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miércoles, 1 de junio de 2022

Aristóteles con Lacan: la ousía, el Nombre-del-padre y el padre del nombre.

Aristóteles, libro 7 de la Metafísica: planteo del problema
La metafísica es un libro que se publicó agrupando la obra de Aristóteles y de lo que trata es sobre un anhelo de Aristóteles acerca de una "ciencia del ser", en tanto a lo que es el ser. El nombre metafísica apareció con posterioridad a Aristóteles y la obra no tuvo repercusiones inmediatas. 

Platón anteriormente había hablado de la noción del ser verdadero, pero no llegó a plantearlo como una ciencia. La ciencia (episteme), para los griegos es algo del orden de lo general. Aristóteles se metió en problemas cuando quiso elaborar la ciencia del ser en cuanto a que es. Anteriormente, el saber se dividía en física, ética y dialéctica. 

En La Metafísica, Aristóteles intenta dar cuenta del fundamento o del principio. Nosotros aquí veremos el libro 7, es decir, el Z. En este libro, Aristóteles le critica a Platón y a su propuesta del mundo de las ideas que él había situado el fundamento por fuera del "mundo sublunar" (el mundo de los seres). Para Aristóteles, no podemos hablar de un sentido unívoco del fundamento ni pretender que ese fundamento sea único, pues al ser incorruptible no puede explicar la corruptibilidad de los seres en el mundo sub-lunar.

Mientras que Paltón se ubica del lado del realismo (la creencia de la existencia de los universales por fuera la realidad, cómo los universales dan nombre a las cosas), mientras que la posición de Aristóteles es diferente, pues el hombre, atravesado por la contingencia, no puede explicar las cosas desde un lugar incorruptible y que siempre es el mismo. A su vez, los sofistas se encontraban diciendo que la verdad no existe. Para Aristóteles, ambas posiciones son erróneas: la de plantear un fundamento unívoco, como la de negar todo fundamento.

Aristóteles propuso que no hay un género del ser, de manera que no hay forma de hacer una ciencia del ser. Para Aristóteles, está la ciencia de lo divino, que la teología, aunque reconoce que el hombre no puede acceder a eso. Sin embargo, tiene que hacer un esfuerzo. ¿Lo logra, finalmente? Los autores dividieron a la metafísica en dos: la teología y la ontología.

El último Platón se criticó a si mismo al buscar los agujeros en el mundo de las ideas, por ejemplo en el diálogo de Parménides. De manera que ahí se había empezado a introducir el no-ser en el ser. Aristóteles subsanó esa dificultad proponiendo que el ser se dice de muchos modos.

El ser se puede decir en tanto accidente (siempre en una sustancia y nunca en sí mismo), se puede decir escencialmente, en acto, en potencia (ej. Una semilla es un árbol en potencia). Lo que reconoció Aristóteles fue que el verbo ser es equívoco también.

(Amplío el tema con esta entrada)
¿Qué queremos decir con que algo es? Para Aristóteles, tiene una pluralidad de sentidos. Cuando alguien dice “Sócrates es gordo”, tenemos…

a) Algo que es (Sócrates)

b) algo que también se supone que es (gordo)

c) El verbo “ser” que une a los 2 anteriores.

Los predicados que siguen al sujeto se llamaron categorías, y esas clasificaciones las hizo para poder percibir lo que es. Son la substancia (hay una discusión respecto a esto), la cantidad, calidad (calificativos), relación (respecto a otras cosas), lugar, tiempo, posición, posesión, acción y pasión.

Para los griegos, el verbo ser designa algo verdadero, algo que es existente y el predicado lógico. Si decimos "La gallina es pequeña", tenemos la cópula lógica, la noción de verdad que implica el verbo ser y la noción existencial.

Ousía
En el libro 7, dice que entre todos los sentidos de la palabra ser, vamos a encontrar la ousía, que abre a una nueva dificultad, porque si no hay género en el ser, habría que estudiar si la ousía es el fundamento de todo lo demás. El término ousía fue traducido por "substancia". Ante la pregunta de qué es, Aristóteles responde "ousía", sustancia. 

La dificultad de la ousía es que esta se dice de 4 modos, en el cap. 3 del libro 7: 
1) τό τί ήν είναι (to ti en einai): lo traducimos como esencia.
2) hypokeimenon: traducido como sujeto.
3) genos: traducido como género.
3) kathólou: traducido como universal.

Aristóteles analizó primero al hypokeimenon. ¿Ousía se puede decir hypokeimenon? Aristóteles dice que el hypokeimenon es aquel sustrato -que a los analistas nos interesa, pues Lacan dice que ese es su sujeto- sobre el cual se predican las demás cosas, pero que no está en ninguna otra. Podemos pensarlo como algo incorporal, que no está en ningún lugar. Si lo pensamos con la lógica lacaniana, el sujeto no "está" en significante alguno, sino que está representado por un significante para otro significante. De manera que necesitamos por lo menos dos significantes para que se produzca un sujeto. 

El hypokeimenon es el sustrato del que se predica lo demás: la cualidad, la cantidad, posición, lugar, y todo lo que son las son las ousías segundas. El asunto con el hypokeimenon es que éste implica materia y forma, que son dos sentidos del ser. 

La substancia es el compuesto entre la materia y la forma. La materia es “un algo” innombrable que compone una cosa, es amorfa, pasiva, receptiva, principio indeterminado. Aristóteles dice que la materia es lo que responde a la pregunta “¿De qué es esto?”.
La forma es lo que determina a la materia (que está indeterminada). Cuando nombramos algo, estamos nombrando la forma, que le da la esencia. Por eso la materia es innombrable, porque es sentido absoluto es imposible que exista.

 Al ser la materia indeterminada, para los griegos no es asequible. En el psicoanálisis también, cuando Freud dice que el objeto de amor es insustituible, porque solo siendo insustituible se puede encontrar un nuevo amor. 

Entonces, en la ousía como hypokeimenon nos va a hacer encontrar con la materia y la forma. El tema es que como eso ya supone un compuesto, esa no puede ser la ousía como fundamento.

Aristóteles también plantea por qué la ousía no es kathólou (universal).

La ousía para Aristóteles va a ser dicha τό τί ήν είναι, pero no se puede decir universalmente, porque la ousía primera va a ser un fundamento respecto de algo esencial a cada uno. No puede ser universal, porque lo universal es lo que se predica de muchos.

La ousía como To ti en einai

La ousía primera es de lo que se predica todo lo demás, que no está en sujeto alguno. Por otro lado, están las categorías, lo que es predicado. Estas son las ousías segundas. A la ousía primera se le puede atribuir categorías como la cualidad, cantidad, etc. 

La postura de Aristóteles tiene que ver también con el lenguaje. Fue el primero que habló del lenguaje y del símbolo, como algo que representa lo ininteligible. Aristóteles dice que aquello que hay en la voz es símbolo de las afecciones que hay en el alma. Es decir, para Aristóteles están las cosas por un lado, y la manera en la que usamos el logos para llegar a las cosas. Hay un vínculo y una distancia entre logos y las cosas. La manera en la que podemos acercarnos a las cosas, mediante la palabra, va a ser la proposición.

Aristóteles también propuso otros usos de la palabra, que no son verdaderos ni falsos, como la plegaria. 

Dice Aristóteles:

Conviene también en cuenta el modo en que también en que debemos hablar de casa cosa, pero no más que su modo de ser. Por eso ahora, que ya está claro que lo que se dice debemos añadir que también que τό τί ήν είναι se dará primordialmente y en sentido absoluto en la ousía y secundariamente en las demás predicaciones (categorías). 

El contexto de esta frase implica la investigación de los cuatro modos en los que se propone ousía y él concluye que se dice τό τί ήν είναι. ¿Pero qué es eso?

τό τί ήν είναι (to ti en einai)

Lo que era ser

El tema es que en es un participio. ¿Cómo puede ser que el fundamento se diga de esta manera, porque "era ser"? Hay una dificultad en ese "en" que dio lugar a muchas discusiones. ¿El imperfecto de "era" designa al ser en tanto tal? Si, como lo que era. Hay una continuidad de duración que se cierra con el "einai", con el ser. "Lo que era ser" es una continuidad infinita que tiene un punto que hace que no se extienda más. ¿Y cuál es ese punto?

Aristóteles se dio cuenta que los seres que vivimos en el mundo sublunar tenemos un razonamiento, entonces este movimiento siempre deviene. Aristóteles habla de futuro contingente y su ética está basada en la contingencia y la elección. En el seminario 11, Lacan trabaja la Tyché: es la buena suerte, que es una producción del hombre que tiene que elegir, tanto para Lacan como para Aristóteles. Los niños no pueden elegir, así que no tienen buena suerte. 

Aristóteles propone que lo que "era ser" es un modo de mostrar la escisión del verdadero ser. Vivimos en el mundo sublunar, atravesados por lo que ya no somos, por esa pureza del ser y que se trata de un movimiento. Sabemos que nos habla de Dios, porque en Dios coincide pasado, presente y futuro. De esta escisión, de lo que era hasta que se da el ser, se produce aquello que se pierde: el ser en cuanto ser. 

