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jueves, 8 de octubre de 2020

La histeria, entre el cuerpo y el sentido

Como hemos visto en otras oportunidades, el psicoanálisis nació del encuentro de Freud con las histéricas, esas mujeres que necesitaban hablar. El psicoanálisis partió de la articulación de las palabras y el cuerpo. El síntoma habla. Freud, como venimos viendo en Análisis fragmentario de una histeria, nos dice que ningún síntoma histérico puede producirse sin la facilitación somática en algún órgano en el cuerpo.

El síntoma histérico es la expresión de una fantasía de contenido sexual infantil que tiene más de un sentido y sirve simultpaneamente de expresión a varios contenidos inconscientes. Es desde el inconsciente desde donde el cuerpo hace su llamado. En el historial de Dora, Freud coloca en el centro los pensamientos en relación al padre y sus pasiones, que van sosteniendo el encadenamiento de los síntomas: la tos, la afonía, la masturbación, la afonía, el asma, etc.

Recuerden que Dora le hablaba a Freud todo el tiempo de su padre y de los pensamientos en relación a él, él en relación con la sra. K, con Dora misma, todo el tiempo. Esa era toda la preocupación de Dora. Recordarán que a los 8 años Dora ya presentaba, al decir de Freud, síntomas neuróticos, como la disnea y los ataques de angustia. Esa edad fue el momento en que ella dejó de mojarse en la cama, según las entrevistas con Freud. Posterior al tiempo de interrupción de la masturbación, que tomaba el período edípico. Freud lo une con la frase de Dora "Espiar con las orejas". Ella colocaba esta frase para decir que estaba en el dormitorio contiguo de los padres y prestaba atención a lo que allí sucedía. Dora sustituye el masturbarse por la inclinación a la angustia.

A los 12 años le aparecieron migrañas y ataques de tos nerviosa. Se presentaban juntos al principio, hasta que los síntomas se separaron. La migraña, hacia los 16 años, desapareció. Y el síntoma de la tosse sostuvo hasta llegar a la afonía total. A los 18 años va a ver a Freud por segunda vez. Ella había ido a los 16, pero no se puedo armar nada allí. A los 18 ella es llevada por su padre a aver a Freud. El padre, en algún momento se había tratado con Freud y había tenido una mejoría importante. En relación a esa transferencia, lleva a su hija. El padre de Dora había dejado una carta donde se despedía, dejando a entender que iba a quitarse la vida. Entonces el padre pide una consulta con Freud.

Freud en ese momento sufría de desazón, de alteraciones del carácter y se mostraba francamente insatisfecha. En las entrevistas, ella le comenta una vivencia que había tenido con el sr. K cuando tenía 14 años. Ella cuenta que iba a ir a con la sra. K a la tienda de ellos para ver algo importante que pasaba en la plaza principal. Él, con antelación hizo que su mujer no concurriese. Se encontraba solo cuando Dora llegó a la tienda, la abrazó y la besó en los labios. Hay ahí, dice Freud, una franca excitación sexual. Dora sintió asco y salió corriendo, sin decirle nada a nadie. Al contárselo a Freud, esto tomó un carácter de confesión. Dijo que era la primera vez que lo contaba y ahí Freud es bastante firme. Nos dice que en esa escena Dora ya era totalmente histérica y define como histérica a toda persona que, sea o no capaz de producir síntomas somáticos, la excitación sexual le provoca sentimientos de displacer. Hay un trastorno del afecto y un desplazamiento de la sensación. En lugar de la sensación genital, que se esperaría en una adolescente, le sobreviene displacer en el tramo de entrada del aparato digestivo: le da asco. O sea, de la zona genital se desplaza al aparato digestivo.

Volveré a retomar esta definción de Freud y reconducirla un poco, para ubicar que la producción o la formación de síntoma primero  la represión. Tenemos el afecto y el desplazamiento de la sensación. El efecto de la represión es una formación de compromiso. Digo esto para volvernos a ubicar, porque con todo el contexto de la época puede estar la interrogación por un abuso de un hombre más grande hacia una adolescente. Tenemos que tener en cuenta que cuando se trata de un abuso, es algo que tiene un carácter traumático que no se puede procesar y que no toma la vía sintomática; al contrario, todo el tiempo intenta inscribirse. Así que es una vía totalmente diferente.

Tenemos el desplazamiento y la repugnancia por los alimentos. El asco no fue permanente, pero después se desplazó hacia los alimentos y Dora comenzó a alimentarse mal. Esa escena en la tienda había dejado una sensación que se le daba a veces. Dora seguía sintiendo la presión de aquel abrazo en la parte superior del cuerpo. Freud nos dice que durante el abrazo, también sintió la presión del miembro erecto y fue desplazada al tórax. este desplazamiento es un requisito de los síntomas. Así, Dora evita acercarse a cualquier hombre que cree excitado por miedo a sentir algún signo de la excitación. Los 3 síntomas, el asco la sensación de opresión en el tórax y el horror a los hombres, están relacionados.

