Mostrando las entradas con la etiqueta Donzis Liliana. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Donzis Liliana. Mostrar todas las entradas

viernes, 23 de agosto de 2019

Diagnóstico de ADHD: clínica de las pulsiones en la niñez


Notas de la conferencia dictada por Liliana Donzis, el 4/06/19

El año pasado, el ciclo trataba sobre el narcisismo. Freud planteó que la organización pulsional depende de la organización del narcisismo y del yo. Él planteó un tiempo en donde las pulsiones parciales autoeróticas funcionaban de manera turbulenta, sin quedar organizadas ni en función de la satisfacción ni al registro del cuerpo. Uno puede ver a un bebé pataleando de un lado para el otro hasta que alguien reconoce que tiene sed, hambre o lo que sea. En algún momento privilegiado, según Freud, se produce la unificación del yo y eso permite -tanto en Freud como en Lacan en el estadío del espejo- un enlace a los otros significativos. O sea, que conjuntamente con el yo, aparece el semejante. No hay yo sin una alteridad con el semejante. A veces se produce en forma de agresividad, pero lo importante es la unificación corporal que produce el yo.

Una mamá puede decir de su bebé “Mira, tiene manos de pianista” y cosas que aparecen desde el ideal de los padres y que se transmiten, entre gritos y susurros. En este tiempo de construcción de lo imaginario, siguiendo a Lacan, de la consistencia del cuerpo, de la mirada del Otro unificando ese cuerpo desde el lugar de la madre subjetivante (quien ocupe ese lugar) que pueda permitir desde una mirada propiciatoria y conveniente permite la falización y la libidinización del cuerpo del infans, creando una zona llamada cuerpo. Las pulsiones allí se organizan, generando bordes en el cuerpo, que constituyen una imagen del cuerpo. esta imagen del cuerpo está un poco alterada, porque no coincide con aquello que está fundando. Quien se ve, se mira desde Otro lugar. El cuerpo está recorrido, una vez que se constituye el yo, por lo pulsional, por las demandas del Otro. Ejemplo de demandas del Otro son tiene sed, tiene hambre, lo cambio, lo llevo a pasear, lo mando a hacer deportes… Pero también hay demandas muy actuales como mandar a un chico de 5 años a trabajar. 

La organización del yo es primera y acompaño a Freud en esto, como dice en Tres ensayos en la parte de niñez. Freud dice que la pulsión se produce en la niñez, entre el otro y el infans, generando bordes en el cuerpo, bordes pulsionales, recorridos pulsionales que son a su vez recorridos erógenos, marcando la zonas erógenas que son condición erótica y no solo erógena post puberalmente. En esta segunda vuelta, la adolescencia, se replantea el estadío del espejo. Es muy interesante, porque sabemos que en la adolescencia se replantea el Edipo. Freud plantea que se reestructura con las condiciones de la pubertad la imagen del cuerpo y la imagen del sujeto. Hasta ayer era el niño más bonito y hoy me sobran 20 kilos y dejo de comer. Nos encontramos con estos recorridos de la pulsión, que forman parte del cuerpo.

Hoy vamos a hablar de qué pasa cuando este cuerpo no está unificado: aparecen atipias. Puede haber identificación instituyente, identificación primaria, entrada en el lenguaje… Puede haber grandes estudiosos, al modo del Asperger, pero son atipías de distinto grado, que son formaciones atípicas de la constitución del yo. Aparecen en la infancia como problemáticas. El DSM planteó desde el inicio estos cuadros, que cuando yo era chica se llamaban hiperkinesia. Hablaban de dislexia, problemas en relación a la lectoescritura, etc. El DSM los organizó en ciertos ítems para que más o menos cuadren en la alternativa de un protocolo que cualquier asesor en salud pueda decir que con estos 6 ítems tenemos una hiperactividad. Esto está planteado desde Estados Unidos, con los que inmediatamente un psicólogo va tildando con un programa de acción mecánico y de adiestramiento del sujeto. 

En ese terreno, junto con el DSM, vino de la mano con la ritalina y la atomoxetina. Se fabrica un problema, se la organiza a través de las palabras de los factores conductuales y la propuesta de medicación de los grandes laboratorios. La ciencia empieza por las ciencias básicas. Por ejemplo empezando a trabajar por una célula de un neonato. Son investigaciones patrocinadas por los laboratorios. Si la investigación es exitosa, pasa a la multiplicación para pasar a ser materia de consumo propia de la sociedades en las que vivimos. El lucro de aquello que empezaron a investigar está en la producción sistemática de los laboratorios. No se trata de estar en contra de la medicación, sino en tener en cuenta que a muchos les puede servir y a muchos les puede taponar.

Ante un niño sin cuerpo, sin libidinización materna, donde las pulsiones que no están organizadas en relación al cuerpo sin contorno, el psicoanálisis oferta un espacio, una escena lúdica, gráfica, donde el niño pueda ir argumentando y pueda apoyar lo constituyente, lo subjetivante de un niño. Y esto no es sin los padres. Son los casos que en la cultura son el Asperger, ADD, hiperactividad. Lo que se ha constituido como un diagnóstico basado en un protocolo de 6 puntos que deben presentarse por 6 meses debe desarmarse. 

Puede ocurrir una estigmatización de un niño inquieto (y no hiperactivo) que corre, salta y se trepa en las paredes. El tratamiento y la posición de los padres puede virar de distintas maneras, pero cuando un profesional le dice a los padres “Su hijo padece de un trastorno grave de de la personalidad”, los padres pueden obstaculizar la cura. Los padres no solo contribuyen a una cura, a veces son una pared con la que hay que trabajar muy finamente. La relación y la transferencia con los padres resulta de enorme valor, donde puede propiciar o detener un análisis. Un padre con esos diagnóstico puede salir desolado y mirar al hijo de tal manera que si no le pasa eso, lo consiguen un tiempo más tarde. La mirada del Otro constituye e instituye el ideal en el que se mira al hijo. Debemos tratar que en la clínica los chicos no queden impregnados con títulos, esquematismos e incluso tratamientos que apaguen al sujeto. El psicoanálisis es una oportunidad de darle un lugar a la verdad que porta el sujeto y esa verdad no obedece a ninguna constelación protocolar. Es lo mejor que tiene el psicoanálisis y es una cuestión difícil para el analista, sin importar el tiempo que haga que estamos trabajando, porque lo real de la clínica aparece igual y no tenemos todas las respuestas. Menos cuando estamos implicados en la transferencia, ahí podemos estar más o menos sordos. 

Caso clínico 1: El demoñito.
Cerca del año 2000, atendí a un niño al que llamaremos O. Era un niño muy admirado, muy bonito, primer hijo y los padres estaban condenados a amarlo. este nene me enseñó que no había con qué darle a la hiperactividad. Corría, saltaba, se comía la plastilina, terminaba una resma en un minuto al rayar todas las hojas. Eran juegos realmente agresivos.  En el seminario XI, Lacan dice que cuando el cuerpo no tiene sustancia, lo más probable es que se choque contra las paredes. Estos chicos chocan contra las paredes, aterrizan en ellas porque buscan allí un lugar para constituirse. Si no hay un cuerpo y un yo constituido, puede ocurrir que las pulsiones se desintrinquen del narcisismo y de esa cohesión que trae el yo y el Edipo. Entonces, las pulsiones andarán en el autoerotismo, en lo que Freud llama representaciones primarias, sin que el cuerpo pueda alojar el drang pulsional, la fuerza pulsional que lo lleva a sufrir enormemente, porque golpean al de al lado, o se golpean contra las paredes.

Este niño era realmente difícil. La familia no podía ir a ningún lado, porque si iban a una quinta, el nene le rompía los rosales a los vecinos. En un cumpleaños de un amiguito, a la media hora lo tenían que ir a buscar porque miraba a todos y tiraba lo que había en la mesa de cumpleaños y arruinaba la fiesta. Pegaba, insultaba, pataleaba, escupía… Lo más cercano a una organización era el dibujo. El dibujo organiza, porque se puede plasmar la estructura del cuerpo en un monigote. No se necesita mucho más. Es la proyección, el pasaje de la imagen a la superficie de la hoja que requiere de una serie de operaciones psíquicas que no son banales para la constitución subjetiva. Entonces, con el dibujo organizaba un poco el mundo.

Los padres esperaban algo del psicoanálisis, pero el padre del niño había perdido a su propio padre siendo muy niño y a él le costaba mucho aparecer y figurar en la escena como padre. Era un padre demasiado permisivo o demasiado agresivo y el nene hacía lo que podía con ese padre. Uno de los problemas serios de este chico era que la madre miraba hacia otro lado. No tenía relación con la situación de su hijo, ella veía lo lindo que era y para ella era un perfecto extraño. Lo amaba en el ideal. Esa mirada que organiza el cuerpo estaba ausente. 

En un momento, este nene empieza a venir disfrazado al consultorio. Empezó a ponerse vestimentas arriba del cuerpo. Un día era Superman, otro día era el Hombre Araña, Batman… Tenía buenos disfraces o pequeños disfraces, que me sugiere que estaba armando de a poco, invistiendo y dando un margen a su cuerpo para ubicarse en cierto lugar ante el Otro. Él empezó a buscar imágenes de si mismo, una imagen yoica que pudiera representarlo en el campo del Otro. Este campo del Otro, en este caso, venía con algunos deslices donde esa mirada no constituía al niño. El padre tampoco podía ayudar.

