Mostrando las entradas con la etiqueta autoerotismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta autoerotismo. Mostrar todas las entradas

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Fantasía, deseo y pulsión

 En tanto protectoras, las fantasías suponen un relajamiento de la censura, o sea, la posibilidad de realización disfrazada de un deseo. De este modo se evita la invasión de angustia. 

Pero no solamente se trata allí de deseo. Si bien Freud ubica a los deseos insatisfechos como el material del que parten estas fantasías, los define como la fuerza pulsionante de las mismas, lo que implica una articulación entre deseo y pulsión. En las fantasías situamos no solo la realización de un deseo sino también una satisfacción pulsional, lo particular de la satisfacción de un sujeto, la "autodescarga", caracterizada como "masturbatoria". 

Freud define a esta satisfacción masturbatoria como un resabio de la satisfacción autoerótica de la pulsión, o sea, una en el propio cuerpo con prescindencia de un objeto externo al mismo. En Lacan esto sufrirá un viraje que implicará la separación estricta del autoerotismo y lo masturbatorio, definiendo a esto último como fantasmático y por ende inseparable de la sanción del Otro. Volviendo a Freud, esta articulación deseo-pulsión significa que en las fantasías encontramos cierta fijación, o sea que opera allí la sobredeterminación.

La pulsión, desde Freud, indica la separación del hombre respecto de la naturaleza, de allí que Lacan hable de montaje y señale la dimensión de ficción que hace consistir en la fórmula de la pulsión. En esta misma está destacada la acefalía inherente al empuje pulsional, en la pulsión se trata de algo que empuja, que exige una satisfacción que no pertenece al campo del placer. En esta exigencia pulsional se contenta algo en el sujeto. Es sobre ese impersonal que recae la interrogación del psicoanalista, ¿de qué se trata en eso que queda contentado en el sujeto sin que esto implique el estar contento? Este es quizás uno de los puntos donde más fuertemente queda subvertido el problema de la satisfacción a partir del psicoanálisis, porque este contento que se alcanza acarrea un penar de más en el sujeto, un sufrimiento, un esfuerzo que significa un mal de sobra y es este penar de más, esta “satisfacción paradójica” lo que habilita la intervención analítica.

Avancemos en la dirección de esta paradoja. Por un lado la satisfacción se alcanza en la medida en que la meta de la pulsión es la satisfacción y el drang es indetenible; pero por otro y en la medida en que la pulsión pone en juego lo real como imposible, obstáculo también al principio del placer, cualquier satisfacción alcanzada no deja de participar de lo ilusorio, con lo cual no se alcanza la esperada. Entonces, se puede afirmar que la satisfacción pulsional es algo a lo que el sujeto accede en la misma medida en que no le es accesible. Esta paradoja nos sitúa en una zona fronteriza, un lugar de unión a la vez que de separación, donde reina al mismo tiempo la conjunción y la disyunción. Este borde será el lugar por donde Lacan haga entrar al deseo del psicoanalista en la medida en que es el operador transferencial con el que responde a la perspectiva ética que se abre a partir de la pulsión.

miércoles, 4 de marzo de 2020

No hay que salvar a Freud.

Fuente: Eidelsztein Alfredo (2019), "No hay que salvar a Freud." (Imago-Agenda no 205, enero 2019)

Uno titubea en decirlo, pero no es posible defenderse de la idea de
que el nivel de lo éticamente normal es otro en el caso de la mujer. El
superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan
independiente de sus orígenes afectivos como lo exigimos en el caso
del varón.”i
S. Freud, 1925

En su ya medianamente extensa historia, el psicoanálisis ha enfrentado oposiciones y objeciones, reales o imaginadas, de muy diversas fuentes, entre las que se pueden destacar: tanto la moral victoriana como los movimientos de izquierda (aunque resulte sorprendente), la psiquiatría, tanto las terapias breves (que sólo son designadas así en relación al psicoanálisis) como las cognitivo conductuales, las neurociencias y, finalmente, el feminismo y los estudios de género.

Luego del fallecimiento de S. Freud y con la salvedad de J. Lacan, la estrategia llevada adelante por los psicoanalistas para defenderse de las críticas recibidas –destacándose el hecho de que el psicoanálisis fue y es la práctica “psi” que ha despertado los rechazos más violentos y sistemáticos, los más virulentos y despiadados- fue, en general, replegarse sobre sí mismos, cerrar filas, y hacer como si esas críticas, objeciones y rechazos no existieran; el psicoanálisis asumió la peligrosa “política del avestruz”. Así permitió el avance de argumentos improcedentes e injustificados y, peor aún, se privó de “recibir su propio mensaje en forma invertida desde el Otro”, la mejor forma de evitar caer en necedad y obturación mental y de dejar abierta y próspera la “vía de la verdad”.

