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sábado, 25 de diciembre de 2021

El saber imaginario del psicólogo recién recibido... Y qué hacer con él

No es ninguna novedad que la repetición de frases hechas entre los psicoanalistas ha creado un sin número de publicaciones sin, o con poco valor. Como ejemplo, "Los no incautos yerran", "El inconsciente está estructurado como un lenguaje", entre otras. Incluso, podríamos usar este meme para titular nuestra nuevo libro:

Este tema de las frases hechas ocurre dentro de los análisis y también dentro del psicoanálisis en extensión. Por un lado, esto trae el tema del saber del psicoanalista. Quien se pregunte por las bases mismas del psicoanálisis, le hará una enorme contribución a los análisis que lleva a cabo. 

Lo cierto es que es necesaria la formación universitaria... para luego poder liberarse de ella. Quizá sea necesario saber allí esas frases, que muchos repiten hasta el cansancio, que uno luego podrá revisar. En la Universidad se fundan las bases de un aprendizaje, que en el caso del psicoanalista, nunca termina. El error está en creer que el saber de las universidades es fijo y sin falta.

El psicoanálisis tiene algo maravilloso, y es que todos escuchamos de un modo distinto, que determina a los modos de intervención y a los estilos de cada analista. El punto del saber inconsciente, del amor por lo inconsciente, es solo posibilitado por el propio análisis. 

Hace falta escribir para ver lo que falta. Por ejemplo, en la obra de Freud vemos que él se relée bastante, sobre todo en sus puntos de detención. 

Debemos también distinguir el saber en lo imaginario, un saber de impostura, de apariencia. Cuando alguien sale de la universidad, se espera que esté habitado por este tipo de saber. Sobre todo, teniendo en cuenta que en estos ámbitos se dan acalorados debates. Lo grave es cuando luego de años de trabajo, donde se supone que el analista se topó con real y con el agujero, no se autoriza a escribir y a producir algo nuevo desde el propio punto de vista. Esto tiene que ver con la detención del propio análisis, justamente, por una avanzada de lo imaginario sobre lo simbólico que causa la inhibición... del propio analista, empantanado por el exceso de sentido. La Universidad colabora a este tipo de pensamiento completo en el que hay que saber, con lo que se aprueba la materia. 

Cuando el analista toma distancia de la Universidad y trabaja, se encuentra con lo real del caso y allí empieza a preguntarse, lo cual es un desafío. El saber que al analista le sirve es el saber imaginario, pero mediatizado por lo simbólico, cosa que se motoriza en el propio análisis.

viernes, 15 de mayo de 2020

Los fracasos del analista.

Fuente: Ferreyra, Norberto "Los fracasos del analista" - Imago Agenda.

Propongo distinguir dos cuestiones. Una es que si bien el analista es dos, al decir de J. Lacan, por un lado el que escucha en la sesión de análisis, y por el otro, el que elabora la experiencia, aquello que pasa del psicoanálisis no se lo transmite como analista. Es por haber estado en la posición del analista en un análisis que alguien puede transmitir el psicoanálisis como analizante.
Esto quiere decir que lo que queda de lo que hace cada analista es lo que ha hecho como analizante, teniendo en cuenta que aun al escribir, o al dar una conferencia, un seminario o lo que fuera, eso siempre es hecho desde una posición analizante.

Se trata de una relación al discurso del psicoanálisis en tanto analizante. Y es por esa misma posición analizante que se puede llegar a estar en una disposición tal que le permita ocupar el lugar del analista en un análisis. Pero no con toda posición analizante se pasa al lugar del analista, lo cual quiere decir que lo que hace pasar es una determinada posición analizante y no cualquiera. Pero lo que hace un analista fuera de los análisis que conduce lo hace siempre como analizante.
No incluimos aquí la cuestión que tiene que ver con la representación social del lugar social del analista.
Por ejemplo, la relación analítica entre Freud y Fliess es muy clara, no porque fuera el “origen del psicoanálisis”, sino porque lo que pasa de Freud es como analizante.
¿Por qué se hace tanto hincapié a través de Octave Mannoni, Lacan, y otros, en qué es, cuál fue el análisis de Freud? ¿Por qué era necesario que Freud se analizara? Si bien lo que pasa Freud del psicoanálisis lo hace como analizante, también es posible considerar que, siendo el primero, lo que pasaba en su transmisión también lo hacía como analista. Es por eso que la posición de Freud es diferente a cualquier otro que viniera después.
De esto se deducen dos restricciones lógicas.
Una es que alguien está en posición de analista sólo en el análisis y durante una sesión. Hay matices al respecto, pero sólo es en una sesión. La otra es que la única posición que permite la estructura del discurso para estar en el lugar del que transmite es la del analizante, en relación al psicoanálisis. Y es condición previa para poder estar en ese lugar, no coincidir con ese lugar imposible de representación que es el del analista, para como analizante sí poder transmitir algo del psicoanálisis.
Cuando digo “transmitir” me refiero a lo que se hace con lo que queda de lo que alguien hizo. Nadie es recordado por los análisis que condujo sino por lo que hizo con los análisis que condujo, lo que dijo o escribió. Y con “recordado” quiero decir que lo que pueda transmitir va más allá de la situación transferencial de los análisis que condujo. Lo que se transmite se produce cuando ese analista va a otro lugar en el discurso, a otra posición –por eso dice Lacan que “es al menos dos”–, y esa otra posición es la de analizante.