Un día jugábamos a Batman y Robin, o yo era el Guasón… Teníamos todos los personajes a mano, pero eran personajes. Hay algo de su cuerpo que ya estaba representado por la imagen y el trazo. ¿Qué pasa en la hiperactividad? Imagen y trazo (reflejo especular y trazo simbólico significante) están separados. No coinciden. Tendrían que estar anudados, pero en su lugar están muy rígidos, entonces imagen y trazo quedan desmembrados. Con el juego, él representaba algo en el campo del Otro, constituyendo una imagen y un nombre que lo reflejaba. Se dio por casualidad, la clínica con niños es muy azarosa, como dice Serrat, es caprichoso el azar. Es difçil saber qué va a pasar. 

En este caso, O. produce una imagen en el interior de su análisis. Ahí empieza a devenir un sujeto precario. No rompe tanto las paredes, deja de escupirle al de al lado, de la escuela me llaman menos… Hay pequeños pasos. Un día O. viene vestido con una camisa, un chaleco y un moñito. “Hoy vino el de-moñito”, le digo. No me di cuenta… Eso abrió completamente el trabajo clínico. ese demoñito, que por un lado era un chico muy demonizado por su hiperactividad, y se golpeaba contra las paredes buscando un margen, empezó a encontrarlo en el espacio analítico. Después de un tiempo, él quería jugar al Capital Piluso y yo era Coquito. Esto es algo completamente extemporáneo, porque para esa época Olmedo ya no estaba. Un día me pide fabricar una máquina de parar. 

Los padres se enojaron mucho conmigo por la mejoría del niño. No estaban muy a gusto, ellos estaban más acostumbrados a decirles que no, pero era un no que faltaba en la estructura, el no escritural y de la negación que Freud nos propone tanto para el armado de las pulsiones, como una zona del superyó infantil, muy primaria y primitiva. La creación del no fue planteada adelantadamente por Spitz cuando la planteó como un soporte lógico para la estructura psíquica, al decir que primero venía el no y después el si. Lacan retoma esta idea y dice que es el primer no, estas primeras negaciones que implica la constitución subjetiva del niño, que son las que permiten a los niños pequeños “tener el superyó de mi perro”. Eso quiere decir, simplemente, que acepten la voz del Otro que prohíbe o acepta. Es un no práctico, como dice Spitz. En algunos niños, ese no práctico no ha sido instituido por falencias en la estructura de la transmisión de la lengua materna. O sea, es un efecto de transmisión de la lengua materna y de la posición de los padres. 

Otra cita: Un hijo es el producto del malentendido sexual entre los padres. Malentendido inevitable, aunque se lleven fenómeno, porque entre hombre y mujer siempre hay historias diferentes que le serán transmitidas, epopeyas, situaciones de elogio o de adversidad el espejo con el cual se miran, situaciones con las que tienen que salir del espejo, por ejemplo, para tener amigos. Hay un punto de la imagen especular que es primero la imagen real, la imagen virtual como constitutiva del yo. Esta imagen virtual ya implica que que el florero y las flores se junten, que pueda haber un cuerpo. Pero si nos quedamos mirándonos al espejo en la imagen virtual vamos a tener un problema que llamamos narcisístico, donde el otro puede pasar por al lado como si nada. Es un problema en el segundo tiempo del estadío del espejo, que tiene que dar lugar a un tercer paso, que es dar vuelta la cabeza y esa imagen donde está el nene o la nena para que el Otro, generalmente la madre, autentifique ese nombre. Ese movimiento genera la posibilidad del ideal -ya sea fuerte o liviano- y genera la posibilidad del lazo social con el semejante. 

O. avanza mucho en este terreno. Los padres podían esperar más o menos, pero al final me dice de fabricar una máquina de parar. ¿Cómo se arma una maquina de parar? Fuimos construyendo con un revólver de plástico que había en el consultorio. Él quería parar, darse la cabeza contra la pared, tanto en su conducta habitual, en su juego y su relación a los otros. Él generó una demanda de análisis y fue realmente una experiencia de la que aprendí mucho. 

Para una clínica de la hiperactividad, hay que poner en la escena la pulsión una escena lúdica, una escena gráfica, una escena argumentativa. La pulsión no puede ponerse arriba de la mesa, la pulsión es un recorrido del que incluso Freud dice que es un mito. La pulsión es un mito, pero hay que nombrar los recorridos de las zonas erógenas y la constitución de las zonas erógenas en relación al objeto. La pulsión aparece desde la fuente, hace un recorrido alrededor del objeto, no lo acapara. Si se trata del oral, solo podría ser morderse sus propios labios. Freud lo dice y Lacan también: se trata de girar alrededor del objeto a, que no es ningún objeto encontrable. El objeto a se especifica en las especies de los objetos pulsionales. No me como mi boca, simplemente hay un objeto que puede aparecer en los campos pulsionales: oral, anal, invocante, escópico. Participan como un objeto a, que causa el recorrido de la pulsión y bordea zonas del cuerpo, no atrapa el objeto en sí mismo. Por eso puede haber 2 personas obesas que el objeto oral les funciona de manera diferente, porque el recorrido de la pulsión es diferente. A uno le puede gustar lo salado, lo dulce, besar, morder, lo que fuera. Recorre una zona, pero nunca lo atrapa totalmente, momento por el cual ese no atrapamiento del objeto permite un nuevo recorrido de la pulsión. A veces esto es de tal intensidad, que no para, como en la hiperactividad. Acá no hay cuerpo ni objeto a recorrer, esto hay que armarlo en la clínica.

Por otra parte, estos recorridos pulsionales van a indicarnos dónde estamos respecto a la constitución subjetiva de un niño. No todos los momentos son iguales. Hay tiempos instituyentes y hay tiempos instituidos (post Edipo). Tanto Freud, como Lacan o cualquiera de nosotros podemos decir que el recorrido de la pulsión es la única satisfacción registrable. La demanda y la satisfacción pareciera que van juntas, pero se llevan bastante mal y desacuerdan todo el tiempo. El drang pulsional cuando no hay relación de objeto o el cuerpo no está configurado con la relación objetal, el drang funciona de manera imparable y constituye la hiperactividad. Podemos darle alguna medicación, dormirlos o anestesiarlos, pero tengo la impresión que no es lo mismo pasar del demoñito al “de moñito” tan elegante. Creo que eso cambió su situación ante el Otro.

Caso de ADD: Paula.
Se trata de una nena que la perdí en manos de INECO. No fue nada sencillo y aprendí muchísimo con su caso. Fue complicado el lugar del analista, el lugar de la fonoaudióloga que se llamaba también Liliana, del neurólogo y la escuela. Era una nena que parecía siempre un poco atontada. Cuando llegó al consultorio, yo ya sabía que era melliza de un hermano que padecía de autismo. Ella nunca rendía en ningún nivel de la escolaridad. Desde el jardín de infantes venía presentando problemas de adecuación en cualquier currícula. Decía cosas extemporáneas que quedaba fuera de lugar. Era muy simpática. En el consultorio, me dice “Qué lindo lugar, ¿me lo podrías prestar para hacer una pijamada?” Ela quería estar con otros. 

El trabajo con ella no fue sencillo. estaba medicada por un neurólogo muy conocido, con vitaminas para un mejor funcionamiento cerebral. Yo me sorprendí por el tratamiento que había indicado, pues lo conocía de nombre. Ella decía que no le servía, que cuando todos los compañeros escribieron una página, ella escribió poquito. Ella se daba cuenta de la problemática. Caracterizada como déficit atencional por todo el equipo tratante, me la derivan vía la analista de la madre, pero nunca estuvieron muy de acuerdo. 

Para los padres, el problema de Paula comienza a partir de un litigio familiar, cuando la nena era muy chica, donde dicen que la nena quedó descoldaga del mundo y la trataban como tal. Nunca una invitación a un amiguito, nunca favoreciendo el lazo… La mamá estaba en otra cosa, que era el tratamiento del hermanito, que padecía de algo más grave y profundo. Paula era poco invocada por el deseo materno. La empleada que la iba a buscar cuenta que la madre comía alfajores y no le decía ni una palabra de los chicos. Paula nunca estuvo en el campo materno, pero se las ingeñó para acceder a la lectoescritura, para acceder a simbolizaciones, para acceder a enlazar trazo e imagen, significante y cuerpo. Ella podía decir muchas cosas, como “¿Viste que mi mamá siempre está distraída? Después me dicen a mi que hago lo mismo”. “Ella mira para otro lado y a mi no me salen las cuentas”. 

Una gran colega presentó un trabajo llamado “Madres desatentas, hijos distraídos” y casi es un aforismo del tema del ADD. A veces hay causas neurológicas, orgánicas, que no descartamos porque no somos necios. No todo pasa por la ocurrencia de la palabra; podemos descartar problemáticas que pueden incidir en la llamada desatención. Hay desatenciones de varios tipos, algunas que generan dificultades muy difíciles de atravesar y otras que se las llama así de modo genérico sin tener en cuenta la singularidad del niño. Escuchar la singularidad del niño.

Paula se negó a tomar las pastillas de Ritalina que el neurólogo recetó, que iba a aprender todo lo que en la escuela le dijeran. Era así, tres pasos más adelante de lo que podía ver la familia. Se negó a tomar la medicación, decía que la dejaba dormida y que en lugar de estar mejor estaba peor. Ella producía todo este material simbólico y también podía producir en la escuela. Podemos decir que esta desatención de los padres estaba vinculada a un secreto familiar. En un momento tengo una entrevista con los padres, como las entrevistas que mantenemos habitualmente en la clínica con niños. Y mientras ellos hablaban de sus hijos, les digo que hay cosas que Paula no entiende porque no sabe o porque están ocultas. Yo me refería a la fertilización asistida por la que había pasado. Y los dos me contestan, al mismo tiempo, “Nosotros nos prometimos nunca decirles la verdad, que son producto de ovodonación”. Esto no tiene nada particular hoy por hoy. Me dicen que yo tampoco podría decirlo. ¿Qué hace un analista con un secreto familiar? ¿Cómo transmitir algo que me piden que no transmita? Una vez que entró por acá, no tiene remedio. Ese saber insabido y que además tenía que permanecer en secreto oculto para varios niños, mi impresión - que se las dije a los padres- era que justamente iba a traer obstáculos en el conocimiento y en la adquisición de nuevos conocimientos curriculares y escolares. Ahí es donde me parece que Paula hizo síntoma y empezó a salir, sin que yo dijera nada. 