La base argumentativa explícita para sostener tal política utilizada para uso entre los psicoanalistas fue la aplicación del siguiente argumento: el psicoanálisis sólo se justifica y se critica –lo que todavía no sucedió- internamente. Se cree firmemente que su saber y su práctica surgen de sí mismo y que nadie de afuera tiene derecho a opinar. Su propia práctica le enseña al psicoanalista y lo que no puede aprender así, requiere de su propio psicoanálisis para su obtención. Consecuentemente para el psicoanalista, si algo es criticado o no comprendido del psicoanálisis, es el resultado de que quien realiza la crítica o el cuestionamiento no se analizó nunca o no se analizó suficientemente o que le falta práctica clínica. Este procedimiento de autovalidación del psicoanálisis fue diagnosticado como mito de autofundación por Jean-Marie Vaysse.ii

La aplicación sistemática de este mito como forma de desconocer, reprimir y desmentir las críticas recibidas implicó dos consecuencias, ambas graves a mi entender. Primer consecuencia: esta estrategia acarreó como resultado la imposibilidad del estudio sistemático y la consideración de las múltiples fuentes del modelo teórico freudiano; o sea: no sólo no se pudo considerar lo infundado del argumento -francamente contradictorio-: el psicoanálisis surgió de la práctica del psicoanálisis, sino tampoco se pudo estudiar e investigar la pertinencia de tales fuentes.

Para dar idea de la magnitud de la incorporación de conceptos de otras disciplinas y campos de saber que el propio Freud reconoce explícitamente haberlas obtenido de su lectura de textos no psicoanalíticos, aporto una lista parcial de la inclusión original de los saberes referidos por Freud aunque, obviamente, no pretendo negar que Freud haya sido el creador exclusivo del psicoanálisis como práctica y como disciplina, ambas absolutamente nuevas, que introdujeron en Occidente la posibilidad de reflexionar sobre dimensiones ni siquiera entrevistas antes de Freud sobre el sujeto:

Concepto incorporado al psicoanálisis por Freud y su fuente.

  • Imágenes mnémicas - Carl Wernicke
  • Libido - Richard von Krafft-Ebing
  • Autoerotismo - Havelock Elis
  • Bisexualidad - Wilhelm Fliess
  • Sexualidad infantil - Albert Moll
  • Zonas erógenas - Iwan Bloch
  • Oposición entre representaciones y pulsiones - Arthur Schopenhauer
  • Teoría económica del ataque histérico - Josef Breuer
  • Fuerzas de atracción y repulsión psíquicas - Ernst Brücke
  • Principio de constancia - Gustav Theodor Fechner
  • Inconsciente como “otra escena” - Gustav Theodor Fechner
  • Lo ominoso - Friedrich Schelling
  • Ello - Georg Grodeck
  • Método interpretativo indicial - Giovanni Morelli
  • Ambivalencia - Eugen Bleuler
  • Introversión de la libido - Karl Gustav Jung
  • Imago paterna - Karl Gustav Jung
  • Principio de inercia - Isaac Newton
  • Lapsus - Hans Gross
  • Omnipotencia de los pensamientos - Jean-Baptiste Lamarck

miércoles, 20 de febrero de 2019

La sexualidad infantil en Freud (1)

A continuación de las últimas publicaciones, y antes de avanzar, nos es imprescindible dar un pantallazo a los textos freudianos que toman el concepto de sexualidad. Hoy tomaré “Tres ensayos de teoría sexual”, escrito en 1905 al igual que el caso Dora.

La pulsión
En 1897, Freud ya le anuncia a Fliess (carta 69) que se vio obligado a abandonar la teoría de la seducción y le cuenta su descubrimiento del complejo de Edipo (cartas 70 y 71). Estas cuestiones lo llevan a elaborar que en los niños pequeños operan impulsos sexuales sin ninguna necesidad de estimulación externa.

A partir del estudio de las perversiones llega al concepto de “pulsiones parciales”. Define a la pulsión como la “agencia representante psíquica” de una fuente de estímulos intrasomática continua.

La pulsión, entonces, es un representante psíquico, energía continua, y la fuente es interna.

La fuente es un proceso excitatorio en el interior, y las excitaciones sexuales provienen de las zonas erógenas.

La meta inmediata de la pulsión es la cancelación del estímulo, o sea, la satisfacción.


