe, en castellano se dice “lo que jamás podríamos haber dicho ni decir de nuestro amor”. Ni lovely ni temperado, my dear. 
El amor tiene formas. La que nos cuenta Cella es mucho más cercana a Lope, a Miguel Hernández o a Homero Manzi que a ese verso de Shakespeare. Un amor que hace que desmaye, que me atreva, que esté furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso. Que no encuentre fuera del bien centro y reposo. Que me haga creer que un cielo en un infierno cabe y que beba veneno por licor suave. En fin, que fuera de su vientre todo sea confuso, baldío y turbio y que sienta que cuando no está (ella o él) la flor no perfuma.

Un amor que cuestiona la imagen corporal, las identificaciones, que supone confusión de síntomas y de fantasmas. Alguien se mete en nuestras vidas sin permiso, sin intención de hacerlo y nos pone en situación de tener que hacer algo con eso.
Ocurre que además incluye la muerte. Porque podría morir y porque no hay garantías y porque también avisa que si se fuera no quedaría nada que no doliera.
Debemos decir que esto realmente perturba. Entonces, la cultura, cada cultura, ofrece formas que intentan atemperar, encuadrar, y fundamentalmente controlar el fenómeno, en función de la estabilidad del sistema; no olvidemos que el Código Civil legisla sobre algo tan íntimo como la sexualidad en el capítulo sobre el matrimonio: que debe ser consumado, y si no se consuma se puede pedir su anulación; así se garantiza también la procreación.