Paula dibujaba a la madre con un tercer ojo, que a veces veía algo y a veces no veía nada. Daba gusto esperarla en la consulta. Ese secreto familiar y no querer informar, que seguramente estaba en la tela de transmisión familiar, producto del malentendido sexual de los padres; cuando eso tapona, tapona también la adquisición de conocimientos, que los americanos llamaron déficit de atención. Esto tiene mucho que ver con la tela del lenguaje familiar y el caso de Paula es muy interesante, y la verdad tiene un lugar muy importante cuando el analista tiene ganas de escuchar.

Pregunta: Hoy en día hay un discurso que propone la libertad del niño para elegir. ¿Cómo los determina en su constitución?
L.D.: Me parece que estás relacionando algo que pasa en la cultura de este momento, que vía los discursos de la tecnología, lo jurídico y lo médico alguien puede elegir al sexo al cual quiere pertenecer con una facilidad muy grande, desde la técnica y desde lo jurídico. En el tiempo del espejo cuando el nene dice soy Juan o soy Juana, que el Otro le ratifica lo que el niño dice, eso tiene consecuencias, más allá de la ley social, de identidad de género, que es un avance dentro de nuestras cuestiones jurídicas. ¿Puede un niño elegir al sexo al cual quiere pertenecer? Es el adulto el que ratifica una imagen, el deseo no da lugar a tanta cosa. La tecnología de hoy nos permite que yo mañana venga y diga que soy Alfredo Donzis.

La tecnología médica permite opciones quirúrgica y terapias hormonales que permiten estos cambios. ¿Puede hacer esto un niño? A mi me gusta plantear que la infancia es un tiempo de espera, pero hay padres que les resulta divertido llamar a su hija Cacho, por poner un caso,  y eso no es sin consecuencias en la sexualidad dee sa hija. En cuanto al tercer tiempo de asentimiento de Juan o Juana, tenemos el tiempo de declaración de sexo y eso no es ningún asunción sexual. El niño, en ese tiempo, declara un sexo u otro, lo que pase con eso no es banal ni sin consecuencias. 

Pregunta: Más allá de la sexualidad, ¿Qué pasa si este Otro materno no dice nada por suponer que ese decir nada otorga la posibilidad de poder elegir? Más allá de lo sexual...
L.D.: Aunque querramos decirlo todo, eso es imposible. No hay ningún simbólico que cubra lo real, no hay manera de esto y lo que no se dice con palabras se dice con la punta de los dedos, según Freud. No hay ninguna forma discursiva que complete, no hay universo del discurso. 

Pregunta: Pensaba, en esto de elegir,  si el deseo era el del niño o de ese Otro.
L.D.: No hay manera que podamos definir un discurso directivo de los padres para formular. En el caso de la Joven homosexual, cuando el padre dice que quería que su hija fuera heterosexual, y Freud dice que es es tan poco práctico transformar a alguien que decidió cierta línea sexual, ya sea transformar a un heterosexual en homosexual o a un homosexual en heterosexual. El discurso familiar incide, pero no solo es el enunciado, sino la enunciación.

Un niño surge del deseo, dice Lacan, siempre que ese deseo no sea anónimo. Eso quiere decir que tiene que tener un nombre. Como es caprichoso el azar, no podemos pronosticar que de ese discurso de los padres surja tal o cual cosa, porque los avatares de lo real van a incidir que de la historia de cada chico vayan incluyéndose situaciones que incidan en su subjetividad. El ideal familiar va a incidir en el niño, la libertad nunca es absoluta. Está determinada por la cultura, por la enunciación, por el ritmo del deseo. 

viernes, 16 de agosto de 2019

Constitución del yo: problemáticas clínicas en la niñez

Apuntes de la conferencia dictada por Liliana Donzis, el 21/08/2018.

En el pizarrón:

Mi intención es situar la constitución del yo en Freud, lo necesario que fue para Freud construir los conceptos de yo y narcisismo. A partir de Freud, en la enseñanza de Lacan, aparece la identificación especular en la que el yo se constituye a partir de la mirada de la madre, cómo esta mirada produce un reflejo y en ese reflejo de constituye ese yo, ese núcleo del yo.

Freud abre el psicoanálisis con una invención. Él viene de la neurología, trata a sus famosas histéricas, avanza en la clínica de esos primeros pacientes y en un momento descubre el inconsciente. Ubica representaciones inconscientes que por ciertos procesos pasan a la conciencia. Estos procesos inicialmente los llamó censura. La censura impide el paso, o una censura que se relaja y permite el pasaje de esas representaciones inconscientes, en las que él va ubicando representaciones muy primitivas, por ejemplo, lo oído y lo visto primordial. Años más tarde, Freud dice que lo oído y lo visto primordial hace que cada quien tenga su inconsciente. Ubica esto de lo visto y oído primordial, primario, instituyente, ubica estas representaciones inconscientes como aquello que va a permitir lo instituyente del sujeto. De esta manera, Freud tiene un primer esquema del aparato psíquico.

Este primer esquema (esquema del peine) ubica las representaciones y las huellas mnémicas entre la conciencia y la motilidad. Esta es la primera tópica freudiana. Esta primera tópica, entre inconsciente y preconsciente. Uno escucha que el psicoanálisis hace consciente lo inconsciente. Esta frase ubica todas las transformaciones que en estos años de psicoanálisis merece esta afirmación: ni es tan sencillo hacer consciente lo inconsciente, ni tampoco tenemos la chance de que la cura sea hacer consciente esas representaciones. A su vez, dejo una discusión pendiente: ¿qué entendemos por representación? ¿Es una imagen, es una letra, una asociación? Esto merece un debate.

Con estos elementos Freud empieza a analizar a sus pacientes. Escribe La interpretación de los sueños y va apareciendo otro tema que es de importancia, que es la cuestión de la libido, la cuestión de las cargas que catectizan el cuerpo, que le ponen libido a algunas zonas del cuerpo y que obligan a Freud a situar lo que él llama pulsiones. Pulsión de vida, inicialmente, partida en 2: pulsión de autoconservación y pulsión de conservación de la especie. En esta trama de pulsiones, que luego serán las pulsiones Eros, pulsiones del yo, a Freud se le hace un problema: aparece un cuarto catectizado. Y si bien desde 1895 en Proyecto de una psicología para Neurólogos intenta armar un modelo diferente a partir de los haces neuronales y los recorridos de esos sistemas que él llamaba neuronales, empieza a ubicar algunas cuestiones que son de enorme importancia acerca de lo instituyente del sujeto, cómo surge un sujeto del lenguaje y además cómo surge un sujeto del inconsciente.

El caso Dora es de antes de 1910, el caso Juanito, Tres ensayos para una teoría sexual, que nos brinda hoy la posibilidad de seguir pensando las nuevas modalidades de presentaciones sexuales en la clínica. Hoy podemos seguir pensando a partir de esos 3 ensayos (ensayos sobre perversión, ensayos sobre niños y sobre la metamorfosis de la pubertad), seguimos pensando y seguimos encontrando fuentes para pensar ciertas presentaciones en la clínica y en lo social. Estas presentaciones, no digo que no sean naturales, se producen a partir de revoluciones respecto de las posiciones sexuales, como lo trans. ¿Es perversa la homosexualidad? Freud dice que no. ¿Hay acto sexual consentido antes de pensar la metamorfosis de la pubertad? Freud dice que hay 2 tiempos de los comienzos de la sexualidad. Uno en la infancia y otro segundo tiempo definitivo respecto de la función sexual a partir de la metamorfosis de la pubertad en la adolescencia. Freud ya en su tiempo produjo una revolución en la que hoy nos apoyamos para pensar y repensar lo trans en la niñez, el cuerpo del adolescente, las cuestiones que se presentan en lo transgénero, etc.

Inicialmente Freud no contó con el concepto del narcisismo, sino que lo crea y lo renueva en 1914, cuando escribe Introducción al narcisismo, que donde conceptualiza lo que él entiende por narcisismo. Habiendo trabajado esta primera tópica, Freud requiere de una nueva vuelta para poder articular pulsión (de vida, en ese momento), cuerpo y lenguaje, por así decirlo. Requiere de todo un tiempo de trabajo para poder acceder a este nuevo concepto. Este nuevo concepto, para Freud es absolutamente necesario para pensar la sexualidad, la pulsión y la relación de objeto (la relación del sujeto con el otro, con el semejante), ya sea universitaria, amorosa. El sujeto formula y se dispone a una relación de objeto sin conciencia de su elección. Creemos que elegimos con toda libertad, pero está absolutamente predeterminada por este tiempo instituyente, este tiempo original en el cual el sujeto o el niño freudiano va armando en tiempos (niñez y pubertad), que son sucesivos y aprés coup. Es un tiempo de ida y de resignificación. Lo que llega después resignifica lo anterior. Freud tiene esta noción de tiempo, él ubica un tiempo en la infancia, un tiempo de catectización del objeto en un tiempo de constitución, que necesita instaurar un nuevo acto psíquico para conceptualizar en el sujeto esto que se instituye, que es el yo y que no es equivalente al inconsciente.