Este desgarramiento entre la materia y la forma, en lo que da una determinación y lo que permanece indeterminado, es la esencia del mundo sublunar. Todos los seres del mundo están compuestos por los accidentes. Para los sofistas todo era accidente, mientras que para Platón nada se podía accidentar. Aristóteles habla de los "accidentes por sí". Si decimos "Sócrates es sabio", la sabiduría de Sócrates es algo esencial, pero también es un accidente. Siempre va a estar escindido la pureza de lo que eso se puede determinar. Por ejemplo, ¿Qué es la vergüenza? Uno puede decir que es cuando uno es capturado en su deseo. Pero eso no explica la languidez, la transpiración que ocurre cuando se siente vergüenza. El To ti en einai quiere alcanzar la pureza del ser, pero mostrando la marca de su escisión (entre forma y materia, determinación e indeterminación). En ese sentido, se trata de un acercamiento dialéctico.

El goce del Otro: ¿Un punto de referencia?

To ti en einai, lo que era ser, implica una continuidad de duración con el "era" y un punto de referencia, einai. ¿Pero cuál es ese punto de referencia? Quizá no la haya, algunos estudiosos propusieron a la muerte, porque cuando alguien se muere se puede determinar lo que era. Ahora, desde el psicoanálisis se puede proponer encontrar el punto de referencia en el signo del goce del Otro.

En el seminario de La lógica del fantasma, Lacan habla de estas dos formas de la ousía: como to ti en einai y en el libro de las categorías. Lacan toma esto de "lo que era" para pensar el ser que el neurótico se da a si mismo en esta ficción, que es el fantasma. 

El fantasma depende de una lógica de lo hablado y no de hechos históricos. El fantasma implica una posición del sujeto para sí mismo y para el Otro. En este sentido, es un escenario. Los elementos básicos del fantasma son el sujeto barrado (porque falta en la cadena significante del Otro, forcluído en el campo del Otro) y el objeto.

$◊a

Al objeto, en esta oportunidad, lo vamos a pensar como to ti en einai, como una ficción que determina "lo que era el ser", en esta lectura que el sujeto hace acerca de lo que el Otro quiere, que es el fantasma. Es un modo de recuperar lo que el sujeto fue para el Otro, porque el sujeto falta en la cadena. A partir de esta falta, el sujeto se pregunta qué me quiere y esboza una respuesta inconsciente. No obstante, esta ficción al neurótico le permite habitar la realidad del deseo, del amor y del goce.

El lozenge lo podemos pensar también como el ocho interior, que luego desplegaremos. Esto Lacan lo propone en Subversión del sujeto, como sujeto barrado, "deseo de" objeto. 

La ousía como to ti en einai nos va a ayudar a plantear es la imposibilidad, pero el intento, de recuperar aquello que se cree que se fue para el Otro. Para Freud, la fantasía está por fuera del conjunto de las neurosis. En Pegan a un niño él describe los tres tiempos de la fantasía y el golpe como un nudo entre el erotismo y el masoquismo. Lacan resalta el pasaje del segundo momento al tercero, en donde el sujeto pasa a ser un espectador de la escena. En el fantasma, el sujeto es actor, el Otro y el espectador.

La escisión de la frase to ti en einai es lo que marca la imposibilidad de dar a tono lo que era el ser que fui para el Otro. 

En el seminario 8 sobre la transferencia, Lacan da dos escrituras en torno a la neurosis histérica y obsesiva. Desde el vamos, el sujeto no puede ser nombrado porque no hay un significante en el campo del Otro que lo pueda nombrar. La estructura arma una ficción, porque el inconsciente es el trabajador incansable que le da un objeto para dar una lectura a lo inentendible del deseo del Otro.

En el fantasma del obsesivo debemos leer -φ en lugar de Φ (como está en la imagen).

Cuando uno lee la explicación que hace Lacan, habla de -φ (castración imaginaria). Quizá lacan lo escribió en mayúscula, pero al explicarlo se refiere al -φ. 

En el fantasma, del lado del sujeto, vemos al Otro barrado. No se trata del Otro barrado de un fin de análisis, sino de una castración del Otro que para el sujeto es vivida como su propia impotencia. Lacan dice que el neurótico es capaz de cualquier cosa, incluso de barrarse a sí mismo, para no enfrentar la castración en el Otro. Del lado del Otro, estaría -φ. Es decir, el neurótico responde con el devanecimiento. El yo se encuentra frente a un abismo del Otro como deseante (barrado) y su respuesta va a ser una creencia fehaciente, un desvanecimiento, un no tener con qué responder. El neurótico obsesivo entra en lo que Lacan llamó un "espejismo frenético del narcisismo", en donde aparecen estas múltiples imágenes: a, a', a''... Se trata de una metonimia de los objetos, que el neurótico obsesivo se quiere liberar de eso que lo hace desvanecer, al tiempo que pone al Otro en el lugar de amo. 

El neurótico obsesivo no encuentra un modo de salida, porque el amo es necesario en esta estructura para que se juegue el sometimiento. Cuando el amo muere, el obsesivo rápidamente encuentra otro, porque de lo que se trata es la osadía de encontrar la libertad con la condición de estar sometido. La libertad es una fantasía del esclavo, un sujeto que es libre no se plantea algo así.

El obsesivo lee la castración del Otro bajo la égida anal. Ahí aparece el espejismo frenético del narcisismo, donde el sujeto responde con una dialéctica anal: darle al Otro lo que le pide, pero a costa de guardar el objeto. Ante la referencia a la castración imaginaria, va a encontrar distintos objetos metonímicos -degradados-. Ningún objeto va a lograr circunscribir la metáfora del deseo. Para Lacan, solo puede emerger el falo (un acercamiento al deseo, el erotismo) bajo la condición de degradación del objeto. La metonimia es el modo por antonomasia de degradar del objeto que pueda metaforizar el deseo. Lacan se pregunta qué detiene la metonimia del deseo y se responde que es la metáfora del objeto. El objeto es la metáfora y eso es lo que detiene. Ahora, nosotros estamos frente a alguien que está respondiendo dándose un ser como predicado del goce del Otro, mediante su fantasma. 

El fantasma obsesivo se puede pensar como un sujeto dividido entre dos significantes (ej, entre el sometimiento y la libertad).

El fantasma histérico
Es un fantasma que debe ser leído entre el desvalimiento y el desamparo. Del lado del sujeto está la castración imaginaria, -φ, está en el lugar de la verdad del objeto (y que le da valor), que puede leerse como deseo de un Otro (A) sin barrar. Ese objeto (a) procura lo que "era ese ser", pretendiendo anular el misterio del deseo enigmático del Otro. La neurosis histérica se identifica a un drama ajeno, al drama del amor, que no es otro que el de la pareja parental.

Por ejemplo, Dora se ubica en el lugar de macho, de lógica masculina, para preguntarse qué quiere una mujer. Esta pregunta es tramposa, porque ella pretende encontrar una respuesta desde el exterior a una pregunta interior. El drama de este fantasma es el de la otra que sabe qué es ser una mujer. El psicoanálisis propone negativizar a la otra y que el sujeto descubra que esa otra es ella misma desdoblada.

El fantasma se va construyendo y en el fondo es una frase que implica una posición del sujeto, del Otro y sobre todo una condición de goce que implica la estructura del masoquismo. Si bien se propuso el atravesamiento del fantasma, primero hay que construirlo para que el paciente lo atraviese.

El Otro al que la histérica busca es para mostrarle su castración, que está inscripta de un modo imaginario. El histérico está impedido de ubicarse como centro del deseo del Otro, tanto en su fantasma como en su discurso. Histerizar el discurso es eso, enfrentarlo con la división con la que el sujeto vive por no poder situarse en el centro de un deseo. 

Para Freud, todo esto que vimos, esta ficción, repone una versión del padre: la del padre perturbador de una satisfacción, este amo que no deja libre, este padre impotente que no sabe qué hacer con una mujer.  Haciendo una relación con la ousía en tanto to ti en einai, sería un modo de establecer lo que "era ser", tomando como punto de referencia el cierre del imperfecto "era" lo que se ha leído como goce del Otro. Incluso Lacan propone, en el seminario 16, hablar del objeto a como un saber del goce del Otro. El fantasma en su estructura implica una posición del sujeto como objeto, que se postula como un saber del goce del Otro. Por eso en la clínica es tan importante construirlo, porque el sujeto queda como un predicado de ese goce.

El goce como un no-predicado
Si dijimos que el fantasma está como una versión del padre, es porque el padre está en el lugar de garantizar la significación. Precisamente, el NdP, que garantiza el complejo de castración, es la traducción de que no hay quien pueda garantizar la significación verdadera. Cuando el paciente descubre que sus padres no dan la significación verdadera, se trata de la castración. El nombre del padre metaforiza la castración,  la atribución de un valor que siempre falta: el valor de poder significar con absoluta verdad lo que se dice.

En el libro sobre las categorías, en el capítulo segundo, Aristóteles trabaja de vuelta la ousía. Ya no lo hace como algo que se dice de cuatro maneras, sino en términos de lo que se puede decir y de lo que puede estar. Para Aristóteles el ser está en lo que se puede decir y en lo que "está en". estas son los dos aspectos con los que trabaja: las cosas que están y lo que se puede decir (onton). Lo que se dice.