El asco corresponde a la represión de la zona de los labios por el chupeteo infantil. Recuerden que durante la infancia estaban estos recuerdos que Freud fue construyendo alrededor de la masturbación infantil, con el chupeteo y el toqueteo del lóbulo de la oreja.

La presión del miembro erecto produjo una excitación en el clítoris y por desplazamiento, una sensación de opresión el torax. La fobia a la excitación sexual está relacionada con esto.

Todo síntoma histérico, nos dice Freud, requiere de la contribución de los somático y lo psíquico. No puede producirse sin cierta solicitacion somática en determinado lugar del cuerpo. Algo causa el síntoma, la solicitación somática, pero la fantasía o sentido es segundo momento. Se trata de un sentido que el sujeto no conoce por ser inconsciente. El síntoma histérico no trae un sentido, sino que el sentido le es prestado, le es soldado a él. La fantasía inconciente o el sentido no es la causa del síntoma. Por ejemplo, de la tos. El inconsciente le entrega al síntoma un sentido que no es su causa. Freud plantea que el síntoma se constituye como la expresión simbólica de un deseo. Se produce un síntoma conversivo, un síntoma que sigue como palabra atrapada en el cuerpo, que por la imposibilidad de ser asociada, es inervada en el cuerpo.

Para Lacan, el síntoma conversivo es una metáfora. Es un cuerpo sufriente que hay que descifrar. No se trata d euna verdad, sino que nos conduce a una verdad. El cuerpo en el que se encarna el síntoma conversivo no es anatómico, sino imaginario, sostenido por lo simbólico. Ese cuerpo se hace soporte del sentido. El lenguaje otorga un cuerpo; el psicoanálisis descubre que el síntoma dice algo y que dejándolo hablar se sostiene la lógica de la cura. Se sostiene la lógica de la cura porque es necesario no erradicar el síntoma, ya que es efecto de la estructura del sujeto y sostenerlo nos va a permitir ir avanzando en todo el camino a recorrer en el tratamiento.

martes, 4 de febrero de 2020

El niño con autismo: juego y pulsiones

Conferencia dictada por Norma Bruner el 8/10/2019. Otras conferencias de esta destacada psicoanalista: La angustia en los niños: ¿Cómo la elabora el juego? y El niño con autismo: juego e identificaciones primordiales.
 
El autismo es una de las tres epidemias mundiales actuales. En Argentina, se diagnostica uno de cada 68 niños de 0-5 años con autismo, TGD, TEA. TEA es la segunda de las epidemias diagnósticas en niños de 6-12 años, es decir, niños en espacio de escuela primaria. La tercer epidemia es el diagnóstico de bipolaridad, diagnosticada en su mayoría en adolescentes y púberes.
 
La respuesta subjetiva, en tanto sujeto que responde, lo es en tanto algo de que el significante es percibido por el niño en el lugar de anuncio. Aquello que todo niño común desea, que es aquello que motoriza su curiosidad, es la pregunta por la diferencia. Los niños se interesan y trabajan incesantemente la pregunta por la diferencia. Ellos intentan atrapar cómo funciona la diferencia. El complejo de castración y el Edipo es cómo se van introduciendo las diferencias fundamentales sexuadas para algún día llegar a tener algún día una posición y poder hacerse cargo del acto sexual.
 
Aquello que los niños comúnmente se ocupan de hacer propio, esta pregunta por la diferencia, no aparece en el niño con autismo. A esta repulsa activa, para diferenciarla de otras formaciones, yo la trabajé con un mecanismo que encontré en la obra de Freud y Lacan, pero que no está en función de pensar el autismo: ablehnung (al.: rechazo). En Freud, aparece al pensar el asco histérico u otras cuestiones relacionadas con la sexualidad. La ablehnung en Freud es asco, aversión. Los niños autistas, cuando uno intenta acercarse, dan la espalda, se alejan al punto más lejano posible del espacio. Lo que hacen es girar. Por otro lado, estos niños buscan el giro de los objetos. Esto es interesante pensarlo a partir de la pulsión, donde lo propio de la pulsión es un circuito que es un bucle que gira. Lo propio de la pulsión es volver a la fuente, girar sobre el borde que hace la zona erógena de los agujeros del cuerpo.
 
El niño con autismo gira, da vuelta la cara y el cuerpo. En francés, ablehnung es dar vuelta la cara. En este concepto de Freud y Lacan no se está hablando de autismo, pero yo lo tomé para tratar de hacer de esto algún mecanismo o alguna entrada posible para llegar. Y como el mecanismo no está más allá del fenómeno (el mecanismo es el fenómeno mismo porque está ahí), el giro es el autismo mismo. El niño autista da vuelta la cara al significante y del significante para que no se introduzcan diferencias en su campo, de su lado, en lo real de su cuerpo.
 
