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martes, 29 de abril de 2025

Niños hiper estimulados: consecuencias clínicas

FuenteAndrew J. Smart (2014) "EL ARTE Y LA CIENCIA DE NO HACER NADA" 

Cuando los niños empiezan la escuela (y cada vez más, antes de iniciar su escolaridad), los padres llenan sus vidas con una inacabable serie de actividades: deportes, clases de música de iniciación temprana, escuela de chino con inmersión en la lengua extranjera, campamentos de verano, tareas de voluntariado en organizaciones caritativas, clases de equitación, teatro, preparación para olimpíadas matemáticas y talleres de ciencias. Cierta clase de padres parece experimentar un temor ubicuo y profundo de que sus hijos puedan disponer de tiempo para no hacer nada y ser niños. Los padres se ven en la necesidad de trabajar cada vez más horas, a veces por el mismo salario. Obligamos a nuestros hijos a soportar un bombardeo interminable de actividades que ofician de padres sustitutos, como una manera de convencernos de que todavía participamos en la vida de nuestros hijos de algún modo significativo. 

Podemos recibir el informe de los maestros o de los entrenadores y profesores acerca de los avances de nuestros hijos, sin haberlos visto jamás llevar a cabo la actividad en la que los inscribimos. Después de todo, tenemos cosas más importantes que hacer, como trabajar. No debería sorprendernos que a medida que las «citas de juego» hayan reemplazado la actividad de pasar el rato con amigos y jugando al aire libre, los índices de angustia y depresión infantil se hayan disparado por las nubes, así como la obesidad infantil. 

Es posible que la actual generación de niños sea la primera que tenga menor esperanza de vida que la generación anterior. Más allá del volumen de datos epidemiológicos y clínicos que esperemos ver para convencernos de que esta posibilidad es real, la causa subyacente es bastante sencilla: los niños que no pasan varias horas todos los días corriendo al aire libre, compartiendo con amigos, sin hacer nada en especial y, en cambio, destinan cada instante del día a tareas y clases inducidas por sus padres, a verse con sus amigos con horario, comer alimentos procesados y jugar a los videojuegos para explorar sus mundos virtuales, aumentan de peso y se deprimen.

Existen cientos de libros y artículos de revistas acerca de la administración del tiempo infantil, con títulos como Organización-, Administración del tiempo y habilidades de estudio para niños-, Tarde, perdido y sin preparación: guía parapadres sobre cómo ayudar a sus hijos con las funciones ejecutivas-, y ¡Organiza a tu hijo! 

Para esos padres y estudiantes obsesionados con el éxito para los cuales la manipulación farmacológica innecesaria con medicación para el tdah derivada de las anfetaminas no es financiera ni moralmente problemática, existen, en apariencia, muchísimos médicos que no le huyen al dopaje académico y estarán dispuestos a recetar medicamentos para tratar el tdah a estudiantes a quienes no se les ha diagnosticado el trastorno, para que puedan lograr una concentración artificial agudísima y aplastar a sus competidores en sus exámenes. 

Esos médicos en nada se diferencian, desde el punto de vista ético, de los oscuros médicos del submundo del doping que suelen encontrarse en los deportes profesionales. Y sostendría que es la misma cultura de «ganar a cualquier precio» la que alimenta el deseo de usar cualquier medio necesario para lograr resultados en pruebas que, en esencia, nada significan.

Obligar a un niño a ser un miniadulto hiperorganizado, estimulado farmacéuticamente, a una edad temprana anula la sensación de control sobre su propio mundo de ese niño. La depresión y la angustia se encuentran fuertemente correlacionadas con la sensación de falta de control de la propia vida de un individuo.

(...)

Rilke describió el ingreso a la escuela como el ingreso a la cautividad. Los padres modernos están más obsesionados con las actividades orientadas a promover el desarrollo que, en teoría, mejoran las probabilidades de que sus hijos alcancen el éxito aun antes de que empiece la escuela, un éxito que se define en función de títulos obtenidos, sueldos futuros y distinciones. 

En el poema «Biografía imaginaria», Rilke describe el horror de empezar la escuela; mi experiencia personal incluyó el llanto, en el momento en que mi madre me dejó en la fila junto a otros niños aparentemente felices frente a la puerta del jardín de infantes: 

Primero una infancia sin lindes y sin 

renuncia ni meta. Oh delicia inconsciente. 

De pronto miedo, barreras, escuela, vasallaje y 

caída en la tentación y la pérdida.

Leemos "El Arte Y La Ciencia De No Hacer Nada [2014]" de Smart, A. J.

Andrew J. Smart describe, desde un planteamiento científico, las características y partes que conforman el sistema nervioso del ser humano para sostener que el cerebro permanece activo cuando no está concentrado en una tarea específica y bulle una actividad cuando se supone que está en reposo. A partir de estos descubrimientos, Smart nos dice que la multiactividad es perjudicial para el cerebro, que, por el contrario, necesita estar ocioso para ser creativo. Y recurre a citas y anécdotas sobre la vida de personajes como Newton o Rilke, que realizaron algunos de sus mayores descubrimientos y creaciones cuando estaban descansando. Un libro oportuno en una sociedad adicta al trabajo y en la que cada vez queda menos espacio para "no hacer nada". 

Este libro trata sobre el ocio. El ocio es una de las actividades más importantes de la vida; me he decidido a compartir mis ideas sobre el tema, con la esperanza de convencer a otras personas, a pesar de que en el mundo entero el horario laboral está en crecimiento y de que todos los libros sobre administración del tiempo que se ofrecen en el mercado aseguran que se puede, y se debe, «hacer más». El mensaje de este libro es, precisamente, el opuesto. Sobre la base de los datos disponibles, las neurociencias argumentan que el cerebro necesita descansar. Si bien como resultado de la evolución, el cerebro humano se encuentra exquisitamente preparado para la actividad intensa, para poder funcionar con normalidad también necesita estar ocioso, y buena parte del tiempo, según parece.

Un fragmento:

¿Cómo fue que adquirimos la convicción de que el ocio es puro mal? En los Estados Unidos, el ocio fue siempre objeto de temor. Los puritanos creían que trabajar con empeño era la única manera de servir a Dios. En la Europa del siglo xvi, donde tiene sus raíces el puritanismo, Calvino y Lutero tenían la convicción de que Dios había ordenado el trabajo continuo e instaban a los fieles a elegir un trabajo y trabajar «como si fuera el puesto de un centinela, sin abandonarlo a la ligera». Incluso alentaban el trabajo forzoso de pobres y desocupados como un modo de mantenerlos «en la senda de la vida justa». En la época de Lutero, Europa empezaba a urbanizarse y la población se multiplicaba con rapidez. Como resultado, creció el hacinamiento, el desempleo y la inflación. La pobreza urbana se multiplicó de manera explosiva en sitios como Londres, Venecia y Ámsterdam. Incapaces de comprender el funcionamiento de la macroeconomía, fanáticos como Lutero vieron a las nuevas masas pobres urbanas como «holgazanes indolentes» cuyo pecado original de la holgazanería debía castigarse con trabajo arduo. 