¿Por qué Lacan dice que su sujeto es hypokeimenon? Quizás esto es de lo que se dice de este sujeto, que ya es una hipótesis que desconoce. Esto es hablar en un análisis, es hablar de esa hipótesis. 

En el libro segundo, Aristóteles sostiene que de las cosas que se dicen, algunas se enuncian en combinación y otras sin combinación. Es decir, de manera simple y compuesta. 
- Las que se dicen en combinación son "un hombre corre", "un hombre vence". 
- Las que se dicen sin combinación son "Buey", "Hombre".

De las ousías, algunas se dicen de un hypokeimenon, pero no están en hypokeimenon alguno. Es decir, algunas se dicen de un sujeto, pero no están en hypokeimenon alguno. Entonces, ¿Qué es hypokeimenon? Se trata de una ambigüedad entre el sujeto lógico de la predicación, del que se predican las cosas, y también es el sustrato físico de las determinaciones. El hypokeimenon no está en ninguna parte, pero en él se hacen predicaciones. De las ousían, algunas se dicen del sujeto pero no están en sujeto alguno. 

Otras están en un sujeto, pero no se dicen de un sujeto alguno. Es decir, hallándose en otra cosa a modo de parte suya, no puede existir separado de aquello de lo cual está. Aristóteles pone ejemplos. La gramática particular está en un sujeto, está en el alma, pero no se dice de ningún sujeto. Ningún sujeto es gramática. Si por ejemplo digo "Sócrates es blanco", lo blanco está en un sujeto, pero no se dice de sujeto alguno, no hay "sujeto blanco", sino que la blancura es una cualidad, una ousía segunda y no primera.

Otras entidades no solo se dicen de un sujeto, sino que también están en un sujeto. El saber y la ciencia están en un sujeto y se dicen de un sujeto. 

Ciertas entidades -a esto nos interesa llegar- ni están en un sujeto ni se dicen de un sujeto. Todo lo demás tiene que ver con aquello que está en, que se dice de, que no está en, que no se dice de la ousía primera. De manera que Aristóteles está haciendo una diferencia entre la ousía primera (el fundamento básico) y la ousía segunda. El problema es que el fundamento básico es un particular, no hay nada general que se diga de eso ni que esté en eso de modo primario. Siempre se puede decir algo secundario con las categorías, atribuyendo o imputando algo. Podemos decir que el sujeto lacaniano es alguien al que se le imputa algo. De manera que esto toca la ética, porque para Aristóteles uno no puede imputarle a un sujeto un fin, porque lo que se delibera son sobre los medios, pero uno no es culpable del fin. El sujeto moderno implica a un yo como sede moral.

Otras ousía no están en un sujeto ni se dicen de un sujeto, como es el caso de "hombre" particular o "caballo" particular. Ninguna de tales cosas se encuentra en un sujeto ni se dice de un sujeto. En sentido estricto, las cosas indivisibles y numéricamente unas no se dicen de un sujeto, pero ellas pueden estar en un sujeto.

Aunque esto es complejo, lo importante es que ousía primera es lo que no se dice de un sujeto ni está en un sujeto. En el transcurso del seminario de la lógica del fantasma, Lacan dice:
Hemos introducido el goce bajo el modo lógico de esto que Aristóteles llama una ousía. Una sustancia, es decir, una cosa que precisamente no puede ser. Es así que él se expresa en su libro de las categorías: que no puede ser atribuido a ningún sujeto ni puesto en ningún sujeto (hypokeimenon).

Lacan está diciendo que el goce no se dice de ningún sujeto ni está en un sujeto. Este es su principio lógico. Ahora, normalmente los analistas piensan al goce como algo que hay que acotar, o como que el paciente goza mucho y se lo piensa en un sentido positivo. Lacan siempre lo trabaja como algo negativo, es decir, en el seminario 20 Lacan dice que el goce no es más que una instancia negativa. En Subversión del sujeto dice que el goce es allí donde languidece el ser. Para Lacan, el goce es pensado desde lo negativo, a la manera de la filosofía medieval. Cuando esos filósofos querían acercarse a Dios de una manera catafática (positiva, diciendo Dios es tal cosa y tal otra), se va forjando la teología negativa ó mística, donde se llega a Dios por lo que no es. 

Lacan siempre se acerca al goce (y al deseo también) en un sentido negativo, diciendo que el goce no es lo que está en un sujeto ni se dice de un sujeto. Por lo tanto, los analistas no estamos habilitados para decir que hay un Otro gozador, porque el goce no es aquello que pertenezca a un sujeto ni está en sujeto alguno. Ese saber sobre el goce del Otro tiene que pasar a no era lo que "era ser", lo cual abre a un agujero en el espacio (pero con un borde), una determinación negativa, una falta de puntos de referencia. Esto es prácticamente un fin de análisis.

Lacan dice:
El goce es una cosa sustancial, que precisamente es importante de producir bajo la forma que voy a articular como un nuevo principio. No hay goce más que del cuerpo. Y eso es más subversivo que el materialismo.

El goce es sustancial porque se refiere a la ousía, que fue traducida como sustancia. El goce no es de sujeto alguno ni se dice de sujeto alguno, sino que es una producción, como la tyché. El nuevo principio es que no hay goce más que del cuerpo. En cuanto a lo subversivo, es porque refuta a los goces eternos, que son los goces del neurótico, del fantasma. El neurótico siempre lee de la misma manera al goce del Otro con la misma escena. En ese sentido, el neurótico es un religioso del goce del Otro, que es del padre, quien tendría que tener los medios para determinar la garantía de la significación y los medios para gozar. 

El analista no puede decir "El analizante cuenta esto/hace lo otro, está gozando". Tampoco creer que en el neurótico hubo un Otro que gozó de él. 

La ousía, como eso que no se dice de sujeto alguno ni pertenece a sujeto alguno, puede ser pensada como una aserción nominal (una afirmación nominal). No es un nombre propio, sino una afirmación que va más allá de una predicación esencial o existencial. ¿Qué se quiere decir con esto? Aristóteles habló de dos modos de establecer el ser: uno es apelando a lo que le es esencial y el otro es apelando a la existencia.
Ej: "Un libro es un conjunto de hojas escritas con una tapa" (escencial, donde se predican las categorías atribuibles a un sustrato); "Un libro es" (es una apelación de la existencia). 

Lacan habla de esto cuando toma el movimiento, el cambio. En el momento del cambio, lo que hay es un movimiento fuera de sí hacia otra cosa (porque no es una ni la otra cosa). Esto es el acto, salir fuera de sí, que emerja un nuevo sujeto. Para Lacan, tras una elaboración, hay una creación novedosa que es un no saber no sabido, porque algo nuevo se origina después de un acto. 

Decíamos que la ousía como aquello que designa hombre individual o caballo individual puede pensarse como una aserción nominal, distinta de la cópula del verbo ser que designa la existencia (X es Dios) y la predicación (X es eterno, todo lo que se dice sobre el sustrato ó hypokeimenon). Sobre esa base tenemos la esencia y la existencia.

La oración nominal sería un tercer tipo que no es reductible a los anteriores y que es algo que va de manera inseparable de la existencia de los anteriores, pero que tampoco es un nombre propio. El sujeto tiene un nombre propio, no es anónimo. Sin embargo, el goce no lo es, un algo que va adosado junto, sin ser una predicación esencial (sin estar en ni decirse de).

Podemos, de esta manera, pensar al goce como un no-predicado, pero que no deja de ser atribuido a un sujeto, que en definitiva es el que viene y habla de eso. Hay un hypokeimenon, que no es sustrato ni está en ninguna parte de la cadena, pero que se produce mientras esa cadena existe y cuya ousía lo va a vivificar como un cuerpo. Cuerpo en sentido de la materia significante de la que está hecho un cuerpo, el modo en el que cuerpo simbólico erotiza y toca al cuerpo "ingenuo", como dice Lacan en Radiofonía.

El goce es un no predicado, pero inseparable del sujeto, que al estar marcado por el significante porta un nombre propio. Ese goce, ya no como to ti en einai (lo que era ser) y el objeto que se da en el fantasma, sino como una destitución de ese saber sobre el goce del Otro. Eso es la letra, tal como Lacan la trabaja en el seminario 18 y el 20. En este último lacan articula la soledad del sujeto con el objeto que causa su deseo. La soledad, dice Lacan, es la destitución del saber. 

A propósito de la estructura del fantasma, Lacan habla de una no reciprocidad entre el sujeto y el objeto. En el seminario sobre el sinthome, Lacan presenta un nudo para el fantasma. Se trata de dos círculos más una torsión, formando un ocho invertido y otro círculo.
Nota: Parece que hace referencia al esquema de Michel Thome

Lacan propone que no hay relación entre el sujeto y el objeto. Lo que sí se puede es invertir; mediante el atravesamiento del fantasma, el objeto lo causa como deseante. El nudo permite esa inversión, marcando que el sujeto se puede identificar a la causa de su deseo, dándose esta reversibilidad, que no implica reciprocidad

lunes, 13 de diciembre de 2021

El fantasma en la neurosis obsesiva y el fantasma de la histeria y su relación con la transferencia

Un análisis es una charla que se da bajos ciertas condiciones. El dispositivo tiene una regla fundamental, que Freud la enuncia pidiéndole al analizante que asocie libremente, que diga todo cuanto cae a la mente, tal como las piensa. Del lado del analista, se le pide la atención libremente flotante y la abstinencia de satisfacer la demanda del analizante. 