Esta primera vuelta de Introducción al narcisismo y que Freud toma para su trabajo la constitución del yo, también toma la cuestión de lo pulsional y la libido. En este tiempo de constitución del yo, va a organizar las pulsiones autoeróticas. Freud requiere organizar este nuevo concepto, que le abre la puerta teórica para pensar la segunda tópica: yo, ello y superyó. La historia del psicoanálisis bascula entre la primera tópica y la segunda. Las tópicas no son antagónicas, sino que son lógicas diferentes. Los postfreudianos de los años ‘60 sostenían la existencia de la segunda tópica, entonces permanentemente trabajaban la cuestión de el superyó, el ello como reservorio pulsional y el yo como moderador de la realidad. La historia del psicoanálisis de esos años está atravesada por el trato del aparato psíquico a partir de la segunda tópica.

En ese sentido, cuando adviene Lacan con sus lecturas y el retorno a Freud, pareciera que por un largo tiempo el yo tuvo muy mala prensa. En los primeros tiempos del retorno a  Freud planteado por Lacan, el yo y el narcisismo tienen mala prensa. Todo era primera tópica. Creo que fue una respuesta a ese empuje que cobró la cuestión de las relaciones objetales en el post-freudismo. Por suerte hemos recuperado este concepto de narcisismo, porque es indispensable para pensar lo instituyente en Freud y la serie de las identificaciones en Lacan, donde las identificaciones como formadoras del yo es imprescindible para la clínica y para la teoría.

En 1914 Freud discute con Jung, uno de sus primeros discípulos, quien planteaba que la libido no era exclusivamente sexual. Freud dice que la libido siempre es sexual, que no es lo mismo que genital. Sexual es porque concierne al deseo, a lo pulsional y es lo que da fuerza al trabajo subjetivo. Es lo que nos hace hablantes y deseantes. Estas son consideraciones muy tempranas en el sujeto. Un bebé estimulado elige sus propios juguetes, decide entre opciones posibles. La elección de objeto se sexualiza, se libidiniza y está de alguna manera predeterminada por la posibilidad de la separación de las determinaciones o las influencias de los otros primordiales, como un trabajo que cada uno hace a lo largo de su vida.

Freud discute con Jung si la libido es sexual. Jung propone para esos objetos de interés del sujeto, que hay objetos predeterminados filogenéticamente. Hay una simbología jungiana que ubica algunas imágenes ancestrales, primordiales que tienen que ver con la filogénesis. Hay test proyectivos que tienen esta base, que hay una cierta relación entre un objeto o imagen de objeto y un signo. Freud decía exactamente lo contrario, es decir, que hay ciertas cuestiones representativas para cada sujeto y que la libido siempre es sexual y no necesariamente es genital. Es sexual porque hay lugares erógenos en el cuerpo, zonas erógenas que bordean los orificios del cuerpo y que han estado prestadas y ligadas a lo que fueron las primeras demandas amorosas de la alimentación, la visión (“lo visto y lo oído primordial, que hace que cada quien tenga su inconsciente”), con los cuidados de alimentación y de higiene y sobre todo la palabra del Otro. Los padres dan sentido a cada cosa que hace el bebé. Es como un enchapado de palabras a una queja o a una vocecita de un bebé que para los padres al principio es un desconocido. Esas palabras y esos cuidados van generando una demanda del Otro, que le ponen palabras e infinitas significaciones, aunque el bebé al principio no entienda nada. A la larga, lo va a entender perfectamente.

La demanda del Otro va ubicando en los orificios del cuerpo una catectización y esta catectización es pulsional, en el terreno libidinal. Freud se encuentra que hay trabajo pulsional desde lo más primitivo del bebé, desde el primer día, en tanto y en cuanto se trata de un bebé que se convertirá en un ser parlante. Por eso le enchapan palabras, cosa que no sucede con los animales. La pulsión va con todas estas palabras, que hacen que la pulsión se constituya. Previo a esto, sin llegar a lo evolutivo, hay un acto de transmisión de esa palabra y que algo de esto se incorpora entre el afuera y el adentro. Hay una entrada en el lenguaje, las significaciones vienen del Otro y son demanda del Otro. Y acá empiezan a aparecer los problemas respecto de la transformación de esa queja libidinal autoerótica, las pulsiones autoeróticas que son pulsiones desorganizadas, que buscan una satisfacción. Hay una serie de sensaciones placenteras y displacenteras,  porque el cachorro humano depende por su prematuración de otros.

¿Qué pasa en el momento de la incorporación del lenguaje? Aparece lo autoerótico, que no quiere decir solamente hacia sí mismo. Autoerótico es para Freud lo desorganizado de la pulsión. Pulsiones que están dispersas y que van a requerir de algo que las unifique. Freud ahí dice que es un nuevo acto psíquico que va a ttatar de unificar los recorridos pulsionales, no en una sola pulsión total, sino que siguen siendo pulsiones parciales relocalizadas. Es decir, que cuando uno tiene 2 años y le preguntan ¿quién está tocando la puerta? El niño diga “el nene” o “Agustín”, que es como lo nombran los otros. Hay algo que se produce en tiempos muy primarios instituyentes y Freud dice que se produce un nuevo acto psíquico sobre el auerotismo. Este nuevo acto psíquico él lo llama el yo.

El yo es algo producido y es una producción libidinal y es tan libidinal que toma del mito de Narciso mirándose al espejo del lago. Toma un mito y llama narcisismo a esto que se constituye con este nuevo acto psíquico que produce el yo y también el narcisimo. En esa conjunción se produce, primero, un objeto: la comida, correr la pelota, el juguete, etc. En ese punto Freud plantea que hay una unificación, no una confusión sino una unificación, porque lo que se unifica es el cuerpo. Ese nuevo acto psíquico produce la imagen de Narciso y eso absolutamente propiciatorio que llamamos narcisismo. El narcisismo no es equivalente a decir hoy me quiero mucho, hoy me quiero poco. Cuando un paciente nos dice que su autoestima está baja, si se ponen a escuchar bien e historizan un poco, van a ver que no se trata de ninguna autoestima baja, sino de un enorme amor propio. Por amor propio y amor a uno mismo no se está conforme con aquello a que se accedió. Hay inhibiciones que dependen de esta constitución yoica. la inhibición depende y es en el yo. Este concepto es indispensable para pensar la clínica y ahí va Freud.

En resumen, en 1914 Freud inaugura La metapsicología, Pulsiones y sus vicisitudes, Lo inconsciente, La represión y se abren toda una serie de textos formados de la metapsicología que son profundamente teóricos. Oscar Masotta decía que no hay nada más práctico que una buena teoría. El concepto de narcisismo se basa en el autoerotismo, en las pulsiones parciales, el requerimiento de una unidad corporal llamada narcisismo, que propone y produce una imagen del cuerpo. La superficie del cuerpo y también lo llama identidad corporal. Un nuevo acto psíquico en tiempos primordiales e instituyentes, si o si se tiene que dar. Si se dan, estamos en condiciones de plantear el camino a la neurosis.

Si este nuevo acto no se produce o se detiene, estamos en problemas serios. El esquema corporal no se va a producir. Si no hay cuerpo y este aparece fragmentado en forma permanente (y no en forma momentánea, como nos puede pasar a todos ante la angustia, ante el efecto de lo siniestro) es probable que el sujeto se derrita ante ciertas circunstancias y no pueda sostener esa articulación entre cuerpo, palabra y entre pulsión y lenguaje. Estamos ante la aparición de fenómenos ligados a problemáticas muy graves. Entonces, este nuevo acto psíquico va a articular la elección de objeto y el yo, que se formula a partir de un objeto desde Freud, a partir de un objeto se formula y se trata a si mismo como un objeto. Se trata a si mismo en el lugar de un objeto. Ese es el yo, que tiene una cercanía absoluta y al mismo tiempo hay una objetivación en el yo. Freud enseña varios tipos de elección de objeto, según una madre nutriz o la apoyatura.

Este yo corporal, entre otras cosas, ligado a lo pulsional en este tiempo, -pulsiones de vida, de autoconservación y de conservación de la especie,- va a afectar el cuerpo como función en las zonas erógenas, que tendrán una fuente, un objeto, etc. Lo pulsional no es sin este esquema del narcisismo, sin esta unificación corporal. La idea de esta gestación de la unidad corporal llamada narcisismo y yo, es absolutamente indispensable para la clínica y para el sujeto freudiano. El yo es el que va a producir imágenes, esas imágenes que a veces se nos van colando en nuestras ideas sobre lo que en Freud aparece nombrado como representaciones inconscientes. ¿son una imagen? ¿Corresponden a una imagen las representaciones inconscientes freudianas, o la imagen es del yo? Entonces, no necesariamente es inconsciente. En Freud, la imagen tiene un lugar en parte consciente y otra que es inconsciente. Hay toda una psicología, la del ego, que hicieron su agosto con esto y que tiene tomado el paradigma de la psicología americana. Proponen que el yo tiene una zona libre de conflictos y entonces clínicamente se trabaja con esa zona libre de conflictos, lo cual nos trae cierta modalidad de trabajo. Aún los psicólogos del yo apostaban al inconsciente, aunque le daban importancia a esa formación constitutiva y de relación con la llamada realidad externa. Ellos conforman la realidad externa con la interna y de ahí sacan algunas conclusiones clínicas. En EEUU pasa otra cosa: ya no hay un interés en la psicología del yo y en el inconsciente, sino que se trata de una clínica de la evidencia en la que se basan los tratamientos comportamentalistas. Se pierde la singularidad de los casos, entonces aparecen los Asperger, los TEA, los TOC, etc. Se pierde la historia y la subjetividad de cada uno, incluso la modalidad particular en el que cada quien construye este yo corporal y su imagen corporal.