Los “fracasos del analista” tienen que ver con la situación particular de cada análisis, y es a considerar si tienen estrictamente una relación exclusiva con lo terapéutico.
Esa posición analizante, luego de haber sido analizante en un análisis, permite que alguien pueda ubicarse en ese lugar de transmisión, no ser, sino estar en ese lugar.
Hay posiciones analizantes, tanto durante como después de un análisis, que puede que no permitan, no en el sentido de autorizar sino el de dar lugar a que ocurra, que alguien pueda o quiera, en relación a su deseo y su castración, estar en ese lugar de analista luego de concluido un análisis. Y esto no por una cuestión de autoridad sino por lo que autoriza el deseo singular de cada uno, algo tan simple como rotundo.
Desde el punto de vista terapéutico: ¿quién se entera de los fracasos? Es evidente que puede haberlos, que hay fracasos, si de lo que se trata es que alguien pueda sentirse mejor, ya que el análisis puede no tener efecto en ese sentido, puede no lograr que alguien se “cure”. Pero en relación al análisis, no se puede decir que esta dimensión del fracaso del analista solamente tenga que ver con lo terapéutico, porque para que se produzca esta situación de fracaso terapéutico tiene que haber algo que fracasa antes, en la posición del analista. No es válida la inversa. Es decir, esto no significa que, porque alguien esté ubicado “bien” como analista en determinado análisis y sus resistencias sean las mínimas posibles y las pueda manejar bien, esto vaya a garantizar un éxito terapéutico, pero no habrá efecto terapéutico sin esta disposición respecto de aceptar y hacer con las resistencias.

miércoles, 22 de mayo de 2019

La entrada en el psicoanálisis.


Al comienzo de su práctica, el joven psicoanalista se interroga sobre cómo ejercer adecuadamente su función; cómo orientar esa práctica en forma coherente con su condición de experiencia de discurso. No tardará mucho en descubrir que tanto sus preguntas sobre la transferencia y la interpretación como sus primeros desarrollos teóricos son propios de un comienzo que, en verdad, no termina. Y que llegar a buen puerto en este asunto exige de su parte una permanente disposición para dejarse sorprender

¿No es esto acaso lo que el propio Freud sostenía al afirmar que cada nuevo caso pone en tela de juicio el saber del psicoanalista? Quien se asume como analista no está ahí sin la mayor de las pasiones del ser: la ignorancia. Advertido de su ignorancia, el analista podrá encaminarse en las vías de un “no saber”. “No saber” a ser entendido, no como negación del saber, sino como su forma más elaborada. 
Podría plantearse en este punto la siguiente objeción: ¿el practicante no queda así convertido en un iniciado en el misterio del “no saber”? De ninguna manera. Los psicoanalistas, sostiene Lacan, son los eruditos de un saber del que no pueden conversar. No hay en juego nada del orden de una iniciación. Toda iniciación constituye una aproximación en la que se revela algo que concierne al goce. El analista, en cambio, mantiene su goce en suspenso. Su posición lo pone a resguardo del goce en la medida de su acto. 

miércoles, 23 de agosto de 2017

¿Qué sabe un analista?