Podemos rastrear las raíces de nuestra obsesión actual con el trabajo y la eficacia a la equivocada idea luterana de que la pobreza es producto de la holgazanería, en lugar de pensarla como resultado de complejas circunstancias socioeconómicas. La holgazanería se consideró un mal. Si Lutero hubiera estudiado sociología, tendríamos más de dos semanas de vacaciones al año. Sería como atribuir la crisis financiera a la holgazanería de los banqueros. En E.E.U.U. las vacaciones no son un derecho establecido sino que un beneficio que negocia cada empleador. El estatuto federal Fair Labor Standards Act, de 1938, regula un sinfín de aspectos laborales pero no hay ninguna mención al tiempo libre remunerado ni a las licencias remuneradas por enfermedades. [N. del. E] 

Las consecuencias de la furibunda filosofía antiocio de Lutero, en especial en los Estados Unidos, se evidencian en nuestras absurdamente cortas vacaciones y nuestra ética del trabajo compulsivo. (Los Estados Unidos no están solos en esta obsesión: los japoneses han acuñado el término «karoshi», que significa «muerte por exceso de trabajo»).

La extensión del horario laboral también resulta sorprendente, en particular si se considera la reciente explosión de libros y seminarios sobre administración del tiempo y sobre «cómo organizarse con eficacia» que se observa en el mercado. En Amazon, encontré más de noventa y cinco mil libros sobre administración del tiempo.

(...)

Si esos libros cumplen su objetivo de volvernos más eficaces, ¿por qué tenemos que trabajar más horas?¿Por qué todas las investigaciones indican que estamos más estresados, tenemos peores relaciones familiares, pesamos más y somos menos felices porque trabajamos demasiado?¿No resulta extraño que mientras la industria de la administración del tiempo vende más libros, la cantidad de horas de trabajo aumente? Para citar a Bertrand Russell, «¿es posible imaginar algo más descabellado?»

miércoles, 7 de octubre de 2020

Aburrimiento, ¿Camino de descubrimiento?

Nunca tanto como hoy, el mundo se ha organizado para evitar el aburrimiento. ¿Es posible estar todo el tiempo activo y conectado? ¿Cómo entender lo que está pasando cuando los chicos se aburren?

El aburrirse ha pasado a ser como una especie de monstruo temido por padres y educadores que sienten que tienen que ser como una computadora prendida que responde a las demandas de los niños con presteza y que muchas veces se la utiliza para eso. Pero este tipo de respuestas no dejan espacio para poder diferenciar los distintos tipos de aburrimiento, desde el necesario para procesar duelos, pérdidas tanto vitales como accidentales y dar paso a la creatividad en sus diferentes manifestaciones, hasta el que podríamos denominar aburrimiento extremo o patológico.

Porque detrás de esa supuesta “asistencia” inmediata para que no se aburran, muchas veces existe un objetivo no declarado que es: ”no me molestes, “arréglate solo”. Esto último nos habla de los déficits parentales que por diferentes razones, ya sea culturales, sociales y también económicas no disponen del tiempo para una necesaria interacción que habilite identificaciones sostenedoras de identidades sólidas.

Utilizando los desarrollos del Psicoanálisis en este campo, podemos observar que tras el aburrimiento que en algunos casos se presenta como inhibición intelectual y vital que se da en niños físicamente sanos, operan por el contrario, procesos inconscientes muy activos, cuya finalidad es mantener al niño aislado, tanto de la comprensión de la realidad objetiva, como de la de su propio mundo interior. Donde aburrirse suele ser un trabajo psíquico agotador, trabajo que si accede a un tratamiento en los casos de aburrimiento patológico podría abrirnos el camino a las representaciones mentales necesarias para que se produzcan los conflictos psíquicos encubiertos debajo de ese aburrimiento.

En estos casos se constituye en un trabajo psíquico agotador, tanto para el niño como para los que lo rodean, donde el vincularse podría devenir en la posibilidad de encontrarse con un pensamiento que atacaría el frágil equilibrio obtenido tanto en el plano del aprendizaje como en el de las relaciones con los otros.

Vemos de esta manera, niños y adolescentes en los que la percepción inteligente de ambos mundos, el interno y el externo les causaría tanto dolor y conflictos, tanta ansiedad y sufrimiento psíquico que tratan por todos los medios de evitarlos. Es el típico chico que en clase y en la casa perturba a los otros, provocando malestar a su alrededor o por el contrario permanece ensimismado y retraído, precipitando diagnósticos sombríos sobre sus posibilidades de evolución y aprendizaje.

O por el contrario, el aburrimiento puede ser simplemente una necesaria pausa para encontrar-se y encontrar nuevas formas de conexión, si el hecho de aburrirse no se constituye en una defensa contra todo aquello que ligue a la vida. No hay que olvidarse de que grandes creaciones de la humanidad han sido el resultado de ciertos estados de retracción y aislamiento sostenido que fueron fundantes y generadores.

Por otro lado, en la actualidad vemos que la aparición de cualquier debilidad o tristeza se lo vive como un fracaso “en la gestión” de los padres paradójicamente hablando, antes que como un estado propio de la vida misma, momentos de retracción necesarios para elaborar los cambios constantes tanto de los niños como sobretodo de los adolescentes. Estados que pueden llevar al autoconocimiento, y al despliegue de una potencialidad creativa, que de otra manera estaría opacada por una actividad constante que aplanaría esos instantes de estar inmersos en una aparente pasividad y que pueden ser el caldero necesario de una creatividad que busca su cauce. Por el contrario observamos que generalmente el aburrimiento pasa a ser un síntoma que asusta a los padres, en vez de una etapa necesaria, una transición para encontrar y encontrarse, base imprescindible de la creatividad, de esa tan nombrada página en blanco frente a la que todo creador se angustia.

A esto se le suma la exposición excesiva a los aparatos tecnológicos, donde la tecnología como una herramienta útil e imposible de sustraerse a ella, al mismo tiempo puede ir limitando la imprescindible interacción paterno filial. Antes era la televisión el chupete electrónico, ahora es la computadora, el IPad, etc., que en la medida de que se lo ofrezca con esa finalidad, nos encontramos con niños que demandan un entretenimiento permanente y de lo contrario se sumergen en estados de aburrimiento, ansiosos y desesperados.