Lacan toma la idea del yo freudiano, la idea de imagen del cuerpo y aporta algo importante, que es que el yo surge por identificación. Se identifica especularmente a esa imagen en el espejo. ¿Cómo se produce esa imagen en el espejo? Es la mirada del Otro que permite y que produce, fabrica e instituye que en esa imagen algo se refleja. Ese algo que se refleja es ese hijo, que en un tiempo muy primario se ve en esa mirada y desde esa mirada no solo surge una imagen de si, sino también surge un nombre de si mismo.

El modelo óptico. Las flores están bajo la mesa y arriba, el florero. Está el espejo cóncavo, el espejo plano y el ojo. El florero se refleja en el espejo y del lado izquierdo se produce una imagen virtual. Del lado izquierdo está la imagen real. Imagen de objeto que se refleja y algo que está separado, como las flores del florero, aparece una imagen virtual al otro lado del espejo del florero con las flores. Es una experiencia de la óptica que permite dar cuenta del reflejo unificado que pasa al otro lado. Lacan usa este modelo en 1948 y dice, respeto a la constitución del yo, que la constitución del yo es esta identificación a la mirada del Otro que unifica el cuerpo y la llama imagen virtual. No es real, es una imagen más o menos deformada. En cuanto es una imagen, puede o no mantener cada uno de los puntos de la imagen real.

Hay un tercer movimiento: imagen real i(a), imagen virtual i’(a) que está reproducida y un tercer movimiento que es que el niño constituye en la mirada del Otro su propio yo, pero tiene que autentificarlo. Ese es el tercer paso, cuando da vuelta la cabeza y autentifica en la mirada del Otro aquello en que se vio. ¿Quién está ahí? Agustín. Se da vuelta y la madre le festeja. Esa es la autentificación. El asentimiento del Otro en esta operación se realizó. Es menester este tercer movimiento.

Como no me gusta hablar de tiempos, prefiero llamarlos movimientos. Un movimiento de la imagen real, su reflejo como imagen virtual (acá escribimos el yo), pero este yo requiere de alguna autentificación, de alguien que preste un acuerdo a que eso que está ahí es, que existe. Esto es el asentimiento. Estos 3 pasos generarían un nene o una nena que pueden hacer lazo social, tener amiguitos, bancarse si un día no le va bien, un adulto que pueda estudiar, amar y trabajar. Este tercer paso es absolutamente indispensable.

En i’(a) también se forma el ideal. En el ideal del Otro se forma el ideal y acá hay una primera articulación entre la imagen, la presencia y la ausencia. El niño va sintetizando y extrayendo hasta poder decir “soy yo”. Tenemos el yo formal, ese que se auto-ubica como el sujeto. Si los 3 movimientos se dan, estamos con una imagen del cuerpo, de un cuerpo que es en un principio una gestalt, una superficie corporal, una unificación de esa prematuración y se llega a una unidad corporal con una primera declaración de sexo. El niño se ubica como niño o niña y esto no implica todavía ninguna asunción sexual. Puede ocurrir que se nombre como lo nombra el Otro según el deseo del Otro y entonces Agustín se llame Agustina. Esto está presente en nuestra vida cotidiana, no es nuevo, solo que ahora se dice.

Si estos movimientos se detienen en el primer paso, en la parte izquierda, Lacan nos dice que lo que se va a producir es despersonalización y va a hablar de fenómenos psicóticos. Si alguien se quedó en este paso, está sonado. Va a tener incoherencias, incongruencias y su propio drama. Esto vemos en los niños cuando no está ubicada la imagen, que hay un déficit en la constitución de la imagen y en la constitución del yo. No nos vamos a encontrar con niños psicóticos, sino con niños autistas con dificultades de entrada en el lenguaje, con problemas del enchapado de palabras que hablábamos antes. Fracasa la transmisión de la lengua. Podemos hacer muchas cosas para que algo de la imagen se produzca cuando el yo no se constituyó. También nos vamos a encontrar con desorganizaciones yoicas, que los psicoanalistas trabajan muy bien, como Winnicott. Ricardo Rodulfo también tiene todo un libro dedicado a la desorganización yoica. Silvia Amigo también.

Cuando el déficit se produce en el segundo paso, en la instalación de la imagen, y no hay presencia - ausencia de la imagen, cierta flexibilidad de la imagen, vamos a encontrar con lo que los cognitivistas llaman problemas de falta de empatía, Asperger, lo ubicamos en el campo del sentido que no se relaciona con presencia-ausencia, es decir, con los símbolos. Acá están comprometidos los primeros tiempos de vida las miradas del Otro, que puede ser el padre o la madre. También nos encontramos con problemáticas de la hiperactividad, que es producto del déficit en la constitución del cuerpo. El cuerpo y las pulsiones que no se organizan, la piel del cuerpo no se ha formado o no se ha formado del todo. La piel del cuerpo, la constitución del yo y del narcisismo se pierde y los chicos encuentran como único límite las paredes, el piso, el cuerpo del de al lado, la rotura de objetos. No pueden parar, el cuerpo está esclavizado al recorrido pulsional que no se detiene en una satisfacción, en un encuentro, aunque sea mínimo y fugaz con el objeto. La pulsión anda sola, a mil, sin un cuerpo unificado al cual acomodarse. Lo que se conoce como Asperger son problemas en el campo del sentido, faltan o hay dificultades en el lazo social, pueden caer para el lado de las psicosis a posteriori o tramitarse, dependiendo de factores.

Pregunta: Vos diferenciás yo de Narcisismo...
L.D: Si, los diferencio. El yo es narcisista, es ese nuevo acto psíquico que además recae sobre el sujeto de la oración. El narcisismo es el envoltorio de esa imagen. No concierte a ese nuevo acto en el cual alguien dice “yo”, sino que ese yo debe estar narciseado. Se puede confundir si uno dice que hay constitución del yo y constitución del narcisismo. Uno va de la mano del otro, pero me parece que clínicamente uno tiene que hacer algunas especificidades. De hecho, cuando hablábamos de desorganizaciones yoicas, hablamos del yo desorganizado, pero de la pulsión.

Pregunta: Vos hablaste del autoestima y me gustaría que lo explicaras un poco más.
L.D: Hay una observación: en las melancolías, estamos entre la imagen real y la imagen virtual, hay una pata en la melancolía en la psicosis y la otra pata en la neurosis, si uno tuviera que hacer una separación tajante. En las melancolías está esta inquietud desmoralizante, esta invasión de pena permanente, esta falta absoluta de poder soportarse sin destruir la imagen del sujeto. En las melancolías de la infancia, que las hay, no se termina de producir ese yo que pueda soportar una mirada sin destruirse, una mirada que lo catectiza. En las melancolías vemos que hay un dpeficit en la constitución del narcisismo y que podemos leer como esa baja de autoestima, que en realidad es un deterioro en la imagen de si, porque está identificado al objeto resto. La mirada del Otro lo ubicó como un resto, no como en el caso de los padres que ven dedos de pianista en sus hijos, desde el ideal materno.

En la neurosis no melancólica, cuando viene un sujeto a decir que no tiene autoestima y que se siente mal, lo que uno escucha en el consultorio es que hay una elevación del amor propio y entonces la vara es muy alta y en ese lugar aparece esto de no tener autoestima. Porque si tenés dedos de pianista y no llegaste ni a la esquina, ahí hay una confrontación con la imagen al ideal. Esto es una provocación del narcisismo. No es el mismo caso de la posición melancólica.

Pregunta: El complejo de narcisismo es complejo. Freud hablaba de las psicosis como neurosis narcisistas y a mi se me arma una dificultad teórica.
L.D: Lo que Freud planteaba respecto de la psicosis, hasta donde él pudo llegar, que él llamaba neurosis narcisísticas, es precisamente que no se presentaba la posibilidad del objeto. Entonces, la libido recae sobre el propio yo. Hoy con Lacan podemos seguir sosteniendo la dificultad con el lazo social. La discusión con la que Freud comienza Introducción al narcisismo es precisamente esta.

jueves, 21 de junio de 2018

El sufrimiento de los niños. ¿Qué-hacer clínico?


Apuntes de la conferencia dictada por Liliana Donzis, el 16/05/2017
La palabra sufrimiento tiene las mismas connotaciones en nuestra lengua que en el francés. En francés es sufrance, que quiere decir tanto esperar como sufrir. En español también tenemos esa doble acepción, cuando alguien sufre un dolor o cuando sufre una espera. Esta diferencia la hace Lacan en varios momentos de su obra y esto nos indica que a veces, para dejar de sufrir hay que esperar. Esperar a que aquello que hace daño (moral, físico, psicológico), un goce inesperado que se despierta en el sujeto o en el Otro, y que implica también cierta mortificación, cierto malestar para el sujeto.

Muchas veces ese sufrimiento se transforma en una posible espera. Las reacciones que tienden a la descarga pulsional inmediata, por ejemplo, en los niños hiperactivos. No estamos siempre de acuerdo con los diagnósticos DSM, más bien los psicoanalistas estamos en desacuerdo, pero esa tendencia a la descarga pulsional, como me gusta pensarlo, a veces no hay tiempo para esa descarga. Funciona como el proceso primario en su tendencia  al descarga. Y ojo, porque en el principio del placer como tendencia a cero como homeostasis, es bastante nociva para el sujeto. Esa descarga puede ser demasiado rápida, demasiada brusca y es quizás ahí donde hay que esperar o hay que proponer un compás de espera, un sufrance para la descarga y que se nutre de lo que voy a hablar hoy desde el psicoanálisis.

Hay cargas energéticas en el sujeto, hay cargas energéticas en el niño y nos gusta pensar más en las cargas pulsionales. Las cargas pulsionales son del sujeto, conllevan un sufrimiento. Pero el malestar en la cultura, cualquiera que fuera, tiene consideraciones que no solo están en el sujeto solamente, sino también en el Otro, que puede tener diversas características.