Uno puede preguntar ¿Pero por qué los niños autistas no miran a la cara y no registran la presencia humana? No tendría ningún sentido el síntoma defensivo si no es en respuesta al registro que el niño tiene. Es más, hay una hiperacusia en el autismo y por eso hay algo de lo real sonoro que estos niños no soportan, que no está velado, que no tiene imagen, que no está pasado por los otros registros de la lengua y lastiman el oído.
 
El alerta de estos niños es máxima ante la presencia o el peligro de una presencia humana significante o significativa para él. La pregunta es cómo se llegó a este estado de las cosas. ¿Cómo puede ser que haya tal nivel de organización psíquica en un ser humano tan pequeño? Porque sostener que el significante no haga función conlleva un gasto energético muy elevado. Los niños autistas son infinitamente menos de lo que las estadísticas nos dicen. Frecuentemente la salida del autismo es hacia la psicosis, donde podríamos decir que el niño autista fracasó en su defensa.
 
Hace tiempo propuse que hay puertas de entrada al autismo y también puertas de salida al autismo. No hay una sola. Una de ellas es la posición melancólica, en la cual un niño puede llegar a estar y hoy no desarrollaremos. A diferencia de los mecanismos formadores de las psicosis, que es la forclusión de los significantes del Nombre del Padre, en el autismo la forclusión es secundaria a la aversión. Lo que queda aversionado, recusado en este girar la cara y mirar hacia otro lado, es todo significante. Es el significante en cuanto tal, su función. Los significantes paternos son un conjunto de significantes dentro de la batería significante, en posición paterna.
 
-En la psicosis hay entrada e inscripción del significante, pero no los paternos.
-En el autismo, la aversión es ante cualquier elemento que provenga del lado del Otro, que corra el peligro de ser significante y significativa para él.
 
Hagamos un punteo de las pulsiones. Tomaré los textos de Freud: Proyecto de una psicología para neurólogos (1895), Pulsiones y sus destinos, 3 ensayos para una teoría sexual, Más allá del principio del placer, y de Lacan voy a tomar el Seminario XI.
 
¿Qué es la compulsión a la repetición o este deseo persistente de sostener la igualdad en todos los aspectos de la vida? ¿Qué relación tiene con el juego, donde se elabora el principio del placer?
 
Para hablar de las pulsiones, me gustaría decir que las pulsiones son ficciones que deben construirse. Ficcionalizan lo real, intentan hacer una ficción de lo real, que por definición no tiene representación posible. Las pulsiones no son naturales, no hay nada de natural en la pulsión humana. Freud dice que las pulsiones tienen 4 elementos que son disyuntos, ligados entre sí por un montaje, que Lacan dice es una suerte de collage surrealista. Solo el principio del placer puede hacer algo con eso para introducirlo en la significación fálica compartida y decir algo de lo que está ocurriendo en los circuitos pulsionales.
 
Los 4 elementos de la pulsión son la presión, la fuente, el objeto y el fin. Son disyuntos porque la intersección da igual a cero. Es decir, no hay intersección posible ni relación entre ellos.
 
La presión (drang) es es el elemento por el cual decimos que la pulsión es una fuerza constante. Que sea un elemento constante quiere decir que no hay diferencias en esta fuerza, no hay discontinuidades ni interrupciones. Es un continuo constante, definido por Freud como un esfuerzo a la descarga. No es la descarga, sino el esfuerzo de descarga. Solo la presión funciona a partir de estímulos externos, no internos. Esto quiere decir que es a partir de la oferta que hace un Otro real, de quien hace falta la presencia para que del lado del niño comience a construirse y a desarrollarse esta presión de la pulsión. No se trata de un esfuerzo por satisfacer una necesidad, porque las necesidades son internas. Mientras que en la pulsión la presión es constante, en el instinto hay ciclo y diferencia. La presión es un lazo que va y viene, sin separarse de la fuente.
 
La fuente de las pulsiones son las zonas erógenas, las partes del cuerpo que por sus agujeros permite a esta energía y a esta fuerza armar un borde a su alrededor. La presión es un lazo que va contorneando, intentando encontrar el objeto, e inunda al alcanzarlo.
 
La meta no es la satisfacción, al contrario de lo que suele decirse. Si fuera así, el concepto de pulsión quedaría cercano a la biología. No se trata de que el fin sea la satisfacción, alcanzar el objeto, sino que se trata de poder llegar a articularse en un lenguaje, en un decir, en un significante, en fonemas, en palabras. El fin es la articulación, articularse en un decir. Para ello, hace falta un cierto trayecto, un cierto circuito. El fin de la pulsión es turístico, es pasear. La descarga no es a través del objeto. Si hay alguna descarga posible es en la articulación a la palabra. Es a partir de que algo pueda llegar a resonar en un cierto decir para Otro. Hay una cita de Freud de Proyecto…, en la parte 3:
La descarga se articula en palabras en tanto el objeto no puede ser alcanzado. 
Está hablando del das-ding.
 