O sea que nos enfrentamos con las inteligentes y pasivamente activas formas en que puede operar lo que Luzuriaga denominó la “contrainteligencia” tratando de abrir una puerta tanto para los estados necesarios de aburrimiento como para aquellos niños sobre quienes se ha hecho demoledores diagnósticos y que en realidad pueden terminar siendo muy inteligentes para lograr no saber, no conectarse.

Muy capaces y podría decirse activos para aburrirse donde la creatividad es usada en la mayoría de las manifestaciones de aburrimiento, de manera negativa para cortar y atacar la ligazón, que nada ni nadie llame su atención ni despierte su interés. Porque saber significaría en muchos de estos casos, crecer y encontrarse con lo irremediable de situaciones que no se pueden cambiar ni modificar, o sea que la inteligencia se vuelve contra sí misma y ataca la creatividad.

Podemos observar que el ataque sistemático a cualquier esbozo de vinculación es constante porque es vivido como peligroso, produciendo un daño irremediable en todo nuevo vínculo que pueda establecerse, ya sea de aprendizaje, amoroso, de juego, de proceso analítico, etc. Ataque en la mayoría de los casos sostenido por el entorno y los mandatos biopolíticos que propulsan la futilidad de los vínculos y la intolerancia a cualquier tipo de fracaso. La pregunta sería: ¿Y qué hacemos con esto? Tratare de presentar algunos ejemplos de situaciones cotidianas que podrían orientar respecto a la prevención de estos estados que tanto nos preocupan.

Esta propuesta depende también de las edades. Por ejemplo, los más chiquitos, en general cuando salen a la calle se angustian mucho, es algo que las personas grandes desconocen, pero lo podemos ver en los cachorritos, que cuando salen a la calle se asustan, no quieren separarse de su dueño, lo mismo le pasa al “cachorro” humano. Los chiquititos se asustan mucho, y de pronto encuentran que eso de tener objetos en la mano, engañosamente, los tranquiliza. Desde un punto de vista psicológico, esa necesidad desaforada que tienen en algunas ocasiones de que les compren cosas, tienen más que ver con la angustia ante los espacios abiertos y las situaciones nuevas, que con los objetos aparentemente deseados en ese momento. En ese sentido, la posibilidad de que el adulto en cuestión que está con el chico en ese momento, le pueda hablar, le vaya explicando el mundo que lo rodea con palabras sencillas, a manera de cuento, es mucho más tranquilizador que cualquier objeto desechable que le puedan comprar.

Y también seleccionar los espectáculos de acuerdo a las edades, porque es cierto que los chiquitos se conforman con cosas diferentes como inventarles un juego, contarles un cuento, que a su vez es tanto o más valioso que llevarlo a ver un espectáculo que no entiende nada , donde a poco de empezar empieza a llorar.

Un chico a partir de los 9 años puede apreciar más un espectáculo, una película, ocasión donde es preferible establecer un diálogo acerca de lo que se fue a ver, hacer toda una narrativa en torno a una película, que ver muchas películas, salir y no decir una palabra, como si no hubiera pasado nada. De esa forma se trata de ayudar a procesar distintas emociones y sentimientos metabolizados por la función continente de un otro que se disponga a escuchar y a comprender, que le vaya narrando la vida.

También propiciarle estar más distendidos, estar con chicos de su edad, respetar la necesidad de pasarse largo rato mirando el techo sin hacer nada tanto en los niños como en los adolescentes.

El aburrirse puede ser un camino de descubrimientos que no siempre nos habla de inhibiciones que incluye todas las variantes que la creatividad que cada uno encuentre, sin estar bajo la exigencia de un hacer que no tiene nada que ver, la mayoría de las veces con el descubrir nuevos territorios de interés.

Todo lo expuesto lo relaciono con la frase que dijo una niña pequeña: “Mama, me contas cómo es el mundo” y está dirigido a que puedan ir internalizando una narrativa que como una trama hecha de gestos, caricias, miradas y palabras pueda sostener los cambios necesarios, imprevistos e inevitables de la vida. Porque sabemos que la posibilidad de aprender de los niños y de jugar tiene que ver primordialmente con la capacidad vinculante brindada por las interacciones tempranas, que establecen un espacio de transición y de descubrimiento, de “ir contándoles el mundo”, que habilita la evolución y el crecimiento hacia la maduración cognitiva y el desarrollo emocional.

Fuente: Catz, Hilda "Aburrimiento, ¿Camino de descubrimiento?" - LetraUrbana.com

miércoles, 11 de marzo de 2020

El valor de ser mediocre.

Fuente: Wu, Tim (20/12/2018),  "El valor de ser mediocre", New York Times

Siempre quedo sorprendido por cuántas personas me dicen que no tienen ningún pasatiempo. Podría parecer algo insignificante, pero (aunque suene grandilocuente) para mí es una señal de una civilización en decadencia. Después de todo, la idea del ocio es un logro ganado a pulso, pues presupone que hemos rebasado las exigencias básicas de la supervivencia. Sin embargo, aquí en Estados Unidos, el país más rico en la historia, parece que nos hemos olvidado de la importancia de hacer las cosas por el simple hecho de que disfrutamos hacerlas.

Sí, lo sé: es que todos estamos tan ocupados. Entre el trabajo y la familia y las obligaciones sociales, ¿cómo esperan que tengamos tiempo?

Pero he aquí una razón más profunda que se me ha ocurrido de por qué la gente no tiene pasatiempos: nos da miedo no hacerlos bien. Más bien: nos intimida la expectativa —que ya es un sello distintivo de nuestra época, tan intensamente pública y enfocada en el desempeño— de que debemos ser talentosos hasta en las actividades que realizamos en nuestro tiempo libre. Nuestros “pasatiempos” (lo considero un término anacrónico para lo que hacemos) se han vuelto demasiado serios, demasiado rigurosos; ahora se tratan de una oportunidad para sentir ansiedad sobre si en realidad eres la persona que dices ser.

Los requerimientos de la excelencia están en guerra con lo que llamamos libertad.

Si te gusta correr, ya no es suficiente con que des un par de vueltas a la manzana: ahora hay que entrenar para los maratones. Si te gusta pintar, ya no lo haces nada más para disfrutar de una agradable tarde solo contigo, con tus acuarelas y con unos lirios de agua, sino que ahora debes buscar que exhiban tus obras en una galería, o al menos intentar hacerte de una cantidad “respetable” de seguidores en las redes sociales. Cuando tu identidad está ligada a tu forma de entretenimiento —eres un yogui, un surfista, un escalador—, más te vale hacerlo bien porque si no es así, ¿quién eres entonces?