Primero debemos tener en cuenta que el sufrimiento no tiene una entidad como podría tenerlo el síntoma. Ya sea un ritual obsesivo, un síntoma fóbico o un delirio psicótico, el sufrimiento vale para todos. El sufrimiento no es una entidad, ni siquiera para el psicoanálisis. Sin embargo, podríamos decir que es un estado del sujeto. En ese estado del sujeto, escuchemos a Freud.

En 1893, en Estudios sobre la histeria, Freud dice que el palidecimiento o pérdida de afectividad del recuerdo se debe a varios factores. Lo que sobre todo importa es si frente al suceso que nos afecta, alguien reacciona enérgicamente o no. Por reacción, entendemos aquí toda la serie de reflejos corporales voluntarios e involuntarios en que, seguro sabemos, se descargan los afectos. Desde el llanto hasta la venganza. Si esta reacción se produce en escala suficiente, desaparece buena parte del afecto. Por ejemplo, al hacer un buen berrinche. Nuestra lengua testimonia este hecho de observación cotidiana mediante las expresiones desahogarse, defogarse llorando. Si la reacción es sofocada, el afecto permanece conectado con el recuerdo. Un ultraje devuelto, aunque solo sea de palabra, es recordado de otro modo que un ultraje que fue preciso tragarse. El lenguaje reconoce también este distingo en las consecuencias psíquicas y corporales y de manero en extremo característico designa afrenta en el sentido de mortificación al sufrimiento tolerado en silencio. La reacción del dañado frente al trauma solo tiene en verdad un efecto catártico si una reacción adecuada como la venganza. Pero el ser humano encuentra en el lenguaje un sustituto de la acción. Con su auxilio, el afecto puede ser desahogado casi de igual modo.

Freud nos plantea en 1893, en un tiempo pre psicoanalítico, hablando del recuerdo y del trauma del modo en que lo entendía entonces. Pero podríamos darle otro valor: puede ser lo traumático, una circunstancia o puede ser algo que nos hace mal -daño físico, moral o psicológico-. Freud dice que puede haber una reacción inmediata o puede ser pasado por el lenguaje. El lenguaje que va a acomodar la reacción permitiendo que el sujeto haga su catarsis, se desahogue, etc. pero de una manera simbólica. Es decir, el sufrimiento puede ser encaminado por el lado de la acción (acción como acting out, pasaje al acto, berrinche, violencia, etc). Freud nos invita, mucho antes de La Interpretación de los sueños que hay que pasar por lo simbólico y que al hacerlo el sufrimiento es menor para quien lo padece. Y por ende, permite a su vez una mejor calidad del vínculo con el otro.

La semana pasada celebrábamos el natalicio de Freud. Festejar el natalicio de Freud implica seguir alguna de sus letras. Y sobre todo de esto que no es una entidad y que puede aparecer como sufrimiento en la psicopatología de la vida cotidiana, en todos y en cada uno. Generalmente tiene una incidencia importante en el sufrimiento la emergencia de angustia.  La emergencia de la angustia en el sentimiento, que Freud llamaba reacción, esa emergencia nos señala un camino que no engaña y nos permite ir a buscar el sujeto.

En El malestar en la cultura, 1929, Freud nos dice que el sufrimiento nos amenaza por 3 lugares diferentes:
  • Desde el propio cuerpo, que condenado a la decadencia y a la aniquilación, ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia.
  • El mundo exterior, capaz de encarnizarse con nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables.
  • Las relaciones con otros seres humanos. La relación con los semejantes tal vez sea la más dolorosa que las otras dos.

Si pensamos en nosotros mismos y por dónde pasó el incremento de sufrimiento de cada uno de nosotros: tendemos a considerarlo, cada uno de nosotros, como una adición más o menos gratuita. Esto puede llevar a circunstancias que todos los días leemos en los diarios. Freud nos dejó la posibilidad de tomar al sufrimiento, no como un concepto fundamental, sino como un dolor que va del dolor a la angustia y de la angustia a la descarga. descarga que preferimos que sea por la vía simbólica. Es decir, por la palabra. Esperamos que sea por la palabra porque cuando una moción inconsciente puede pasar a un estado de las huellas de la memoria, puede elaborarse o puede pasar la moción a la motilidad. Esto es lo que Freud explica en el esquema del peine en La Interpretación de los sueños cuando dice que una moción inconsciente puede pasar a la consciencia de algún modo, con un sueño, un olvido, un lapsus, un dibujo de un niño, un chiste, un juego. Y ahí hay algo elaborado. Pero podría pasar que en lugar esa elaboración real, imaginaria y simbólica, pase directamente a la motilidad, al movimiento. Cuando esa moción o ese conjunto de mociones pasan sin elaboración simbólica y directamente a la motilidad, eso es claramente un pasaje al acto. Son clarísimos, notorios y absolutamente frecuentes en el trabajo terapéutico, aunque nos agarremos la cabeza. Esto también puede pasar a la acción en el interior de un análisis y eso es un acting out. La diferencia es clara, cortita y la podemos decir muy fácil: cuando ese acceso a la motilidad pasa en el interior de un análisis, es una mostración al Otro, al Otro que representa el analista. En ese punto, la escena fuera de tiempo y de lugar se produce en la transferencia, en el lazo con el analista y el analista podría llegar a caer del lugar que ocupa.

Una joven analizante, que había sido analizante cuando era niña y vuelve conmigo a los veintipico. Por una cuestión económica, puede venir solamente cada 15 días. Es decir, 2 veces por mes. Cuando uno dice cada 15 días suena mejor, pero si dice 2 veces por mes suena a poquito. Sobretodo con una problemática como la de la paciente: una chica obesa de 130 kg., no puede terminar ningún estudio que haya comenzado. Un día se queda dormida y al otro día me manda un Whatsapp “me dolía el estómago y me quedé dormida, no puedo ir porque es muy tarde”. Le respondí que está bien, que era una lástima. Esto del Whatsapp es un problema serio, porque un buen día se puede escuchar de diferentes formas porque no hay enunciación. Está solo el enunciado, aunque los emoticones le dan color de enunciación a una palabra. Una sonrisa no es lo mismo que la cara triste. Al día siguiente del evento de haberse quedado dormida, la joven me manda otro Whatsapp donde me decía que ayer la había dejado sin palabras, que no le di la oportunidad de reprogramar un horario… Ella pasa la falta del lado del Otro. Ella me dice que recuerda un día en que la atendí con el pelo mojado. También me dijo que le molestaba que tuviera horario variable, en el sentido que la sesión podía durar 45 minutos, o 55. Ella dice “entonces voy a frenar mi análisis”. Yo la invité a hablar personalmente, porque claramente eso del Whatsapp a mi no me alcanza. La angustia de ella había pasado a mi lado. La que estaba angustiada era yo, leyendo un mensajito que estaba entre lo agresivo y lo inentendible. Ella acepta venir nuevamente “para que me digas lo que creas necesario”. Con lo cual, eso es un acting. La angustia de no haber podido venir queda del lado del Otro. Al mismo tiempo que muestra la angustia y el malestar, pero queda del lado del Otro como que al Otro le falte. Ella no tenía nada que ver. A la mañana siguiente me desperté más lúcida y empecé a preguntarme qué era lo que pedía. Ahí hay un sufrimiento claro por la vía de la angustia. ¿Qué pide, qué demanda? Demanda tiempo. Acá lo que era necesario, con la problemática que estaba pasando esta muchacha, pueda tener más tiempo para el análisis. 2 veces por mes no era suficiente y yo le había dicho que probáramos y que si no iba, cambiábamos. A esta paciente lo que no le alcanza es el tiempo. Pide un tiempo que puede o no abonar, pero es otra lectura la del analista que esa angustia que le despertó al Otro con ese comunicado que llegó de sopetón y que parecía un cachetazo.

Cuando uno hace una segunda lectura, sale de la angustia y emerge una lectura del sujeto. En el título se habla del que-hacer del analista con el sufrimiento, porque nosotros nos conmovemos también como en la situación que les conté, donde claramente es un acting, un pasaje a la motilidad y donde la falta queda del lado del Otro. Muchas veces nos conmovemos con el sufrimiento del paciente, con un sufrimiento doloroso, con un accidente, con una situación que puede producir todo tipo de penurias del lado del sujeto en cualquier estructura, neurótica o psicótica. Dejo la perversión de lado, porque me parece harina de otro costal. Nosotros podemos conmovernos absolutamente. ¿Qué hacemos ahí, nos ponemos a llorar? ¿Nos ponemos fríos y distantes como para que no nos toque algo que ya nos tocó? Porque ante lo que ya pasó, nosotros podemos retroactivamente que algo de eso se imaginarice o se simbolice.

En una situación donde el analista se siente conmovido, a veces nos marca el derrotero de la transferencia y podemos operar desde ahí. ¿Por qué me impacta tanto esto? Porque a cierta altura de la vida, hay ciertas situaciones que pensamos que pueden ocurrir. Sin embargo, algún decir del paciente nos conmueve de tal manera que por ahí se nos asoma una lagrimita, o un brillo en los ojos. O un gesto que no es interpretado, pero puede ser legible para el paciente. ¿Qué hacemos? ¿Lo abrazamos, le deseamos suerte, le damos caramelos? ¿Cómo recobrar la posición de analista ante una situación así? Porque eso también pone en jaque la transferencia porque tenemos a la angustia que va y viene. nadie está exento de ese afecto que es la angustia, que no engaña y que marca el camino de la cura y puede quedar del lado del analista con la resistencia del analista, o puede quedar acallado silencioso, agazapado, del lado del analizante. El analista también tiene que recuperarse de ese embate de lo real de la transferencia, donde el analista debe recuperar su posición. Hay que salir de allí y recuperar el lugar, que no es el del sujeto que se conmueve o le molesta algo que no anda -el síntoma- sino que el analista tiene que salir del síntoma por la vía de analizarse, por la vía de pensar en qué punto me conmovió, para poder salir de esa conmoción. ¿Qué toca de mi eso que está diciendo? Que nuestra contratransferencia, como la llamaban los post-freudianos, no es transferencia recíproca, sino que tocó un punto ciego de mi análisis. Y eso nos puede pasar a menudo. Vamos a los niños: con los niños esto es muy habitual.