Esta es una pregunta que se hace cada paciente a lo largo de un análisis, incluso siendo él mismo analista e iniciando por enésima vez una cura. Y, si en general, todos acordamos en decir que sobre el paciente no sabe nada, también sería útil señalar que tiene un saber formalizado, sea cual fuere su pertenencia teórica. Sólo daremos de ello un breve resumen, dado que su desarrollo in extenso no es el objeto de este trabajo.

a) Sabe que el lenguaje es trabajo: que aquello que organiza a la vez la vida y el sufrimiento del paciente no debe ser recobrado como un viejo juguete roto en el fondo de un desván sino que su eventual hallazgo es una creación de la palabra.

b) Que el hecho de enunciar la regla fundamental: "diga todo lo que se le cruza por la cabeza", desencadena la repetición.

c) Que no puede ubicar la represión sino a partir de su retorno. Y que ésta nunca pasa por las mismas vías que a "la ida."

d) Que ello supondrá que su atención sea atraída por las nadas reales (reale Nichtigkeiten - ver nota 1) que le permitan aprehender las identidades en las diferencias. A esto llamaba Freud "atención flotante".

e) Es decir que es en su lectura de lo que es dicho que se produce el Inconsciente.

f) Y ello, por un motivo fundamental: por el hecho de hablar lo simbólico se escinde. Se divide irremediablemente.

Freud lo escribía con perfecta claridad en Recordar, Repetir y Reelaborar, en 1914, al poner en boca del paciente la siguiente declaración: "siempre lo supe pero nunca lo había pensado". Y explica que lo que impide el acceso a la rememoración es una barra (Sperrung).

Hay entonces una barra entre el pensamiento y el saber. ¿Qué significa esto? Que el pensamiento inconsciente, gobernado por el principio de placer, es impotente para tomar sobre sí la exigencia que le impone el saber: aumentar su capacidad de operar bajo alta tensión. Para ello, para pensar este saber que está inmerso en el goce y satisfaciéndose en él, el pensamiento debería invertir el vector que lo dirige hacia la menor tensión y querer producir nuevas diferencias. Cosa que casi nunca puede hacer por sí solo. Lacan escribe S2 al saber inconsciente. Nosotros escribiremos S1, al conjunto de los signifacantes que organizan el pensamiento inconsciente.

Estos significantes, que siempre tienen carácter de mandamiento, son desplazados en el preciso momento en que el paciente empieza a hablar al analista y a extraer cierto saber sobre lo sexual.

Desaparecen, de alguna manera de allí, de donde el paciente habla y deshaciéndose de ellos, los guarda en el lugar del analista.

Estos significantes, que constituían para Freud la parte "más reprimida" de cada complejo, son girados a la cuenta del analista. Son los significantes de la transferencia Gracias a este giro, podrá el paciente con intervención del analista, constituir su saber; justamente por haber puesto en reserva una parte del tesoro simbólico.

Pero, en definitiva, estos significantes de la transferencia permanecen inconscientes tanto para el uno como para el otro.

No obstante, si el analista funciona realmente como tal, no lo hace sin tener un saber opaco sobre estos significantes que lo constituyen en tanto tal. Él es estos significantes, está a su espera, y cada vez que el paciente entra en una zona de donde fueron extraídos y desaparecieron, el analista se encuentra físicamente estorbado por ellos e impedido de pensar.

Una de las actividades del analista, cuando no es propulsado al acto por uno de estos significantes es pensar los pensamientos no pensados del paciente. Para ello, el embarazo y el impedimento son en éste, la manifestación de su resistencia, la presencia efectiva, en él, de la barra.

La experiencia de la supervisión muestra que el hacer del analizante se ve modificado sin que el analista haya dicho o significado nada, desde el mismo momento en que ha trabajado sobre su resistencia, es decir, sobre su propia vertiente de la transferencia con otro.

O bien, cuando el analista ya no está supervisando, cambia la situación transferencia! Si éste se deja, en el medio de cierta invasión afectiva, constituir como superficie donde la letra del analizante, una vez leída, se vuelve desecho.

Al principio de la cura, el saber del analista es formal —cualquiera fuese su obediencia teórica. A medida que avanza la cura, este saber se vuelve un saber de la misma. Pero nunca un saber acerca del analizante. Por lo tanto, el analista sabe que el saber que se produce en la cura y que sigue produciéndose luego, como su efecto, una vez terminada la misma, no es el gran Otro. El desplazamiento de la barra operado por el paciente le permite comenzar a decir un saber que estaba en él. Ahora bien, que diga lo que sabe no significa que sepa lo que dice.

Así se desprenderá un primer objeto alrededor del cual gira este saber. Esto era lo que Freud llamaba prima de placer, o plus de goce —Lustgewinn—, presente tanto en el chiste como en el fantasma que escribiremos an.

Las letras que hemos comentado hasta aquí y su posición respectiva tendrían la escritura siguiente:



Nota 1: Freud, "Ein Kindheitserinnerung des Leonard de Vinci", Studien Ausgabe, X, p. 110, nota. Un recuerdo de infancia de Leonardo da Vinci, T.XI, Amorrortu editores.


Fuente: Héctor Yankelevich, “Lógica del goce”, Capítulo I: El marco del análisis y el cuerpo del analista