Aquí lo que hemos perdido es la afición tranquila a tener un talento modesto, a hacer algo por el simple hecho de que lo disfrutas y no porque lo haces bien. No habría que enfatizar que los pasatiempos deben ser una actividad distinta al trabajo remunerado. No obstante, valores ajenos como “la búsqueda de la excelencia” se han insertado y han corrompido lo que solía ser el terreno del ocio, así que ya no hay lugar para el verdadero aficionado.

La población —al menos la de Estados Unidos— parece estar dividida entre los aficionados semiprofesionales (algunos tan dedicados como los atletas olímpicos) y aquellos que se retraen en el ocio pasivo en las pantallas, la marca distintiva de nuestros tiempos tecnológicos.

No niego que se puede obtener mucho sentido al practicar una actividad a nivel profesional y no miro con desdén a quien decida dedicar su vida entera a una pasión o talento innato. Hay experiencias muy profundas que traen consigo el dominio de un arte. Pero también hay una alegría pura y verdadera, un grato deleite, casi infantil, que surge al aprender y simplemente esmerarnos en lo que practicamos. En retrospectiva, se darán cuenta de que los mejores años de sus clases de buceo o de carpintería, por dar algunos ejemplos, fueron cuando apenas se iniciaban, cuando sentían exaltación tan solo por hacerlo.

Aunque pocas veces nos percatamos de ello, los requerimientos de la excelencia están en guerra con lo que llamamos libertad.

Permitirte hacer únicamente aquello en lo que sobresales es atraparte en una jaula cuyos barrotes no están hechos de acero, sino de tus propios prejuicios. Sobre todo en el caso de las actividades físicas, pero también en muchas otras cosas, la mayoría de nosotros seremos verdaderamente excelentes solo en aquello que hayamos comenzado a practicar en la adolescencia. ¿Qué pasa si decides aprender a surfear a los 40 años, como yo? ¿Qué pasa si cuando tienes 60 decides aprender italiano? La expectativa de alcanzar la excelencia puede ser abrumadora.

Se supone que la libertad y la igualdad deben facilitar la búsqueda de la felicidad. Sería muy triste si solo protegiéramos los medios e ignoráramos el fin. Una democracia, cuando funciona como es debido, permite que los hombres y las mujeres se conviertan en personas libres; sin embargo, depende de nosotros, como individuos, si usamos esa oportunidad para encontrar un propósito, alegría y satisfacción.

Si sospechas que esto parece una elaborada súplica para que la gente deje de trabajar tanto, lo es.

De cualquier manera, quisiera expresarme en términos mayúsculos: la promesa de nuestra civilización, el objetivo de todos nuestros esfuerzos y avances tecnológicos, es rescatarnos de la lucha por la supervivencia y darnos tiempo para quehaceres más nobles. Sin embargo, exigir la excelencia en todas nuestras actividades puede menoscabar eso; puede ser un peligro para la libertad o puede incluso destruirla. Nos despoja de una de las mayores recompensas de la vida: el sencillo placer de hacer algo solo porque lo disfrutamos profundamente.

viernes, 26 de octubre de 2018

Cambios en las personas mayores que intervienen de actividades en dispositivos recreativos organizados.


Cambios en las personas mayores que intervienen de actividades en dispositivos recreativos organizados


Autor: Sergio L. Fajn


Resumen:
Voy presentar algunos interrogantes, ciertas reflexiones y aspectos teóricos que recorren la practica recreativa con personas mayores.   La intención es acompañar a seguir construyendo el campo de abordaje y la formación de los profesionales, poniendo el acento en los fenómenos que se ponen en juego al momento que los mayores deciden intervenir en actividades, en el marco de dispositivos recreativos organizados.
Me valdré de un artilugio que es el recorte de una viñeta de una señora y sus primeros pasos por algunas experiencias, a partir de allí voy a describir y analizar los cambios y transformaciones emocionales, intelectuales, corporales y relacionales, posibles revisiones subjetivas, impactos en las representaciones corporales, transformaciones en el espacio vincular, modos de disfrutar y ocupación del tiempo libre.
Podremos acompañarnos de fotografías que reflejan y colorean la presentación.

Desarrollo
¿Qué cambios suceden en las personas mayores que intervienen regularmente de actividades recreativas organizadas?, ¿cuáles de estos cambios pueden considerarse que colaboran en la prevención de salud?
Intentaremos ubicar el tema a partir de una situación problema que nos posibilite desarrollar algunos ejes conceptuales.


Una escena:
María, 68 años, vive sola en un departamento de dos ambientes en el barrio de Almagro, Capital Federal, Argentina. Dice que los dolores de huesos y  la humedad de esta ciudad no la dejan vivir en paz; le ha pedido a su hijo Juan Manuel que le ponga las cosas de uso cotidiano en los estantes de abajo de la alacena porque se le hace difícil estirar los brazos para llegar hasta arriba.
No sabe que le molesta más: si seguir subiéndose a la silla para llegar hasta las latas o pedirle a los demás que le den una mano.  Siente que su mundo se achica cada día mas, que las molestias la van cercando, que no hay con quien hablar, ni adonde ir.
Javier su nieto de 10 años vio que en su escuela después de las seis de la tarde entra gente de la edad de su abuela.  Decidió averiguar que pasaba, y descubrió que ese podría ser un sitio para ella.  La invitó, insistió durante un tiempo en la propuesta y María recién accedió  a ir después de seis o siete meses.
Al principio fue solo a mirar las clases de gimnasia, desde lejos, por sí acaso.  Una vez que entró en confianza decide sumarse poco a poco.  Presentó su chequeo médico al profesor y en un costadito empezó a moverse tímidamente.   
Javier la esperó desde el asiento.
Ella quedó sostenida por la mirada de Javier y el profesor.
No estaba muy segura de qué la llevaba cada lunes, cada miércoles, cada viernes.  Si era por sus nuevas compañeras que la saludan por su nombre al llegar, o que descubrió a una vecina de la otra cuadra que también iba a la actividad, o el profesor que la estimulaba a seguir, o quizás no quería defraudar a Javier.
A los dos meses se sumó también al taller de juegos teatrales los martes y jueves.  María nos cuenta “hoy volví a poner las latas de yerba y galletitas en el estante de arriba, con cuidado pero llego.  Acaricio la gata agachándome y el otro día, en teatro representamos un viaje en colectivo, yo iba parada, sosteniéndome, sin trastabillar, no tenía miedo a caerme con cada frenada.  Es posible que pronto me anime y suba al colectivo de verdad y ande tranquila.”