Entonces, el fin es la articulación en decir, una articulación significante en tanto el objeto no puede ser alcanzado.
 
El tercer elemento es el objeto. Freud dice que “el objeto no es el objeto”. No se trata del objeto de la necesidad ni del instinto. El objeto no tiene importancia en sí mismo, puede ser cualquiera. Lacan dice que el objeto se trata del trayecto, del movimiento, del tour que contornea, del circuito, de haber borde, de hacer límite, de hacer bucle, de girar. Ese es el objeto, el retorno a la fuente. En este trayecto, con lo que vaya enganchando del Otro, intentará articularse en un cierto decir.
 
En la experiencia analítica, sobre todo en las neurosis, nos encontramos con que siempre hay algo imposible de descargar. La palabra, si bien permite una cierta descarga, no lo permite totalmente. Eso imposible de descargarse está el más allá del principio del placer, como por ejemplo el que Freud nos habla a partir del fort-da, este juego al que él le pone ese carácter en estas acciones de su nieto.
 
El principio del placer es una legalidad de funcionamiento del aparato psíquico, cuya función es la homeostasis por la palabra. Las pulsiones representan parcialmente la sexualidad, porque representar totalmente la sexualidad llevaría a la muerte. Una definición posible de la pulsión es que es una fuerza constante que no entra en el principio del placer.
 
Hay tiempos de la pulsión, definidos según las voces gramaticales. En el tercer tiempo, que Lacan retoma, es donde surge el sujeto.
 
Caso clínico. Franchi, el castillo del capitán.
Franchi llega al consultorio con sus padres a mediados del 2008, una semana antes de cumplir 3 años. Dicen que recibieron de regalo un diagnóstico de autismo realizado por la psicoanalista, que decide no tomarlo en tratamiento, derivándome el caso. Además, traen 2 diagnósticos de TGD del tipo autista: uno de la psiquiatra infantil y otro de la neuropediatra, realizado en prestigiosas instituciones de Buenos Aires, que descartan que haya organicidad sobreagregada específica.
 
Luego de las entrevistas preliminares con Franchi y sus padres, la neuropediatra, el psiquiatra infantil y el personal del jardín, ratifico el diagnóstico de autismo. Les aclaro a los padres que quizá tengamos la oportunidad de modificarlo y equivocarlo a ese diagnóstico, si están dispuesto al largo e incierto camino de apostar a suponer del lado de Franchi un sujeto a escuchar, aunque aún no diga palabras, grite y pegue alaridos, los cuales pueden ser estremecedores e insoportables. Se agita, mueve sus manos, cada vez que hablo interrumpe su quietud. Se balancea sin motivo, sobre todo cuando ellos o cualquier persona intenta acercarse o hablarle. No deja que lo toquen, se enoja todo el tiempo o se queda ausente e indiferente mirando “el más allá” (según los padres) durante horas. Se tapa los oídos para que nada de lo que le diga le entre. Se niega sistemáticamente al encuentro de miradas, a responder cuando se intenta conectar con él; no así cuando s e trata de satisfacer sus rutinas o sus necesidades. Parece estar obsesionado por girar, golpear, tirar objetos o girar su cuerpo como si fuera un trompo viviente.
 
Los diferentes aspectos de su desarrollo y los circuitos de intercambio entre ellos y él no fueron fáciles. Siempre todo resultó difícil, incomprensible e ininteligible. Todos los aspectos de su vida están ordenados por leyes no comunes. Todo intento de regular simbólicamente, introducir un ordenamiento común en la cotidianeidad parece imposible para esos padres, tornándolos impotentes, con lo cual se declaran casi vencidos. La tristeza parece infinita, se sienten rechazados. Prefieren no hablar y abrir estos sentimientos para no caerse. Lo peor es que no saben por qué esto es así; nada se les ocurre al respecto.
 
Comienzo a trabajar con ellos e iremos juntos construyendo la modalidad de trabajo y aceptan la propuesta. Vamos a ver los inicios del tratamiento con Franchi. Hoy ya no está autista y aún continúo tratando a este niño que hoy tiene 14 años. Quiere ser un youtuber y hacemos videos. Se siente muy reconocido y amado por los suscriptores que tiene su canal. Tiene una facilidad y una creatividad enorme para crear sus propios videos. Él hace collage, tomando retazos de videos y con su celular hace uno. Esto le permite hacer lazo con otros pibes y estamos tratando de que los padres lo manden a un taller para poder hacer de esto una herramienta. El rasgo son ojos enormes que lo miran. Él selecciona imágenes donde aparecen ojos que saltan y al aparecerse en la imagen producen un impacto donde nos hacemos los asustados. Lo que tiene por característica es que te tomar por sorpresa, desprevenidamente. Si uno escucha y lee los testimonios de ex autistas, aparece esto del terror y el pánico a lo inesperado, una presencia inesperada.
 