Freud nos dice que en el caso de la histeria, estos lugares del cuerpo y sus mucosas se convierten en sede de sensaciones y alteraciones de inervación con procesos comparables a la erección o parecidos al funcionamiento de los genitales bajo excitaciones normales. Como se muestra en los casos freudianos, en la histeria cualquier parte del cuerpo o cualquier órgano puede funcionar como una zona erógena.

En la neurosis obsesiva, nos dice, lo más importante son los impulsos que crean nuevas metas sexuales y parecen más alejados de las zonas erógenas.

Parecen, porque en el placer de ver y de exhibirse, o en la crueldad y el dolor, también se trata de zonas erógenas.

Sexualidad infantil
“Tres ensayos de teoría sexual” trae un concepto fundamental como el de sexualidad infantil basado en las manifestaciones sexuales de la infancia que contienen los rasgos de la pulsión sexual y su desarrollo.

Freud habla de la dificultad de encontrar en la bibliografía referencias a la pulsión sexual en la infancia. A partir de este olvido que han tenido otros autores, continúa en su texto con la amnesia infantil.

A este olvido u omisión, Freud le da todo un valor, colocándolo como fenómeno psíquico, y llama así a la amnesia que (en la mayoría de los seres humanos, no en todos) cubre hasta los seis u ocho años de edad.

Se produce una importante represión (por eso no es aplicable a todos los casos), y luego quedan tan sólo trazas incomprensibles de lo anterior. Los años anteriores (siempre tenemos noticia de esto por otros), han sido años vivaces, alegres y pasionales, como lo son las muestras de amor y violencia.

Freud nos trae una pregunta: ¿Cuáles son las fuerzas que provocan la represión de ese momento?, y nos dice que si se resuelve este enigma quedará resuelta la amnesia histérica. Sin amnesia infantil, no habrá amnesia histérica, le cuenta a Fliess en mayo de 1898.

Volviendo a la latencia, en ese tiempo se forma lo que posteriormente serán inhibiciones de la pulsión sexual y los diques como el asco, la vergüenza, la estética y la moral.

Nos plantea un punto interesante: que estas construcciones no provienen de la educación, sino que tienen que ver con todas estas etapas de construcción psíquica. Se trata de mecanismos de sublimación y formación reactiva de la pulsión (diques psíquicos).

A veces el período de latencia no es silencioso e irrumpe un monto de excitación sexual que no ha podido ser sublimado; entonces se producen los síntomas en el niño, por ejemplo en la escolaridad.

Exteriorizaciones de la sexualidad infantil
Freud toma el chupeteo como modelo de las exteriorizaciones sexuales infantiles. Aparece desde la lactancia y puede conservarse toda la vida.

Una parte de los propios labios, un lugar de la piel que esté al alcance (hasta el dedo del pie) se los toma como objeto de la acción de mamar. “Una pulsión de prensión que emerge al mismo tiempo suele manifestarse mediante un simultáneo tironeo rítmico del lóbulo de la oreja y el apoderamiento de una parte de la otra persona (su oreja) con el mismo fin”.

Es una acción que cautiva y lleva al adormecimiento o incluso a un sucedáneo del orgasmo. La satisfacción sexual es el mejor somnífero.

Muchos niños pasan del chupeteo a la masturbación.

Autoerotismo
La pulsión se satisface en el cuerpo propio. El niño chupeteador obtiene satisfacción en un sector de la piel o de la mucosa.

Los labios del niño se tornaron zona erógena y la leche tibia le dio placer. O sea que, al comienzo, la satisfacción erógena quedó unida a la necesidad de alimentación.

La necesidad de repetir la satisfacción sexual se separa de la necesidad del alimento cuando aparecen los dientes y la alimentación ya no se cumple sólo mamando.

Nos dice Freud que no todos los niños chupetean. Sí lo hacen aquellos para quienes los labios tienen un alto valor como zona erógena.

Si se produce la represión cuando llega la adultez, sentirán asco frente a la comida y pueden tener vómitos histéricos. Muchas de sus pacientes con problemas alimentarios, vómitos, etc., nos dice Freud, fueron de niñas intensas chupeteadoras.

***

Este texto nos permite pensar el valor de la sexualidad infantil en la constitución de los síntomas neuróticos.

Luego del Edipo, a partir de los tiempos de latencia, comienzan los síntomas neuróticos, que son, como nos lo plantea Freud, satisfacciones sustitutivas.

Construir la sexualidad infantil en el transcurso de la cura nos permite avanzar e ir atravesando los fantasmas o fantasías unidos a los síntomas. Así lo hemos visto, por ejemplo, en los historiales de Dora y el Hombre de las Ratas.