Un eje preventivo: Preservar la autonomía
En esta viñeta tenemos una mujer con un horizonte que se le va recortando progresivamente. Dolores que reducen su campo de acción, miedos que la inhiben a viajar con seguridad y confianza.  Malhumorada al tener que depender de su hijo.  Pocos lazos sociales que se extiendan mas allá de los familiares.
Su autonomía se va perdiendo.
Las transformaciones que suceden a partir de todo esto en la vida de María se relacionan con el cambio de posición subjetiva frente a su propio envejecimiento.  Planteamos algunas preguntas ¿qué espacio le queda para el placer?, ¿es necesario quedar sometida al padecimiento?, ¿el único modo posible de vivir la vejez es quedarse solamente con la familia teniendo que relegar otros lazos sociales?, ¿el dolor es una manera de conectarse con el cuerpo?, ¿qué hacer con sus horas liberadas de obligaciones?.
Su nieto le abre un puente para empezar a desplazarse.  Va de la mano de alguien en quien confía.  Llega a un sitio desconocido, explora, observa, tantea donde pisar, donde caminar segura.  Mira y se compara con sus pares dejándose llevar por un profesor.
Las miradas de Javier, del profesor y también de los compañeros la sostienen. Le dan lugar para desplegarse mas allá de lo habitual.  Extender su palabra, su cuerpo, su voz, su gesto.  Encontrar un territorio fértil y seguro donde desplazarse.
Se construye una trama que le permite rearmarse, apropiarse del lugar, dejar sus huellas.
Habitar un espacio donde reconocerse en los otros y ser nombrada.
Puede diseñar un proyecto diario centrado en actividades placenteras.
Pega así un salto que le posibilita volver a manejarse en forma independiente en su vida cotidiana, en su casa, con sus cosas, con sus seres queridos.  En los desplazamientos, gana en prolongación, va mas allá de lo habitual.  Reconquista el espacio, imagina volver a subir al colectivo, llega nuevamente a la parte de arriba de la alacena.

Hacia un nuevo cuerpo
Se ponen en movimiento su cuerpo y sus fantasías.  Un cuerpo que entró en acción aún mientras observaba.  Viendo a los otros se veía.
Múltiples cuerpos conviven en el  suyo, el cuerpo del dolor, el cuerpo que le devuelve el espejo, el cuerpo lento, tembloroso, inseguro.  El que le retornan sus seres cercanos.
Ahora la boca del cuerpo se abre para hablar.  Es el encuentro progresivo con el cómo se está aquí y ahora, descubriendo las posibilidades e imposibilidades, dando pasos para hallar formas de placer con este nuevo cuerpo.
Cuerpo que es nuevamente contorneado en el encuentro con las miradas, con los contactos.
Irá construyendo un envejecimiento saludable en la medida que vaya soportando el límite de aquello con que cuenta y pueda ir explorando las alternativas novedosas que se le presentan; surcando las oportunidades a las que ella esté dispuesta a autorizarse a recorrer.
No se trata solo de emprender una clase de juegos teatrales o de gimnasia, estar ahí es toda una decisión.  Elegir la ropa apropiada, peinarse, pintarse, cuidar su aspecto, verse bien; levantarse esa mañana con un proyecto claro y preciso, que la motiva, que la impulsa hacia adelante.  Saber que va a encontrar caras conocidas, ser nombrada, pertenecer a un grupo, extender los lazos a nuevas personas.  
Quizás el padecimiento empieza a ocupar un lugar secundario ya que hay un nuevo organizador de su vida cotidiana, hay un proyecto vital, social, abierto, que la mueve.


El cuerpo entra en escena
Consideramos que en el ingreso de María al Centro-Escuela  pone en escena  su cuerpo,  pone a trabajar su cuerpo. A partir de él y de su motricidad, a partir de lo perceptivo puesto en situación se produce un movimiento de otro orden que opera sobre las imágenes corporales, sobre las representaciones corporales. El esquema corporal especifica al individuo en cuanto representante de la especie: es, en principio, el mismo para todos.  La imagen del cuerpo, en cambio, es propia de cada uno: está ligada al sujeto y a su historia.  Soporte del narcisismo, es eminentemente inconsciente. La imagen del cuerpo es la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales: interhumanas, repetitivamente vividas a través de las sensaciones erógenas, electivas, arcaicas o actuales.  La imagen del cuerpo refiere al sujeto deseante, a su gozar, mediatizado por el lenguaje memorizado de la comunicación entre sujetos. La imagen del cuerpo es la huella estructural de la historia emocional de un ser humano.
Durante el envejecimiento, las modificaciones pueden implicar una rotunda lesión narcisística; lo que refleja el espejo puede tener un carácter crecientemente decepcionante.  Y en esto se entrelazan valores predominantes en nuestra cultura occidental actual.  Belleza y vigor son rasgos sobrestimados, desplazando como aspiración, frecuentemente a todo otro ideal.  El modelo cultural vigente condiciona desde dónde el individuo buscará satisfacer el requisito narcisístico de ser reconocido y valorado. Tomamos como idea de narcisismo la búsqueda de unidad del sujeto.  Dice Hegel en Fenomenología del Espíritu: “El ser humano completo sólo es en cuanto se lo reconoce”.  Ese cuerpo decepciona al sujeto en la medida que supone desilusión del otro.  La persona mayor corre el riesgo de apoyarse solamente en su imagen visual.
Sigmund Freud de entre los tipos de impresión sensorial (la vista, el dolor) destacó un modo intermedio entre lo externo y lo interno: la doble impresión táctil, que consiste en la superposición de dos percepciones: tocar y sentirse tocado.  Esto implica una subjetividad y se constituye en el contacto con el otro.
La recuperación de ese otro modo de reconocimiento, el contacto táctil, facilita el reencuentro con un espacio subjetivo compuesto por sensorialidades y estados afectivos.
El desarrollo de las actividades recreativas son de importancia fundamental para el armado de este espacio subjetivo, en el contacto con el otro, abriendo lugares para el reconocimiento del nuevo cuerpo.