Vayamos para atrás. En todo el tratamiento, el psicoanálisis permaneció en interdisciplina con otros tratamientos que iban cambiando. Se trabajó en el mismo tratamiento, 2 veces por semana, con los padres, sobre la historización, de simbolización sobre lo filogenético y lo del día a día, los aspectos de crianza. Con el tiempo, hubo alguien con intención comunicativa, deseosos de la palabra.
 
Quiero leer como eso que gobierna por fuera de la palabra y gobierna la actividad del niño y todo su ser también tiene un lugar en el discurso en el vacío de la significación. Eso por fuera de la palabra, que no es una significación autorreferencial como encontramos respecto a la psicosis en la infancia. El enigma es patognomónico del autismo, la pregunta que es por qué. Enlazar eso al principio del placer, es decir, que la pulsión quede articulada. La pulsión es la pulsión de muerte; lo que vivifica a la pulsión es el principio de placer. La pulsión de muerte, en cambio, es el más allá del principio del placer. Eso que no llega a articularse el principio del placer busca articularlo.
 
Enlazar el principio del placer desde el trabajo con los padres, apostando a hacer de eso que se repite un juego posible, es la finalidad de la intervención.
 
En el caso de Franchi, cuando con los padres se empezó a construir un cierto mito conjuntamente, es decir, alguna representación o representante posible para ese no saber por qué, empezaron a aparecer cuestiones del gran susto que implicó la llegada de este niño por determinadas coordenadas particulares para este niño. La posibilidad de ir relacionándose a partir de significantes, hizo que inclusive la relación con el niño comenzara a ser placentera para ellos.
 
La madre dice que “el parto fue complicado, estaba con doble circular de cordón, usaron fórceps para sacarlo. Nació con una cabeza girada, pobre, hizo solo todo el trabajo. Se le complicó la salida”. La misma semana del parto, operan a una hermana mayor de cáncer y le vacían el útero. Esta hermana es la tía grande de Franchi y ocupa un lugar materno para su hermana. Es la madre de la madre, ya que un año antes del nacimiento de Franchi muere la madre de esta madre. Se trata de una pérdida que aún le duele. Ambas eran muy unidas y que el embarazo le costó muchísimo por esta pérdida, lo mismo que el parto. Ella dice que no se recupera de esa tristeza, que aún le hace falta la madre. Es decir, es la madre la que le hace falta a la madre y no el niño.
 
Todo lo que escribe Freud acerca de las pulsiones está armado alrededor de las neurosis. El catálogo de las pulsiones es para el modelo de las neurosis. En el autismo y en las psicosis tenemos que pensar qué ocurre con estos tiempos pulsionales, donde para poder mirar hace falta ser mirado. Yo creo que en realidad hay 4 tiempos pulsionales, o quizá un primer tiempo desdoblado en dos: del lado del Otro y del lado del niño. El primer tiempo en Freyd y en Lacan es “mirar”, pero para poder mirar hace falta primero haber sido mirado por el Otro.
 
El segundo tiempo es mirarse, que es mirarse como me miraron, es el tiempo del narcisismo, el tiempo del espejo. Ahí uno mira lo que lo miran, por eso refleja. Miro la demanda del Otro, miro las representaciones que tiene el Otro acerca de mi, ese es el espejo.
 
El tercer tiempo, donde tanto Freud como Lacan ubican el nacimiento del sujeto, es un tiempo paradojal, porque es el un tiempo donde se hace objeto del Otro y ahí ubicamos la construcción de un fantasma posible. Entonces, a la pregunta por qué me quiere, qué soy, cuál es el discurso hacia mí en relación a su deseo, me hago activamente sujeto para no correr peligro. Es hacerse objeto del Otro y este es el trabajo del juego.
 
El juego es hacerse objeto del Otro sin correr peligro de objetalización real. “Como si fuera…”, ese susto del Otro, Franchi fue ese gran susto, frente a una mujer cuya maternidad se complicó porque todavía no había podido dejar de ser hija doliente, extrañando a su madre. Ella dice “Para mí es tímido, tiene una especie de nostalgia”.
 
La mayoría de los autores coinciden que en el autismo hay algo que se complica respecto a lo pre-especular. Justamente, en este tiempo es donde se juega el haber sido mirado y mirar al Otro para poder, entrado en el espejo, mirarse en Otro. A esto, hay autores que lo ubican por las fallan en la alienación. Una alienación imaginaria o una alienación simbólica. Yo no me animo a decirlo aún, pero hay entradas y hay salidas. Hay alienaciones y hay separaciones y esto es lo que me enseña la clínica, los colegas y la bibliografía.
 