En todo análisis la transferencia se da junto a las resistencias, que para Freud provienen del analizado mientras que para Lacan provienen del analista. Ambas versiones son totalmente válidas, según el caso. Estas dos posturas no deben ser vistas como evolución del concepto de transferencia.

La idea freudiana de hacer consciente lo inconsciente tiene el límite de que no todo puede ser mediatizado por la palabra. El recordar como forma de levantamiento del síntoma no basta, porque aparece la repetición. A lo que se apunta es a la elaboración, que apunta a a darle un sentido nuevo al padecimiento. Lo cierto es que no todo puede ser recordado y el analista debe esperar el acting, porque es necesario que ocurra en la transferencia.

La contratransferencia no se analiza, como sí lo hacían los posfreudianos. La idea de Lacan es que la contratransferencia sea analizada por el propio analista en tanto a sus puntos ciegos, a la forma de una vigilancia externa sobre el deseo del analista. Si la contratransferencia es bien analizada, se puede sostener el deseo del analista.

Para Lacan la contratransferencia es una impureza del analista que se manifiesta en la relación de la transferencia con el analizante. Es la implicación necesaria del analista, su afectación en la transferencia, pero además es algo que no se puede obviar, es una consecuencia necesaria porque el analista no puede no entrar en transferencia con el paciente. Si el analista no entrara en contratransferencia con el paciente, no habría análisis tampoco. 

La fórmula del fantasma original es la siguiente:


El sujeto ($) se encuentra articulado con el a. El la imagen falta el pequeño rombo lozenge que nos haría quedar $◊a. El tema es que el fantasma se articula con el Otro castrado ó barrado. El fantasma, de esta manera, implica una articulación entre el sujeto y el objeto a, pero no sin el Otro en falta. El neurótico intenta velar la castración del Otro, haciéndolo consistir como completo. En las psicosis está la certeza de que el Otro está sin castrar.

El esquema nos permite pensar qué sucede en la transferencia, donde el analista encuentra al sujeto con sus significantes, pues el gran Otro no es otra cosa que el inconsciente, pues el Otro está el tesoro de los significantes. La articulación con el pequeño a es porque ese objeto es el que causa el deseo y el analista se propone encarnar en la transferencia. El analista también encarna a ese gran Otro que es el que se supone que sabe acerca del padecimiento de ese sujeto, el Otro del sujeto supuesto saber.

El objeto a se refiere a todos esos objetos primordiales que han determinado la infancia del sujeto. Estas experiencias y objetos toman cuerpo en la relación transferencial con quien ocupa el lugar del Otro del paciente, en este caso el analista, que se deja tomar y es parte del síntoma de ese paciente. Vemos una intersección entre el sujeto y el Otro barrado, en este caso el analista colocado en el lugar de supuesto saber. Esto hace que el análisis funcione, aunque se trate de términos imaginarios. No hay que desestimar nunca lo imaginario de la transferencia, aunque no sea lo fundamental, porque es en gran parte es responsable de que la cosa funcione.

Lacan marca que las intervenciones están posibilitadas por el lugar del analista en la transferencia. Si el analista dice algo y no está ubicado transferencialmente, las intervenciones no tienen sentido. Somos escuchados por esta posición de poder que tenemos y que el sujeto nos ha otorgado. El analista debe ser un receptáculo, soportando la repetición de la transferencia que el sujeto trae. No debemos olvidar que es el sujeto el que se analiza (y no el analista), se trata de un sujeto activo que construye permanentemente nuevas significaciones, significantes y ficciones. El analizante es un creador, el analista es solamente un catalizador. Un catalizador, en el ámbito de la química, es una sustancia que acelera una reacción química.

El objeto a que el analista acoge, es el a-nalista, en tanto deja de ocupar el lugar del Otro y se pone en el lugar de causa de deseo de quien se analiza. 

En el seminario 8 de la transferencia (1960-1), aparece la fórmula del fantasma de la histérica:


A la izquierda, vemos que el pequeño objeto a (a), regulado en el inconsciente por la castración imaginaria -𝛗, que aparece bajo la barra porque es un significante que se resiste a la conciencia. El Otro aparece sin barrar. En la histeria, de lo que se trata es de desmentir la castración del Otro... para castrarlo después. Si vamos al historial de Dora, es lo que ella hacía con su padre. 

A Lacan no le bastó usar la fórmula del fantasma clásica donde el sujeto se articula con el a. Esto es porque los objetos a en la transferencia con el Otro y quienes lo encarnan, lo sea el sujeto o no, tienen ciertas particularidades.

En la histeria los objetos no están atravesados por la castración, así que necesita sostener a un Otro como no castrado. El sujeto histérico completa al Otro, para esconder la castración, que le es insopotable. De esta manera, este deseo insatisfecho solo va a ser posible si ese Otro conserva la clave del misterio, de manera que ese Otro debe ser no barrado e inaccesible, fuera del alcance del histérico.

El histérico erige a alguien a quien pueda admirar, intentando mantenerlo siempre en un lugar idealizado. Esto también hace que el histérico quede en un lugar de impotencia frente al Otro, por lo que el histérico intentará hacerlo caer. Es una dialéctica donde por un lado necesita sostenerlo arriba, pero en algunos momentos perforarlos con la marca de la castración. Reconocerlo como castrado es insoportable, porque para el histérico el saber de su deseo lo tiene el Otro. Como el histérico siempre está insatisfecho, siempre vuelve al Otro para atacar la integridad del Otro y marcarle sus puntos flacos, para rearmarlo otra vez, en una dialéctica eterna.

En la transferencia, el histérico intenta enaltecer a su analista, pero también hacerlo caer. Es como la histérica que quiere demostrarle a Freud que los sueños no eran cumplimientos de deseos. El analista se encuentra con pacientes que les dice que es un ídolo, un genio -cosa que el analista nunca debe creer-, porque en algún momento por RTN o por resistencia y va a actuar el componente de la transferencia donde el histérico va a intentar barrar al analista, intentando hacerlo caer de su lugar.

En cuanto al fantasma obsesivo, tenemos la siguiente fórmula:

En el obsesivo, el Otro ya está barrado, a diferencia de la histeria. El obsesivo tiene una articulación mucho más evidente con el falo simbólico (𝛟). En la neurosis obsesiva lo que impera es una relación con el superyó, que de alguna manera  tiene solidaridad con la instalación más plena de la metáfora paterna, la regulación fálica.

El obsesivo acepta la castración del Otro, pero aún así necesita identificarse con el lugar del falo. Es decir, en una relación amorosa va a intentar ser todo para el Otro. Ya que el Otro está castrado, va a tratar de ocupar del todo, del falo. Los obsesivos forman relaciones complicadas con los histéricos, pues intentan colmar al Otro, intentan "ser todo" para el Otro, tratando de taparle la falta del Otro, sabiendo que está castrado.  

En la transferencia con el analista, el obsesivo intentará ser un paciente modelo del analista: traerá sueños, para intentar ser un buen paciente. El problema es que esto puede eternizar a un paciente en el análisis si uno no lo saca de ahí. Son pacientes que quieren tener todo controlado, por lo que a veces las intervenciones del analistas son resistidas, por ejemplo ante un lapsus. La cuestión de la ambivalencia la tiene a cuestión de piel, así que esta cuestión de ser un buen analizante puede mutar a cuestiones más hostiles con el analista.

Al costado derecho de la fórmula se encuentra una sucesión de pequeños objetos. En la neurosis obsesiva hay dos síntomas principales que la representan: la duda y la procrastinación. Esto último es lo que representa esta parte de la fórmula, la búsqueda constante de un objeto de satisfacción. El obsesivo cree siempre que lo próximo es mejor, que es lo que se quiere, lo cual tiene cierta similitud con el discurso capitalista.

El obsesivo, por efecto de la duda y la procrastinación, nunca sabe a quién amar, porque duda qué quiere. Lamentablemente, el fantasma del obsesivo se acerca mucho al discurso del capitalismo, pues por su efecto metonímico logran el mismo efecto:

El sujeto obsesivo se transforma en un consumidor. El S1, que es lo inconsciente, el amo que lo controla a uno, es el mercado global. El S2, que es el saber, queda reemplazado por las tecnologías y el objeto a como los pequeños fetiches, los gadgets, las letosas que nombraban Lacan y que nos hacen creer que encontramos lo que queremos por una fracción de segundo. Consumir nos hace felices por un corto tiempo, por lo cual esta similitud con el fantasma del objetivo, que está siempre a la búsqueda de un nuevo objeto de satisfacción.