Haciendo un lugar
El aislamiento, la ausencia de proyectos vitales, la dificultad para encontrarle un sentido a la vida en este momento ponen al sujeto a veces frente al riesgo de desintegración.  Una salida posible para algunos mayores es la traducción de estos acontecimientos en la aparición de un “mal”, ligado con una localización en el cuerpo o a veces en la mente de dolencias, malestares, sufrimientos o enfermedades.  Quizás desde este posicionamiento perciba que se preserva mínimamente su integridad.  Se fortalece la siguiente creencia Duele, por lo tanto soy. Así, se retorna a un modo que implica la pérdida de las capacidades simbólicas para afrontar las crisis.
La presencia del dolor es la expresión contradictoria de un sujeto que tiende hacia la muerte y que a la vez puja por vivir buscando cuidados y protección; lucha por sostener la vida.  El camino hacia la muerte podría estar definido por la ausencia de búsquedas, ya no hay espera, ni deseo puesto en juego.
El malestar, el dolor, la enfermedad cumplen la función de organizador que contrarresta el temor a la desintegración.  Pero el dolor no es una cuestión privada.  La enfermedad tiene un valor relacional.  A veces cuando está desarticulada la red vincular con el contexto, el cuerpo doliente permanece como garantía de seguir vinculado al otro. El sujeto espera y a veces obtiene de este modo los cuidados requeridos.  Mimos, caricias se conquistan enmascarados por la enfermedad.
Sobre este punto otra perspectiva posible es que hay un discurso dominante que ejerce sobre la vejez una presión social para adaptarlo a un lugar de lo conservador sin deseos ni conflictos.  Así el conflicto se traslada al cuerpo, única forma socialmente aceptada de expresarlo, completando una equivalencia que equipara al cuerpo viejo con el enfermo, pasando la enfermedad a ser un factor de comunicación social, validado y “muy bien” aprovechado, por diferentes instituciones públicas y privadas. Mensaje disciplinador del cuerpo, según el cual ser “normal”, estar “adaptado”, implicará el ocultar o negar por parte de la persona mayor, toda manifestación de sus emociones, sentimientos y sexualidad.   
Es un intento de regreso vía la enfermedad a una situación de desamparo.  El desvalimiento se hace socio del dolor otorgando derechos a reclamos compensatorios. El aislamiento en la vejez caracterizado por la ausencia de vínculos,  puede precipitar la vivencia de desvalimiento e indefensión.  Frente a esto, las actividades recreativas en el espacio grupal despliegan todo su potencial en dirección a la protección y amparo del sujeto.  Desde esta premisa la estrategia de constitución de grupos se apoya en un principio de prevención.   Un espacio donde el profesional, el coordinador o el docente y los compañeros arropen con sus miradas y palabras.  Plataforma desde donde podrá afirmarse y saltar a otros espacios y relaciones.
El primer amparo que un ser concede a otro es tomarlo en cuenta.
Ser mirado, tocado, escuchado es estar vivo. “Si me mirás o me tocas existo”.
El dolor físico avala la vuelta a la experiencia de contactos corporales, en los que uno es mirado, sostenido, tocado.  El cuerpo enfermo es un cuerpo habilitado para ser mirado, tocado; cuerpo del que se habla, cuerpo que ocupa el centro de la escena, pero que se presenta de este modo como pretexto, a la espera de hallar una vía mas saludable de satisfacción.
Algunas investigaciones coinciden en remarcar que la concurrencia repetida de las personas mayores a la visita médica legaliza el espacio seguro, de compartir con otros un largo rato de charla en la sala de espera, y también el momento para ser escuchado y tocado por un/a profesional. Enmarcado en una visita médica se avala y se deculpabiliza el pedido encubierto de amor y cuidados. A veces no importa la medicación, el alivio ya se produce por el mismo hecho social de la visita.  
En el campo recreativo encontramos que los mayores que emprenden actividades y vínculos que les resultan significativos reducen el consumo de medicamentos y la cantidad y frecuencia de visitas a los médicos.  Se desprenden del dolor progresiva o rápidamente.  Los temas de sus discursos transitan el pasaje de la queja al placer, compartiendo lo que hacen y con quien lo hacen.  Fenómeno de sustitución que se emprende a partir del desarrollo de actividades recreativas.
Incluimos la noción de sustitución como contenido propio de la esfera del juego.  La recreación toma como motor esencial el juego creando condiciones ilusorias para poder armar situaciones de sustitución. El juego en la vejez  recupera la capacidad del sujeto para imaginar otras cosas, ser otras cosas y hacer otras cosas pero expulsando todo contenido de dolor o padecimiento.  Esa es la condición para que se mantenga el juego: estar alejado y por ende preservado de la enfermedad, el sufrimiento y la muerte.  Alejados en cuanto a su posibilidad real.  Así, durante el juego puede inventarse una nueva realidad, una realidad segunda o del “como si” donde se ingresa en el mundo dominado por la imaginación, por la ilusión de los jugadores.
Allí se puede dirigir el destino de las acciones y ensayar sin peligros como modelar la realidad cotidiana.  Recuerdo al viejo Juan que decía al llegar al grupo de juegos teatrales “..aquí es donde se me van los dolores, me río y me divierto.”

Para no caer en la vejez
Durante el envejecimiento el cuerpo “habla” y lo hace sobre todo desde lo físico, ya que envejecer es un proceso de transformaciones y cambios que incluyen al cuerpo.
El  conflicto que en mayor medida impide aceptar el envejecimiento, es el desfasaje que el anciano enfrenta entre lo que siente que puede y lo que puede en realidad.
Hay por un lado un deseo inconsciente, atemporal, que no envejece y por el otro, un cuerpo que si lo hace.  Cuando no puede soportar esta discordancia inevitable, tratando de ir más allá de lo que su cuerpo le posibilita, se pone el viejo en situación de riesgo físico y/o psíquico, proclive a accidentarse.
Algunas personas mayores sufren patologías y sin embargo destacan su impulso por las búsquedas de placer, crecimiento y desarrollo. Podemos entonces pensar que un viejo normal no es necesariamente un viejo sano. Un viejo normal es un viejo que está en condiciones de hacerse cargo de su salud y de su enfermedad.  
Por otra parte podemos decir que algunos aún en ausencia de enfermedades pueden posicionarse patológicamente frente al envejecer.
Un viejo normal es un viejo que se adapta a la disminución de su rendimiento físico: toma contacto con como está su cuerpo aquí ahora, evalúa las posibilidades y las limitaciones.  
El espacio recreativo permite llevar a cabo rectificaciones y reajustes en el marco del encuentro con los otros que devolverán miradas y palabras que contribuyen en este acto de actualización y reacomodamiento.  Se recrea la perspectiva y la mirada propia sobre el cuerpo.
En la actividad recreativa destacamos el espacio de escucha abriendo un sitio fértil para la aparición y circulación de preguntas sobre cómo el individuo se implica frente a las pérdidas, los cambios, los deterioros y cual es el modo en que los va llevando.
También podemos encontrarnos con quienes no puedan o no quieran salir de la dolencia, indicando el modo de encarar un envejecimiento patológico.  Son los sujetos que no han tenido en cuenta el elemento tiempo y se desencadena de golpe, abruptamente la presencia de los cambios.  Sin posibilidades de elaborar y preparase para el futuro, la vejez se les convierte en una caída. Invierten enormes montos de energía en detener u ocultar los cambios.  Marca las dificultades para aceptar las pérdidas y por lo tanto no hay ocasión de encontrar reequilibrios compensando pérdidas con ganancias.  Limitados para hallar sustitutos donde reinvertir las energías que pueden quedar liberadas de los objetos que se han perdido.
Frente a esto en un envejecer normal se podrá reemplazar el poder de la juventud por la sabiduría que traen los años.