El niño autista no mira que no hay mirada. Hay una mirada organizada de otra manera, una mirada puesta al servicio del no encuentro, del no mirar y del no ser mirado. Entonces, ¿Qué le devuelve al Otro? En transferencia, hay que suponer que el lazo que el niño nos hace soportar es directamente proporcional a un cierto decir. Esto hay que suponerlo para hacer de la pulsión algo que pueda derivar, filtrar, incluirse o articularse en el principio del placer. Se trata de suponer un siempre decir. Son construcciones psicoanalíticas, intervenciones que pueden llegar a tener efectos de interpretación sin ser interpretaciones, hechas de retazos, que uno pone a prueba a partir de introducirla en un juego posible de ser jugado a partir de restos de lo visto y lo oído en las entrevistas con los padres, de lo que el niño va produciendo. No son intervenciones calculadas, porque solo se calcula el efecto a partir de la respuesta que produce. A veces el enlace es de los padres al niño, pero a veces es del niño a los padres. Uno muchas veces repregunta a los padres y encuentra una significación de lo que ocurrió con el niño en la sesión y que, sin ser del orden de la palabra, algo le dijo a uno.
 
Cuando Franchi empezó a venir era puro grito y alarido. Estaba frente a la ventana mirando las nubes y el movimiento de los árboles. Si yo me acercaba, él se alejaba. Yo lo que hice fue seguirlo. Kahner decía que el niño puede rozar los objetos y hay ahí una gran llave. En la segunda sesión, veo que mira de refilón, como rozando la mirada por un castillo, que era un juguete que estaba ahí. Me acerco al castillo, ese que él había tocado con la mirada. Yo sentía esa mirada de refilón, es decir que él miraba lo que yo hacía pese a que no dar vuelta la cara. Yo paso los ojos por ahí y hago una suerte de caminata. Empiezo a entonar una melodía y a tocar ese castillo. Él se había quedado ahí, el alarido y el grito no quedó en esta fuerza constante sin parar. Paró, hizo una pausa, un punto. Ya estamos hablando de lenguaje. Para mi sorpresa, escucho un grito modulado, que no era ese grito permanente que se escuchaba a tres cuadras de distancia. En estos casos, es todo el cuerpo una zona erógena que no se parcializa, buscando algún límite posible.
 
Era otro grito, con otra entonación. Reconocía otro tono, otra postura. Al principio pensé que fue por azar. La pulsión goza. El principio del placer es el que permite que se goce menos, porque hay pérdida. En la pulsión no hay pérdida, se presentifica lo perdido. El principio del placer es el que se ocupa que haya resto, que no todo se llegue a articular. Repito lo del canto. la repetición simbólica es la repetición que hace la diferencia. la repetición de la pulsión es la repetición de lo real, es lo que no hace diferencia.
 
Vuelvo a cantar y él hace otro grito. Esto ya empezó a hacer un juego. En una de las sesiones, cuando él ya tenía 10 años, le pregunté si se acordaba las primeras veces que vino cuando era chico, si recordaba lo que jugábamos. Él me dice que si: que jugábamos al juego del miedo. Actualmente este tratamiento está en curso. Actualmente él va a la secundaria, lee, escribe, tiene amigos, y es muy emocionante el recorrido que fuimos haciendo. 

sábado, 16 de marzo de 2019

¿A qué huele una pulsión?


Por Fabián Ortiz
“Los olores conmueven las fibras del corazón con más seguridad que los colores o los sonidos” 
Rudyard Kipling


1. El porqué de esta ponencia
Cada vez que me enfrento a los textos freudianos donde se abordan las pulsiones, y en particular al enigmático Pulsiones y destinos de pulsión (1915), me asalta la misma pregunta: si es cierto lo que afirmaba Jacques Lacan respecto de las mociones pulsionales, a saber, que están relacionadas con los bordes de los orificios corporales, ¿qué pasa con la pulsión olfativa?

Son muchas las personas que otorgan al olfato una gran importancia, hasta tal punto que podría decirse que su relación con el mundo en el que viven pasa en gran medida por lo que perciben a través de ese sentido. Los pacientes hacen a menudo referencia a cuestiones relacionadas con el mundo de los olores durante las sesiones. Pese a todo ello, encontrar literatura psicoanalítica referida al olfato —incluida la propia obra de Freud— es una tarea complicadísima.[1] Esta ponencia, que plantea la vieja pregunta freudiana acerca de lo reprimido (adónde ha ido a parar lo que en su día fue fuente de grandes placeres para el sujeto), se apoya en el libro “Aportes para una comprensión psicoanalítica del olfato. La fase oral-olfatoria”,[2] en algunas referencias a lo olfatorio que pueden hallarse en los textos de Freud, en la ya citada concepción lacaniana y en ciertos inspiradores pasajes de una joya de la narrativa como “ El perfume”.[3]

