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martes, 3 de diciembre de 2024

Las posiciones del analista en la transferencia: ¿Cuáles son?

 El campo de acción del analista en la cura se define a través de una triada fundamental: táctica, estrategia y política. Estas dimensiones establecen los marcos desde los cuales se orienta su intervención.

En el plano táctico, el analista goza de libertad en cuanto al modo y forma de sus intervenciones. Sin embargo, en el ámbito estratégico, esa libertad desaparece. La estrategia está estrechamente vinculada a la transferencia, y en este terreno, el analista no elige libremente su posición, sino que debe ajustarse a las exigencias de su función en el proceso analítico.

La función del analista consiste, entre otras cosas, en cuestionar, en inducir la división subjetiva, y en poner en juego el no saber como eje central de la cura. Para poder desempeñar esta función, es crucial que el analista identifique quién es el Otro al cual el sujeto dirige su discurso, ya que esta identificación sirve como guía para evitar caer en la trampa de la demanda. A partir de esta orientación, se delimitan las distintas posiciones que el analista puede ocupar en la transferencia.

Las posiciones del analista en la cura:

  1. Sujeto Supuesto Saber: Al inicio de la cura, el analista puede ocupar este lugar, funcionando como aquel a quien se atribuye un saber. Sin embargo, su rol no consiste en usar ese saber, sino en sostener su función desde la suposición misma.

  2. El muerto: En otra etapa, el analista puede asumir una posición similar a la del "muerto" en el juego de bridge, donde participa sin apostar directamente. Se mantiene presente en el proceso, pero sin intervenir desde una posición activa de protagonismo.

  3. El Otro inconsistente: En un momento posterior, el analista se presenta como el Otro, pero en su dimensión de incompletud e inconsistencia. De este modo, soporta la falta de garantías que caracteriza al Otro barrado, aspecto que es también constitutivo del sujeto.

  4. Semblante del objeto a: Finalmente, el analista adopta la posición de semblante del objeto a del sujeto en su fantasma. En esta función, soporta el carácter separador del objeto a, facilitando el desasimiento del sujeto respecto de sus fijaciones.

Estas posiciones no son arbitrarias, sino que responden a momentos específicos de la cura en los que cada ubicación se vuelve necesaria para avanzar en el trabajo analítico. Por eso, la capacidad del analista para ajustarse a estas demandas es esencial para la eficacia del tratamiento.

jueves, 29 de agosto de 2024

¿Cómo pensar las intervenciones?

 La práctica del psicoanálisis acarrea una dificultad que le es inherente, y que no se reduce a los primeros tiempos de la práctica. Sería incluso riesgoso que alguien pudiera suponer, después de unos años de trabajo, que ya no está alcanzado por esta dificultad.

Este escollo responde a la circunstancia de que el psicoanálisis carece de una técnica, lo que tantas veces dijimos: que no consiste en un procedimiento protocolizado que pudiera repetirse por igual en todos los casos.

Frente a la falta de ello, lo que se abre es la tripartición entre una táctica, una estrategia y una política. La táctica es que el analista es libre en cuanto a la manera de pensar sus intervenciones, la modalidad de ellas. Es menos libre en la estrategia porque conlleva su posición en la transferencia y eso no es electivo. El analista debe dejarse tomar por el lugar que el discurso le señala en la transferencia, acomodación requerida para permitir el análisis del sujeto.

Y no es en lo más mínimo libre en la en la política, porque la política remite a la ética. Y se trata del lugar del deseo en la cura.

A partir de entonces de esto es que puede resultar interesante preguntarnos cómo considerar una intervención posible, resaltando el término posible, o sea algo que está en las antípodas de lo ideal, de lo perfecto o acabado.

Pensar una intervención debiera apuntar a considerar también el momento de la formación, o sea lo que es posible para ese analista en ese momento, para evitar las identificaciones imaginarias. Por eso hablar de una intervención posible conlleva la idea de que no hay una sola manera de intervenir, sino que cada analista debe encontrar un modo que le sea propicio, siempre y cuando respete la orientación del análisis delineada desde la política.

Un tema interesante es cómo un inducir un efecto de división en la demanda, o sea apuntar a que la intervención haga oleaje, en el sentido de propiciar la interrogación, más a que a dar una explicación o coagular un sentido.