Envejecer es un momento de la vida que requiere de un arduo trabajo psíquico de elaboración, basado en re-significaciones a nivel de lo subjetivo.
El anciano enfrenta en su cuerpo cambios que modifican su esquema corporal y su imagen, llevándolo a una tarea psíquica de re-conocimiento y  re-elaboración, entre aquel cuerpo conocido, ya perdido y este cuerpo desconocido de la vejez, pero disponible.
El cuerpo es un lugar de inscripción de lo inconsciente y es una representación simbólica que el sujeto deberá construir, también simbólicamente, a través de su historia, y que por ser sede pulsional estará permanentemente abierto a re-significaciones.
La inclusión de lo grupal en el tipo de abordaje antes citado, favorecerá que en la relación con otros, en la mirada de los otros, en el encuentro vivencial con los otros y a partir del trabajo corporal, se pueda reflexionar sobre el cuerpo, propiciándose así el proceso de reconocimiento.
Este abordaje preventivo integral, que incluye la dimensión corporal, no la incluye a modo de “entrenamiento” sino –al incluir también la dimensión “psi”- como posibilidad de resignificaciones simbólicas que permitan reelaborar los cambios corporales en cuanto a potencia, ritmo, fuerza, imagen y autonomía.
Mover el cuerpo, sentirlo, preservarlo y cuidarlo, ayudan a reconocerlo.
El trabajo recreativo que apunte a la prevención contemplará entonces la articulación de lo psíquico con lo físico y permitirá además que se resignifique la relación que el sujeto tiene con el tiempo en este momento de su vida.
Tiempo cronológico que en lo consciente denote la presencia de los límites que marca el envejecer.
La tarea recreativa en la tercera edad, es también preventiva.   No se trata de prevenir la vejez ya que no es una enfermedad, sino de prevenir su avance prematuro y un modo patológico de  deterioro. Es por eso que se toman los recaudos necesarios en cuanto a forma de vida, ejercicios físicos, tratamientos estéticos y de todo tipo que le permitan a la persona mayor seguir manteniéndose vital, activo y joven. Pretender esto no va en contra de aceptar la vejez.  
La tarea recreativa-preventiva en la tercera edad, que articula el trabajo corporal y el trabajo psíquico, apunta a movilizar el exceso de concentración narcisista, que sobre todo en la actualidad, se centra en la imagen de un cuerpo joven, buscando resolver situaciones de la vida diaria tendientes a actualizar la nuevas y distintas posibilidades del sujeto que envejece, renovando así permanentemente el compromiso con el cambio, ya que un sano envejecer no precisa sólo de un cuerpo flexible, sino también de un espíritu flexible.
Esta propuesta interdisciplinaria, que articula el trabajo psíquico con el corporal podrá realizarse ligada a cualquiera de los espacios de recreación donde el adulto mayor participa.  Implica redefinir el dispositivo de los talleres o cursos habilitando en ellos un espacio donde poder conversar y dar cuenta de estas cosas.
Al diseñar una estructura recreativa, se concibe al sujeto que envejece desde una perspectiva integral, buscando que tenga oportunidades y posibilidades para seguir desarrollándose biológica, psicológica y socialmente.  Por ello se intenta organizar las actividades planteando preponderantemente lo físico-corporal, lo social-grupal, lo afectivo-emocional y solo a los fines didácticos se destaca circunstancialmente un área sobre otras, sin perder de vista la interrelación e integralidad de la propuesta.
En el caso de María una puerta de ingreso fue el curso de gimnasia y luego se integró al curso de  juegos teatrales.  Ambas actividades podrán producir efectos en cualquiera de las áreas.  La idea de integralidad es sostenida también en el armado de equipos interdisciplinarios que fortalecen y potencian el trabajo de los otros.

Hay algo que nunca envejece
En un envejecimiento normal crecer implica ir aceptando el paso del tiempo, identificando que hay algo que nunca envejece: el deseo, que es indestructible, atemporal y transciende al deterioro.  Esto tendrá que ver con el lugar que el sujeto esté dispuesto a conservar para dar rienda suelta a su “niño” y seguir motorizando sueños y proyectos.  En esto la recreación presenta condiciones apropiadas para que este trabajo pueda llevarse a cabo, sitio privilegiado para el despliegue del juego, la imaginación y las nuevas iniciativas.  Espacio de ejercicio para la creación de nuevas versiones acerca del envejecer.
La preservación del espacio de juego, creación e ilusión se opone a la desesperación de sentir a la existencia toda como un drama.


Un envejecimiento normal se relaciona entonces con las posibilidades que el sujeto se de para hallar espacios placenteros, con la elaboración acerca de la muerte y un deseo de afirmar y prolongar la propia existencia, con la transmisión por parte del sujeto de las significaciones sobre la vida a otras generaciones. Evitar que prevalezca el estancamiento exige por un lado el trabajo de duelo por la propia vejez y por el otro la búsqueda y el establecimiento de vínculos e ideales.