Los niños presentan problemáticas que nos conmueven, como nos conmueve las relaciones de los padres con esos niños. Voy a dar un pequeño ejemplo. Los que trabajamos con niños, obviamente lo hacemos también con los padres, maestros, pediatras, etc. ¿Por qué nos asusta, en los primeros o avanzados tiempos de nuestro trabajo como analistas, trabajar con los padres? En general, nos resulta más llevadero trabajar con el niño y cuando llega el tiempo de las entrevistas con los padres, que son inevitables, nos ponemos un poco nerviosos. Esto facilita a que surja la resistencia del analista. Decimos que los padres nos llevan la contra, que es difícil trabajar con ellos, que terminan el tratamiento tempranamente. Yo a veces cuando superviso digo ¿Por qué para un padre cuyos hijos están mejor y hayan alcanzado cierta posibilidad de amar y trabajar y subsanar el síntoma de la infancia, allí donde habla un sujeto? Nos resistimos a que un análisis termine cuando los padres o la escuela piensan que ahora puede moverse mejor por el mundo porque no están a la altura de nuestro ideal. Se trata de nuestro ideal y esto hay que tenerlo bastante en cuenta porque si no terminamos peleando con los padres, que es muy frecuente. O estar en una situación muy difícil con los padres.

Otro tema que nos cuesta en el trabajo con los niños, es que los padres no están en la transferencia cotidiana, sino que ocupan un lugar de ella, pero no todo el campo. Los niños tampoco ocupan todo el campo de la transferencia, porque tienen que compartir ese espacio transferencial con los padres. El trabajo con niños es más arduo porque hay más personajes en juego. Por otra parte, si nuestro análisis no está muy avanzado o habiendo tocado ciertos puntos de nuestra infancia, los padres terminan siendo una representación del superyó. Esa imagen superyoica de los padres de nuestra infancia, que a todos nos pasó, sabemos que hay un punto constitutivo en el superyó y el ideal del yo. Los padres de los niños pacientes, si el análisis del analista no progresó, probablemente se encuentre en una situación con los padres de su propia infancia, en lugar de encontrarse con el deseo del analista, que es un deseo pasivo. Lacan lo llamó deseo del analista, que es un deseo bastante ahuecado, de puro vacío para que en ese deseo pueda alojarse la palabra del Otro. Entonces, un punto concerniente al sufrimiento del lado del analista, sería la perturbación, la emoción y también con aquello que concierne al superyó del analista en el trabajo con los niños y sus padres. Hay un caso de un niño que puede leer en algunos de mis libros que se llama Miguel. La madre era una mujer muy dura y crítica. Esto fue hace bastante y yo antes de encontrarme con la señora me anotaba en un papelito todo lo que me parecía que tenía que decirle, pero lo que impedía el papelito es que la escuchara. Siempre me sorprendía con lo que decía y el papelito no me servía para nada.

Quiero mostrar la declinación de 3 maneras diferentes del sufrimiento. Yo les decía que el sufrimiento no es un síntoma, que puede estar a la altura del afecto de la angustia o ser transformado de lo real a la angustia, donde la angustia ya no es sólo real sino imagen, a veces una imagen congelada como en lo siniestro, o en la figura del doble o en algún otro tipo de repercusión angustiosa donde hay un desfallecimiento del sujeto. Vimos que en el caso de la hiperactividad se trata de una descarga imperiosa de la pulsión y hay sufrimiento. La tarea analítica implica un espacio, un tiempo de demora en la descarga, del sufrimiento a la posibilidad de la espera. Del sufrimiento y descarga por la motilidad a la posibilidad de una demora en la descarga. Esto es lo que el dr. Ravenna también coincide: él enseña que cuando uno quiere abrir la heladera y volverse loco en medio de lo que no hay, ese es el momento de detenerse, contar hasta diez y nunca abrir la puerta de la heladera ni de la alacena. Por favor, demore un ratito. Esto es en lo que todo caso en nuestro trabajo pasa en la hiperactividad. Es decir, una transformación de la descarga de la pulsión.

1° caso (Niño que permanece cerca del cuerpo de la madre). Diego es traído a la consulta porque efectivamente podríamos decir que es hiperactivo. No para. No tiene amigos en la escuela, rompe todo lo que encuentra, llega a la casa y patea vasos, puertas y ventanas. Molesta a toda la familia, grita, pega, llora en la escuela y en la casa. Tiene 8 años. En esa situación le pregunto a los padres por qué suponían por qué suponían que le pasaba esto, cuándo le pasaba. Ellos dicen “cuando la madre prende el calefón, cuando la madre habla por teléfono con su propia madre”. Esos son los peores momentos de Diego y él rompía en serio. Le pregunto al padre qué pensaba, porque para ellos era una cuestión de límites. No soy partidaria de los límites feroces para nada. El límite es el cuerpo del Otro. Mi libertad termina donde empieza la del vecino. Ahí había algo como que Diego no escuchaba a los padres. Le pregunto al padre qué hace y la madre contesta. “¿Qué hace? No hace nada. Se la pasa sin hacer nada, no dice ni pío...”. La señora agrega “¿Cómo va a hacer algo, si además es sordo?” El señor sordo era conductor de transporte público, de colectivo. El señor oía, pero no escuchaba.

Empiezo a atender a Diego y por supuesto él reitera su cuestión colérica, su ira, su malestar, en el consultorio. Pero juega. Al principio nada, luego empieza a jugar un poco más… No tiene ninguna escena de juego que yo haya podido recortar como una escena argumentativa de juego. El juego tiene una escena argumentativa y trae la hilacha del fantasma, las hebras del fantasma, que se va a consolidar en la adolescencia. Pero para que haya juego tiene que haber un momento, así sea pasar agua de un vaso al otro, y que un nene juegue a pasar agua de un vaso al otro. Es un juego, porque en vez de pasar agua, puede jugar a que pasa leche chocolatada. Hay algo de una escena argumentativa. Sin la escena argumentativa, tendríamos que pensar de qué otra manera tenemos de acceder para que en esa tela (por ejemplo el dibujo) y así podamos intervenir.

Diego no juega. Hace lío y descarga. Roturas, etc. Empieza a comentar que le molesta que la mamá hable por teléfono porque él no cree que la mamá hable con su mampa. Él cree que la mamá habla con alguien. Segundo, le molesta el calefón porque así de incendiaria es la madre y se calienta como el calefón. Buena pregunta se hace. ¿Qué le pasa sexualmente a la mamá y con quién? Porque lo digo rápido, pero Diego junta 2 escenas: el calefón y el teléfono. No sabemos qué hay detrás de eso, se trata de lo que él interpreta, de la realidad del sujeto. Él sufre con todo este derroche de energía, aparte que la pasa mal porque lo sancionan en la escuela, los amigos no lo invitan…

Él arma un juego que es el primero que yo puedo sancionar como tal: arma un cerco y pone a los animales que encontró en la caja de juegos y va armando una especie de parque o jardín zoológico y en un momento encuentra un animalito muy chiquito, que podríamos decir una hormiguita y también encuentra allí un león. Se trata de un juego más chico que el de su edad. Entonces empieza a hacer chocar con cólera el león con la hormiguita. Es una pelea muy fuerte, agresiva y colérica y de repente grita “¡Guardián, guardián!”. Llama a un tercero. El juego produce una alteridad en análisis, no en su casa. En su casa, esa alteridad está por verse y no alcanza con decirle al papá que participe más, porque habitualmente hace lo que puede. El padre no estaba en análisis. La terceridad muchas veces se construye en transferencia con los niños. El tercero está en la escena del análisis. En el juego, el guardián era un soldado, al que le dice “si vos querés ver que un león se quiere comer a la hormiguita, tenés que defender a la hormiguita”. Y así siguió el juego, donde él pide un guardián que le dé alguna pista para no ser tragado por el cuerpo del león o el cuerpo de la boca del cocodrilo. Él estaba pegado al cuerpo lexical del Otro. ¿Cómo avanza? Empieza a jugar de otro modo.

Empieza a jugar a de qué cuadro soy, de qué cuadro es, empieza a jugar al fútbol con otros chicos y los chicos se animan a jugar con él, está pacificado y el juego mismo es el espacio de la demora de la descarga del que ls hablaba hace un ratito. Hizo de alteridad, propuso una alteridad en la escena del análisis y al mismo tiempo produce el juego una demora en la reacción pulsional. Entonces, él está pacificado porque ha podido domeñar el trabajo pulsional. ¿Qué le pasaba? Él también tenía el calefón de la mamá metido en su cuerpo. O él entraba en el calefón de la mamá en cierto momento donde la mamá prendía concretamente el calefón. Él empieza a jugar con esta alteridad del padre sin el padre: con el soldado, con la camiseta de fútbol que le gustaba al padre, y él empieza a tomar como patente algo de las insignias del padre. O sea que el padre entra a través del juego sin necesidad de que el señor esté presente. El padre mismo se sintió convocado y lo llevaba a la cancha, teniendo un espacio con su hijo sin el calefón y la señora. Ellos discutían mucho cuando venían a verme, no parecía que encontraran un lugar de pareja, pero si el padre empezó a encontrar -gracias al análisis de su hijo- un espacio para él. Diego después el problema lo tuvo conmigo, porque él de era de Racing y yo no. Yo a los chicos les digo cualquier cosa. “Soy del Ateneo de Gral. San Martín”. Este nene sale gracias al juego y por poder jugar y dibujar, entra en otro terreno.