El analizante también se dirige con sus objetos de satisfacción hacia el analista con su pregunta de qué lo quiere. Esto también se pone a jugar en la transferencia, de distintas maneras, según el fantasma. El progreso de un analisis tiene que ver con ir desanudando esas respuestas para darse otras versiones de qué es uno para el Otro. Ser el soporte del deseo del analizante no es poca cosa, es lo que permite ir haciendo con esto. El analista debe dejarse tomar por el lugar del Otro del paciente.

jueves, 20 de junio de 2019

El cuerpo y el síntoma en la neurosis obsesiva. (3)

Apuntes de la conferencia dictada por Héctor Zab1ocki en Triempo Institución psicoanalítica del 9/05/2018.

Consulta la primera y la segunda clase.

Vimos que en las neurosis en general son un modo de posicionarse en el lenguaje, un modo de posicionarse frente a la castración, un modo de relación del sujeto con el lenguaje. La eficacia de la castración, es la castración del Otro. En términos prácticos, vemos que es mucho más fácil tolerar la falta propio (no puedo, tengo síntomas) que enfrentarse con la consistencia del Otro, con que al Otro le falta. El Otro es el que nos demandó inicialmente y que forma parte de nuestra constitución de sujetos, en cuanto forma parte de la constitución de un cuerpo erógeno. El Otro que interviene sobre el cuerpo biológico, lo hace desde su falta, o sea, desde su deseo y desde su goce. Por eso, la eficacia de la castración depende de la castración de ese Otro.

El niño, en algún momento lógico, ocupa el lugar de lo que le falta al Otro. Esto es lo que se conoce como el niño en el lugar del falo. Lo que le falta al Otro lo ocupa ese sujeto. En determinado momento, esa posición se deja. Por lo tanto, ese sujeto se confronta con este dejar de ser el falo para el Otro, pero ahí se constituye un objeto particular, que puede ser el objeto oral, el pezón como eso que se desprende entre el sujeto y el Otro. Dicho en otros términos, al dejar de ser el falo, me queda como premio consuelo un objeto que es el famoso objeto a de Lacan. Este objeto pone en causa el deseo, es decir, cambia la direccionalidad de lo que es la psicología: el objeto ya no está al final de un recorrido, sino en el inicio. Es porque hay un objeto que se pierde que se desea. Pero en este movimiento, el deseo de cada uno se estructura de acuerdo a una matriz, de acuerdo a una escena. Esto es el fantasma: la relación entre un sujeto y un objeto. Se puede pensar en términos de la fijación freudiana, con algunos ajustes. En Pegan a un niño, la fantasía es una escena que responde a una estructura gramatical, que se condensa en una frase. Esa fantasía es la escena a través de la cual se estructura el deseo de cada uno.

Retomo esto porque quería retomar 2 preguntas de la clase pasada.

El fantasma en la histeria y la neurosis obsesiva.

En el seminario de la transferencia, están estas fórmula que después él jamás vuelve a retomar:

◊  A

En la histeria, el sujeto se ofrece como objeto (a), reprimiendo lo que tiene que ver con la castración (-φ) como condición de mantener al Otro completo (A). Lo que me interesa es el contrapunto que da con la escritura del fantasma de la neurosis obsesiva:

(Ⱥ ◊ φ (a, a’, a’’, a’’’, …)

Hay una relación con el Otro en falta (Ⱥ), es decir, no es que el obsesivo desconozca la castración. Pero el problema es lo que se hace con el deseo: se difumina en cualquier objeto. Esto es lo que se ve en la clínica de la neurosis obsesiva cuando uno por ahí insiste al paciente en qué quiere. Entonces aparecen las cosas más diversas, que le dan consistencia a esto que falta en cualquier objeto, lo que implica la postergación, la procrastinación, a partir de que justamente lo que se posterga es el deseo.

La angustia en la neurosis obsesiva. El neurótico obsesivo se puede acomodar muy bien en ese encierro con el Otro hasta tanto algo del deseo le haga vacilar toda la estructura. Yo decía la clase pasada que ahí aparecía el síntoma. La angustia va a venir después, en la medida en que el neurótico obsesivo se acerque a algo que tiene que ver con su deseo, se empieza a angustiar.

El Hombre de las ratas.
Al querer profundizar algo de la neurosis obsesiva, conviene ir al historial del hombre de las ratas. En este historial está la descripción de la neurosis obsesiva en crudo, así como las demás estructuras con los demás historiales freudianos. La estructura de la histeria está en Dora; la fobia, en Juanito; la psicosis, en la lectura que hace de las memorias del Presidente Schreber.

Un abogado consulta a Freud porque a partir de algo que se le impone como mandato y la imposibilidad de cumplirlo, se encuentra imposibilitado de realizar su vida cotidiana. En determinado momento a él le llega el libro de Psicopatología de la vida cotidiana, dice que algunas cosas que leyó y cómo funcionan las palabras en el inconsciente, a él le pueden ayudar. Este abogado estaba movilizado en el ejército y durante un traslado de un lugar a otro, él se olvidó unos anteojos. Entonces, va a la oficina del correo postal a pedir que cuando los encuentren se los envíen al nuevo destino. Llegan los anteojos al nuevo destino y recibe por parte del Oficial del ejército la comunicación de que le habían devuelto los anteojos y que tenía que pagar 3,80 coronas. Ahí empieza el problema, él tenía que pagarle a un teniente que se había ocupado de traerle los anteojos. A él se le instala -de ahí el síntoma- la idea de que si le paga al teniente A esa deuda, algo le va a pasar a la mujer que él quiere y al padre. Por lo tanto, no puede pagar y empieza a desarrollar un montón de acciones para conjurar este problema. Incluso se le ocurre decirle a Freud que le haga un certificado para decirle a otra persona que teniendo en cuenta su incapacidad se ocupe de hacer el pago. Porque si se hacía el pago pero no lo hacía él, se liberaba de la fantasía de lo que le iba a pasar a la mujer y al padre. Entre medio, la situación se va complejizando, porque parece ser que ni siquiera había sido el teniente A el que se había hecho cargo de retirar los anteojos en el correo, sino otro teniente B que había pagado esa suma. Se le complica porque a él se le sigue imponiendo la idea de que le tiene que pagar al teniente A. Incluso se le ocurre pagarle al teniente A para que el teniente A le pague al teniente B. Todo esto, por supuesto, dificulta la vida de cualquiera. Él llega a Freud para que él le hiciera un certificado médico para que otro teniente pagara la suma. Freud no le hace certificado, sino que lo acuesta en el diván y le pide que asocie. Estos detalles que aparecen en el historial también son para prestar atención. Muchas veces se consulta para resolver una urgencia o pedirnos algo y no hay por qué despacharlos sin darles la oportunidad de hablar.

Freud invita al abogado a hablar. Lo que surge ligado a este síntoma es un relato del capitán sobre un tormento famoso que consistía en que al torturado se le ponía en el ano un recipiente con una rata dentro. Por lo tanto la rata iba a entrar en contacto directo con el ano del torturado. Freud encuentra que en el relato del hombre de las ratas contiene un horror ante un placer que él no conocía. Esto es lo que nosotros traducimos como goce. En ese relato, en esa fantasía que él insiste, hay un goce que él rechaza.

Entonces, hay un mandato a pagar una deuda y la imposibilidad de cumplirlo, asociado con este tormento de las ratas y entre los antecedentes, una deuda del padre. Resulta que el padre del hombre de las ratas, que era jugador y también estaba en el ejército, en un momento toma el dinero de la compañía y se lo juega. Resulta que alguien se lo presta para que el padre restituya el dinero a la compañía, pero después por una serie de vicisitudes nunca le puede pagar a la persona que le prestó para cancelar esa deuda.  Y por otra parte, algo que era compartido por la familia es que el padre había optado por casarse con la madre por su buena posición económica y dejar de lado a otra chica que le gustaba. Y ahora, viene lo siguiente.

Recuerden cómo determinado goce, cómo determinado recorrido en el cuerpo se ancla en un síntoma a partir de que hay lenguaje. Y es interesante ver la secuencia de las asociaciones de este paciente de Freud. En alemán,

Ratten es ratas.
Raten, diferenciado en una T que el inconsciente no hace, por supuesto, significa cuotas y deuda. Lo cierto es que esto para el inconsciente no tiene ninguna diferencia. Pero además,
Hielratten es casamiento.
Spiel-ratten es juego.

En torno a esto, que es la historia del paciente, el padre está atravesado por una deuda doblemente impaga: la deuda de dinero y la deuda que no cancela porque por dinero renuncia a la mujer que ama. Entonces, fíjense cómo el inconsciente escribe un síntoma en torno a la tortura de las ratas a partir de lo que le viene del padre a este paciente. Es decir, esto que vimos bien puede ser la cadena asociativa que se tiene en los historiales. A eso es lo que uno le tiene que prestar atención. El escrito que produce el inconsciente no discrimina ortografía, sino que ancla toda una cadena de palabras en una zona del cuerpo. Pero en la neurosis obsesiva no es al modo de la histeria (una metáfora que toma el cuerpo) sino que lo que hay es una indicación de una determinada localidad, donde síntoma ancla su goce. Entonces, incluso en un momento en el que Freud le va a aumentar los honorarios, el hombre de las ratas le dice “Tantas ratas, tantos florines”. Hace un equivalente entre las ratas y el dinero.