Ubicando los limites
Consideramos necesario en la actividad recreativa diferenciar la idea de límite.  Esta puede ser vista en dos sentidos: el límite que impide el movimiento, el límite como restricción, por una parte y el límite que es frontera, que marca los contornos, que permite la formación de una imagen definida, por el otro.  Al primero lo llamaremos “limitación”, mientras que conservaremos la palabra “límite” para el segundo sentido.
Una limitación se puede elaborar, tolerar o modificar si se puede hacer un trabajo para conectarse con las imágenes ideales de cada uno y aceptar las limitaciones.  El esfuerzo de mantener una imagen ideal, la pelea entre lo que me gustaría ser y lo que soy, desvitaliza.  La energía se emplea en esa oposición, en la pelea con el límite.  Quizás, la cercanía del gran límite, la muerte, hace que no sea sencillo escapar a esta tendencia a oponer resistencia a los límites y dejar las energías en el intento.
Un cuerpo limitado, sí, pero una limitación física puede verse recargada por una determinada relación con los límites, por la falta de aceptación de esos límites.  
En la actividad recreativa se abre la oportunidad para interrogar las imágenes que se tienen sobre el propio cuerpo, para recorrer los límites, para tomarse con humor los cambios que hoy se viven, para desdramatizar aquello que se presenta dramático y se congela con un único sentido.  Tarea de revisión de sentidos en la búsqueda de nuevas formas de placer en este nuevo cuerpo a construir.  Al amparo de un grupo y de una actividad flexibles, sin imperativos, es posible llevar adelante esta revisión y construcción diseñando una imagen de cuerpo ligada a la actualidad, a las posibilidades y a los deseos.  Cuando se acepta la limitación se descubre, en el cuerpo, lo que no está limitado. En lo que no está limitado se puede usar esa energía que se desperdicia en la lucha por la juventud perdida.  Lucha por la negación del paso del tiempo.


Recreando la vejez
Hemos expuesto algunos de los avatares por los que se va atravesando en el envejecimiento en cuanto a los fenómenos ligados a la temporalidad.  El salto que se da en la actividad recreativa para ser definida como tal, estará signado por la vivencia que de ese tiempo se tenga como tiempo libre.


Instante privilegiado en tanto el sujeto puede desligarse de obligaciones domésticas, laborales, de reproducción económica.  Es en el área del tiempo liberado donde se manifiestan con mayor claridad  los rasgos y características de una cultura vivida y se presentan las condiciones más favorables para seguir desarrollándola.  Sin embargo hay que tener en cuenta los aspectos inhibitorios que pueden coartar su uso y disfrute.  En este sentido nuestra labor profesional apuntará a trabajar de manera reflexiva sobre estos aspectos.
La libertad de elección en el tiempo libre es relativa  y la percepción que cada persona puede tener de una actividad depende de condiciones culturales, que lo llevan a juzgar, valorar y actuar de una u otra manera. La sociedad promueve la idea de que ciertas elecciones son libres surgiendo por lo tanto la ilusión de que hay opción.  La  forma en que la gente utiliza su tiempo difiere en los distintos sectores socioeconómicos y hay sanciones sociales para una u otra forma de uso del tiempo. Así algunas actividades pueden estar reflejando la forma en que las personas han internalizado las restricciones que su vida les impone y que les hace vivenciar como elección propia las posibilidades que resultan de sus condiciones de vida.


La recreación se caracteriza por ser actividad en y del o para el tiempo libre.   Se desarrolla durante el tiempo liberado de obligaciones, pero además se propone crear condiciones para que el sujeto pueda usar y disfrutar de ese tiempo libre fuera de las estructuras del sistema recreativo.  
Esta actividad será recreativa en tanto suceda algo del orden de una revisión, una rectificación y por ende una posibilidad de recrear su vida en ese tiempo con autonomía y libertad.  No solo en los momentos de actividades organizadas en estructuras recreativas sino con independencia de ellas.
En nuestro ejemplo es posible que la participación de María en la Escuela-Centro le haya generado interrogantes acerca de cómo usar y disfrutar su tiempo libre.  Esto quizás le permita proyectarse mas allá de los días de funcionamiento del Centro diseñando salidas compartidas, buscando otros lugares para ir a bailar, a cantar, o tomando iniciativas. María ha reordenado su programa semanal asistiendo en primera instancia tres días a gimnasia y luego sumó dos días para juegos teatrales.


Tomar decisiones sobre el tiempo libre implica también recrear la propia dimensión subjetiva, sostener el deseo frente a los otros y enfrentar el desafío de correrse de los roles establecidos en acuerdo explícito o implícito con otros miembros  de la familia. Generar una ruptura con estos lugares hace a un cambio en la dimensión de lo conocido, lo seguro, lo aceptado, lo tolerado.  Correrse de un lugar incita a que los otros tengan que revisar su propia ubicación.  Es decir que hay una incidencia sobre los involucrados en el sistema de relaciones, apareciendo invariablemente en los otros, resistencias al cambio y defensas ante lo nuevo. Tal vez aquella capacidad de movimiento sea condición para un envejecer normal.
Los roles habituales: ser la esposa, ser la abuela, etc., se ponen en cuestión.  Todo estaba dispuesto, ordenado y alguien ahora intenta moverse dejando un vacío ¿cómo soportar este vacío?, ¿cómo soportar este corrimiento?.
La persona mayor abre así un campo conflictivo acerca de la idea de envejecer, hasta ahora conocida y los otros pueden toparse con interrogantes acerca de su propio modo de envejecer.
Se transgrede también una imagen de vejez compartida y conocida aunque no siempre aceptada.  Al generar un cambio en el modo de recorrer el tiempo libre en el envejecer se empiezan a desplegar fantasías, temores, anhelos de lo nuevo que va a aparecer y está apareciendo.
Me pregunto ¿qué aspectos internos detuvieron a María esos seis meses hasta que por fin decide concurrir al Centro?, ¿su decisión se termina de construir un tiempo después de estar en la escuela, conociendo a la gente, al profesor, al lugar, y descubriéndose a sí misma en esa nueva situación?.
El modo en que se emplee el tiempo libre en la vejez deja al desnudo la forma en que se ha aprovechado este tiempo en otros momentos de la vida.  Pero debido a que en esta etapa se incrementa sensiblemente la cantidad de horas que quedan liberadas de obligaciones laborales, familiares y sociales, es que puede ser la oportunidad para iniciar, continuar, retomar o completar intereses, deseos, anhelos.

Para finalizar
La actividad recreativa es un lugar propicio para contribuir en el trabajo de elaboración de los duelos, de los cambios, de la posición frente al paso del tiempo y de su impacto en el modo de representarse el cuerpo, preservados por algunas cualidades que se toman del campo del juego. Recrearse protegidos por la regla de que nada serio les va a suceder mientras se tome la actividad como broma, como juego.  Entendiendo por lo serio a todo aquello que nos precipita ante el riesgo de la muerte.  Burbuja de acuerdos que preserva del peligro.  Que habilita, que abre, que permite construir, crear, destruir, desear, odiar, quebrar, maldecir, bendecir, volar, soñar, tirar, achicar, estirar, matar o resucitar.
Podemos afirmar que algunas representaciones sociales ligadas al paso del tiempo, al cuerpo, al placer, a la diversión, a las pérdidas pueden empezar a ser cuestionadas, reflexionadas y reescritas durante la experiencia recreativa posibilitando para saltar a una nueva dimensión de vivir la vejez.


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