Caso 2 (pérdida del objeto). En este caso, el niño no está del lado del cuerpo de la madre, sino del lado del objeto. Este nene tiene la dificultad de perder el objeto. Se trata de un chico irascible, colérico y molesto. Yo a los niños les pregunto qué les pasa, por qué los trajeron, etc. Él me responde “Mirá, no me gusta perder el tiempo. Mi mamá y mi papá me hacen perder el tiempo”. El nene dice que lo llevan a tomar el té a la casa de una tía, o que tiene que acompañar a la madre al shopping, lo mandan a bañar y le hacen perder el tiempo. Sin embargo, él puede jugar con la tablet, donde él puede jugar muy tranquilo. Le pregunto si jugar con eso no es tiempo perdido. Me dice que no, porque eso a él le interesaba. Lo que no le interesa, es para este chico perder el tiempo.

Cuento el caso muy simple. Él no puede perder algo esencial, que es el objeto. Él puede perder al Otro. Está a un paso de poder ubicar el objeto en el Otro y que allí se inscriba algo de la pérdida en un chico de 6, 7 años, que hasta ahora no había podido hacer este paso operacional para la entrada en la latencia. Perder el tiempo, tiempo ahí es el nombre del objeto que él tiene que llevar, no pegado al Otro, sino pegado a su cuerpo. El trabajo con él es interesantísimo, porque alguien que no puede perder el tiempo, no puede perder el dinero, no puede perder nada, pero para no perder es capaz de encontrar en la caja de juguetes algún juguete roto y él lo repara hasta que esté en su justo lugar. Él no puede perder si ni siquiera lo que está roto. Entonces, el trabajo es con la pérdida.

Caso 3 (madre simbiótica y niño que huye por salir de ahí). Se trata de un chico que no habla de 3 o 4 años. No es un autista, pero va camino a la psicosis. Es muy chiquitito. Él puede perder, quiere hablar, pero no puede porque yo creo que tiene un tema fonológico orgánico y está en tratamiento. Hay algo orgánico que es claro y aunque él quiere, la madre no lo deja. En el segundo mes de trabajo, cuando la madre le dice “vamos de Lili” y él menciona a los gatos que hay en mi consultorio. Aparece una palabra y al llegar, se le pega al cuerpo de la madre y entonces digo “Ay, hoy no vino Pedro, ¿Dónde está?” Y vamos inventando el juego del fort-da, en un nene que que fue diagnosticado como autista. El nene se señalaba la garganta y la madre preguntaba por eso, pero resulta que un día dice que se tragó un juguete del huevo Kinder y se le quedó atorado. Como no querían perder el avión, lo subieron igual. Estas cosas pasan con los padres y sus hijos.

Había algo en Pedro relacionado a lo fonológico, pero él empieza a jugar al fort-da a propio riesgo, porque cuando él juega a eso la madre no puede jugar al fort-da, porque ella piensa que va a desaparecer. El esfuerzo de este chico porque ella advierta que él está apareciendo y desapareciendo, que está haciendo un juego y lo ubica como un sujeto en quien podemos leer, intervenir, interpretar y seguir jugando. Empieza a haber un juego simbólico: hace que come. Trae una mandarina de verdad y hace que come, pero no come. Empieza a haber un cierto espacio simbólico: el armado de lo simbólico y del cuerpo. Va a tardar mucho tiempo, pero él inconveniente es que cuando él va adelante, la madre va atrás. Cuando él va atrás, la madre va para atrás. Él entra al consultorio y la madre lo sigue entrando intrusivamente en el consultorio. Él se va del consultorio y él usa todo el espacio, que para él no es por fuera, sino un espacio sin fragmentar, y la mamá se va al espacio general. Entonces cuando él se va a la sala de espera y la madre lo sigue, él entra al consultorio para desaparecer de la mamá. Y la madre empieza a hablarme desde el pasillo para entrar al consultorio. Uno podría decir que a la madre hay que mandarla a tomar un cafecito mientras el nene está en el consultorio, es probable, pero no creo que se vaya por el momento. Ahí nos encontramos con un sufrimiento que depende de la posibilidad de transmisiónde la lengua y de lo simbólico del lado de la madre.

Vimos 4 tipos de sufrimientos diferentes, si tomamos el ejemplo del acting-out, distintas modalidades del sufrimiento y distintas intervenciones del analista en cada uno de esos casos. El sufrimiento está siempre. A veces es demora, a veces es intervención. A veces hay que intervenir con los padres diciéndoles que se queden un rato afuera; a veces no pueden. Tenemos que buscar los rasgos singulares.

Pregunta: Acerca del sufrimiento según Freud (el cuerpo, el mundo exterior, las relaciones humanas), me peguntaba cómo era esa cuestión en los niños.
L.D.: Con Lacan, tenemos siempre la estructura mínima: padre, madre, niño y falo como ordenador de la estructura. Esa relación le da una lógica a la relación familiar. La relación con el otro es la madre, los otros imaginarios, los amiguitos, el prójimo o pequeño otro, cada una tiene su especificidad, pero la madre aparece como Otro primordial. Es un significante, pero para todos los días la madre es una mujer imaginaria. Puede pasar la frustración, la privación. Los otros chiquitos son con quienes los chicos sufren. Es muy triste cuando se invita a muchos chicos de un grado y a uno no lo invitan. O lo que pasa cuando todos juegan al fútbol y el patadura se queda afuera. Ahí aparece el vínculo con el otro que es de tanta dificultad como el amor, el odio, el rechazo, la ignorancia, el ninguneo. Hay muchos niños que vienen con eso: dificultades en la integración. Y uno se tiene que preguntar qué pasa con la segregación de los niños, que existe y es de una crueldad muy grande. Tengo una paciente que dice que llega a la escuela, que saluda a los compañeros, y nadie le contesta. El bullying también lo podemos involucrar, pero tiene otras connotaciones como la pequeña crueldad de todos los días.

Pregunta: Vos dijiste que el juego tiene hebras del fantasma que se constituirá luego. me quedé pensando en el síntoma posterior y que si en el juego están esas hebras, ¿Cómo podríamos pensar el síntoma en un niño?
L.D.: Creo que cuando hablamos de síntoma como lo opaco del fantasma que aparece, que comporta sufrimiento, si nos quedamos en lo freudiano diríamos que el síntoma es el síntoma de Juanito, es decir una constelación de significantes. En ese caso, un caballo que se relaciona con cierta problemática maternas y paternas que hace que sea el caballo que primero angustiaba y que después da miedo. A veces el síntoma aparece en el niño con un plus de sufrimiento. Pero a veces el síntoma es la emergencia del sujeto, de la estructura del sujeto en la niñez, donde vemos una marca del inconsciente. Es opaco, no es descifrable, pero un chico puede empezar a decir que está soñando y que no entiende. O que soñó con la guerra de las Malvinas teniendo 3 años, porque algo escuchó y hay algo con esa palabra. la emergencia del sueño, lapsus, chiste, conciernen al síntoma, aquello que es opaco pese a que se diga. Es opaco en cuanto al goce que entraña. Y por otro lado, siguiendo a Freud, hay en Juanito o en los rituales obsesivos, un síntoma. Pero a veces no hay síntoma como un destello del inconsciente. A veces hay padecimientos en el cuerpo. Entonces nos encontramos con la llegada del asma, la psoriasis, cuestiones psicosomáticas que no tienen el estatuto del síntoma pero tienen la vocación de síntoma en la medida que se transformen. El nene este que pateaba el calefón, uno podría preguntarse si eso es un síntoma. Es un enorme padecimiento, un enorme sufrimiento que se transforma en síntoma cuando empieza a aparecer allí un argumento posible. Ya no es el calefón a secas, sino el calefón con la calentura de la mamá.  

Pregunta: Vos hiciste una articulación diferenciando sufrimiento de angustia.
L.D.:  Una de las modalidades del sufrimiento es la emergencia del afecto como angustia. Esa es una de las modalidades del sufrimiento, pero no solo se sufre por eso. El sufrimiento es más amplio porque no solo es angustia, también puede ser por duelo, por el desenvestimiento de un objeto amado en el duelo, o en la melancolía, que no comportan angustia.
El cutting adolescente es para cortar un sufrimiento. Aparece el cutting como una acción en el cuerpo. Podemos decir que es para amortiguar la angustia, pero también para amortiguar el dolor que podría concernir a otro registro.
La angustia es uno de los puntos más claros donde puede aparecer el sufrimiento. pero también el humor es una manera de amortiguar el sufrimiento, donde se esquiva al superyó. Hay salidas del sujeto cuando emerge la angustia y en el humor también hay una amortiguación del sufrimiento, que a veces es de lo real, a veces es del anudamiento y a veces es de un calce del anudamiento. Por ejemplo, entre real e imaginario, Lacan no tiene problemas en escribir “angustia”.
También el síntoma concierne un sufrimiento porque la astasia abasia de Isabel D.R. no era sin sufrimiento, pero está en otro enlace: entre real e inconsciente. Entonces, se podría desplegar en cada una de las tres dimensiones del lenguaje enclaves diferentes del sufrimiento.

Con los niños tenemos otras herramientas que con el adulto, a quien les podemos preguntar qué le pasó o que asocie. Hay un pasaje de lo simbólico a lo imaginario que generalmente lo tenemos por medio de la palabra. Los niños no siempre disponen de esa articulación simbólica y requieren de cierta condición operatoria de las pequeñas cositas para que aparezca la asociación por vía lúdica, por vía gráfica, en la gran mayoría de los casos. El juego, el dibujo, el relato…