Hay más: ¿Qué tiene que ver esto con el fantasma, que se relaciona con el síntoma? Cuando el hombre de las ratas asocia con las dos deudas que el padre no paga, cómo está vinculada la cuestión del dinero que él no puede pagar, él asocia con un relato de Ibsen que se llama El pequeño Eyolf, que es una variante del flautista de Hamelin. Esto es importante porque acá se condensa la equivalencia a partir de lo que uno puede desmembrar de esta asociación, la equivalencia que nos va a dar el lugar del sujeto en el fantasma.

En el relato de Ibsen, un niño es desatendido por el padre que se ocupa de sus negocios. En el momento en que el padre decide rever la situación hacia el hijo, el hijo se va siguiendo a una mujer que saca a las ratas del pueblo y se ahoga. Entonces, lo que se desprende del relato de Ibsen es la equivalencia entre el niño y la rata. El sujeto, en el caso del hombre de las ratas, está en la rata. No es cualquier rata, sino la del tormento que le cuenta el capitán.

Hay 2 vertientes que a este paciente le complicaron más las cosas, a pesar de que más de un año de tratamiento con Freud parece que la cosa había mejorado, pero hay una equivalencia entre lo que es el inconsciente. Hay una equivalencia entre el niño y la rata, ¿cómo se juega esto? En que es la matriz inconsciente del paciente la concesión que hace el padre al casarse. El padre obtiene un bienestar económico a cambio de darle un niño, que es una rata. Entonces, en el fondo de este síntoma obsesivo lo que uno encuentra es el lugar del sujeto identificado a un objeto del fantasma que se construye en una historia familiar. En este caso, la madre le decía que tenía que olvidarse de la chica a la que él quería para casarse con la prima que estaba en buena posición económica. Y el padre, antes de morirse, le dice que haga lo mismo que él. Entonces, la pregunta es cómo alguien zafa de este mandato brutal del Otro. Como venimos diciendo que funcionan las cosas en torno a la castración, él no encuentra la manera de liberarse de la demanda de este Otro porque justamente en la medida que recurre al padre, el padre lo reenvía al mismo lugar. El padre le habla de su goce, no de algo que le posibilite a él cierto camino.

El goce de este hombre, antes de llegar a la consulta de Freud, está imposibilitado de hacer otra cosa porque está debatiéndose entre tener que pagar, no poder, cómo hacer para pagar, quién paga… No consigue pagar una deuda que el padre dejó impaga. Entonces, frente a la demanda materna, la salida está ocluida, porque el padre le dice que se case con la prima. Nadie le posibilita, excepto Freud, alguna salida con lo que tiene que ver con el deseo de él. El padre del hombre de las ratas lo reenvía a la madre, porque esa es la posición del padre en toda esta historia. Él cedió, no pagó en relación a su deseo, a cambio de un bienestar económico. Ahí se juega el goce del padre. El objetivo de este seminario era que esto se juega afectando al cuerpo a partir de una frase que condensa esta fantasía del tormento de las ratas.

El hombre de las ratas podría haber estado en esta posición no se sabe cuánto tiempo, pensando que todos sus enredos de pensamiento eran un asunto de él, un asunto privado que no le ocasionaba demasiada molestia. La estructura se desestabiliza cuando él se enamora. El obsesivo puede mantenerse estable en ese encierro en el Otro, asegurando su completud y la propia, hasta tanto algo se descompleta, por ejemplo, con la ilusión del amor y el deseo. El historial tiene muchos más elementos, pero yo quería mostrar el síntoma que lo lleva a análisis y cómo confluyen ciertas cuestiones que estuvimos hablando, que tiene que ver cómo alguien se posiciona o no, en qué lugar queda frente a lo que es la falta en el Otro. El hombre de las ratas, hasta el momento de desear a la chica, estaba confortablemente ubicado en ese velo del Otro, en esa envoltura del Otro. Cuando esto se descompleta, aparece el síntoma porque esto deja de ser confortable. Uno va a análisis cuando ya no puede gozar más de la manera en que venía gozando. Mientras más o menos se arregla, por más que su vida sea un caos, no consulta. Ahora, cuando ese goce ya no le sirve más, ahí se recurre a un análisis.

Pregunta: En Pegan a un niño, se habla de la gramática pulsional. En el historial del hombre de las ratas, nosotros vimos el trabajo por la vía significante. Cuando uno trabaja por la vía significante, ¿qué pasa con la pulsión? Particularmente, ¿por qué se le arma a él algo de lo anal? El objeto del fantasma es la rata, pero el objeto pulsional del fantasma es el anal.

H.Z.: La rata entra por el lado del tormento que le cuenta el capitán cruel. No es cualquier rata, sino la rata del relato que entra por el ano. Porque hay falo, un niño puede ser un regalo o una mierda. Porque hay falo hay equivalencias simbólicas. Si hay equivalencias simbólicas se puede producir esto que es el niño. El significante va a producir cierto corte con el objeto, porque lo esperable para cualquiera en análisis es que llegado en una posición de objeto en el fantasma, advenga como sujeto y el objeto fluya. El objeto pulsional, el objeto a, en un primer tramo del análisis es justamente lo que está obturando la posibilidad de desear. En la medida en que por la vía de la palabra algo de ese objeto se produce, fluye otra relación del sujeto con el deseo. El analista no puede prometer felicidad, pero sí que haya otros goces posibles. Evidentemente, nosotros no hacemos juegos de palabras, jugamos con las palabras si tienen que ver con una escritura que afecte el cuerpo en tanto pueda producir cierta rectificación pulsional. Es decir, que alguien que goza de una determinada manera, pueda acceder a otros goces. Hasta ahí llegamos con nuestras promesas.

Pregunta: ¿Cómo pensar los rituales?
H.Z.: Confluyen varias cosas, porque son un modo de conjugar la angustia. El problema es la crisis de angustia si ese ritual se interrumpe. En Lecciones introductorias… Freud cuenta el caso de una mujer que sacaba las sábanas recurrentemente porque por la impotencia del marido no había podido mostrar la sábana manchada, que era lo que se usaba, como producto de su desfloración durante su noche de bodas. En torno a eso, se arma un ritual donde ella con el mantel, repite y hay que leerlo como es el caso del síntoma. En términos generales, conjura la angustia pero hay que leerlo en cada caso.

Pregunta: Una vez detectado el síntoma, ¿cómo se encauza la cura?
H.Z.: Está muy bien lo que preguntás, porque primero hay que reconocer el síntoma, que es lo que uno hace en los primeros tramos de un análisis. Ej: Un paciente consulta porque tuvo una pelea con el hijo y por eso sufre. Eso es un acontecimiento de la realidad, pero ¿cuál es el síntoma en este caso? Que si el hijo no hace lo que él espera que haga, por ejemplo que el hijo se divierta de la manera que quiere, se pone mal. El primer paso sería que el paciente reconozca que eso que a él lo mortifica, eso que él piensa que si el hijo no juega al fútbol con él lo está rechazando, es lo que hay detrás. El primer paso es reconocer un malestar o una queja como un síntoma y después veremos cuál es el síntoma. Desanudar el síntoma es un análisis. ¿Cómo se orienta la dirección a la cura en el obsesivo? Principalmente, cuidándose con el sentido. En el historial de Freud, van a ver que Freud le explica mucho. El otro se va enredando, pero hay un punto donde Freud corta. Y este tipo de corte con el sentido es lo que va produciendo cierta dialéctica que te permite ir avanzando en la cura con el obsesivo.

Si al obsesivo se le aporta sentido, se va a quedar a vivir en el consultorio sin modificar nada. Los antiguos análisis de la IPA eran así, respondían perfectamente al chiste de “Tengo 20 años de análisis, ahora me cago y no me importa”. No habían solucionado nada, pero tenían todo explicado. Eso es lo que uno debe evitar. Primero hay que reconocer y que reconozca cuál es el síntoma. Después vemos cómo se resuelve.

Pregunta: Quisiera saber sobre la pregunta en la histeria y la neurosis obsesiva.
H.Z.: La histérica tiene una pregunta por el sexo, que a fin y a cuentas lleva a qué es una mujer para deseo del hombre, en el punto donde un Otro no responde. Ese Otro es la madre, piensen en la madre de Dora, que es un cero a la izquierda. En Dora, el que sostiene toda la armazón es el padre. Por eso, uno podría pensar que la histérica está detenida en ese lugar de corte que dejó el padre, pero se queda reclamando una respuesta que no va a llegar nunca por lain eficacia de introducir cierta apertura en el Otro materno. Cuando el señor K no logra aclararle a Dora el misterio de la femineidad porque no se le para con su mujer, le mete un bife. Esa pregunta no está en el obsesivo, es más, a él le sobreabundan las respuestas porque es el falo. El obsesivo se enferma porque lo cuidaron demasiado. En los historiales de los obsesivos y las obsesivas, uno advierte siempre el exceso de cuidado y por lo tanto de respuestas. Ahí es donde se queda encerrado en esa envoltura, como el hombre de las ratas, donde los padres le dicen “vos tenés que hacer esto”. Ese es el paradigma de la madre del obsesivo, esa que sabe lo que al hijo le conviene hasta en cuestiones nodales y que el deseo del hijo le importa un carajo. Al obsesivo le sobreabundan las respuestas, más que las preguntas. Esas respuestas son los mandatos que vienen del Otro.