2. La oscura pulsión freudiana
El concepto de pulsión, fundamental en la construcción de la metapsicología freudiana, es quizás también uno de los más oscuros del psicoanálisis. No en vano el propio Freud se refirió a estas mociones anímicas como “seres míticos, grandiosos en su indeterminación”.[4] Apareció pronto en su investigación teórica, ya cuando elaboraba su “Proyecto de una psicología para neurólogos” (1895), y no lo abandonó mientras vivió. Se trata de un concepto fundamental, “fronterizo entre lo anímico y lo somático”,[5] que da cuenta de aquello que anclado en el cuerpo, en lo orgánico, está ligado estrechamente a una representación psíquica. Es el de pulsión un concepto destinado a explicar las relaciones con el objeto y la búsqueda de satisfacción. Variadas y multicolores, las pulsiones poseen entre sí cuatro elementos en común: la fuente, el empuje, la meta y el objeto, siendo de los cuatro este último el que resulta mutable, intercambiable con tal de que la pulsión se satisfaga. Las pulsiones son esencialmente parciales y sus destinos, cuatro: se pueden transformar en lo contrario, volverse hacia la persona propia, caer bajo la represión o ser factibles de sublimación. Freud dividió el amplio y multicolor mundo de las pulsiones, con el objeto de hacer más accesible su estudio teórico, en dos grandes grupos que mantenían su idea de conflicto psíquico: las pulsiones sexuales o de vida, por un lado, y la pulsión de muerte, por otro; unas mueven al organismo, en tanto representante de la especie, a la reproducción, mientras la otra opera en el individuo desviándolo de las exigencias heredadas de su filogénesis.

Dos de las dificultades para estudiar las pulsiones estriban en que se suelen equiparar con cierta facilidad a la noción de instinto[6] y que no remiten a un fenómeno clínico tangible, sino que son sus exigencias las que permiten abordarlas en los análisis.

3. El borde de Lacan
En su seminario de 1964,[7] Jacques Lacan consideró la pulsión como uno de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Tomó la conceptualización freudiana y la despegó de sus bases biológicas, para insistir en el carácter constante de la pulsión, con su movimiento arrítmico, que la distingue de las demás concepciones funcionales. Tomando lo dicho por Freud acerca de la contingencia del objeto, Lacan subrayó que el objeto de la pulsión no puede ser asimilado a nada concreto; para captar la esencia del funcionamiento de las pulsiones debemos concebir el objeto como un hueco, un vacío, una falta, lo no representable: el objeto(pequeño) a.

Para Lacan, el objeto de la pulsión es siempre parcial,[8] y en el citado seminario introduce dos nuevos objetos pulsionales, además del pecho materno (en la fase oral) y las heces (en la fase anal): la voz y la mirada, que denominó “objetos del deseo”.

En la clase del 6 de mayo de 1964, titulada Desmontaje de la pulsión, Lacan dice que el yo real “tiene un carácter de sujeto planificado, objetivado” y que Freud, a su entender, “subraya los caracteres de superficie de este campo al tratarlos topológicamente”. Es, conviene dejarlo claro desde ya, una lectura que hace Lacan, porque lo que afirma no está en la obra freudiana. Apoyado en eso, el francés sigue adelante: “Presento por último la cuestión de la fuente. Si quisiéramos a cualquier precio hacer entrar la regulación vital en la función de la pulsión, pensaríamos seguramente que es ahí donde está el sesgo. ¿Por qué? ¿Por qué las zonas erógenas no son reconocidas más que en estos puntos que se diferencian para nosotros por su estructura de borde?[9] ¿Por qué se habla de la boca y no del esófago, o del estómago? Participan igualmente de la función oral. Pero a nivel órgano, hablamos de la boca, y no sólo de la boca, de los labios y los dientes (...) Lo mismo ocurre con la pulsión anal. No todo consiste en decir que una cierta función viviente está integrada a una función de intercambio con el mundo del excremento. Hay otras funciones excrementicias, hay otros elementos que participan además del margen del ano (...)”.

Para resumir, desde esta plataforma argumentativa se impulsa Lacan para afirmar que existen una pulsión correspondiente a la mirada (pulsión escópica) y otra al oído (pulsión invocante, dirigida a la voz portadora del lenguaje y, por tanto, del deseo del Otro). Por tanto, boca, ojos, oídos y ano, orificios de cuyos bordes partiría la satisfacción de las pulsiones. Pero ¿qué pasa entonces con las fosas nasales? ¿Por qué no hablamos de una pulsión olfativa?

miércoles, 20 de febrero de 2019

La sexualidad infantil en Freud (1)

A continuación de las últimas publicaciones, y antes de avanzar, nos es imprescindible dar un pantallazo a los textos freudianos que toman el concepto de sexualidad. Hoy tomaré “Tres ensayos de teoría sexual”, escrito en 1905 al igual que el caso Dora.

La pulsión
En 1897, Freud ya le anuncia a Fliess (carta 69) que se vio obligado a abandonar la teoría de la seducción y le cuenta su descubrimiento del complejo de Edipo (cartas 70 y 71). Estas cuestiones lo llevan a elaborar que en los niños pequeños operan impulsos sexuales sin ninguna necesidad de estimulación externa.

A partir del estudio de las perversiones llega al concepto de “pulsiones parciales”. Define a la pulsión como la “agencia representante psíquica” de una fuente de estímulos intrasomática continua.