Cuando Freud plantea las equivalencias simbólicas de heces = regalo = niño, un hijo puede ser cualquier cosa, desde una mierda hasta una rata. Esto es gracias al significante y justamente la equivalencia que se establece en el inconsciente de este hombre es él identificado a una rata y yo diría que es una rata de mierda, que se mete en el ano. El pasaje para que esto se termine de enganchar es ese relato donde el chiquito que se muere en el cuento de Ibsen queda equiparado a las ratas. Ese hijo llega al lugar de un intercambio comercial, que actualiza una deuda impaga, lo que el padre de él resigna como deseo, para inscribirlo como un intercambio donde la madre va a recibir un hijo del padre a partir de que él va a obtener cierto beneficio económico. Esto es lo que se inscribe en el inconsciente de él. Desde chicos, todo vamos escuchando a nuestro alrededor. Esas palabras que nos rodean va a ser el inconsciente.

lunes, 17 de junio de 2019

El cuerpo y el síntoma en la neurosis obsesiva. (2)



La semana pasada vimos que la neurosis, en términos generales, y en la neurosis obsesiva en particular, es un modo de respuesta al malestar del sujeto en el campo del lenguaje. Es decir, lo que expresa es una discordia entre el sexualidad y el lenguaje. También vimos que la posibilidad de la entrada de la sexualidad en el cuerpo, tiene que ver con el Otro. Otra forma de decirlo es que la neurosis nos va a confrontar con el deseo del Otro, o sea, frente a la castración del Otro. El psicoanálisis descubre un ámbito que es el inconsciente. Ese ámbito está gobernado por una lógica que le imprime su funcionamiento, que es la de la castración. Una metáfora que yo uso es la del Senku, un juego con unos agujeritos donde van insertos unas clavijas y que todo circula porque hay un orificio central. Es decir, se puede jugar porque hay un elemento que falta. Si todo el tablero estuviera cubierto por los pinitos, no hay forma de moverlos ni de jugar. Imagínense esto con letras. Hay un elemento en el sistema inconsciente que falta. A partir de lo cual, todo adquiere movimiento, por ejemplo, lo vemos cuando los chicos empiezan a jugar con el lenguaje. Los chicos insisten y preguntan acerca del mismo cuento y cuando se dan cuenta que la versión no coincide, ahí viene el planteo. Esos niños están descubriendo que algo en el Otro falta. Los niños también se ponen a preguntar, como dice Lacan en el seminario de la transferencia. Los niños descubren la palabra como algo ajeno. Si un nene pregunta qué quiere decir una palabra, la respuesta del adulto no lo va a satisfacer porque con lo que el niño está confrontando en esa pregunta es con esta cosa que es ajena al sujeto humano, que es la palabra.

El lenguaje es un parásito que irrumpe y hace perder toda naturalidad. El lenguaje viene vehiculizado por un Otro que desea y goza. Ninguna madre es ajena a que en su niño deposite un deseo y un goce. En un momento, por suerte, el niño es un objeto para el Otro. También dependemos de lo mal o bien queridos que hemos sido, de lo bien o mal deseados y cuánto han gozado de nosotros. Esto es lo que introduce la sexualidad en el hablante. Justamente, porque el Otro nos posibilita la entrada al lenguaje porque desea y goza, nos introduce en este universo con falta. Si el Otro desea, es porque algo le falta. Si el Otro pone tanto en ese objeto que hemos sido, es porque algo lo descompleta. Esta percepción de que al Otro le falta no es algo que se dé naturalmente. Ustedes deben conocer todo lo que dijo Freud en el Edipo en cuanto a la intervención paterna. En determinado momento, es la intervención del padre la que tiene que producir ese alejamiento o separación entre la madre y el hijo para que la madre oriente el deseo hacia el padre, etc. En lo que me quiero detener es lo que pasa del lado del sujeto. Por eso les decía que lo que pasa en el campo del lenguaje, lo que es un observable, es que la palabra se le aparece como algo ajeno y después quiere constatar de que al Otro algo le falta. En ese derrotero, aparece lo que veíamos de la demanda en el estadío anal y de cómo con la intervención de los cuidados del Otro hace que se constituya una demanda que es el paradigma de cómo se instala la demanda en el obsesivo. 

Cuando nosotros hablamos de síntoma, no hablamos de algo desvinculado de una estructura. Las 3 estructuras clínicas -psicosis, neurosis y perversión- son 3 formas de posicionarse ante el lenguaje y frente a esto que falta en el Otro. De acuerdo a como esta vicisitud de separación del Otro materno se atraviesa, nos van a dar los matices: en principio, en la diferencia de estructuras; luego, en los tipos clínicos, por ejemplo el de las neurosis. No podemos determinar una estructura clínica por el síntoma. No podemos decir que porque alguien sea prolijo y ordenado sea necesariamente un neurótico obsesivo. Este es el pasatiempo de la facultad de psicología, que para divertirse y jugar ahí está muy bien, pero en rigor lo que define la estructura no es el síntoma, sino su función en la estructura. Los nulevos manuales de diagnóstico borran la distinción entre estructura. Entonces, para la psiquiatría el TOC puede aparecer junto a rasgos psicóticos. Pero para nosotros, no es lo mismo la intervención en una neurosis obsesiva que en una histeria y mucho menos que la intervención en una psicosis. Necesitamos un diagnóstico, pero este no tiene que ver con el síntoma. Y el síntoma tampoco es solamente un observable. 

Nosotros establecemos un diagnóstico en base a síntomas que se articulan en una estructura y una estructura que se define por su posición, relación y respuesta frente a la castración. Y con esto les estoy hablando del cuerpo de otra manera, porque fíjense que al decir que la madre desea y la madre goza, hay que recordar qué es el goce. Una vertiente para tomarlo es pensarlo como satisfacción de la pulsión. El goce entra en el cuerpo por el Otro y desde ese momento, ya ese cuerpo goza. Puede ser del lado del sujeto, al servicio del Otro, en función de un síntoma, o de una forma articulada que se oriente en la vía del deseo de cada uno. Desde el momento que hay sexualidad en el cuerpo, que el lenguaje irrumpe en el cuerpo, que hay pulsión, hay goce. Esto no quiere decir que sea placentero. Esta es la distinción muy fina que Freud hace a partir de Más allá del principio de placer. El cuerpo está en todo momento, porque dado cualquier tipo de síntoma, el famoso beneficio secundario -que es beneficio de goce- necesita un cuerpo para producirse. En los relatos de los pacientes neuróticos obsesivos, encontramos el agotamiento por pensar. No pueden trabajar, cada vez que tienen que estudiar empiezan a dar vueltas… Todo esto tiene un correlato corporal, porque el sujeto queda detenido en un tiempo y en un lugar que es en del objeto.

Todo esto que dije, Lacan lo formaliza en el seminario de la angustia. Hay un momento -primer piso- en que para el sujeto (S) y para el Otro (A) no falta nada. Acá viene lo del narcisismo primario. Hay un observable que es que entre el niño y su madre hay una zona compartida, que en principio es el pezón, que para el sujeto no hay registro que eso sea ajeno a su propio cuerpo. 

Segundo piso: Por la intervención paterna, lo que se va a producir es Ⱥ, el A barrado que implica que al Otro le falta algo. Que al Otro le falta algo es un nombre del inconsciente. Como resultado de esta operación, lo que emerge es un sujeto que a su vez, objetivado en tanto que está dividido para siempre ($), entre lo que sabe y lo que dice, que es el fundamento último del psicoanálisis: invitamos a hablar a alguien que no sabe lo que dice. 

Tercer piso: Como resultado de esta operación, va a aparecer un resto (a). La separación del niño con el pezón, como veíamos antes, va a hacer que un resto se desprenda del sujeto y el Otro, que por supuesto no es el pezón de la teta de la mamá, sino un resto del cuerpo de goce inicial en el sujeto y- el Otro. Ese resto hace que haya falta en el Otro y en el sujeto.

El objeto del deseo humano es un objeto perdido para siempre. cada cosa que pensamos que nos va a colmar, es siempre una nueva desilusión. Sin embargo, seguimos buscando datos de cualidad, coordenadas, signos de una experiencia que se dejó atrás. La diferencia para el psicoanálisis es que el objeto no está en la llegada de un determinado proceso, sino en el inicio como causa. Es decir, el objeto del deseo humano es algo que perdimos en un determinado momento y que cada vez que nos acercamos a un dato que lo acerca, es una nueva decepción porque nunca lo encontramos de verdad. Se trata de una falta, algo que se perdió en el momento de la constitución subjetiva. El objeto del deseo para el psicoanálisis no es hacia lo que el sujeto tiende, esa es la ilusión de todos los días, sino aquello que detona el deseo o lo causa, lo que hace que el proceso comience. Comienzo a desear porque algo falta. Intentar colmar esta falta (por ejemplo con entretenimientos) funciona un rato, pero después empieza a generar cierta incomodidad. Hay un exceso que viene a ocluir la dimensión del deseo. 