La pulsión, entonces, es un representante psíquico, energía continua, y la fuente es interna.

La fuente es un proceso excitatorio en el interior, y las excitaciones sexuales provienen de las zonas erógenas.

La meta inmediata de la pulsión es la cancelación del estímulo, o sea, la satisfacción.


Freud nos dice que en el caso de la histeria, estos lugares del cuerpo y sus mucosas se convierten en sede de sensaciones y alteraciones de inervación con procesos comparables a la erección o parecidos al funcionamiento de los genitales bajo excitaciones normales. Como se muestra en los casos freudianos, en la histeria cualquier parte del cuerpo o cualquier órgano puede funcionar como una zona erógena.

En la neurosis obsesiva, nos dice, lo más importante son los impulsos que crean nuevas metas sexuales y parecen más alejados de las zonas erógenas.

Parecen, porque en el placer de ver y de exhibirse, o en la crueldad y el dolor, también se trata de zonas erógenas.

Sexualidad infantil
“Tres ensayos de teoría sexual” trae un concepto fundamental como el de sexualidad infantil basado en las manifestaciones sexuales de la infancia que contienen los rasgos de la pulsión sexual y su desarrollo.

Freud habla de la dificultad de encontrar en la bibliografía referencias a la pulsión sexual en la infancia. A partir de este olvido que han tenido otros autores, continúa en su texto con la amnesia infantil.

A este olvido u omisión, Freud le da todo un valor, colocándolo como fenómeno psíquico, y llama así a la amnesia que (en la mayoría de los seres humanos, no en todos) cubre hasta los seis u ocho años de edad.

Se produce una importante represión (por eso no es aplicable a todos los casos), y luego quedan tan sólo trazas incomprensibles de lo anterior. Los años anteriores (siempre tenemos noticia de esto por otros), han sido años vivaces, alegres y pasionales, como lo son las muestras de amor y violencia.

Freud nos trae una pregunta: ¿Cuáles son las fuerzas que provocan la represión de ese momento?, y nos dice que si se resuelve este enigma quedará resuelta la amnesia histérica. Sin amnesia infantil, no habrá amnesia histérica, le cuenta a Fliess en mayo de 1898.

Volviendo a la latencia, en ese tiempo se forma lo que posteriormente serán inhibiciones de la pulsión sexual y los diques como el asco, la vergüenza, la estética y la moral.

Nos plantea un punto interesante: que estas construcciones no provienen de la educación, sino que tienen que ver con todas estas etapas de construcción psíquica. Se trata de mecanismos de sublimación y formación reactiva de la pulsión (diques psíquicos).

A veces el período de latencia no es silencioso e irrumpe un monto de excitación sexual que no ha podido ser sublimado; entonces se producen los síntomas en el niño, por ejemplo en la escolaridad.

Exteriorizaciones de la sexualidad infantil
Freud toma el chupeteo como modelo de las exteriorizaciones sexuales infantiles. Aparece desde la lactancia y puede conservarse toda la vida.

Una parte de los propios labios, un lugar de la piel que esté al alcance (hasta el dedo del pie) se los toma como objeto de la acción de mamar. “Una pulsión de prensión que emerge al mismo tiempo suele manifestarse mediante un simultáneo tironeo rítmico del lóbulo de la oreja y el apoderamiento de una parte de la otra persona (su oreja) con el mismo fin”.

Es una acción que cautiva y lleva al adormecimiento o incluso a un sucedáneo del orgasmo. La satisfacción sexual es el mejor somnífero.

Muchos niños pasan del chupeteo a la masturbación.

Autoerotismo
La pulsión se satisface en el cuerpo propio. El niño chupeteador obtiene satisfacción en un sector de la piel o de la mucosa.

Los labios del niño se tornaron zona erógena y la leche tibia le dio placer. O sea que, al comienzo, la satisfacción erógena quedó unida a la necesidad de alimentación.

La necesidad de repetir la satisfacción sexual se separa de la necesidad del alimento cuando aparecen los dientes y la alimentación ya no se cumple sólo mamando.

Nos dice Freud que no todos los niños chupetean. Sí lo hacen aquellos para quienes los labios tienen un alto valor como zona erógena.

Si se produce la represión cuando llega la adultez, sentirán asco frente a la comida y pueden tener vómitos histéricos. Muchas de sus pacientes con problemas alimentarios, vómitos, etc., nos dice Freud, fueron de niñas intensas chupeteadoras.

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Este texto nos permite pensar el valor de la sexualidad infantil en la constitución de los síntomas neuróticos.

Luego del Edipo, a partir de los tiempos de latencia, comienzan los síntomas neuróticos, que son, como nos lo plantea Freud, satisfacciones sustitutivas.

Construir la sexualidad infantil en el transcurso de la cura nos permite avanzar e ir atravesando los fantasmas o fantasías unidos a los síntomas. Así lo hemos visto, por ejemplo, en los historiales de Dora y el Hombre de las Ratas.