Con este exceso que viene del Otro y con esa falta que viene del Otro, el neurótico no quiere saber nada. No sabe cómo lidiar con el exceso ni tampoco se quiere confrontar con la falta en el Otro. Se trata de la castración del otro, porque la falta del lado del sujeto es la que se mejor se tolera. Lo que al neurótico le cuesta es lidiar con que al Otro le falte y el modo en que se sitúa ante esto va a determinar las distintas neurosis. Hay un tiempo previo a la intervención del padre, del corte y la castración opere. También hay un momento posterior. Que la estructura se estabilice va a depender de cómo se sitúe ante la castración y qué hace con eso, cómo arma su fantasma.


El resto a del que les hablaba antes, es ese objeto perdido al cual nos lanzamos en la vida a tratar de recuperar lo que nunca hemos tenido. Este objeto no está suelto, sino que ancla en una escena. Freud hablaba de fijación, que es la relación de un sujeto con un objeto determinado. Con Lacan, le decimos fantasma, que es la escena que vincula a un sujeto con un objeto determinado y que finalmente es la que estabilice la estructura, porque es la que organiza el deseo. Que nosotros hablemos de la estructura de la neurosis implica una serie de cuestiones.


Los mecanismos fundantes de las 3 estructuras son la represión, la renegación y la forclusión. Neurosis, perversión, psicosis. Este es un primer organizador. Dentro de cada estructura, no todas son lo mismo y la estructura de cada neurosis en particular y de cada sujeto en particular depende de cómo se articulen una serie de elementos… De cómo se anudan, de cómo se enlacen. Uno de los elementos que estabilizan esta estructura es la posición de este objeto frente al Otro y en esa relación de ese sujeto con el Otro el sujeto construye su propio deseo, armando una escena que nosotros llamamos fantasma. 


Inicialmente, el niño es el falo imaginario de la madre, la colma imaginariamente. Dejar de ser el falo para la madre implica que se produzca un resto. Se abre una hiancia y el niño no completa a su madre. Tampoco sabe qué quiere de él y ahí se instala la pregunta de ¿qué me quiere el Otro? En ese proceso se desprende el objeto a, que es un premio consuelo a este dejar de ser el falo. Con el objeto a el sujeto se va a vincular de una manera particular, armando una escena que va a sostener el deseo que es el famoso fantasma o fijación freudiana. Es en relación al Otro y al fantasma que la neurosis ocurren de un modo distinto.


La histeria está detenida en el momento donde el corte se produce. Por eso la fijación al padre. La histeria responde tratando de preservar lo que el Otro tiene de misterio en el mismo momento que le dirige la pregunta y que se produce este movimiento, justamente porque el Otro no respondió en su momento lo que deseaba. El sujeto histérico se relaciona con el Otro tratando de velar y desnudar la falta, interrogando todo el tiempo lo que es el deseo del Otro. La histeria tapa y muestra la falta, intenta suscitar el deseo del Otro. Lacan decía que Sócrates era un histérico, por el modo en que está todo el tiempo cuestionando al Otro y preguntándose por lo que el Otro quiere. 



En la neurosis obsesiva, vemos que el síntoma es algo privado con lo que él se puede arreglar ¿hasta cuando? El obsesivo está en un tiempo previo a cuando el corte se produce, por eso está en ese mar de anulaciones y de formaciones reactivas, de ir y venir, de hacer y deshacer, avanzar pero no del todo… Se encuentra en un momento de imaginarización de que él es lo que le falta al Otro. 

Ese velo que separa al obsesivo del mundo se puede sostener hasta la pulsación misma del inconsciente. Es decir, en el historial del hombre de las ratas, o examinan los historiales de neurosis obsesiva, van a ver que hay ciclos de mayor y menor equilibrio y que responde justamente a los momentos de apertura y cierre del inconsciente: por ejemplo, cuando el deseo del hombre de las ratas se encuentra con una mujer a la que ama y ahí toda la estructura tambalea y reaviva síntomas, porque justamente avanzar en la dirección del deseo del sujeto lo saca de esa posición relativamente confortable donde imaginariamente sigue siendo lo que completa al Otro. Mientras el neurótico obsesivo pueda creerse que completa al Otro, que está haciendo todo lo que el Otro quiere, que le va a demostrar, etc., la cuestión está relativamente estabilizada. El neurótico obsesivo se encuentra que los síntomas pueden ser realmente invalidantes cuando algo de su deseo se moviliza. 

Pregunta: ¿Qué quiere decir que completa imaginariamente al Otro?

H.Z.: Completar imaginariamente al Otro no quiere decir que en realidad lo logre. Se trata de una posición en donde hay una ilusión de completud. Puede ser hacer cosas para que al Otro no le falte nada. Esto ilusión naufraga cuando algo del deseo pulsa, porque todo esto se puede mantener dentro de cierto confort, donde el obsesivo se desentiende de lo que es su deseo. El Otro le pide la caca, el obsesivo se la da porque es algo preciado para el Otro y se establece una dinámica por la cual todo es una ofrenda al Otro. Por lo tanto, el obsesivo despliega una serie de mecanismos para ofrecerle al Otro y completarlo (siempre ilusoriamente), hasta tanto le apriete el zapato el propio deseo al sujeto. 

La completud nunca es tal, porque como hablamos de neurosis la castración operó. Pero cada neurosis tiene sus estrategias para velar que la castración operó y para arreglarse con lo que esto implica. Con lo que a uno le falta se arregla, pero lo difícil entender que lo que le falta es al Otro, que no hay garantías. El neurótico obsesivo se conforta en que no puede hacer lo que él quiere y sufre, porque mientras tanto lo posterga, se piensa que el padecimiento es por no hacer lo que quiere. En realidad, está haciendo lo que quiere, que es desentenderse de su deseo en función de que el Otro se quede más o menos tranquilo para él. El problema es que esto le funciona hasta cierto punto. En determinado momento, este confort se va al tacho. 


Pregunta: ¿Este confort se va al tacho por la angustia?

H.Z.: Por el surgimiento de la angustia y el síntoma. La angustia es justamente ante la presentificación de este objeto de deseo, obturando la posibilidad de que el objeto sea realmente caído. Pero también es tiempo de eclosión sintomática. El hombre de las ratas, por ejemplo, llega a Freud con la dificultad que tiene que pagarle al Teniente A, pero no puede, porque si paga algo le va a pasar al padre -que ya había muerto- y a la mujer que ama. Esto lo veremos mejor la semana que viene, pero lo que está en juego en el horizonte es que él ama a una mujer. No perdamos de vista que a veces lo que desencadena la demanda es justamente lo que se movilizó en el orden del deseo, que actualiza una serie de síntomas con los que antes se arreglaba casi perfectamente. Por ejemplo, el hombre de las ratas tenía una amigo que cada tanto lo des-culpabilizaba y lo des-angustiaba, diciéndole que no era tan grave. 

Pregunta: El neurótico obsesivo transforma el deseo del Otro en demanda…

H.Z.: Yo diría que rebaja el deseo propio a la demanda del Otro. Pero ahí está también el deseo del sujeto. Esto hay que escucharlo en el uno por uno. El obsesivo siempre está preguntando qué quiere, por ejemplo con la esposa…
El: ¿A dónde vamos?Ella: A donde vos quieras.El: Bueno, vamos a ver una película romántica.Ella: No.
Entonces, ella va a terminar decidiendo. Cuando la demanda tiene su espesor, él va a rebajar su deseo a esa demanda, donde finalmente quería eso. Otra alternativa de ese movimiento, es convertir un deseo en una obligación. “Tengo que hacerlo”, dicen. ¿Quién te mandó?”

La tensión agresiva que habita al neurótico obsesivo tiene que ver justamente cuando aparece un Otro que se le presenta como portador del falo, es decir, cuando aparece un Otro que le está mostrando una dimensión en falta. Ahí se pone agresivo, esa es la tensión que desarrollan en determinado tipo de relaciones, por ejemplo, que está entre la soberbia (un clásico de la fenomenología del obsesivo) y cierta agresividad que desata hacia aquellos que sitúa como portadores del falo. Ustedes pensarán que la amistad entre hombres obsesivos era fantástica, pero hay de todo. 


Pregunta: De la fórmula de la constitución subjetiva podemos deducir el fantasma en general y yo me preguntaba por esa fórmula del fantasma que Lacan dio específicamente para la neurosis obsesiva. ¿Podríamos hablar de eso?


H.Z.: En el seminario de la transferencia, en la segunda parte, él establece 2 fórmulas, la del fantasma histérico y otra para el fantasma obsesivo. Para el obsesivo, Lacan escribe:



(Ⱥ ◊ φ (a, a’, a’’, a’’’, …)



La clave está en la especificidad del fantasma obsesivo, es que hace que su deseo se pierda en un montón de objetos intercambiables, que es lo que uno ve en la clínica cuando el paciente viene avanzando en algo que quería y de repente se le ocurre irse por otro lado de lo que él quería. Uno no censura esas iniciativas, pero hay un momento donde cualquier objeto se puede poner en el rango de los objetos circulables, todos en el mismo rango, que lo que evitan justamente es encontrarse con el objeto que lo causa. Una versión poco romántica, este objeto es mierda. Ese resto, eso que se pierde entre el sujeto y el Otro, en la neurosis obsesiva, tiene una pregnancia muy particular con lo que es el objeto anal.